Acababa de conseguir que mi novio se acostara con mi madre y ahora quería que desvirgara a mi hermana. ¿Cómo había llegado a algo así?

Hola, me llamo María y tengo cuarenta y tantos, un marido fantástico y dos hijos maravillosos, pero cuando ocurrió lo que estoy contando tenía 17, acababa de perder la virginidad con mi novio, actualmente mi marido, que a su vez, la acababa de perder con mi madre. Ya solo faltaba que se acostase con Rita, mi hermana pequeña, dos años menor que yo, para cerrar el círculo. Creo que esto no suele ocurrir en la mayoría de las familias. Probablemente tampoco hubiera ocurrido en la mía si no se hubieran dado una serie de circunstancias. La primera es que nuestro padre nos abandono, largándose con su secretaria. Mi madre entró en una depresión que me hizo temer por el futuro de nuestra familia. La otra es que yo en aquella época llevaba un rollito muy hippie, muy liberado. Además me gustaba mucho el sexo. A penas podía pensar en otra cosa. A mis 17 no era una supermodelo que fuera por ahí rompiendo corazones, pero era graciosa y gustaba bastante a los chicos. No era muy alta ni muy llamativa, pero me consideraba mona de cara, con el pelo castaño algo rizado, y delgadita. Mi hermana y yo nos parecíamos, pero ella estaba menos desarrollada y llevaba el pelo corto con tonos rojizos.

Había notado que a mi novio le excitaba mi madre. Es normal, era, aun es, una mujer de bandera, a Julio, como se llama mi marido, se le iban los ojos con sus escotes. Yo, en mi juventud y bendita ingenuidad, andaba dando vueltas a como se podían conciliar las ideas románticas de amor tradicional, para toda la vida y demás, con las nuevas ideas del feminismo y el amor libre, que en esos años posteriores a la dictadura hacían furor. Quería a mi novio y quería estar con él. Era un cielo: atento, respetuoso y nunca me negaba nada. Además era guapo. Alto, moreno… era más intelectual que deportista, pero a mí tampoco me gustaban los hombres demasiado atléticos, así que no me importaba. Que le mirase las tetas a mi madre no me ponía celosa, más bien me hacía gracia. Yo también les miraba el paquete a otros hombres. A su vez quería tener una vida sexual plena, experimentar cosas, no ser como mi madre, dependiente de un hombre que la había traicionado. Julio y yo aún no habíamos perdido la virginidad. Se la había chupado y él me había comido el coño a mí, pero dar el siguiente paso nos ponía nerviosos. Entonces se me ocurrió: Julio debía acostarse con mi madre. Ella saldría de la depresión y Julio adquiriría las necesarias destrezas para ser un buen amante y estrenarme a mí como es debido. Sin saberlo había inventado la pareja liberal, que obviamente ya estaba inventada, pero que era un concepto revolucionario para mí. Podía tener las dos cosas, estar siempre con mi novio y tener sexo con otras personas, porque si él podía hacerlo con mi madre, yo podría hacerlo en el futuro con quien me placiese. No es que tuviera el deseo concreto de hacerlo con nadie en particular, simplemente no me quería cerrar puertas. Era una idea genial. Solo faltaba que se lo pareciese a él. Que mi madre le gustaba estaba claro, solo faltaba que tuviese el valor de admitirlo… de admitirlo y de intentar seducirla. No sabía si mi madre estaría interesada en montárselo con él, pero seguro que ver a otro hombre interesado en ella, especialmente si era más joven, le haría bien. La secretaria con la que se había fugado mi padre era, obviamente, más joven que mi madre, y esto la carcomía, haciéndole sentir vieja. Que se diera cuenta que podía volver loco a un crio la animaría seguro. Primero tenía que convencerle a él de que lo intentase. Ya veríamos como liaba a mi madre luego. Escogí para planteárselo el momento que me pareció mejor, mientras nos estábamos enrollando. Estábamos en mi habitación. Mi madre no estaba, pero Rita sí, y nos espiaba desde la puerta. No era la primera vez que lo hacía, supongo que tenía curiosidad y que la pobre se aburría. Normalmente fingía que no me daba cuenta y la dejaba mirar. De hecho me excitaba que lo hiciera. Después de un par de morreos, cuando ya sentía la polla de mi novio dura dentro del pantalón se lo plantee.

