Cuando cumplí los 18 me fui a vivir a casa de Rita. María y Julio me ayudaron en la mudanza. ¿De verdad te parece bien que viva con tu hermana?, le pregunté a mi “cuñada”, recordando que en mi casa había tenido que fingir que iba a compartir piso con una amiga por aquello de repartir los gastos, para evitar una tragedia. Claro, tú la haces feliz y eres un encanto. Rita tiene suerte. Dicho esto me cogió por la cintura y me dio un sonoro beso en la mejilla. Había que ver que diferentes eran nuestras familias. Los críos esperaban en casa, Sandra, la mayor, de apenas unos meses más que su primo, José, el hijo de Rita, el niño de mis ojos, y Javi, al que María y Julio acababan de adoptar. Cuando completamos la mudanza acostamos a los niños y cenamos todos juntos. Me sentía feliz. Cuando nos despedimos Rita besó en la boca a su hermana y su cuñado, como tenían por costumbre. Julio me besó en la mejilla, pero María me dio un piquito en los labios también, cosa que no solía hacer. No me importó, eso quería decir que nuestra confianza aumentaba, que ya era como de la familia. Durante la cena me había fijado que llevaba un escote muy seductor. María era una mujer preciosa y carismática, de pelo castaño rizado, ojos oscuros y curvas sinuosas.

¿En tu familia siempre os habéis saludado con un beso en los labios?, le pregunté a Rita. ¿Estás loca? Cuando mi padre estaba en casa éramos una familia conservadora, como la tuya. Cuando nos abandonó… bueno, las cosas cambiaron… no de golpe, al principio sufrimos mucho. Luego llegó el desenfreno sexual, Julio se acostó con mi madre, luego con María, luego conmigo, esa época fue un poco loca… recuerdo una película porno que mi padre se dejó, solía verla con María. Sonará un poco raro, pero era de las pocas cosas que teníamos de papa, aunque la pornografía no sea lo que te debe recordar a un padre, je, je… La escena que más nos gustaba, que veíamos una y otra vez, era un trío de dos actrices con un tío. Ya sabes, un pene gigante y cuatro tetas de silicona, pero que las tías se dejaran follar por un tío y a la vez se besaran entre ellas me ponía. Entonces no sabía por qué. Una vez… ya habíamos comenzado el tonteo con Julio, pero las dos éramos vírgenes aún, estábamos viendo la película y, no recuerdo quien tomó la iniciativa, pero de pronto con una manos nos estábamos masturbando y con la otra nos tocábamos las tetas… fue brutal.

La historia me dejó tan cachonda que esa noche tuve tres orgasmos en su boca. Imaginar el despertar al sexo de las dos hermanas, masturbándose juntas, rozando la barrera del incesto, tocándose, ayudándose a llegar al orgasmo, me ponía a mil. Desde entonces cada vez que veía a María recordaba la historia y me excitaba. Ella, además, estaba muy afectuosa conmigo y me abrazaba y besaba a la menor ocasión. Una vez que trajinábamos las tres en la cocina de su casa, preparando la comida, una mañana de domingo en que habíamos quedado a comer con a familia, la ayudé con la ensalada y para agradecérmelo me dio un beso en los labios, esta vez más intenso que otras. Pero que preciosa eres, dijo como en broma. Eh, que es mía, saltó Rita agarrándome por la espalda. Bueno, pero puedes compartirla, dijo María frente a mí. Al fin y al cabo yo compartí a mi marido contigo. Eso es verdad, tuvo que conceder mi novia. Parecía que no hablaban en serio, pero, ¿cómo saberlo? Yo estaba entre las dos, con las tetas de Rita pegadas a mi espalda y sus brazos rodeándome y con su hermana ante mí, muy cerca, aun con el sabor de sus labios en los míos. Que hablaran de mi de esa manera me excitaba muchísimo. Está bien, dijo mi “dueña”, puedes darle un besito, y añadió en mi oído, como en un susurro: ¿quieres que te de un besito? Yo asentí y María me besó. Este fue un morreo en toda regla. Nuestras lenguas se juntaron mientras su hermana me sobaba las tetas desde atrás. Julio pregunto si ya estaba la comida, nos separamos y seguimos a lo nuestro. Ellas parecían muy tranquilas y risueñas, yo anduve como en una nube, torpe y con el chocho hecho pepsicola todo el día. Esa noche no dejé a Rita en paz durante horas, pidiéndole una lamidita tras otra para calmarme.

Unas semanas después Rita me anunció que tendríamos una noche de chicas con su hermana. Después de lo que había pasado no se qué significaba eso exactamente. Julio se quedaría con los niños y saldríamos por ahí, hasta ahí estaba claro, pero, ¿sería una inocente fiesta de amigas o habría algo más? No me atreví a pedirle más explicaciones y me limite a dar mi consentimiento. Esa noche nos pusimos guapas, fuimos a cenar a un restaurante y a bailar a una discoteca. Hablamos de cosas banales, de trabajo, de los niños… y de sexo, siempre terminábamos hablando de eso. En la disco comenzamos modositas, pero poco a poco nos fuimos desatando. Varios chicos nos tiraron los trastos, pero los rechazamos amablemente. Distinto fue cuando nos encontramos con el ex novio y ex alumno de Rita. Me lo presentaron y hablamos un rato. Cuando se fue comenzó lo más fuerte. Nos pusimos a hacer el baile de las falsas-verdaderas lesbianas. Rita comenzó a besarme y yo le devolví el beso. Luego se besaron las hermanas, no un beso casto ni fraternal, se comieron la boca como dos amantes. Se notaba que ya lo habían hecho otras veces. Me excité muchísimo mirándolas. Estaba acostumbrada a las locuras de Rita, por eso la amaba, mi vida se había convertido en una desde que la conocía y era indudablemente mucho más feliz que antes, pero esto me sorprendía de nuevo. La idea de que las hermanas se lo montaran me atraía y asustaba a un tiempo. Cuando acabaron María vino hacia mí. Estaba claro lo que quería y, a decir verdad, aunque me moría de miedo, yo quería lo mismo. Nos besamos apasionadamente. Rita bailaba a nuestro lado. Nuestras bocas se devoraban. Seguimos con bailes sexis y morreos todas con todas un rato, después salimos de allí y cogimos el coche. Rita conducía y María me arrastro con ella al asiento de atrás para enrollarnos mientras tanto. Volvimos a comernos las bocas y nos metimos mano mientras Rita nos decía que le guardáramos algo. Llegamos a casa y fuimos derechas al dormitorio. Las hermanas me desnudaron besándome por todo el cuerpo. No me lo podía creer. Era una locura, pero era maravillosa. Me chuparon cada una un pecho, como compitiendo por ver quién lo hacía mejor. Rita era más diestra, pero María tampoco se las apañaba mal y el morbo que me daba que estuviera allí era superior a todo. Mi chica me agarro las tetas por detrás, como el día del primer beso con María en la cocina, pero esta vez sus tetas desnudas frotaban mi espalda sin oposición y me besaba el cuello. Su hermana me besó como aquel día, acariciando mi lengua con la suya y pegando sus pezones a los míos. Después de morrearnos un rato bajó la lengua por mi vientre hasta mi vello púbico. Rita me acariciaba la entrepierna con la mano derecha mientras con la izquierda seguía restregando mis senos y su lengua iba de mi cuello a mi mejilla, de esta a mi oreja y de ahí a mi boca. María me besó las piernas, luego la cara interna de mis muslos, mis ingles y, finalmente, comenzó a lamerme el coño con entusiasmo. ¿Disfrutas cariño?, me susurró mi amor al oído. Mucho, respondí entre jadeos. Pues ahora veras, amenazó, y bajó la lengua por mi espalda, besándola y lamiéndola hasta que llegó a mi culo. Allí estaba yo, con las hermanas entre mis piernas, una por delante y la otra por detrás, haciéndome disfrutar. Era maravilloso. Acariciaba sus cabellos mientras me metían la lengua por los dos agujeritos a la vez. Supongo que allá abajo ellas se masturbaban la una a la otra mientras chocaban sus pechos y me lamian a mí, no podía verlas bien. Cuando me corrí entre jadeos, con el orgasmo más fuerte que recordaba haber tenido nunca, treparon por la cama hasta tener sus caras junto a la mía. Estuvimos un rato besándonos las tres y acariciándonos el cuerpo. Descansamos unos minutos y Rita me pidió al oído que le comiera el coño a su hermana. Obedecí como una niña buena, poniéndome a ello con el mayor entusiasmo, procurando que disfrutara tanto como lo había hecho yo. Mientras, ellas se besaban y se chupaban las tetas, y Rita le susurraba: ¿te gusta hermanita, te gusta como mi nena te come el chochito? Me encanta, respondía María, me está volviendo loca. Mi chica la abandonó entonces para acercar la boca a mi coño y mi culo y chuparlos alternativamente, frotándome el clítoris con los dedos a la vez. Así me corrí por segunda vez al mismo tiempo que María. Rita se desplomó sobre mi y mientras nos besábamos la masturbé como yo sabía que le gustaba. Su hermana nos miraba sonriente. Cuando terminé con la pajita quedé con los dedos mojados y noté el olor a sexo que inundaba la habitación.

Unos días después a Rita le sonó el móvil: ¿Sí?… hola… a mí también me gustó verte… no sé si sería una buena idea, estoy con alguien… sí, yo también te echo de menos, ja, ja, ja, sí también echo un poco de menos las pollas, pero lo que tengo vale la pena… bueno, vale, te llamaré si cambio de idea, un besito…

¿Quién era?, pregunté enseguida. Mario, respondió, mi ex. ¿Y qué quería?, volví a preguntar. Ella se rió. Pues un polvete supongo, pero tranquila, no voy a quedar con él. Lo normal hubiera sido haber dejado las cosas ahí, pero en nuestra vida ya nada era normal. ¿Y por qué no?, me sorprendí a mi misma diciendo. Es obvio que te apetece. Te dije que podías salir con hombres si querías, con tal de que no me cambiaras por uno. ¿No te acuerdas? Ella me miró extrañada. Sí, me acuerdo, pero aunque pueda, no quiero hacer nada que te haga sentir mal. Sonreí ante esa respuesta y la besé. Te gustan los hombres, tarde o temprano querrás estar con uno, tú misma lo dijiste. No podía creer lo que me estaba escuchando a mi misma proponer. Mejor ahora, luego vuelves y me lo cuentas con detalle. Mientras le decía esto mi mano se había colado en sus bragas. ¡Eres imposible! Me besó y nos reímos. Tal vez solo quiera hablar, sugirió. Sí, y que más, respondí, y reímos de nuevo.

El día de la cita de Rita con Mario, ya no estaba tan segura de que fuera una buena idea. Estuve a punto de volverme atrás y pedirle que no fuera varias veces, pero me contuve. Se arregló como para las grandes ocasiones y nos despedimos con un beso. Estaba guapísima. Mientras la veía marchar pensé que podía estar perdiéndola, pero también era posible que gracias a esto estuviéramos más unidas, que ella sabría que estar conmigo no la obligaba a renunciar a nada, que yo haría lo que fuera para hacerla feliz, como ella me había hecho a mí. Al cabo de un rato sonó el timbre. Al principio creí que era ella, que se había arrepentido, y no me sorprendió darme cuenta que me alegraba por ello. Cuando abrí la puerta, me decepcionó comprobar que no era ella sino su hermana. Hola María. Hola, Rita me pidió que me pasara a hacerte compañía. No hacía falta, pero pasa. La verdad es que no me vino mal que alguien me distrajera de mis pensamientos. Inevitablemente acabamos hablando del trío lésbico de unos días antes. Nunca me habían atraído mucho las mujeres, me soltó, quiero decir que no me repugnan, mi hermana te habrá contado cómo nos masturbábamos juntas viendo la escena del trío, pero me gustan más los hombres, sin embargo contigo no se qué me pasa, que me pones cachondísima… eres tan preciosa… Gracias, murmuré algo sonrojada, entonces ella se me acercó y me besó en los labios. No sé que me paso, pero me lancé sobre ella y le metí la lengua hasta la garganta. Fuimos a la cama y nos desnudamos. Eres tan preciosa, volvió a decir. Tú también eres muy guapa, respondí con sinceridad. Me besó por todo el cuerpo. Para no excitarle mucho las mujeres parecía entusiasmada por estar en mi cama. Llegó a mi coño y me acarició el clítoris con la lengua. No era tan experta como su hermana pero también lo hacía muy bien y me daba muchísimo morbo. Me giré hasta tener su chocho a la altura de mi boca y la retribuí. Fue un sesenta y nueve tremendo. Era extraño tener sexo sin que Rita estuviera presente. Hasta ahora vinculaba el placer sexual a mi relación con ella, pero últimamente parecía como si eso estuviera cambiando. Seguimos retozando en la cama hasta que nos dormimos.

La voz de Rita me despertó a la mañana siguiente: ¿Os lo habéis pasado bien?

¿Y tú?, respondí desafiante. La escena era totalmente la del descubrimiento de un adulterio, su hermana y yo semidesnudas en la cama y ella de pie mirándonos, pero no había tensión, más bien nos miraba divertida, como si todo lo hubiera planeado ella, cosa que, por otra parte, era lo más probable.

Yo particularmente me lo he pasado de muerte, intervino María, muy tranquila. Muchas gracias por una noche maravillosa, me dijo dándome un beso de tornillo que me dejo sin respiración, tras lo cual se levanto, como si la situación fuera la más natural del mundo, le dio un piquito en los labios a su hermana y comenzó a vestirse.

En respuesta a tu pregunta, sí, me lo he pasado bien, pero estaba deseando volver a verte, me preocupaba como estarías, pero veo que estas esplendorosa. Mientras Rita decía esto, María terminaba de vestirse y nos dejaba murmurando: Julio debe estar preocupado, es tardísimo. Viéndonos solas Rita sonrió y se tumbó sobre la cama a mi lado.

– Buenos días – dijo bajito y me besó despacio.

– Buenos días – respondí – ¿Entonces ese semental te ha metido la polla? – pregunté poniendo vocecita de niña buena.

– Sí, hasta el fondo, era algo que echaba de menos.

– Seguro que acabas por dejarme por uno – volví a la carga.

– No digas tonterías. Y tú no iras a enamorarte de mi hermana – contraatacó ella.

– No – respondí convencida – Ella me da mucho morbo, pero te quiero a ti.

– Pues eso es lo que me pasa a mí con los hombres – explicó ella – Me dan mucho morbo, pero te quiero a ti – Y me besó de nuevo.

– ¿Y qué es lo que te da morbo de los hombres? ¿Qué te metan la pollita? – dije riendo y con vocecita cachonda.

– Sí – aclaró ella – y chupársela – ¿Quieres que te cuente lo que he hecho con Mario? – Sí – respondí en seguida

– Pues mira, primero estuvimos un rato besándonos – y comenzó a besarme mientras lo contaba – Luego me besó por el cuello, por las tetas. Yo le saque la polla, y comencé a chupársela, mira, así… – entonces me puso los dedos índice y corazón de la mano derecha tiesos, como si fueran una polla empalmada y se puso a chuparlos, enseñándome lo que había hecho con el chico – Hazlo ahora tu – me dijo poniendo ella los dedos igual. Yo la imité lo mejor que pude y le hice una buena mamada simulada – mmm, muy bien – siguió diciendo – a continuación me metió la pija en el chochito – y me metió los dedos en la entrepierna como si fueran una polla que intentase penetrarme. Me estuvo masturbando así un ratito mientras me susurraba obscenidades al oído que me ponían aún más cachonda. Luego se puso sobre mí, como en la postura del misionero, y frotamos nuestras vaginas como si ella fuera un hombre. Mientras, me besaba y nuestras tetas se rozaban todo el tiempo. Tuve un orgasmo fantástico.

Las siguientes semanas volvimos a la normalidad. Tuve sexo con su hermana un par de veces más en los siguientes años, y ella quedó con hombres en alguna ocasión, pero nunca significó nada y siempre volvimos a estar juntas sin ningún problema. Los niños crecieron y la atípica familia que formamos se consolidó

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:
jomabou@alumni.uv.es

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *