Un consejo: es conveniente, aunque no forzoso leer Cazatesoros: Sydney y las zapatillas rojasExpedientes X: el regreso de las zapatillas rojas, Alias: La invasión de las zapatillas rojas y Crónicas de las zapatillas rojas: la camarera antes de leer esta historia.
Gracias a Julio Cesar por la idea.
Por Sigma
Jill Castro se sentó en un cubículo del restaurante mientras un joven y solícito mesero colocaba los cubiertos y acomodaba la servilleta en su regazo con destreza. Pero no por eso desaprovechó la oportunidad de observar con cuidado el escote de la blusa de manga corta azul marino de la trigueña en el que se asomaban sus bellos senos cubiertos con un sostén de encaje negro.
También le dio un buen vistazo a las torneadas piernas de Jill que lucían deliciosas gracias a las altísimas zapatillas color violeta que Paty le había regalado y a la amplia falda del mismo color que le llegaba a las rodillas.
– Mmm… que belleza… -pensó lascivo el mesero al mirar de reojo el apetecible cuerpo de la asistente ejecutiva y su rostro de delicados rasgos, con piel casi perfecta como porcelana a pesar del tiempo, luego se despidió con su ensayada frase- estoy a sus órdenes.
Jill sonrió educadamente y luego el joven la dejó sumida en sus pensamientos.
– Oh… no se por que acepté… no debí venir… no es… correcto… -meditaba confundida la trigueña.
Desde la entreabierta puerta de los servicios, Muñequita la observaba sonriendo de forma traviesa divertida ante la evidente duda de la mujer.
– Me encanta verla así, será aun más placentero someterla y alterarla -pensó mientras se acercaba a la mesa a la vez que sacaba un control remoto de su bolso, con lo que empezaría el espectáculo… y el placer.
– Tal vez si me voy ahora… -pensaba Jill cuando vio a la pelirroja llegando a la mesa.
Se había cambiado su traje sastre por un encantador minivestido azul celeste sin espalda, con un profundo escote en V y que apenas cubría diez centímetros más abajo de su femineidad. Sus esbeltas piernas lucían  muy estilizadas usando unas altísimas zapatillas de tacón a juego, de punta abierta y coquetos moños en los tobillos.
Llevaba sus rizos rojos sueltos enmarcando su delicado rostro.
– Oooohhh… -gruñó la asistente al sentir un extraño placer al observar a la joven pelirroja- que bieeen se ve… me gusta su… ¿Pero que me está pasando? No soy así.
– Aaaahhh… me siento mucho mejor -susurró mientras estiraba los brazos y arqueaba la espalda como un gato- odio los trajes, son tan formales…
– Sin embargo son necesarios, por ejemplo para trabajar -le dijo la trigueña tratando de recuperar la compostura mientras la jovencita se sentaba a su lado.
– No lo niego pero tu misma te ves más relajada hoy, sin tanta formalidad, y me encanta verte con esas zapatillas ¿Te las has puesto otros días?
– Oh no… me gustan, pero son demasiado altas, no las he usado desde la última vez que nos vimos.
– Eso crees preciosidad… -pensó sonriente Muñequita- las zapatillas de mi Amo han estado poseyéndote toda la semana, has bailado cada noche rindiendo culto a su poder sin saberlo, volviéndote cada vez más sensible y vulnerable a sus efectos. Muy pronto te masturbarás a nuestra voluntad…
– …pero a fin de cuentas son un peligro para la salud ¿No? -siguió hablando Jill sin imaginarse lo que planeaba la pelirroja.
– Bueno, eso depende -le respondió mientras le servía en su copa un delicioso vino- son un peligro únicamente si caminas con ellas…
La cara de la trigueña reflejó su incomprensión sobre lo que le habían dicho, por lo que Paty le sonrió y le hizo un guiño para dejarlo más claro.
– Ah… Paty… eres terrible -susurró la asistente mientras se ruborizaba.
– Vaya… que tímida… esto va a ser un placer mayor del que esperaba -pensó maliciosa Muñequita mientras el líquido color rubí de las copas empezaba a pasar por los carnosos labios de ambas mujeres.
Mientras tanto, Ivanka se encontraba de vuelta en su residencia y abría con cuidado la puerta de su hogar para no despertar a su esposo. – Que tarde es… -pensó mientras se movía sigilosa por la obscura planta baja, cuando un leve quejido llamó su atención al área de los cuartos del servicio.
– ¿Ese sonido fue lo que creo? -pensó mientras sonreía traviesa al acercarse de puntillas sobre sus zapatillas, pero sin pensar en quitárselas.
Recorrió el pasillo en semipenumbra y llegó a la habitación de Elena, su doncella, era una buena chica y la empresaria la apreciaba por trabajadora y eficiente, aunque era algo tímida.
Por eso el sonido de placer que salía de la habitación hizo sonreír a Ivanka.
– Esa pequeña zorra… -pensó mientras se acercaba a la puerta ligeramente entreabierta- me agrada que salga de su aislamiento pero no puedo creer que se haya atrevido a hacerlo en la residencia.
Se asomó a la obscura habitación y ahí estaba ella sobre la cama, su cuerpo  iluminado por la luz de la luna le daba la espalda a la puerta mientras cabalgaba de rodillas sobre un hombre acostado boca arriba. El cuerpo joven y esbelto de la doncella se movía con gracia sobre su amante a la vez que su cabello largo y castaño ondulaba sensualmente.
Una de sus pequeñas manos se apoyaba en el pecho de él mientras la otra se apoyaba tras ella en el muslo de su compañero.
Ivanka se quedó inmóvil, observando como hipnotizada la lujuriosa exhibición mientras se fijaba en que la doncella llevaba puestas unas zapatillas cerradas, puntiagudas, de color rojo brillante y textura como de piel de serpiente.
En ese momento los gemidos de la mujer subían de tono.
– Aaaaahhh… aaahhh… siii… así… asiiii…-sollozaba dulcemente, cuando a lo lejos resonó la melodía de la zampoña.
Sin darse cuenta la rubia se humedeció los labios con la lengua y su mano empezó a deslizarse por su cuerpo hacia abajo.
– Oooohhh… tómame… haaazlo… ahoraaa… -gruñó mientras apoyaba ambas manos tras ella y arqueaba la espalda.
A la vez, las manos que habían estado agarradas a la cintura de la doncella se estiraron mientras el hombre se sentaba y sujetaron los altos tacones de su amante, controlándola, y además dejando atrapados los brazos de la chica tras ella.
– Aaaahhh… aaahhh… esooo… maaaass… -gemía cada vez más fuerte Elena mientras su amante le marcaba el ritmo, a la vez que mordisqueaba y besaba sus bellos senos.
Ivanka casi no se atrevía a respirar mientras espiaba, y hasta se sobresaltó cuando su propia mano derecha empezó acariciar su clítoris bajo el vestido y las pantaletas.
– Oooohhh… -pensó complacida al cerrar los ojos por un momento- ¿Qué estoy… haciendo…?
Pero al instante volvió a abrir los ojos al oír los gemidos de la joven.
– Casi… sigueee… hazme tuyaaaa… -la pareja empezó a moverse frenéticamente, perteneciéndose brevemente uno al otro, mientras las zapatillas rojas parecían pulsar con la música, haciendo que Ivanka se las imaginara como dos serpientes que lentamente devoraban a la bella joven empezando por sus lindas piernas, lo que la excitó aun más sin saber por que.
La mano de la rubia imitó el ritmo de los amantes en su entrepierna, penetrándose a la vez que se acariciaba más y más rápido, siguiendo la melodía de la zampoña.
– Aaahhh… ¡No!… ¡Basta Ivanka! -trató de reprenderse a si misma en silencio mientras su boca se abría en una O y sentía que alcanzaba el orgasmo, tratando desesperada de no hacer ruido, mientras se recargaba tensa y de espaldas contra la pared del pasillo.
Afortunadamente su gemido final de placer quedó ahogado por el grito de la doncella y su amante.
– ¡Nnnnnggghhh…! -gruñó el hombre seguido por casi un aullido de la joven- ¡Aaaaaahhhhh… Jareeeeeeed…!
De golpe la empresaria abrió los ojos como platos al escucharla y al asomarse a la puerta pudo ver a su esposo recostado y sudoroso abrazando a la joven que yacía adormilada sobre su pecho.

En el restaurante, Jill y Patricia cenaban alegremente una exquisita comida italiana, acompañada con delicioso vino tinto.
La trigueña estaba feliz disfrutando sobremanera la velada ya que la joven a su lado se mostraba divertida e ingeniosa, aunque eso si, aprovechaba cualquier pretexto para poner su mano en el muslo o en la parte baja de la espalda de Jill, pero no pasaba de eso. A regañadientes la asistente tuvo que admitir que disfrutaba no solamente la compañía de la jovencita sino también sus atenciones.
– Te ves maravillosa Jill… -le dijo sonriente la pelirroja mientras rellenaba su copa, Paty se había asegurado de mantenerla siempre rebosante, con lo que a la trigueña le había sido imposible contar las copas que se había tomado- pero deberías dejarme elegir tu vestuario alguna vez… o incluso vestirte.
Al decirlo la pelirroja le sonrió de forma insinuante, pero medio en serio y medio en broma la asistente le respondió.
– Oh… me temo que eso no va a ocurrir… -dijo entre risas, pero dudó al ver como la encantadora jovencita volvía a rellenar su copa y como su minivestido azul se había subido dejando expuestos no solamente sus esbeltos muslos, sino incluso parte de su femenina y pequeña tanga azul adornada de encaje.

Al atraparla admirándola, Muñequita oprimió el botón de su control, dando inicio a una sensual y potente melodía a bajo volumen, que causó una oleada de placer que golpeó a Jill.
– Aaaahhh… ¿O si va… a ocurrir? -pensó confundida mientras Paty acariciaba su muslo siguiendo el ritmo y le causaba otro espasmo de irresistible placer- Mmm… nunca me había… sentido así con una mujer ¿Qué me pasa?
– Mmm… ya me harté de este sitio -dijo entonces la pelirroja mientras se levantaba y tomaba de la mano a la otra mujer- seguiremos la velada en otro lugar.
Se dirigieron a la salida del establecimiento mientras que Jill, mareada, asustada y excitada, trataba débilmente de negarse.
– Pero hay que pagar… y tengo trabajo mañana…
– No te preocupes lindura, mi jefe ya pagó todo y te aseguro que se encargará también de tu jefa -le dijo mientras la guiaba de la mano como una madre con su hija.
– Pero Paty…
– Silencio… ahora pórtate como una niña buena y hazme caso -le ordenó la pelirroja mientras la dejaba pasar primero por la puerta- te prometo que lo disfrutarás.
– Pero no sé…
– ¡Obedece! -la interrumpió mientras le daba una sonora nalgada que no le dolió pero si la sorprendió.
– ¡Aaaayy…! está bien… no necesitas ser violenta -exclamó más en broma que en serio, sin embargo en lo profundo de su ser Jill no quería admitir que lo había disfrutado, la parte sumisa de su personalidad que siempre había estado dormida había despertado gracias a Muñequita y al poder de las zapatillas rojas, dejándola a merced de la dominante jovencita.

Ivanka se encontraba en uno de los penthouse de la familia, después de hacer un escándalo había preparado un par de maletas y se había largado. No quería saber ya nada de Jared, que le había jurado que había sido un desliz, que la chica lo había provocado.
– La típica excusa… -susurró mientras bebía una copa. Elena por su parte había sido más ingeniosa, pues según ella no sabía por que lo había hecho, simplemente cada día se sentía más atraída por Jared y esa noche fue como si sus propias piernas la hubieran entregado a su patrón.
Pero ya nada importaba… todo se había acabado.
