Descubriendo el Sexo

PARTE I

Me llamo Andrea. Nací en un vecindario muy pobre de un pequeño poblado en Perú. La ciudad más próxima estaba a por lo menos una hora y media caminando. Nuestra casa era muy rústica, construida en parte con ladrillos de campo y el resto con chapas de zinc. Saliendo por la puerta nos encontrábamos con la vista de un campo extenso, montañas al frente y rodeados por algunos vecinos con el mismo tipo de vivienda.

La casa tenía una habitación donde dormían mis padres y otra donde dormíamos mi tres hermanos y yo. Luego había otra habitación que era cocina y comedor a la vez.

Los recuerdos más fuertes que me surgen desde que tengo conciencia son, esa vista que era mi reino así como jugar con mis hermanos y los niños vecinos. Yo era la única niña del lugar de esa edad. Las otras dos eran apenas recién nacidas. Saltar en el pequeño riachuelo desde la rama de un árbol fue en su momento la aventura más excitante.

Así pasaron mis años de niña. Y a la edad en que comienzan las curiosidades, durante la noche cuando nos acostábamos a dormir me concentraba escuchando los sonidos de la noche, entre los que se mezclaba el rumor de mis padres hablando en voz baja, los jadeos y el ruido de la cama. Algunos sonidos eran desconocidos por mi y finalmente me dormía. Y por la inocencia del lugar donde vivíamos con grandes necesidades económicas, el aprendizaje era diferente al de jóvenes de la ciudad. Lo que en otras partes consideraban promiscuidad y falta de moral, en lugares así eso no era algo que fuera tan socialmente importante. Por eso al otro día me despertaba sin el mínimo interés por recordar lo que había sucedido. Pero durante los años próximos, me arrimé mucho con el mayor del grupo de niños llamado Julián con el que nos llevábamos de maravillas. Él me contaba de cosas que lo habían sorprendido cuando estuvo en la capital. Transcurrido el tiempo nos hicimos muy amigos y él fue quien me comentó acerca de la diferencia de los varones y las niñas y el porqué. Por esta razón desde entonces le puse más atención a los ruidos de la noche en mi casa. Curiosa seguí preguntando de cómo sería y un día me preguntó si me había animado a mirarlos.

– No. Nunca entro en su cuarto – le comenté.

– En mi casa los veo casi siempre porque mi casa no es como la tuya. Solo está la cocina y el cuarto para dormir.

Cada vez me interesaba más en saber. Él fue también quien me enseñó cómo llamaban los mayores a los sexos, al acto y a todo lo que rodeaba esa acción. Supe de cómo acababa el hombre, de cómo se besaban en los labios y que los sexos se llamaban pija y concha. De cómo la metía el hombre en la mujer y todos los demás detalles.

Y así pasó el tiempo. Pasé la etapa de la inocencia y de poca información por el lugar donde habitábamos. La situación en que se vivía en esa villa era demasiado precaria, hasta que finalmente surgió un cambio significante en mi vida.

Era julio. Invierno muy severo. Mis padres me dejaron en casa de los padres de Julián, porque ellos se quedarían en la ciudad para aplicar por una visa para viajar al norte, invitados por mis tíos. Luego harían compras de alimentos y volverían en un camión. Como tenían que ir a la capital y se quedaban en casa de la hermana de mi madre, se quedarían cuatro a cinco días allí.

La mamá de Julián, se llamaba Rosa. Era un poco llenita, joven, con cara bonita. El papá llamado Arturo, un poco mayor pero con cuerpo fuerte, de cara curtida por los años en el campo. Eran más pobres que nosotros y su casa muy pequeña.

Mis otros hermanos se quedaron con otro vecino.

Tomé mi camiseta de dormir y el resto de los días iría a mi casa que estaba a veinte metros a cambiarme de ropa.

Cuando entré a dejar mi camiseta lista para la noche, me di cuenta de lo que Julián me había comentado. La habitación era bien estrecha y había dos camas, las de sus padres y la de él y me hizo recordar lo que me había comentado.

Ese día pasamos el resto del día corriendo detrás de una pelota semi desinflada, luego jugamos a las escondidas, después armamos una casita con unas maderas, clavos y martillo hasta que nos llamaron a cenar.

Estábamos algo agotados, pero tuvimos que ayudar a limpiar los platos. Terminada la tarea nos ayudaron a tender la cama junto a la única ventana de la casa, con sábanas separadas para mi y Julián. La frazada era una sola. Las camas estaban prácticamente pegadas. Una vez que me quité la ropa y me puse mi camiseta-pijama, me quedé dormida casi de inmediato.

No sé cuanto tiempo pasó hasta que me despertó la mano de Julián en mi cadera. Estaba bien arrimado a mi y dentro de mi sábanas. Me sorprendí porque nunca había estado así con nadie, como tampoco me había imaginado que fuera a estar en una situación así con él!

Me susurró al oído:

– Míralos. Ya empezaron.

Yo estaba volteada en dirección a la cama de sus padres y por la luz de la luna pude ver claramente sus cuerpos. Se movían en silencio. Unos segundos después escuché claramente que ella le decía a su esposo:

Asiii… ahhh…

Arturo miró hacia nuestra cama y entrecerré los ojos por las dudas, pero los volví a abrir y vi cuando le hacía señas a su esposa para que hiciera silencio.

Finalmente cuando acostumbré bien mis ojos a esa claridad me di cuenta que él estaba totalmente desnudo acostado entre las piernas de Rosa. Y se movían lentamente. Toda esta nueva información de imágenes me llegó en cuestión de segundos y las historias que me había contado Julián iban tomando forma de realidad. Detrás de mi él apretó mi cintura y sentí su pito contra mi cola! Me di vuelta con cara de interrogante y él me hizo señas para que guardara silencio. Pegando su boca a mi oído me dijo:

– Solo míralos y escucha…

Volví a mirar hacia esa cama y el papá de Julián besaba en la boca a la mamá mientras movía la cintura. Estaban cojiendo como me había dicho Julián en sus historias que se llamaba el acto sexual. Era algo que había escuchado pero que nunca había visto despertando más la curiosidad para no perderme detalle, porque nunca llegué a imaginarme cómo sería en la realidad.

Entonces fue cuando Julián me levantó la camiseta hasta la cintura y apretó su pija dura entre mis nalgas mientras yo veía lo que pasaba en la cama de al lado. Todo mi conocimiento y mi forma de sentir pareció cambiar en un instante. Sentí calor, sentí algo en mi estómago y un síntoma de placer en la parte superior de mi conchita. Además se apoderó de mi el deseo de que no se fuera a separar, e inconscientemente empujé mi cola hacia atrás haciéndole saber que no quería dejarlo ir. Otra vez la boca de Julián se pegaba a mi oído y me hacía sentir más calor!

– Así los veo siempre.

Y se movió restregándose en mi cola de abajo hacia arriba. Sentí lo que fue mi primera excitación física.

Mientras todo esto pasaba, nunca pasó por mi mente si estaba bien o mal. Simplemente me dejaba llevar por el momento. Me encantaba ver a Arturo sobre su esposa al lado mío, a escasos centímetros de mí. Podía sentir un nuevo olor que me excitaba. Y por la luz, cuando Arturo giraba en la cama para recostarse de espaldas, vi por primera vez la pija de un hombre endurecida. Rosa se montó encima. Mi mente volaba y mi cuerpo sentía a Julián. No quería perderme ningún detalle. Pero también me asustaba un poco. Estaba nerviosa y confusa por todo lo que descubría.

– ¿Te sientes bien asi? – me susurró bien bajito y bien pegado a mi oído nuevamente.

Le dije que si moviendo la cabeza afirmativamente.

– ¿Te gusta sentirme? – me dijo restregándome su pija entre las nalgas.

