El Pequeñín
 
Con una sonrisa de oreja a oreja Sebastián llega del colegio, sabe que es tarde y sabe bien que le van a llamar la atención, pero no le importa en absoluto, nada de lo que le digan podría quitarle esa cara de satisfacción pues acaba de estar con Susana de nuevo y el hecho de follarse a la guapa morena y hacerla gozar lo pone de muy buen humor.
 
“¡Hola ya llegue!” grita anunciándose y después se dirige a su habitación, “¡ya era hora por que demoraste tanto!” le responde su madre, pero antes que Sebastián replique ella lo interrumpe, “¡lo que sea pero debes apurarte, dúchate y cámbiate de ropa ya se nos esta haciendo tarde!”. Sebastián queda intrigado por la respuesta, “¿tarde para que?”, “¡ya se te olvido, debemos ir al matrimonio del hijo de mi jefa, te lo he estado diciendo toda la semana!”.
 
El buen humor de Sebastián desapareció de inmediato, detesta estos matrimonios ya que siempre es el menor ahí y todos lo fastidian ya que lo encuentran gordo, que si ha crecido o no ha crecido y además que aborrece usar terno y corbata. En vano discute con su madre y trata de zafarse del compromiso, pero es inútil, “¡sube inmediatamente y has lo que te ordeno!” fue su ultima palabra.
 
Tras ducharse y cambiarse de ropa Sebastián desciende al living donde sus hermanos ya están listos y arreglados mientras él se hace el nudo de su corbata, “me veo estúpido” murmura, “no es cierto” le responde su madre que le arregla el cuello de la camisa. “¡Mas bien pareces un pingüino con ese traje, chico, gordo, blanco y negro!” comenta su hermana provocando risas en todos menos Sebastián, “y tu con esa ropa pareces una pu…”. “¡cállense los dos!”.
 
Pese al apuro de su padre llegaron algo atrasados y los novios ya están en el salón del hotel, discretamente se abren paso entre la multitud y toman su lugar en la mesa que les asignaron donde Sebastián de inmediato se pone manos a la obra, “¡deja eso ahí!” le ordena su madre, “¡debes esperar al brindis!”, Sebastián mueve la cabeza y ruega para que todos se apuren. “¡Veo que empezaste con lo tuyo!” se escucha una voz a lo lejos y una mujer discute con su marido, “parece que ya empezaron esos dos” comenta el papa de Sebastián, “así parece” responde su madre.
 
Mientras los demás conversan y celebran a los flamantes recién casados Sebastián se da el festín comiendo y bebiendo, sus hermanos lo observan asombrados, “¡que, no he comido en toda la tarde déjenme en paz por un rato!” les responde y sigue comiendo. Se llena el plato al menos tres veces y aprovecha que sus padres están ocupados para beberse un par de cervezas, algo que normalmente no le permiten, “al menos la comida esta bien” murmura.
 
Pasaron un par de horas y Sebastián esta disfrutando de la fiesta, o mejor dicho de la excelente comida, aunque se mantiene alejado de sus hermanos para evitar problemas. Saludo a los novios, más por formalidad ya que le importa un bledo que sean recién casados, y siguió degustando los manjares que hay en cada mesa pese a las objeciones de sus padres que hace bastante tiempo comenzaron a quejarse que él come demasiado, aunque Sebastián no le da mayor importancia al asunto. Tras llenarse una copa con helado se fue a sentar cerca del balcón que da vista al amplio jardín del hotel. En ese momento se escucho el sonido de una botella rompiéndose y un alegato de proporciones. Al voltearse ve a la amiga de su madre discutiendo a gritos con su esposo, ya que lo sorprendió insinuándosele a una joven mesera.
 