Estaba muy decepcionada pero en realidad se sentía aun más liberada, ahora comprendía que llevaba tiempo viviendo una existencia limitada y lo ocurrido le daba el motivo perfecto para empezar una nueva etapa en su vida.
– Jared era un obstáculo… me impedía desarrollarme… necesitaba mi libertad… –meditaba fríamente en un sofá.
En ese momento sonó el intercomunicador…
– ¿Si?
– Señora Trump… el señor Scorpius está aquí y quiere verla -dijo un guardaespaldas.
– Mmm… -dudó un instante la rubia, pensado si en ese momento debía complicarse más la vida.
– Es una nueva etapa… -pensó y le dijo al agente que lo dejara subir.
– Buenas noches señora Trump -dijo Scorpius minutos después, iba vestido casual, todo de negro.
– Buenas noches señor Scorpius, debo decir que me sorprende ¿Como supo donde encontrarme?
– Ah, digamos que tengo mis contactos señora Trump. En particular por que me pareció que podría estar pasando un mal momento.
– Gracias… y por favor llámame Ivanka -la empresaria no sabía por que pero el diseñador le daba confianza.
– Se lo agradezco, por favor llámame Xander -le respondió el hombre mientras oprimía un botón en el control oculto en su mano- Ah, y nada de subir la voz Ivanka… recuérdalo.
Al instante la mujer dio un par de pasitos en su lugar y empezó a bailar por la sala de estar mientras Scorpius se sentaba satisfecho.
– ¿Pero que ocurre? -susurró la mujer incrédula ante lo que ocurría.
– Todo está saliendo perfecto, ni siquiera te quitaste tus zapatillas de esta tarde, eres una buena esclava… ahora recuerda…
Minutos después la rubia trataba de gritar iracunda al pensar que había terminado su matrimonio por las manipulaciones del hombre ante ella.
– ¿No tiene conciencia? ¿No le importa nada? Lo odio…
– Vamos… no me mates Iv, solamente soy el mensajero, admito que me aseguré de que tu doncella recibiera un par de mis zapatillas especiales y que en sus días de descanso la condicionamos con una gran habilidad en la cama y para encontrar irresistible a tu esposo, incluso las zapatillas la guiaron directamente en sus pasos finales. Pero a Jared no tuvimos que convencerlo en absoluto, de hecho fue… muy cooperativo. De todos modos para este momento ya no lo amas, me encargué de eso.
La empresaria buscó en su corazón y en efecto ya no encontró un sentimiento hacia Jared, solamente sentía ira por haber sido manipulada por Scorpius.
– Maldito… maldito… -trataba de gritar, pero solamente susurraba mientras seguía bailando y luciendo su cuerpo para su captor. Se movía con gran agilidad aun con sus altos tacones, se agarraba de los muebles y ondulaba sus caderas, sus nalgas, luego se daba la vuelta y sacudía sus senos ante el hombre.
– Ooohhh… -gimió cuando sintió como la excitación empezaba a invadirla de nuevo, desde sus zapatillas a sus piernas, su sexo y de ahí a todo su cuerpo.
– Bien, es hora de nuestra pequeña salida, ya sin tu esposo será muy fácil, pero debemos prepararte primero… -explicó Scorpius mientras se acercaba amenazador a la mujer.
– Noooo… -apenas pudo gemir.

En un lujoso hotel Patricia tomaba otra copa con Jill, disfrutando de una vista espectacular desde el balcón de su habitación.
La trigueña se reía y sonrojaba por los halagos de Muñequita y por la bebida.
– …en serio Jill, deberías ser modelo, tienes una gran figura, un cutis precioso y unos maravillosos ojos.
– Si… podría ser la mamá de las modelos… ja ja ja…
La pelirroja la abrazó por la cintura, la llevó a un sofá de la habitación y se sentaron.
– Vamos, te lo voy a demostrar -le dijo Muñequita al sacar de su bolso el maquillaje- soy muy buena en esto, ya lo verás.
Mientras preparaba los materiales Paty accionó de nuevo su control remoto de manera que pusiera a la mujer en un estado débil y excitado, al instante una canción suave e hipnótica empezó a llegar a sus oídos.

– Paty no se si… -empezó a decir Jill cuando firme pero delicadamente la pelirroja la sujeto de su mandíbula y usando su pulgar e índice en sus mejillas la obligó a formar con sus labios el gesto de un beso.
Con habilidad la jovencita empezó a pintar los labios de la mujer con un labial de intenso color violeta a juego con su ropa y sobretodo con sus zapatillas hechizadas.
Incapaz de reaccionar, la asistente dejó actuar a Patricia a su gusto.
Lentamente fue cubriendo los carnosos labios con una capa del labial, tomándose su tiempo y manipulando a la mujer como si fuera una muñeca.
Jill sentía los cálidos dedos acariciando su piel, su fresco aliento sobre el rostro y sobre todo el embriagador perfume de la jovencita invadiendo sus pulmones, dejándola mareada y débil.
Por primera vez la mujer se dio cuenta de como sus piernas se tensaban y sus pies se ponían de punta por puro placer sexual.
– Mmm… es muy agradable… -trató de decir con calma, pero su voz sonó ronca y exigente.
La pelirroja empezó a delinear los labios, lo que se sentía como una caricia enloquecedora que hizo sentir a la trigueña prisionera de sus sentidos y su deseo.
– Oh… de veras eres buena en esto.
Entonces la pelirroja sujetó a la mujer suavemente de la nuca y la miró profundamente.
– Eso es… mmm… te ves deliciosa primor -le susurró la joven al retroceder un poco para verla mejor.
– ¿En serio? -dijo halagada y sonrojada la asistente de Ivanka.
En ese momento Patricia puso sus manos a los lados de las caderas de la trigueña y acercó su rostro al de ella mirándola intensamente a los ojos al acercarle su boca, mientras oprimía un botón del control oculto en su mano.
