MARTES. VENGANZAS

             Eduard Brucel era un hombre temido por su rectitud y carácter intransigente y, sobre todo, por su tamaño y apariencia. Pero al lado de su hija aquel animal fiero, grande y peludo se había convertido en un osito de peluche.
-Te he perdido perdón cientos de veces.
-Tu perdón no me va a librar de un embarazo seguro.
-Ya te he dicho que no sé qué me pasó. Nunca creí que pudiese tener una erección contigo. Fui el primer sorprendido cuando mi polla se puso dura.
-Eso no es lo malo. Era lo que debía pasar y lo acepté cuando mamá me lo pidió. Chupártela hasta que se te ponga dura y tenerla dentro de mi coño mientras ese tiparraco se la follaba. Pero tú me pusiste contra la cama y me follaste como una cualquiera. Me sobaste, me lamiste y lo peor, te corriste dentro. Me has desgraciado. Tú, ¡Mi propio padre!
-No era yo, te lo juro. Estaba avergonzadísimo teniéndote delante. Si ese cerdo de Janacec se hubiese conformado con follarse a tu madre frente a mí a solas, todo hubiese sido distinto. No sabes el apuro que supuso que me vieras desnudo. Verte a ti desnuda lo hacía más duro aún.
-Sí, “duro”, es la palabra correcta.
Berta estaba sentada frente a su tocador, peinándose. Eduard se arrodilló tras ella.
-Escucha Berta. Lo estaba pasando muy mal cuando se me puso dura y tú te la metiste. Pero entonces… no sé… me fijé en tus tetas… tu coñó subiendo y bajando… cuando me quise dar cuenta casi me estaba corriendo. A partir de ahí, no pude parar. No fui consciente cuando te acaricié las tetas ni cuando te las lamí y chupé. Sé que te violé, lo siento, perdóname.
 Berta no contestó y se entretuvo rebuscando entre los cajones del tocador.
-Es difícil perdonar pero no es menos difícil pedir perdón. Berta, te lo suplico.
-Todos los hombres sois unos cerdos. Si fuera yo la que te hubiera hecho algo parecido a ti…
-Te perdonaría, por supuesto que lo haría. Eres mi hija. Estaría dispuesto a hacer cualquier cosa para demostrártelo.
Berta se giró con un objeto en la mano. Unas correas unidas a lo que parecía el mango de un bastón.
-¿Estás seguro de lo que dices? padre.
– · –
Garse daba vueltas por la habitación como un león enjaulado. Desde el suicidio de su abuelo su padre se había hecho con el control de la casa y de la familia. Ni siquiera su abuela que siempre había desarrollado su matriarcado dictatorial tenía ningún poder sobre su propio hijo. Ahora su padre se había vuelto más agresivo con él. Su madre, consciente de todo ello y sabedora de que contaba con la protección de su marido le castigaba con ahínco en cada ocasión.
 Para más INRI había intentado follarse a su hermana. Aunque el tiro le saliera por el culo, nunca mejor dicho, si su padre llegara a enterarse podría despedirse de sus huevos para siempre.
 Garse cavilaba sin cesar. Si había conseguido poner a su abuela de su parte después de haberla follado contra su voluntad tal vez podría lograr lo mismo de su hermana o de la tirana de su madre. Debía hablar con la desviada de Berta cuanto antes.
– · –
Eduard tenía la frente perlada de sudor. Estaba apoyado en el tocador de su hija con el cuerpo doblado por la cintura, completamente desnudo.
 Entre sus piernas abiertas se encontraba Berta, desnuda de cintura para abajo excepto por un extraño aparato con forma de pene y sus inseparables botines. Estaba untando de manteca el ano de su padre. Cada vez que introducía un dedo para lubricarle, éste daba un brinco.
-No te va a doler. Ésta no es tan grande como la que me metiste a mí.
Cerró los ojos cuando Berta dejó el tarro de manteca sobre el tocador, frente a su cara. Sintió posarse unas manos sobre sus caderas y tragó saliva. Si no lloraba era por que aun se consideraba un hombre.