A Sebastián le divierte este escándalo, al menos le trae algo de vida a una aburrida fiesta, sin embargo pronto aparece la madre de Sebastián a calmar a la mujer y a duras penas se la lleva hacia un sitio más alejado para detener el escándalo que tiene, tarea muy difícil considerando que esta completamente ebria. Al dejarla en un sillón ella comienza a mirar en todas direcciones como buscando quien le ayude, de inmediato se percata que sus hermanos se hacen humo y él capta el mensaje, pero por desgracia fue el más lento y antes que se pueda escabullir, “¡Sebastián ven acá de inmediato!”.
“¡Por que yo, por que yo, que hice, que hice!” murmura mientras va donde su madre, “escucha yo no puedo ausentarme demasiado o mi jefa me va a matar, así que necesito pedirte un favor muy, pero muy grande”, Sebastián la mira fijamente, la expresión en su rostro es como si estuviera apunto de ser golpeado por un bate de béisbol. De su cartera ella saca lápiz y papel y después le entrega una nota y algo de dinero, “quiero que la lleves hasta su casa en un taxi”, Sebastián pone cara de “me estas tomando el pelo” tras escucharla. “Es en serio” replica ella, “¡debes estar loca yo no voy a llevar a una vieja ebria hasta su casa que la lleve su marido!” responde indignado, “¡no te lo estoy pidiendo, te lo estoy ordenando!, además su marido ya se fue”, “seguro que con otra mujer” agrega Sebastián, la mirada de su madre fue tal que de inmediato cierra la boca.
 
Aun dudando en obedecer ella le hace una ultima oferta, “si me haces este favor, te haré un buen regalo”. Con desconfianza Sebastián la mira, “espero que así sea” responde de malos modos y tras guardar el dinero y la nota se acerca a la mujer, “se llama Ana” le dice su madre, y con un gran esfuerzo la ayuda a ponerse de pie y comienzan a caminar muy lentamente hacia una salida lateral para no hacer más escándalo. Al pasar junto a una mesa Ana estira una mano y se apodera de otra botella de vino la cual bebe alegremente.
 
“Eres… eres… un joven… muy amable” murmura Ana que se tambalea de lado a lado mientras Sebastián trata de mantenerla en pie y llevarla hasta el estacionamiento, tarea casi titánica considerando el pésimo estado en que se encuentra Ana. “Oye.. por… por que no me traes… otra… otra botella de vino”, “yo creo que es suficiente con lo que ha bebido” responde tratando de apurar el paso para coger un taxi que se alcanza a divisar a la distancia. “¡oh vamos no…. no… no seas aburrido!” exclama ella que al moverse de forma tan brusca hace que Sebastián termine con su rostro metido en su escote, “¡muchacho… muchacho atrevido… te….te…te aprovechas solo por que estoy…. algo ebria!” lo reta con una sonrisa en llena de malicia. El rostro de Sebastián se vuelve de un vivo color rojo y tras forcejear por un instante consigue llegar al taxi finalmente.
 
“A esta dirección y rápido” le dice al chofer que lo mira algo desconcertado, “si ella vomita en el asiento trasero deberás pagarme” replica, “¡y si usted deja de reclamar y se apura nos evitaremos ese problema!” responde Sebastián algo molesto. Por fortuna el trayecto fue bastante rápido, debido a la hora las calles están despejadas y llegaron en solo unos pocos minutos. El bajar a Ana del taxi fue otra historia, el alcohol ciertamente se le fue a la cabeza y si bien ahora ya no habla tampoco se mueve demasiado y eso complica todo, aun mas.
 
Apenas le pago al taxista este se fue de inmediato, Sebastián se lamenta acerca de lo estúpido que fue, pudo haberle pagado después que le hubiera ayudado a dejarla en la casa siquiera. “Solo espero que su marido no este con otra mujer” piensa. A duras penas abre la puerta y con aun mayor dificultad consigue llevarla hasta el segundo piso donde esta su habitación y la deja, o más bien casi la tira sobre la cama. Exhausto Sebastián va al baño a mojarse la cara y después le va a dar un vistazo a Ana antes de irse.
 
Esta inmóvil sobre la cama, el vestido se le subió bastante y sus piernas se aprecian con claridad, Sebastián se muestra más interesado ahora que la puede ver con más detalle y que además Ana esta en silencio. Por las facciones de su rostro debe rondar los cuarenta y tantos años, pero muy bien llevados. Su cabello es de color café claro algo ondulado y hasta el hombro, el vestido de un color negro brillante se amolda a su cuerpo y permite ver con detalle sus curvas, al estar tendida en la cama el escote se abre más de lo debido y sus pechos prácticamente están afuera, Sebastián se le acerca y con un ligero movimiento los libera completamente dejándolos al descubierto, de buen tamaño aunque algo caídos.
 
Una maquiavélica sonrisa se dibuja en el rostro de Sebastián, de inmediato se asegura que Ana esta inconsciente, lo cual es prácticamente obvio considerando todo lo que bebió así que decide que es hora de cobrarse todas las molestias que ella le hizo pasar y con algo de esfuerzo la acomoda sobre la cama dejándola de espaldas y le descubre completamente sus pechos. De manera tentativa y poniendo mucha atención al rostro de Ana en caso que por alguna razón despierte. Durante largos minutos se dedico a lamerle sus pechos con bastante dedicación, Sebastián apenas detecta unos ligeros suspiros en Ana, tomando más confianza mete una mano entre sus piernas subiéndole el vestido y acariciando sus muslos, Ana se mueve un poco pero Sebastián sigue adelante y presiona sus dedos directamente sobre su coño.
 
Un muy débil gemido se escapa de sus labios, hace un intento de cerrar sus piernas pero es más un reflejo que una acción voluntaria. Sebastián sigue adelante, con toda la experiencia que ha adquirido últimamente pronto hunde sus dedos en el coño de Ana y se los mete furiosamente, ella apenas reacciona mientras con su boca le chupa ansiosamente sus pezones. Con algo de rudeza Sebastián le sube completamente el vestido y le separa sus piernas, la ropa interior de Ana es de color negro con encajes, bastante sexy por lo demás. Delicadamente se la aparta para poder apreciar mejor su coño cubierto por algo de bello pubico, le separa los labios de su vagina y su clítoris se ve claramente ahora. Sebastián acerca su rostro y la examina con detalle para después presionar con su lengua sobre el. Nuevamente la única respuesta de Ana fue una especie de gemido.
 
Sebastián estira sus manos y atrapa los senos de Ana mientras él sigue haciéndole sexo oral, ella apenas gime mientras su coño es asaltado por una hábil que se mueve dentro y por encima de el. Lo siente algo extraño hacerle esto a una mujer inconsciente, pero no se detiene y sigue adelante con más ganas que nunca. Decidido a follarse a Ana Sebastián se abre sus pantalones y su miembro sale completamente erecto mostrando su gran tamaño y grosor, “si ella lo pudiera ver, la cara que pondría”, piensa él.
 
Se acomoda sobre Ana que yace sobre la cama semidesnuda, Sebastián comienza a restregarle su miembro por encima de su rostro que ya tiene algunas marcas propias de la edad. Le pasa su roja cabeza sobre sus labios y lo presiona ligeramente contra su boca, le gustaría que ella le hiciera una mamada pero no se atreve, es posible que se ahogue con una verga así. A pesar de toso Sebastián se aprovecha y usa sus pechos para hacerse una paja, así como se las hace Susana. Sebastián se hace una tremenda paja con los pechos de Ana, roza su grueso miembro con ellos y se los masajea con intensidad hasta que algo de semen comienza a asomarse y el de inmediato lo derrama sobre los labios de Ana, pero ahora le va a dar con todo.
 
Con algo de esfuerzo la voltea y la pone boca abajo sobre la cama, durante unos instantes le soba su gran culo y le hace un dedo en el. Después coge su grueso miembro y lo apunta directamente a su coño y cargándose sobre ella este comienza a desaparecer en su sexo y Sebastián lo siente como envuelve su miembro. Ana se mueve ligeramente y emite un quejido de forma más clara, pero no reacciona a pesar de todo. “Esto es excelente” murmura Sebastián que comienza a embestir a Ana con más fuerza cada vez. La cama cruje ante cada acometida y él va tomando confianza y se lo da más duro a cada momento.
 
