Salud y buena fortuna! Aquí va el segundo relato de Harald. Siento mucho la tardanza. Y siento si es muy largo. Espero sinceramente que os guste y disfrutéis. Agradezco el feedback. Si queréis contactar conmigo podéis hacerlo en lemaleante@gmail.com. Qué os vaya bonito y muchísimas gracias!

El Maleante.

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La mañana era brumosa. Un manto espeso de niebla blanca abrazaba con fuerza el bosque sabiendo que en breves momentos el sol la haría desaparecer. Entre el espeso follaje de árboles y zarzas un imponente corcel  negro avanzaba con paso lento pero decidido. No en vano llevaba ocho pasajeros más sin contar algún que otro peso añadido, pero eso no parecía molestarle demasiado. Helhest estaba feliz. Por fin volvían  a casa y lo demostraba acelerando el paso o soltando algún que otro resoplido satisfecho que hacían que emitiera un vaho blancuzco de sus imponentes fosas nasales. Montados sobre él iba su amo Harald, al que adoraba como un dios y que se dejaba la piel en su cuidado. Y luego estaba Odalyn. Aquella misteriosa muchacha pelirroja. Era sorprendentemente ligera y había algo en ella que intrigaba al caballo. Parecía tener mano con los animales pues no había necesitado mucho para saber que le sucedía a Helhest y que hacer para remediarlo. Aun así no parecía ser nadie de malas intenciones. Y su amo no solía rodearse de gente que no era de confiar. Y luego  estaba lo único que hacía incomodo ese viaje. Los lobos. Los seis lobeznos que estaban metidos en una bolsa de piel de oso y colgados a uno de sus costados. Aún eran muy pequeños, pero tenían un tamaño muy superior al de unos lobeznos de dos semanas y además  abierto los ojos pero  aún mamaban, a pesar de los pequeños dientes que empezaban a asomar. Se removían en la bolsa gimoteaban y algunos sacaban la cabeza de la bolsa para observar curiosos todo lo que les rodeaba. Habían empezado a desarrollar la vista y el oído y todo les llamaba la atención. Aun así eran pequeños sí. Helhest bien habría podido aplastarlos a todos con sus potentes cascos. Aun así se sentía incómodo junto a ellos. El instinto le decía que aquellas pequeñas y gimoteantes bolitas de pelo se convertirían en veloces y perfectas máquinas de matar. Y no se olvidaba del agradable rato que les habían hecho pasar los lobos a él y a su amo. Pero su amo no había puesto objeción así que de nada servía quejarse.

Harald estaba pensativo. Lynn estaba sentada delante suyo con la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados como queriendo disfrutar de la mañana. Aun no se creía que le hubiera pedido que viniera con él y más aún le sorprendió que ella aceptara inmediatamente. Y luego estaban los lobos. ¿Cómo demonios había accedido a llevárselos? Lynn había sido firme.

-“Bueno… Prometí que los cuidaría. Así que si me voy contigo no puedo dejarlos aquí ¿verdad?  Además sería una pena que te separaras de ellos. ¡Con lo que les gustas!”

¿Qué él les gustaba a los lobos? ¿Qué locura era aquella? Cuando se dispuso a colgar la alforja de piel de oso del lomo de Helhest, este lo miró con acritud y fastidio. “¿Qué quieres que le haga?” Se excusó Harald. “Ella no se va a desprender de ellos” Parecía que ya se había resignado. Sorprendentemente toleraba muy bien a Lynn. Helhest solía mostrarse un poco reacio al principio a que extraños se montaran sobre él. La atención de Harald estaba en muchos sitios a la vez. En Ragnastein con su amada Kaira. En Lynn y el misterio que encerraba. Aún no sabía por qué estaba en aquella cabaña, y también sentía recelo hacia su comportamiento y sus curiosas costumbres. Y por último al bosque. Llevaban un día de camino y habían perdido otro recogiendo cosas de las que Lynn no quería separarse y confeccionando la bolsa para los cachorros. Al final la casa había quedado vacía y solitaria. Lynn la había mirado con pena y nostalgia pero no había vacilado al marcharse. Sí. Harald miraba al bosque. Y como hacía poco más de una semana se sentía incómodo. La muchacha aseguraba que los animales del bosque no les atacarían (otra cosa que sorprendía a nuestro héroe, la afinidad de Odalyn con los animales). Aun así la intranquilidad le invadía. La sensación de que no estaban solos era cada vez mayor. En un momento determinado creyó ver un destello entre los matorrales.  Y en el bosque no había nada que emitiera destellos. Nada salvo el metal claro. Harald estaba en una encrucijada. ¿Qué debía hacer? ¿Seguir adelante? ¿Detenerse? ¿Aumentar el paso? Si daba marcha atrás corría el riesgo de quienquiera que los estuviera observando los atacar por detrás. Además con el peso que llevaban Helhest no podría darles esquinazo. A parte según Lynn ese era el camino más directo. Tomando otro tendrían que tomar un rodeo de tres días. Y a ninguno de los dos les interesaba  perder ese tiempo. Por el contrario si seguían adelante el bosque era más espeso y los árboles se cerraban como una cúpula. Y detenerse no les serviría de nada.

-“¡Odín! ¡Qué no me esté equivocando!-se dijo el jinete sin dejar de avanzar.  Unos metros más adelante el camino torcía hacia la izquierda pero estaba bloqueado por un carro viejo. Justo delante de ellos había un roble  viejo bajo y retorcido con unas pocas hojas. Sentado en su copa se hallaba un hombre más cerca de los treinta que de los veinte. Tenía el pelo dorado y ligeramente ondulado hasta la nuca no mostraba rastro de barba alguna y sus rasgos eran suaves y delicados. Sus ropajes eran de bastante buena calidad pero estaban muy gastados.  Vestía un jubón pardo, una capa verde oscuro, unos pantalones de lana grises y unas botas de cuero reforzado. Tenía varios anillos de oro y piedras preciosas. Balanceaba sus piernas a un ritmo pausado como s nada le importarse. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca el hombre pareció por fin reparar en ellos y dirigió su mirada y Harald pudo verle los ojos. Eran muy azules y miraban a los viajeros con burla, lo cual no gustó nada a Harald. El hombre sonreía lo cual no hizo más que  inquietar a Harald. ¿Por qué negarlo? Ese hombre repugnaba a Harald.

-Buenos días viajeros. ¿Hermosa mañana verdad?-saludó el hombre cordial.

-Ciertamente-contestó secamente Harald.

-Buenos días tengáis vos también buen hombre-respondió Lynn jovial y haciendo una graciosa inclinación de cabeza.

El hombre pareció fijarse mejor en la chica. Harald pudo ver como se relamía. Eso lo puso tenso. Hasta Helhest se removía intranquilo. Harald se inclinó hacia el con un poco de dificultad hacia el cuello del animal para palmearlo y tranquilizarle pero también susurró algo en su oído.

-Si se acerca, vuélale esa estúpida sonrisa de una coz amigo

-¿Qué os trae por estos lúgubres bosques?-preguntó el hombre con una sonrisa.

-Eso me temo-escupió Harald –que es asunto nuestro.

-¡Os ruego que me disculpéis!-exclamó el hombre aparentando estar dolido- No era mi intención ofenderos.

-Vamos a Ragnastein. La capital del reino.-le dijo Lynn alegremente.

-“¡Lynn! ¿Pero qué haces? ¡No le cuentes nada!”-pensó Harald con urgencia.

-¿Ragnastein eh?-dijo interesado. El orgullo de Istramor. Una gran ciudad. ¿Y cómo se llaman los viajeros que van a Ragnastein?

-Yo soy Odalyn.-respondió la chica.

-Un bello nombre. ¿Solo Odalyn? ¿Tendréis un padre no?

-Solo Odalyn

-Un placer conoceros  mi señora-le dijo con una mirada que no auguraba nada bueno.

-“Lynn… No es la mejor idea que has tenido en tu vida el contarle sobre nosotros a esta sabandija y…”

-¿Y vos buen hombre?-preguntó a Harald interrumpiendo sus cavilaciones pero  mirando con interés a Helhest.

-“Si ya sabe quién es Lynn…”

-Soy Bjorn hijo de Sven-mintió suplicando a los dioses que Lynn no lo desenmascarara. Afortunadamente no lo hizo.- ¿Y vos quien sois? Por vuestro aspecto diría que sois un noble.

-¡Pero qué perspicaz!-río el hombre- Y por favor perdonad mi insolencia-dijo fingiendo estar dolido.- Yo soy Erik el Magnífico. Señor del bosque. ¡Bienvenidos a mis dominios!

Abrió los brazo como queriendo abarcar el bosque entero.

-“Un bandido en otras palabras. El día mejora por momentos-pensó Harald hastiado”

-Estos bosques no son seguros prosiguió Eric. Deberíais portar una escolta.

-Gracias. Pero así como estamos vamos muy bien-le contestó Harald intentando salir del paso lo más rápidamente posible. Ahora si no os importa proseguiremos nuestro camino.

-Lo veo difícil-contestó Eric señalando al carro en medio del camino- El camino está bloqueado.

-En ese caso apartaremos el carro pasaremos

-Me temo que eso no será posible-dijo el noble con una pena que no sentía.- Veréis: Como ya os he dicho estáis en mis dominios. Y por tanto debéis pagar un pequeño precio por circular por él. Y luego está la escolta claro.

-Os hemos dicho que no necesitamos una escolta.-Harald sentía que las cosas iban muy pero que muy mal.