 Berta abrió las nalgas para tener mejor visión de su ano. Eduard las contrajo como acto reflejo escondiendo su agujero entre ellas. Se iba a desmayar de un momento a otro.
-Relájate papá, así no acabaremos nunca.
Volvió a colocar su culo en pompa. Esta vez no se encogió cuando sintió la punta de la polla de madera deslizarse alrededor de su ano. Un leve empujón metió la puntita dentro. Después con una leve cadencia la polla de su hija fue introduciéndose cada vez más hasta alojarse casi por completo. Empezó a follárse a su padre.
 Berta sentía cierto placer. De alguna manera se sentía poderosa. Acariciaba las caderas de su padre que tenía un corpachón enorme. Era como abrazar a un árbol. Su culo era duro y peludo. Le gustó clavar sus dedos en él. Sus brazos fuertes como robles estaban tensos, con las venas a punto de reventar. Sus manazas, agarradas del borde del tocador, estaban tan apretadas que en cualquier momento harían astillas la madera. Su espalda y su cuello eran enormes como las de un toro. De hecho parecía que se estaba follando a un toro.
 No pudo evitar pasar una mano bajo sus piernas y coger aquellas pelotas de toro. Grandes y abultadas igual que su polla, una polla de toro. Una princesa follándose a un toro bravo.
 Pasó una mano por su espalda, grande, amplia, fuerte, capaz de soportar una casa. Tuvo que estirarse para alcanzar el hombro y el brazo de su padre. Un brazo que parecía un roble, con las venas a punto de estallar. Su padre estaba tenso y asustado por su culpa y eso la satisfacía.
 El pecho de su padre no desentonaba con el resto de su cuerpo. Unos pectorales grandes y duros, puro músculo. Clavó las uñas en sus pezones. Su padre ahogó un grito de dolor y ella otro de placer. Placer por el poder, placer por dominar a la bestia y placer a causa de la protuberancia interior del cinturón que rozaba contra su clítoris. Estaba muy excitada.
 Se mordía el labio inferior mientras acariciaba su espalda pero esta vez clavando las uñas. 5 líneas coloradas surcaron la espalda de arriba abajo. Eduard se mordió los labios de dolor, Berta lo hizo de satisfacción, estaba a punto de llegar al éxtasis. Aumentó el ritmo follándose a su padre con más brío lo que aumentaba el rozamiento de la protuberancia contra su clítoris. Eduard sudaba tinta mientras Berta le follaba sin parar, cada vez más rápido, cada vez más fuerte.
 Berta también sudaba a mares. Por una parte debido a la excitación y por otra debido al esfuerzo del continuo metesaca cada vez más salvaje. Le gustaba, disfrutaba follándose a la bestia, sometiéndola. Se estaba follando a un toro bravo al que le estaba haciendo botar sus pelotas a base envites contra su culo.
 Volvió a colocar su mano en su torso sudoroso de su padre y otras 5 líneas rojas cruzaron de nuevo su pecho, esta vez su padre no pudo evitar soltar un bramido… de placer. Se estaba corriendo.
 Su hija no había dejado de menearle la polla desde que se la agarró. Le había estado pajeando mientras le follaba el culo. Él intentó aguantar todo lo que pudo mientras su hija le follaba y le arañaba pero al final llegó lo inevitable. Borbotones de semen salieron de su polla hacía el taburete del tocador que se encontraba debajo de él, donde Berta había colocado su ropa.
 Berta llegó al orgasmo a la vez. Movía sus caderas como una posesa. Le follaba el culo mientras pajeaba su polla. Con la otra mano le sobaba las pelotas, aquellas pelotas de toro. Gritaba como una diablesa mientras su padre mugía de placer. Gritos, mugidos y semen.
 Cuando acabó el orgasmo Berta se desplomó sobre la espalda de su padre sin abandonar su polla, sus pelotas ni su culo. A Eduard le temblaba el labio inferior. “Dios mío, como he llegado a esto”, pensaba. Hace una hora era un hombre hecho y derecho. Ahora era solo un hombre y quizás ni eso.
 “Está bien”, pensó. “Esto se ha acabado aquí y ahora. Lo que ha pasado queda entre ella y yo”, así era el trato.
-¡Dios mío! Si no lo veo no lo creo.
Padre e hija miraron asustados a la persona que les observaba incrédula desde la puerta.
– · –
 

La abuela de Garse se encontraba en la misma situación que su nieto. Encerrada como una leona en la casa de su hijo. No tenía donde ir. Todo lo que poseía su marido pasó a manos de su hijo. Sospechaba que Eduard había tenido algo o mucho que ver con la muerte de su marido pero Janacec, un hombre de total confianza de su esposo, había jurado que Eduard estuvo con él desde media mañana. El pobre había sufrido un desgraciado y fatal accidente y Eduard estuvo ocupándose de él todo el día.

 Tampoco entendía que su marido no la hubiese dejado alguna propiedad en compensación a todos los años dedicados a él. Maldito cabrón egoísta, después de todo o que había tenido que tragar para que su marido trepara en sus negocios.
 Ahora vivía en la mansión de su hijo con él y su familia. La puta de su nuera le hacía la vida imposible obligándola a realizar labores de criada.
 Sin embargo, Aurora estaba urdiendo un plan para resarcirse. Garse formaba parte del plan y su nieta también. Garse ya estaba de su lado, solo faltaba Berta pero ya sabía como ponerla de su lado, en cuanto hablara con ella.
– · –
-Esto tiene una explicación. –Balbuceaba Eduard.
-Sí, que eres un maricón. Creía que ya te habías ido a la ciudad y resulta que te encuentro en el cuarto de tu hija dándote por el culo mientras tú te corres de gusto.
Berta se separó como un muelle y se cubrió la polla de madera con sus manos. Eduard se puso derecho cogió la primera prenda que pilló y se tapo la entrepierna con ella. Quedaba bastante ridículo intentando ocultar su rabo con las bragas de Berta.
-Mira, créeme si te digo que únicamente he accedido a hacer esto en compensación.
-¿Compensación de qué?
-Por lo de la noche que estuvimos con Janacec.
Bethelyn miró con unos ojos como platos a Berta que estaba roja de vergüenza.
-¿Pero es que te gusta tu padre o disfrutas dando por el culo a la gente?
Berta mantuvo la boca cerrada. Bastante tenía con taparse como podía. No podía darle una explicación, ni siquiera ella la conocía.
-Y tú, maldito porculero, serás maricón.
-Bet, te aseguro que lo que has visto lo he hecho contra mi voluntad.
-Mentira. Te has dejado encular voluntariamente, os he visto.
-Como retribución por violarla. Hemos hecho un trato. Ojo por ojo.
-¿Qué ojo, el ojo del culo?
-Bet, por favor. Yo la violé, por eso me he dejado violar por ella. Estamos en paz.
-¿Pero que violación ni que niño muerto? No es una violación cuando te corres como un berraco.
-Porque me ha hecho una paja mientras me la metía. Joder, que no soy de piedra.
Miró a Berta que estaba roja como un tomate y le temblaban las piernas.
-Tendrás una explicación para esto.
-Él me violó… yo… quería devolverle la moneda… como retribución.
-Me refería a lo de hacerle una paja a tu padre.
-S…Se me fue la mano… no sabía lo que hacía… en realidad no quería que disfrutara era solo… quería hacerle daño.
-¿Haciéndole una paja?
-Ah, ¿Eso era una paja?
-Berta no te hagas la tonta, por favor. Sabes de sobra lo que has hecho.
-F…Fue sin querer, lo juro.
-¿Y también te has corrido como una cerda sin querer?
-Es que… me rozaba el aparato… justo en…
-¡Basta! No quiero oír mas estupideces, sois unos cerdos, los 2.
-Escucha, Bet. -Intervino Eduard.
41

-¡No! Escúchame tú a mí. Podéis follar lo que os apetezca y podéis montar los numeritos que se os ocurra. Me da igual. Pero a partir de ahora yo también voy a follar con Ernest cuando me plazca. Con o sin tu consentimiento.

