He de admitir que escribir mis memorias sería demasiado largo y muy complejo. Nací y viví en lo que hoy se conoce como en la segunda mitad del siglo IV después de Cristo, precisamente en el peor momento de la historia. La caída del Imperio Romano de Occidente, como hijo de un senador me envió directamente al frente, ¡a mí! El menor de las familias, el que a sus quince años se había dedicado a recopilar textos históricos y que nunca le había importado la política. Pero se dio como se dio, en un sentido fue peor que nunca, fuera el único a la vista con un gladio, a caballo, muy patético. Y cayó la ciudad.

A decir verdad tuve suerte, hui, pero la perspectiva era horrorosa. Mujeres violadas, niños mutilados, caían como bolsas de carne frente a los Vándalos. Lo cierto es que estaba al menos feliz, aquella Roma estancada y sobrepoblada desaparecía. Igualmente me escape con todos los textos que pude copiar de la biblioteca romana antes que el fuego les llegase encima, y sin decir más me fui a Egipto antes de que las oleadas de barbaros continuasen.

Al llegar allá me di cuenta al ver las ruinas pre-Agustinas que la idea de inmortalidad del Imperio siempre fue imposible, y me acorde de la quema masiva de archivos. Sin duda tiempos oscuros se acercaban. Pero no me lamentaba, sentía frustración e ira, pero no sentía deseos de vengarme de los germanos. Lo que si deseaba era volver a mi tierra natal, algún dia, y ver las ciudades renacer, puras, carentes de burocracia y de dolores de cabeza. Volver a apreciar las obras como las de Constantino o Augusto, en vez de la decadente y perezosa barbarizacion. Pero eso se había perdido.

Hasta que dos años después de no salir de la biblioteca de Alejandría y hablar con los sabios locales, me encontré con algo maravilloso. Un ritual para la divina inmortalidad, indudablemente era impresionante que nadie más lo haya encontrado, pero no era algo que nadie más podría soportar…¡no se podía tener relaciones sexuales! Se trataba de un ritual de una diosa ante-egipcia, Innana, que le permitiría al portador el crecimiento de una “flor roja” dentro de una zona especifica del corazón para que la “sangre mala” no permita contagiar a la “buena” y el crecimiento se detenía. Me sorprendió, se supone que un tal “Gilamesh” lo invento en su momento como un método para perdurar su vida hasta encontrar un momento, o persona, idóneo para envejecer. No duro diez años. Pero detrás había una misteriosa figura de los cartagineses, Moloch, no me comentaron mucho. Al parecer decían que uno no solo se volvía inmortal, estaba “vivo en la muerte” o algo que no pude entender correctamente.

La gran mayoría que lo probaba eran adultos o viejos, ningún joven como yo. Y ningún joven que por las malditas costumbres de la Roma contemporánea no podía mantener relaciones. Así que, nada que perder, todo que ganar. Lo que note fue que era un proceso bastante siniestro, me llevaron una noche al rio Nilo en una noche de luna nueva, entonces note que estaban acercándose dos fenicios que tomaron a dos niños de no más de ocho años del cuello.

Los pusieron mientras temblaban de miedo sobre una basilla donde se encendió casi por arte de magia, un fuego que alumbraba una estatua.  En ella aparecía una figura aterradora, era Marduk siendo devorado por Moloch mientras este violaba a un niño.  Comenzaron a recitar palabras en un idioma desconocido, me agarraron de los brazos al ver que intentaba huir.

-Tranquilo, esto es la mitad, ya verás el resto.-No pude ver su expresión mientras temblaba de miedo. Y dijo- No escaparas como un mortal de acá.

Desnudaron a los niños y encendieron sus túnicas para tirarlas a un pozo al lado de la estatua. Donde había miles de niños degollados y cadáveres al rojo vivo. Los degollaron y los tiraron con lágrimas en los ojos al pozo. Seguían recitando palabras, me dieron mi gladio, y me desnudaron. Fui arrojado al pozo mientras lo cerraban. Las luces se apagaban, y me encontré con algo salido del infierno.

Moloch, estaba sorbiendo los cadáveres como si de un tifón se tratase, me arrastraba a su enorme boca. Pero me vio tentador. En medio de los cadáveres apareció con una figura horrible, tenía la cabeza y el pene de un burro, y media como cuatro metros de altura. Con espuma en la boca me dijo en mi lengua:

-Te voy a montar.