-¡Tonterías!-respondió Eric con ligereza- Todo el mundo necesita protección. Además: pensad en mis pobres hombres. Ellos también tienen que comer. ¿Verdad muchachos?

Y en ese momento aparecieron hombres en los árboles y espesura. Los tenían rodeado. Portaban armas de hierro y alguna de acero muchas de ellas oxidadas. Por lo general vestían diferentes piezas de armaduras y su ropa estaba sucia y deshilachada. Todos ellas tenían alguna cicatriz y estaban sucios todos tenían muecas burlonas y reían maliciosamente.

-“¡Será hijo de mil padres!”-maldijo Harald en silencio- “Nos ha distraído y mientras sus hombres han cerrado el circulo.

-Me da la impresión que vuestro concepto de pequeño precio y el mío son algo distintos.-dijo Harald con calma intentando quitar hierro al asunto.

-¡Es posible, es posible!-río Eric- A fin de cuentas así se inician las guerras. Porque sus contrincantes no se entienden. Así que para evitar disgustos y malentendidos procuraré ser claro. Me da la impresión de que viajaríais más ligeros sin esas pesadas alforjas. Y vuestro pobre caballo… ¡El pobre parece exhausto! Permitid que nos encarguemos de él. Y no creo que necesitéis esas armas. A fin de cuentas gozareis de la protección de mis hombres. Y vuestra ropa no es que sea muy apropiada para andar por el bosque. Con gusto os proporcionaré otra mejor. Y finalmente… El bosque no es buen lugar para una mujer. Está lleno de fieras salvajes.

-“No más peligrosas que unos rufianes como vosotros seguro-pensó con desdén Harald.

-Por ello considero que sería mejor si se quedara aquí-terminó Eric siendo coreado por las risas socarronas de sus hombres.

Harald pensaba a toda velocidad. Miró hacia el carro, miró a los hombres. Había arqueros en los árboles.

-“Si no fuera por esas malditas flechas… Quizá Helhest pudiera saltar el carro y huir de aquí corriendo. Pero tenemos mucho peso. Si solo estuviéramos Lynn y yo… A parte los lobos podrían sufrir daños. ¿Y ahora por qué pienso en esas malditas bestias?-la cabeza de Harald era un hervidero.”

-¡Yo quiero sus botas!-rugió un gigante con el torso descubierto, un hacha de doble filo cabeza calva y barba negra espesa con aspecto de ser muy irascible. Solo tenía un ojo azul el otro estaba surcado por una cicatriz y era blanco.

-¡Yo su cuchillo! ¡Es muy bonito!-dijo otro más pequeño con ropas de cuero que parecía un ratón y portaba un cuchillo mellado.

-Ese arco me vendría bien-dijo una voz.

-¿Eso de la bolsa son lobos? ¡Genial! Me vendría bien una capa de lobo. Aunque son un poco pequeños-dijo otra.

-Yo me quedo con el caballo

-¡Antes muerto pedazo de mierda! ¡Me lo quedaré yo!

-¡No! ¡Yo!-dijo un tercero

-¡Yo la espada!

-¡Yo el jubón!   

-¡Yo quiero que esa puta me enseñe las tetas y después follarmela hasta que reviente!

-¡Sí! ¡Que la furcia se desnude!

-¡Yo me la follo primero! 

-¡No yo!

-Vamos, vamos muchachos-río Eric levantando una mano como queriendo calmar la situación. Un poco de serenidad. No somos ningunos bandidos. Bueno… quizás un poco-lo cual hizo que los hombres se carcajearan- ¡Pero es una gran idea! ¿Por qué no nos muestras a todos lo hermosa que eres preciosa?-dijo el jefe de los bandidos con una sonrisa ladina.

-“Bueno. Parece que mi  viaje acaba aquí. Si quieren a Lynn tendrán que venir a por ella. Y pongo a Tyr por testigo que no seré una presa fácil.”-se dijo Harald- Lo siento por Helhest, Odalyn y los lobos. Que tengan este final… ¡Maldición! ¡He vuelto a pensar en esas fieras rastreras!”

Se dispuso a descolgar el arco de su espalda para proteger a la chica con todas sus fuerzas. Pero ya no estaba sentada delante de él. Había bajado del caballo y se había puesto frente a él.

-“¡Pero qué haces niña estúpida! ¿Estás suplicando que te violen aquí mismo o qué?”

-Lynn… Vuelve a subir.-el tono de Harald era tajante.

-Pero estamos en sus dominios- dijo simplemente la chica con total tranquilidad.

-¡Me importa una mierda!-rugió Harald fuera de sí- Por favor y por tu bien: ¡Sube al puto caballo!

-Pero el propio rey me ha hecho una petición. Y debo cumplirla.

Y acto seguido aflojó los tirantes de su vestido y este calló con majestuosidad mostrando a Odalyn en todo su esplendor.

Los hombres silbaban gritaban y reían. Estaban enloquecidos.

-¿Habéis visto qué tetas?

-¡Yo quiero estrujárselas!

-¡Tiene el coño rojo!

-¡Por los dioses qué culo!

-¡Voy a follarmela ahora mismo!

-¡No, yo seré el primero!

-¡No, yo!

La discusión siguió así un poco más.

-¡Silencio imbéciles!-rugió Eric abandonado su serenidad por primera vez. La mujer es mía. Quizás os la entregue cuando me aburra de ella.

Bajó del árbol con habilidad y avanzó hacia la chica con tranquilidad mientras se desabrochaba los pantalones para dejar al descubierto un falo de tamaño no despreciable y pálido totalmente erecto. Harald quería cargar una flecha y clavársela a esa sabandija para borrarle esa burlona sonrisa. Pero algo se lo impidió. Intentó luchar pero su cuerpo no respondía.

Eric estaba a cinco pasos de Lynn.

-Deberías sentirte orgullosa niña-le dijo a Odalyn risueño. Vas a ser follada por un rey.

Harald quería maldecir a toda la estirpe de ese bastardo. Pero tampoco tenía voz.

-Y parece que el cobarde de tu amigo no va a hacer nada por ti.-continuó esta vez a solo dos pasos.

Aunque estaba de espaldas Harald vio por un segundo  que ella sonreía como quien sabe que ha ganado el juego.

-Yo no me acercaría más.- Dijo Lynn con una voz segura y más profunda que nada tenía que ver con su voz risueña y cantarina. El viento agitaba su cabello rojo con fuerza otorgándole un aspecto salvaje. Era verdad. ¿Cuándo había arreciado el viento? Hace unos instantes no soplaba ni una mísera brisa.

Eric sonrió con maldad.

-Un rey no acepta órdenes de nadie.

Y se dispuso a atrapar a la chica.

Todo sucedió muy rápido. Antes de que los dedos del bandido rozaran siquiera a la mujer esté salió despedido hacia atrás ante el asombro de todos. Eso provocó que todos los hombres se lanzaran al centro del círculo dispuestos a acabar con su vida. Lo cual encabritó a Helhest que empezó a cocear y a relinchar como una fiera salvaje. Lo cual derribó a Harald aunque se las apañó para caer sin hacerse daño. A Harald también le siguieron el contenido de las alforjas pues Helhest no paraba de moverse y él por el contrario no podía reaccionar. Los arqueros disparaban flechas sin parar pero el viento las desviaba y ninguna daba en el blanco salvo en alguno de los bandidos que caían al suelo fulminados. Unas sombras se movían rápidas entre los bandidos atacando como un enjambre furioso. Tras fijarse un rato Harald vio que eran lobos. Pero eran enormes. ¿Y cómo eran tan rápidos? Parecían saber cómo esquivar las armas y el momento justo de atacar. Uno de los guerreros, el gigante tuerto del hacha de dos manos que había exigido las botas de Harald avanzó furibundo contra Lynn dispuesto a asesinarla pero cuando faltaba poco para alcanzarla se paró en seco con una mueca de terror. El hacha se le cayó de las manos y la contempló como si fuera la mismísima reina de los muertos, Hela.

-¡Por los dioses! ¡No! ¡Nooo! ¡Aléjate de mí monstruo!-gritó el hombre como un chiquillo asustado.

Intentó huir pero una de aquellas bestias lo derribó y le desgarró brutalmente la garganta. También vio como Helhest aplastaba la cabeza de un arquero que había caído al suelo con sus potentes cascos. Todo se sucedió rápida y confusamente. Al final el viento se detuvo y en el camino no había más que cadáveres y armas desperdigadas. Odalyn seguía desnuda y de espaldas al sorprendido Harald. Contemplaba la masacre en silencio. De repente uno de los cadáveres se levantó y corrió hacia ella furioso portando una daga. Era Eric, que al parecer los lobos habían olvidado liquidar por estar en el suelo. Aun así tenía una contusión en la cara y una ceja rota, por lo que la sangre le corría por la cara.

-¡Tú! ¿Qué has hecho con mis hombres mala puta? ¿Cómo te atreves a faltarle el respeto a Eric el Magnífico hijo de Marwin, rey supremo de…?

Y se detuvo en seco a unos pasos de la chica. Con gesto de pavor. La mano que sostenía el arma le temblaba violentamente y empezó a ascender.

-¿Q…qué haces?- balbuceó el hombre.- ¡Para! ¡Te lo suplico! ¡Basta!

El cuchillo se dirigía directamente hacia su propia cara. Parecía que estaba haciendo esfuerzos por detener  su brazo incluso utilizó el otro para ayudar a detener el avance. Pero era inútil. La punta se clavó en tu ojo derecho y se abrió paso a través de la carne y se hundió poco a poco acompañado de los alaridos del malhechor. Cuando el arma estuvo incrustada del todo  la sacó bruscamente y se la incrustó con igual violencia en la otra cuenca. Eso acabó con su agonía.