Por un instante Jill se quedó sin aliento cuando una melodía lenta e irresistible empezó a sonar en su cabeza, cerró los ojos tímidamente y entreabrió los labios de forma inconsciente, o más bien… condicionada.
El beso fue largo, profundo, húmedo, sus lenguas jugaban una con la otra y sus manos acariciaban tiernamente el cuerpo de la otra.
Finalmente se separaron y Jill trató de recobrar algo de compostura.
– Oh… yo… lo siento pero… no soy… tu sabes… homosexual… no te ofendas… -balbuceaba mientras se acomodaba el cabello y la ropa.
– No te preocupes linda, yo tampoco lo soy, solamente aprecio la belleza femenina -le respondió la pelirroja mientras acariciaba el interior de los muslos de la mujer y a la vez activaba otro botón del control en su mano- y muy pronto tu también lo harás.
Una estruendosa y cadenciosa melodía sonó en la habitación y la trigueña vio impactada como sus piernas empezaban a moverse como si fueran las de otra persona.
– ¿Pero qué… qué está pasando? -dijo incrédula al ver sus piernas estirarse y encogerse sin poder controlarlas durante varios segundos hasta que de pronto la hicieron levantarse y comenzó a bailar en un sensual vaivén por el cuarto, puso sus manos en sus sienes, incapaz de comprender lo que ocurría.
– ¡Aux… -trató de gritar cuando se encontró con que la jovencita le colocaba una mordaza en forma de falo introduciéndolo entre sus labios y abrochándolo en su nuca.
– Mmm… nnnn… -gruñó mientras intentaba soltar el broche con ambas manos, pero con suavidad Paty la detuvo y tras ponerlas en la espalda las inmovilizó con algún tipo de grilletes.
Ella intentó resistir pero el vino y el poder de las zapatillas la habían dejado débil como una gatita.
– No, no… eso no se hace -le dijo suavemente la joven a su cautiva, como si fuera un bebé- solamente baila.
Ella sacudió la cabeza en gesto de resistencia.
– Nnnnn… nnnn… -gruñó tratando de luchar pero su cuerpo siguió bailando sensualmente por la habitación. Abría sus piernas, se encogía hasta quedar casi de rodillas y se volvía a levantar arqueando su cuerpo contra su voluntad.
Al pasar junto a Muñequita esta le arrancó la falda de un tirón, dejando completamente expuestas sus piernas, la siguiente vez hizo lo mismo con su blusa, dejando a Jill bailando por la habitación en ropa interior y tacones.
La pelirroja se recostó en la cama lentamente y tras introducir dos dedos en su tanga comenzó a masturbarse mientras observaba a la trigueña.
– Mmm… si… te ves muy bien Jill… ya quiero que seas mi hermanita… -susurró la jovencita mientras observaba como la mujer subía un pie entaconado a la cama y seguía ofreciendo su cuerpo con cada sensual ondulación, mientras sacudía la cabeza sin entender que estaba ocurriendo. Pero pronto entendería…

– Oh… no debí venir -pensaba Ivanka mientras miraba por la ventana de la limusina, a su lado se encontraba Scorpius, que vestía a la vez deportivo y elegante de negro- bueno quizás me haga bien olvidarme por un rato.
Scorpius había llegado a su penthouse esa noche y la había invitado a un club donde era inversionista, y sin saber muy bien como o por que aceptó a pesar de lo terrible de la traición de su ahora casi exesposo.
Se había tratado de vestir discreta pero por alguna razón se había puesto un diminuto vestido blanco sin tirantes que le llegaba a medio muslo y tenía un apetecible escote en forma de corazón. En sus pies llevaba unas zapatillas blancas de punta abierta y tacones imposibles de Scorpius, pero lo peor era la provocativa lencería que sin saber por que había elegido, ni siquiera quería pensar en ello.
– Que van a pensar de mi si el mismo día que me separo de mi esposo vengo a bailar vestida así a un club… espero que realmente sea tan exclusivo como dijo Scorpius.
– ¿Estás bien Ivankita? -preguntó con ternura Dana, otra asistente de Scorpius que los acompañaba en la salida, le había agradado de inmediato por su dulzura y amabilidad, era casi como una niña, aunque su ropa distaba mucho de ese concepto: un ajustado vestido rojo encendido con un atractivo escote cuadrado, la prenda la cubría hasta la rodilla pero tenía aberturas a los lados que llegaban casi a la cintura, dejando ver sus piernas a cada paso y en sus pies llevaba unos escandalosos botines del mismo color del vestido y con varias aberturas mostrando sus dedos, su empeine y su talón, los tacones de aguja de los botines eran enormes y daban la impresión de alargar sus piernas hasta hacerlas interminables.
En ese momento pasaron frente a un elegante club con el nombre T. P. en grandes letras neón.
– Aquí es -indicó Scorpius a la chofer de Ivanka señalando una entrada lateral.
El vehículo entró y bajó a un estacionamiento donde finalmente se detuvo y la chofer les abrió la puerta mientras el auto con los escoltas se detenía a su lado y salían del transporte.
– Esperen aquí -les indicó Ivanka para después dirigirse a un elevador con Scorpius y Dana.
Los agentes observaron discretamente el sensual vaivén de caderas de las dos mujeres mientras caminaban al elevador dándoles la espalda.
– Ufff… -al fin respiró uno de ellos cuando las puertas se cerraron tras el trío.
– Vaya… que suerte tiene ese tipo -susurró el otro.

Tras cruzar por un enorme salón donde personas de alto nivel bailaban, bebían y se divertían con la música Scorpius guió a la rubia por varios pasillos a una habitación de techo bajo donde había un grupo de extraños aparatos en el centro.
– ¿Y esto? ¿Estamos tras bambalinas?
– Algo así… de hecho este artefacto es lo que le ha dado su éxito a mi club… por eso quise que lo vieras, lo llamo Escaparate…
– ¿Y para que es? -pensó extrañada la empresaria al acercarse.