 Me obligo a ponerme contra la pared, pero con mi gladio le metí una apuñalada en la garganta. Chillo de dolor mientras veía su sangre negra correrse, note que se estaba desasiendo. Como si fuese cera, saco con su brazo delgado una enorme espada de bronce. Pero un golpe certero en su boca le hizo retroceder, no me habían entrenado en plugio para nada. Finalmente alzo los brazos para atacarme, pero le di una apuñalada en el pecho, después lo patee y cayó al piso. Lo continúe apuñalando hasta que cayó de dolor y se fue desangrando.

Comencé a ungirme con su sangre cada parte de su cuerpo, hasta que finalmente estaba un poco más oscuro y rojo que antes. De la cueva entonces se asomo una mujer desnuda con alas, como si de la luz de la mañana se tratase, y me dijo:

-Mataste al cuerpo físico de Moloch. Ahora vas a caminar por los dos mundos, por más que te bañes o te llenes de perfume la sangre te seguirá cubriendo.- Puso mi mano sobre mi pecho, y recito unas palabras.- De ahora en adelante no envejecerás, mientras no sientas la calidez de otro ser humano. Porque eso le demostrara a la muerte que aun podes generar vida.

-¿Y si pido que me castren?

-¿Preferís ser un gordo con voz de falsete el resto de la eternidad? -Claro que no  quería- No obstante podes morir por el fuego y el hierro. Te sanaras más que el resto, pero no te salvara de todas. Si pensas en hacerlo conmigo, olvídate, también cuento.

Así nomas desapareció, para cuando salí ya me había dado cuenta de los cambios, veía sombras que se transformaron en dioses y diosas de miles de religiones. También a demonios y genios, caminando con la gente como si nada.

No me puedo quejar, recorrí todo el norte de África en mis primeros cien años, recogiendo información de todo el lugar, observe el nacimiento del imperio Justiniano y su caída. Después fui hacia el Asia cuando los imperios chinos comenzaban a formarse, recorrí desde Persia hasta la India donde aprendí artes arcaicas y ciencias de diversos tipos. En China me embarque en los diferentes ríos del lugar, consiguiendo diversos secretos acerca de la ingeniería y la química. Aprendí a perfeccionar mis habilidades en artes marciales entre las guerras mongólicas hasta que ningún guerrero a caballo podía atacarme sin morir. Logre aprender diversos idiomas, y los traducía todos al latín que me habían enseñado. En ese momento comencé a transcribirlos en imprenta y depositarlos en específicos lugares para ocultarlos. Estuve cien años.

De vuelta en la India pase años perfeccionando mi meditación mezclándolo con la respiración griega hasta llegar a voluntad a fuerzas físicas superiores, y a poder transmutar mi mente a la de varios animales como aprendí en los persas y mongoles. Conocía toda la historia de los dioses y demonios, hable y me maneje con muchos cada vez que necesitaba algo de plata u oro. Del mas allá conocí inclusive las formas de expandir mis capacidades mentales para retener en mi memoria todo a su perfección, e incluso como transmitir mis pensamientos. Todo eso me tomo doscientos años.

Conocí a personajes que después se volverían ilustres, como Genhis Khan, Marco Polo (al que inclusive corregí en más de una ocasión), Kublai Khan y a diversos emperadores de la Dinastía Chi.

Subí hasta el Tibet donde logre asesinar a decenas de monjes que me negaron a traducir sus textos al chino, pero conseguí hablar a uno y me apropie también de eso.  Así estuve durante otros cien años

Con el tiempo me fui de vuelta a Oriente Medio donde me encontré con el nacimiento del Islam, donde logre ocultar a tiempo los restos del templo de Moloch. Mi fama entre los brujos solo increment. Pero aun así conseguí diversos minerales preciosos que logre usa para transmutarlos en otros. Mi viaje continuo donde mis conocimientos en medicina solo crecieron, así como la lectura de los astros. No solo eso, sino que comencé a comprender mas la economía de los países y ciudades.  Estuve ciento cincuenta años

Continúe por el sur de África, donde me encontré con diversas tribus las cuales poseían una curiosa serie de rituales que rozaban con la más cruda versión de incivilización que vi. Pero también me permitieron mejorar mis artes arcaicas al punto que era capaz de manipular las masas a largo plazo, así como “absorber” la suerte ajena. Con el tiempo aprendí a hacer uso de diversas pieles para poder transfigurar mi forma a los distintos animales hasta volverme cualquier animal que conozca. Allí estuve unos doscientos años.

