Sandra:

-¿Has hecho alguna vez un trío?- La pregunta venía de una rubia de infarto, de esas que paran el tráfico y vuelven locos a los hombres, que estaba tumbada boca abajo desnuda en su cama ante mí. El pelo dorado y largo descansaba sobre sus hombros y se extendía a su espalda. Unas nalgas perfectas, redondeadas, tentadoras, sobresalían entre las sabanas. Al hacerme la pregunta me miró con esos brillantes ojos azules que parecían no tener final y se ladeó un poco mostrando un pecho terso, blanquecino, voluptuoso, coronado por un pezón del color de la tierra.

-Sí, respondí al fin. Dos veces.- No me atraían, por lo general, las mujeres, pero aquella tenía el cuerpo más espectacular que había visto en ser humano alguno, cualquiera que fuese su sexo. Era una cruel paradoja que siendo la fantasía erótica de todo hombre fuera lesbiana. Bueno, cruel para el sexo masculino, para las demás lesbianas era una dicha, especialmente para mi tía, que era su pareja, y para mí, que no era lesbiana, pero acababa de disfrutar de ella.

-¿Dos veces? ¿Y quiénes fueron los otros chicos, además de José?

-¿Quién te ha dicho que fuera con José?- miré divertida la cara de perplejidad que se le había quedado y decidí no escandalizarla gratuitamente. Ya tendría ocasión de escandalizarse con la verdad.- Era broma, claro que fue con José. La segunda vez lo hicimos con su amigo Manolo.

-¿Manolo, el chico que viene aquí a veces, su mejor amigo? ¿Y la primera?

-Bueno… la primera vez lo hicimos con Javi.

-¡Javi! ¿Tu hermano?- Ya había conseguido escandalizarla. Me acerque a ella. En el transcurso de la conversación se había dado la vuelta y podía ver su cuerpo en toda su plenitud. Aproximé la cara a la parte de arriba de su muslo, junto a su pubis y lo besé. La cercanía con su sexo mojó el mío. Ese sexo que había tenido entre mis labios minutos antes, que había acariciado con mi lengua hasta hacerlo estallar.- En realidad no es más hermano mío que José…- No sé si fue este último comentario o el beso lo que la enrojeció, pero el color había brotado en sus mejillas. Las acaricié y le di un breve beso en los labios.

-Sí, ya sé que Javi es adoptado- se recompuso ella- y bueno, también que tu padre es el padre biológico de José, pero no sabía que tu hermanito, con el que te criaste, formara parte de vuestros juegos sexuales.

-Tu también te has criado con José y forma parte de los tuyos- contraataqué divertida. Aquí su sonrojo fue ya evidente: estaba roja como un tomate.

-Eres un bicho- dijo riñéndome en broma e intentó hacerme cosquillas. Yo también estaba desnuda y aunque mi cuerpo no es de infarto, como el suyo, tampoco estoy mal. Además soy más joven. A penas tengo 19 años. Ella ya pasa la treintena, pero sigue siendo una diosa. Me reí ante sus caricias y nos besamos de nuevo, haciendo las paces. Esta vez mi lengua se coló traviesa en su boca y se encontró con la suya. Aspiré un poco de su saliva y me quedé con su sabor en los labios. Pese a su fingido enfado yo tenía razón. El único hombre con el que Lorena, que así se llamaba mi acompañante en aquella tarde, se había acostado era con José, mi novio. Eso no me ponía celosa en absoluto (al menos ya no), me alegraba por él. Sabía que era la mayor fantasía de toda su vida y no hubiera podido negársela. Al fin y al cabo llevaba soñando con ella desde que nació. Era la compañera sentimental de su madre, mi tía, lo que la convertía en su segunda madre, podríamos decir. De pequeño le había cambiado los pañales, había crecido adorándola, imaginando su cuerpo desnudo, tratando de rozarse con ella cuando se cruzaban en los pasillos. Al principio, eso me ponía celosa, pero aprendí a aceptarlo. Lo entendía perfectamente. Lorena era un cielo.- Entonces te acuestas con tu hermanito- volvió con el tema.