– Dana te lo mostrará -dijo el hombre mientras la rubia llevaba a Ivanka al centro del artefacto- te ayudará a superar tu decepción.
– ¿Cree que me ayudará a olvidar lo que pasó con Jared?
– Querida mía, te aseguro que esto te hará olvidar todo -le dijo con una mueca Scorpius al oprimir un botón que hizo sonar una sicodélica melodía en la habitación
Al instante el cuerpo de la heredera reaccionó poniéndose tenso, sus piernas extendidas y paralelas, su pies en punta, sus manos bien altas sobre la cabeza y su rostro apuntando al techo.
– Aaaahh… -gimió confundida cuando Dana cerró unos grilletes sobre sus muñecas fijándolas a la estructura del aparato, luego ajustó dos correas, una inmovilizaba su cuello, la otra sus hombros ajustándose bajo las axilas. Un instante después recuperaba el control de su cuerpo.
– ¿Pero que hace? ¡Está loco…! -le dijo al ver como su captor se sentaba cómodamente en un sillón y Dana se paraba a su lado sonriente mientras Scorpius metía una mano bajo su vestido y empezaba a acariciar sus nalgas.
– Bueno… quizás un poco… tengo ideas muy… particulares sobre el sexo y el placer, pero esto es necesario. Nuestras reuniones no son suficientes, únicamente una vez a la semana y por breves periodos, así que necesito acelerar tu condicionamiento, para eso es el Escaparate, pues tiene una doble función por un lado me permite potenciar y acelerar los efectos de las zapatillas en las mujeres, obteniendo en un día los efectos de un mes, por el otro me ha dado ganancias millonarias con clientes de gustos muy particulares… y costosos. Para eso es este club, me ha permitido financiar parte de mis operaciones.
– ¿Qué? ¿De que está hablando? -gimió cada vez más asustada Ivanka- No entiendo…
– Ah… lo olvidaba, recuerda Ivanka… -le dijo Scorpius mientras activaba su control remoto y un agudo tono resonaba en el cuarto.
– Oooohhh… usted… monstruo… -empezó a decir la rubia cuando el artefacto al que estaba sometida cobró vida, entonces la mujer vio con terror como una compuerta se abría bajo sus pies dejándola colgando un instante antes que la pieza acolchada de metal que la sujetaba de muñecas, cuello y hombros empezará a bajarla lentamente.
– ¿Que va a hacer… conmigo? -empezó a decir hasta que sintió como sus pies atravesaban algún tipo de membrana elástica- ¡Auxilio!
– Puedes gritar todo lo que quieras, este cuarto al igual que otros similares esta insonorizado.
– Por favor… no me lastime… -dijo asustada mientras la bajaban lentamente.
– Vamos Ivanka… ¿De veras crees que lastimaría a una lindura como tu? -la tranquilizó mientras oprimía un botón del panel al costado del sillón y una enorme pantalla se encendía en la pared frente a la rubia.
La sorprendida mujer vio en la pantalla una habitación de techo bajo de tipo minimalista con un par de sillones colocados frente a una tarima artísticamente iluminada, entonces logró ver sus propias piernas bajando lentamente en la pantalla, luego su caderas y su busto, hasta que finalmente pudo apoyar sus pies entaconados en la tarima, sin embargo sus hombros, cabeza y brazos quedaron sellados y ocultos en donde estaba Scorpius, en la habitación justo arriba de la que aparecía en pantalla.
– Ahora sabe por que lo llamo el Escaparate -le dijo sonriente el hombre de la cola de caballo a Ivanka al ver la confusión en su rostro que se encontraba al nivel del piso- me permite mostrar mis mercancías para los clientes. Observe…
En la habitación que aparecía en la pantalla se apagó la luz, se abrió una puerta débilmente iluminada y entró una sombra.
– ¿Qué pretende? -preguntó la rubia algo asustada.
– Veras… mis clientes buscan algo muy especial, algunos quieren placer sin consecuencias, otros quieren someter a una mujer, otros disfrutar el sexo sin necesidad de una relación…  pero a fin de cuentas todos desean una mujer objeto… justo en lo que te he convertido.
En ese momento la luz volvió a encenderse en el cuarto inferior, pero ahora provenía de la tarima, iluminando el cuerpo de Ivanka desde abajo, su perfecta figura cubierta por el vestidito blanco daba la impresión de carecer de hombros, brazos y cabeza con lo que parecía un hermosa escultura incompleta o surrealista, como una columna estípite griega, pero inquietante… provocativamente palpitante y viva.
Ivanka cambiaba la postura de su cuerpo cada pocos minutos pero lo veía ocurrir en la pantalla como algo lejano, ajeno, como en una disociación cuerpo-mente, y notaba como algunas de sus posturas y actitudes antes naturales ahora le parecían terriblemente provocativas y sensuales.
– ¿Qué va a hacerme? -preguntó la mujer sin dejar de ver su propio cuerpo en la pantalla.
– Estamos por averiguarlo… – le respondió Scorpius al ver que en la pantalla había movimiento.
Ivanka vio como un hombre se levantó del sillón desde el que había estado contemplando la perfecta silueta de la indefensa mujer y se acercó, luego le dio una vuelta al pedestal como admirándola desde todos los ángulos.
La rubia vio como su cuerpo se removía incómodo ante el escrutinio del cliente que empezó a hablar en voz alta.
– En verdad es una diosa… una diosa -dijo con voz casi temblorosa el hombre alto y de cabello cano mientras miraba con adoración el maniquí de carne sobre lo que ahora entendía la rubia no era una tarima, sino un pedestal, un escaparate para ofrecer sus encantos al mejor postor.
– A las chicas de mi club las llamamos diosas, de hecho el nombre del club es Templo del Placer -explicó orgulloso Scorpius a la asustada Ivanka, que vio en la pantalla como el hombre extendió la mano y alcanzó el cierre de su vestido en la espalda.
Ella intentó alejarse pero sus hombros y cabeza estaban fijados a la estructura de la máquina, lo que la tenía atrapada.