Al volver al norte me entere de que en China estaban deseosos de armar barcos gigantes para explorar el resto del Océano. A pesar de mi larga vida nunca había sido marino, pero me embarque como polizonte donde pude visitar muchos lugares de Indonesia donde anote acerca de la ingeniería de los barcos, los frutos que tenían, etc. Comencé a hacerme un huerto en una isla donde los deposite, junto a una serie de artículos importantes de las diversas civilizaciones del sudeste asiático, incluyendo una katana. Una pésima arma, muy poco práctica y carente de cualquier clase de técnica real. Donde estuve yendo y viniendo por otros cien años con tal de conseguir hasta el último de los mejores animales y varios arboles prácticos. También en su momento asesine al almirante ya que su armada contaba con 40000 barcos gigantes para “comercio”, le provoque pesadillas hasta que murió de un ataque.

Inclusive lo convertí en un punto de encuentro para que la diversa comunidad de seres sobrenaturales pudiese ir y venir trayéndome cientos de conocimientos. Posteriormente fui en barcos chinos al continente que se bautizo como América, donde explore diversas civilizaciones de cada región. Encontré oro en abundancia el cual me reserve, además de telescopios de jade y un curioso calendario-cilindro que permitía conocer el destino en los aztecas. Aprendí varias lenguas y me lleve diversas verduras a medida que iba avanzando, además de conseguir diversas formas de “iluminación” con drogas diversas. Continúe por el Perú hasta llegar al Imperio Inca. Y llegue a Paraguay donde aprendí de la yerba mate, y me la lleve para mí. Continue hasta llegar al Rio de la Plata, al que encontré casi desierto. Había estado otros cien años, y decidí volver finalmente a Europa.

Por una serie de tratos en lo relacionado al destino, un viejo demonio me pidió que llevase la peste negra a Europa. Lo que colabore, la vi podrida y decidí destruirla por completo. Por lo que cargue con ratas muertas y demonios surgiendo del cadáver cientos de cadáveres a las ciudades. Espere lo mejor, solo los mejores podrían sobrevivir y al menos los cambios sociales se forzarían a ocurrir.  Un Baal mismo me pidió que colaborase con el trabajo y a cambio me otorgo la formula de legendaria piedra filosofal.

En tanto ya me había vuelto legendario en las filas del mal. En tanto me encontré con el Imperio Otomano, donde me bañe, ya que me acostumbre en América y China a hacerlo todos los días. Estuve otros cien años aprendiendo los nuevos aportes en ciencias diversas. Finalmente visite Inglaterra y vi los telares.

Para el 1492 sentí que mi viejo continente estaba retomando su forma. En definitiva las cosas se iban a poner agitadas, así que también era el mejor momento para poder obtener lo único que se me había sido negado desde mis tiempos de mortal: Poder.

La condesa Benigna era una mujer soberbia, en el Reino de Nápoles era la única noble que poseía su ciudad propia. Tenía veintitrés años, pero había enviudado tres veces.

 Venia de una familia noble notablemente problemática, sus tíos  eran guardianes y torturadores. Su madre se había tirado de la ventana cuando la condesa solo tenía cuatro años, su padre tenía la costumbre de violar monaguillos para después matarlos en las afueras del pueblo donde la llevaba a observar. Sus hermanos mayores habían muerto en base de duelos contra caballeros. Su tía materna a corta edad le enseño a la corta edad de doce años varias cosas, desde las artes del envenenamiento, el engaño, la magia oscura, hasta los placeres con otras mujeres.

El vaticano la odiaba y ella al vaticano. Pero era intocable. Aprovecho cada momento de su vida para reírse en la cara de las autoridades vestales, si el papa prohibía un libro, ella lo conseguía y lo divulgaba. Si echaba brujas, ellas las recogía. Si el papa mandaba a matar un sodomita, ella realizaba fiestas con monaguillos sodomitas mientras se masturbaba encantada viéndolos.