-Sí, el pobre me quiere mucho, y se sintió desplazado cuando José y yo empezamos a salir. Cuando nos enteramos que era adoptado aún me dio más pena. Sabía que yo le gustaba, habíamos tenido algún roce, ya sabes, y cuando me besaba con José ponía una cara de celos tremenda. Decidí que no pasaba nada por darle algún besito o hacerle alguna pajita.

El llanto de un bebé interrumpió mi discurso. Lorena se levantó, cogió al niño de la cuna y se puso a darle de mamar, sentada ante mí. Era una escena tan bella que me sobrecogió. Me acerqué a ella y la bese por encima de la rodilla. ¿Qué haces?, preguntó divertida. Me alejé de sus piernas y eso la animó a seguir con la conversación: Pero un besito o alguna pajita no es acostarse, hacer el amor…

-Follar sí, te he entendido, la interrumpí riendo, bueno, eso paso cuando José empezó a acostarse contigo y… bueno, cuando concebisteis al niño. Ya sé que yo te di permiso y me parece maravilloso que él y tu hayáis sido padres de esa joyita que tienes ahí, pero en aquel momento me sentí un poco… no sé, me alegraba por vosotros, pero yo me quedé algo vacía- era verdad, quería mucho a ese niño que Lorena devolvía a la cuna, una vez saciado su apetito, y yo misma les autoricé a ambos a concebirlo y tener relaciones, ellos nunca lo hubieran hecho a mis espaldas, me quieren y me respetan demasiado, pero en aquellos momentos… necesitaba cariño, y lo encontré en el mejor amigo de José, que estaba loco por mí, y en mi hermanito, que al ser adoptado, algo más pequeño y el tercero en discordia de nuestros juegos infantiles, se sentía siempre como me sentía yo en aquellas fechas, así que nuestros jugueteos sexuales fueron subiendo de tono hasta que una noche llegamos hasta el final.

-Pobrecita mi niña- dijo Lorena abrazándome por la espalda después de dejar a su bebe arropadito. Sus tetas se aplastaban contra mis omoplatos mientras me besaba la mejilla. Giré la cabeza y nos besamos en los labios. – Debió ser muy duro para ti, fui una egoísta pidiéndotelo.

-Tranquila cielo, me alegro de haber dicho que sí. Tu niño es una maravilla, somos una familia rara pero fantástica.- Nos volvimos a besar. Le acaricié las piernas, se sentó a mi lado y seguimos hablando.- El caso es que Javi y yo nos consolábamos mutuamente y terminamos follando, lo que fue bueno para los dos. Además hice algo con él que no había hecho nunca con José ni, bueno… con nadie… dejé que me la metiera por el culo…

-¿Sí? ¿Te dolió?

-Un poquito, pero fue excitante. Me corrí como una loca. Eso me ayudó a llevar mejor lo vuestro. Como antes acostarme con Manolo o también hacerlo contigo. Fui muy feliz cuando nosotras intimamos.

-Yo también cariño, dijo ella y nuestras manos se entrelazaron. Pero no sé cómo pude gustarte, estaba gorda y torpona.

-Estabas deliciosa, como ahora- me lancé a besarla y caímos sobre la cama. Era verdad que cuando nos acostamos por primera vez Lorena estaba embarazada y tenía la barriga enorme, pero también lo era que aún así estaba para comérsela. Mis pezones se aplastaron contra los suyos mientras le comía los labios y nuestras leguas se juntaban en su boca. Comenzó a hacerme cosquillas y riendo me aparté a un lado.

-Entonces también te acostaste con Manolo. ¿No fue raro siendo el mejor amigo de José?

