Por su culpa.
Nos tomamos el viernes de fiesta para disfrutar de unos días de vacaciones por delante. Mi marido y yo lo planeamos todo para dejar al chico con los abuelos durante el fin de semana y retomar así un poco nuestra abandonada vida conyugal. Hacía un tiempo que no teníamos relaciones y ambos pensábamos que nos vendría bien cambiar de aires.
Reservamos una habitación de hotel en primera línea de playa. Lo cierto es que era ideal, la habitación la había reservado mi marido y había logrado sorprenderme. Era como un mini apartamento, tenía una amplia terraza, una especie de recibidor donde había una tele y un sillón, disponía también de una especie de coocking corner, y hasta jacuzzi en el baño.
.-“Cariño, esto te habrá costado un ojo de la cara” le dije al ver la habitación.
.-“Bueno…, pensaba aprovechar bien la estancia” me respondió con cara de salido.
Lo mejor del hotel es que tenía acceso directo a una pequeña calita, y aunque no era la mejor playa del mundo, era más que suficiente. Había algún que otro árbol, y entre las dunas brotaban luchando con la arena alguna que otra hierba y matorral. Se notaba que como aún no era temporada alta, estaba algo descuidada por parte del ayuntamiento. Como digo no era la mejor playa del mundo, pero era más que suficiente para tomar el sol, que el hombre del tiempo prometía para esos días.
Para los que no me conozcan decir que me llamo Sara, y tengo treinta y un años. Si queréis saber más sobre mí podéis visitar mi blog, cosa que me haría muchísima ilusión.
Habrás podido comprobar pinchando en el enlace que hay alguna foto mía colgada en el blog. Espero que te gusten. Pero a lo nuestro…
Como iba diciendo llegamos un jueves a la noche, teníamos aún todo el viernes, sábado y el domingo de regreso. Un botones llevó nuestras maletas hasta la habitación y nos explicó algunas de las comodidades de las que disponía la mini suite.
Recuerdo que tras marchar el muchacho decidí darme una ducha, lo necesitaba después del largo viaje. Cuando salí del baño mi marido estaba dormido, todavía vestido con la ropa de viaje sobre la colcha de la cama. Si hay algo que no soporto nunca de esa escena, es la imagen de sus pies con calcetines negros sobre la cama. ¿Tanto cuesta quitarse los calcetines?. Sabe que lo odio, y aún así sigue sin hacerme caso.
Quise excusarlo pensando que él estaría más cansado que yo de conducir durante todo el viaje, y de haber trabajado hasta el último momento. Así que tras el codazo pertinente ambos caímos dormidos rendidos enseguida.
A la mañana siguiente del viernes un sol espléndido iluminó el dormitorio. Me levanté como de costumbre en nuestro hogar, a preparar los desayunos en el coocking corner. En noches de primavera agradables, suelo dormir con braguitas de esas con tiras a los laterales y en camiseta de tirantes finos. No sé porqué me encontraba especialmente eufórica esa mañana. Era de esos días en los que tienes el presentimiento de que todo va a salir bien. Desperté a mi marido con un par de besos y pese a sus gruñidos habituales, no dejé que decayera mi buen estado de ánimo. Cuando vino a desayunar yo ya había terminado.
.-“¿Sabes que me apetece?” le pregunté risueña.
.-“Sorpréndeme” dijo rascándose su entrepierna por encima del pantalón del pijama mientras bostezaba. Realmente que siempre que se despierta así, me parece un oso desperezándose.
.-“Me apetece ir a la playa a tomar el sol” dije mientras le daba un pico en la boca y me disponía a ir al dormitorio a deshacer la maleta en busca de mis bikinis.
.-“No sé porqué me lo suponía” escuché que musitaba desde la cocina.
Recuerdo que fui colgando mis vestidos y los polos de mi marido, así como recogiendo y repartiendo el resto de la ropa. Hasta que le tocó el turno a mi ropa interior y entre ella mis bikinis. Me sorprendió que no fuesen las prendas que aparté y dejé a última hora sobre la cama de nuestro dormitorio para que mi marido terminase por hacer la maleta, antes de que yo regresase a casa y partiésemos inmediatamente. Prácticamente toda la lencería que había escogido y cambiado mi marido en el último momento, eran bragas tipo brasileñas y tangas de lycra a juego con los sujetadores todos push-up.
.-“Adiós a la comodidad de mis braguitas de algodón y sujetadores sin aros”, pensé para mí mientras deshacía la maleta. En cierto modo me hizo gracia y me alegré, al parecer mi marido venía con ganas de verme sexy y esa era su peculiar forma de decírmelo. Todo hacía indicar que ambos estábamos deseosos por cumplir con nuestras olvidadas obligaciones conyugales.
Lo que me sorprendió tras deshacer toda la maleta, es que no encontré los tops de mis bikinis, tan solo hallé la parte inferior correspondiente a mis braguitas.
.-“¡¡Cariño!!, ¡recuerdas donde pusiste mis bikinis en la maleta. No encuentro los sujetadores!” le grité desde el dormitorio de espaldas a la puerta.
.-“Tal vez los olvidé” dijo mi marido sorprendiéndome por detrás mientras me abrazaba y me hacía algunas cosquillas en plan  mimoso.
.-“No en serio, ¿dónde los has puesto?” dije mientras trataba de zafarme de él.
A lo que él me impedía darme la vuelta, y durante el forcejeo del jueguecito, aprovechaba para refrotarme su miembro entre mis nalgas, y al mismo tiempo para sobarme las tetas por debajo de la camiseta que llevaba.
.-“Los dejé en casa” dijo como si no hubiese hecho nada malo, y continuaba metiéndome mano.
.-“Eres un pulpo” dije apartándolo de un culetazo. Pude notar que la tenía medio morcillona.
Esta vez mirándolo muy seria a los ojos frente a frente le pregunté de nuevo:
.-“¿D ó n d e   e s t a n   m i s   t o p s?” deletreé muy despacito, alto y claro, dando a entender mi cabreo.
.-“Vamos cariño, no te enfades, era una pequeña sorpresa” dijo poniendo carita de cordero degollado. “Sabía que querrías tomar el sol, y a mí me apetecía verte en top less. Por eso olvidé intencionadamente tus sujetadores en casa. Hace tiempo que no tomas el sol como cuando éramos novios. Entonces te gustaba incitarme. Recuerdas el efecto que provocabas en mi.” Y nada más decir esto, se dirigió hacia el armario, rebuscó entre un bolsillo de su chaqueta, y sacando un pequeño sobre como en papel de regalo me lo dió y dijo:
.-“Ten, lo compré pensando en ti” y dejó en mis manos el inesperado regalo. Yo en esos momentos me lo hubiese comido a besos. Me encanta cuando se pone adulador.
Abrí el regalo ilusionada. Nada más quitar un par de celos pude comprobar que se trataba de la braguita de un bikini. Terminé por desenvolver el paquete.
Me quedé de piedra cuando pude comprobar que se trataba de un tanga de esos de hilo tanto por los laterales, como por la parte posterior. La parte que debía cubrir mi pubis apenas era un minúsculo triangulo de tela. Me quedé de piedra. No supe que decir. Desde luego mi marido estaba loco si pensaba que me iba a poner “eso”. Sólo a un cretino se le ocurriría semejante disparate. Yo ya no tenía edad ni cuerpo para según qué cosas. Me ofendí pensando que me había confundido con una cualquiera.
.-“¿Qué te parece?” su pregunta interrumpió mis pensamientos.
Yo no supe que decirle en ese momento. Realmente lo que me apetecía era tirárselo a la cara y decirle cuatro cosas. Como hacerle entender que yo era una señora, ¡su señora!, y que ese tipo de prendas son para otro tipo de situaciones en las que yo ya no pintaba nada.
.-“Seguro que estas estupenda” dijo rompiendo el silencio que se había creado por unos instantes.
.-“¿Estás seguro que quieres que me ponga esto?” dije mirándolo perpleja por sus intenciones.
.-“Que pasa… ¿ya no te atreves?” dijo con cierta sonrisa burlona que sabe que me revienta. En esos momentos le hubiese dado un guantazo y le hubiese partido la cara, pero entonces adiós a nuestro planeado fin de semana. Además, si hay algo que no soporto es que nadie me diga ¿a qué no…?”. Necesitaba ganar tiempo para poder pensar con claridad, traté de poner algo de mi parte, así que le dije:
.-“Ohps, gracias cariño por verme con tan bueno ojos” le sonreí de oreja a oreja, “porque no te cambias y me dejas un ratito sola en el baño para que pueda probármelo a ver qué tal me queda” y dicho esto le di un pico en la boca, acto seguido recogiendo alguna de mis prendas me encerré en el baño.
Una vez sola en el aseo pude pensar con más calma.
Estaba claro que mi marido había venido con ganas echar un polvo, y me estaba gritando a voces que lo provocase. Desde luego no era la forma en que yo había pensado que pudiéramos terminar en la cama. Me esperaba algo más romántico, en plan que me preparase la cena, velitas, champagne, bombones, algún collar, pendientes o pulsera de regalo, y no esa prenda tan soez y descarada. Pero en fin, quise centrarme en lo positivo y pensar que una cosa teníamos en común, ambos queríamos hacer el amor después de tanto tiempo.
Pensé que algo tendría que poner de mi parte, y que de alguna manera tendría que seguirle el juego a mi marido si no quería ofenderlo. Pensándolo bien, me reí tratando de imaginar el momento en el que mi marido compró esa prenda. Me lo imaginaba tan serio, con su traje y corbata, dándole explicaciones absurdas a la dependienta. Seguro que el muy panoli tartamudeaba a la hora de pagar. Al fin y al cabo supongo que le costaría tragarse la vergüenza, y que su esfuerzo merecía una recompensa.
Así que armándome de valor me dispuse a desnudarme frente al espejo y probarme la minúscula prenda de baño.
¡Dios mío!, ¡que espanto!. A pesar de que me había hecho las ingles a lo brasileñas días antes, todavía asomaba algún pelillo por los laterales de la fina tela que debía cubrir mi pubis. Además apenas tapaba nada de mi culo. Yo me lo veía todo caído. Me sentía como desnuda. Hacía años y años que no practicaba top less, y la verdad no me sentía nada cómoda. Aunque armándome de valor supongo que podría superarlo, pero por lo que no estaba dispuesta a pasar era por ponerme esa prenda en público. Desde luego si quería ponérmela antes debería arreglar mis pelitos.
.-“Ya está”, pensé,  “si me rasuro el pubis seguro que le doy una sorpresa a mi marido, y cuando pregunté por el tanga le diré que tengo algo mejor reservado para él” ya me las arreglaría para hacerle olvidar.
Dicho y hecho, me enjaboné bien la zona y cuchilla en mano me afeité poco a poco los pelillos de la zona. Lo cierto es que tenía olvidada la sensación tan placentera de ir tan “desnudita”, y no sé si de tocarme yo misma o de apartarme los labios para no cortarme, que he de reconocer que me puse a tono. Mientras me rasuraba, imaginaba a mi marido cuando lo descubriese,  seguro que se ponía como un burro en celo. Me devoraría los pechos, cosa que siempre me vuelve loquita, e incluso puede que se animase a hacerme un cunnilingus. Suspiré pensando que por fin esta vez lograría darme placer, cosa que siempre esperaba deseosa que sucediese y que nunca ocurría debido a su falta de habilidad en dichos menesteres.
Elegí una braguita de bikini de esas que tienen cuerdecillas que se anudan a los laterales, y cuyas partes centrales son un par de triángulos. Me puse un vestido playero por encima, mis sandalias también brasileñas, y metiendo las toallas en la bolsa le indiqué a mi marido que ya estaba preparada.
Salimos por la puerta del hotel que daba a la playa. Mi marido se retrasó un poco dejando la llave en el hall. Así que yo mientras ojeé el panorama. Gracias a dios no había mucha gente en la playa. Pude ver un matrimonio con un par de hijos, alguna pareja de ancianos, alguna que otra chica sola, y algún grupillo de adolescentes. Por suerte había una zona algo oculta tras unas dunas, algo menos poblada, seguramente porque hacía más sol. El resto de la gente buscaba sobretodo el cobijo de los árboles. Yo en cambio prefería el sol. Me dirigí hacia allí mientras mi marido trataba de alcanzarme y me seguía.
Nada más llegar a la orilla de la playa extendí las toallas y me quité el vestido veraniego. Por suerte no había gente cerca y no me sentí muy incómoda por no llevar la parte superior de mi bikini. Mi marido me miró las tetas. Me gustó sentirme deseada por su mirada. Hacía tiempo que no le veía ese brillo en los ojos. Luego preguntó:
.-“¿Y la prenda que te compré?” dijo mirándome el culo.
.-“Tengo una sorpresa para esta noche” le dije poniendo cara de picarona. Mi marido se sonrió.
.-“¿Qué es?” preguntó poniendo carita de niño bueno.
.-“Ahh, las sorpresas no se dicen” dije tumbándome sobre la toalla. Mi marido se tumbó a mi lado.
.-“¿Te pondrás el tanguita?” preguntó al tiempo que se tumbaba a mi lado.
.-“Si te portas bien” le respondí creando cierto suspense. Ambos estábamos tumbados boca abajo. Luego, durante un tiempo se hizo el silencio.
.-“Ya está” interrumpió mi marido, “seguro que tienes pensado que por la noche nos bañaremos a la luz de la luna con el tanguita puesto”. A mi me entró la risa al escuchar sus palabras tras el silencio en la toalla, fruto de su calenturienta mente.
.-“Uhmm, puede ser” le dije con cara de niña mala.
.-“¿Qué es entonces?” insistió.
.-“Anda dame cremita por la espalda y te doy alguna pista” le dije tendiéndole el bote de crema solar.
Mi marido procedió a sentarse a mi lado y embadúrname la espalda de crema. Tan torpe como siempre vertió medio bote de crema sobre mi espalda que luego le costaba extender. Al menos por unos momentos estuvo callado sin decir barbaridades.
.-“Sabes…” dijo como si fuese a hacerme una confesión y tratando de extender la crema por la parte posterior de mis piernas.
.-“Uhm, uhm” musité yo medio adormilada sin abrir siquiera los ojos.
.-“Hace tiempo que sueño con este culito tan rico que tienes” dijo sobándome descaradamente mis nalgas con el pretexto de ponerme factor solar.
.-“Hay que ver lo salido que estas” me costó pronunciar debido a la soñera en la que estaba entrando.