– ¡Noooo! ¡No lo haga! -gritó desesperada la empresaria a la pantalla.
– No puede oírte primor ¿Recuerdas? El cree que eres una modelo y bailarina sexual y fetichista que disfruta la situación.
Desesperada trató de alejar su cuerpo del cliente pero el llevar sus pies hacia adelante y arquear su espalda no solamente pareció sensual y deliberado, sino que además hizo que el cierre que ya sujetaba el hombre empezara a bajarse, como animándolo a seguir.
Con una sonrisa y en un rápido movimiento el cliente bajó el cierre hasta su límite y un instante después el vestido resbalaba suavemente por las curvas de la rubia hasta quedar en sus pies como el capullo desprendido de una oruga que se convierte en mariposa ¡Y que mariposa!

– No… por favor no… -gimió ella al ver la lencería que se había puesto bajo el vestido. Un sostén blanco nacarado sin tirantes levantaba y separaba sus senos apenas cubiertos por translúcido encaje, formando un increíble escote que parecía salido de un comercial de Victoria’s Secret. Una ajustada faja corset a juego constreñía su cintura haciéndola aun más pronunciada, más abajo relucía también de color blanco nacarado la más pequeña y delicada tanga de encaje que el cliente jamás hubiera visto, parecía señalar y resaltar su femineidad en lugar de cubrirla.
Enmarcando su sexo se extendían desde el corset unos ligueros primorosamente bordados que sostenían en su lugar las sedosas medias blancas al muslo, rematadas también de encaje, que casi llegaban a la entrepierna de la diosa. En sus pies llevaba unas zapatillas blancas de punta abierta y tacones que la forzaban a estar casi de puntas, las arregladas uñas de sus pies estaban pintadas del mismo color nacarado. El conjunto transmitía una imagen de ese cuerpo a medio camino entre lo virginal y lo lujurioso que enloqueció al encanecido hombre.
– Eres perfecta… perfecta… -gimió mientras extendía la mano para acariciar la cadera de la mujer.
La maravillosa mujer objeto ante él se apartó lo más lejos posible sobre el pedestal de una forma deliciosamente tímida.
En el piso superior Ivanka trataba de alejarse asqueada de esas manos, pero el efecto en pantalla era muy diferente.
– ¡Basta… deténgalo! -pidió la rubia mientras su esbelto cuerpo era acosado sin escapatoria sobre el pedestal- le daré dinero si eso busca…
– Bueno como le dije esto tiene doble función, el dinero es una parte pero en su caso lo que quiero es amplificar el efecto de las zapatillas en su cuerpo, su mente… y su alma. De hecho ya casi es hora de empezar el condicionamiento.
En ese preciso momento el cliente logró desabrochar el sostén del tímido y huidizo cuerpo sobre el pedestal, dejando libres un par de firmes senos del tamaño de toronjas cuyos rosados pezones se encontraban erguidos y duros.
– Nooo… -gimió la rubia al ver su busto expuesto, deseando con todas sus fuerzas poder defenderse, pero no sabía que ya había sido condicionada a no atacar a nadie en un ambiente sexual. La linda rubia podía resistir de cualquier forma excepto con violencia.
– Por favor… va a violarme… -dijo asustada.
– Oh, no te preocupes Ivanka, tu eres mía, solamente mía, el cliente no desea tomarte directamente, pero si tocarte y hacerte disfrutar, yo mismo lo elegí para esta función -dijo Scorpius mientras observaba sonriente como en la pantalla el delicioso cuerpo de la empresaria trataba de mantenerse lejos del hombre de cabello canoso, haciéndose a un lado y encogiendo un pierna de forma muy coqueta- y hablando de eso es hora de empezar tu condicionamiento intensivo… y también la función.
El captor de la mujer se preparó para activar un botón del panel a lado del sillón, mientras que sentada en sus piernas Dana lo masturbaba lánguidamente, sus esbeltos dedos moviéndose arriba y abajo casi con adoración.
– No… por favor… no lo haga… -le rogó la rubia.
En el piso de abajo el cliente observaba embelesado el esbelto torso y torneadas piernas que parecían salir directamente del techo, conectándose por medio de una bella membrana elástica.
– Uuufff… que bien… -susurró sintiéndose tremendamente excitado con el juego de perseguir que habían estado practicando. En ese momento planeaba una finta para atrapar esas maravillosas piernas que seguían evadiéndolo.
De pronto una sensual canción empezó a sonar en las bocinas y la diosa del pedestal cambió por completo de actitud, se puso al centro y abrió sus piernas ampliamente, como en actitud retadora pero con sus pies en punta como bailarina de ballet, para de inmediato comenzar a bailar ondulando sensualmente su cuerpo y dando espectaculares giros gracias al eje articulado al que estaba encadenada.
Absorto y en total silencio, como si un ruido fuera a romper el hechizo, volvió a sentarse en un sillón y observó maravillado las eróticas evoluciones de la mujer objeto por la que había pagado una gran suma para disfrutarla.
– Diosa… vales cada centavo -pensó mientras la observaba darle la espalda e inclinarse para sacudir provocativamente sus respingadas nalgas para el cliente al ritmo de la música.
– Ooohhh… uuuunnnnhh… -gemía Ivanka sometida por la música mientras su cabeza giraba suavemente sobre el cuello, sintiendo un enorme placer nublando como siempre su razón.
– Muy bien Ivanka… eso es… ahora pasemos a la siguiente etapa -dijo Scorpius al oprimir otro botón. Mientras, Dana se masturbaba vigorosamente, dando ricos grititos de placer mientras observaba todo.
En el piso inferior una cristalina voz de mujer sonó en las bocinas.
– Por favor acérquese a su diosa -indicó en tono chispeante.
Casi temeroso el cliente obedeció. Al estar a su lado la música cambió a algo más lento y cadencioso.
– Ahora… pida y se le concederá -aseguró la encantadora voz.