Su miembro desaparece por completo en el coño de Ana que apenas es capaz de gemir o algo así. Sebastián la voltea sobre la cama y le separa sus piernas apoyándolas sobre sus hombros para hundir su miembro en ella una vez más. Aprecia en su rostro una débil expresión como de angustia, pero aun así sigue adelante haciendo que sus pechos se agiten violentamente ante cada acometida que Sebastián le da. Ana luce tan indefensa en ese estado, pero eso solo excita más a Sebastián que no le da tregua en ningún momento mientras le destroza su coño, esta más que decidido a cobrarse todas las molestias de esta noche.
 
Sebastián perdió la noción del tiempo, no sabe cuanto rato a pasado pero le ha dado con todo a una inconsciente Ana que yace en la cama semidesnuda y siendo salvajemente empalada por notable miembro de Sebastián que ya siente que esta a punto de correrse. A tiempo alcanza a sacar su miembro y lo apunta sobre el cuerpo de Ana que pronto es cubierto por un espeso chorro de semen que cubre su vientre, sus pechos y su rostro. Sebastián se le encima y descarga aun más sobre su boca dejándola bien cubierta en el. En ese momento él reacciona y al ver el estado en que la dejo va al baño a buscar a buscar una toalla y delicadamente la limpia, le acomoda su ropa y después la cubre con una frazada. “Las cuatro y media” murmura al ver su reloj. Tras asegurarse de ocultar las huellas de lo sucedido, después en silencio apaga las luces de la habitación y del living enfilando hacia su casa a dormir un rato ya que esta absolutamente exhausto, sin duda ha sido una muy larga noche.
 
A eso del medio día Sebastián con gran dificultad abre sus ojos. Afuera el sol brilla con fuerza y su cabeza le duele de la peor manera posible. Poco a poco vuelven a su mente los recuerdos de lo sucedido y de lo que hizo anoche, pero esta confiado en que nadie sabrá nada, Ana estaba tan ebria que ni siquiera despertó cuando la cogió. Abajo en la cocina se escuchan las voces de sus padres así que aprovecha de irse a darse un baño antes de ir a tomarse un café que necesita con suma urgencia.
 
“¿Y bien, tuviste algún problema con Ana anoche?” le pregunta su madre al verlo llegar a la cocina, “eh, no, ninguno excepto que estaba absolutamente ebria pero nada más” responde tratando de sonar casual. “Bien, después de almuerzo iremos al centro y te comprare tu recompensa por las molestias de anoche”, Sebastián se entusiasma con la noticia.
 
Por la tarde salió con su madre y al regresar lo hizo con un nuevo video juego en sus manos, no es mucho pero peor es nada piensa él. Al entrar escuchan unas voces y cuando entran al living se encuentran con Ana que esta ahí conversando con el papa de Sebastián, luce radiante de muy buen humor. “Venia a darte las gracias por lo de anoche” dice ella, Sebastián trata de escabullirse pero su madre lo detiene, “ven acá ella quiere hablar contigo”. “Como anoche te arruine la fiesta y te hice pasar más de una vergüenza” dice Ana visiblemente sonrojada, “te traje esto para compensarte”. Sebastián abre un gran paquete y dentro encuentra una consola de juegos Play Station 3 con dos juegos, Sebastián casi se desmaya.
 

Al ver la hora Ana decide irse y Sebastián la acompaña a la puerta, “este regalo es por todos los favores que me hiciste anoche”, al decir esas palabras Sebastián se queda frió, “estaba ebria, pero aun me acuerdo de todo jovencito y déjame decirte que estuviste fantástico”, antes que él le diga algo Ana le sella los labios con un tremendo beso dejándolo estupefacto. “Maña en la tarde estaré sola, ahí te espero” y ella se aleja tranquilamente mientras Sebastián la mira estupefacto.

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