-¿Cómo, el jardinero? Ya hablamos de eso…
-Pues volvemos a hablar. Follaré con él cuando me de la gana. Nunca te preocupaste por mí mientras estuviste inmerso en tus negocios así que harás lo mismo ahora. Te abriré las piernas cuando quieras como me corresponde por ser tu esposa. Pero no me preguntarás cada vez que se las abra a él.
Su marido agachó la cabeza malherido. Recogió su ropa del suelo, se mal vistió y caminó hacia la puerta cabizbajo.
-L…Lo siento Bet. Tengo que irme, cuando vuelva de la ciudad…
No terminó la frase y salió del cuarto despavorido. Cuando ambas mujeres se quedaron solas Bethelyn se acercó a Berta.
-No me esperaba esto de ti.
-Mira mamá… todos los hombres son unos cerdos… tú lo sabes mejor que nadie…lo hacía para vengarme, de verdad.
-¿Vengarte de qué? Tu padre no te violó aquel día. Te corriste mientras te follaba.
-¿Cómo? ¿L…Lo notaste?
-Por supuesto que lo noté y Janacec también. Te movías como una lagarta mientras tu padre te follaba. ¡No parabas de mover las caderas!
Berta se quería morir.
-No sé qué pasó. Me daba asco, casi vomité cuando tuve que chupársela o cuando me la metí en el coño. Pero por mi cuerpo me traicionó. Te juro que no sé por qué me corrí.
Su madre sí lo sabía pero prefirió no contar nada sobre el frasco de afrodisíaco de Janacec. El sentimiento de culpa de su hija y de su marido le había venido muy bien. Podría volver a estar con su amante y esta vez contaba con el permiso de su marido y la aprobación de su hija. Fantástico. Miró a Berta que tenía una imagen ridícula y se fijó en su polla de madera.
-Dame eso.
-¿Como? ¿Para qué?
-De momento no quiero que vuelvas a tener este juguete, dámelo.
– · –
Aurora se frotaba las manos nerviosa mientras releía el documento que tenía delante, estaba contenta y rabiosa a partes iguales. La puta de su nuera y el cabrón de su hijo se habían reído de ella. Tenía ganas de gritar de rabia y de aporrear a alguien. De repente la puerta se abrió de sopetón y Bethelyn apareció bajo el quicio con el rictus contraído por la sorpresa.
-¿Qué haces en el despacho de mi marido?
Aurora no se asustó y se enfrentó a su nuera. Se levantó del sillón tras el escritorio, alzó el documento y lo zarandeó en el aire con los ojos encendidos por la furia.
-¿De tu marido? Querrás decir de mi nieto. Teníais escondido el testamento de Artan. Ha dejado todos sus bienes a Garse excepto algunas propiedades que quedan a mi nombre, ¡ladrones!
-Los únicos ladrones habéis sido vosotros.
-Todo esto es mío, míoooo.
-Todo esto es nuestro y tú seguirás siendo nuestra criada… como te corresponde.
-Nunca más. Se acabó soportar tus humillaciones.
-Soportarás a lo que me de la gana y harás lo que yo te diga.
-No a partir de ahora. Ya estoy harta de vivir en esta casa de mierda y de ser tu sirvienta. No pienso volver a llevar esta ridícula cofia de criada. Soy una dama no una esclava a las órdenes de cualquiera de tus empleaduchos.
-Pues atente a las consecuencias.
Una sombra se coló en la habitación y se colocó detrás de Bethelyn mientras Aurora espetaba a su nuera.
-Vas a ser tú quien se atenga a las consecuencias por haber intentado estafarnos a Garse y a mí, puta.
A Bethelyn se le pusieron los ojos en blanco cuando oyó el insulto y la chulería de su suegra.
-Te vas a arrepentir de esto, en cuanto se lo cuente a Eduard…
-Eduard se ha ido y no volverá hasta dentro de una semana por lo menos. Ahora quien gobierna esta casa es Garse, su legítimo dueño, y tú vas a comportarte como la sucia criada que siempre has sido. La señora paso a ser yo, ahora me obedecerás a mí.
-Ya veo que no aprendiste la lección que te enseñó mi marido. Pero me voy a encargar de que te la repita de nuevo. Según me dijo, quedaste muy agradecida.
A Aurora se puso colorada de rabia.
-No tienes ni idea de lo que me hizo pasar el cabrón de Eduard. Esa lección merecías haberla aprendido tú, puta. Y todo por algo que deberías haberle proporcionado a Garse sin límite. Eres una madre egoísta con un hijo lleno de necesidades.
-¿Estás diciendo que debería haberme dejado follar por Garse cada vez que él quisiera?
-Por supuesto ¿Sabes lo que tu hijo se ha visto obligado a hacerme por tu culpa? ¿Por tu negativa a comportarte como una madre responsable con tu hijo?
-No lo suficiente, por lo que veo. Pero si tanta necesidad tiene de sexo, tú te vas a encargar personalmente de satisfacerle a partir de hoy.
Bethelyn se giró airada para salir del despacho pero se topó de frente con Garse que la miraba con curiosidad. La risa de Aurora sonó a su espalda.
-Va a ser que no. Eres tú la que vas a comenzar a cumplir con tu obligación a partir de ahora mismo. ¡Garse! –Llamó. –Un hombre de verdad como tú necesita desahogarse con una mujer y es tu madre quien tiene la responsabilidad de proporcionarte ese desahogo. ¡Es su obligación!
-Bueno la verdad abuela…
 

-¡Silencio! Ya es hora de que saques algo de provecho de tu madre por una vez.

Aurora rodeó el escritorio y avanzó unos pasos hacia Bethelyn.
-Desnúdate.
-Ni hablar. ¿Eres una estúpida o qué? ¿Qué crees que pasará cuando le cuente a Eduard lo que está pasando aquí?
-Para cuando se entere ya habré llevado este documento ante un juez que nos restituirá con nuestros bienes y os dejará en la calle o mejor, en la cárcel. Cuando Eduard llegue dentro de varios días se va a encontrar una mansión diferente habitado con criados de mi confianza y con 2 policías esperándole en la puerta.
-Abuela… –intervino Garse.
-¡Cállate! Y tú, quítate la ropa de una vez o te la quitaremos nosotros por la fuerza, zorra.
Bethelyn parpadeaba perpleja.
-Os arrepentiréis.
-Eso ya lo veremos. Vamos Garse, hoy vas a follar como dios manda. ¡Desnúdala!
-Si me tocas un pelo, tu padre te arranca los huevos niñato.
Garse miraba a una y a otra sin atreverse a mover un músculo.
-¿Es que no me has oído Garse? Arráncale la ropa, túmbala en el suelo y fóllatela. Estás en tu derecho. ¡Obedece!
-Te arrepentirás de esto. –espetó Bethelyn.
Garse tragó saliva.
-P…Pero abuela, m…mi padre aun está en casa. Acabo de verle. Mira, su portafolios todavía está sobre el escritorio. Nunca se va sin él.
Aurora miró el portafolios con cara de horror, después giró la cabeza hacia Bethelyn.
-Pues sí. –corroboró Bethelyn. –Hoy se ha entretenido más de lo habitual despidiéndose de Berta.

Aurora sintió un espasmo que le recorrió toda la espina dorsal. Se llevó las manos al estómago intentando aplacar la acidez que sentía. Garse intentó abandonar la estancia. Allí iba a haber una tormenta de hostias y no quería que ninguna le diera a él.
-Quieto ahí Garse. –oyó decir a su madre. -¿a dónde te crees que vas?
“Mierda”, pensó.
-Y…Yo no he hecho nada. A mi déjame en paz.
-Ibas a follarme.
-¡Eso no es verdad! No tengo nada que ver en esto. Todo ha sido cosa de la abuela. Ya has visto que no he intentado nada contigo.
-Pero lo hubieras hecho de si tu padre no estuviera en casa.
-N…No, te digo que no.
-Tu padre se va a enfadar mucho cuando le diga lo que maquinabais tu abuela y tú.
-Yo no he manipulado nada. Madre, por favor. No le digas nada de mí.
-Tu abuela dice que necesitas follar.
-¿Qué?…, Nooo.
Garse suplicaba de rodillas con lágrimas en los ojos.
-Por favor, madre. No le digas nada de mí, por favor. Ya solo me hago pajas. Me conformo con eso, es suficiente para mí. Ya no te espío ni a ti ni a Berta ni a nadie.
-¿Oyes a tu nieto Aurora? El pobre solo se hace pajas. ¿Por eso decías que le hace falta una mujer? ¿Una buena mujer?
Aurora estaba en estado de shock pensando en su metedura de pata. Tenía que haber esperado el momento justo. Estaba a punto de salir corriendo con el documento en la mano cuando oyó a Bethelyn referirse a ella.
-Garse, fóllate a tu abuela. Creo que a ella sí le hace falta un buen polvo.
-¿C…Como?
-Ya me has oído. Si no quieres que le cuente a tu padre lo que ha pasado aquí o lo que intentaste hacer con Berta, fóllatela.
Garse se levantó del suelo y dio varios pasos hacia su abuela que le vio acercarse horrorizada.
-¿Qué haces? ¡Suéltame!
-Vamos abuela, no te resistas y ayúdame un poco, ¿no?
-¿Qué te ayude? ¿Qué te ayude a qué? ¿A violarme?
-Joder abuela. No ves que si mi padre se entera me arranca los huevos.
 

-Pues jódete, a mí no me toques ni un pelo.

-Pero, pero… como eres tan hija de puta. ¿Primero me metes en esto y luego me das la patada?
-¿Pero tú te estás oyendo? ¿No te das cuenta de que…?
Un puñetazo en el estómago dejó sin aliento a Aurora. Después, Garse desgarró la pechera de su vestido y tiró de él hacia abajo dejándola en camisola y bragas. Puso una rodilla en el suelo y tiro de las bragas hacia abajo dejando el coño a la vista.
Garse cogió a su abuela de los tobillos y antes de que Aurora pudiera hacer nada por defenderse tiró de ellos provocando que cayera de espaldas.
El golpe aturdió momentáneamente a Aurora. Cuando se quiso dar cuenta Garse ya estaba entre sus piernas con la polla preparada para metérsela.
-Nooo, no lo hagas, espera.
Pero Grase no la oía. Su polla se frotaba contra sus labios intentando encontrar la entrada de su coño mientras forcejeaba con ella. Intentaba inmovilizarla para hacer más fácil la penetración pero su abuela se revolvía con más agilidad de la esperada evitando una y otra vez sus intentos de penetración.
-Espera Garse, espera, escúchame… escucha te digo…
Tarde. La polla de Garse encontró el hueco buscado y entró hasta lo más profundo. Acto seguido empezó a entrar y salir sin cesar. La camisa de Aurora se desgarró quedando su melonar expuesto a las garras de Garse que no tardó en atrapar.
-Quítate de aquí cabrón. Deja de sobarme. Deja de follarmeeee.
Garse parecía no oír mientras continuaba su metesaca. Tras él, su madre miraba la escena con rabia. Su suegra había intentado que su hijo volviera a violarla, la muy puta. Aurora seguía resistiéndose a su nieto que forcejeaba con ella mientras se la follaba sin piedad.
Pasaba el tiempo, Aurora estaba cada vez más nerviosa y Garse más y más excitado.
-Quítate de una vez. Deja de follarme. Soy tu abuela.
-Aguanta un poco más, que ya casi estoy.
-¿Que estás qué?… no se te ocurra correrte dentro. Sácala, sácalaaaa.
Tarde. Garse se corría dentro de su abuela. Al parecer las pajas que se hacía no eran suficientes para aplacar su lívido. Su cara de satisfacción lo reflejaba. Continuó embistiendo a su abuela con secos golpes de cadera hasta que éstos quedaron reducidos a unos leves estertores. Se desplomó sobre ella extenuado.
-Pues sí que necesitaba una mujer mi hijo. Tenías razón Aurora.
Aurora empujó a Garse a un lado quedando él tumbado boca arriba. Se tapó como pudo y miró a su nuera con los ojos encendidos por la ira.
-Esto no acaba aquí, puta.
-No, no lo hace. Mi pobre hijo no ha quedado del todo satisfecho. Mírale.
Garse se incorporaba jadeante sentándose junto a su abuela. Su polla todavía estaba semierecta.
-Chúpasela. –dijo Bethelyn.
-Que te jodan. Que os jodan a los 2. Chúpasela tú.
 

-Garse, si tu abuela no te la chupa os arrepentiréis los 2.

Garse dio un brinco y cogió a su abuela por el brazo.
-Joder, vamos abuela, chúpamela y acabemos de una vez.
-¿Pero tú eres imbécil o qué?
-No pierdas más tiempo, joder.
-Que te la chupe tu madre.
Garse agarró por el pelo a su abuela y le apretujó la cara contra su entrepierna. Aurora intentó sujetarse con las manos a ambos lados de la cadera de Garse. Tenía la nariz y la boca aplastada contra la polla de su nieto.
-Si me metes eso en la boca te juro que te la arranco de un mordisco.
Garse deslizó una mano hasta un pezón y se lo retorció.
-Y yo te arranco los pezones hija de puta. Chúpamela de una vez. Haz lo que dice mi madre y acabemos ya.
Aurora abrió la boca para gritar pero Garse aprovechó para meterle la polla.
-Y ahora chupa de una puta vez o te ahogo, zorra egoísta.
Apretaba la cabeza contra su polla que llenaba toda su boca. Apenas podía respirar por la nariz que estaba hundida en su pubis. Aurora no tardo en comprender que no le quedaba otra salida. Con lágrimas en los ojos comenzó a mover la cabeza adelante y atrás.
Garse se relajó, cerró los ojos y se concentró para correrse cuanto antes y poder salir de allí indemne antes de que su padre se enterara de nada. El tiempo corría en su contra. Tarde o temprano su padre acudiría a por su porta-folios.
Aurora parecía haber llegado a una conclusión parecida. Cuanto antes se corriera su nieto, antes terminaría su suplicio. Comenzó a utilizar una de sus manos para masajear los huevos de su nieto. Paseó su lengua por el glande aun con restos de semen y utilizó sus labios para masajear el tronco de su polla.
 
Garse tenía los ojos cerrados y la boca abierta. Su abuela le estaba dando la mejor mamada de su vida. Joder con la vieja, menuda chupadora de pollas estaba hecha. Se acordó de su abuelo. Como debía disfrutar con mamadas como ésta. Cuando volvió a abrir los ojos al cabo de un rato casi se queda sin aliento.
Su madre se había quitado la falda y se estaba bajando las bragas dejando su negro coño a la vista. Parpadeó varias veces para cerciorarse de lo que estaba viendo.
Garse estaba sentado en el suelo, su abuela a 4 patas chupándole la polla y su madre detrás de ella desnuda de cintura para abajo. Fue entonces cuando se percató de lo que su madre tenía en las manos. Era algo que había tenido durante todo el tiempo pero no había sido hasta ahora cuando se fijó en ello. Un objeto alargado atado a unas correas. La polla con que le folló el culo su hermana. ¿Qué cojones iba a hacer su madre con él?
La respuesta no se hizo esperar. Bethelyn se colocó el aparato en su cintura y acercó a su suegra por detrás. Se arrodilló, la cogió por las caderas y pego el falo a su coño.
Aurora dio un brinco en cuanto noto algo duro colarse entre sus piernas pero Garse la sujetó firmemente de los pelos contra su polla. No quería perderse este espectáculo por nada del mundo.
Aurora quiso protestar, intentó chillar y se removió violentamente pero ni Garse ni por supuesto su nuera le dieron un mínimo margen.
Garse miraba obnubilado como su madre intentaba introducir el aparato dentro de su abuela que se revolvía sin parar. Un brusco pellizco en uno de sus pezones puso fin a la negativa de Aurora que se mostró más receptiva a la polla de madera de su nuera.
El falo se introdujo lentamente en Aurora y su madre comenzó a follar su coño. Bethelyn la sostenía por las caderas mientras lanzaba envites hacia su coño engrasado por el semen de su hijo. Las prisas de Garse por correrse cuanto antes desparecieron de inmediato, quería que durase toda la vida. Lástima que su madre no se hubiera quitado también la parte superior del vestido. Le hubiera gustado ver botar esos melones de nuevo. En su lugar se conformaba con amasar las tetas de su abuela.
-¿Te gusta puta? ¿Te gusta que te follen sin tu consentimiento? –decía Bethelyn. -Gracias a ti, mi pobre hijo lleno de necesidades ha podido aliviarse.
El metesaca duró hasta que Garse se corrió hasta la última gota de semen. Hasta entonces Betheyn no paro de follar el coño de Aurora. Cuando Garse liberó su cabeza de sus manos Bethelyn hizo lo propio con sus caderas y su coño.
Aurora se revolvió y se giró en el suelo, se separó de sus 2 opresores andando hacia atrás con pies y manos hasta pegar su espalda contra la pared y solo entonces fue consciente de la ilustración que ofrecía Bethelyn con su polla de madera. La miró como si estuviera viendo a un bicho raro.
-Eres…, eres…, eres… ¡una hija de puta!
-Ten cuidado con lo que dices.
-No creas que no sé lo que has hecho. Quieres poner a Garse en mi contra. Intentas ganártelo a mi costa pero él te odia tanto como yo. Nos has robado nuestro patrimonio y lo que es peor, nos has obligado a denigrarnos como animales. No creas que nos engañas con tus tretas de pacotilla.
Bethelyn miró con furor a su suegra durante unos segundos.
-Dime hijo, ¿te gustaría que nos folláramos otra vez a tu abuela? Pero esta vez yo se la meto por el culo.
Garse abrió los ojos como platos, después miró a su abuela con más hambre que un perro pequeño. Tragó saliva imaginando la escena. Aurora también abrió los ojos como platos cuando vio la expresión de lascivia de su nieto, ese pequeño judas. Se tapó el cuerpo como pudo.
-No, otra vez no. Ni se os ocurra, mal nacidos.
Bethelyn dio por contestada a su suegra.
-Garse, a partir de hoy tienes mi permiso y por consiguiente el de tu padre para satisfacerte con tu abuela. Podrás visitar su cama cada noche y te aliviarás con ella cuando tengas necesidad.
-¿Cómo? Estás loca, ¡soy su abuela! –interpeló Aurora.
-Precisamente por eso. Es tu deber como abuela ocuparte de que tu nieto crezca sin necesidades que le puedan causar traumas en un futuro…
-No pienso consentirlo. Además, no puedes obligar a Garse a violentar a su abuela.
-Dime Garse ¿Te gustaría disfrutar de tu abuela cada noche que quisieras o prefieres seguir haciéndote pajas?
Aurora miró a Garse que la observaba como un gorrino en celo, pasándose la lengua por los labios. Se le cortaron las palabras y tragó saliva.
Bethelyn se levantó, se colocó de nuevo la falta, recogió el testamento del suelo y se dirigió al escritorio tras el cual se encontraba el butacón de su marido y se sentó en él.
-Eduard vendrá de un momento a otro. No creo que queráis que le de explicaciones de lo que estáis haciendo aquí.
Antes de acabar la frase Garse ya salía por la puerta como un disparo, presto a situarse bien lejos de allí. Aurora, pese a que intentaba mantener las apariencias, se vestía lo más aprisa que podía para poner tierra de por medio y evitar que su hijo pudiera tomar nuevas represalias si se enteraba de lo que había tratado de hacer. Rezaba para que su nuera no se fuera de la lengua.
 
 
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