Pero un irónico juego del destino hizo que cada vez que se casase su marido muriese a los tres meses, unos dicen que ella mato a uno degollándolo mientras dormía, o el se suicidaron por verse incapaces de conversar con ella sin vomitar. Otro se cayó, tiro, o fue empujado por un acantilado. El tercero se descompuso y murió en el acto, misteriosamente. Y al tercer año ella tenía, en el momento, veinte años y ni siquiera había tenido un hijo. No solo eso, sino que los nobles de los alrededores le tenían miedo, como si estuviese completamente maldita.

No obstante inspiraba una sensualidad que desbordaba, con una piel bronceada propia de las napolitanas, senos grandes con pezones negros y grandes. Unos ojos marrones oscuros, ligeramente almendrados y una melena larga y ondulada de  un  negro azabache harían a cualquiera poner rígido de una forma u otra. Mediría metro ochenta y era particularmente sadomasoquista en el sexo incluido.

-¡Escúchame, puta!- Le dijo mientras le propiciaba una cachetada que le dejo una marca a Carolina, su asistente en el ocultismo.- Hace medio año que te tengo en busca de la solución para mi maldición, ¿y qué conseguiste? ¡Nada!

-Pero señora…-Le propicio otra cachetada que le dejo la cara roja. Lloro un poco por el dolor.- Es difícil, no he visto la causa aun de sus males, tal vez sea solamente su mala suerte…

Esta vez fue un golpe que dejo a la joven bruja contra el piso, se agarro la herida, chillando un poco. Carolina era una joven bastante bella, no vestía más que su uniforme de galena, pero no ocultaba un cuerpo grácil. Tenía el pelo un poco más liso y claro que Benigna, ojos azules y una piel pálida y suave. Con sus diecisiete años media metro sesenta y cinco, y estaba asustada a más no poder de Benigna. Si bien ella había visto un par de cosas turbias, la condesa sí que era peligrosa.

-¡No hay tal cosa como mala suerte!- La agarro de los pelos y se  llevo la cabeza de la joven frente a si-¡¿Te olvidaste quien soy yo?! ¿Qué carajos te va a pasar si te suelto y dejo que esos cornudos de la Iglesia te agarren.

Le arranco la capa negra que traía, dejándola con sus pequeños pero redondos senos al aire, quiso huir. Pero Benigna la agarro y le saco la parte trasera, totalmente desnuda. Benigna la puso en cuatro y la sentó sobre su falda, le dio abofeteadas hasta dejarla con la piel al rojo vivo.  Mientras no paraba de gritar y llorar la bruja. Pero Benigna no se detuvo, comenzó a abrirle los labios de la vulva y a acariciarlos mientras Carolina comenzaba a gemir y cada vez que parecía estar a punto del orgasmo, una nueva nalgada la devolvía a la realidad. A los diez minutos no aguanto más, sus ojos azules llenos de lagrimas vieron a Benigna con un gesto confuso.

-¿Quién es el ama de tu existencia?

-Usted…por favor…

-¿Queres que pare?- Benigna sonrió, la tenia sometida.

-¡Termine, ama mía!

Sin duda Benigna había domado a muchas doncellas, comenzó a pellizcarle los pezones, pequeños y rosados y a masajearle los senos. La irguió frente a ella para facilitar el trayecto, entonces uso su otra mano para comenzar apretarle el clítoris hasta hacerla gritar. Jugaba con el, lenta y duramente, triturándoselo con el pulgar, disfrutando que literalmente controlaba los gemidos de la pálida muchacha. Carolina gemía duramente, como si quisiese retener su venida, sus mejillas rojas y su garganta saca solo incrementaban la excitación de Benigna. Comenzó a soplarle las orejas y a lamerle el cuello, sensaciones eléctricas recorrían a la bruja. Acabo en su mano, poco a poco sus suspiros de placer aumentaron hasta que sintió como su vagina como si de una cascada se tratase, comenzó a desbordarse de jugos vaginales  que le llegaron hasta los muslos y resbalaron por sus piernas. Manchando el piso de mármol.

-Lame- Le ordeno metiendo sus dedos en la boca de Carolina, que chupaba mientras sus ojos lloraban de la indignación. La tiro al piso, con las piernas abiertas y aun caliente.- Debemos conseguir alguien que te estrene, odio limitarme así.