-Todo es raro en esta familia, respondí encogiéndome de hombros. Sabía, porque José me lo había dicho y yo misma me había dado cuenta, que el pobre chico me adoraba… me sigue adorando, de hecho. Está un poco gordito y no es el mejor deportista, pero es guapo e inteligente. Debería tener más éxito con las chicas, pero no tiene suerte. José me explicó que sufría por su virginidad, por no encontrar a la mujer adecuada para perderla. Pensé que sería bonito ser yo quien se la arrebatara. Ya habíamos tenido algún roce con la aprobación de mi novio, incluso le dio unas fotos mías desnuda para que se masturbara mirándolas. Un día que él había quedado contigo para vuestras “sesiones de inseminación” yo quedé con Manolo, cenamos juntos e hicimos el amor. El pobre chico me dijo que me quería. Yo le contesté que le tenía mucho aprecio. Me dio algo de pena. Fue bonito estar con él. Y excitante. Ser su primera vez me calentó mucho- Mientras contaba esta historia Lorena dibujaba círculos con el dedo en mi vientre, alrededor del ombligo. Se había puesto de lado y sus pechos descansaban graciosamente uno sobre el otro. Cuando dejé de hablar me besó en la mejilla. Luego me metió la lengua en la oreja. Di un respingo y giré la cara para besarla. Su mano mientras tanto había bajado a mi pubis y jugueteaba con el escaso vello que no me había depilado. Acaricié sus senos delicadamente.

-¿Y los tríos?- preguntó de pronto interrumpiendo nuestro magreo.

-Bueno, eso surgió como algo natural. Un día estaba con José viendo la tele. Papa y mama habían salido, pero Javi andaba por su cuarto. Cuando vino a ver qué hacíamos nos estábamos besando. No podéis estar un rato quietos, murmuró, e hizo ademán de volver a su habitación. Ven aquí celosón, le grité para que no se fuera, se acercó al sofá y aproveché para agarrarlo de la camiseta y tirarlo sobre mí. José sabía lo mío con mi hermano, nos lo contamos todo, así que no vi motivo para disimular y comencé a besarme con los dos. A ellos tampoco parecía importarles la situación por lo que parecía. Así lo revelaban sus bultos en el pantalón. Me calenté en seguida. Javi me metía la lengua hasta la garganta mientras mi novio me mordía la oreja, como estabas haciendo tu hace un minuto, luego intercambiaban papeles. Me metían mano por todas partes, no en balde cuatro manos tocan más que dos. Yo tampoco me quedaba atrás y acariciaba sus dos paquetes. Animados me quitaron la ropa y tomaron posesión de mis tetas, una cada uno. Aquello se parecía al paraíso. Como si diera de mamar a gemelos mis dos chicos aprisionaban mis pezones con sus bocas. Deslicé mis dedos en sus pantalones y sus penes surgieron como impulsados por un resorte. Ya sabes cómo es la polla de José, Javi la tiene algo más fina, también deliciosa. Las palpaba las dos, una con cada mano, mientras las suyas recorrían mi cuerpo tocándome por todas partes. Subieron con sus bocas por mi cuello, los dos a la vez, como si estuvieran entrenados. Metieron sus lenguas en mis orejillas como siguiendo una coreografía, luego juntamos las tres lenguas en mi boca, creía que iba a estallar del gusto. José me frotaba el clítoris como él sabe hacer, como a mí me gusta, justo como estás haciendo tú ahora.- Era verdad, Lorena me besaba entre el cuello y el hombro mientras oía mi relato y su mano había encontrado alojamiento entre mis piernas. Primero me había acariciado la cara interna de los muslos con una delicadeza infinita y justo en ese momento me estimulaba el botoncito del placer con maestría. – Javi había regresado a mi pezón izquierdo y José me estaba mordiendo el lóbulo de la oreja- Lorena entonces mordió el mío, yo le pellizqué un pezón porque si seguía así no iba a poder seguir contando mi historia. Su mano abandonó mi sexo mojado y pasó el dedo índice por mi naricilla para que oliera mis propios jugos y luego por mi boca para que los probara. Acarició mis labios con la yema del dedo y luego se lo chupé como un caramelo. Cuando lo deje limpito retomé el hilo de la narración.