.-“Sabes…” volvió a decir como en un susurro, “nunca lo hemos hecho por el culito y me apetece probar” dijo al tiempo que recogía la tela de mi bikini como si de un tanga se tratase. Yo en esos momentos no tenía ni ganas de moverme, por lo que lo dejé jugar con la tela de mi braguita. Mi marido se entretenía en recogerla y apartarla para que le mostrase mis cachetes.
.-“Uhm, uhm, por el culito ni lo sueñes” le dije totalmente adormilada.
.-“Tienes un culo precioso” me dijo esta vez sin dejar de sobarme las nalgas. Por suerte no había gente cerca y lo dejaba hacer.
.-“A ti te lo parece” le decía yo.
.-“En serio, tengo ganas de probar por el culito” insistía.
.-“Ya te he dicho que no”, la conversación comenzaba a ser un tanto estúpida, además a mi me sobrevenía el sueño por momentos. Por lo que poco a poco empecé a contestar con monosílabos. Hasta que mi marido me dijo:
.-“Voy a ver qué tal está el agua” y recuerdo mientras lo sentía marchar de mi lado, que yo caí dormida tumbada boca abajo en la toalla.
Había perdido la noción del tiempo cuando desperté. Me costó un tiempo recuperarme. Todavía estaba boca abajo despertando, cuando me percaté de que la tela de mi braguita que debía cubrir mi culo estaba toda enrollada en la parte central enseñando mis nalgas. Mis cachetes empezaban casi casi a enrojecerse por el sol. Además hacía un rato que ni escuchaba, ni notaba la presencia de mi marido al lado. Así que decidí voltearme para comprobar dónde podía estar.
Para mi sorpresa estaba hablando con los pies en el agua a unos metros de distancia de dónde yo me encontraba. Estaba con otro hombre y ambos parecían que llevaban observándome desde hacía un tiempo. Traté de fijarme bien en el hombre con el que hablaba.
.-“¡Qué vergüenza de ser algún conocido, y yo aquí con las domingas al aire!” pensé mientras me apoyaba sobre los codos boca arriba y me cubría los ojos con una mano a modo de visera para tratar de ver de quien podría tratarse aquel tipo.
Respiré algo aliviada cuando pude comprobar que no lo conocía. Pero me pregunté de quien podría tratarse para llevar tanto tiempo hablando con mi marido.
Se trataba de un señor bastante mayor, entorno a los cincuenta y tantos diría yo. Calvo en su cabeza, contrastaba con la enorme mata de pelo en su pecho, mejor dicho en su barriga. Me llamó la atención la cadena gruesa de oro que llevaba al cuello y un par de anillos, de esos tipo sello en sus dedos de la mano. Desde luego el tipo no se cortaba ni un pelo, y no dejaba de mirarme mientras mi marido no paraba de hablarle.
Me preguntaba una y otra vez de quien podría tratarse. Aquel hombre empezaba a ser algo descarado en la forma de mirarme. Babeaba con sus ojos clavados en mis pechos. Estaba claro que me devoraba con la vista.
Yo me preguntaba si el imbécil de mi marido no se daba cuenta de la forma en que su interlocutor miraba lascivamente a su esposa. Pero entusiasmado con su particular monólogo no paraba de hablarle al otro tipo que se dedicaba a mirarme y darle coba a mi marido para seguir disfrutando de la visión de mi cuerpo.
Quise llamar la atención de mi marido. Decidí aprovechar la situación y jugar a ponerlo celoso. Era imposible que no se diese cuenta de cómo me miraba su acompañante. Yo quería sobretodo que dejase de hablar con ese desconocido que comenzaba a ser molesto para mí, y le prestase a su mujercita la atención que necesitaba.
Así que apoyada en la toalla boca arriba sobre mis codos, y con los pechos desnudos, flexioné una de piernas y comencé a abrirla y cerrarla exhibiendo además el triángulo de tela que cubría mi pubis en una sugerente pose.
Mi marido parecía no enterarse de nada mientras que el viejo que lo acompañaba no perdía detalle de mis maniobras. Al fin pude ver como aquel tipo le decía algo a mi esposo y acto seguido este me hizo señas como para que me acercase. Yo no me lo podía creer, y tratando de no montarle un numerito a mi marido, obedecí a sus indicaciones y me incorporé para acercarme a lo que seguro era una presentación.
.-“Ven Sara, quiero presentarte a Ernesto” dijo mi marido, “Ernesto esta es mi mujer, Sara” ya estaban hechos los honores.
Yo quise darle la mano al tal Ernesto, el cual se adelantó a mis intenciones y pasando su mano por mi espalda me arrimó a él para intercambiar dos besos, con tal mala fortuna por mi parte que al aproximarnos mis pechos entraron en contacto con su barriga. Algunos de sus pelos se pegaron por mi escote por culpa del sudor y las cremas. Antes de que pudiera hacer nada por deshacerme de sus pelillos mi marido dijo:
.-“Ernesto es sin duda mi mejor cliente” dijo mi marido con una sonrisa de oreja a oreja.
.-“Encantada” dije yo también forzando una sonrisa a la vez que pensaba: “¡Imbécil!, mi marido es un auténtico imbécil, sólo él podía estar pensando en trabajo en nuestro fin de semana” pensé mientras me abstraía de la conversación entre los dos hombres. Luego recordé que mi marido me había hablado alguna vez de un tal Ernesto como cliente suyo, que encajaba perfectamente con la descripción de ese tipo.
Según mi marido el tal Ernesto ese estaba forrao de pasta, debía ser empresario o algo así. Gracias a él mi marido obtenía importantes comisiones de venta en su empresa, por lo que mi marido le estaba enormemente agradecido. Recuerdo que me confesó en alguna ocasión la fama de putero que tenía el tal Ernesto. Incluso que aceptaba algún que otro regalito bajo mano para cerrar las ventas.
El tipo desde luego no dejaba de mirarme a las tetas. Durante ese tiempo traté de taparme de la devoradora mirada del tal Ernesto. Abrazaba a mi marido aplastando mis pechos contra su brazo o su espalda. La situación comenzaba a ser incómoda para mí, aunque supongo que me lo tenía bien merecido por darle alguna esperanza con mis posturitas desde la arena.
Me alegré cuando por fín escuché las palabras de despedida de mi marido.
.-“Espero que nos veamos más veces”, dijo mi esposo con cierta alegría.
.-“Ha sido un verdadero placer conocerla” dijo Ernesto mientras me acercó a él para darme dos nuevos besos, sólo que esta vez al pasar su mano por detrás de mi espalda para despedirnos, aprovechó para tocarme el culo con cierto descaro.
.-“Lo mismo digo” dije con cierto recochineo a ver si mi marido se enteraba de que ese hombre me devoraba con la vista y me había tocado el culo.
El hombre se fué y mi marido ni se había enterado de que  le habían sobado el culo a su mujer delante de sus narices, y de algún modo por qué no, también las tetas. Yo por mi parte, no quise darle mayor importancia, total, tampoco sería la primera vez que un hombre de esas características me lanza los tejos tan descaradamente. Ya había lidiado en otras ocasiones con ese tipo de situaciones. Debido a mi trabajo son  muchos los hombres que me realizan insinuaciones para que me acueste con ellos, y con los que me gusta jugar. Me gusta dejarlos que traten de seducirme, para luego decirles orgullosa que no, que no tienen nada que hacer. Pero nunca lo había intentado nadie tan descaradamente delante de mi esposo
.-“¿A qué es un tipo majo?” me preguntó mi marido mientras nos tumbábamos de nuevo sobre las toallas.
“Y tú un imbécil que no te enteras de nada” pensé para mis adentros, y sin embargo le dije:
.-“Si, parece un tipo majo”, le mentí, pues en realidad me pareció un baboso asqueroso.
El resto del día transcurrió de lo más normal. Regresamos al apartahotel, preparé la comida mientras mi marido veía la tele, y después una buena siesta.
Cuando nos levantamos de la siesta era ya tarde, así que decidimos arreglarnos para salir a cenar por el pueblo.
Recuerdo que hacía mejor noche de lo que había previsto cuando pensé  la maleta. Había escogido tan sólo un par de vestidos de verano. Me pareció el más apropiado un vestido blanco tipo ibicenco. Era uno de esos con escote en uve, y cuyos tirantes terminan en un par de finas tiras que se anudan a la nuca. Lo malo es que entre los sujetadores que metió en el último momento mi marido en la maleta, no había ninguno que pudiera combinar con el vestido.
Decidí que tendría que ponérmelo como en otras ocasiones sin sujetador. Pero lo que peor llevé es que tampoco había ninguna braguita que se disimulase a través del vestido. Normalmente llevo alguna braguita color carne pare este tipo de situaciones, pero claro eran de algodón y mi marido decidió sin consultar no meterlas en la maleta. Así que no me quedó más remedio que elegir entre lo que había. Tras muchas dudas me decanté por un tanga de lycra en la parte trasera. Sin duda era el más disimulado, aunque también el más incómodo, pues hacía tiempo que no usaba este tipo de prendas. Me consolé pensando que a mi marido le gustaría bastante verme con él, e imaginé que después de cenar, regresaríamos al hotel, entre el vino, los licores y las ganas que ambos teníamos, seguro que me hacía el amor tal y como yo esperaba. Además, sería el momento adecuado para que descubriese la sorpresa que le tenía preparada desde que me arreglé el pubis a la mañana.
Salimos y estuvimos paseando por las calles más comerciales mirando alguna tienda antes de elegir el restaurante en el que cenar. Mi marido insistió en cenar en un italiano, pues le apetecía pasta. Yo en cambio había pensado en algún restaurante algo más sofisticado. Con buen vino, unas velas, y esas cosas. Al final terminamos cenando en una tratoría, como se le antojaba a mi esposo.
No estuvo mal, cenamos una pizza, algo de lambrusco, y unos chupitos para terminar. A mí el alcohol me animó lo suficiente como para ir a algún sitio a bailar, máxime cuando al salir a la calle se podía ver algo de ambiente. Mi marido en cambio decía que ya habíamos tenido bastante por hoy, y que mejor ir a la habitación a descansar.
.-“Tú has elegido el restaurante, ahora me toca elegir a mí” le dije tratando de evitar el regreso al hotel.
Así que estuvimos ojeando algunos garitos antes de entrar en uno de ellos. Me llamó la atención una especie de disco-pub que la verdad estaba muy bien decorado. Sonaban ritmos latinos en su interior, lo que terminó por decidirme frente al resto de locales donde predominaba música disco y “chumba, chumba”.
 La zona de entrada era alargada, y había una barra en paralelo para pedir las consumiciones. Al fondo había una pista de baile con bastante espacio, luces, dj, e incluso alguna gogo sobre los pedestales. La música era animada y había gente bailando. Me gustó el sitio, arrastré de la mano a mi marido directamente hasta la zona de baile, y una vez allí comencé a moverme al son de la música.
Al pasmao de mi esposo no le gusta bailar, y nada más ver mis intenciones dijo que se iba a la barra a pedir alguna consumición.
.-“¿Quieres tomar algo?” me preguntó casi a grito en mi oreja debido al volumen de la música.
.-“No gracias” le dije, “prefiero bailar”. Y acto seguido me abandonó en medio de la pista de baile.
Nada más irse mi esposo, cuando todavía trataba de abrirse camino entre la gente dirección a la barra, me rodearon un grupo de chavales extranjeros. Alemanes diría yo por el acento. Se les veía algo más jóvenes que yo. Poco les importó que llegase acompañada, enseguida me abordaron tratando de bailar a mi lado. Incluso alguno de ellos algo más descarado aprovechaba el gentío y la multitud para rozarse conmigo con la excusa del merengue, la bachata y otros ritmos calientes.
Yo la verdad hacía tiempo que no me veía abordada de esa manera. Sólo tenía vagos recuerdos de este tipo de situaciones de cuando era más joven. Desde que me casé apenas frecuentábamos discotecas. Era todo más en plan cenas, tertulias y veladores con otras parejas de amigos. Incluso en cierto modo he de confesar que me agradó ser el objeto de atención de ese grupo de muchachos, algo borrachos.
Así que mientras otras chicas de alrededor los rechazaban descaradamente, a mí no me importaba su presencia. Yo me dedicaba a bailar, era lo que más me apetecía en ese momento, hacía tiempo que no disfrutaba bailando y desde luego no iba a dejar de hacerlo por un puñado de guiris salidos.
Pronto me percaté en que las miradas de los chicos de alrededor se fijaban sobretodo en mis tetas. Era innegable que no llevaba sujetador, y que mis pechos botaban con el ritmo de la música. Con el paso del tiempo sus miradas se hacían cada vez más evidentes. Incluso se daban codazos entre ellos en plan machito cuando alguno perdía la atención. Al principio me sentí un poco molesta por ello, pero he de confesar que poco a poco fue haciéndome gracia ver sus caras de salidos. Pobrecillos, como suele decirse, seguro que en su país no veían hoja verde.
Pude ver a lo lejos entre la gente, como mi marido alcanzaba la barra para pedir su consumición. Sabía perfectamente que habiendo dos camareros y una camarera tras la barra, a quién le pediría la copa mi marido. Sobretodo cuando la camarera lucía un hermoso escote y unas largas y bonitas piernas que terminaban en un short. Pude contemplar cómo la chica le ponía su habitual gin tonic, y mi esposo aprovechaba para tratar de entablar conversación con ella.
.-“Será estúpido el tío” pensaba,  “él fijándose en otras mientras otros babean por su esposa”. Pensé que se volvería a mirarme, anhelaba que dejase de mirar a la camarera y que por una vez en su vida hiciese lo correcto, y se girase al menos para observar a su esposa. Ya no esperaba siquiera que me dedicase una mirada de deseo, sino que al menos me siguiera con la mirada movido por los celos. Si se mostraba celoso, eso quería decir que todavía sentía algo por mí.
Justo en ese momento mis pensamientos se vieron interrumpidos súbitamente. Alguien me tocó el culo descaradamente. En otras circunstancias me hubiese girado para tratar de arrear un bofetón al osado. Pero no sé porqué no hice nada al respecto. Supongo que era superior la rabia que sentía en esos momentos de ver a mi esposo flirteando con la camarera, que responder efusivamente a la descarada maniobra de quien quiera que se hubiese atrevido a tocarme el culo.
De nuevo pude notar una mano en mi culo. Esta vez no fue una leve palmada ni nada por el estilo, sino que ahora la mano me acariciaba suavemente, deleitándose sobre la tela de mi vestido, hasta que pude notar como presionaba con sus dedos en una de mis nalgas.