– Ooohhh… no… no… -gruñía débilmente la poderosa empresaria al recuperar su consciencia mientras su cuerpo seguía moviéndose de forma excitante.
En sus oídos sonó la voz del cliente que observaba su cuerpo en el piso inferior.
– Sacude tus tetas… -dijo con voz ronca.
Al instante el cuerpo de Ivanka se giró hacia el hombre maduro, arqueó su espalda y tras dar dos pasitos hacia atrás empezó a sacudir sus suculentos senos a pocos centímetros del cliente, a ritmo con la música y con sus caderas.
– Oooohhh… basta… -gimió la rubia sometida al Escaparate.

– Ahora tus piernas… muéstramelas… -dijo más seguro el hombre después de humedecerse los labios.
– Aaaahhh… -gruñó de placer la empresaria al tratar inútilmente de resistir la orden, pero ya su cuerpo estaba obedeciendo, volviendo a girar a ritmo con la melodía, mostrando su perfil, para luego extender una pierna y flexionar la otra alternativamente.
– Vamos Iv… puedes hacerlo mejor… -le dijo Scorpius a su cautiva al recostarse junto a su cabeza sobresaliendo del piso- muéstrale tus maravillosas piernas…
– Pero yo…
– Hazlo… ¡Obedece! -le ordenó de forma irresistible su captor a la vez que la sujetaba del cabello y la besaba apasionadamente contra su voluntad, provocándole un pequeño orgasmo al verse sometida de esa manera.
– Aaaahhh…
Al momento su traicionero cuerpo se enderezó y levantó su pierna perfectamente dura, derecha y horizontal, poniendo su sedosa pantorrilla blanca ante el cliente a la altura del pecho, donde empezó a ondularla seductoramente ante sus enamorados ojos.
– Mmm… diosa… muéstrame tu coñito… -dijo en tono suplicante.
La mujer objeto abrió sus piernas como gimnasta en una amplísima V, quedando en el aire, sostenida por las correas y los grilletes unidos a la estructura del Escaparate.
Para su vergüenza la rubia vio una mancha de humedad marcándose en el pequeño triángulo de encaje.
– Quiero tu tanga… -dijo decidido el cliente para recibir una respuesta inmediata.
– Tómela -dijo la voz de mujer, mientras el cuerpo de la empresaria acomodaba sus piernas derechas y ligeramente abiertas en el aire, como si fuera una muñeca sentada.
El hombre sujetó el elástico y lo deslizó pos sus largas piernas, dejando expuesta una vagina enmarcada de cabellos dorados cuidadosamente depilados, sus labios brillaban por la humedad.
– Ooohhh… aaalto… -pidió la empresaria mientras su cuerpo volvía a bailar para el cliente sobre sus altos tacones.
– Puede utilizar el juguete que recibió al entrar -dijo la voz femenina con dulzura en las bocinas.
El cliente entonces sonrió, sacó de una bolsa un vibrador color plateado y se acercó a la mujer objeto.
– Aaaahhh… no… nooo… eso nooo… -gritó inútilmente la mujer.
– Déjame darte placer -dijo el hombre y al instante el cuerpo se giró y se inclinó, ofreciéndole su nalgas y todo lo que había entre ellas.
– Muy bien Iv, tu cuerpo reacciona cada vez mejor, ya es hora de darte un nuevo nombre y que me llames por otro.
– No… de que habla… -dijo débilmente sin darse cuenta de que el hombre abría su vagina con dos dedos preparándose a meter el vibrador.
– Ahora lo verás…
– Aaaayyyy… -abrió la boca dando un gritito de placer al sentir el aparato haciendo bailar sus entrañas- aaahhh…
– Eso es… no te resistas -le decía en un susurró Scorpius a la mente y voluntad de la rubia, por que su cuerpo se movía con vigor ayudando al hombre canoso a masturbarla mientras la sujetaba de su corset desde atrás.
– Nnnnggg… aaaahhh…
– Bien, desde ahora tu nombre será Lindura, al menos cuando estemos a solas. Dilo…
La mujer trataba de resistir, pero mientras hacía vibrar sus caderas el cliente metía y sacaba el vibrador con un mano, a la vez que acariciaba sus piernas o senos con la otra.
– Dilo…
– Nnnoo…
– Te llamas Lindura…
– No… nooooo… -gimió al sentir como el vibrador la penetraba hasta el fondo mientras su cuerpo se movía atrás y adelante en precario equilibrio sobre sus tacones, ayudando a ser sometida sexualmente.
– Vamos dilo…
– Aaahhh…
– Eres Lindura…
– Aaaaahhhh…
– Eres Lindura y yo soy tu Dueño…
– Aaaaaahhhhh… por favooooohhhr… -abajo el hombre la penetraba a un ritmo constante con el juguete, pero ahora también pellizcaba sus ya duros pezones o bien le daba nalgadas cuyo ardor se confundía con placer para la indefensa rubia.  Su cuerpo se movía sensualmente con cada toque, invitando al cliente a seguir más y más rápido con sus atenciones amorosas.
– Soy tu Dueño… y tu eres mi Lindura… -le susurraba Scorpius gentilmente al verla cerrar los ojos y abrir la boca casi al borde del orgasmo- acéptalo…
– Mi… Dueño… soy… Lindura… -jadeó Ivanka por un instante pero al darse cuenta de lo que había dicho abrió los ojos aterrada- No… no… maldito, maldito… soy Ivanka Trump… déjeme…
– Muy bien… perfecto Lindura, repítelo.
– No lo hare… aaaahhhh…
– ¿En serio? Muy pronto harás todo lo que yo te diga… y te dará placer hacerlo.
– Nooo… auxilioooo… quien sea… ayúuuudenme… -grito desesperada al sentirse parada de puntitas al borde del abismo del éxtasis, el abandono y la aceptación.
Su cuerpo, ya esclavizado al poder de las zapatillas, rodeó con sus largas piernas los hombros del cliente, atrayéndolo sin control a su vagina, ya roja e hinchada, hasta que el hombre dejó el vibrador dentro de su sexo, la sujetó de una de sus firmes nalgas y empezó a mostrar su pleitesía a la mujer objeto acariciando rápidamente su clítoris.