– Entre los dos se habían deshecho de mis bragas y Javi me metía el dedo por el culo, como para reclamar su territorio. José se seguía ocupando de mi coño con destreza, se notaba que tenía más experiencia como mi amante. Sus labios habían venido a buscar los míos y nuestras lenguas batallaban. Creí que solo con sus dedos me iban a hacer terminar, así que con gran esfuerzo me despegué de ellos y busqué sus miembros con mi boca. Chupé una, luego otra, las metí las dos en mi boca, las empapé de saliva, les di besitos en las puntas mientras las masturbaba con las manos, volví a chuparlas alternativamente, pajeando la que quedaba fuera de mi boca, jugué con ellas haciéndolas golpear mis mejillas, les lamí los huevos… me divertí a gusto con sus miembros. Al final levanté la vista hacia mis machos, los miré a los ojos con cara de niña buena y observé sus rostros que reflejaban éxtasis. Volvieron a besarme con agradecimiento, peleándose por meter su lengua en mi boca. José ejerció de novio e hizo valer sus derechos penetrándome primero. Estaba muy mojada, entró con toda facilidad. Sus movimientos me volvían loca. A su lado mi hermanito me besaba el cuello, la mejilla, la boca, volvía al cuello, José tomaba su relevo en mi boca… yo seguía con la polla de Javi en la mano y la de su primo seguía bombeándome. En un momento dado nos dimos la vuelta quedando yo encima. Javi ya sabía lo que era metérmela por el culo así que aprovechó un instante en que, desfallecidos, José y yo habíamos dejado de movernos, para apoyar su glande en mi orificio posterior. Me quedé totalmente quieta al sentirlo. Poco a poco su mástil iba adentrándose en mis entrañas. Primero la punta, luego el tronco, finalmente toda entera taladrándome el ano. Sentí dolor, pero también placer, me sentía tan… llena, era increíble. Comenzaron a moverse los dos rítmicamente. Primero despacio, a medida que cogieron confianza más rápido. Creía que iba a estallar. Javi me había agarrado las tetas lo que no impedía que los pezones frotaran el pecho de José, que me besaba extasiado, tratando de unir su lengua a la mía, lo que no era tan fácil con el traqueteo que nos llevábamos. Mi hermanito me besuqueaba el cuello desde atrás, giré un poco la cara para besarle en la boca, luego besé a José, sus pollas seguían embistiéndome, cada vez más duro. Después de unos minutos más exploté en un orgasmo intenso, largo, que parecía no acabarse nunca. José fue el primero de mis machos en correrse, en medio de mi éxtasis. Javi dio un par de sacudidas más y también descargó su jugo dentro de mí. Solo entonces mi orgasmo se apagó. Quedé desfallecida entre los dos.

-¡Guau! Mira que mojada estoy de oírte- y Lorena llevó mi mano a su entrepierna que, en efecto, estaba mojadísima.

-Yo también estoy excitada- me acerqué a ella y la besé. Nuestras lenguas se acariciaron. Moví la mano para hacerla gozar. Ella hizo lo mismo conmigo. Nuestras tetas se rozaban, sentía sus pezones tocado los míos. Le metí un dedo en el chochito. Luego otro. Ella me frotaba el botoncito con energía. Me estaba haciendo volar. Cambié de posición y busqué su clítoris con mis labios. Mi coño quedó a su alcance y ella se puso a lamérmelo con habilidad. Estábamos en pleno 69 y el olor a sexo y los gemidos llenaban la habitación. En ese momento se abrió la puerta y una voz con un tono de asombro más que de enfado dijo:

-Pero… ¿Qué está pasando aquí?

Saqué la cara de entre las piernas de mi diosa y miré al intruso. Hola José, me limité a contestar…

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