Hubiese bastado una simple mirada por parte de mi esposo para parar aquello, pero esta no llegó. Yo permanecí impasible, bailando con la mirada perdida en la barra del bar, contemplando como mi marido trataba de hacerse el interesante con la primera que tenía oportunidad, mientras un desconocido me manoseaba el culo en medio de la pista.
No sé por cuánto tiempo se prolongaría ese momento, era como si el tiempo se hubiese detenido para mí mientras bailaba, esperando un gesto por parte de mi esposo que nunca llegaba.
Desperté de mi ensoñación cuando mi acosador osó a deslizar su mano por debajo de la tela del vestido hasta alcanzar los cachetes de mi culo, y se atrevió a manosearme notando la suavidad de mi piel en esa zona. Yo me volteé muy enfadada con la intención de darle un bofetón al osado para que lo recordase durante toda su vida, pero me contuve cuando tras girarme, me dí de frente contra el torso descubierto de un monstruo rubio de cerca de dos metros, con una sonrisa de borracho de oreja a oreja, y que gritó ante sus amigos algo así como:
.-“ Diese Schlampe nicht tragen Höschen” que en mi escaso nivel de alemán, sé que quiere decir algo por el estilo como “esta guarra no lleva bragas”, lo cual aún me enfadó más.
Vale que no soy muy alta, y juro que le hubiese propinado el ostión de su vida, pero qué podía hacer si aquel hombre me sacaba más de tres palmos, y apenas le llegaba a los pectorales. Al darme la vuelta en mi airada estratagema, mi cara quedó a escasos dos centímetros del cuerpo del germano, y que al no llevar camiseta me llamó la atención el piercing que lucía orgulloso en una de sus tetillas entre multitud de tatuajes. Me quedé como paralizada contemplando su piercing. Además, los músculos de sus brazos estaban tan desarrollados como lo serían mis piernas.
Me asusté, por unos momentos quedé paralizada presa del pánico frente aquel energúmeno. Durante los instantes en los que permanecí confundida, alguno de sus amigos aprovechó para pellizcarme el culo por mi espalda. Me hizo bastante daño, y de nuevo me volteé a mi posición inicial airadamente tratando de averiguar con la mirada encendida quién se había atrevido esta vez a pellizcarme el culo. Sólo pude ver que estaba rodeada por un grupo de guiris borrachos riéndose por mi enfado, cuando de nuevo a mi espalda algún otro borracho del grupo aprovechó la confusión para darme otra palmada en el culo.
Me estaban toreando descaradamente.
Pensé que la situación empezaba a ponerse peligrosa, y decidí salir del medio de aquel círculo en el que me encontraba rodeada cómo fuera. Trate de zafarme a empujones del chaval que tenía justo enfrente, pero este me retuvo el tiempo suficiente como para que algún valiente me levantase el vestido por detrás y mostrase mi culo ante las carcajadas y risotadas de los presentes, y de entre los que pude apreciar el contacto de varias manos.
Juro que nunca entenderé esa forma de divertirse de los extranjeros, deberían estar todos metidos en la cárcel. Pero…¿qué podía hacer?.  Me sentí muy humillada ante la situación y corrí en busca de mi marido.
Nada más llegar a la barra lo sorprendí abrazándolo por la espalda.
.-“¡Qué sorpresa!” dijo “¿ya te has cansado de bailar?” preguntó extrañado por mi presencia. Aún tuve que contemplar como la camarera se despedía con una mueca de desaprobación, mientras intercambiaba una última miradita con mi marido.
.-“Bésame” le dije rodeando a mi esposo con los brazos en su nuca, mientras él me abrazaba, y nuestras bocas se fundían en un beso.
 Me gustó sentirme protegida y rodeada entre sus brazos. Tal vez no fuese el beso más apasionado del mundo, pero bastó para reconfortarme. En esos momentos me alegré mucho de que estuviese allí, me alegré mucho por estar casada con un hombre que al menos me respetaba, y que siempre había sido un caballero conmigo. Aunque fuese un idiota en según qué ocasiones, aunque no fuese el mejor amante del mundo en la cama, aunque a veces me sacase de quicio, reconocí en esos momentos que se trataba de un hombre de los píes a la cabeza, y que a su particular modo, velaba por su familia. Debía recuperar a mi marido cuanto antes.
Mi esposo dedujo que me pasaba algo.
.-“¿Qué ocurre?” me preguntó atónito por mi reacción.
.-“Vámonos a la cama” le susurré en la oreja. Sabía lo que me pretendía, y me abrazó aceptando mi proposición con una sonrisa de satisfacción en su cara. Pude adivinar por su rostro, que el muy idiota seguro que pensaba que era porque estaba celosa. Pero me dio igual, en esos momentos solo quería regresar a la habitación envuelta en su abrazo.
Antes de abandonar la barra abrazada a mi esposo, me llamó la atención el griterío proveniente de la zona de baile. El grupo de alemanes rodeaban a otra chica mientras gritaban. Mi mirada se cruzó en la distancia con la del energúmeno que me sobó el culo, quien al verme me dedicó unos cuernos con una mano y con la otra movía lascivamente su lengua entre los dedos imitando  un asqueroso cunnilingus. Pude dedicarle una peineta mientras abandonaba el local agarrada a la cintura de mi esposo.
Recuerdo que una vez más calmada, durante el camino a casa, quise besar varias veces a mi esposo, tal y como hacíamos cuando éramos novios. Por suerte era ya tarde, apenas había gente por la calle, y los que todavía paseaban a esas horas estaban bastante borrachos.
Nosotros seguíamos a lo nuestro, nos detuvimos debajo de una farola para besarnos, en el portal de una casa, contra un coche,…etc.. Transcurrió todo el camino sin mediar palabra prácticamente entre los dos, todo eran caricias  y besos. Ambos sabíamos que al llegar a la habitación tendríamos nuestro esperado momento. Cada beso era más apasionado que el anterior y las caricias de mi marido cada vez más atrevidas. En los últimos besos llegó incluso a tocarme los pezones y meterme mano bajo el vestido. Pude comprobar su evidente erección en su entrepierna. Yo al menos estaba como una moto, siempre me ha gustado meterle mano a un tío, ver como se dejan, sentir como tan machos y tan hombres se derriten al acariciarlos.
Por fin llegamos a la casa. Yo esperaba ansiosa el momento. Le sugerí a mi marido que abriese una botella de vino mientras yo me acicalaba en el baño. Me encerré en el lavabo y me cepillé el pelo para evitar los enredones. Me retoqué un poco el maquillaje, me perfumé, e incluso me puse uno de los conjuntos de lencería que había seleccionado mi marido. Me miré por última vez frente al espejo antes de darme el visto bueno. Uffh!!, que calentita estaba, qué ganas tenía de que mi marido me acariciase y me hiciese el amor, lenta, pausadamente, diciéndome cosas bonitas al oído. Había esperado tanto ese momento.
Abrí la puerta del baño y me dirigí directamente al dormitorio. Me alegré a la espera de ver la sorpresa con la que me aguardaba mi esposo.
Y desde luego que me llevé una gran sorpresa…
El muy imbécil se había quedado dormido vestido encima de la colcha. Para mi estupefacción no solo estaba dormido sino que además roncaba como un toro en celo. No pude evitar que mi mirada se detuviese en sus calcetines negros sobre la colcha. Todo el sex appeal se había ido al traste en unos segundos.
Retiré a un lado las sábanas de mi lado y me introduje en la cama decepcionada por cómo había terminado la noche.
Un sol radiante se coló por la ventana al día siguiente, sábado a la mañana. Mi marido todavía dormía cuando me levanté. Recuerdo que preparé un par de desayunos esperando que se levantase y desayunase conmigo. Pero al parecer continuaba durmiendo cuando terminé de desayunar. Decidí ducharme y arreglarme con calma para ir a la playa. Ya sabéis, cremitas por todo el cuerpo, revisión de piernas, axilas e ingles, y bien de crema solar, sobretodo por los pechos.
Había pasado ya media mañana,  y harta de hacer tiempo y de esperar, desperté sacudiendo a mi marido entre las sábanas.
.-“Cariño, salgo a la playa a tomar el sol un rato. Hace una mañana estupenda” le informé de mis intenciones.
.-“Me duele mucho la cabeza” dijo desperezándose con una evidente resaca en su cuerpo. “Creo que anoche me pasé con los gin tonics. No volveré a beber más” musitó mientras volvía a caer rendido sobre la cama.
Temí que no se levantase en toda la mañana, así que traté de incitarlo un poco.
.-“Será mejor que te levantes, pienso ponerme tu regalo” le dije con la intención de que saliese de las sábanas loco por verme tan solo con la prenda puesta, pero para mi mayor desilusión no me hizo ni caso.
Me encerré en el baño dispuesta a  ponerme su tanguita. Dado el caso que me hizo, dudé entre ponerme su regalito u otros tangas más discretos. Desde luego su tanguita me pareció muy osado, me lo probé un par de veces en comparación con otros antes de decidirme. La verdad es que de frente no encontraba mucha diferencia bien mirada frente al espejo del baño, pero era evidente que por detrás se me veía todo el culo. Aún lo llevaba puesto cuando armada de valor y en parte algo enfada, le grité a mi marido que aún yacía en la cama:
.-“Cari, llevo puesto tu regalo, no tardes en venir a la playa o te lo pierdes” le grité por última vez antes de salir de la habitación.
.-“Vale, vale” es todo cuanto escuché, aunque sin ningún entusiasmo por su parte. Algo me hizo presagiar que tomaría el sol sola en la playa.
Me dirigí hacia el mismo sitio que el día anterior a, todavía con la esperanza de que mi marido se levantase y pudiera encontrarme. Por suerte no había nadie alrededor, por lo que no me importó quitarme el vestido y tener que tomar forzosamente el sol gracias a mi esposo, tan solo con ese minúsculo tanga.
Al principio me tumbé boca abajo sobre la toalla con la idea de acostumbrarme poco a poco a las sensaciones.  Al rato un matrimonio más o menos de nuestra edad y con dos niños, se acomodó a pocos metros cerca de donde yo estaba tumbada. Al principio quise pensar que eran imaginaciones mías, pero con el paso del tiempo las miradas del hombre se hacían más evidentes. Hasta tal punto que su esposa tuvo que llamarle la atención y decirle que dejase de mirarme.
“Qué situación tan ridícula” pensé cuando ví que la mujer le daba un par de codazos a su marido para que se cortase un poco “otros hombres mirando por mi cuerpo, y mi marido pasando de mi. Que mal repartido esta el mundo”.
El sol alcanzó el punto más alto cuando me llamó la atención un grupo de cinco jóvenes que se aproximaban desde la zona del parking. Tenían los rostros cubiertos con gafas de sol, y con sus toallas únicamente como atuendo playero. Parecía un grupo de universitarios con resaca, que buscaban un lugar dónde descansar de la juerga de la noche anterior, y no escogieron mejor sitio que al lado de una chica hermosa que toma el sol con una prenda tan provocativa.
Por suerte guardaron una distancia prudencial entre sus toallas y la mía, pero era evidente que tampoco me quitaban ojo de encima. A decir verdad yo era la única chica en top less de toda la playa, y allí estaba, rodeada por un grupo de jóvenes y un marido voyeur.
He de reconocer que por un momento me gustó sentirme el centro de atracción de todas las miradas masculinas presentes en ese momento en la playa. ¡Pero mira que es estúpido mi marido!, pensé mientras apreciaba los ojos de los presentes clavados en mi cuerpo. Incluso los de algún que otro abuelete que paseaba por la orilla de la playa y que aprovechaban para mirarme.
No sé si el sol o qué, pero empezaba a ponerme calentita. Así que decidí darme un baño en el mar. El agua estaba fría, helada, y claro que logró calmar mi calentura, pero a cambio mis pezones se pusieron de punta a la salida. Siempre recordaré las miradas lascivas de los muchachos al contemplar mis pezones duros  al salir del agua.  Además, al caminar podía notar el bamboleo de mis nalgas en cada paso, y que seguramente provocaba la delicia de todos los presentes. No sé porqué me sentí admirada y deseada. Hacía tiempo que no me sentía así. Claro que siempre estaba rodeada del niño o la familia, que disuadían cualquier intento porque otro hombre se fijase en mí como mujer, y no como esposa o mamá.
Recordé los tiempos en la adolescencia en que me gustaba que los chicos se fijasen en mi. Siempre competía con las amigas en parecer la más atractiva. Entonces me gustaba llevar prendas provocativas, y atraer las miradas de los chicos.
 Así que recordando los viejos tiempos, quise darles un espectáculo a los muchachos de la playa que nunca olvidarían. Me sequé con la toalla de espaldas a ellos, cada vez que me agachaba para secarme las piernas les proporcionaba una visión espectacular de mi trasero. Me gustó exhibirme, en cierto modo porque también pensaba que en cualquier momento aparecería mi marido y se pondría celoso. Se lo tenía más que merecido. Me había tenido toda la mañana desatendida.
Para colmo decidí acercarme a pedirles un cigarrillo. No fumo, pero quería ver la reacción de los muchachos al acercarme. Nada más pedir el cigarrillo uno de ellos se apresuró a rebuscar entre sus enseres para proporcionarme uno. Pude apreciar las miradas de todos ellos clavadas en cada una de las partes de mi cuerpo. Me arrancaban con la vista la diminuta prenda que me cubría.
.-“Gracias” dije tras encender el cigarrillo, y regresé a mi toalla dispuesta a seguir tomando el sol. A partir de ese momento, los muchachos no dejaron de mirarme y mirarme. Me devoraban con la vista.
La mañana pasó y mi marido no llegó, y se hizo la hora de regresar a la habitación. Recogí mi toalla y pasé tratando de provocarles justo al lado del grupo de muchachos.
.-“¿Quieres otro cigarro?” me preguntó uno de ellos haciéndose el graciosillo del grupo.
.-“No gracias, no fumo” le respondí dejándolos a todos con la boca abierta, mientras me alejaba moviendo mi culito ante sus miradas atónitas.
Al regresar a la habitación mi marido estaba ya despierto. Se encontraba medio vestido tumbado sobre el sillón de la entrada viendo la clasificación de la fórmula uno.
.-“¿Ya estás aquí?” me preguntó al verme entrar. “Alonso ha hecho un buen tiempo” me informó de algo que a mí me era totalmente indiferente. Lo único que me importaba en esos momentos es que no hubiera venido a buscarme. Había preferido ver la tele a venir conmigo a la playa. No me hizo gracia la verdad. Así que sin dirigirle mucho la palabra me encerré en el baño dispuesta a arreglarme para salir a comer.
Me puse un petit black dress de esos con tirantes que se anudan a la espalda como top, y que marcan un pronunciado escote en “v”, que había escogido mi marido, total tampoco tenía mucho más dónde poder elegir en la maleta. Al igual que la noche anterior, no pude ponerme sujetador, comprobé de nuevo que todos se marcaban demasiado. Menos más que por debajo me pude poner una braguita más o menos cómoda. Opté por una de lycra y transparencias con blondas muy sexy, de color negro a juego con el vestido.
Esta vez elegí yo el restaurante. Pedimos a la carta. Mi marido eligió un reserva Ribera de Duero que acompañaba bastante bien con lo que habíamos pedido. El caso es que como teníamos sed la primera botella la bebimos relativamente deprisa, y claro está, la segunda hubo que apurarla para no dejar ni gota dado su precio. Era demasiado vino para dos.
He de decir que mi marido estuvo muy agradable durante toda la comida, como en sus mejores tiempos, me hacía reír y estaba bastante elocuente. Siempre me gustaba cuando se ponía así, y me hizo recordar las dotes por las cuales me conquistó.
Entre las dos botellas de vino, los licores y el chupito yo estaba ya medio borracha, y eso que apenas serían las seis de la tarde cuando abandonábamos el restaurante. Dada la hora decidimos no regresar al hotel y continuar paseando, tomar alguna copa más para mantener la alegría de nuestros cuerpos, y cenar de tapas o algo por el estilo.
El caso es que entre tapa y tapa, y picoteo y picoteo, el vino se nos subió a la cabeza. No sería muy tarde, apenas las diez de la noche cuando le propuse a mi marido ir a bailar a alguna discoteca.
.-“Tú has elegido el restaurante, me toca elegir a mí la discoteca” dijo mientras dábamos algún traspiés caminando por las calles abrazados de la mano, y algo más que ebrios.
.-“A sí…, ¿y dónde quieres llevarme?” le pregunté algo entusiasmada con la idea de que medio borracho como estábamos mi marido se animaría a bailar conmigo.
.-“¿Por qué no vamos al garito de ayer?. Había buen ambiente, ¿no te parece?” pronunció rompiendo el buen rollito entre ambos hasta el momento.
.-“¿Por qué quieres ir allí?” le pregunté algo malhumorada y celosa porque sabía que estaba deseando volver a encontrarse con la camarera.
.-“Marta, una de las camareras me dió un par de vales por consumiciones si regresábamos” me dijo como si nada.
“Marta, ¡si sabe hasta su nombre!” pensé cabreándome aún más por la situación.
.-“Esta bien” le dije a mi marido cogiéndolo de la mano mientras tramaba como fastidiarle el plan.
Seguro que el muy cerdo estaba esperando que me fuese a bailar, para tratar de flirtear con la tal Marta. Pues estaba equivocado, pensé que me quedaría a su lado en la barra achuchándolo sin parar y besuqueándolo para que esa guarra supiese que no tenía nada que hacer con mi esposo.
Dicho y hecho, llegamos al bar. Mi marido buscó en la barra a la tal Marta, está vez la camarera tenía asignada la zona de la barra más cercana a la pista de baile, mientras que los camareros se ocupaban de la entrada.
.-“Bien” me alegré al advertir esta circunstancia, porque de esta forma podría bailar mientras estaba en la barra junto a mi marido sin desentonar. Las cosas me empezaban a salir bien.
Durante un tiempo todo transcurrió según lo planeado. Mi marido se acercó a la barra y le pidió un par de gin tonics a la chica. Esta no puso buena cara al tener que invitarme a mí también, y peor cuando comprobaba con el paso del tiempo que yo no me despegaba de mi marido. De vez en cuando intercambiaban entre ellos alguna frase,  sobretodo en los espacios de tiempo en los que ella no estaba sirviendo copas. Yo en cambio podía bailar sin despegarme de mi marido al estar cerca de la pista de baile. Pude comprobar cómo el rostro de mi marido se tornaba serio al observar que me conformaba con bailar tímidamente a su lado, y de cómo su “amiga” Marta, cada vez le dirigía menos la palabra. Fue mi marido quien me sorprendió y me dijo apurando su gin tonic:
.-“¿Te apetece bailar?” me preguntó cogiéndome por la cintura y empujándome hacia la pista de baile.
“Victoria” pensé mientras me dejaba arrastrar por mi marido entre la gente. Al fin las cosas sucedían como tenían que ser.
Me agradó mucho bailar con mi esposo. Es algo torpe con los ritmos latinos, pero al menos lo intentaba. Yo aprovechaba el baile para desplegar mis armas de mujer, lo provocaba, lo rozaba, lo besaba,… por fin lo tenía rendido de nuevo a mis encantos.
.-“¿Te apetece otra copa?” me preguntó al cabo de un rato.
.-“¿Por qué no?” pensé, pues habíamos sudado bailando y tenía sed de nuevo.
A mi marido le faltó tiempo para ir a la barra y entablar conversación con la tal Marta mientras de nuevo le pedía los gin tonics. Podía comprobar en la distancia como pasaba el tiempo y mi marido no regresaba con las copas. De hecho pensé que los hielos se estarían derritiendo, pues hacía un rato que los gin tonics estaban servidos sobre la barra.
Me acerqué a él toda indignada. Estaba bastante enfadada por su falta de delicadeza y torpeza. ¡Acaso no se daba cuenta de que esa pendona se estaba saliendo con la suya!.
Me abrí camino entre la gente bastante airada, y justo antes de alcanzar a mi esposo alguien me tocó el culo descaradamente entre el gentío.
.-“Tiene gracia la cosa” pensé sin darle la más mínima importancia esta vez al hecho de que me tocasen el culo, supongo que incluso lo echaba en falta, o lo necesitaba en ese momento. Me vino como una inyección de autoestima.
.-“Buenas” dije algo cabreada al llegar a la barra. Pero ni mi marido ni su interlocutora me prestaron atención.
.-“¿Es esta mi copa?” le pregunté a mi marido tratando de interrumpir su conversación.
Esperaba una respuesta, o un gesto de atención, pero mi marido tan sólo retiró a un lado una copa dándome a entender que esa era la mía, sin decir ni una sola palabra, pues no quería interrumpir su conversación con la camarera.
Le dí un buen trago al gin tonic presa de la rabia y de la sed. A decir verdad a poco me lo bebo de un trago. Mientras bebía perdí mi mirada entre el gentío. Pude advertir que los ojos de un chico  algo más joven que yo se clavaban en mí. El chico se encontraba en la misma dirección por la que llegué a la barra. Por su situación bien podía tratarse de la persona que me tocó el culo entre la gente, aunque no me parecía que fuese de esa clase de chicos . Se alegró al comprobar que nuestras miradas se cruzaban en la distancia. Incluso alzó su copa en señal de brindis mientras me miraba fijamente. Yo me giré estúpidamente pensando que el brindis se lo ofrecía a alguna otra chica a mi espalda, pero como una tonta pude comprobar que tras de mí solo había un trozo vacío de la barra del bar. Así que volteándome de nuevo le dí otro trago a mi copa mientras miraba al muchacho. Había algo en él que me resultó familiar.
Me había acabado la copa en tan solo dos tragos prácticamente seguidos. ¡Madre mía! Se me había subido todo el alcohol ingerido de golpe. De repente estaba mareada. Apenas me tenía en píe. Decidí ir a los baños a refrescarme un poco la cara y acicalarme.
Pude comprobar cómo el muchacho abandonaba el grupo de amigos con el que estaba y me seguía tras de mí entre la gente en dirección a los baños.
Le dí con la puerta del aseo de señoras en la nariz.
“¿Qué pretendía ese chico siguiéndome?” pensé mientras aguardaba mi turno a que algún reservado quedase libre para tratar de aliviar mi vejiga.
Por suerte los lavabos se veían limpios y pude refrescarme un poco la cara con agua.
Al fin pude acceder a un reservado. Tuve que apoyarme bien para no caer, entonces me di cuenta de lo borracha que estaba. “¡Qué pena!, mal empleado” pensé mientras limpiaba contemplando mi rasurado pubis tras hacer mis necesidades.
Me defraudo no toparme con mi seguidor a la salida de los baños, incluso me detuve a mirar a mi alrededor. Esperaba que me abordase y me dijese algo, pero al menos en ese momento no lo ví.
Fue al dirigirme de nuevo hacia la barra cuando pude advertir la presencia del muchacho a  mi espalda. No sé que se proponía ese chico jugando conmigo de esa manera, pero desde luego había logrado captar mi atención.
Oh!, no. Al llegar a la barra pude ver como mi esposo estaba hablando con el tal Ernesto y un par de tipos más. Mi marido le pasaba la mano por encima del hombro al tal Ernesto en plan colegueo, mientras presumían entre todos de no sé qué historias ante la camarera, que dicho sea de paso estaba en su salsa abrumada por tanto gallito.
La situación me pareció patética. Unos viejos evidentemente bebidos, presumiendo ante una camarera veinte años más joven que ellos.
.-“Hola” dije nada más incorporarme al grupo. Solo Ernesto me prestó atención.
.-“Holaaaaaaah” dijo alegrándose de verme. La mirada de Ernesto se perdió en mi escote. ¡Dios! Que tío más baboso. Su mirada lasciva tratando de verme las tetas no me gustó en absoluto. Para colmo tuve que aguantar las presentaciones.
.-“Carlos, Juan, os presento a Sara, su mujer” dijo mirando a mi marido. Ernesto aprovechó la situación para pasar su mano por mi espalda, y empujarme hacia su amigo Carlos para intercambiar los dos besos de rigor, tocándome descaradamente el culo ante la atenta mirada de su otro amigo Juan, el cual no se perdió detalle de la caricia, e intercambió una maliciosa sonrisa con Ernesto.
.-“Encantada” dije mientras daba dos besos de presentación a Carlos y comprobaba que mi marido estaba totalmente borracho sin enterarse de nada de lo que acababa de pasar.
.-“Y este es Juan” dijo de nuevo Ernesto para aprovechar de nuevo a pasar la mano por mi espalda y tocarme de nuevo el culo mientras me empujaba hasta su amigo Juan. Esta vez me tocó aún más descaradamente el culo. No me hizo ni pizca de gracia, pero… ¿qué podía hacer si el imbécil de mi esposo no se enteraba de nada?.
Para colmo tuve que contemplar como mi esposo pedía a gritos cuatro gin tonics más con la intención de invitar a sus amigotes. Le temblaba la voz de lo borracho que estaba.
.-“¿Tu qué quieres tomar?” me preguntó mi marido trabándose la lengua.
.-“Nada, ¿por qué no nos vamos ya?” le pregunté tratando de huir de las nuevas compañías que nada bueno me hacían presagiar.
.-“No seas aguafiestas” me respondió mi marido tambaleándose.
.-“Cariño, por favor, vámonos” le imploré a mi esposo tratando de evitar que hiciese más el ridículo ante quien consideraba sus amigotes.
.-“Pero si nos lo estamos pasando de puta madre” dijo totalmente borracho y fuera de si.
.-“Esta es tu copa” dijo Carlos tendiendo la copa a mi esposo e interrumpiendo intencionadamente la conversación entre nosotros, a la vez que cogía del hombro a mi esposo y lo apartaba de mi con no sé qué pretexto.
El caso es que la maniobra de Carlos estaba totalmente sincronizada para dejar vía libre al tal Ernesto quien se acercó para preguntarme:
.-“Hizo buen día hoy, ¿bajasteis a la playa?” me preguntó sin dejar de mirarme el escote.
.-“Si” dije secamente.
.-“Qué pena que no nos vimos” dijo relamiéndose descaradamente mientras me miraba las tetas. No me gustó el tono en el que lo dijo. Opté por permanecer en silencio.
.-“Me hubiera gustado verte de nuevo en la playa. Estabas muy linda ayer mientras tomabas el sol” pronunció en un tono de voz mucho más profundo, mientras se arrimaba aún más a mi, traspasando claramente el espacio interpersonal entre ambos.
.-“Me lo imagino” le respondí tratando de retirarme un poco de su extrema cercanía.
En ese momento pude ver que el muchacho que antes me siguió hasta los baños estaba ahora detrás de Ernesto observándolo todo. Posiblemente llevaba un rato allí sin que yo me hubiese dado cuenta. Tenía que deshacerme de Ernesto, pero…¿cómo?.
.-“Me apetece bailar un rato, ¿vienes?” pregunté a Ernesto mientras miraba al muchacho que entendió perfectamente mi pregunta.
.-“No gracias, bailar no es lo mío” dijo batiéndose en retirada ante el ridículo que podía protagonizar.
“Me lo suponía” me dije a mi misma triunfadora por saber deshacerme de semejante pelmazo. Me acerqué a hasta mi esposo que reía a carcajadas con Juan y Carlos, frente a la camarera. Sé perfectamente que solo se ríe así cuando está borracho.
.-“Cari, voy a bailar un rato” le informé sin estar segura de que se hubiese enterado.
En cierto modo me daba igual ya que se enterase o no. Nuestro idílico fin de semana se había pasado. Mi marido iba a terminar borracho sobre la cama, seguramente volvería a quedarse dormido con sus calcetines negros puestos y que tanto odio. Mañana me tocaría recoger, pagar la cuenta y si te descuidas incluso conducir de regreso a casa. Estaba enojada por su infantil comportamiento.
Cuando llegué a la pista de baile pude apreciar que el muchacho con el que antes intercambié alguna mirada, estaba ya moviéndose al ritmo de la música con algún amigo más. Me alegré por encontrármelo en la pista de baile cuando me incorporé. Escogí bailar a una distancia prudencial suya, aunque reconozco que no le perdía la vista.
De vez en cuando dejaba de mover la cabeza al son de la música para mirarlo, preguntándome un ciento de cosas acerca de él, y siempre lo pillaba observándome. Por su parte me sonreía cada vez que lo sorprendía mirándome.
Comencé a fijarme en él. Calculo que tendría entorno a veinticinco o veintiséis años. Relativamente más joven que yo. No había anillo de compromiso en sus manos, lo que corroboraba el hecho de que aún era relativamente joven. Vestía bien, unos tejanos de Levi´s y una camiseta de Tommy Hilfiger. La ropa le sentaba bastante bien. Mediría cerca de uno noventa, y sin ser un cachitas de gimnasio se le veía fuerte. A decir verdad estaba bastante bueno. Me preguntaba porque se habría fijado en mí un chico tan joven. Era guapete, resultón más bien, seguro que podría conquistar a chicas de su edad, con mejor tipo que yo. Y sin embargo, estaba claro que estaba tonteando conmigo. Me fijé en su paquete. Uuuhhm, no estaba nada mal para ser un yogurin.