Carolina no dijo nada, comenzó a agarrar los restos de su ropa mientras trataba de tapar sus senos. Con un gesto de vergüenza nada disimulable.

-Encuéntrame un buen esposo, sino te tiro para los monasterios para que el Abad haga lo que se le dé la gana. Sería una lástima.- Le paso el dedo por la raya del culo haciéndola gemir.- Un juguete tan precioso para alguien que no se lo pueda usar.

Carolina quería llorar, sabía que escaparse era imposible, y que la loca esa sobrestimaba la magia. Pero Benigna estaba ocupada con otros asuntos en su ya complicadísima ciudad, uno de sus hermanos había muerto en medio de un duelo, en el que estúpidamente desafío a cinco al mismo tiempo…y gano, con demasiadas heridas. En definitiva la escalada política, social y económica en su familia era más una pelea contra la locura misma que contra enemigos reales.

Pero por los lazos familiares que la unían estaba obligada a adoptar a sus dos sobrinas, y enseñarles cualquier estupidez para conseguir un buen marido o ser independiente…pero el problema es que los nobles de la ciudad estaban todo el santo día matándose entre sí, y con el Reino de Nápoles la alianza política se había vuelto rígida. En otras palabras, los tiempos cambiaban para peor, el dinero se estaba volviendo el único método para tratar de ganar poder.

-Oh, Claudina, Agustina hace años que no las veo. Están crecidas.

Claudia y Agustina conocían perfectamente la mala fama de su tía Benigna, temblaban de miedo. Las dos eran mellizas de dieciséis, pero no gemelas. Claudia media aproximadamente un metro setenta, era de piel un poco oscura, tenía los ojos verdes oscuros y su cabeza estaba finamente cubierta de unos rizos rubios quemados por el sol. Mientras que Agustina era una muñeca de cera que apenas llegaba al metro sesenta, con ojos y pelo muy oscuros, también lo llevaba corto y rizado. El cuerpo era un contraste también, Claudia poseía unos senos medianos y apiramidados, y un culo redondo y suave, en cambio Agustina lo tenía parado y duro.

No era de menos, ir de la bella y civilizada ciudad de Milán a una ciudad casi desconocida de Nápoles que tanto las clases populares como las nobles vivían en edificios del estilo romano arcaico. Lleno de judíos, griegos y otros seres que nada tenían que ver con el Sacro Imperio Romano de donde pensaban sacar marido.

Honestamente era un cambio muy desagradable. Inclusive si semanas antes su padre había muerto y su madre se había tirado de la ventana por razones que ellas no querían explicar.

-¿Qué carajo ven?- Les dijo Benigna con voz bronca. Mientras Carolina llegaba detrás casi cojeando por el ejercicio sexual previo.

-Hola, tía…- Animo a decir Agustina mientras abrazaba a la otra con cierto miedo.

-¿No ven que casi es de noche? ¡Pasen! Que no tenemos todo el día, ¡mañana se les va decir lo que quieran, ahora déjense de joder y pasen.

Pasaron a la entrada mientras unos sirvientes hacían pasar el equipaje. Nadie durmió bien esa noche, como uno de los sirvientes dejo caer sobre el pie de Benigna una maleta, ella lo tiro al suelo y lo azoto hasta hacerle incapaz de levantarse. Agustina y Claudia durmieron juntas esperando lo peor, y Carolina abrazo a su gato negro esperando alguna idea o recuerdo que la salve.

Por supuesto yo había visto esto porque me había transmutado temporalmente en un cuervo. Me decidí, ya había estado en la ciudad meses antes y me di cuenta de la situación, en definitiva Benigna ya era casi la dueña de la ciudad. Y sus dos sobrinas al adentrarme en su mente, las descubrí como excelentes contadoras. Para llegar a ellas solamente necesitaba que Carolina me abriese las puertas a la mansión. En tanto, me encargaría de estimular el deseo entre las mujeres de la casa, porque sabía que desde el punto de vista estratégico, Nápoles era el mejor puerto de comercio hacia las potencias allegadas. Y su estabilidad política podría permitir el crecimiento industrial que vi en Inglaterra.

Así que envía a un par de íncubos, no a los clásicos brutos con una pija del tamaño de su puño. Sino que a los estimuladores del sueño. Me debían un favor por proteger archivos suyos en medio de la Inquisición, así que siempre estaban dispuestos a ayudarme en mis fantasías masturbadoras. Aun convertido en cuervo me dispuse a observar al par de graciosas mellizas.

