El lunes pedí unas horas de fiesta, llamé a “El Fajinas”, que me atendió con alegría

-Coño, Juan, ¡Cuánto tiempo sin oírte ni verte!, Pensaba que no querías saber ya nada conmigo.

-Fajinas, tengo que hablar personalmente contigo de un asunto muy particular en el que deseo que me eches una mano.

-Hoy voy a estar todo el día en mi casa, ven cuando quieras y te atenderé con mucho gusto.

-Por cierto, ¿conoces a un buen abogado? –Le pregunté a sabiendas de que tiene los mejores que se pueden pagar, para que le saquen de cualquier lío.

-Si, el mío. Si vienes ahora podrás hablar con él. Le espero en una media hora.

Me fui para su finca, después de pasar por el banco, diciendo en la oficina que no iba a volver en todo el día, y casi una hora después estaba sentado delante de El Fajinas y al lado de su abogado.

Primero hablé con El Fajinas, al que conté la historia a mi manera, evitando nombrar a Jorge, e informándole de mis intenciones de esclavizarla.

-Mira Juan, yo con gusto te perdonaría el dinero, pero la organización es muy escrupulosa con las cuentas y me acusarían de habérmelo quedado, lo que supondría mi cuello y probablemente el vuestro, pero puedo ayudarte en el resto.

-Ya contaba con ello, y por eso traigo los 112 mil euros que tiene que pagarte en unos días. Mi intención va más encaminada a que ella no se entere que está todo pagado, para poder seguir con las amenazas y colocarla en alguno de tus prostíbulos para recuperar las inversiones.

-Eso está hecho. Pero a la vista de lo que me has contado, yo la llevaría a algún otro prostíbulo especial que tenemos, solo para clientes muy especiales y donde se practican actos también muy especiales. Lo único que debes tener en cuenta es que antes de admitirla debe estar bien entrenada y receptiva. Para ello tenemos un centro de adaptación donde las dejamos bien domadas, Si quieres puede entrar mañana mismo.

-Prefiero esperar unos días y empezar a domarla yo. Quiero tenerla en mis manos para disfrutar castigándola.

Seguidamente, me dirigí al abogado, de un prestigioso despacho, al que le expliqué cómo había sido el reparto de bienes en mi divorcio y el porqué, y que ahora mi ex se avenía a razones, obligada por las circunstancias que habíamos comentado anteriormente, y que estaba dispuesta a devolverme todo. Ahora era yo el que quería dejarla sin nada y con todo bien atado. Tomó nota y quedamos en mi casa por la tarde para que firmásemos los documentos. El llevaría a un notario para que el contrato fuese legal. También me informó de lo que me iba a costar y acordamos que le daría el dinero a El Fajinas delante de ella, para que pareciese que empezaba a pagar.

Estuvimos hablando sobre el negocio especial y el centro de adaptación, y le ofrecí un sistema de vigilancia completo, con acceso vía Internet y aplicaciones móviles, para que pudiese ver desde su teléfono lo que ocurría en cualquier sitio. Le hice buen precio aproximado, a falta de presupuesto definitivo y pareció gustarle. Comentó que lo propondría a las altas esferas del negocio y todos quedamos contentos y listos para coincidir a las cinco de la tarde en mi casa.

De ahí marché a un taller donde encargué un armazón metálico, consistente en algo parecido al esqueleto de una persona o animal. Una barra vertical que llegaría desde el cuello hasta el pubis dejando una teta a cada lado, una especie de costillas flotantes a las que adaptar los brazos y atarlos por las muñecas, dejando a la persona en posición para abrazar a alguien y por último, otras costillas flotantes en la parte inferior, donde sujetar las piernas, pero con la salvedad de que podían girar sobre el eje, para poder fijarlas tanto en pie como a cuatro patas.

Me dieron precio y les dije que las quería para última hora de la tarde en mi casa.

-¡Imposible! Estamos hasta arriba de trabajo. –Me dijeron

-Les triplico el precio.

-¿A qué hora hay que entregarlo?

Contento por cómo iban las cosas, pasé a comprar unos artículos en un sex shop y preparé más dinero. Luego me dirigí a mi casa, Habiba me esperaba desnuda, como siempre, lista para preparar la mesa con la comida. Me costó poco tomar por la cintura su menudo cuerpo, elevarla, sentarla sobre la mesa y hacerlo yo en una silla entre sus piernas, que coloqué sobre mis hombros.

Ella, sonriendo, separó todo lo que pudo sus muslos y se dejó caer hasta terminar acostada sobre la mesa, mientras yo repasaba su depilado sexo con mi lengua. Durante un rato estuve recorriendo los bordes de los labios con la punta de mi lengua hasta que se abrieron como una flor. Entonces cambié a pasarla por la base del clítoris, si tocarlo.

-MMMMMM. –Gemía mientras cerraba sus piernas y yo dejaba de tocarla, lo que hacía que las abriese de nuevo para poder repetir la acción.

Me encanta el sabor de su excitación. Por mi parte, estaba duro como una piedra. El desarrollo de los acontecimientos me tenía excitado a todas horas.

Cuando su coño era un río por la excitación, hice que apoyase los pies en el borde de la mesa, me puse en pie, mientras soltaba mis pantalones y sacaba mi polla, y se la metí entera de un solo empujón.

-AAAAAAAAAAHHHHHHHHH. –Su grito fue la muestra del orgasmo que le había asaltado de golpe.

Una vez bien lubricada después de un lento mete-saca, mientras notaba que no había bajado su excitación y deseaba que siguiese, ensalivé mis dedos y probé la entrada de su ano, que acostumbrado ya desde hace tiempo, fue totalmente receptivo a ellos, tras lo cual, metí directamente mi polla.

-MMMMMM. Si, amo, úsame como quieras.

Aunque en su cara se reflejaba un gesto de decepción, señal de que deseaba que siguiese en su coño.

Para compensarla, acompañé mi follada anal colocando mi pulgar sobre su clítoris y el resto de mi mano sobre su pubis, haciendo algo de presión con ésta y moviendo en círculos el otro.

Fue instantáneo

-AAAAAA

-SIIIIII

-MAAAASSS

Sus gritos y gemidos se repitieron durante más de un cuarto de hora, momento en el que alcanzó un potente orgasmo y que me llevó a mí a correrme dentro de su culo.

-mmmmmm. –Ronroneaba como un gatito.

Esta mujer cada día me sorprende más. No solamente por su capacidad de orgasmar, sino también por su dedicación y sumisión, además de ser una fuente de buenas ideas.

-Prepara la mesa y vamos a comer.

-Amo, ¿no le apetece usarme más?

-Si, pero tenemos que controlarnos un poco. Nos esperan días duros… y placenteros.

Lo siguiente fue ducha, mesa, comida y reposo los dos juntos en el enorme sofá de casa. Ella desnuda y frotando su culo contra mi polla, que estaba dura otra vez y yo dándole palmadas en los cachetes para que se estuviera quieta.

Cuando se acercaba la hora de las visitas la mandé ponerse algo y peinarse un poco, Cosa que le costó largo rato, hasta el punto que llamaron a la puerta antes de que hubiese salido. No obstante, estaba con los últimos retoques y fue ella a abrir la puerta.

-Amo, los señores que esperaba. –Dijo con la cabeza baja y las manos juntas delante.

-¿Tienes una esclava? –Dijo El Fajinas.

-En teoría si. Al menos ella se considera eso. Para mi es mi mujer con todos los derechos.

-No me lo puedo creer.

Tuve que contarles rápidamente la aventura vivida, luego, el abogado sacó los papeles y los repasamos, pareciéndome todo correcto. Luego El Fajinas me dijo que había hablado con las altas esferas y que aceptaban mi propuesta y que, si salía como había dicho, montaríamos tres más en España y otros tres entre Italia y Francia, e incluso podría llegar a montar alguna en Rusia y Rumania.

Vino Habiba y, tras preguntarnos, nos sirvió una copa a cada uno, quedándose a mi lado en pié. Llevaba una camiseta de algodón y una falda a los tobillos, notándose que no llevaba nada debajo.

-Siéntate con nosotros. -Dijo el abogado.

-Eso, si, siéntate. –Corroboró El Fajinas

-No, gracias, amos, prefiero estar de pie.

Tras unos momentos de charla amigable, el notario, que no había abierto la boca, comentó que no tenía muy claro que aquello fuese legal, a lo que El Fajinas le echó una mirada asesina que lo dejó callado para el resto de la tarde.

Volvió a sonar el timbre de la puerta. Al momento, volvió diciendo:

-Amos, la señora que esperaban.

-¿Señora? Espero que por poco tiempo. –Dije yo, haciendo sonreír a todos.

En ningún momento dije que se sentara ni ella hizo mención.

-Bien Carla, -dije yo- como quedamos ayer, nos reunimos para firmar tu renuncia a todos los bienes que te quedaste en nuestro divorcio y la reversión a mi. Al mismo tiempo, te comprometes a ser mi esclava para todo lo que yo quiera. No podrás negarte a nada de lo que te diga. Podré castigarte por cualquier cosa que hagas, no hagas o lo hagas mal. O porque me apetezca.

-A cambio, yo iré pagando tu deuda con El Fajinas poco a poco. Si decides no seguir adelante en algún momento, yo dejaré de pagar y él se encargará de cobrarte. Este señor que nos acompaña es el notario que te leerá con detalle todos los documentos.

En notario sacó los documentos que había preparado el abogado, los leyó completos. No sé lo que entendería ella, pero yo no entendí nada. Al final, firmamos ambos, con El Fajina y el abogado como testigos y rubricado por el notario.

Yo entregué a El Fajina la primera parte del pago, que eran los honorarios de abogado y notario.

-¿Os apetece probarla?

Todos aceptaron.

-Desnúdate y hazles una buena mamada a cada uno. ¡Y hazla bien! Como tengan alguna queja te vas a enterar.

-Ni hablar, pero… ¿Qué te as creído?

Yo miré al Fajina, que entendió mi gesto y sacó el dinero del bolsillo para dármelo.

-¡No!, Está bien.

Llevaba el vestido del día anterior, sin nada debajo.

-Mira la puta esta. Se hace la estrecha y va preparada para que la follen.

-No tenía más ropa interior que la que me rompiste ayer.

-Ja, ja, ja. No me lo puedo creer. Con lo presumida que has sido siempre. Venga, atiende a mis invitados

El Fajina hizo que se la chupara hasta correrse. Su polla era bastante normal, pero extraordinariamente gorda. La corregía con golpes en la cara y la cabeza mientras le decía lo que hacía mal.

-Recoge los dientes. Presiónala más. Ensalívala bien. Etc.

Antes de correrse, sujetó su cabeza y se la metió hasta el fondo. Debió descoyuntarle la mandíbula. Se corrió dentro y no se salió ni una gota de ajustada que estaba.

Cuando la sacó, le dieron arcadas, pero se las cortó de sendas bofetadas.

El notario quiso follarla por el coño. Le dije que me parecía bien, siempre que no dejase que ella se corriese. Se bajó la ropa y quedó con una polla tamaño normal. Se sentó en una silla he hizo que se pusiese a caballo de frente a él y se la ensartase y botase sobre ella.

No duró mucho y se corrió dentro. Cuando flojó, se la hizo limpiar con la boca.

El abogado eligió el culo, porque no había muchas mujeres que se lo diesen.

Cuando sacó su polla, no nos extrañó. Gorda y larga como ninguna.

-Ja, ja, ja. Te va a dejar el culo como un abrevadero de patos.

-No, por favor, no me puedes meter eso. Si quieres te la chupo o me la metes por el coño.

El abogado me miró sin saber que y yo le hice gesto de que continuara.

-Ponte a cuatro patas en el suelo.

Iba a negarse, pero mi mirada la hizo obedecer.

El abogado se colocó detrás, escupió en su culo y en la polla, la puso en la entrada de su ano y de un fuerte empujón metió la punta

-AYYYYYYYYYYYYY

El grito de ella anunció lo que le había dolido. No por ser virgen del culo, sino por el excesivo tamaño de la polla. Previendo aquello, me había situado ante ella y me costó poco ponerle la mano en la boca y sujetarla para que no se moviese adelante. Tampoco era plan de que viniesen los vecinos como consecuencia del escándalo.

Volvió a escupir en la polla y de otro envión se la terminó de meter.

-MMPFFSPFM

De su boca tapada por mi, salían sonidos y gritos amortiguados. A la vez, tuve que aumentar mi fuerza sobre ella porque empezó a hacer movimientos a todos los lados.

El abogado le estuvo dando un buen rato. Como ya no decía nada, la solté. Estaba llorando y decía bajito:

-Por qué. Porqué me haces esto.

No le hice caso.

-Quiero correrme en su cara. -Me dijo el abogado

-Avísame y te la colocaré.

Después de un largo pistoneo, me avisó.

-Me voy a correeeerrr.

La agarré del pelo y le di la vuelta a la vez que él la sacaba y empezaba a soltar gruesos chorros de lefa que impactaron en su pelo, frente y nariz. Otros más finos cayeron sobre sus labios y tetas. Solté su pelo, que inmediatamente cogió él, y se la metió en la boca.

-Venga, ahora trabaja tú y déjala bien limpia.

Tras esto, vistieron, se pusieron de pié y se fueron, no antes de decir el notario que al día siguiente estarían los contratos registrados, pero que eran válidos desde ese momento y darme las gracias por dejarles disfrutar de tan magnífica puta.

Yo mismo los acompañe la puerta. Cuando volví, dijo Carla.

-¿Me puedo ir ya?

-¿A donde?

-A mi casa

-¿Qué casa?

-A cual va ha ser, a la mía, donde llevo viviendo los últimos años.

-¿Todavía no te has enterado de que no tienes casa, que esa casa es mía ahora, y que no puedes hacer nada que no te haya ordenado yo?

-Pero…

ZASS! Una fuerte bofetada le cerró la boca.

-No te he dado permiso para hablar.

Llorando, levantó la mano para golpearme, pero estaba preparado y se la sujeté, volviendo a darle bofetadas al derecho y al revés hasta que me cansé.

-¡Basta, por favor!, no me pegues más.

Decía sin que yo parase.

-Por favor… –Estaba llorando.

Cuando terminé, le sangraba el labio y la nariz. Cayó de rodillas al suelo sollozando y diciendo:

-Por favor, no más. Por favor…

Le quité las llaves del bolso, la cartera con la documentación y el poco dinero que llevaba. En ese momento llamaron nuevamente a la puerta. Imaginando lo que era, fui yo a buscarlo, entregándome mi artilugio envuelto en cartones. Parecía un monigote de tubo puesto en pie.

Volví a la sala, coloqué el armazón como si fuese un muñeco de palotes arrodillado a cuatro patas y tomándola del pelo, la hice ponerse sobre él. Sujeté el aro superior a su cuello. Había calculado bien las medidas. El eje central o equivalente a columna vertebral le llegaba por entre las tetas casi hasta el pubis. Sujeté sus muñecas en los tubos de los brazos y las piernas a los de correspondientes. Quedó a cuatro patas, pero sin poder moverse.

-Ahora quiero que aprendas rápidamente una serie de cosas. Me has hecho quedar mal con tus remilgos y gritos, y eso no te lo consiento. Vas a ser castigada por todo ello.

Me saqué el cinturón, lo doblé por la mitad y empecé a darle correazos en el culo y espalda.

-ZASS. No. ZASS. Protestarás. ZASS. Nunca. ZASS. De. ZASS. Lo. ZASS. Que. ZASS. Te. ZASS. Mande. ZASS. Sólo. ZASS. Quiero. ZASS. Oírte. ZASS. Si. ZASS. Amo. ZASS. No. ZASS. Amo. ZASS. Y. ZASS. Gracias. ZASS. Amo. ZASS. Si. ZASS. Quiero. ZASS. Algo. ZASS. Más. ZASS. Te. ZASS. Lo. ZASS. Diré. ZASS. Cuando. ZASS. Quieras. ZASS. Decir. ZASS. Algo. ZASS. Dirás. ZASS. Puedo. ZASS. Hablar. ZASS. Amo. ZASS. Entendido. ZASS.

-SSii.

-ZASS Parece. ZASS. Que. ZASS. Eres. ZASS. Algo. ZASS. Dura. ZASS.

-Si. ZASS. Qué. ZASS.

-Ssi, amo.

Sin poder moverse y sin poder tocarse, estaba llorando desconsoladamente. Su cara era un amasijo de lágrimas y mocos.

-Espero que lo hayas entendido, sino vas a tener muchas sesiones como esta.

Sin ningún miramiento, la cogí con el armazón que era fuerte pero a la vez muy ligero y la llevé al cuarto de baño, ayudado por Habiba, y dejándola en la bañera. Como no paraba de llorar y quejarse, saqué una bola tapabocas del material del sex shop y se la puse.

Más tarde, Habiba y yo, cenamos, nos desnudamos y nos volvimos a tumbar en el sofá, ella y yo detrás. Nuevamente hizo sus movimientos frotándose contra mi polla mientras palmeaba su culo, no tardando en ponérmela dura, pero esta vez, levante su pierna con mi mano, avancé mi cuerpo para estar más entre sus piernas y le metí la polla directamente en su coño. Mantenía abiertas sus piernas apoyando la que estaba sujetando sobre mi pierna doblada y metida entre las suyas.

-Muévete y mastúrbate.

No tuve que repetirlo. Sus dedos rozaban mi polla en sus movimientos suaves y circulares, además, un ligero movimiento adelante-atrás me estaba llevando al límite.

Pronto empezó a acelerar todos sus movimientos, yo ya no podía aguantar más y se lo dije.

-No puedo más. Voy a correrme. ¡Necesito correrme!

-Yo también estoy preparada… SIIIII

-AAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHH Toma mi leche

-SIII, dámela toda

Nos corrimos entre gritos, y nos quedamos relajados, sin movernos, hasta que mi polla se desinfló completamente y se salió.

-Ve a lavarte que vas a poner todo perdido. –Le dije, dándole una suave palmada en el culo.

Fuimos los dos a lavarnos, Carla seguía incómoda en la bañera, pero ya no lloraba. Surcos de lágrimas resecas y mocos se veían por su cara.

A la mañana siguiente nos levantamos temprano, y cuando fui al baño, me encontré con que Carla se había meado.

-Además de puta, cerda. Voy a tener que enseñarte…

Y diciendo esto solté la ducha y abrí el grifo de agua fría al máximo. El agua salía con mucha fuerza. La enfoqué a su coño, que se abría bajo la presión y permitía la entrada de agua. Luego la centré en su clítoris otro rato y terminé con un buen empujón por su ano.

Aclaré el fondo de la bañera y me fui a desayunar.

Tras el desayuno y algo de entretenimiento, fui a afeitarme y observé que el agua había hecho su efecto en el culo y había soltado un montón de mierda.

-¡Pero que has hecho, pedazo de guarra! ¿Te has cagado encima, justo cuando acababa de limpiarte? Te vas a enterar.

El tuvo no recogido, volvió a soltar agua con fuerza por todo su cuerpo. Cuando todo estuvo limpio, volví al dormitorio y tomé el cinturón nuevamente. Cuando me vio entrar con él, sus ojos se agrandaron y algo debía querer decir, pero con la bola y después de toda la noche con la boca abierta con ella encajada, solo escapaban sonidos indefinibles.

Procedí a darle veinticinco correazos por todo su cuerpo. Esta vez no se libró ni su coño ni sus tetas, aunque para estas no era la mejor postura. Cuando terminé, estaba empalmado. Nunca he sido dominante o sádico, pero con ella… Es que disfrutaba como un niño con un juguete nuevo.

Me afeité con tranquilidad y le dije:

-Mañana te toca a ti. Te voy a dejar ese asqueroso coño totalmente pelado, … Y puede que hasta la cabeza.

Fui a vestirme y a ordenar que lo hiciese Habiba, luego volví al baño y con gran esfuerzo la pasé de estar arrodillada dentro, a estar sentada en el borde de la bañera. Había vuelto a llorar y emitir sonidos extraños.

-Ahora Habiba te dará algo de comer . No quiero oírte decir nada, si no quieres volver a probar la correa. ¿Quieres probarla de nuevo?

Su movimiento acelerado de cabeza me dijo que no.

Le quité la mordaza y me fui. Había volvió con un puré que le había dicho que preparase con fiambres que teníamos, Algún resto de comida que guardábamos por si no había tiempo de cocinar o teníamos más hambre, fruta, etc.

Se lo fue dando poco a poco y se lo comió. O no estaba muy malo o tenía mucha hambre, porque no dejó nada.

Mientras, yo informé a mi empresa de lo que había vendido para que solicitasen el presupuesto, ya que esto lo llevaba una de nuestras filiales, pero dije que no nos interesaba que se metiese nadie por el medio, ya que era un asunto delicado, por lo que yo sería directamente intermediario. Cuando calcularon el presupuesto por encima y me notificaron las comisiones, supe que, al final, aún ganaría dinero.

Volví a dejar a Carla en la bañera, amordazada, y nos fuimos a ver cómo estaba mi antigua casa.

Habían vendido todos los cuadros, jarrones, adornos, muebles, incluso la cama de matrimonio era ahora un colchón en el suelo, probablemente recuperado de la basura. Por lo demás, la casa era una auténtica pocilga.

Llamé a una empresa de limpieza y les dije que se llevaran todo y limpiaran bien la casa. Esperamos a que viniesen a por las llaves y luego nos fuimos a unos grandes almacenes, donde compramos un dormitorio completo con cama grandísima (la habitación lo permitía), los muebles y televisión para el salón y un ajuar completo para la cocina.

Comimos en un buen restaurante y por la tarde fui a un carpintero para que me hiciese unas divisiones en el amplio garaje y volvimos a casa.

Carla nuevamente se había hecho de todo y tuve que emplearme a fondo para limpiarla. Al terminar, le quité la mordaza, e inmediatamente dijo con voz débil:

-¡Agua!

Caí en la cuenta de que no le había dado de beber en más de un día. Me saqué la polla, la puse a su lado y le dije.

-Bebe de aquí.

Estuvo dudando, pero le pudo la sed.

Giró la cabeza, abrió la boca y yo metí mi polla en ella y empecé a soltar líquido lo más despacio que pude controlar. A pesar de ello, gran parte cayó en la bañera como consecuencia de sus arcadas.

-No lo desperdicies, que no habrá más en un buen rato.

Esa noche la volví a lavar con la goma de la ducha, y al ver cómo llevaba la espalda de verdugones, mandé a Habiba que le diese alguna crema cicatrizante. Más que nada para no estropearla demasiado con vistas a mis pretensiones futuras.

Cuando terminó, saqué un collar y cadena comprados en el sex shop se lo puse al cuello y la solté del artilugio.

Intentó levantarse, pero no pudo. Llevaba más de 24 horas inmóvil y estaba totalmente entumecida.

La saqué de la bañera cogiéndola por el collar y luego la arrastré hasta el dormitorio, donde la dejé tirada en el suelo.

Pasado un tiempo, volví para ver cómo estaba y ya se encontraba de pie aunque con mala estabilidad. La llevé a la cocina, donde cenamos, ella por supuesto en el suelo como los perros,

Cuando terminó, le limpié la cara y le dije:

-Acércate y cómele el coño a mi mujer.

Le costó un poco, pero al final se puso a ello. Yo me desplacé y estuve mirando cómo lo hacía. Después de su primer orgasmo, con mi polla a reventar, me acerqué a ella, que intentó girarse.

-Sigue comiéndole el coño. No te pares.

Me puse detrás de ella y se la metí por el coño. Estaba seca, por lo que tuve que escupir para que entrase más suave. Mis movimientos de entrada y salida empujaban a Carla a moverse a lo largo de la raja de Habiba. Llegamos a tal sincronización que nos corrimos a la par. Cuando ella empezó a gemir más fuerte y a anunciar su corrida, yo no pude contenerme y llené el coño de leche.

Después de limpiármela, le pregunté si tomaba anticonceptivos. No tomaba porque no tenía dinero para comprarlos. Menos mal que tenía alguna píldora de las conocidas como “del día después” y se la di.

En días sucesivos no la volví a tocar, pero buscando en Internet, localicé plantas que aumentan la libido en las mujeres, y le dije a Habiba que le diese todos los días varias veces, bien en ensaladas o en infusiones.

Tres semanas después nos informaron de que estaba todo preparado en la nueva casa. La empresa de mudanzas trasladó todo lo que nos interesaba y un martes estaba todo listo para ir a vivir.

Al poco de llegar a España, hice que Habiba escribiese a sus padres para que supiesen que se encontraba bien y donde estaba. En esos días recibimos una carta de un tío suyo anunciando la muerte de sus padres y que su hermana, que también había sido secuestrada por los militares, fue vendida a un viejo soldado borrachín que la tenía encadenada en casa para que le cocinase y limpiase todo, pero que ahora estaba necesitado de dinero y que la vendía por 50 euros. Pedía que se los enviase para poderla rescatar. Porque ellos eran pobres y no tenían suficiente, sobre todo después de los gastos del entierro de sus padres.

Yo inmediatamente estuve dispuesto a enviar el dinero, incluso más, pero Habiba me dijo que no. Su tío era un hombre muy libidinoso, Que, si era verdad lo que decía, es fácil que la comprase para prostituirla y desde luego sería por mucho menos de 50 euros, que para ellos era una fortuna.

Estuve varios días dándole vueltas. Escribí al oficial, con el que mantenía una muy buena relación y me contestó que podía conseguirla e incluso tenía preparadas siete u ocho mujeres más, Pero que no podía enviármelas, que tendría que ir a por ellas.

La embajada tampoco podía hacer nada, a pesar de que, como había creado una empresa con el único fin contratar a Habiba y pagar la seguridad social y una pensión para el futuro, les dije que les enviaba un contrato de trabajo. Pero no hubo manera.

Al final, recurrí a El Fajina le conté lo agobiado que estaba porque que vendían a la hermana de Habiba, que el oficial tenía más mujeres para vender, en fin, toda la historia con pelos y señales. El me aconsejó que dejase todo en sus manos y que no me preocupase. Que informase al oficial de que le visitarían de mi parte y que cuando supiese algo, hablaríamos.

Una vez solucionado esto, decidí trasladarlos de casa. Con el fin de humillar más a Carla y que no se notase mucho en el vecindario, pensé que nos iríamos el domingo siguiente que suele haber menos gente por la calle. Y eso hicimos. Temprano por la mañana, esposé las manos de Carla a la espalda, le puse la correa y bajamos a la calle, donde estaba aparcado mi coche.

El día anterior, sábado, me había llamado El Fajina para hablar y le invité a venir a mi nueva casa para que la conociese, a la vez de que podíamos hablar más tranquilamente mientras cenábamos.

Tal y como pensé, esa mañana no había nadie por la calle. Ese barrio no suele madrugar. La hice permanecer fuera mientras acomodaba mi artilugio y algunas bolsas en el asiento trasero, moviéndose nerviosa y mirando a todas partes, luego abrí el maletero y le di orden de entrar.

Dudó, pero lo hizo sin decir nada. Cerré, nos subimos nosotros también y partimos. Al llegar, entramos directamente a nuestro garaje, con capacidad para dos coches y un espacio multiusos, con desagüe para lavacoches, lavadora, secadora y una poza para lavar vajilla u otras cosas cuando al principio organizábamos cenas y barbacoas en el jardín.

Ahora este espacio había quedado separado por unos paneles de madera, convirtiéndose en una habitación aislada, donde metí a Carla tras sacarla del maletero, En el techo había mandado colocar varias poleas en distintos lugares, con sus correspondientes cuerdas colgantes.

Até una de las cuerdas a las esposas y tiré de ella hasta que quedó doblada hacia delante, con los brazos estirados hacia arriba. Até el otro extremo, salimos de allí y entramos en la casa. A media tarde oímos ruidos en la puerta y enseguida el timbre de llamada.

Fui a ver quién era, y mientras abría pude oír:

-¡Joder, ya era hora! Llevo dos días viniendo y no hay nadie. ¿Dónde coño te has met…? ¿Qué haces tú aquí?

Era Jorge.

-Hola Jorge. Esta es mi casa ahora. Le he comprado todos los derechos a Carla y me he venido a vivir aquí. ¿No vives con ella ya?

-No. Bueno, Si, lo que pasa es que he estado fuera una temporada por trabajo. Le habrás pagado una pasta ¿No?

-Si, doscientos mil euros. Me dijo que tenía necesidad de dinero y nos pusimos de acuerdo.

-¿Y sabes donde está ahora?

-Pues creo que por aquí, pero no me preguntes donde.

-Oye. Estooo… ¿Y no podrías prestarme algo de dinero para pasar el mes? Con el viaje he tenido muchos gastos y hasta que no cobre a fin de mes en el trabajo estoy tieso. Te lo devolveré cuando cobre.

-La verdad es que ahora he pagado todo lo del traslado y solamente tengo unos euros sueltos.

No quería decirle directamente que no, pero tampoco pensaba darle el dinero. Me imaginaba que si le daba algo, no podría quitármelo de encima. Viéndolo metido en la droga, ya no me importaba vengarme de él, pero no podía relacionarme con él. Tenía que desaparecer de mi vida, así que se me ocurrió una idea. El había seguido hablando y le corté cuando me decía:

-Ayúdame, Por lo menos en recuerdo de la amistad de nuestros años de colegio. –Que nunca fuimos amigos, sino rivales.

-Mira, como ahora no tengo, mañana pasaré por el banco y te podré dar algo. ¿Cuándo necesitas?

– …Unos… ¿Tres mil? Aún debo algo del viaje. Pero me conformaré con lo que puedas.

-Está bien, tres mil. Mira te pasas mañana sobre las ocho de la tarde que habré vuelto de trabajar y cenamos juntos y te lo doy.

-Vale. Gracias tío. Mañana vengo.

Inmediatamente llamé a El Fajinas y le conté que un amante de mi ex, drogadicto, había venido en busca de ella y que pretendía que le diese dinero y había quedado con él el lunes por la tarde. Le pedí que viniese con un par de amigos para asustarlo un poco.

Luego me fui a ver a Carla. La descolgué cayendo al suelo al tener los músculos agarrotados de tanto tiempo colgada. La tomé del pelo para ponerla de rodillas y me saqué la polla. Como no se movía, le di una bofetada que la volvió a tirar al suelo y volví a levantarla del pelo diciendo:

-¿A qué esperas? ¿Necesitas que te ablande la cara?

Como pudo se metió mi polla en la boca y empezó a chupar.

-Hace un rato ha venido Jorge.

Se paró y me miró, pero al ver mi cara, continuó con lo suyo.

-Me ha dicho que ha estado trabajando fuera bastante tiempo. Me ha preguntado por ti. Mis huevos también necesitan atención.

Pasó a lamerlos y chuparlos. Subiendo de nuevo la lengua por mi polla hasta la punta, para volver a metérsela entera en la boca y repetir.

-Le he dicho que te había comprado tus derechos por 200 mil euros. Eso le ha desatado un mayor interés por saber donde estabas.

Tenerla así y humillarla más, me estaba poniendo cardiaco.

-Fóllate la boca tu misma. Quiero correrme dentro.

-También me ha pedido dinero. Le he dicho que venga mañana que le daré 3000 euros. MMMMM. Sigue.

-AAAHHHH No pares

-Métetela hasta el fondo que me voy a correr.

Llegó a tocar con la nariz en mi pubis cuando le solté todo lo que llevaba dentro.

-AAAAAAAAAAAHHHHHHHHH. Disfrútalo ahora, ya que antes no quisiste.

Cuando acabó mi corrida, me la dejó totalmente limpia, sin tener que decirle nada. Cuando terminó, le dije.

-Por cierto, mañana te quiero con todos tus agujeros bien limpios, van a venir tres amigos a usarte.

-Puedo hablar, amo. –Dijo, mientras permanecía arrodillada ante mí.

-Habla.

-¿Por qué me tratas como a una puta? ¿No te basta con maltratarme tú?

-Porque lo eres. Mientras estuvimos casados, no tenías ningún problema en follar fuera de casa mientras a tu marido lo tenías sojuzgado, abandonado y ridiculizado. Cuando te pillé en adulterio, te las arreglaste para dejarme sin nada de valor y todas las deudas. Y no, no basta conmigo. Una puta como tú necesita alimentarse de cuantas más pollas mejor.

La envié a la ducha mientras yo volvía con Habiba. Esa noche hicimos el amor. Fue un acto con cariño, tranquilo y largo, que terminó con un potente clímax que nos dejó agotados. Había dejado a Carla en el suelo, atada a la cama para hacer uso de ella si nos apetecía, pero no fue necesario.

Al día siguiente, poco después de volver del trabajo, llegaron El Fajina y dos guardaespaldas como armarios. Mientras les preparaba algo para tomar, Habiba fue a buscar a Carla. Cuando entró, tengo que reconocer que estaba magnífica. Desnuda, con su cuerpo redondeado por una correcta alimentación, bien peinada y pintada, estaba irresistible.

-Mientras esperamos, porqué no os entretenéis con ella.

Los guardaespaldas miraron a su jefe con cara de lujuria, que asintió diciendo:

-Haced con ella lo que queráis que luego me hará una mamada a mí. Me pone ver su cara mientras me la chupa.

Se desnudaron ambos mientras les decía:

-El único requisito que pido es que no la dejéis correrse.

Aceptaron, hablaron brevemente entre ellos y por fin, uno se tumbó sobre la alfombra y le ordenó que se la metiera ella misma por el coño. Ambos estaban empalmados hacía rato.

Carla se arrodilló dejando la polla entre sus piernas y fue bajando hasta metérsela entera. La verdad es que ambos la tenían muy normal.

-¡Joder! Lo tiene más encharcado que una piscina olímpica. Vamos puta, muévete.

Ella empezó a moverse al tiempo que se escapaban gemidos de su boca. El otro no me dio tiempo a decir nada. Tomó la correa de sus pantalones y empezó a darle correazos en la espalda hasta que le bajó la calentura.

En su intento de apartarse, se dejó caer sobre el pecho del de abajo, momento en que el otro aprovechó para sujetarla por la cabeza, escupirse en la polla y clavársela por el culo.

El grito de ella fue el punto de partida de la doble follada. El de atrás la sacó hasta dejar solo la punta dentro. Le soltó la cabeza y le dijo:

-Muévete y haznos disfrutar.

Ella fue levantando y bajando el culo, penetrándose alternativamente con una u otra polla. El de abajo hizo una seña que el otro entendió y volvió a sujetar su cabeza.

-Creo que está apunto otra vez.

Entonces, el de detrás empezó a darle de nuevo correazos en toda la espalda. Ella se movía en todas las direcciones, y parece que les gustó, pues ya no pararon hasta correrse prácticamente a la vez.

Tras limpiarles las pollas, la envié a lavarse y seguir con El Fajina. Cuando volvió, el se había bajado la ropa y mostraba su gorda polla ya dura. Carla se arrodilló entre sus piernas y comenzó una buena mamada.

Recorrió la polla con la lengua en toda su extensión. Lamió y chupó sus huevos. Rodeó el borde del glande con la lengua, dando pequeños toques con la punta todo alrededor para terminar metiéndoselo en la boca y succionando a la vez que lo sacaba, lo que originaba un sonido “pop” muy erótico. Para luego meterla hasta donde le cabía. Al final entró toda entera, ya que El Fajina la agarró por el cogote y la empujó para que entrase. Al principio toses y arcadas, pero pronto lo hizo sola. Parece que lo estaba disfrutando…

En eso estábamos, cuando llamaron a la puerta y, efectivamente, era Jorge.

-Pasa a la sala, Jorge, que tengo unos amigos disfrutando de la puta y puedes unirte al grupo.

-Bueno, yo… Prefiero quedarme aquí.

-…

-Mira Jorge. Imagino que disculparás mi desconfianza en dejarte aquí solo. Máxime después de ver cómo habíais dejado la casa. No estoy dispuesto a que me falten cosas cuando te hayas ido. Así que, ven a la sala y folla si quieres mientras te preparo el dinero.

Nada más entrar en la sala, vio a Carla chupando la polla a un tío, otros dos en pelotas y notó el fuerte olor a sexo en el ambiente.

-Pero… ¿Qué haces, puta? ¿Quiénes son esto tíos? ¿Porqué le…? Hola Fajina…

-¡Vaya, vaya, pero si es el hombre más buscado desde hace tiempo! ¿Dónde estabas tanto tiempo?

-He, he estado de viaje.

-Ya, ya. Ya me enteré de tu atraco y tu fuga con el dinero de todos. ¿Recuerdas que me debes un montón de pasta? ¿Has venido a pagarme?

-Estooo.., Fajina, no, Estoooo.., He tenido muchos gastos… -Su rostro se animó- ¡Pero Carla me lo prestará para pagarte! Ha cobrado doscientos mil euros y me los puede dejar.

Miré a Carla, que seguía chupando siguiendo las indicaciones de la mano de El Fajina. Gruesos lagrimones caían por su cara.

-Va ha ser difícil. Ella debía ese dinero y no le queda nada. ¿Qué más puedes hacer para pagarme?

-Dame unos días y conseguiré dinero para pagarte todo. Verás…

-Se te ha acabado el crédito, y sabes las cláusulas del contrato: dinero o vida. Me has causado un montón de problemas ante mis jefes y tengo que solucionarlo de una manera u otra.

-Un día. Sólo un día y te pagaré.

Hizo una seña a los guardaespaldas que se había estado vistiendo mientras la conversación y éstos lo tomaron por los hombros y se lo llevaron al coche. Ya había anochecido y no había problema de que alguien viese algo.

Me dio pena, pero solo un momento.

Cuando El Fajina se corrió y ella le limpió la polla, se arrastró hacia mí llorando desconsoladamente.

-¿Porqué lloras?

-Me dijo que le habían dado una paliza y estaba en el hospital. Snif.

-Te ha engañado siempre. Pero también ha sido culpa tuya. Ve a lavarte bien.

Nos pusimos a cenar El Fajina y yo, servidos por Habiba, mientras me contaba sus gestiones y las de sus amigos. En unos veinte días tendría aquí a la hermana de Habiba, y me saldría solamente por el módico precio de cinco mil quinientos euros.

Una semana después vino en la prensa un artículo en el capítulo de sucesos, que se había encontrado a un montañero despeñado en un barranco que llevaba cuatro días muerto.

Al día siguiente, el montañero había sido identificado. Era un conocido delincuente y drogadicto que estaba huido, y al otro día ya habían descubierto que le habían dado una paliza antes de tirarlo por el barranco y que aún vivió algunas horas.

Pensé que lo disfrutaría, pero solamente me invadió una gran pesadumbre, que duró hasta que recordé lo que me habían hecho pasar

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