Otra vez hice el mismo gesto.

Eso me gustaba cada vez más. Vi a la madre quitarse el sostén e inclinarse para poner sus tetas en la boca del marido. Él se las chupaba como si fuera un helado.

Y en ese mismo instante la mano de Julián se metía por entre mi camiseta hasta llegar a mis apenas tetitas comparadas con las de Rosa. Sus dedos se pasearon por mi pezón, que sí eran bien crecidos. Fue como un golpe de electricidad que se comunicó con mi sexo encendido.

Al lado nuestro se aceleraban los movimientos y los jadeos habían aumentado un poco de volumen, aunque todavía conservaban el estilo de un susurro y escuché:

– Ay! Ahora…! Dame! – dijo la señora moviendo las caderas con mas violencia.

– Toma! – susurró el marido.

Siguieron ese loco movimiento hasta que de repente dejaron casi de moverse. Seguían besándose abrazados. Por supuesto que ya sabía lo que había pasado, pero solo imaginaba los sentimientos de ella. Siempre fui muy intuitiva. A lo mejor lo desarrollé más porque nadie me explicaba nada y tenía que sacar conclusiones propias con la experiencias nuevas hasta que mi amigo me lo había contado.

Julián bajó la mano y me quitó el calzón. Cuando regresó a la posición que estábamos me besó el cuello y por detrás sentí su pija intentar colarse entre mis piernas. Las abrí un poco para darle paso y las cerré apretándolo. No sé cómo explicarlo, pero me gustaba demasiado.

– Me gusta hacerlo contigo… – me dijo él apoyando otra vez los labios en mi oreja y más me excitaba.

Se movió igual que el padre lo había hecho hace un momento y sentí la pija resbalando por entre los labios de mi conchita. Sentía la necesidad de que no parara. Al lado los padres de él se separaron y cada uno se volteó en dirección contraria como para dormir, quedando Arturo acostado de lado con la cara hacia nosotros.

Nos quedamos quietos como para no ser descubiertos de que habíamos estado despiertos y de que habíamos visto todo lo que había pasado. Otro susurro en mi oído:

– No te muevas porque se pueden dar cuenta!

Esperamos pacientemente.

El papá se acomodó quedando más cerca nuestro. Cerró los ojos y minutos después se durmió.

Julián seguía detrás mío. Me tomó la mano y la guió hasta toparme con su pija. Al tocarlo reaccioné como si me hubiera quemado. Nunca había hecho algo así! Retiré la mano de inmediato pero me arrepentí porque en realidad tenía la curiosidad de seguir tocándosela. Por suerte insistió y volvió a llevarme la mano a su pito otra vez. Su otra mano la deslizó de mis pechos hacia abajo en una acaricia que llegó hasta mi sexo. Mi mente no podía procesar la velocidad con que se producían los hechos. Estos provocaban nuevos sentimientos y me aferré con más fuerza a esa dureza entre mis dedos. En ese momento me gustaba demasiado todo lo que había visto y lo que estaba pasando…

Julián tomó una de mis piernas y la levantó un poco, pasó su brazo por debajo y lo deslizó entre mis piernas. Me acariciaba el sexo con toda su mano y el deseo impulsó mis caderas inconsientemente. Me movía sin que yo tuviera control. Mi cuerpo no respondía a mi cerebro. Solté su sexo y él lo llevó a posarse sobre los labios de mi vulva otra vez. La cabeza de su pija mojada se deslizaba en un vaivén delicioso.

Me doblé tanto hacia adelante para darle mejor acceso a lo que me ponía tan loquita, que quedé muy cerca de la cara de su padre quien continuaba durmiendo.

Seguíamos en posición fetal, los dos de lado cuando mis movimientos se tornaron más bruscos por la calentura y accidentalmente provocaron que la cabeza se metiera un poco dentro de mi huequito… gemí sin quererlo!

Asustada abrí los ojos por si despertaba al padre. Y pasó lo que no me esperaba. Sus ojos se abrieron y no me dio tiempo para cerrar los míos. Pensé lo peor. Entonces, no sé si por mi cara de aterrorizada por la situación, me sonrió como solidarizándose para tranquilizarme. Justo en ese momento Julián sin saber lo que pasaba entre su padre y yo, la sacó un poco y volvió a empujarla y volví a gemir abriendo más grandes mis ojos sin dejar de mirar a Arturo. Me volvió a sonreír y estirando su brazo acarició mi cara por unos segundos retirando la mano de inmediato como para que no lo fuera a ver su hijo, y me hizo un gesto como para que no dijera nada, lo que me hizo sentir confabulada con él y con este nuevo secreto de mirarnos. Perdida por el calor irrefrenable de esa situación, sin quererlo también le sonreí con ese deseo que sentía entre mis piernas.

Julián lo volvía a intentar, pero mi himen no cedía. Arturo no dejaba de mirarme ni yo a él. Me gustaba verlo, sentía ganas de mirarlo. No sé porqué pero esa situación me atraía . Entonces Julián empecinado la llevó para la entrada de mi culito. Hechó saliva en sus dedos y lo pasó por allí. Volvió a empujar y me dolió. Con mi boca abierta como quejándome en silencio y sin dejar de mirarnos con el papá, entrecerré los ojos.

Concentrado en lo que me quería hacer, no tenía la menor idea de que su padre estaba despierto presenciándolo todo. Entonces Julián apretó con fuerza y me parece que la inexperiencia le provocó una eyaculación prematura. De su pija empezó a emanar ese líquido espeso que se desparramaba por mis nalgas y mis piernas. Me mordí los labios. Cuando terminó de chorrear, Julián se levantó y salió afuera donde estaba el baño. Yo quedé que volaba de deseos y a él no le importó, según parecía.

Pero su padre me seguía mirando y yo a él. Estábamos muy cerca. Nos sonreímos otra vez y él levantó las sábanas de su lado dejándome ver su pija dura. Se la miré fijamente y subí mis ojos para encontrar los suyos que me provocaban tanta calentura. Me hizo señas para que le alcanzara mi mano. Me la guió. Se la toqué, la rodée con mis dedos y él se empezó a mover como lo había hecho con su esposa. Era más grande y más larga que la que había acariciado hacía unos minutos. Pero al sentir el ruido de su hijo regresando se tapó y yo volví a mi posición.

Julián volvió prácticamente ignorándome y se acostó dándome la espalda. Se durmió en unos minutos. Pero me había dejado en ese estado de deseo máximo que poco entendía todavía. Yo no sabía cómo calmarme para poder dormir. Volví a abrir los ojos y allí estaban los de Arturo que seguían sonriéndome. Me estiró la mano y yo sin hacerme rogar, en un segundo me prendí otra vez de ese pedazo de carne que me provocaba tanto calor y deseo. Él se arrimó más y sus dedos empezaron a recorrer mi barriguita, bajando hasta acariciar mi ensopado sexo.

Nos mirábamos solamente a los ojos, pero nuestras manos seguían haciendo lo suyo. Volví a sonreírle ahora con más confianza.

Me tomó de la nuca y suavemente me empujó la cabeza hacia abajo hasta que mi boca se encontró con su pedazo duro. Yo no sabía qué hacer. Me hizo seña con un dedo en su boca para hacerme saber lo que quería que hiciera. Abrí la boca y él empezó a moverse metiéndola y sacándola porque apenas cabía entre mis labios. El sabor al principio era fuerte y salobre, pero a medida que seguía pasando el tiempo iba cambiando por uno más suave y delicioso. Fue la primera vez que chupaba! Tenía un sabor que nunca había sentido. Mi mano seguía aferrándola. Yo había perdido el control de mis sentidos por completo. Su mano guiaba mi nuca para que mantuviera el ritmo. Jamás habría pensado que lo que me había contado Julián acerca de chuparla iba a ser tan excitante… Seguía con entusiasmo. Estaba entregada a que Arturo me calmara como fuera posible ese calor que no me abandonaba!

Lentamente me la sacó de la boca y me hizo girar muy despacio para que nadie se despertara. Entonces pude ver las espaldas de Julián. Sus ronquidos junto a los de su madre nos daban la tranquilidad para continuar.

Empujándome de la cintura me hizo deslizar a su cama mientras me abría las sábanas para que me metiera. Los dos estábamos desnudos de la cintura para abajo. Me hizo poner de espaldas a él y sentí el calor de su pija restregándose en mi cola. La sentía enorme, diferente a Julián. Sus manos hábilmente me acariciaban toda libremente. Lentamente fue abriéndome las piernas. Puso su pija entre los labios de mi vulva más ensopada ahora. Y me dejé llevar…

Él se movía lentamente. Mi vulva ensopaba toda su piel. Poco a poco también yo empecé a moverme. Con lentitud. Uno de sus dedos acariciaba mi clítoris y me hacía reaccionar sin control otra vez, empujándome más contra su cuerpo. La otra mano estaba en mis pezones. Me dio vuelta la cara y me besó en la boca. Su lengua me abrió los labios y se coló hasta encontrarse con la mía. Mi primer beso sexual. Eso me encantó también y relajándome imitaba con mi lengua los mismos movimientos que él hacía. En ese momento la cabeza de su pija resbaló entre los labios de mi vulva entrando sorpresivamente y me quedé tiesa. Más por la sorpresa que por el dolor.

Sus labios continuaban pegados a los míos. No parábamos de besarnos, estaba en las nubes… mis primeros besos. Con una especie de incertidumbre decidí disfrutarlo sin quejarme. Su boca no soltaba la mía y él también se quedó quieto con la pija apenas metida por un par de minutos. Mi conchita volvió a relajarse y yo definitivamente quería seguir sintiendo eso nuevo que me estaba haciendo volar de calor. Entonces él volvió a moverse despacio hacia afuera y hacia adentro. Solamente la cabeza entraba y salía. Ya me estaba acostumbrando a recibir a ese intruso. Ya no había temor al dolor y me moví al mismo tiempo que él. Hablándome con su boca pegada a mis labios, me dijo con voz de deseo en un susurro:

– Me encanta tu conchita… -y me la sacaba un poquito.

– La tienes rica… -y la volvía a meter.

– Y estas bien apretadita -y continuaba ese ritmo de sacar y meter.

Respondí con un lengüetazo dentro de su boca.

– Te gusta tenerla asi?

Otro lengüetazo.

– Quiero cojer contigo todas estas noches… quieres?

Sacudí mi cabeza afirmativamente sin dejar de besarlo.

Me gustaba muchísimo lo que me estaba haciendo. Con el delicioso movimiento de su pija que me llenaba totalmente la entrada, sus caricias y el beso interminable, se agolpó una enorme cantidad de deseo en mi clítoris y no podía dejar de moverme cada vez más rápido. Eso que apenas me entraba y salía me volvía loca de placer! Y cuando sentí su susurro en mi oído diciéndome “Te voy a echar toda mi leche… Tómala” como se lo había dicho a su esposa, sentí el primer chorro de líquido espeso y caliente que se colaba dentro de mi conchita. Me provocó tanta emoción y tanto calor que no pude más y exploté con un: “Aaaahhhh….” incontenible. Y volvió a besarme con la lengua entrando en mi boca y un segundo chorro, empujando más la pija hasta que casi la mitad me invadió las entrañas y me arrancó un dolor desgarrante entre las piernas, pero no pudo penetrarme más porque salté hacia adelante evitándolo. Finalmente nos relajamos y volví a arrimarle la cola. Me besó otra vez girando mi cuerpo hacia él. Me hizo tocarlo otra vez y seguía besándome mientras me acariciaba la cara. Mis dedos se mezclaban con ese líquido pegajoso.

– Pruébalo -me dijo. Bajé mi cabeza hasta su vientre y se la chupé. Sentí ese olor que me había encantado más de cerca y el sabor de lo poco que había quedado entre mi mano y su pija. Me gustó demasiado! Disfrutaba todo. Todo era nuevo y delicioso. Entonces me pidió que me enderezara y enfrentamos los ojos otra vez.

Me empujó con las manos en mi cola hacia él y abrí las piernas soltando la pija cuando la volví a sentir en mi conchita. Quedamos abrazados así por un tiempo sin dejar de besarnos. Yo no podía concentrar mis pensamientos. El dolor era aliviado lentamente por sus caricias mientras disfrutaba su boca y su lengua. Lo abracé y moví la cintura para sentirlo mejor. Ya su pija no estaba tan dura. Me sonrió y yo a él. Con sus labios apoyados en los míos me susurró:

– ¿Te gustó?

– Si -me animé a decirle con palabras.

Y su lengua no me dejó hablar mas. Nos trenzamos en otro beso interminable que duró como cinco minutos. Mis brazos abrazaban su cuello. No quería separarme de eso tan lindo. Así me quedé acurrucada con él por mucho rato. Cuando me estaba casi durmiendo dijo:

– Bueno. Vuelve a tu cama y duerme.

Sin dejar de abrazarlo me animé a darle un beso más y un minuto después me pasé a la cama de Julián otra vez. No sé cuánto tiempo pasé pensando en todo lo que había pasado. Me puse la camiseta y sin el calzón me levanté para ir al baño. Rosa seguía roncando.

Cuando me agaché a orinar, salió un poco de su leche y me recordó que ese fue el momento de calentura que más alto había alcanzado. Y descubrí que después de eso me había calmado. Más tarde me enteraría que ese había sido mi primer orgasmo.

Al entrar, Arturo se había dormido nuevamente. Y no sé cuándo yo logré dormirme.

Al otro día desperté y ya no había nadie en ninguna de las camas. Yo estaba sola, pero en la cocina sentía actividad. Era la mamá de Julián preparando comida. Me quedé pensando un rato recordando la noche y me provocó una deliciosa cosquillas. El padre entró a buscar su chaqueta y al verme despierta se acercó a mi, se sentó en la cama y me dijo:

– Estas bien?

– Si – le contesté un poco avergonzada.

– Todavía piensas que te gustó lo que hicimos anoche? – me dijo en voz baja.

Afirmé con la cabeza.

– ¿Te gustaría cojer esta noche otra vez?

Otra vez afirmé.

Se inclinó un poco más y me besó en la boca con esa deliciosa lengua que me provocó otro cosquilleo. Metió su mano separando las sábanas y me acarició entre las piernas sin dejar de besarme. Me levantó la camiseta y bajando con sus labios me chupó los pezones mientras dos dedos me acariciaban los labios mojados de mi conchita! Guau! Qué rico sentí!! Ya quería hacerlo de nuevo!

Y se separó lentamente:

– Esta noche te cojo mi amor, ahora me tengo que ir. Te tengo muchas ganas… Y tu, me tienes ganas también?

– Siihh… dije con el calor subiéndome… mientras su dedo seguía acariciándome el clítoris.

– ¿Cuando todos se duerman mi amor, te despierto?

Gesticulé afirmativamente con mi cabeza.

Me volvió a besar. Lo besé. Y se levantó para irse.

Dejé pasar unos minutos para calmarme. Rosa seguía cocinando. Me levanté.

Me dolía para caminar. Parecía que no podía cerrar totalmente las piernas. Traté de disimular y aparecí en la cocina sentándome en un banco lo más rápido que pude para que no se diera cuenta. Yo sabía que no podía despertar sospechas porque sino no iba a poder volver a hacerlo. Y pasé el resto del día pensando en la noche…

PARA CONTACTAR CON LA AUTORA
adriana.valiente@yahoo.com

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