apítulo 12: Detención

La policía tardó un rato en llegar. Tuvo la oportunidad de huir, pero todo le daba igual. Ahora que había saciado su sed de venganza, se sentía más vacio aun y la imagen de la mujer a la que había matado se le aparecía constantemente en su mente. Merecía ser detenido. Merecía pasar el resto de su vida en la cárcel.

La policía entró con su típica sensibilidad, tirando la puerta abajo, con las armas preparadas. Hércules permaneció sentado en el borde de la cama, con la mirada baja mientras seis hombres armados le apuntaban y le gritaban intentando penetrar en su aturdido cerebro. Le decían algo de tumbarse en el suelo y poner las manos en la espalda, pero como Hércules no daba señales de entender y su aspecto era intimidante hicieron que uno de ellos no se complicase más la vida y le disparase con un táser.

Los cincuenta mil voltios recorrieron su cuerpo haciendo que todos sus músculos se contrajesen dolorosamente justo antes de perder el conocimiento.

Despertó en una celda pequeña. No sabía cuánto tiempo había pasado, pero la luz de la mañana se colaba por un ventanuco iluminando una pared sucia y llena de pintadas. Se incorporó aturdido y con los músculos doloridos. Se estiró y echó un vistazo alrededor. Tras diez minutos dando vueltas como un león enjaulado, decidió leer las pintadas de la pared para pasar el rato.

Había sencillos pareados del tipo:

“Hay que joderse con todos los presentes,

resulta que aquí todos somos inocentes.”

“Me perdí por sus curvas y su cálido interior,

y es que los Mercedes son mi perdición.”

Otros eran un poco más elaborados aunque no se podía decir que llegasen a ser literatura:

“Era una puta loca,

pero como follaba…

tanto me besaba la boca

como un cuchillo sacaba

y cargada de coca

me apuñalaba.

Un día me cansé

y al otro barrio la mandé.

Ahora solo y angustiado

me hago un paja y me corro desolado.”

Solo uno le llamó verdaderamente la atención, no sabía muy bien por qué:

“Ella era la mente y yo las manos que ejecutaban.

Por ella hacía cualquier cosa,

por sus labios rojos ,

por sus pechos pálidos y hermosos,

por un roce de sus muslos gloriosos.

Juntos en la cama, todo era hambre,

pero fuera de ella, nos cubría la sangre.

Por ella maté.

Por ella estoy aquí encerrado.

Por ella me acosan como a un perro enjaulado.

Pero como cualquier perro, estoy satisfecho,

estos polizontes nunca sabrán por mí lo que mi ama ha hecho.”

—¡Vaya! La bella durmiente ha despertado justo a tiempo. —dijo un policía acercando unas esposas a la puerta de la jaula mientras otro le cubría con el táser a punto— Es hora de ver al inspector.

NOTA: Esta es una serie de treinta y seis capítulos, cada uno en una de las categorías de esta web. Trataré de publicar uno cada tres días y al final de cada uno indicaré cual es la categoría del capítulo siguiente. Además, si queréis leer esta serie desde el principio o saber algo más sobre ella, puedes hacerlo en el índice que he publicado en la sección de entrevistas/ info: http://www.todorelatos.com/relato/124900/

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