Recuerdo que estaba ensimismada en mis pensamientos contemplándolo mientras bailaba, cuando su mirada me sorprendió observándolo absorta en la distancia. Esta vez esbozo una sonrisa especial. Hasta se le cambió el brillo en los ojos. Sabía que había logrado que me fijase en él, y eso le hizo pensar que tenía alguna posibilidad para conmigo.
Nuestras miradas se vieron interrumpidas por la presencia de Ernesto, quien se acercó para cogerme del brazo, y decirme de lado en mi oreja:
.-“Nos vamos. Cambiamos de garito. Tu marido se viene con nosotros. Estaremos en el Fly, aquí al lado. ¿Venís o te quedas?” preguntó casi a voz en grito debido al volumen de la música. Yo miré al muchacho que me observaba ahora expectante ante los acontecimientos.
.-“Me quedo un rato bailando, dile a mi marido que enseguida salgo” le dije a Ernesto quien se debía esperar que le dijese que me iba con ellos, y se quedó algo sorprendido por mi respuesta.
Nada más marcharse Ernesto mi mirada se volvió a cruzar con la del muchacho que resoplaba aliviado al contemplar que me quedaba en la pista.
Supongo que el alcohol ingerido me llevó a pensar en aprovechar al máximo el poco tiempo que me quedaba de fin de semana sin niños. Así que, me puse a bailar de la forma más sexy y sensual que sabía. En parte porque quería exhibirme un poco ante el muchacho que no dejaba de mirarme, con la clara intención de que se decidiese de una vez a acercarse y decirme algo.
Llevaba ya el tiempo suficiente bailando como para dejar claro que estaba sola en la pista, cuando fueron dos hombres algo mayores que yo, entorno a los cuarenta y tantos, los que se acercaron hasta mi simulando bailar y me preguntaron:
.-“¿Te podemos invitar a una copa?” me preguntó uno de ellos muy amablemente.
.-“No gracias” les respondí dándome la media vuelta y continuando bailando.
Ellos continuaron mirándome como bailaba disfrutando del movimiento de mis curvas, mientras yo movía mi cuerpo de lo más sexy.
.-“¿Cómo te llamas?” me preguntó el otro de los dos señores .
.-“¿Para qué lo quieres saber?” le respondí casi a voz en grito.
.-“Para invitarte a una copa” me respondió tratando de salirse con la suya.
.-“No gracias” le respondí dándome de nuevo la media vuelta y continuando con mi baile.
En mi maniobra de giro, me sorprendió verme de frente contra el muchacho que antes me observaba en la distancia. Ambos nos sonreímos y continuamos bailando uno frente al otro, mirándonos a los ojos, y sin mediar palabra.
“¿A que espera para decirme algo?” me preguntaba para mi desesperación mientras bailábamos, pero el muchacho tan sólo me sonreía.
“¿Y qué haría si me dijese algo?” pensaba para mi, ”muy a mi pesar debería rechazarlo también, soy una mujer casada” me dictaba mi conciencia.
Sin embargo, no sé muy bien porqué, mi corazón anhelaba que aquel muchacho tratase de seducirme. No había explicación lógica por la que aceptaría coquetear con ese chico en particular y sin embargo hubiese rechazado a otros hombres que trataban de ligar conmigo. “Bueno, por dejarme invitar y charlar con él no hay nada malo” me decía a mis misma pensando en lo que haría si me dijese algo.
Alguien me cogió del brazo y prácticamente me volteó para girarme mientras bailaba. Era uno de los dos tipos, el que parecía más machito y me dijo:
 .-“¿Por qué no quieres que te invitemos a una copa, nena?”  me dijo en un tono un poco arrogante.
.-“¡Por qué no me apetece tomar nada con vosotros!” le grité haciendo evidente mi enfado por molestarme. En esos momentos la música cambió de canción, y comenzó a sonar una conga.
.-“¡¡Oye eres una calientapollas de mierda!!, que  te crees, que puedes ponerte a bailar provocando a todo el personal en medio de la pista, para luego no hacer ni puto caso a un par de tipos con un par de huevos que te quieren invitar.¡¡Anda y que te follen!!” gritó el individuo en medio de la pista faltándome al respeto.
Juro que le hubiese partido la cara en ese mismo momento a semejante gilipollas. Si hay algo que no soporto es que me falten al respeto y menos un chulo playa de tres al cuarto. Aquel tipo había despertado en cuestión de segundos mi lado más barriobajero, le hubiese propinado un rodillazo en sus partes que se hubiera acordado de mí en varios días. Estaba a punto de propinarle el puntapié, cuando alguien me sorprendió cogiéndome de las caderas, y me guió de la cintura hasta la última persona que formaba parte de la cadena de gente, que con la excusa de bailar la conga recorría todo el local. Me alegré al saber que quien me cogía por detrás de la cintura para bailar la conga, era el muchacho con quien intercalaba las miraditas.
Seguramente había visto toda la escena y me había rescatado de la situación con la excusa del baile en cadena. Era todo un gesto por su parte. Cuando terminó la música fue él quien se apresuró a decirme:
.-“Espero que no te molestasen esos dos tipos” me dijo moviendo el puño de su mano y señalándolos con el pulgar.
.-“No, no, son sólo un par de borrachos” le dije algo más calmada y tratando de restarle importancia al asunto. Comenzó a sonar una especie de bachata bastante animada por los altavoces.
.-“Puedo bailar  contigo, así nadie te molestará” se ofreció caballerosamente.
A mí me hizo gracia el pretexto que puso para tratar de entablar relación conmigo, pero en cierto modo tenía razón, si bailaba al lado de un chico alto y fuerte como él ningún pesado me molestaría, además, si había alguien en todo el bar con el que me apetecía estar, indudablemente ese era él.
.-“Por qué no” le dije.
.-“Gracias, es un verdadero placer bailar con una chica tan guapa como tú” dijo al tiempo que ambos nos movíamos tratando de coordinarnos. A mí me gustó escuchar su piropo, aunque seguramente estaba calculando mal mi edad.
Al principio se mostró un poco patosillo, lo que me arrancó alguna que otra sonrisa. El muchacho trataba de seguirme el ritmo y no atinaba una, hasta que algo molesto por reírme de él tomó la iniciativa, me agarró de la cintura y me cogió de la mano, dirigiendo los pasos y marcando el ritmo. Me gustó dejarme llevar. Lo cierto es que no bailaba del todo mal, y me dejé guiar. Después de esa canción bailamos otra, y otra.
De vez en cuando me cogía de la mano para indicarme que girase y me voltease delante de él, y otras en cambio se agarraba a mi cintura para bailar pegaditos con las piernas entrecruzadas.  Lo estábamos pasando bien y eso que apenas mediamos palabras durante ese tiempo.
De repente sonó una lambada. El muchacho comenzó a bailar conmigo, pero algo tímido y comedido por su parte. Esta vez fui yo quien quiso demostrarle como se baila verdaderamente ese tipo de música. Me pegué al chaval cuanto pude. Nuestras caderas estaban muy pegaditas, y yo prácticamente baila sobre su pierna.
Recuerdo que por primera vez me percaté de su olor corporal. Estábamos tan pegaditos que era inevitable. Me agradó su aroma, fresco y alegre como él. Yo por mi parte me movía todo lo más sexy que podía. Me gustó provocarlo, incluso busqué intencionadamente el roce de nuestras partes más íntimas.  El muchacho me miró como dándome a entender que era consciente del contacto físico entre nuestros cuerpos. Sus ojos se le iluminaron. Yo le sonreía.
Pero la música terminó. Un breve silencio se hizo en la pista de baile. Hasta que volvió a sonar algún otro ritmo latino por los altavoces. Ambos nos mirábamos frente a frente a los ojos tratando de recuperarnos del bailecito que nos habíamos pegado juntos. Fue el muchacho quien me dijo:
.-“Bailas muy bien” dijo al tiempo que se acercó a mí para no tener que gritar.
.-“Gracias”, le dije “tú también” le respondí.
.-“Puedo saber cómo te llamas” se aproximó más aún a mí para preguntarme.
.-“Soy Sara, ¿y tú?” le dije, al tiempo que le propinaba dos besos, uno en cada mejilla.
.-“Me llamo Esteban” pronunció prácticamente en mi oreja mientras su mano se posaba sutilmente por mi cintura.
.-“¿Sara, puedo invitarte a una copa?” me preguntó mirándome a los ojos.
Yo dudé por unos momentos. Por un lado, lo que más me apetecía era bailar, pero por otro he de reconocer que me apetecía conocer mejor a ese muchacho.
.-“Soy de los que admite un no por respuesta” interrumpió el chico mis pensamientos. Me pareció original en sus palabras.
.-“En ese caso acepto” le respondí, y ambos nos reímos sin mucho sentido.
Nos acercamos a la barra cogidos de la mano. Tuve que soportar las miraditas de la camarera al verme con Esteban. Era como si esa buscona  tuviese algún derecho a meterse en mi vida y me preguntase con la mirada: “¿Qué haces que no estás con tú maridito?”. Eso me envalentonó aún más. ¿Qué derecho tenía a juzgarme?, y mucho menos ella. Así que quise mostrarme algo cariñosa con Esteban.
Me agarré de la mano de mi acompañante y quise tener un gesto mimoso con él mientras aguardaba a pedir las consumiciones. He de reconocer que disfruté viendo los prejuicios de la camarera en su cara. No sé por qué me agradó la idea de que pensase que tenía una aventura con ese muchacho.
El chico puso un nuevo gin tonic en mis manos. Dios mío estaba algo más que mareada. No sé si podría terminarlo. Sin embargo Esteban chocó su copa contra la mía brindando y dijo:
.-“Por la mujer más hermosa que he conocido nunca” pronunció de sus labios sin dejar de mirarme. A mí me hicieron gracia sus palabras, e inevitablemente me reí.
.-“A sí, ¿y quién es?” le dije riéndome aún más por su comentario.
.-“Está justo enfrente mío” dijo esbozando una sonrisa de oreja a oreja mientras clavaba sus ojos en los míos.
Dios mío, hacía mucho tiempo que no me decían algo tan bonito. En esos momentos su sonrisa me pareció la sonrisa más hermosa del mundo. Desde luego aquel muchacho sí que sabía cómo tratar a una dama.
.-“Baah, eso se lo dirás a todas” le respondí mientras daba un primer trago al gin tonic para evitar que me mirase de nuevo a los ojos. Su mirada comenzaba a provocar sensaciones olvidadas en mí. Hacía tiempo que un hombre no me hacía sentir de esa manera.
.-“No que va, te lo digo en serio, he conocido muchas chicas lindas, chicas cariñosas, hermosas, guapísimas pero sobre todo a ti” respondió dando otro trago a su copa.
Huy, huy, huy, unas mariposas comenzaban a revolotear en mi estómago al escucharlo. Sus palabras me estaban provocando sentimientos olvidados. Me estaba haciendo sentir deseada, atractiva, me hacía sentir hermosa, seductora, pero sobretodo mujer, me hacía sentir muy mujer, me gustaba que me dijese que era una mujer hermosa, y que me volviese a recodar que era capaz de amar de otra manera muy distinta a como venía haciéndolo últimamente.
.-“No entiendo como un muchacho como tú, puede haberse fijado en una mujer como yo. ¡Hay decenas de chicas más guapas que yo en el bar!” le dije tratando de desenmascararlo.
Al final todos los tíos buscan lo mismo. Así que supongo que de algún modo esperaba que se evidenciase. Que dejase claro de una vez por todas que lo que quería era acostarse conmigo. Así me sentiría mejor conmigo misma cuando lo rechazase, y me consolase pensando que era mi obligación regresar con mi marido.
.-“Sabes…”dijo como confesándose “cuando te ví por primera vez tenía miedo de mirarte. Sentía algo contradictorio, por un parte no podía dejar de mirarte, y por otra sabía que no tenía nada que hacer contigo”. El muchacho dio un nuevo trago a su copa algo nervioso. Yo también bebí como animándolo a que continuase hablando, me tenía intrigada. Una vez terminó de dar su trago continuó como envalentonado….
.-“Después tuve miedo de conocerte, y ahora que te conozco tengo miedo a perderte” dijo esta vez mirándome de nuevo a los ojos.
Oooh! dios mío. Eso que había dicho me parecía de lo más hermoso que me habían dicho en mi vida. Hacía tiempo que nadie me decía cosas tan bonitas, yo estaba tan,… tan…, no supe que decir, y dije lo primero que se me vino a la cabeza.
.-“¿Por qué dices eso?” le pregunté sin entender muy bien lo que me había dicho.
A mí me había sonado como una declaración, aunque no estaba segura del todo, supongo que el alcohol no me dejaba entender con lucidez.
.-“No sé, simplemente me gustaría conocerte más. Es como si desde la primera vez que te ví hubiera podido visionar en mi mente un futuro plagado de buenos momentos entre los dos” dijo agachando la cabeza como si lo que acababa de decir fuese una tontería.
Me pareció un chico tierno y sensible, muy sensible. Caray!, ese muchacho me parecía perfecto, ¿o no?, ¿por qué no iba a serlo?, tenía una sonrisa encantadora, era alto, incluso bien mirado tenía cierto atractivo, pero sobre todo en esos momentos me pareció como un príncipe azul que viene a rescatar a su princesa de lo alto de la torre del malvado ogro.
Hablando del malvado ogro… no me dí cuenta hasta ese momento que me había bebido del todo el gin tonic. Recordé que tenía un marido con el que debía regresar, y aunque la conversación con Esteban fuese de lo más agradable, debía cumplir con mi obligación. Muy a mi pesar debía ir en busca de mi esposo.
.-“Creo que será mejor que vaya a buscar a mi esposo” le dije dejando mi copa sobre el mostrador dándole a entender que debía abandonar el local. Por mi parte consideré que era el momento apropiado de dejar de soñar con príncipes encantadores, o de lo contrario no respondería de mis actos.
.-“¿Sabes dónde está el fly, o algo asi?” le pregunté con la intención de que me hiciese indicaciones de cómo llegar hasta allí, y de paso desanimarlo un poco.
.-“No está lejos” me respondió “¿si quieres puedo acompañarte’” me preguntó en un último intento por no dar por finalizado nuestro encuentro. Me dejó sorprendida, no esperaba que me acompañase. Dudé, aunque al final me sinceré y le dije:
.-“Esta bien” comenté impulsada por el deseo de prolongar un rato más su compañía.
Salimos cogidos de la mano en dirección a la salida. Esteban marchaba delante abriendo paso caballerosamente entre la gente. Yo me dejaba llevar. No sé por qué me recordó las escenas de la película el guardaespaldas, en la que Kevin Costner saca en brazos a la Whitney Houston, y que tanto me gustaba ver una vez tras otra mientras soñaba con un romance parecido.
Una vez en la calle hacía algo de frío. Era ya de madrugada y comenzaba a refrescar. Sobre todo debido al contraste entre el calor de dentro y la brisa del mar. Además yo estaba todavía empapada en sudor. Esteban se percató de ello nada más salir por la puerta y me dijo:
.-“Hace algo de fresco para llevar un vestido así de tirantes, si quieres puedes ponerte mi jersey por encima del hombro, algo te abrigará”. Yo acepté que me prestase su prenda. Pude apreciar su olor envolviéndome y me resultó agradable. Apenas dimos unos pasos cuando el chico me preguntó:
.-“No hay que ser un experto para adivinar que no te van bien las cosas con tu marido, ¿verdad?”. Sus palabras sonaron como una invitación a confesarme. El fresco de la noche despejó por unos momentos mi cabeza, y opté por permanecer en silencio.
.-“Ophs, lo siento, no sé porqué te lo pregunto, no tienes por qué darme ninguna explicación” dijo disculpándose por el atrevimiento de su pregunta.
.-“No, no, tienes razón, las cosas no marchan nada bien entre mi marido y yo” me sinceré con él.
.-“Se nota” dijo informándome de lo evidente.
Yo comencé a confesarme con ese muchacho al que apenas conocía. Le dije que ya no me sentía deseada, ni que hubiese atracción entre los dos, que la rutina se había instalado en nuestras vidas y un montón de cosas e intimidades más.
Lo hice movida por un extraño sentimiento. Porque si había algo que no quería en ese momento, es que el chico se sintiera incómodo conmigo. Me agradaba su compañía, quería conocerlo un poco más, y supongo que debía mantener algún tipo de plática con él. Además la conversación extrañamente me hizo sentir algo más segura respecto de sus intenciones para conmigo. Era como si al hablar de mi marido alejase la posibilidad de que intentase nada conmigo. De esta forma no me sentiría mal teniéndolo que rechazar.
¿Qué es lo que acababa de pensar?. ¡Que no me sentiría mal rechazándolo! Pero Sara, si tu eres experta en rechazar hombres que te proponen acostarse contigo. Sí, debía reconocerlo, en el fondo añoraba que aquel muchacho se me declarase. Esperaba un gesto por su parte, otras palabras bonitas como las que me dijo en el bar y posiblemente me entregaría a sus brazos.
No, por dios, Sara, ¿qué estás diciendo?.  Reza para que ese chico acepte lo inevitable y no haga nada por impedir que regreses de nuevo con tu marido.
Casi sin darme cuenta habíamos alcanzado la puerta del tal “Fly”. Se hizo un silencio entre ambos mientras leía el cartel en lo alto de la puerta y esperaba a que nuestro destino al fin nos separaba.
Le devolví el jersey prestado a Esteban, y con cara de cordero que va al matadero le dije:
.-“Ten, gracias por acompañarme” musité en voz baja algo resignada.
.-“¿Seguro que quieres entrar’” me preguntó el muchacho tratando de prolongar lo inevitable. Yo lo miré en silencio.
.-“No tienes porque hacerlo” dijo tratando de convencerme.
.-“Y ¿qué  quieres que haga?, acaso pretendes que abandone todo cuanto tengo, para tener una aventura contigo. Es eso lo que quieres ¿no?, acostarte conmigo.” Sin duda mis palabras debieron de ofenderlo, porque me miró fijamente a los ojos y luego decepcionado dijo:
.-“Nadie a dicho tal cosa. Lo siento si llegaste a pensar que sólo quería acostarme contigo. Tan solo quería ayudarte. Pensé que te vendría bien un poco de compañía. Pero si lo prefieres, puedes entrar ahí y pasar por la bochornosa situación de ver como unos tipos que babean por acostarse contigo emborrachan a tu marido” dijo sin respirar ni un segundo y algo desilusionado por mis palabras anteriores.
Sus palabras me hicieron abrir los ojos. Tenía razón, lo que me esperaba dentro era una situación denigrante. Desde luego no quería pasar por ello.
.-“Lo siento,  pero… ¿qué otra cosa puedo hacer?” le dije en tono de disculpa.
.-“Por lo pronto no entrar ahí. Yo que tú me iría hasta vuestra casa andando, dando un paseo, te vendrá bien despejarte un poco. Mañana le diría algo así como que no lo viste y decidiste marcharte a casa, total, no creo que tu marido recuerde mucho tal y como iba ya cuando lo dejaste” me aconsejó con mucho acierto. Tenía razón.
.-“Sabes…” le dije “estaría encantada de que me acompañases dando ese paseo hasta el hotel” y acto seguido lo cogí por debajo del brazo para comenzar a caminar.
Los primeros pasos los dimos sin articular palabra, fui yo quien quiso romper el silencio.
.-“Eres muy bueno Esteban, ¿por qué haces esto conmigo?” le pregunté sin entender que no intentase ligar conmigo.
.-“No sé, ya te lo dije. Es como si desde la primera vez que te ví supiese que íbamos a ser buenos amigos. No tiene ningún sentido, lo sé, pero ¿quién sabe?” dijo. Sus palabras me sonaron a música celestial. Me pareció un encanto de chico. Guapo, sincero, honesto, amable,… no sé cuantos adjetivos más se pasaron por mi mente en ese momento mientras lo escuchaba. A cual mejor. Ya no quedan personas como él.
.-“¿Tú crees en el destino?” me preguntó.
No pude evitar reírme por su pregunta tan metafísica a esas horas de la madrugada y medio borracha como estaba.
.-“¿De qué te ríes?” me preguntó también entre risas contagiado de verme reír.
.-“Te aseguro que si cuando planeé este fin de semana en la playa, alguien me dice que terminaría la noche del sábado de regreso al hotel abrazada a un desconocido y hablando de metafísica, lo tildaría de loco en adelante o algo más” le dije riéndome por la situación. El también se rió conmigo de verse en situación.
.-“Tienes razón” me dijo entre risas “ si alguien me llega a decir ayer cuando te dí el cigarro en la playa que hoy llegaría a conocerte no me lo creería” dijo como si nada entre carcajadas.
Yo lo miré sorprendida.
.-“¿Tú estabas ayer en la playa?” le pregunté sorprendida por lo que acababa de decirme.
.-“Si claro” dijo deteniendo su risa y mirándome a los ojos esta vez sin entender en que me andaba pensando.
En esos momentos sentí algo de vergüenza. Mi comportamiento de esa mañana no era algo de lo que me sintiera especialmente orgullosa. Aquel muchacho me había visto medio desnuda. Maldije no haberme dado cuenta antes, ahora entendía porque su rostro se me hacía familiar.
.-“¿Qué pasa?” me preguntó extrañado.
.-“No, nada, sólo que me dá cosa que me vieses ayer a la mañana con ese bikini. Yo no…, no suelo llevar esa clase de prendas. Esto yooo, es que …me la regaló mi marido e insistió en que me la pusiese…” titubeaba muerta de vergüenza sin atreverme a mirarlo a los ojos. Bajé la cabeza mientras le hablaba.
.-“No tienes nada de lo que arrepentirte” me dijo alzando mi rostro por la barbilla para mirarme directamente a los ojos.“Si yo tuviese un cuerpo como el tuyo también lo luciría” me dijo tratando de consolarme. Esta vez pude advertir un brillo especial en sus ojos mientras me hablaba.
.-“Además, el imbécil es tu marido por comprarte ese tipo de prendas y exhibirte como, como…” no quiso terminar la frase. Era como si a él mismo le ofendiese pronunciar la palabra que faltaba.
.-“Como una puta ibas a decir” terminé yo la frase por él.
.-“No, no digas eso nunca de ti. Tu eres una mujer estupenda” pronunció con ese brillo tan especial en sus ojos.
En esos momentos lo entendí todo. Realmente ese chaval se había enamorado de mí, era como un amor a primera vista, me respetaba incluso más que yo a mi misma.
Tras el muchacho, justo en la dirección en la que se perdía mi mirada, una conocida marca de material deportivo anunciaba su slogan en un cartel tras el rostro de mi acompañante: “Just do it”, ponía. Y como si fuese el destino quien me hablase me decidí a hacerlo.
Lo besé. Lo besé en la boca. No pude evitarlo, fue algo instintivo, lo besé como nunca he besado a nadie antes, con todo el fuego de mi cuerpo.
Fue como un impulso irrefrenable al entender que me amaba. Necesitaba probar la ternura de sus labios. Se quedó sorprendido al besarlo.
.-“¿Por qué has hecho eso?” me preguntó algo temeroso.
.-“Por qué quiero” le dije al tiempo que lo sujetaba por el cuello y le daba otro beso en la boca.
.-“Sara, por favor no siguas…” pero antes de que pudiera terminar la frase le propiné otro beso en la boca. Esta vez abrió de pleno sus labios y nuestras lenguas se entrelazaron por primera vez.
A mí me temblaban las piernas. Fue él ahora quien me abrazaba entre sus brazos con fuerza y me besaba apasionadamente en la boca. Nuestras lenguas continuaban  jugueteando en el interior de nuestras bocas. Apenas nos separábamos. Besaba muy bien. En esos momentos me hizo sentir la mujer más afortunada del mundo.
Después de ese beso vino otro, y otro. A cual más intenso y apasionado. No nos decíamos ninguna palabra, tan solo besos y miradas.
Necesitaba apoyarme en algún sitio, recuerdo que me flaqueaban las fuerzas y me temblaban las piernas mientras me besaba. Arrastré a Esteban hasta un coche en la acera y continuamos besándonos. Nuestras bocas unidas en un beso eterno.
Dios mío que me estaba pasando, unas mariposas revoloteaban en mi estómago, mi cabeza daba vueltas de felicidad, mi corazón latía al mil por hora, y mis piernas tiritaban de los nervios. Me estaban besando, me estaba besando con otro tipo que no era mi marido. ¿Le estaba poniendo los cuernos?. De ser así era todo por su culpa. Se lo tenía bien merecido, sólo sé que en esos momentos yo estaba en la gloria.
.-“Oh, Sara, eres tan hermosa” interrumpió por primera vez Esteban nuestro beso para decirme cosas tan bellas, mirándome a los ojos con una pasión y un fuego en su mirada que hacía tiempo no veía en otro hombre.
Un calor me vino de repente por todo el cuerpo. Incluso creo que me sonrojé al escuchar sus palabras de amor.
.-“Eres la mujer más guapa del mundo” me dijo mientras yo lo agarraba del pelo por la nuca y le ofrecía mi cuello para que me besase en él.
Esteban enseguida lo entendió y comenzó a besarme por el cuello y el hombro, recorriendo cada centímetro de mi piel, hasta jugar con mi pequeño pendiente en el lóbulo de mi oreja. Si hay algo que me vuelve loca es que me besen detrás de los orejas.
.-“Uuuhhmm” comencé a gemir cuando el muchacho aprisionó mi lóbulo entre sus labios. Esteban se dió cuenta de que eso me excitaba e insistió.
.-“¡Qué bien sabes!” me dijo de nuevo entre mordisquito y mordisquito. Me gustaba escuchar sus piropos. Yo le ofrecía el cuello para que continuase besándome allí donde él había descubierto que me estimulaba de sobremanera.
Era todo tan confuso para mí, el alcohol, el cansancio de  la madrugada, aquellos besos que no eran los de mi marido,…y a pesar de todo me sentía maravillosamente bien.
Andamos unos pasos más, siempre cogidos de la cintura, entre arrumacos y caricias de complicidad. Riéndonos sin motivo, y sin dejar de reír por ello. Nos besábamos en cada coche del paseo como dos enamorados.
Recuerdo que en una de las veces yo estaba apoyada de espaldas a un coche, besándonos apasionadamente, cuando Esteban se atrevió por primera vez a deslizar su mano desde mi cintura hasta el culo.
Guauuu!!,un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba abajo cuando noté su mano en mi trasero.
.-“Uuuuhhhm” no pude evitar gemir en el interior de su boca mientras nos besábamos. Al escucharme aprisionó uno de mis mofletes entre sus dedos.
Esteban se dio cuenta de mi estado de excitación y me encerró con fuerza con sus caderas  contra la puerta del coche. Inevitablemente tuve que abrir mis piernas para facilitarle la labor. Por primera vez pude apreciar el bulto de su entrepierna rozándose contra mi pubis.
Dios mio!. ¿Todo eso era suyo?. Tuve que dejar de besarlo para mirarlo a los ojos y hacerle entender que estaba apreciando como su miembro se clavaba en mi zona más íntima.
Esteban respondió besándome con mucha  más pasión, aprisionándome aún más contra el coche con todo su ímpetu, y logrando mayor contacto aún entre nuestras partes.
Yo por mi parte comencé a moverme en pequeños círculos tratando de lograr el máximo contacto entre ambos, hice evidente que me gustaba sentir su polla clavada en  mi cuerpo, aunque fuese a través de las telas de nuestras vestiduras.
Esteban comenzó a moverse moviendo el culo como si estuviese haciéndome el amor allí mismo en medio de la calle. Yo a esas alturas estaba muy calentita. Ya no respondía de mis actos. Sólo quería sentir su miembro rozándose contra mi cuerpo mientras me besaba de la forma más apasionada que me habían besado nunca.
Incluso rodeé a Esteban con una pierna tratando de facilitar el contacto entre nuestras intimidades. Yo no podía evitar gemir tímidamente mientras mi eventual amante trataba de ahogar mis sonidos más personales de placer tapando mi boca con la suya. Aquello se me estaba yendo de las manos, definitivamente estaba perdiendo el control, de seguir así no respondería de mis actos.
Al tener mi pierna levantada rodeando su cintura, Esteban deslizó su mano por debajo de la tela del vestido, que quedaba ya de por sí un poco alta por mi postura, para acariciarme el culo ahora sí con total descaro. Introdujo su mano por debajo de mis braguitas, y pudo apreciar la suavidad de mi piel en esa zona. Siempre sin dejar de besarnos, y de que nuestras lenguas juguetearan en el interior de nuestras bocas.
Nuestros cuerpos estaban tan pegados que pude apreciar como su polla dió un respingo en el interior de su pantalón al comprobar el tacto de mi piel. Mi pasividad ante su maniobra lo envalentonó a sobarme el culo descaradamente. Su respiración se aceleró al explorar con su mano parte tan íntima de mi cuerpo.
.-“¡¡Dale fuerte!!”, gritó un grupito de muchachos que pasaban por el paseo en ese momento interrumpiendo nuestros arrumacos.
Sus burlas nos despertaron de nuestra ensoñación. Ambos nos dimos cuenta del espectáculo que estábamos dando en la madrugada en medio del paseo marítimo de aquella localidad. Era como si de repente nos hubiesen sorprendido cometiendo un pequeño pecado.
.-“Ven “, dijo Esteban al tiempo que me cogía de la mano y tiraba de mi hacia no sé dónde.
Sólo recuerdo que corrimos unos metros a toda prisa hasta doblar una esquina, adentrarnos en una calle algo oscura, y cobijarnos en el rellano en forma de túnel del escaparate de una tienda.
Esta vez Esteban me aprisionó contra la puerta de cristal al final del escaparate, buscando de nuevo el máximo contacto entre nuestros cuerpos, mientras retomaba apasionadamente como si nada nos hubiese interrumpido un nuevo beso en la boca.
Uhff!!, yo estaba como una moto. Enseguida pude notar como la mano de Esteban se deslizaba de nuevo por debajo de la tela de mi vestido para adentrarse entre la tela de mis braguitas y acariciar la suave piel de mis nalgas. Estaba claro que quería seguir dónde lo había dejado, sólo que esta vez al no rodearlo con mi pierna se levantó la tela de mi vestido y yo podía notar además de su mano, el frío del cristal contra el que me aprisionaba.
No sé como describir lo que sentía en esos momentos, pero estaba en el mismísimo cielo. Me encantaba ser devorada en la boca por aquel muchacho. Estaba excitadísima, sus manos recorriendo mi cuerpo me transportaban a un mundo de sensaciones inexploradas antes para mí.
Quería más, quería que Esteban no se conformase con tocarme el culo. Si le iba a ponerlos cuernos a mi marido que fuese bien merecido. En esos momentos deseé que además me acariciase las tetas. Si hay algo que me excita y me vuelve loca es que me estimulen los pechos. Y yo en esos momentos estaba dispuesta a cometer una locura.
Dejé de besar al muchacho, lo miré fijamente a los ojos, el me contempló impaciente por saber a qué se debía la interrupción. Luego me llevé las manos detrás de la nuca y deshice el lazo que anudaba los tirantes del vestido. Los dejé caer a ambos lados, los dejé caer desnudando mis pechos ante la atenta mirada del chico que no dejaba de contemplarlos y de creerse su suerte. Pude recordar en un dejá vou esa misma mirada del otro día en la playa.
.-“¿Te gustan?” le pregunté en un susurro.
.-“Son preciosos” me dijo, y antes de que pudiese decir nada más, lo cogí por detrás de la nuca entre mis brazos y guié la cabeza del chico hasta aprisionarla contra mi pecho.
Enseguida pude notar un primer lengüetazo del chaval tratando de comprobar la sensibilidad de mis pezones.
.-“Uuuuhhmmm”, mi gemido resonó entre aquellos escaparates.
 Luego pude apreciar cómo se dedicaba a besarme por todo el escote, recorría mi  cuerpo con su lengua, saboreando cada centímetro de mi piel por esa zona.
De vez en cuando me besaba con la boca abierta tratando de abarcar la aureola de mis pezones. Otras en cambio me daba pequeños mordisquitos aprisionando mis pezones entre sus labios y tirando de ellos para arrancarme gemidos de placer.
A esas alturas yo no podía evitar ronronear de gusto cada vez que trataba de introducirse mi pecho en su boca. No respondía ya de mis actos, reconozco que estaba totalmente entregada, por eso no me importó que la mano de Esteban que exploraba mi piel por debajo de mi falda, se atreviese a acariciar la zona más húmeda de mi braguita.
Ambos supimos en esos momentos que mi prenda más íntima estaba ya empapado por mis fluidos.
.-“Hay que ver cómo me tienes” le susurré mientras revolvía el pelo de su cabeza entre mis pechos.
Fue escuchar estas palabras, y con una habilidad que me sorprendió gratamente, el chico se atrevió a desplazar a un lado la tela que debía cubrir mi rasurado pubis, para comenzar a mover a un lado y a otro un dedo suyo entre mis labios más íntimos. Pudo comprobar que estaba empapadísima. Todo sin dejar de devorarme a besos por todo el escote, el cuello, la boca, de nuevo los pechos, mi lóbulo, la boca, el cuello, los pechos, y así indefinidamente. Yo no podía hacer otra cosa que dejarme llevar por sus caricias.
Interrumpió sus besos y sus mimos para mirarme fijamente a los ojos. No quiso perderse ni un detalle de mi rostro cuando me penetró con su dedo, lenta, pausadamente, saboreándolo.
.-“Uuummmhh” gemí esta vez desde lo más profundo de mi ser cerrando los ojos y entreabriendo los labios, dejándome llevar por la extraña sensación de apreciar como aquel dedo invasor se abría paso en mi interior.
Abrí mis ojos cuando su dedo termino de acomodarse en mi interior. Los ojos de Esteban permanecían clavados en mi rostro, me había estado observando detenidamente durante toda su maniobra. Una maliciosa sonrisa se dibujó en su rostro, como si fuera plenamente consciente de la barrera que acaba de sobrepasar. Comenzó a mover su dedo dentro de mí, adelante y atrás, arriba y abajo, deleitándose con cada mueca de placer en mi cara.
Dios mío me estaba matando de placer. De seguir así me correría en breves instantes en su mano. No quería que todo terminase entre nosotros de esa manera. No era justo. Debía evitarlo a toda costa, debía prolongar un momento tan maravilloso.
Quise corresponderle, opté por acariciar su polla por encima del pantalón. Me pareció bastante grande, al menos más grande que la de mi marido. Tuve curiosidad por comprobar su tamaño recorriéndola en toda su longitud con mis propias manos. Quise tocarla, comprobar su tacto, su dureza, así que le bajé la cremallera de sus jeans para rebuscar entre su ropa interior, justo al mismo tiempo en el que pude comprobar cómo un segundo dedo suyo se abría camino en mi interior.
.-“Uuuhmmm” de nuevo me arrancó otro gemido. De seguir así me correría en sus manos. Aquello no era equitativo. Quería al menos ver su miembro, necesitaba tocarlo, acariciarlo.
Extraje su miembro de entre su ropa. Guauuu, me pareció maravillosa. Tenía la cabeza gordota, estaba bien descapullada, y me parecía bastante grande.
Tuve ganas de saborearla. Nunca me ha gustado practicar el sexo oral con mi marido, pero en cambio en esos momentos tenía verdadera curiosidad por  averiguar cómo sabría ese pedazo de carne que palpitaba entre mis manos.
Por eso me arrodillé a los pies de Esteban, sus maniobras de exploración por mi interior se vieron necesariamente interrumpidas, sus dedos abandonaron mi cuerpo, y sin embargo el chaval me miraba ansioso por que comenzase con lo que suponía iba a hacer al arrodillarme.
No me demoré, agarré su miembro con mi mano y procedí a recorrer con mi lengua toda la longitud de su polla. Un sabor intenso y salado inundó mi boca. Decidí introducírmela en la boca, al principio rodeé su capullo entre mis labios, jugando con mi lengua entre sus pliegues. Poco a poco fui introduciéndomela más en mi boca, hasta que alcanzó mi campanilla al final de la garganta.
Me sorprendió que todavía quedaba parte de su miembro fuera de mi boca como para abarcarla con dos manos. Quise comprobarlo una segunda vez tratando de introducírmela de nuevo desde el principio, sólo que esta vez traté de engullirla un poco más.
.-“Uuff, Sara que bien la chupas” dijo el muchacho que me miraba atentamente abandonado a mis caricias. Sus palabras me animaron a esforzarme.
Rodeé su verga con mi mano y comencé a moverla de arriba abajo tratando de  sincronizar el movimiento de la mano con el de mi boca. Ahora podía apreciar el sabor de mi propia saliva por toda su polla.
Quise mirarlo a los ojos desde mi posición. Un destello proveniente de la alianza en mi mano con el que pajeaba aquel mozo, me hizo acordarme de mi esposo. Pobrecito, mi marido siempre me pedía que lo mirase cuando se la chupaba, y yo siempre le respondía que me daba vergüenza y cerraba los ojos, porque me desagradaba.
¡Cornudo!. Se lo tenía bien merecido. Nunca pensé que sería capaz de ponerle los cuernos, pero lo cierto es que lo  estaba disfrutando.
.-“Tienes unos ojos preciosos” pronunció el chico interrumpiendo mis pensamientos a la vez que revolvía mi pelo y me sujetaba por la cabeza arrodillada a sus pies.
Sus palabras me alentaron a hacerlo todo lo mejor que sabía, quería hacerle a ese muchacho la mejor mamada de su vida. Yo desde luego nunca lo olvidaría, era la primera vez que disfrutaba haciendo una felación, y esperaba que el chico tampoco lo olvidase.
Tiré de sus pantalones hacia abajo, le bajé el slip, y liberé por completo su polla ante mis ojos. La luz de los focos de un coche girando la esquina nos alumbró por unos segundos, los suficientes como para apreciar el deseo reflejado en el rostro de mi amante.
Le agarré el pene de nuevo entre mis manos. Esta vez quise empaparme de su olor, acerqué mi rostro cuanto pude y esnifé profundamente por mi nariz su aroma de macho. Le lamí un testículo. Le gustó.
.-“Sara, si sigues me voy a correr, me corrooooh…” escuché entre gemidos de su boca.  No hice caso a sus palabras, es más, aplasté mis tetas contra sus piernas para excitarlo aún más, mientras lo miraba a los ojos arrodillada a sus pies. Todo sin dejar de acompasar el movimiento de mi mano con el de mi boca, que le aprisionaba su miembro entre mis labios. Era como comer un cucurucho en verano.
.-“Para, para Sara o me corro” comprobé que realmente estaba a punto de venirse, pues pude apreciar los palpitos de su miembro en mi boca. Que delicadeza la suya avisándome, mi marido nunca lo hace.
No me hubiese importado tragarme su semen, lo hubiese lamido y relamido, pero interrumpí mi felación. No quería que todo terminase en una simple mamada. Quería más, deseaba más, mi cuerpo necesitaba más. Así que sin saber ni cómo ni porque, arrodillada a sus píes le dije:
.-“Quiero que me folles” pronuncié a media voz aún de rodillas sin apartar mis ojos de los suyos
.-“¡¿Qué?!” preguntó el chaval sin creerse su suerte.
.-“Quiero que me folles” le repetí más fuerte como autoconvenciéndome a mi misma de lo que decía mientras me incorporaba en pie.
Esteban se aproximó a mí sin dejar de mirarme a los ojos, hasta quedar aplastada entre el cristal del escaparate y su cuerpo. Luego me rodeó con su brazo tratando de alcanzar mi culo con una mano, mientras con la otra levantó una de mis piernas  para facilitar la maniobra. Se aseguró de retirar a un lado la parte central de mis braguitas, y con el camino despejado comenzó a mover sus caderas. Su pene se rozaba ahora intencionadamente a lo largo de mis labios vaginales.
Estaba claro lo que pretendía. Esperaba que fuese yo misma quien guiase su polla hasta penetrarme. El tenía sus manos ocupadas en sujetarme, una por el culo y la otra en sujetar mi pierna levantada. No lo hice esperar. Yo también lo deseaba, estaba necesitada de él. Me moría de ganas por qué ese chaval me follase de una vez como es debido.
.-“Métemela” pronuncié en un susurro mientras me agarraba a su cuello con una mano y acomodaba su polla entre mis labios vaginales.
Pero aún con todo, y a pesar de mi disposición, el muchacho trataba de retrasar el momento.
.-“Vamos métemela” le repetí mientras me refrotaba la punta de su polla por mi clítoris aumentando la excitación.
.-“Pídemelo” pronunció el chico disfrutando del momento haciéndome sufrir.
.-“Fóllame por favor, necesito que me folles ” le dije fuera de mí sin control, y sin cesar de refrotar su miembro por mi clítoris. El muchacho me miró fijamente a los ojos y de un solo golpe certero me introdujo de una estocada su polla en lo más profundo de mi interior.
.-“Sssiiiiihhh” chillé al verme ensartada por semejante pedazo de polla.
Esteban me miraba fijamente a la cara sin perderse ni un solo detalle de mis gestos de placer.
.-“Oh vamos, muévete, muévete” necesitaba que el muchacho dejase de mirarme y comenzase a moverse. Me estaba desesperando, menos mal que me hizo caso a la primera. Comenzó a moverse como un toro enfurecido. Desde luego su ritmo era superior al que venía acostumbrada.
.-“Eso es fóllame, así, sigue, quiero que me folles bien duro” en cierto modo me excitaba escucharme a mi misma pronunciando semejante barbaridades. En esos momentos deslice mi mano entre su cuerpo y el mío para acariciarme, estaba próxima al orgasmo. El también.
.-“Que bien follas chaval, así, si, dame duro” le decía mientras le mordía en el hombro para incitarlo.
.-“Me corrooooh” susurró en mi oreja con su rostro pegado al mío. Me sorprendió que pudiese venirse tan pronto.
Además, no podía correrse dentro, no estábamos usando preservativo, podía quedar embarzada, pero…¿qué podía hacer?. Debía impedirlo.
Le arañé en la espalda, le clavé las uñas, quería retrasar el momento, pero aún con todo podía notar los espasmos de su polla en mi interior. Estaba a punto de correrse dentro a pesar de mis esfuerzos por evitarlo.
.-“Meteméla por el culito”, le dije para sorpresa de los dos.
¡¡Cómo se me podía haber ocurrido tal cosa!!, nunca lo había hecho anteriormente, seguro que me dolía, pero ¿que otra cosa podía hacer  para detenerlo?, ¿acaso el chaval no se lo merecía?. Estaba dispuesta a aguantar el dolor porque el muchacho se llevase su parte.
Esteban por su parte se detuvo de repente y me miró fijamente a los ojos sin creerse lo que había escuchado.
.-“Quiero que me lo hagas por el culito, ¿quieres?” le repetí de nuevo para que no hubiera dudas, con mi mano en su mejilla desprendiendo toda la ternura de la que podía hacerlo partícipe. Además era como si al decirlo repetidamente yo estuviera más segura de que lo quería hacer.
El chico sacó su polla de mi interior, dejó de sujetarme por las caderas, y una vez estuve apoyada en suelo sobre los dos pies me giró de cara al escaparate. Me situó apoyando la palma de mis manos contra el cristal por encima de mi cabeza. Pude notar el frío del vidrio contra mis pechos desnudos y aplastados. Yo cerré los ojos envuelta en un manojo de nervios expectante a la maniobra del muchacho.
.-“No me hagas daño” le supliqué desde mi posición.
.-“Tranquila, no te dolerá” me dijo al tiempo que escuché como escupía. Acto seguido pude notar como su mano exploraba la zona alrededor de mi ano, y comprobar como un dedo invasor trataba de abrirse camino en mi esfínter. Escuché como volvía a escupir y repetir la maniobra alrededor de mi ano varias veces, hasta que al fín la yema de uno de sus dedos se abrió paso. Retuvo la punta de su dedo en mi interior hasta permitirme dilatar. Se notaba que lo había hecho en anteriores ocasiones y estaba siendo delicado. Aún con todo yo estaba tensa frente a lo desconocido.
Gracias a dios no me dolió, pero de los nervios contraje los músculos de mis glúteos aprisionando con fuerza el dedo que me dilataba. Esteban me dio una nalgada que resonó entre los cristales de aquel túnel de escaparate. Creo que en esos momentos se dió cuenta de que no lo había hecho nunca por ahí, y trato de inspirarme confianza.
.-“Tranquila, relájate y disfruta” me susurró en la oreja mientras su dedo se insertaba en mi interior todo cuanto pudo. Mi mueca de dolor fue evidente, aún con todo me mordí los labios tratando de no gritar. Quería que continuase, lo estaba haciendo muy bien por el momento.
.-“Ves, lo peor ya ha pasado. No duele” me dijo dándome seguridad, al tiempo que comenzaba a mover su dedo en el interior de mi ano. Lo sacaba y lo introducía al ritmo propicio y controlado para que mi esfínter se acomodara a su tamaño.
El cuerpo del muchacho me aplastaba contra el cristal, yo sabía perfectamente sin necesidad de abrir los ojos, que el chico disfrutaba contemplando mi rostro y mis gestos de dolor contenida desde su posición en mi espalda.
Abrí unos ojos como platos cuando pude comprobar que un segundo dedo se abría camino en mis entrañas. Pude ver el rostro de satisfacción del muchacho reflejado en el cristal. Aquello dolía un poco cuando comenzó a mover los dedos, pero aún con todo seguía siendo soportable.
.-“Apuesto a que nunca te lo han hecho por el culito” me dijo apartándome con su mano libre mi propio pelo detrás de mi oreja.
.-“Nooh” pronuncié yo muerta de miedo ante lo que estaba aconteciendo. Esteban comenzó a darme tímidos besitos en mi hombro mientras disfrutaba dilatando mi culito.
.-“Ves ya lo sabía yo. Tranquila te gustará” dijo mientras sus dedos jugueteaban en mi interior. Yo continuaba tensa, con mi cara, mis manos y mis pechos aplastados contra el escaparate de aquella floristería. Me dí cuenta que se trataba de una floristería. “Qué romántico” pensé “voy a perder mi virginidad anal rodeada de flores”.
.-“Sabes… tienes un culito muy rico” pronunció Esteban en mi espalda interrumpiendo mis pensamientos. Su  mano libre se deslizó ahora por delante de mi cuerpo hasta acariciar mi pubis. Una de sus manos jugaba con mis labios vaginales mientras la otra trataba de abrirse camino con un nuevo dedo en mis entrañas.
.-“Aaaahy!!” grité de dolor al comprobar que su tercer dedo se abría camino en mi esfínter, y justo al mismo tiempo, otro dedo de distinta mano me penetraba por la vagina.
Ooh, dios mio!!, aquello era indescriptible. ¡Qué gozada!.¡Qué explosión de sensaciones nuevas en mi cuerpo!  Si hasta podía notar como sus dedos llegaban a tocarse a través de mis tejidos internos. Inconscientemente agarré la mano de Esteban que me penetraba por la vagina temiendo que me lastimase, mientras le suplicaba que parase.
.-“Para…, para por favor., o me corro…, que gusto…, para por favor…” le suplicaba mientras trataba de detener el movimiento de su mano en mi vagina. Pero estaba claro que el muchacho disfrutaba viéndome tan cachonda. De hecho incrementó el ritmo de sus movimientos.
.-“Aaah…, siiih…, siiiiih…,me corro…,me corrooooh…” grité ante la atenta mirada del muchacho que observaba las sacudidas de mi cuerpo convulsionándose por el orgasmo tan brutal que estaba experimentando.
Se detuvo. Definitivamente me había corrido en sus manos. Trataba de recuperar la respiración cuando escuché como el chico a mi espalda decía:
.-“Creo que ya estás preparada” y acto seguido comprobaba como empujaba con su polla contra mi esfínter, ayudándose de sus manos, hasta que a base de insistir logró introducir la punta de su capullo en mi ano.
Yo me quedé paralizada, mi respiración se cortó de golpe, no podía concentrarme en otra cosa que no fuese mitigar el dolor que su polla producía al abrir mi esfínter.
Ahora si me estaba doliendo, una cosa eran sus dedos y otra muy distinta tener su polla clavada en mi culo. El chico disfrutaba con mi sufrimiento y mi lucha interna ante lo acontecido. Sabía perfectamente que aquello me estaba doliendo y que yo hacía todo lo posible por soportarlo como buenamente podía.
Justo cuando el dolor inicial remitió un poco, entonces comenzó a moverse.
.-“Despacito por favor, despacito, me duele” le supliqué con un hilo de voz en mi garganta a la vez que me temblaba todo el cuerpo
.-“Lo sé” pronunció con total seguridad en lo que se hacía. Se entretuvo en arrugar mi vestido por la cintura, me acarició los pechos desde atrás, incluso recogió mi pelo en una coleta, tratando de darme tiempo, hasta que me agarró con fuerza con las dos manos por la cintura y comenzó a moverse.
Al principio se movía lenta y pausadamente, deleitándose sobretodo en la sensación que le producía  golpear con sus testículos contra mi piel, sabedor de que en esos momentos me la estaba metiendo hasta el fondo. Yo no me lo podía creer: me estaban follando por el culo.
Por primera vez en mi vida me estaban sodomizando, y lo mejor de todo es que no era tan doloroso como pensaba. Es más, creo se apoderaba el morbo y la satisfacción mental al dolor físico real.
El dolor iba mitigando poco a poco, ya no era tan insoportable, sin embargo una sensación de ardor fluía desde mi esfínter por todo mi cuerpo cada vez que el chico con su movimiento llegaba hasta el fondo. Entonces se movía dando pequeños círculos con su cadera, comprobando con sus huevos la suavidad de mi piel.
El chaval siempre atento a mis sensaciones comenzó a moverse más deprisa. Yo trataba de abrirme con mis manos todo cuanto podía las nalgas de mi culo, facilitándole la sodomización, y como si eso absurdamente fuese a calmar mi picor.
El chico aumento el ritmo, y yo solo podía pensar en una cosa:
.-“Me están follando el culo, me están follando el culo” me repetía una y otra vez en mi cabeza.
No sé en qué momento exacto desapareció el dolor, de repente podía sentir como su polla estimulaba partes de mi cuerpo que nunca habían sido alcanzadas.
¡Que gozo!. Aquello era mejor incluso que el sexo vaginal. No acertaba a comprender de donde provenía tanto gustico. Me dí cuenta que necesitaba acariciarme de nuevo, necesitaba provocarme otro orgasmo con toda esa explosión de nuevas sensaciones.
¿Qué ocurre?. El chico estaba bajando el ritmo debido al cansancio.
.-“Noooh, no pares ahora, vamos muévete, muévete, por favor, muévete, por lo que más quieras, por favor muévete” le suplicaba con la voz entrecortada. El muchacho puso empeño y trató de incrementar el ritmo.
.-“Eso es así, dame fuerte, vamos, dame fuerte, ¿no sabes follar mejor?” mis palabras cada vez eran más sueltas, más soeces. Pude apreciar por sus embestidas que lo incitaban y lo provocaban como un trapo rojo a un toro. Al parecer le estaba costando. Por mi parte, las caricias castigándome  mi clítoris desesperada, junto con las nuevas sensaciones en mi interior, estaban logrando que alcanzase un nuevo climax.
.-“Uuuhm, que rico, mi vida, dame fuerte mi amor, que bien, que polla tan grande, vamos nene, reviéntale el culo a esta putita” yo estaba ya totalmente fuera de mí próxima al orgasmo, no era consciente ni de lo que decía.
.-“Si, siii…, siiiiihhh…, aaaah…, siii…, siiiiiiiiih” grité al explotar en un nuevo orgasmo.
Un relámpago recorrió toda mi espina dorsal, desde mi vientre hasta la última punta de mi pelo. Unas sacudidas convulsionaron mi cuerpo. Me agitaba de un lado a otro mientras gritaba presa de espasmos y espasmos seguidos uno tras otro.
Mi amante al verme se movió como con rabia, como si ese orgasmo le perteneciese, y en cambio le estaba costando alcanzar el suyo. No puedo decir que lo sintiese. Me alegré porque continuara moviéndose. Me tenía bien cogida por las caderas y se movía con rabia.
Pronto comencé a experimentar las sacudidas en mi cuerpo antesala de otro orgasmo. ¿cómo podía ser?. Nunca me había corrido dos veces tan seguidas, y estaba a punto de alcanzar un tercer orgasmo. Aquello no tenía explicación para mí, pero sin saber ni cómo ni porque, una nueva descarga eléctrica recorrió mi espalda produciendo un gozo indescriptible y sacudiendo mi cuerpo en una nueva explosión de placer.
Todavía no me había recuperado del último orgasmo cuando enlace uno nuevo, y luego otro, y otro. No podía evitar chillar, no había forma de contenerme.
.-“Aaaah siih…, siiiiiih, aaaaaaahy…, siiiih” gritaba como una posesa de placer.
 Había perdido la cuenta de dónde empezaba uno y terminaba otro, era todo tan distinto. Solo recuerdo que me encontraba como en una nube presa de los estímulos, hasta que pude apreciar los espasmos de la polla del muchacho en mi interior, para sentir entre sacudida y sacudida un calor agradable que inundaba mi interior.
.-“Sara…, Saraaa…, Saraaaaahhh…” al muchacho le gustó pronunciar mi nombre mientras se corría.
Sentí alivio cuando se salió de mi. De repente se habían ido los estímulos placenteros, para envolverme en una mezcla de sensaciones entre picor y escozor. Incluso pude sentir su leche resbalar por mis muslos al incorporarme.
Ya está, eso era todo, y todo había terminado. Un silencio se apoderó de los dos. Tan solo se escuchaban nuestras respiraciones tratando de recuperar el esfuerzo de nuestros cuerpos. Cuando me giré el chico estaba subiéndose sus pantalones y abrochándoselos. Ni una mirada, ni un gesto por su parte, nada.
En esos momentos sentí una vergüenza tremenda. Todo había cambiado de repente. Fui consciente de acababa de cometer una insensatez, me había dejado follar por un desconocido. Pensé que pese a todo mi marido no se merecía eso. Para colmo tuve que contemplar mis braguitas tiradas en el suelo en medio de aquella floristería. Me sentí mal por lo que acababa de pasar. Quise cubrirme cuanto antes. Traté de recolocar mi vestido, y de anudarme los tirantes del top a la nuca. Estaba torpe, temblaba y no lograba anudarlos. Fue el muchacho quien apartándome las manos a mi espalda procedió a anudar los tirantes en mi nuca.
.-“Ha sido estupendo, ¿no crees?” me dijo mientras ataba las tiras del vestido.
.-“Si, lo sé” le dije muerta de vergüenza.
En ese momento el chico recogió las braguitas del suelo en su mano, y tendiendo su puño hacia mí, me dijo:
.-“Ten, se te olvidaban” pronunció mirándome a los ojos.
.-“Quédatelas, no las quiero” le dije con una sonrisa forzada en mi rostro. En realidad no me atrevía a ponérmelas.
¿En qué clase de mujer me había convertido?, ¿qué es lo que había hecho?. En esos momentos era toda un mar de dudas. Un manojo de nervios. No me atrevía a mirar a ese chico a la cara. Me sentía sucia, arrepentida por mi comportamiento tan avergonzante. Me había dejado follar como una cualquiera, ya vés, en medio de la calle. Y lo peor de todo: le había entregado mi culito a un desconocido.
Mi acompañante tampoco articuló palabra alguna. Se dedicó a abrazarme y acompañarme andando hasta el hotel. No entendía a que se debía mi cambio de comportamiento. Supongo que hizo lo que le pareció correcto.
Por suerte el hotel no quedaba muy lejos. Intentó despedirse con un beso en la boca, pero le retiré la cara en el último momento.
.-“¿Nos volveremos a ver?” me preguntó en las escaleras de la entrada a la recepción del hotel, mientras me tendía la mano para darme un trozo de papel en el que había escrito un número de teléfono.
.-“Yo…, no debería” le dije cogiéndole el papelito por educación y cortesía más que por ganas en ese momento.
.-“No te olvidaré” escuché que decía mientras le daba la vuelta para alejarme.
Nunca lo he pasado tan mal como cuando llegué a la habitación y pude ver a mi marido durmiendo. Por suerte estaba vestido sobre la colcha con sus calcetines negros y todo, que en esos momentos me resultaron tan familiar. Roncaba plácidamente. Pobrecito, si supiera.
Me encerré en el baño con la intención de ducharme. Al quitarme el vestido pude ver una mezcla de fluidos escurrir por mis piernas. Traté de secarlo con algo de papel higiénico. Me duché con prisas y tratando de no hacer ruido, cepillándome por todo el cuerpo con la piedra pómez para eliminar cualquier  resto o marca de los sucedido.
Al salir de la ducha todavía me escocía el culo, y eso que buena parte del tiempo dirigí el chorro del agua hacia mi esfínter, tratando de aliviar mi picor. Tuve que embadurnármelo con crema hidratante para aliviar un poco la sensación, que por cierto me duró varios días.
Por suerte al regresar a la cama mi marido todavía dormía la mona, y al parecer no se había enterado de nada.
Bien entrada la mañana siguiente me preguntó que dónde me había metido, y opté por decirle que se me fue el tiempo bailando, hasta que salí a buscarlos, y que como nos los ví dónde me dijo Ernesto, me vine dando un paseo hasta el hotel. Nunca preguntó nada más ni sospecha de lo ocurrido.
Muchísimas gracias por haber leído mi relato.
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