Al mismo tiempo Scorpius aumentaba al máximo el volumen de la música, que en algún momento se había convertido en una enloquecedora zampoña que combinada con la adoración del hombre del piso inferior finalmente la empujaron para hacerla caer al delicioso e inevitable abismo del placer y la esclavitud eterna como prisionera de las zapatillas rojas. Ivanka tuvo un abrumador y poderoso orgasmo.
– ¡Oooooohhhhhh… oooooohhhhh…! –empezó a gritar al fin sin poder evitarlo. Entonces Scorpius le ordenó una última vez con voz dominante a la vez que sujetaba su rostro.
– ¡Dilo! ¡Soy tu Dueño y tu eres mi Lindura!… ¡Dilo! -le gritó mientras la obligaba a mirarlo a los ojos al alcanzar el orgasmo, adueñándose así de una parte de su voluntad.
El cuerpo de la Diosa en el nivel de abajo se estremeció ferozmente no tanto por el éxtasis, sino por el desesperado esfuerzo de la rubia por aguantar y no obedecer la orden de Scorpius, pero era inútil, resistir era como tratar de contener una explosión ya iniciada, o detener una ola a punto de romper en la playa.
– ¡Aaaaaaaahhhh…! –gritó al fin a todo pulmón, aceptando su destino y disfrutando salvajemente al hacerlo- ¡Siiiiii… siiiiii… eres mi Dueeeeño…! ¡Soy tuyaaaaaaa… soy Linduraaaaaa…!
– Otra vez… –le dijo calmadamente Scorpius.
– Eres… mi Dueño… soy… Lindura –dijo roncamente la empresaria mientras se derrumbaba derrotada y débil, su cuerpo sostenido apenas por los brazos del cliente. Sonriente, el hombre canoso la bajó y la dejó colgando del Escaparate.
– Oooohh… gracias diosa –dijo para después darse la vuelta y salir por la puerta mientras intentaba limpiarse una gran mancha de humedad en su entrepierna. Al instante de una puerta oculta entraron un par de mujeres que limpiaron rápidamente el cuarto, refrescaron y vistieron de nuevo a Ivanka, incluyendo una pequeña tanga blanca con la palabra diosa bordada en el triángulo de tela en lugar de la que se había llevado el cliente. Tan rápido como terminaron desaparecieron por la puerta oculta.
– Eso es Lindura, fue un excelente avance… para tan poco tiempo –le dijo Scorpius mientras se levantaba.
– Ooohhh… mal… dito… seas… mi Dueño… –le espetó Ivanka, aterrorizada al darse cuenta de que aunque sabía su propio nombre, ahora respondería a ese sexista y ultrajante sobrenombre en presencia de su Dueño. Pero sentía que aun podía resistir.
En ese momento se abrió de nuevo la puerta y entró ahora un hombre joven y de apariencia tímida, se sentó en un sillón y observó como hipnotizado el cuerpo de la rubia que yacía colgando como un títere sin hilos.
Una canción lenta y erótica empezó a sonar en la habitación y el delicioso cuerpo de la heredera empezó a reaccionar levantándose lentamente siguiendo el ritmo de tambores.
– Aaaahhh… no… no de nuevo –casi suplicó al sentir que comenzaba a subir desde sus zapatillas el calor de la excitación.
– Bueno, esto es un placer pero tengo que dar un vuelta por el club, para poner orden ya sabes… –dijo Scorpius mientras se acercaba al sillón donde permanecía Dana con los ojos adormilados y el vestido subido a la cintura, dejando ver unas coquetas pantaletas negras.
El hombre joven abrió su pantalón y empezó a masturbarse mientras la veía moverse en el pedestal.
– No… meeee… deje cooooon… él ¿Por… favor…?
– Estarás bien cuidada no te preocupes, además de Nena dejaré una grabación mía acompañándote.
– ¿Deeee… que hablaaaa…? -gimió de indeseado placer.
– Recuerda que es un tratamiento intensivo, estarás aquí complaciendo a todos los clientes de esta noche, sensibilizándote más y más al poder de las zapatillas, además te estoy dejando nuevos condicionamientos para avanzar a paso veloz en tu esclavitud… esta técnica funciona muy bien, la use por primera vez con Piernas y me ahorró mucho tiempo, este es el mismo proceso… perfeccionado, nos vemos al rato Lindura, ya ansío que seas totalmente mía.
Entonces activó un control y la voz de Scorpius empezó a sonar en el cuarto mientras el cuerpo de la mujer seguía bailando para el nuevo cliente, sometida al placer y la voluntad de otro mientras las zapatillas la obligaban a aceptar los condicionamientos.
– Lindura siempre obedece a Scorpius… Lindura siempre desea a Scorpius… Lindura siempre se viste sexy… Lindura adora usar tacones altos…
– Nooo… no me hagas… esto, por favor… -suplicó la mujer mientras Scorpius salía de la habitación.
– Lindura se viste para excitar… Lindura siempre usa medias… Lindura usa sólo lencería sexy… Lindura adora mostrar sus piernas… –el condicionamiento seguía con sugestiones cada vez más humillantes y perversas, a las que la rubia se trató de resistir, pero su sensual baile en el piso inferior y las primeras caricias del joven le impedían concentrarse. Y cada vez era peor pues la música subió de volumen en sus oídos impidiéndole hasta pensar…
– ¡Ayudaaaaaa… deténganloooo…!
Sus gritos se ahogaron al cerrarse la puerta, mientras Scorpius pasaba frente a una docena de habitaciones donde igual número de mujeres le proveían por igual de recursos y esclavas, muy pronto Ivanka le daría todo lo que necesitaba para tener alcance internacional.
– Hoy el país, mañana el mundo… -pensó sonriente mientras entraba a su centro de mando en el club.
CONTINUARÁ
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