Era otoño casi invierno, pero Milán es mucho más frio. Vestían apenas camisones blancos, y estaban abrazadas a la luz de la luna, que se filtraba por el vidrio azulado.  A eso de las tres de la mañana envíe a los dos incubos, uno para llevarle una lujuria a esas apetecibles sobrinitas y otro para llevarle un libro a Carolina, porque la pobre bruja me hizo sentir pena, además tenía curiosidad de ver si realmente había un demonio en el lugar.

En cualquier caso mientras Carolina dormía frente a su escritorio, encontraría  uno de mis escritos de ritos, cualquiera serviría para materializar un demonio.  El gran problema es que no tenía ni idea como iba invocar a su campeón para salvarla…

Mientras Agustina comenzó a recordar algo, no lo sabía, como cuervo mis habilidades psíquicas eran menores, pero los íncubos siempre les hacen recordar algo que excite a las mujeres y a las jóvenes.  Claudia comenzó a suspirar pesadamente, también parecía recordar algo que hizo que sudor y suspiros se despierten en ella. Las dos se despertaron y se quitaron el pelo de la cara, mientras se acomodaban en la cama.

-Soñé con mama- Soltó Claudia.

-¿Vos también?

Eso me intereso, sobrevolé cerca del candelabro.

-Creo que me acuerdo de algo que no vi hace mucho tiempo.- Dijo Agustina mientras acariciaba su rizado y oscuro pelo.

-Sí, antes de que ella se haya tirado de la ventana.- Se dijo- En el momento en que la encontraron con la criada. Nosotras nos habíamos escondido detrás de las cortinas por un juego, cuando teníamos como seis, y ¿Qué habíamos visto?

-Era a mama… con la sirvienta.- Agustina se sonrojo al decir eso. Me metí en sus pensamientos y note que Claudia pensaba lo mismo.

Era una escena bastante deliciosa, la sirvienta se trataba de una mujer muy mayor. Tenía el pelo bastante enmarañado y arrugas en la cara, además de unos brazos muy pálidos y delgados. Con unos ojos bastante azules y burlones. En cambio la madre de ellas era una mujer de tez pálida, ojos marrones oscuros y con un pelo negro azabache y armonioso.

Ellas entraban en la habitación y la cerraban con llave. Mientras que la sirvienta con una expresión irónica en su cara le comenzaba a acariciar la cara, mientras que la madre de Claudia y Agustina desviaba la vista con algo de vergüenza. La otra, la comenzó a desnudar. Hasta que únicamente la parte inferior de su cuerpo estaba cubierta por una delgada tela.

“-Siempre volves a mí. ¿Eso no quiere decir algo?

-Sigue siendo chantaje, no penses nada.”

La anciana rio, entonces le comenzó a rascar la barbilla.

“-Ya han pasado casi diez años. Encontrarte con unos cuantos libros de herejía, que simple. La primera vez te lo hice para que yo no avise a tu padre. Después bien me podrías haber matado. Pero una puta como a vos le encantan las viejas con su aliento podrido, su piel rugosa y su vulva bien velluda, ¿no?

-Yo…”

La anciana, le dio una abofeteada, mientras se lamia los labios.  La anciana forzó los labios contra la boca de la joven mujer, mientras el aliento podrido bañaba la boca de la mujer, su lengua llegaba a hacer que vaya gimiendo de placer. Los ojos de la anciana la miraban mientras que los de la joven madre se cerraban de placer. La comenzó a tocar por lo bajo mientras las piernas de la joven mujer parecían querer hacer que los dedos de la anciana quedasen atrapados entre sus muslos. La dejo de besar un momento para que eche un gemido, por lo bajo,  y la vieja le lamio el cuello para después morderle la oreja.

“¿No te encanta ser así de puta?

-No soy una…-Dijo mientras aun trataba de dominar su pasión, pero la vieja agarro uno de sus oscuros pezones y se lo apretó con furia. La mujer abrió sus ojos con dolor. Mientras la vieja la empujaba poniéndola en cuatro.