El bosque se quedó en silencio. Pasó un instante, dos, tres. Lynn se volvió sonriente hacia Harald.

-¡Loados sean los dioses! ¿Qué ha pasado aquí?-preguntó la chica.-Cuando suelo cocinar conejos suele ser bastante sucio. ¡Pero no tanto!

Harald estaba incrédulo. Y algo asustado. Quizás por eso había creído ver un breve resplandor verde en los ojos de la muchacha que se había apagado en un instante devolviendo a sus ojos su color normal.

-Odalyn… ¿Qué ha pasado?-preguntó Harald.

-Eso mismo me pregunto yo. Son bandidos, ¿verdad? Seguro que Helhest y tú les os habéis encargado de ellos y estarías tan centrado en la tarea que no te habrás dado cuenta de nada. ¡En verdad eres un gran guerrero!

Harald era un buen guerrero no había duda. Pero era imposible que la chica creyera que un hombre solo era capaz de abatir a por lo menos una veintena. Y más aún que no hubiera visto nada de lo ocurrido.

-¡Oh no! ¡Mis cosas!-exclamó la chica- ¡Se han desparramado todas! La verdad Harald tu caballo es un encanto. Pero un poco bruto a veces. ¿Ayúdame, quieres?

Harald  recogió los objetos en silencio sin asimilar aun lo que había visto. Era un poco difícil encontrar las pertenencias de la chica en ese caos. Pero al final no era tan complicado. Bastaba con buscar objetos que desentonaran con aquel lugar. Así encontró Harald, varios paquetitos de hierbas, minerales de colores, semillas, libros varios, cacerolas varias… Cuando lo habían reunido todo Lynn lo fue guardando todo en las alforjas de un Helhest más calmado. Una vez estuvo guardado Lynn empezó a alterarse.

-No está todo… Pero no está por aquí. He buscado por todas partes. ¿Dónde está? ¿Me lo habré dejado en casa? ¡No! ¡Imposible! Fue lo primero que guardé-Odalyn murmuraba por lo bajo para sí misma con un tono nervioso.

-Lynn… ¿Falta algo?-preguntó Harald interesado en ella.

-¡Calla Harald! ¡No me dejas pensar!-le espetó Lynn con fastidio.

-Deberíamos seguir.-continuó el joven.-No quiero tener otro incidente como este.

-¡Aún no! Tengo que encontrar algo.

-Pero… ¿el qué?-Harald estaba cada vez más confuso.

-¡Coño Harald! ¡Déjame pensar!-gritó ella fuera de sí.

Harald terminó de estar perplejo. No solo por lo extraño de la situación, sino por el temperamento de Lynn. La había oído hablar así a veces. Pero siempre le resultaba desconcertante como podía llegar a hablar peor que un remero. Aquella joven con ese aspecto tan delicado. Algo llamó la atención de Harald justo al pié del árbol donde había estado sentado el “Rey del Bosque” había un par de cadáveres desplomados uno presentaba mordeduras en todo el cuerpo y el otro tenía una flecha en la garganta. Algo llamaba a Harald hacia allí. No sabía por qué pero ahí había algo. Movió los cadáveres y en efecto ahí estaba. Un bulto grande y con el aspecto de ser pesado envuelto en un trapo de cuero con todo el mimo del mundo.

-“Quizás esto sea lo que busca-pensó el joven”

Cogió el paquete y lo examinó con detenimiento. Era pesado, no había duda. Lo agitó un poco y nada se movió dentro.

“-No es una caja-pensó el chico.- Y si lo es, está vacía o su contenido es muy ligero. Con estas dimensiones lo más probable es que sea un libro.”

Empezó a desenvolver el extraño paquete y por uno de los lados pudo ver un montón de hojas amarillentas apiladas.

-“En efecto. Es un libro-pensó para sí”

Se dispuso a seguir desenvolviéndolo pero entonces Lynn apareció detrás de él.

-Harald: ¿Qué estás haciendo? ¿Qué escondes ahí?-preguntó la chica asomando su cabecita por uno de los costados del hombre.

Harald empezó a mostrarle su hallazgo pero Lynn se lo arrebató nada más verlo.

-¡Lo has encontrado!-exclamó ella encantada- ¡Qué alivio! Creí que lo había perdido. Se te da bien encontrar cosas aunque a veces seas un poco estúpido. ¡Un momento! ¿No lo habrás abierto verdad? ¿Ni intentado leerlo?

¿Aquella niña le había llamado estúpido? Eso sí que era inaudito, cuando ella había estado hablando tranquilamente con el jefe de los bandidos.

-No, no lo he abierto. ¿Qué es ese libro Lynn? ¿Por qué es tan importante?

El rostro de Odalyn palideció.

-Entonces: ¿Lo has abierto?-preguntó preocupada.

-Ya te he dicho que…-empezaba a estar molesto de su insistencia.

-Harald.-lo interrumpió ella. Es muy importante. ¿Lo has leído sí o no?

-No. Ya te lo he dicho. Empecé a desenvolverlo hasta que pude ver que era un libro. Ni siquiera he visto la portada.  

-¿Estás seguro?- Lynn no parecía convencida.

-¡Sí!  ¡Maldita sea!

-Está bien, está bien. Siento mucho haberme puesto así.-se disculpó ella. Pero este libro es muy importante.

-Y supongo que no me dirás de que libro se trata ¿verdad?-preguntó Harald

Lynn puso los ojos en blanco como respuesta.

-Vale, vale. Lo he entendido.-dijo Harald conciliador.- En fin guarda eso en las alforjas y vámonos… ¡Y por Freyja e Idun, vístete de una vez!-exclamó Harald al percatarse de que la joven aún seguía desnuda.

-¡Oh vaya!-río Lynn.- ¿Cuándo me he desnudado?

Harald estuvo a punto de contarle el incidente de antes pero decidió callarse. Aun tuvieron que tardar un poco más para recuperar el vestido de Lynn, que el viento había arrastrado a la copa de un árbol y que recuperaron entre las risas de Lynn y el fastidio de Harald. Una vez lo tuvieron se dirigieron a Helhest para reanudar la marcha. Pero los contratiempos no acababan ahí. La bolsa de piel de oso se había soltado de Helhest. Su propietario la buscó con los ojos. La encontró un poco más allá. Pero estaba vacía. No había ni rastro de los lobos. Y Harald empezó a preocuparse.

-¡Odalyn! Los lobos han…

Lynn estaba de cuclillas maravillada contemplando a los seis lobeznos que jugaban entre ellos y correteaban. Algunos de ellos tenían el hocico manchado de sangre y otros estaban atareados alimentándose con voracidad de los cadáveres de los enemigos caídos.

-Mira Harald!-exclamó Lynn emocionada.- ¡Los lobos ya comen carne!

Harald miraba incrédulo alas pequeñas criaturas. ¿Ya se habían destetado? ¡Sí solo tenían dos semanas! Lo normal era que lo hicieran en cuatro. Nuestro héroe palmeó el cuello de su fiel corcel y sin dejar de mirar la escena dijo.

-Helhest viejo amigo: vamos a necesitar mucha carne.

Y Helhest empezó a moverse nervioso.

-¡Tú no joder!-le dijo Harald al alarmado caballo.- ¡Tú no!

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Ya era noche cerrada. Nuestros agotados viajeros habían encontrado un claro bien cubierto donde descansar. Un alegre fuego crepitaba frente a ellos. Harald había insistido en dormir a oscuras alegando que no se sentía con fuerzas para para enfrentarse a otros bandidos (ya que Odalyn pensaba que él se había encargado antes de los otros bandidos). Pero Lynn aseguró que seguro que tenían una noche tranquila y encendió la hoguera con habilidad y presteza. Harald estaba apoyado contra un árbol grueso y rodeado de  gruesas pieles contra el frío. Ya habían cenado. Algunas de las provisiones que traía Lynn y un ciervo que había cazado Harald que fue en gran parte devorado por las pequeñas bestias y regado con leche de cierva que llevaba Lynn en un odre y que se había acabado. Ahora los lobeznos estaban somnolientos y en vez de quedarse en la cómoda bolsa de piel de oso se acercaron a Harald para dormir a sus pies. Este intentó apartarlos varias veces pero al ver que volvían desistió y enseguida se vio incapaz de moverse por tener seis lobeznos durmiendo sobre él. Lynn terminó de echar unas ramas al fuego y se acercó  a Harald.

-¿Hoy también vas a dormir desnuda?-preguntó Harald con sorna.

-No.-respondió Lynn simplemente.- Estamos en el bosque, es de noche y hace frío. Lo inteligente es dormir cuanto más abrigada mejor. Hazme sitio.

-¿Cómo que te haga sitio? Hay sitio de sobra para dormir.-le dijo Harald.- Además los lobos se te han adelantado.

-Sí. Pero dos cuerpos se calientan mejor que uno. Y si están los lobos mucho mejor. Más calor para todos. Además: ¿Ahora vas a poner trabas? Te recuerdo que hemos estado toda la semana durmiendo…

-¡Vale, vale!-claudicó el hombre.- ¡Entra de una maldita vez!

Odalyn entró con agilidad y con una risita. Cogió a dos de los cachorros que se despertaron con un bostezo y se los puso en el regazo y los tres se acomodaron lo mejor posible. Los lobeznos se volvieron a dormir otra vez.

-Habrá que organizar las guardias.-dijo Harald.