-Creo que deberías acostarte con mi madre.

-¿Qué?

Me dijo que estaba loca y había momentos en que estaba de acuerdo, pero veía que estaba perdiendo a mi madre y con ella mi familia y no estaba dispuesta a consentirlo. A grandes males, grandes remedios. Si mi padre no sabía apreciarla otros hombres lo harían, aunque para ello el primero tuviera que ser mi propio novio. Le llamé reprimido, traje a colación una anécdota de un día que le había puesto crema a mi madre en la playa y había terminado empalmado, en fin, argumenté mi locura lo mejor que pude. No esperaba convencerlo a la primera, se trataba de meter esa idea en su cabecita y dejar que el morbo fuera haciendo su trabajo. Cuando consideré el trabajo hecho seguimos besándonos. Bajé mi boca hasta su entrepierna con la intención de comerle la polla cuando se me ocurrió otra extravagancia. Mi hermana seguía allí mirando, no necesitaba verla para estar segura de ello. Estaría con las braguitas húmedas, tal vez masturbándose, pensando en la verga de mi novio. Lejos de encelarme eso me ponía cachondísima. Y además podía usarlo en mi favor. Olvidándome de Julio di un salto y me dirigí a la puerta. Rita no lo esperaba y la sorprendí con las manos en las bragas. La obligué a entrar en la habitación ante el pasmo de mi novio que continuaba con el miembro al aire. La pobre Rita estaba atoradísima, apenas podía balbucear una disculpa.

-Tranquila, es normal que tengas curiosidad- le dije yo- Ven, mírala más de cerca. A Julio no le importa.- Al pobre no le había pedido su opinión, pero a juzgar por lo empalmada que estaba su polla, no creo que le importara. Murmuró alguna protesta, pero lo ignoramos. – ¿quieres tocarla?- mi hermana alargó la manita y palpó su miembro. Estaba excitadísima. Puse mi mano sobre la suya y la moví para que le hiciera una paja. Bajé la cabeza y continué con la mamada. Después de un par de chupetones invité a Rita a hacer lo mismo. Era su primera mamada. Mi objetivo era desinhibir a Julio. Si mi hermana podía chupársela, podía tirarse a mi madre. Además a mi hermanita le vendría bien un poco de acción, después de tanto mirarnos. Acerqué mi boca al oído de nuestro semental y le pregunté si le gustaba lo que estaba ocurriendo. Susurró un reproche poco creíble y sonreí para mis adentros. Julio sería como una marioneta en mis manos. Terminamos en un 69 mientras Rita le chupaba los huevos. No tardó mucho en correrse, pero como el caballero que era me siguió lamiendo hasta que me corrí. También masturbó a mi hermana. En el momento del orgasmo las dos terminamos besándonos. Fue un poco raro, pero me gustó.

Esa noche me deslicé a la habitación de mi hermana para hablar con ella, no quería que lo que había pasado le provocara un trauma o algo así:

-Hola Rita. Quería hablar contigo de lo que ha pasado antes.

-No quería espiaros, de verdad, es que oí un ruido y… – estaba guapísima con rubor en sus mejillas y gesto de culpabilidad.

-Tranquila cariño, tienes curiosidad, es normal. No debí sorprenderte de ese modo y menos ponerte en una situación tan incómoda. Lo siento, me dejé llevar.

-Bueno, no fue tan incómoda- confesó ella con una sonrisilla- Julio tiene una buena polla.

-Ja ja, menuda zorrita, ¿ahora te gusta la polla de mi novio?

-¡Eh! ¡Que fuiste tú quien me obligó a chupársela!

-¿Obligar? Si lo estabas deseando…

Reímos las dos y le hice cosquillas. Todo parecía estar bien. Se la veía preciosa, orgullo de hermana aparte, en la penumbra, con su pijama de unicornios.

-Y lo del morreo entre nosotras. ¿Te gusto? No quiero que las cosas se pongan raras entre nosotras.

-Bueno, fue un poco extraño, pero me puso calentísima. No pasa nada, solo jugueteamos un poco.

-Me alegro que lo veas así- le dije y la besé en la mejilla- Estoy cachonda de acordarme. ¿Nos masturbamos?

-Vale. La película está debajo de la cama.

Se refería a una película porno que se había dejado nuestro padre antes de irse. La habíamos visto una docena de veces y aun nos calentaba. Desde la segunda vez que la pusimos que nos masturbábamos con una de las escenas que nos gustaba especialmente. Era un típico trío de dos chicas con un chico. La peli, un vieja cinta vhs, estaba ya pausada en esa escena que apareció en pantalla al darle al play. Las dos chicas se la chupaban a dúo al maromo, como habíamos hecho nosotras con Julio unas horas antes. Esta coincidencia me excitó y empecé a acariciarme la entrepierna. De reojo vi que mi hermana hacia lo mismo. Ellas estaban delgaditas y tenían unos pechos enormes, posiblemente artificiales. El chico tenía un pene desproporcionadamente grande, de unos 25 centímetros. Uf, que polla, comenté. Sí, y mira que tetas tienen ellas, dijo mi hermana. ¿Te fijas más en las tetas de ellas que en la polla de él?, pregunté yo. En las dos cosas. ¿Por qué? ¿Es algo malo?, dijo ella inocentemente. No, claro que no, la tranquilicé yo. No pasa nada. Seguimos masturbándonos, cada vez más cachondas. Estábamos en su cama, como la ropa nos molestaba nos la fuimos quitando. En un momento dado noté su manita en mis tetas, como ayudándome. Yo hice lo mismo por ella. En la pantalla el chico se follaba a la rubia mientras le comía el coño a la morena. Ellas se besaban. En el momento del orgasmo giré la cabeza hasta que mis labios se encontraron con los de mi hermana. Nos morreamos como lo habíamos hecho con mi novio. Me dije que era cosa del calentón, que simplemente nos ayudábamos a corrernos, como buenas hermanas que se hacen un favor. No concebía que a aquello se le pudiera llamar incesto.

Unos días después vi una ocasión perfecta para desarrollar mi plan. Estábamos todos viendo una película en mi casa, o sea, mi madre, mi hermana, Julio y yo. Mi novio estaba entre mi madre y yo. Aunque era verano hacia airecillo y nos tapábamos con una sabana en el regazo. Aprovechando que esto me daba intimidad comencé a tocarle el paquete coincidiendo con una escena de sexo que me había calentado. Entonces se me ocurrió. Mi madre no montaría un escándalo con nosotras delante y menos en su estado. Era un momento ideal para que Julio le metiera mano. Se lo susurré al oído, pero el muy cobarde no me hizo caso. Dispuesta a obligarlo, le cogí la mano y se la coloqué a mi madre en la pierna. El pobre se puso rojo como un tomate, pero no la retiró. Mi madre también estaba azorada, pero tampoco se movía. Allí estaban como dos pasmarotes con la mano de mi novio inmóvil en la pierna de mi madre. En la pantalla un hombre casado le hacía el amor a una putilla. A mi hermana eso le recordó lo que nos había hecho nuestro padre y murmuró algo contra los hombres. Vi en ello una oportunidad e intervine con un comentario a favor de la libertad sexual y la desinhibición. Mi madre, como yo esperaba, se sorprendió y me preguntó directamente defendía la infidelidad de mi padre. Era la ocasión que esperaba. Muy tranquila contesté que no, pero que si él se tiraba a su secretaria, ella también podía tirarse a un jovencito… por ejemplo Julio. De este modo le estaba dejando claro que no me pondría celosa si eso ocurría. A ella le hizo gracia la ocurrencia “fíjate, esta juventud” y esas cosas. Se notaba que se estaba relajando, hasta le dio un beso a Julio en la mejilla. Este se animó y comenzó a mover la mano. Yo se la seguía meneando, cada vez la tenía más dura. Le dije al oído que le metiera la mano en las bragas. Esta vez me hizo caso. Mi madre debía estar calentísima. En un momento dado se levantó, tirando la sabanita por el suelo y dejando el miembro de mi novio al aire y se fue, supongo que a masturbarse sola. Ni siquiera se dio cuenta de que le estaba haciendo una paja a Julio. Rita sí que lo vio y se acercó melosa. Volví a colocar la sabana, metí la cabeza dentro y se la chupé mientras mi hermana y él se besaban. Cuando se corrió en mi boca saber que tendría en la suya la saliva de mi hermana me excitó aun más.

Después de aquel avance me propuse espiar a mi madre masturbándose. Era obvio que eso era lo que había ido a hacer cuando se levantó del sofá. Podía ser interesante para mis fines, tal vez me diera información útil y, en todo caso me daba morbo verla así. Mi hermana estuvo de acuerdo conmigo y me ayudó a vigilarla. Un día que estaba comentando con Julio la jugada de la metida de mano, asegurándole que aquello demostraba que a mi madre le ponía cachonda y que podía tirársela, mientras el ponía escusas, vino Rita excitadísima. Mi novio había venido a comer a mi casa y estábamos pasando la sobremesa en mi cuarto. Lo está haciendo, afirmó. ¿Ahora?, me pregunté, ¿sabiendo que estamos todos en casa, en pleno día? Cogí a mi chico de la mano y seguimos a mi hermana. En efecto mi madre estaba tocándose. Había estado mirando a Julio de un modo un poco raro durante toda la comida. Nos quedamos mirándola por una rendija divertidos. Noté mis bragas húmedas y me puse a tontear con él. Para deleite de Rita que nos miraba de reojo le saque la verga y me puse a meneársela. Mi madre se tensó, aceleró los movimientos y se corrió gritando: ¡Julio! Aceleré yo también y el aludido se corrió en mi mano en silencio. Sin poder aguantar la risa corrimos a mi habitación. Ahora no negaras que esta desando que te la folles, le dije, hasta se masturba pensando en ti. Mi novio no sabía que decir.

El siguiente paso de mi plan me lo sugirió Rita, que ya era mi cómplice sin reparos. ¿Y si los dejamos solos, me dijo, en una playa nudista? Convencer a mi madre de que fuéramos a una con Julio el fin de semana siguiente no sería muy difícil: desde el divorcio estaba apática y hacía lo que queríamos sin oponer mucha resistencia. Ciertamente sería una situación excitante, los dos desnudos entre la arena y el agua. Me pareció una gran idea y nos pusimos manos a la obra. Mama refunfuñó un poco pero accedió. Creo que la posibilidad de verle la minga a mi novio la ponía cachonda. En cuanto a él… como de costumbre se encogió de hombros. Una vez llegamos y nos desnudamos Rita y yo fingimos habernos dejado la crema protectora en el coche y desaparecimos. Les dejamos un rato y, cuando volvimos los vimos bañándose en el mar. Parecían muy juntitos, me resultó sospechoso. El resto del día ni siquiera se miraron. Cuando me quedé a solas con Julio, unos días después, y le interrogué, la sorpresa: se habían enrollado en el agua. Me lo dijo titubeando, como avergonzado. Concretamente se habían masturbado el uno al otro. Le pedí que me diera los detalles y los imitamos, como en una reconstrucción de los hechos. Como habían estado primero jugando en el agua para aliviar tensiones, como habían hablado de nosotras y de lo que pasó el día de la metida de mano, como ella había rozado la polla erecta de él, así como por casualidad, como había empezado a meneársela mientras él terminaba lo que no había podido en el sofá, metiéndole los dedos en el coño. Estuvimos reproduciéndolo todo hasta corrernos en nuestras manos como habían hecho ellos en el mar. Siempre me había preguntado si a la hora de la verdad me sentiría celosa, si Julio y mi madre, finalmente, hacían algo. Era raro, en parte lo estaba y en parte no. Me parecía que habíamos cruzado una frontera peligrosa, pero, por otra parte, era lo que yo quería, y me excitaba muchísimo solo de pensarlo.

Después de ese paso adelante vino uno hacia atrás. Mi madre debía estar nerviosa o avergonzada o sentirse culpable porque dejó de hablarle a Julio y casi también a mí. No dijo nada al respecto, no se oponía a que mi novio viniera a casa ni nada parecido, simplemente lo evitaba, no le dirigía la palabra y si lo hacía él, respondía con monosílabos. Tampoco conmigo se mostraba especialmente dicharachera. No sabía qué hacer. Ya le había insinuado que no me importaría que se acostase con mi novio, pero o no había pillado la indirecta o no se la había tomado en serio. Suponía que insistir en el tema empeoraría las cosas, así que me limité a observar esperando que pasada la tormenta todo volviera a la normalidad y me surgiera una nueva ocasión de avanzar en mi plan. Pasaron semanas y todo seguía igual o, tal vez, peor. Cada día estaba más preocupada. Además la sombra de la depresión que en los felices días de las metidas de mano y masturbaciones en honor de mi novio se había alejado parecía volver a rondarla perseverante. La gota que colmó el vaso la produjo una discusión con mi padre. No recuerdo porque fue, alguna cuestión económica derivada del divorcio supongo. Mientras discutían habían ido elevando el tono y haciéndose reproches estúpidos. En el momento de máxima agitación el cabrón de mi padre le recordó a mi madre lo joven y guapa que era su secretaria y actual amante, y lo vieja y amargada que era ella. Mi progenitora había estallado en llanto y el debate había terminado ahí. Estaba furiosa con él por haber dicho aquello, pero también con ella, por dejar que le afectara de esa forma. Los días siguientes fueron terribles. Mi madre parecía una zombi. Cuando no podía más me encerraba con Rita en mi habitación o en la suya para no verla sollozar y auto-compadecerse y no terminar discutiendo y empeorando aun más las cosas. También me apoyé en Julio desahogando con él las cosas que no podía decirle a mi madre. Uno de esos días en que mama vagaba por la casa como un anima en pena y mi novio había venido a verme perdí la paciencia. Fui hacia ella y le dije todo lo que pensaba. Le dije que aquello no podía herirla así, que no necesitábamos a aquel cabrón en absoluto, que ella era una mujer joven y bella, que si él se tiraba a su secretaria ella podía hacerlo con alguien más joven, con Julio por ejemplo.

-¡No digas tonterías!-me espetó. Le recordé que se masturbaba pensando en él, que hasta le hizo una paja en la playa. Ella no sabía que yo lo sabía, así que se quedó perpleja -¡Estás loca! – me dijo finalmente a falta de argumentos mejores. No pude más y me fui llorando seguida de Rita que trataba de confortarme. Me costó unos minutos serenarme y acordarme que habíamos dejado a Julio a solas con mi madre en medio de semejante follón. Me sequé las lágrimas y cogida de la mano de mi hermana volvimos a la habitación de mi madre. Pensaba que tendría que rescatarlo de una situación violenta. Mientras nos acercábamos me extraño oír unos gemidos. La puerta estaba abierta y en la cama, despreocupados de nosotras, mi novio y mi madre se besaban. Rita y yo nos quedamos petrificadas. Noté que me apretaba la mano. Mis bragas se humedecieron y creo que las suyas también. Julio le chupaba los pezones a mi madre. Esas tetas de las que mi hermana y yo habíamos mamado estaban ahora en sus manos y en su boca. Siguieron desnudándose y besándose, ignorándonos por completo. Ahora ella le chupaba la polla. Noté que Rita se pegaba mucho a mí. Mi madre lamía esa verga que mi hermana y yo habíamos mamado antes. Mama colocó a mi novio sobre ella e hizo que le penetrara. Mi hermana y yo nos abrazamos. Estuvimos mirando hasta que acabaron, después les dejamos solos y fuimos a mi cuarto. Estábamos muy calientes. Rápidamente nos desnudamos y comenzamos a masturbarnos. Pronto noté su manita en mis pechos, la correspondí con la mía y estuvimos un rato haciéndonos un dedo y tocándonos las tetas. En un momento dado no me pude aguantar y me tiré sobre ella. Nos besamos y mi mano sustituyó a la suya entre sus piernas. Ella me correspondió y nos pajeamos la una a la otra mientras nos comíamos las bocas. Nuestros senos se rozaban. Me estaba volviendo loca de gusto… ¡con mi propia hermana! Nunca antes me habían excitado mujeres ni mucho menos de mi familia, pero en aquellos momentos estaba derritiéndome. Encajé mi muslo derecho en su vulva de modo que le quedó el izquierdo en contacto con la mía y comenzamos a frotarnos. Primero despacito, cada vez más fuerte. No sé como mama y Julio no se enteraron, nuestros gemidos cada vez eran más altos y el olor a sexo inundaba la habitación. Así nos corrimos, mojando nuestras piernas.

Al día siguiente en lugar de culpabilidad todo eran sonrisas. Me llevé a Julio aparte y le pregunté: ¿Sigues siendo mi novio, no? ¿No te enamoraras ahora de mi madre?

No seas tonta, se limitó a contestar y nos besamos. Eso me bastó para quitarme los celillos que a pesar de mi convencimiento de que aquello era una buena idea me habían entrado. Esa mañana fuimos de nuevo a la playa nudista. Esta vez nos bañamos los cuatro. Mi hermana y yo empezamos a meterle mano a Julio como en broma. Mi madre nos miraba divertida y murmuraba: estáis locas. De repente se me ocurrió algo: Repetid lo de la paja, que lo veamos Rita y yo. Mama rió. Lo que digo, locas de remate. La playa estaba desierta así que cuando ella puso la escusa de que podían sorprenderlos protestamos las dos. Él, como de costumbre no decía nada, en espera de cómo se desarrollaran los acontecimientos. Tanto insistimos que al final se acercaron insinuantes el uno a la otra. Después de su noche de pasión los dos lo estaban deseando. Mi madre le agarró la polla empalmada por nuestros juegos de antes y se la meneó. Luego se besaron como la otra vez. Rita y yo nos tocábamos bajo el agua sin que ellos, que estaban a lo suyo, se dieran cuenta. Antes de que él se corriera pararon y ella lo abrazó facilitando la penetración. Mi hermana y yo reímos y los jaleamos mientras follaban. Se besaban como locos y las tetas de ella chocaban contra el pecho de él. Era muy excitante mirarlos. Mi hermana me metía el dedito por el coño y yo a ella le frotaba el clítoris. Queríamos besarnos pero mi madre no lo hubiera entendido, ya era un milagro que se estuviera follando a mi novio delante de nosotras. Nos corrimos casi a la vez que ellos y volvimos a la orilla.

Esa misma noche estábamos los cuatro viendo una película con la sabanita en el regazo, como el día de la metida de mano. No necesité que una escena me pusiera caliente para acariciarle la polla a mi novio como en esa ocasión, pero esta vez ya sin disimulo. Él, por su parte, no necesitó tampoco que yo le incitara para meter la mano entre las piernas de mi madre. Esta reía y no paraba de repetir que estábamos locos, pero se la veía más feliz que en años. Mi hermanita nos miraba con envidia sin poder participar, hasta que no se le ocurrió otra cosa que meter la cabeza dentro de la sabana y chuparle la pija a Julio. Estaba sentada al lado de mi madre, así que para llegar hasta su objeto de deseo se recostó sobre de ella, de modo que cuando bajaba la cabeza para meterse la polla de mi chico del todo en la garganta sus pechos rozaban los muslos de nuestra progenitora. ¿Qué hacéis locas? Preguntaba riendo mientras Julio le metía los dedos en el coñito y Rita y yo, que la imité, le comíamos la polla a nuestro macho. Mama no perdía detalle de la doble mamada alucinando ante el que algo así se pudiera hacer. Julio giró la cabeza y comenzó a morrearse con su futura suegra. Luego le quitó la blusa y se puso a comerle las tetas. Cuando ya no aguantó más se levantó apartando nuestras bocas de sus genitales, agarró a mi madre de las piernas, haciendo gala de una iniciativa desconocida en él hasta entonces y se la metió de un golpe. Mi madre se volvía loca mientras mi novio se la follaba delante de nosotras. Me desnudé, froté mis tetas contra el brazo de nuestro semental y le besé profundamente, metiendo mi lengua hasta su garganta. Rita hizo lo mismo desde el otro lado, lo que no impedía que siguieran follando, bajando un poco el ritmo para chuparnos Julio la lengua a mi hermana o a mí alternativamente. Al cabo de un rato nos separamos de él para masturbarnos a gusto ante ese espectáculo de porno en vivo que nos estaban dando. Ellos aprovecharon para acelerar las embestidas y joder cada vez más duro. Mi madre estaba en la gloria y yo era feliz viéndoles. Estuvieron así un rato hasta que los vimos llegar al orgasmo casi a la vez. Nosotras también disfrutamos con nuestros dedos.

Después de aquellos acontecimientos me sentía preparada para perder mi virginidad. Mi madre ya había disfrutado, ahora me tocaba a mí. Para el siguiente fin de semana les pedí a las dos, ella y mi hermana, que nos dejaran a solas a Julio y a mí. Preparé una cena romántica y compré condones. Lo tenía todo preparado. Él comprendió que había llegado el momento y cuando terminamos de cenar me llevó a mi cuarto en brazos mientras nos besábamos. No hizo falta hablar, los dos sabíamos lo que iba a suceder. Me tendió en la cama y se desnudó. Comenzó a besarme despacio, deleitándose. Nos mordíamos los labios, nuestras lenguas se juntaban. Siguió besándome por el cuello, bajó hasta mis senos y los chupó, desprendiéndome de la blusa y el sujetador. Rodeó mis pezones con la lengua mientras me amasaba las tetas, los besó, los succionó… solo con eso ya me dejó al borde del orgasmo. Luego bajó por mi vientre, jugó un rato en mi ombligo haciéndome cosquillas y llegó hasta mi monte de Venus. Aspiró el aroma que salía de entre mis piernas y decidió besarme los muslos. También me mordió las rodillas a la vez que yo, con mis pies, le acariciaba el miembro erecto. Volvió a subir la lengua por mis piernas, esta vez entrando por la cara interna de mis muslos. Llegó a las ingles y las acarició con los labios. Yo a esas alturas ya estaba deshaciéndome en sus caricias y besos. Me pasó la lengua por la vagina, la metió dentro y la movió de un lado a otro. Estuve a punto de explotar. Luego me lamió el clítoris, lo empapó de saliva, lo rodeó con sus labios y lo aspiró. Aquí ya no pude más y me corrí en su boca. Agradecida le besé y noté el sabor de mis flujos en sus labios. Dispuesta a retribuirle le tumbé sobre la cama y fui yo ahora quién le besó en el cuello. Bajé la lengua por su cuerpo hasta llegar a su pene grueso, erecto, magnífico. Le di besitos en la punta mientras lo sujetaba por la base. Al tacto de mi mano lo noté caliente, palpitante… Se la había comido muchas veces, pero esta era especial. La lamí de la punta a la base, le chupé los huevos y, finalmente, me la metí en la boca, la rodee con la lengua y me puse a mamar. Lo hacía como si me fuera la vida en ello, le acariciaba los cojones y succionaba su polla como si fuera a extraer el más preciado manjar. Al cabo de un rato tuve que pararme porque noté que si no se iba a correr y quería que me la metiera, que me desvirgase. Nos besamos de nuevo tiernamente, otra vez me mordió las tetas y me acarició la entrepierna. Me tumbé sobre la cama y separé los muslos. Él acercó la polla a mi vulva y la pasó por mis labios vaginales, luego golpeó mi clítoris con su glande. ¡Vamos, métemela ya!, rogué. Sonrió y me metió la puntita. Lo hacía despacio. La metió un poco más y notó la resistencia. Empezó a dolerme un poco, pero se podía aguantar y estaba muy excitada. Empujo un poco y ¡chas!, ya no era virgen. Unas gotitas de sangre resbalaron por mis muslos. La metió entera y la dejó quieta. Poco a poco me fui acostumbrando a ella y el dolor dejó paso al placer. Comenzó a moverse muy lentamente, era genial, estaba en la gloria. Fue acelerando el ritmo, haciéndolo cada vez más deprisa. Mientras me tocaba las tetas y me besaba. Cada vez le daba más duro, más rápido, más fuerte. Nos corrimos a la vez, fue fantástico, grité su nombre hasta que su lengua en la mía me hizo callar.

Después de esa maravillosa primera vez follábamos tanto como podíamos. Me había hecho celosa y ya no le dejaba tirarse a mi madre ni juguetear con mi hermana: lo quería solo para mí. Pasamos unas semanas como de luna de miel haciendo el amor en cada ocasión que se nos presentaba, contando con la colaboración de mi familia a la que no le importaba dejarnos solos cuando lo necesitábamos. Un día estábamos en la faena cuando con el rabillo del ojo observe a alguien espiarnos. Era mi hermana de nuevo. Desde que había perdido la virginidad la tenía desatendida, nada de sesiones masturbatorias las dos solas y, por supuesto, no la había dejado acercarse a mi novio. Me dio pena y busque con la mirada la aprobación de mi hombre, que también había reparado en su presencia. Él asintió así que la dejé pasar. En aquellos momentos estaba cabalgando sobre él. Atraje a mi hermana hacia mí y la besé. Nuestras lenguas se rozaron mientras tenia aun el pene de Julio dentro. Entonces le susurre al oído a Rita que le besara. Así lo hizo mientras yo seguía montándole. Noté que su polla crecía más en mi coño. Se comían las bocas con pasión. Ella se fue desnudando y ofreciéndole los senos para que los besara y el chochito para que la masturbara. Caí sobre ellos y juntamos las tres lenguas mientras nos corriamos. Repetimos esta especie de tríos en los que mi novio me follaba a mí y hacía correrse a mi hermana con los dedos o la boca un par de veces. También un par de días que no podía estar con Julio acabé masturbándome con mi hermana mientras veíamos la película porno que se había dejado mi padre, como solíamos, o ante el relato de mi pérdida de la virginidad, en que yo no le ahorraba detalles, explicándole explícitamente lo que se sentía cuando una polla te horadaba el coño. Fue en una de esas ocasiones, mientras simulaba que mis dedos eran la polla de Julio y el coño de mi hermana era el mío y la hacía correrse susurrándole guarradas al oído, cuando comprendí que aquello tenía que pasar. Igual que se había follado a mi madre, mi novio debía follarse a mi hermana.

El siguiente fin de semana hablé con él. Es sobre mi hermana, le dije. Quieres que me acueste con ella, interrumpió él. No hay problema. Casi me molestó que pusiera tan pocas resistencias, después de lo que me costó que lo hiciera con mi madre, pero debo reconocer que se veía venir. Además, una vez derribas las barreras, y nosotros ya las habíamos derribado, todo es más fácil.

Recuerdas que tu novia soy yo, ¿verdad?, le dije algo picada. Claro tonta. Eres tú la que ha venido a pedírmelo. Era verdad, no podía negarlo. De igual modo fui a hablar con Rita. Es mi novio, le dije. No va a ser el novio de las dos, ni nada parecido. Tú tendrás pronto tu propio novio. O novia, lo que más te guste. Julio es el mío. Solo vamos a compartirlo por ahora. Para que sepas lo que es tener una polla dentro. Ella asintió en silencio y me besó en los labios. La hice entrar en mi habitación donde mi chico nos esperaba. ¿Queréis que os deje solos? No, se apresuró a responder ella. Quédate. Él no opuso ninguna objeción así que me quedé mirando a un paso de distancia mientras se besaban. Se habían comido las bocas otras veces, pero se notaba que aquella ocasión era especial. No hablaban, solo se acariciaban y se mordían. Se fueron desnudando y yo empecé a tocarme entre las piernas. Estaba excitada de verlos. Él le lamía ahora los pezones a ella. Luego fue bajando la lengua hasta llegar a su coñito. Chupó un rato e hizo que ella se estremeciera, pero no llegó a correrse. Después ella le chupó a él. Lo hizo por todo el cuerpo, hasta llegar a su miembro erguido. Le dio besitos en la punta, se lo metió entero en la boca. Le había enseñado bien. Cuando se tendió sobre la cama con los muslos separados y él acercó su pene a los labios de su vulva, Rita extendió la mano hacia mí. Se la cogí y me la apretó fuerte. Quería compartir esto conmigo y eso me emocionó. Quería mucho a mi hermanita. Julio se la metió con delicadeza. Su experiencia conmigo le sirvió para hacerlo aún mejor. Se estaba convirtiendo en un experto. Cuando noté que ella disfrutaba no pude más y me llevé su mano al coño para que me lo tocara. Ella lo entendió y me metió el dedito como ella sabía, como a mí me gustaba. Mientras follaban no dejaban de besarse. Sus lenguas bailaban al ritmo de sus embestidas. Nos corrimos los tres a la vez. Una lágrima le caía a Rita por la mejilla. La besé con pasión. Después a él. Me tumbé con ellos y quedamos allí abrazados.

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