-¿Qué sos?- Ronco la vieja. Entonces alzo algo de la tela que ocultaba unas nalgas redondas y pálidas. Le propicio una nalgada que le dejo la piel roja. La otra mujer lloro de dolor y humillación. Otra nalgada mientras le comenzaba morder el pezón izquierdo con dureza.- ¡¿Qué carajos sos?!

-Soy una puta.– Pero la vieja, la volvió a nalguear. La joven mujer chillo de dolor. La vieja agarro sus nalgas y le abrió un apretado ano. Entonces comenzó a insertar el mango de un peine, lentamente, mientras su ano se seguía cerrando, tratando de evitar que entre más…o que salga. Aquella madre no paraba de llorar de dolor y humillación , mientras la vieja comenzaba a lamerle los labios de su vieja. Con un viejo apasionado y lento que abrazaba el resto de sus labios.

-¿Qué sos?– Le volvió a preguntar, hablando con su vagina. Volvió a introducirle el mango, que ya comenzaba a sacar hilos rojos de sangre que caían en la nariz de la vieja.

-¡Soy TU puta! ¡Y la de nadie más, ni siquiera de mi esposo!– Gimió mientras la veía por sus senos

Libérate, putita mía– Con estas palabras, la joven mujer tuvo un furioso orgasmo. Su vagina expulso líquidos que mancharon la alfombra, sus pálidos muslos  y la lengua de la anciana mientras caían a forma de cascada. Se derrumbo sobre el piso, cansada y llena de vergüenza. Incapaz de mirarse al espejo que había al otro lado de la habitación. Con lagrimas en los ojos pero con una sonrisa de placer que solo la hacían odiarse más a sí misma.

Con facilidad la anciana la subió sobre la cama mientras se llevaba los fluidos de su amante. Cantando una canción bastante alegre. La joven madre ni la quería mirar.

Querida negar tu goce no es nada sano, por lo menos no físicamente- Rio sarcásticamente

Retírate-Le dijo sin mirarle, sus nalgas estaban expuestas y ella mostraba su espalda pálida- No quiero verte en lo que queda del día. Me siento asqueada por todo.

Seguro que sería demasiado horrible ver tu cara de puta, cuando gemís como loca. ¿No? Eso es malo, es mentirte a vos misma, ¿no?

La anciana salto sobre ella y con unas cuerdas le ato las manos detrás de la espalda. Y mostro un espejo detrás de la cortina. Abrió el armario y apareció un viejo, de la misma edad que la criada. Pero su mirada estaba perdida, no ciego, sino que mirando al vacio. Era un siervo, de piel muy oscura, y con un aura de idiotez.

Linda adquisición, ¿no? Para un sirviente imbécil lo único que hay que hacer es darle de comer. Lo compras y lo matas.

¿Qué pretendes?-No respondió la anciana, le agarro el miembro y comenzó a masturbárselo mientras lo hacía avanzar a donde la madre. El hombre comenzó a agarrarle las caderas, en tanto la mujer estaba viéndose llorar. La anciana en tanto le decía al susurro.

Dale grita, mira que si nos encuentran vos terminas peor que yo ¿no?– En tanto el retardad ya estaba introduciéndole el miembro, la mujer comenzó entonces a gemir y llorar. El bombeo fue rápido y constante, provocando en la mujer suspiros de placer. En tanto la vieja se estaba masturbando de placer, al ver a su alumna suspirando de placer y viendo su cara con culpa al mismo tiempo.-¿Imagínate si este imbécil te preña?¡Que delicioso! ¿Cuál será tu nivel de sumisión?

El nombrado imbécil la cabalgaba con furia, mas por instinto que por ingenio, había logrado hacer que se retuerza de placer. Rozando tanto mente como pared vaginal, que la joven mujer ya no podía mas, estallo en otro orgasmo. Bañando el miembro oscuro del imbécil. Pero este continúo con sus brutales embestidas, al punto que la madre ya había tomado conciencia y lloraba de dolor y culpa. El imbécil tomo una última carga y se descargo. La semilla ardiente baño el cuello uteral de la mujer, haciendo que chille de dolor. Retiro el miembro, y cayo dormido. La mujer también se apoyo, cansada. La anciana, apoyo  su vagina al fondo de la cama. La madre se arrastro para lamerla nuevamente, con pasión.

Un mes después vio su vientre crecer, cuando su esposo llevaba semana de excursión de casa. Y se tiro por el balcón junto a la vieja.

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *