-REC-
Una cámara escondida en lo más recóndito, muestra un reloj indicando las ocho y media de la noche, apunta luego la puerta de una habitación llena de peluches, numerosos portarretratos con forma de corazones, bonito alfombrado, bien ordenado, en fin, el cuarto de una típica adolescente, dicha puerta se abre;
Una jovencita vestida de colegiala entra presurosa con un vaso de agua en mano, cierra la puerta y la asegura. Reposa sobre la misma, su rostro está empapado de sudor, brillando a la luz blanca y potente del fluorescente que ilumina desde el techo. Da unos pasos rumbo a la cama, lanza su mochila, desprendiéndose de su camisa de escolar, lanzándola al suelo, quedándose así con una remerilla blanca que denotaban el buen tamaño de sus senos y marcaba sus aureolas, desnudando su ombligo.
Su rostro está ciertamente raro, sus rojizos y ondulados cabellos se dispersan tras ella, algo le sucede. Tiene la certera sensación de que en su entrepierna se está dando una placentera revolución. No es la primera vez que siente aquello.
Se sienta sobre la cama, reposa el vaso en la mesita de luz, cierra los ojos y muerde sus labios, la impresión de calentura la invade desde su feminidad, recorriéndole la columna, explotando luego en su pequeña boca que traduce la sensación en un leve gemido de placer. Le encanta sentir aquello. Ella no sabría explicar esos ataques que suele tener.
Ya no daba más, llevó sus manos bajo las finas telas de la remerilla y empezó a palparse con las yemas de sus dedos las aureolas que de a poco rebosaban y se notaban estallando por los tactos.
Leves lágrimas llenas de placer surcan sus rojizas mejillas, la sensación era tremenda, bordeaba los costados de sus senos, palpándolos levemente, amasándolos juntos, subiéndolos y bajándolos, le encantaba por lejos. En aquella habitación ella no era la chica tímida del colegio con contados amigos, no era la nena de su padre, en aquel cuarto, ella se era el ser más sensual del mundo.

Seguía manoseándose, haciendo movimientos circulares. Decide quitarse la tan ajustada remerilla de algodón, revelando así unos pequeños pezones rosados alojados en sus dotados senos. Vuelve una mano a la mesa de luz, agarra un cubo de hielo que estaba en el vaso, y con dicho objeto, recorre placentera las aureolas, la sensación del frío invadiéndola la hicieron tiritar. Vuelve a morderse los labios, gime mientras sigue con los indecorosos movimientos circulares del cubo. Suspira, las lágrimas de placer siguen corriendo.
Vuelve a levantarse, extrae los zapatos, y luego, con total delicadeza las medias. Baja las manos dentro de la falda a cuadros del colegio religioso en donde cursa ya el último año, extrayendo su blanca ropa interior, lo palpa, sus sospechas quedan más que confirmadas, desde hace cuestión de minutos está con bastantes sensaciones que hicieron de dicha ropa impregnarse de los jugos de placer que su cuerpo osó de derramar. Lo palpa, lo huele, arruga el rostro, todavía le repugna, todavía.
Baja la falda, alza una pierna, luego la otra, y ya está sumida en bella desnudez. De su feminidad se notan los líquidos levemente, esa sensación la acosa desde que tiene memoria. Excitante sensación.
Sube a la cama, decide colocarse en perruna posición, sabe que nadie la ve, por lo que decide utilizar su cuerpo como le plazca. Arquea la espalda, y lleva un brazo bajo ella, dirigiéndolo a su sexo. Siente los vellos, con dos dedos bordea su vagina, empezando una lenta pero satisfactoria masturbación. Su ritmo se mantiene, pero de su boca salen dulces gimoteos. Se mueve para adelante, pegando su cabeza contra la cabecera de la cama, vuelve a moverse para atrás, y así sucesivamente, imaginándose ser dulcemente penetrada, siempre sumida en su auto-placer inflingido en sus ya expertos dedos que continúan con la rítmica vibración, aumentando el placer, los gemidos… las lágrimas.
Decide ir un paso más delante de lo que ya había experimentado. Recorre con el índice los labios vaginales hasta el final, lentamente lo introduce. Su rostro es la clara muestra de estar haciendo las cosas demasiado bien. No es su primera vez, desde muy pequeña ha sentido estas sensaciones, incluso ha creído que se había desarrollado más rápido que sus compañeras.
Retorcía sus muslos, aprisionando la mano allí, quien seguía metiendo en lo más profundo el dedo, haciéndola vibrar fuertemente, su punto G se hincha, palpita, le encanta, como una corriente eléctrica recorriéndola, uniéndose en su sexo, y explotando en un intenso chillido de placer.
Se había llegado, sus gritos eran acallados con su puño que mandó en la boca, a fin de que su padre, un viudo de más de 50 años, no la escuchase. Cayó en la cama totalmente agotada. Pero la sensación no se iba, por el contrario, estaba más y más ardiente en su vellosa intimidad.
La jovencita estaba cansada a tan sólo minutos de haber comenzado, pero ni aún así se sentía satisfecha, estaba harta de poder llegarse solo tras horas de auto-placer, algo en ella le decía que debía continuar hasta el final, y pese a que nunca quiso seguir, siempre caía rendida en las garras del goce, continuando con sus ardientes manoseos y juegos. Nunca entenderá a su ardiente cuerpo, siempre deseando placer.
Se vuelve a dirigir a la mesa de luz, agarra el vaso de agua fría. Se dirige a una esquina de su cuarto, y casi sollozando, se derrama el vaso desde el rostro, recorriéndole las aguas por todo el cuerpo, esperando que aquello aplaque sus ansias de sexo. Cayó arrodillada y con el rostro más y más sumido en lágrimas; las aguas no hacían efecto, nunca lo hacían, siempre seguía aquel ardiente deseo de ser fieramente penetrada. No pudo más, y dirigiéndose al armario, consigue un consolador rosado transparente de plástico.
Volvió a la cama, sentándose con la espalda pegándose en la cabecera, abriendo lentamente las ya mojadas piernas, meciéndose mansamente el aparejo. Metía apenas unos centímetros, más… más… sus ojos se cerraban fuertemente, no quería abrir la boca, sabía que si lo hacía estallaría en armonioso chillido de júbilo. Dirigió un dedo a la base de aquel aparato, encendiéndolo, empezaba a vibrar ahora dentro de ella.
No daba más, con un elemento de placer haciendo de las suyas, cayó impotentemente en otro grito de placer. Se retira el consolador de entre las piernas, lo observa; totalmente mojado. Y vuelve a sollozar, sabe que lo quiere probar, lo desea fervientemente, lo mira, lo acerca a sus labios, ofreciéndole un leve lengüetazo. Otro más, uno más fuerte y ya se la metió en la boca, lo lengüeteaba tan bien como podía, sintiendo sus propios jugos mezclarse con sus salivas y lengua en aquella pequeña cavidad bucal. Las lágrimas seguían surcándola, la tristeza la invadía por que no veía forma de frenar esa sensación que siempre toma las riendas de su ser, pero por sobre todo por que le gustaba, continuaba lamiendo con más intensidad el consolador con los ojos ya cerrados, lo único que se escuchaba de aquella lujuriosa habitación eran los sonidos de chupadas que la joven se arriesgaba a hacer. Era el único sonido…
 
-STOP-
-Su hija es hermosa señor.
-Gracias. Pon a retroceder la cinta
-Ella siempre es así?
-Sólo cuando le adhiero esto a su cena –le muestra un paquete
-Una droga?
-Digamos que le levanta el ánimo…
-Conque eso la pone así?.-y el muchacho observa nuevamente la azulada pantalla, la jovencita sigue succionando con fervor y el rostro sollozante.
-Así es. Su costo vale la pena. Quiera o no, se pone así, y nada detiene sus ansias.
-Mmm… Este video tendrá éxito señor.
-Lo crees?
-Bueno, no creo que supere la grabación de cuando perdió la virginidad con su novio, o cuando tuvo su primera masturbación hace años.
-Mi preferido fue la ducha que se tomó hace unas semanas, cuando logró meter tres dedos.
-Y una de las mías también. Algún día le dirá que la filma?
El hombre sonríe, saca el video, entregándola al muchacho.
-Con las ventas masivas en el mercado negro y Asia, más todo el dinero por delante… lo dudo, no creo decírselo nunca.-le entrega el video.
-Cómo llamará a este capítulo señor?
El padre sonríe;
-Encárgate tú del título…
 
-EJECT-
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