-Harald: Siempre te tomas todo demasiado a pecho.-le dijo ella con un bostezo. Relájate un poco y duerme.

Y en seguida empezó a respirar con suavidad. Harald también se habría dormido. Pero no podía. Tenía demasiadas cosas en la cabeza. Sin quererlo había conocido a una amiga de lo más curiosa y adoptado a una camada de lobos. Casi parecían una familia. Harald se quitó eso de la cabeza. Un brillo plateado interrumpió sus pensamientos. Hubiera desenvainado su espada o su “scramasax”  pero Lynn y los lobos no se lo permitían. Ante él apareció un magnifico ciervo blanco que era la fuente del destello.

-Hola.-saludó simplemente Harald.- ¿Ya nos conocemos verdad? Te vi aquel día en la cascada. Tus amigos casi me matan.

El ciervo simplemente le miró con solemnidad.

-En verdad eres hermoso.-siguió el joven.- No estas hecho para ser cazado. De hecho creo que si alguna vez tengo la oportunidad nunca lo haré. Pero si no te importa seguiré cazando otros ciervos. Uno tiene que comer.

El ciervo lo miró un poco más y salió galopando con paso grácil y su brillo se perdió en el bosque.

-Pues adiós-se despidió. Buenas noches.

¿De verdad le había hablado a un ciervo blanco? Desde luego su estancia en los bosques aquellos días le habían afectado bastante. Kaira no se lo creería desde luego. ¡Kaira! ¿Cómo estaría? ¿Estaría preocupada? Seguramente. No quedaba mucho de camino así que dentro de muy poco si no había percances muy pronto estaría con ella. Miró al bosque. Luego al poco cielo que le permitían ver los árboles. A los lobeznos que dormían profundamente y a los que acariciaba distraídamente. ¿Sería posible que les estuviera cogiendo cariño? Y luego miró a Odalyn. Se había acurrucado contra él como una gatita junto al fuego y ahora dormía plácidamente. Sonreía. Estaba más bella que nunca. Luego miró a Helhest que estaba de pie mirando la escena con curiosidad. Harald suspiró y se dirigió al caballo:

-Definitivamente Helhest: Cuando me vea, Kaira me mata.

Y cayó dormido profundamente.   

   

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Tras otro día y medio de viaje Ragnastein se alzó imponente ante ellos. Sus altos muros de piedra protegían la ciudad. Harald sintió alegría. ¡Por fin estaba en casa! Después de algo más de una semana por fin veía su ciudad natal. Aceleró el paso y se dirigió a las Puertas de Hierro, la negra entrada de la ciudad.

-Eso que ves es Ragnastein Lynn. Mi ciudad natal y la capital del reino de Istramor-explicó Harald con orgullo.

-¡Es enorme!-se maravilló Lynn- De pequeña me leían y contaban  historias sobre grandes guerreros, ciudades y tesoros. ¡Pero  nunca imaginé que fueran tan grandes! ¿Cuánta gente vive aquí?        

-No estoy muy seguro. Quizás estemos en torno a los quince mil.

-¿Tantos?- Lynn no cabía en su asombro.- ¿Cómo se abastecen a quince mil personas?

-Hace aproximadamente doscientos años nuestros antepasados vivían en pequeños clanes desperdigados y vivían mayormente de la pesca y el saqueo a otras tierras. Eso cambió con Ragnar el Azote Helado. También conocido como el Conquistador. Él quería una raza de guerreros poderosos que pudieran llamar su hogar a todo el mundo y la última frontera que no pudieran cruzar fuera el cielo. Así que empezó unificando a los diferentes clanes. En algunos casos mató al jefe de algunos de ellos para hacerse con su control. Después cuando tuvo suficiente se dedicó al pillaje y saqueo de tierras cercanas. Pero no se centró solo en el oro las pieles y los objetos de valor. Ragnar sabía que si quería cumplir su ambición necesitaría conocimiento a parte de la brutal fuerza que ya poseía. Así que también se encargó de tomar como esclavos a agricultores, galenos, sabios, políticos, soldados… Los puso a su servicio e instruyó a sus hombres. Siempre fue un hombre práctico y lo que no le servía lo desechaba. Así se lo hizo saber a los prisioneros que capturaba para que le fueran de máxima utilidad. Nuestras cosechas mejoraron, ahora conocíamos mejores estrategias de combate y tecnología militar, podíamos comerciar y por supuesto nuestros saqueos mejoraron. Con una gran fuerza y un nuevo conocimiento ampliado no tardó en hacerse con grandes extensiones de tierras y cuando cumplió cuarenta y tres veranos ya se había hecho con parte de los territorios de reinos como Alithaei, Kyrgaros y nuestros enemigos eternos: Malatheim. De esa manera dio nacimiento al reino de Istramor coronándose a sí mismo como Ragnar Aaren  el primero de su nombre. El primer rey de Istramor. Todo gran imperio necesita un gran bastión por lo que decidió construir Ragnastein. Todos los descendientes del Azote Helado tienen la obligación de mejorar este asentamiento. Desde entonces los habitantes no han hecho más que crecer.

-Vaya… Desde luego hay cosas que no se aprenden en un bosque.-río la joven- ¿Entramos ya? ¡Me muero de ganas de verla por dentro!

-Desde luego. ¡Ah! Nada como volver a casa-respondió Harald

Se acercaron a las Puertas de Hierro pero un joven armado les cortó el paso.

-¡Alto!-se dirigió a ellos con el tono imperante que da la edad y un cargo de guardia- ¡Identificaos!

El muchacho era rubio con las sienes rapadas con el pelo dispuesto en una cresta de guerra, tenía los ojos azules como el hielo. Tendría unos dieciséis años pero era bastante alto y fuerte. Una pequeña pelusa asomaba en su barbilla y mejillas. Vestía ropas de cuero endurecido con alguna incrustación de metal, portaba un escudo de roble redondo bastante pesado con un broquel metálico en el centro y una lanza de aspecto amenazante junto con una espada recta que colgaba de su cinto. En su cinto. El emblema del escudo eran tres líneas diagonales rojas similares a un arañazo de fiera salvaje sobre un fondo negro.

-“Es curioso”-pensó Harald-“No recuerdo a este muchacho. Probablemente sea nuevo. ¿Por qué me suena tanto? Y ese peinado de guerra… Otro polluelo impaciente por entrar en combate.”

-¡Salud y que Odín te guarde amigo!-saludó amablemente Harald- Yo vivo aquí en la ciudad y me gustaría volver a casa. Me llamo Harald. Y esta es  Odalyn ella es… mi amiga. Tu aspecto me resulta muy familiar. ¡Eso es! Debes de ser hijo de Arnbjorn Arvid el jefe de la guardia, tenéis la misma mandíbula y ojos. El me conoce. Es un buen nombre y…

-¡Silencio!-le cortó bruscamente el joven.- ¿Cómo te atreves a tratarme con tal cercanía campesino?

-Lo lamento-dijo Harald tranquilamente. No era mi intención…

-¡Hablaras cuando te dé permiso! Además no te conozco. No te había visto nunca. A decir verdad pareces bastante sospechoso. Y ese caballo que llevas no parece uno acorde a alguien de tu calaña. Seguro que has robado esa bestia magnifica.

-Te aseguro que el caballo es mío y lleva conmigo desde que es un potro.

-¿Acaso me consideras de tu misma calaña?-el joven estaba furibundo- Usa un tono más respetuoso o puede que acabes malherido plebeyo.

-Lo lamento señor. Siento haberos molestado.-prosiguió Harald para nada acobardado y con una cordial sonrisa.

-¿Te burlas de mi bastardo? Bájate del caballo. ¡Ahora! ¡Y tú también mujer!-ladró el muchacho.

-Parece que te has metido en un lío Harald-dijo Lynn con ligereza.

-No temas Lynn. Seguro que si le pido disculpas al guardián de la puerta todo se arreglará.

-¿Osas compararme con un vulgar guarda? ¿Sabes acaso quien soy pedazo de mierda?-estaba rojo de furia. Soy Osborn hijo de Arnbjorn de la casa Arvid! Uno de los vasallos más importantes del rey. ¡Podría despedazarte aquí mismo y a nadie le importaría!     

-¡Ya sabía yo que erais hijo de Arnbjorn!-río Harald- tenéis un parecido casi idéntico y.

El joven clavó la lanza en el suelo y sacó la espada. Realmente estaba enfadado.

-¡Creo que le daré de comer tu cadáver a los perros bastardo!-dijo con tono gélido.

Se dispuso a levantar la espada para atacar. Harald no se molestó en moverse.

-¡Osborn!-rugió una voz detrás suya una voz potente- ¿Qué diablos haces? ¿Es esa forma de tratar a un visitante?

Osborn titubeó un instante.

-Padre. Yo solo… Solo estaba mostrándole disciplina.-respondió con tono vacilante.- Me ha faltado al respeto.

-Harías bien cuidar tu orgullo muchacho.-respondió secamente un hombre de unos cuarenta años de barba larga y negra igual que su pelo algo cano. Su armadura era similar a la de su hijo. Solo que él llevaba una hombrera metálica con el blasón negro sobre fondo azul de un águila con las alas extendidas sobre un árbol. El emblema de la casa Arvid.

Su vista se fijó entonces en Helhest. Enmudeció y se dirigió hacia el animal.

-Este caballo lo conozco. ¿Pero que hace aquí? ¡Nunca se alejaría de su propietario!

En ese momento Harald soltó una sonora carcajada.

-Sigues siendo tan perspicaz como siempre Arnbjorn.-dijo Harald al hombre.

En ese momento el hombre que se llamaba Arnbjorn pareció reparar por primera vez en Harald. Y no pudo ocultar su asombro.

-¡Harald! Perdón… ¡Majestad! ¿Qué hacéis aquí? Llevamos buscándoos días y…

-¿Majestad?-Lynn estaba confusa y miró a Harald buscando respuestas.

Harald simplemente suspiró y se puso a hablar con serenidad.

-Creo que no me he presentado apropiadamente Odalyn. Mi nombre es Harald Aaren hijo de Rasmus. Señor de Ragnastein y soberano de Istramor. Bienvenida a mi hogar.

Odalyn abrió la boca para decir algo pero se calló. Osborn inclinaba la cabeza y estaba rojo pero esta vez de vergüenza. No en vano  había estado a punto de matar a su rey aparte de haberle llamado “pedazo de mierda” y otras lindezas.  Harald simplemente le palmeó el hombro y le dijo.

-Ahorra energías chico. La próxima vez trágate tu orgullo y limítate a hacer tu trabajo. Y si ves algo fuera de lugar procura comunicárselo a un superior. Se fiero e implacable cuando sea necesario. Si algún día entramos en combate te aseguro que serás el primero al que llame.-y diciendo esto le volvió a palmear el hombro.- Capitán Arvid: si pudierais abrir las puertas… Quisiera volver a casa. Y ya de paso ver a mi mujer.

 -Sí majestad. ¡Abrid las puertas! ¡Abrid las puertas! ¡El rey Harald ha vuelto!

-“Una bienvenida ruidosa. ¡Justo lo que quería!-pensó Harald con sarcasmo”

Se dispuso a subir en Helhest para entrar mientras las puertas se abrían.

-Vamos Lynn. Sube.-le dijo a la muchacha.

Pero Lynn no se movía. Parecía no estar ahí.

-¿Lynn? ¿Estás bien?-se empezó a preocupar Harald.

-¡Loados sean los dioses!-exclamó por fin Odalyn.- ¡He estado durmiendo con un rey!

-“Discreta como siempre Lynn.-pensó Harald, esta vez con fastidio.”

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 Para cuando se abrieron las puertas una escolta de guerreros se había congregado en torno al rey su acompañante y su montura. Todos ellos portaban armaduras de cuero hierro y acero. Pero ningún atuendo era idéntico.  Lo único que tenían en común esos guerreros era que portaban el escudo negro con el arañazo rojo, que Lynn aprendió más tarde que era el blasón de los Aaren. Los soldados de Istramor tenían derecho a equiparse como les viniera en gana y de acuerdo a su cometido. Pero en todo caso debían portar en todo momento algo que diera a saber a qué señor servían y en todo caso que ese señor servía al reino. Por eso era muy común que los hombres y mujeres que se prestaban a servir en la defensa de algún señor fueran marcados a fuego con su blasón y en algunos casos de la hermandad de guerreros a la que pertenecían. Conforme más avanzaban más multitud se congregaba a su alrededor. La noticia de que el rey Harald había vuelto se había extendido rápido y mucha gente había salido a recibir a su monarca. Harald avanzaba con paso firme y erguido en Helhest. Sentía los murmullos que había sobre su enigmática acompañante. Sabía que muchos estarían alabando su evidente belleza y era muy posible que los términos que estaban utilizando algunos fueran muy similares a los bandidos del bosque si no peores. Y también intuía que sus súbditos estarían haciendo especulaciones sobre la relación entre señor y muchacha y algo le decía que no era precisamente la de noble caballero que ha rescatado a una damisela en apuros. No es que le preocupara mucho. Le importaban más los pensamientos de Kaira sobre el asunto. A pesar de haber dormido con ella más de una vez, nunca había sido infiel a Kaira. Lynn no parecía preocupada en absoluto. A decir verdad estaba sorprendentemente callada. Daba muestras de maravillarse por todo lo que veía pero no había abierto la boca. Aun así Harald no la forzó a hablar. Tenía demasiado en lo que pensar. Siguieron avanzando en línea recta dejando atrás edificios de todo tipo desde casas de una única planta que parecían estar hechas a partir del casco de un drakkar a enormes mansiones de piedra.  Al final llegaron al centro de la ciudad. En él se hallaba Ulfgard. La fortaleza de la casa Aaren. Era enorme. Se hallaba sobre una colina la que se accedía mediante un gran sendero que la rodeaba hasta el gran puente de piedra que daba a la entrada de la fortaleza que la guardaban dos enormes puertas de roble talladas con runas y escenas de grandes batallas delos dioses. Para cuando Harald y su sequito llegaron al puente las puertas estaban abiertas de par en par para él. Esperando ante ellas había un hombre de avanzada edad vestido con ricos ropajes y con una larga barba blanca así como su melena.

-Sed bienvenido a casa majestad.-dijo solemnemente.- Siempre es un placer veros de vuelta.

-Daven.-le saludó cordialmente Harald.- ¿No hace ni un instante que acabo de llegar y ya estás aquí esperándome?    

-Es trabajo del Gran Mayordomo conocer las necesidades de su señor y llevarlas a cabo.-contestó simplemente.- Si no os importa creo que me llevaré a vuestro caballo a los establos.

-Una gran idea.-aprobó Harald.- Helhest se merece un descanso.

-También ha llegado a mis oídos que venís acompañado.

-Sí. Ella es Odalyn. Es…-Harald titubeó un segundo.-…mi amiga. Búscale una habitación cómoda.

-Como gustéis. Si sois tan amable de seguirme Odalyn.-dijo el anciano dirigiéndose a la chica.

-Mis cosas están en las alforjas.-contestó secamente ella. Tengo que llevarlas conmigo.

-No temáis. Ordenaré a alguien que os las lleve.

Satisfecha al parecer con la respuesta Lynn se bajó de Helhest hurgó un momento en las alforjas y sacó el misterioso libro envuelto. Después se dispuso a descolgar la bolsa de los lobos.

-¡Oh vaya!-exclamó Daven al ver a las fierecillas.- De esto sí que no me habían informado. En cualquier caso supongo que habrá sitio en las perreras…

-Los lobos se quedan conmigo-contestó secamente Lynn.

-Pero mi señora-protestó Daven-los lobos no…

-¡Se quedan conmigo!-Lynn fue tajante

-Tranquilo, Daven.-se mostró conciliador Harald.-Ya solucionaremos eso luego. ¿Dónde está mi esposa?

-La reina Kaira ha salido. No ha podido soportar más el esperaros y ha decidido pagar su frustración con las criaturas del bosque.-informó Daven.

-“Típico de Kaira”.-pensó Harald divertido.-“Siempre que algo la molesta, maldice todo a su paso, destroza cosas o se va al bosque a destripar bestias. ¡Pobre de la fiera desdichada que se la encuentre!”

-No importa Daven. Tengo que ponerme al día con los asuntos del palacio. ¡Y asearme! ¡Estas ropas de viaje se me van a adherir a la piel!

-Por supuesto majestad. Ordenaré que os preparen un baño. Y por supuesto hacer que se encarguen de vuestra montura. Si lo deseáis después os pondré al corriente de los eventos en vuestra ausencia. Vos podéis seguirme Odalyn. Con vuestros-Daven vaciló al mirar a los lobos-acompañantes.

-Daven te proporcionará lo que necesites.-le dijo Harald a Lynn Puedes pasearte por el palacio si lo deseas. Acostúmbrate a él. Luego iré a verte y…

Pero Lynn ya seguía a Daven. Ni siquiera se había despedido de Harald. En verdad parecía molesta.

-“¿Qué le pasará ahora?”-se preguntó Harald-“¿Qué habré hecho para provocar enfado? ¡En fin! ¡Nunca entenderé a las mujeres!

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Harald se sentía un hombre nuevo. Se había bañado, y aseado debidamente y ya no despedía ese rancio olor a sudor, cuero, tierra mojada, caballo, y un sinfín olores más. Además había sustituido su ropa de viaje por un jubón de seda pardo unos pantalones de lana verde oscuro unas ricas botas de piel seguida de un cómodo manto de piel de oso negro. Además llevaba su “sax” escondido entre las ropas.   Acompañado de un par de discretos anillos de oro y una corona  también de oro que consistía en un aro con bellas filigranas que se colocaba hasta tapar la frente de su propietario el aspecto era completamente distinto. Se observó en el espejo. Aquel misterioso viajero extraviado se había esfumado para dar paso al rey de Istramor. Miró con más atención y se sintió más viejo de lo que en realidad era. Su barba había crecido más y así vestido parecía tener seis o siete años más de los que en realidad tenía.

-“Verdaderamente…”-se dijo Harald-“…esta corona me hace parecer mayor. Mejor. Que mis súbditos sepan que los gobierna un hombre y no un chiquillo.”    

Se dirigió al gran salón recibiendo varias reverencias y muestras de respeto por parte de los habitantes del castillo.

-“¡Odín, si me conocen desde que era un chiquillo!”-pensó para sí- ¡No hace falta que se muestren tan sumisos!”

Por fin llegó al gran salón. Era una estancia colosal con multitud de escudos y armas colgando de las paredes. El techo estaba compuesto de enormes vigas de robre y arcos del mismo material. En el centro había una alargada fogata que solía arder con bravura de noche o siempre que había algún banquete. Había muchas. Mesas dispuestas alrededor de la hoguera y por fin había una tarima con una mesa que se retiraba si había alguna audiencia. Y justo en el centro de la misma reposaban los dos tronos de madera altos y ricamente tallados. Obviamente para el rey y la reina. A Harald le gustaban eran simples pero elegantes. Y bastante cómodos cuando uno se hacía a ellos. Cumplían su cometido. Demostraban poder sin ser ostentosos. Harald había oído que había reyes que se forjaban tronos a hechos con espadas de enemigos caídos de piedra o metales preciosos y joyas. ¿A qué clase de idiota se le ocurrían semejantes ideas? Podía entender lo del trono de piedra. Sin contar que era mucho más costoso de fabricar que uno de madera, más incómodo y más difícil de transportar. ¿Pero qué sentido tenía hacer uno de espadas? Las espadas estaban para combatir no para adornar y no era precisamente fácil forjarlas. Además el que se sentara en semejante aberración solo podía esperar desgastarse el culo y sucumbir ante una muerte horrible. ¿Y el de oro y joyas? Un trono es un trono. ¿A qué imbécil descerebrado se le ocurría malgastar tanto tiempo y recursos en un trono así? Los materiales valiosos servían para orfebrería y fines comerciales. Le sorprendía que reinos como aquellos no se hubieran arruinado aún.

-¡Aquí estas!-gritó una voz jovial a sus espaldas- ¡Ah mierda! ¡Sigues entero! Tenía la esperanza de que no volvieras y si volvías que lo hicieras brutalmente mutilado. ¡De esa manera yo reinaría en tu lugar!

Harald se volvió sabiendo perfectamente quien era.   

-Antes tendrías que lidiar con los cientos de bastardos y herederos que dejaría con tal que no reinaras. ¡Y si llegaras a sentarte en mi silla, bajaría de los mismísimos salones de Valhalla para expulsarte de una patada en el culo!-dijo Harald alegremente mientras corría a abrazar al hombre rubio de pelo corto y barba espesas fuerte mediano y vestido con ricos ropajes que era su hermano.

-¡Harald!-gritó el hombre con los brazos abiertos.

-¡Leif! ¿Cómo estas hermanito? Veo que no has echado a perder mi reino.-bromeó Harald abrazándole con fuerza.

-Sí. Estaba ocupado con oscuras e insidiosas conspiraciones para destronarte.-siguió Leif.

-¿Destronarme? ¿Un mequetrefe como tú? ¡Ja!-río Harald.

-Espera y veras hermanito. Espera y veras…

-¿Que tal mi ausencia? ¿Ha habido problemas?-preguntó Harald serio.

-Bueno… Las cosas se complicaron cuando te perdimos el rastro en esa cacería. Me habría quedado a buscarte más tiempo. Pero dejar Ragnastein sin un Aaren que la gobernara tanto tiempo ya era malo. Dejé a mis mejores rastreadores y volví. Conociéndote creíamos que volverías tras unos tres días o a lo sumo con algún trofeo. Pero no aparecías, Nos has dado un susto de muerte hermano. Por cierto: ¿Dónde has estado? ¿Y qué has estado haciendo? Las mujeres hablan de un joven nada despreciable ¿Seguro que solo has estado persiguiendo ciervos en el bosque Harald?-peguntó Leif malicioso.

-Calla Leif río Harald. Todo a su tiempo. ¿Algo más?

-Informes, navales y bélicos, quejas de los campesinos, alguna rencilla entre señores menores, un par de juicios sin importancia, cotilleos insulsos, un par de bodas… No te has perdido nada hermano.

-Ya veo. ¿Y Kaira?

-¿Kaira?-río Leif divertido- ¡Insoportable! Ni la furia de Thor se le podía comparar. Estaba inquieta como una fiera enjaulada. Enseguida perdía los nervios. Rompió algún que otro plato y cuando no pudo más fue al patio a entrenarse. ¡Casi destroza a un muchacho a golpe de escudo! ¿Seguro 0que no te casaste con una valkiria hermano? ¡Porque tiene el temperamento y la belleza de una!

-Esa es mi mujer.-sonrío Harald.-Tendrás que disculparme. Tengo que ver si Lynn se ha instalado bien.

-Lynn… ¡Así que es verdad! ¡Has traído a una mujer contigo! Y se comenta algo de que has estado durmiendo con ella. ¡Kaira te va a matar!-canturreó Leif burlón.- ¿Sabes? Cuando tú no estés podría hacerle compañía. Y una vez pasado el luto… Seguro que Kaira acepta mi compañía.

-Entonces me acompañarías tú al Valhala porque dudo mucho que a Kelda le hiciera gracia que hicieras caso a otra mujer. Y si ella no te mata Kaira terminaría el trabajo. Además te hará falta algo más para librarte de tu hermano mayor.

-En eso estoy Harald-río Leif- En eso estoy… 

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Después de pelear un poco más con su hermano, Harald fue a ver a Lynn. Según había oído Daven la había alojado en uno de las mejores habitaciones de invitados. El viejo y astuto Daven… ¡Qué bien se le daba intuir los deseos de sus amos! Fue directamente hacia allí. Una vez delante de la puerta llamó tres veces. La habitación en principio era lujosa. Con las mejores pieles, una cama de excelente calidad con un colchón de plumas, muebles ricamente tallados para garantizar la comodidad del invitado y una gran chimenea que caldeaba toda la estancia. Pero la habitación parecía más bien un vertedero. La cama estaba desecha las pertenencias de Lynn desperdigadas por todas partes. Odalyn estaba en la cama tumbada de cualquier manera con el vestido un poco remangado y caído por lo que no había que esforzarse mucho para poder ver sus atributos. Estaba acariciando a los lobos que observaban interesados y algunos intentaban moverse torpemente por el colchón. Cuando Lynn vio a Harald su gesto se ensombreció e hizo un mohín despectivo que al joven rey le hizo gracia.

-Veo que la alcoba es de tu agrado.-le dijo Harald divertido.

-Me gustaba más como estabas antes.-respondió Lynn simplemente.-Así estás ridículo.

Era un claro intento de molestar a Harald. Pero él no se lo tomó a mal.

-Si llego a saber que te gustaban las habitaciones de este estilo le habría dicho a Daven que lo desordenara antes de que vinieras. ¿Quién sabe? Con un poco de hierba y ramitas y tierra este lugar sería de lo más acogedor.-bromeó Harald con intención de quitarle hierro al asunto.

-¡Oh vaya! ¡El rey de Istramor tiene sentido del humor! ¿Por qué no llamas a tus sirvientes para que rían tus gracias?-dijo Lynn despectivamente no sin antes haber hecho un intento por contener una pequeña risa pues la broma de Harald le había divertido.

-Lynn…-le dijo Harald como si hablara con una chiquilla malhumorada.- ¿Qué te pasa? Desde que hemos entrado has estado distante y molesta. Y me gustaría saber el porqué de tu enfado. Porque dudo que haya hecho nada que haya podido molestarte. Pero podría equivocarme.

-No es eso es que… ¿Por qué no me dijiste que eras rey? Sabía que no eras un campesino. ¡Pero nunca me imaginé esto! ¡Ahora es como si no te conociera de nada! Harald “solo Harald” se ha ido para dejar paso a Harald el rey. Y yo di cobijo en mi casa al primero.

-¿Qué estás diciendo?- Harald estaba perplejo.- El hecho de que no te dijera que era rey no significa nada. Esa persona que conociste en el bosque es quien soy. Me comporté como un viajero que busca cobijo. Y después como un amigo. Esa es la verdad. Y la razón de ocultar quien era, es simple. No todo el mundo me aprecia. Tu casa podría haber sido una guarida de bandidos. De llegar a saber mi identidad podría haberme robado y después haberme cortado el cuello. O podría haber pedido un rescate por mi cabeza y si los reinos vecinos llegaran a saber que he sido secuestrado podrían pensar que el reino es débil y lo atacarían. Y en segundo lugar no quería que me trataras como a tu superior. Y la verdad no me arrepiento de haberme callado. De esa manera pude hacer una amiga. Y un rey no tiene muchos amigos.

-Pero podías haberlo dicho cuando me propusiste ir contigo.-dijo Lynn que no había podido evitar ruborizarse.- Con un simple: “Odalyn soy rey de un reino entero y tengo un palacio gigantesco. Me vendría bien otra sirvienta” habría bastado.

-¿Crees que si te pedí venir aquí fue para que fueras una sirvienta?-preguntó Harald incrédulo.-Te ofrecí venir para que empezaras una nueva vida en la que no estuvieras sola. Puedes ser lo que quieras. Desde, guerrera, a navegante a escribana, hasta agricultora… Te traje por el aprecio que te tenía. No porque creí que podrías servirme.

-¿De verdad?-Lynn parecía muy conmovida.

-De verdad. Bueno… ¿Qué piensas de todo esto?-le dijo refiriéndose al castillo y sus estancias.

-¡Que eres idiota Harald Aaren!-dijo riéndose.

-¿Lo ves? Ahora no me has tratado como a un rey. Sino como a un amigo-río Harald. ¿No te gustan tus estancias?

-Son muy bonitas. Pero se me hace raro. No estoy acostumbrada a dormir en sitio tan… ¡Tan raro! Me recuerda a las historias que me leían mis padres. Pero nunca pensé que llegaría a estar en una de ellas.-contestó la joven abrumada.

-Te acostumbraras. Me han dicho que habrá un gran banquete para celebrar mi vuelta. Estos súbditos míos son un poco exagerados. Sería un honor que vinieras.

-¿Bromeas? ¡Estoy agotada! Te agradezco la invitación pero tanta gente nueva… Necesito tiempo y no estoy muy hambrienta. Además no puedo dejar solas a estas fierecillas.  En otra ocasión.

-Por si acaso le diré a Daven que te mande una bandeja con comida y algo para nuestros amiguitos.

-Me cae bien tu amigo Daven. Es humilde pero no parece alguien que se amedrente fácilmente.

-Desde luego que no. Su familia siempre ha servido y aconsejado a la mía. Y siempre han llevado a cabo su tarea con eficiencia y orgullo. Ahora que estamos en Ragnastein… ¿Qué te gustaría hacer?-preguntó Harald.

Estuvieron hablando largo rato de las impresiones de la chica y de lo que deseaba hacer en aquel nuevo mundo. Harald le contó sobre el castillo y sus habitantes. Lynn hizo su mejor esfuerzo para retener todo. Pero era demasiada información para retenerla de golpe. Tanto hablaron que la tarde se hizo noche. Y habrían seguido así si Daven no los hubiera interrumpido.

-Siento molestaros mi lord y a vos también Odalyn. Pero el gran banquete en vuestro honor va a comenzar y es necesaria vuestra presencia.

-¿Qué?-Harald estaba perplejo.- ¿Qué hora es?

-Ya ha anochecido mi señor. Vuestra esposa ha preguntado por vos.

-¿Cómo?-Harald palideció. ¿Hace cuánto ha llegado?

-Diría que unas tres horas, señor. Veo que vuestra invitada no está debidamente  vestida. Podría traerle algún vestido que le fuera bien y…

Pero fue interrumpido por un Harald que salía frenético de la estancia.

-¡Mierda!-maldijo.- ¿Tres horas? ¡Ahora sí que me mata Kaira!

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Harald se apresuró a entrar en la gran sala. Le habría gustado pensar en que decir una vez dentro pero ya llegaba tarde. Así que respiro, adquirió su rol de monarca y entro en la Gran sala con un porte solemne y altivo. Dentro había música y risas pero cesaron de golpe cuando el rey entró.  La sala estaba a rebosar entre sirvientes, guardias, señores mayores y menores. A Daven le habría gustado anunciar la llegada de su señor pero este se había apresurado y ya no tenía mucho sentido. Conforme fue avanzando saludo cordialmente a sus hombres, criados y gente que vagaba por la sala y le devolvían los saludos con respeto y admiración. El aire olía a humo, carne asada, sopa recién hecha, cerveza, hidromiel, vino y un sinfín de olores típico de un banquete.  Conforme se fue acercando vio a su hermano y a la mujer de este en el asiento de honor. Leif aprovechó para levantar la copa hacia él y sonreír burlonamente sabiendo en el lío que estaba Harald. Y por fin en el centro sentada junto al trono vacío del rey se hallaba Kaira, la reina de Istramor. Se habían hecho canciones que hablaba de su belleza y gracilidad. Pero ninguna le hacía justicia. Era más alta que Lynn Su pelo haría palidecer al oro su rostro era fino y delicado y sus ojos competían con la intensidad y el brillo del cielo primaveral que bien podían ser cálidos y hermosos o fríos e implacables. En aquel momento eran fríos como el hielo.

-“Parece molesta”-se dijo Harald

Cuando nuestro rey llegó ante su reina se arrodilló tomó su mano la besó con delicadeza y mirándola a los ojos pronunció solemnemente:

-Mi señora. Vuestro rey ha vuelto a casa.

La reina Kaira solo inclinó la cabeza y no dijo nada más. Cuando el rey se sentó el alboroto y alegría de la fiesta volvió al ambiente. Harald comió y río con ganas como nunca antes lo había hecho.  Intentó hablar con Kaira en un par de ocasiones pero ella se mostró silenciosa como una tumba.

-“Pues sí. Está molesta.”

Cuando hubo saciado su hambre y su sed Harald no se sintió con ganas de festejar así que le propuso a Kaira e que se retiraran. Ella simplemente se levantó con dignidad y se dispuso a salir. Los reyes se despidieron y se dirigieron rumo a sus aposentos.

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Harald y Kaira entraron en su alcoba. Era grande y espaciosa. Con una gran cama al fondo y decorada en conjunto por ambos reyes así que era fácil ver una cabeza de oso en la pared o unas cortinas de encaje.

-Dioses: Echaba de menos este lugar.-dijo Harald acechándose a la cama.

Se giró de repente justo a tiempo para evitar el jarrón que volaba hacia su cabeza y que se estrelló contra la pared haciéndose añicos. Harald sonrío a su mujer y exclamó divertido:

-¡Te veo molesta!

-¡Harald Aaren!-rugió Kaira iracunda.- ¡Eres el mayor imbécil que haya visto el mundo! ¡Casi dos semanas! ¡Casi dos malditas semanas desaparecido! ¿Sabes lo preocupada que he estado? Temiéndome lo peor. ¡Yendo todos los días a buscarte sin el menor resultado! ¡Y cuando por fin no puedo más y voy a cazar se te ocurre volver! ¡Pero no! ¡No se te ha ocurrido esperar a tu amada mujer que tanto se ha preocupado por ti para correr a sus brazos! ¡En vez de eso te has acicalado, has estado peleándote con el idiota de tu hermano y has estado atendiendo a una invitada totalmente desconocida!

-¡Oh! ¿Y estas celosa?-replicó Harald burlón.

-¡Corre por tu vida gusano!

Los siguientes instantes fueron una especie de danza en la que Kaira intentaba golpear a Harald con toda sarta de objetos arrojadizos y mientras le profesaba toda clase de lindezas que es mejor no mencionar.  Y Harald los esquivaba con agilidad mientras enfurecía más a Kaira con jocosos comentarios como: “¡Has fallado!” o “¡Inténtalo de nuevo!” o “¡La próxima vez será!” o “Te veo algo torpe cariño. ¿Quieres intentarlo otra vez mañana?” o “¡Vamos! ¡Mi difunta madre ya me habría abierto la cabeza unas trece veces!” o “Puedo quedarme inmóvil si eso te ayuda a acertar.” o “¡Asgard! ¡Estas preciosa cunado te enfureces!” A estas alturas ni un ejército de fieros guerreros podría haber detenido a Kaira.

-“¡Esta es mi chica!”-pensó encantado y excitado a partes iguales.

Llegó un momento en el que Harald se cansó de juzgar y con la fuerza de un depredador se abalanzó contra Kaira la abrazó y la besó con violencia. Al principio ella se resintió un poco pero después empezó a corresponder con pasión. Harald se separó de su jadeante mujer y acercándose a ella con una sonrisa lobuna le susurró:

-Esta es la Kaira a la que me gusta follarme.

 

-Eres un idiota Harald Aaren.-contestó ella tenuemente y estremeciéndose.

Y una vez más volvieron a besarse con pasión y voracidad. Voracidad del hombre que bebe después de estar cinco días sin haber catado una mísera gota de agua. Y es que el pobre Harald había pasado varios días al lado de una bella damisela que no mostraba mucho reparo en despojarse de su ropa. Existía un dicho entre los hombres del norte: “Quien vive en el hielo arde como el sol”. Así que no es difícil imaginar la batalla interior que había sufrido nuestro pobre hombre cuando Lynn se mostraba en todo su esplendor con la inocencia de una niña. Kaira abandonó su furia ciega para sustituirla por pasión. Una pasión ardiente que amenazaba con quemarla. Pasión por ver de nuevo al hombre al que amaba como a la vida misma, al que llevaba dos angustiosas semanas sin ver y por el que tanto se había preocupado. Así que ambos devoraban los labios del otro como lo haría una jauría de lobos ante un pedazo de carne.  Harald aproximo su entrepierna a la de su amada como queriendo demostrarle que no era indiferente. Y como respuesta ella creyó juicioso subirse a horcajadas sobre él y abrazarle fuerte con sus piernas. Como temiendo en algún momento que algo pudiera separarlos. En un confuso remolino de besos y caricias consiguieron aterrizar en la gran cama. Y ahí decidieron que la ropa ya no era necesaria la ropa de modo que procedieron a quitársela con presteza. Y así quedaron el rey y la reina de Istramor. Desnudos. En él era evidente su juventud y fuerza. A pesar de contar con veintitrés inviernos, su cuerpo se hallaba curtido y trabajad por su arduo entrenamiento de guerrero y los duros inviernos que él y su gente tenían que soportar. Su virilidad se hallaba totalmente erguida. Harald ya conocía de sobra los cuchicheos de las criadas sobre las dimensiones de esta y más de una se preguntaba como como la reina con sus tiernas veinte primaveras podía manejarla. Como ya sabréis Kaira era una mujer muy hermosa. Pero los que la vieran desnuda afirmarían que era una diosa encarnada. Su larga melena rubia caía por su suave espalda y orondos pechos de piel tostada con aureolas medianas y pequeños rosados pezones que ya se mostraban erguidos. Sus ojos azules brillaban con lujuria y deseo. Y su lampiña feminidad lucía húmeda y brillante así como el pícaro botoncito en la misma. No era común que las mujeres del norte se afeitaran sus sexos pero un día la pareja descubrió que las prostitutas que llegaban de lejanas tierras de misterio donde el sol acariciaba los campos siempre y se hablaba de reyes con un ejército de esposas celosamente guardado, lucían sus flores sin el menor rastro de pelo. Y decidieron probar. Así descubrieron lo placentero que era sentir la fresca brisa en sus sexos desnudos y como eso favorecía el contacto de piel contra piel.

Desnudos como estaban Harald dominó a su mujer colocándose sobre ella y comenzando a dejar sobre su dorada piel  húmedos surcos de saliva como si quisiera probar con el mayor detenimiento un suculento manjar. Eso arrancó varios suspiros y gemidos de una sobreexcitada Kaira. Por fin Harald llegó a los pechos de su señora y estuvo un buen rato lamiéndolos mordiéndolos y succionándolos, haciendo gritar a Kaira como una autentica cierva en celo. Con paciencia y parsimonia llegó al húmedo sexo de la joven y  entonces empezó a paladearlo con gusto y deleite como si fuera un delicado sabor para ir devorándolo progresivamente con violencia y determinación como queriendo destrozar la garganta de su mujer haciéndola gritar hasta que se quedara sin voz mientras el torturaba sus pechos y sus picudos pezones. Entonces llegó lo inevitable. La espalda de la joven Kaira se arqueó de repente y emitió un aullido digno de una loba. Harald entonces se apartó para dejar a su amada descansar. Cuando hubo recobrado el aliento ella se acercó a él gateando felinamente y buscando su hombría.

-¿Qué haces?-preguntó el hombre

-¿No es obvio?-preguntó Kaira con una voz sensual.-Tengo que satisfacer a mi rey.

Harald la detuvo.

-No mi señora. Hoy sois vos la que debéis ser reverenciada y agasajada. Debo compensaros por teneos preocupada y por mi falta de tacto. Además me gustaría entrar en vos y…

-¡Furia de Nidhogg Harald! ¡Deja de hacer el imbécil y follame de una vez!

-Si me lo pides así…-dijo él con una sonrisa ladina.

Así se dispuso nuestro héroe a atravesar a su compañera con su lanza.

-¡Por Freyja sí!-aulló Kaira.- ¡Bienvenido a casa amor mío! ¡Bienvenido a casa!

Esa fue una de las batallas más duras que tuvo que afrontar el joven rey de Istramor. Atravesaba a Kaira con fuetes vaivenes mientras sus bocas volvían a luchar de nuevo y Kaira arañaba con furia y excitación su espalda dejando marcas de profundos arañazos. Así estuvieron un rato más hasta que Harald le susurró algo a Kaira y ella sonrió. Se separaron y la joven reina se puso a cuatro patas moviendo las caderas provocativamente invitando a su rey que la montara. Harald lo hizo con deseó y premura pues no soportaba dejar la faena a medias. En ese momento ambos entraron en trance. Kaira estaba siendo montada por el hombre que amaba. Le excitaba sentirse suya. Ella no era una mujer que se dejara amedrentar por nadie. Pero Harald tenía la virtud de desarmarla de dejarla totalmente desconcertada y confusa. Y eso le encantaba. Harald se sentía feliz. Había vuelto a casa y estaba con la mujer a la que tanto había extrañado. Se sentía muy unido a ella. Puede que tuviera un carácter algo explosivo pero eso era una de las muchas cosas que maravillaban al joven. Sintió que iba a derramar su semilla pero entonces por un instante la imagen risueña de una desnuda Odalyn apareció en su mente y Harald explotó pensando en dos mujeres a la vez.

Ambos se separaron jadeando debido al duro esfuerzo. Estaban cansados pero eufóricos se agarraron la mano el uno a otro y contemplaron las vigas del techo en silencio.

-Te echaba de menos.-rompió el silencio Kaira.

-No más que yo a ti-contestó Harald con una sonrisa burlona y dándole un suave beso en los labios.

-Me tenías muy preocupada. ¿Dónde has estado?

-¡Oh ya sabes! Vagabundeando-dijo Harald con ligereza mientras jugueteaba con uno de los pezones de Harald.

-Hablo en serio Harald.-dijo ella con tono serio. No hemos sabido nada de ti. Has estado desaparecido  casi dos semanas. No hemos encontrado tu rastro ni el de Helhest. ¡Y mira que es difícil no ver a esa bestia! Es como si hubierais desaparecido. Y cuando he vuelto he oído los rumores. Se dice que has tarado a una misteriosa mujer contigo.

Harald suspiró. Y sin dejar de juguetear con los pezones de su mujer comenzó a contar su relato. De cómo se había extraviado, la persecución de los lobos, la herida de Helhest, el encuentro con Odalyn… Pero tuvo mucho cuidado de no mencionar el encuentro con los bandidos, las misteriosas habilidades de Odalyn ni por que la había traído consigo. Pues ni él mismo creía comprender bien lo que había pasado en aquellas dos ocasiones. Kaira no lo interrumpió en ningún momento. Tras estar en silencio un momento la reina preguntó simplemente:

-¿Te has acostado con ella Harald?

-Yo…-titubeó este.

-No me importa si lo has hecho. Sé que eres un hombre fogoso y que estabas perdido en el bosque. Y si es tan joven como me has dicho, no es de extrañar que hayas sucumbido a ella. Pero por favor no me mientas. No lo soportaría.

Harald se tomó su tiempo para responder, pensando en las noches que habían dormido juntos.

-No. Ni siquiera la he tocado. Tú eres mi mujer. Y a pesar que como rey y guerrero tenía derecho a tomarla solo me mantengo fiel a ti.

-¿De verdad?

-Sí.

Kaira sonrío con ternura y acarició el rostro de Harald.

-Eso es muy tierno mi amor. Y te creo. Pero te conozco y detecto que no me lo has contado todo.

Harald vaciló un poco pero decidió ser sincero.

-Puede que ella y yo… Hayamos dormido juntos en nuestra estancia en el bosque… estando ella completamente desnuda. Pero te juro por lo más sagrado que ella no lo hacía con malas intenciones.-se apresuró a añadir al ver que Kaira habría os ojos sorprendida.- Es una jovencita buena y gentil. Nunca ha salido de ese bosque y hay muchas cosas que desconoce. Pero nunca hicimos nada.

El rostro de Kaira se iluminó y besó tiernamente a Harald.

-Te quiero Harald Aaren. No merezco un esposo como tú. ¡Pero tampoco te creas que tú te merezcas a una mujer como yo!   

-Entonces me consideraré un idiota con suerte.

-¿Por qué la trajiste contigo?-preguntó Kaira riendo por la ocurrencia de su marido.

Harald se tomó su tiempo.

-Porque sentía lastima por ella. Tan sola en ese bosque. Sin el contacto de ningún ser humano. No podía dejarla ahí. ¿Lo entiendes?

-¡Al final resulta que bajo esa apariencia fiera tienes corazón Harald!

-Muy graciosa.-repuso él con sarcasmo.

-Pero igualmente, estoy decepcionada contigo.

-¿Por qué?-preguntó el joven confuso.

-Porque no has satisfecho a tu reina como es debido. Aún hay un agujero que no has usado.-dijo ella con una sonrisa pícara y dirigiendo los ojos hacia abajo.

-¿Segura?-preguntó Harald dubitativo.- Hace que no lo hacemos por ahí y no quiero…

-Claro, que si no eres lo suficientemente hombre…-dijo Kaira burlona, lo que entre ellos era una declaración de guerra.

-¡Te vas a tragar tus palabras!-contestó Harald con malicia poniéndose manos a la obra.

……………………………………………………………………………………………………………………..

Ahora Harald sí que estaba cansado. Kaira se había dormido después de un orgasmo brutal de haber gritado como una loca. Él también se hallaba somnoliento. Se reía en su cabeza pensando en si la pobre Kaira podría sentarse mañana. ¡Le estaba bien empleada por mostrarse demasiado audaz! Cuando estaba a punto de dormirse pensó en Lynn. ¿Cómo estaría? ¿Se habría hecho al castillo? Esperaba que sí. Pensó en ella desnuda y preciosa. Lo magnifica y temible que había estado en el bosque. Aún no alcanzaba a comprender lo que había sucedido en el bosque. ¿Quién era aquella muchacha? ¿Siempre había vivido ahí? ¿Y su familia? ¿Y es pesado y misterioso libro que portaba? Esas eran algunas de las preguntas que acudían a su mente. Pensó tanto en la joven que creyó verla desnuda frente a él. Con su preciosa melena roja ondeando y mirándole con curiosidad y pureza ella le llamaba. Sí que debía estar cansado. Porque la oía muy cerca. Demasiado cerca. Enfocó la mirada y retrocedió sobresaltado. Lynn estaba en verdad ahí.

-¡Lynn!-susurró el rey sobresaltado.- ¿Qué demonios haces aquí?

-Harald…-dijo simplemente Odalyn.-Tengo un problema.

 

CONTINUARÁ…

 

 

 

 

8 comentarios en “Relato erótico:”LAS TRES REINAS 2- HARALD Y KAIRA” (PUBLICADO POR MALEANTE)”

    1. Muchisimas Gracias Golfo. No se si llamarte jefe por ser el administrador de página. Te agradezco mucho el que te hayas molestado en opinar sobre el relato. Así dan ganas de continuar. Gracias por permitirme unirme a esto. La verdad está web está muy bién.

    1. Muchas gracias. Se agradece tu comentario. Ahora mismo estoy en un periodo de mi vida en el que otros asuntos requieren mi atención. Pero no temas. Enseguida podrás seguir con las aventuras de Harald Aaren.

    1. Estimada lectora: siento tu impaciencia. No se si habrás leido mi último relato “Melody”, donde explicó este tema pero por hacerlo rápido con gusto te lo explicaré. He estado ocupado y ahora estoy fuera del país. A parte tengo un ritmo de vida algo dinámico y a veces simplemente no puedo escribir. Este relato lo publiqué porque lo tenía de antes y quería publicar algo mientras tanto. Te prometo que estoy en ello y que tan pronto lo tenga público la tercera parte. No se si te gustará tanto como el anterior pero sí te prometo que pondré tudo mi empeño en el. Gracias por tu interés. Cuidate.

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