CRONICAS DE LAS ZAPATILLAS ROJAS: LA CAMARERA.

Un consejo: es conveniente, aunque no forzoso leer Cazatesoros: Sydney y las zapatillas rojasExpedientes X: el regreso de las zapatillas rojas y Alias: La invasión de las zapatillas rojas antes de leer esta historia.
Gracias a Vaquita por su inspiración.
Por Sigma
Patricia Evans se movía rápida y alegremente entre las mesas del bar sirviendo las copas, con gran agilidad se desplazaba entre los eternos obstáculos, siempre sonriente.
Era una joven de rizado cabello pelirrojo, piel blanca y rostro aniñado, lo que contrastaba con las voluptuosas curvas de su figura: sus preciosos y grandes senos distraían a todo hombre que llegaba a verlos, su esbelta cintura los acentuaba aun más y sus proporcionadas caderas completaban su bella figura de forma armoniosa.
Llevaba puesta una camiseta de algodón, unos pantalones ajustados que llegaban hasta sus pantorrillas y en sus pies unos cómodos zapatos tenis que le permitían aguantar la jornada de trabajo.
– Uuufff, que noche -pensó mientras volvía a la barra por más órdenes- por fortuna casi termina, ha sido una larga semana.
Pero su figura y alegría habían atraído la atención de alguien en particular, un hombre sentado al fondo casi entre las sombras, sin llamar la atención, la miraba atentamente. Llevaba su largo cabello obscuro en una cola de caballo, una camiseta de algodón negra y levemente ajustada, pantalones de vestir y botines de piel negros. Un cinturón con hebilla de plata contrastaba con su obscura ropa, la pieza de metal llevaba esculpida en relieve la cabeza de medusa. Unos pocos lo conocían como Xander Scorpius pero no era su verdadero nombre, era sólo un alias útil a sus fines. Era más conocido por sus contactos y equipo simplemente como X.
– Mmm… Vaya, pero que tenemos aquí, que lindura… -pensó mientras se llevaba su copa a los labios- semejante belleza no debería estar aquí.
Había viajado a un ciudad al sur para ultimar detalles de la operación con uno de sus contactos del extranjero. Tras hacer planes en un bar elegido al azar el contacto se marchó, justo entonces X había visto a la pelirroja sirviendo las bebidas.
– Debería estar en mi harem… -X trataba de capturar solamente a mujeres que sirvieran a su plan maestro, pero había algo en la joven que lo atrajo de inmediato por lo que decidió darse un capricho.
– La quiero… debe ser mía -pensó decidido mientras terminaba su bebida y la llamaba con un gesto. Minutos después ella se acercó a donde estaba.
– Si señor ¿Quiere algo más? -le dijo con una encantadora sonrisa enmarcada por sus rizos rojos.
– Si, en realidad le quiero preguntar algo… señorita…
– Patricia…
– Si, gracias Patricia. Verás, soy dueño de una empresa de modas ¿Has oído de Xcorpius?
La joven lo pensó un momento antes de responder.
– Si… creo que la he escuchado -X se alegró, aunque ya tenían prestigio su empresa aun era relativamente desconocida- ¿Que se le ofrece?
– Bueno, mi nombre es Xander, te confieso que no he dejado de observarte y me preguntaba si querrías modelar para nosotros…
– ¿Como? -respondió sorprendida la joven.
– Vamos a lanzar una línea nueva, estoy buscando chicas jóvenes para la campaña publicitaria, y creo que eres perfecta para nosotros ¿Te interesa?
Aunque a Patricia no le molestaba la idea ni le desagradaba el cliente, había algo en la situación que la hizo desconfiar…
– No se… es muy repentino… -empezó a decir.
– Mira queremos que modeles esto -dijo el hombre al sacar una caja y de esta unas zapatillas rojas de tacón alto- son para la próxima colección y creo que tu lucirías fabulosa con ellos.

La pelirroja los observó con cuidado. El exterior parecía terciopelo y estaba cubierto de complejos diseños florales. El alto tacón era grueso y llevaba el mismo diseñó de la zapatilla, la punta abierta dejaría ver los dedos del pie y una pequeña flor adornaría justo encima.

– Son muy bonitos -dijo al fin, aunque ella no los acostumbraba debido a su trabajo- pero no estoy segura de…
– Vamos dame una oportunidad… llevo tiempo buscando sin éxito alguien como tu.
– Lo siento pero no creo que…
– Tienes dudas, lo entiendo, al menos piénsalo, pruébalos -le dijo mientras le daba la caja con las zapatillas- estaré aquí mañana y me dirás que te parece, si para entonces aun no te convencen no te  volveré a molestar. ¿De acuerdo?
– Mmm… bueno, usted gana, lo pensaré -le dijo Patricia mientras le daba la cuenta- pero no le prometo nada.
– Perfecto, perfecto, gracias -dijo al pagar añadiendo una más que generosa propina.
– Hasta mañana -se despidió la joven al alejarse de la mesa llevándose la caja.
– Hasta luego esclava –respondió X en voz baja.
Apenas un par de horas después Patricia ya estaba en su departamento preparándose para dormir, se había puesto unos cómodos pantaloncillos cortos y una playera delgada, tras cepillarse los dientes se sentó en la cama y entonces recordó el extraño encuentro de esa noche.
– ¡Que raro! De verdad parecía desesperado por que yo aceptara -pensó, entonces recordó las zapatillas en la caja junto a la cama- mmm… vamos a ver.
Las sacó de la caja gris en la que solamente aparecía la palabra Xcorpius en letras negras en la tapa.
– Uufff, no se como pueden ponerse tacones tan altos -pensó mientras observaba esas largas columnas- con esto no aguantaría ni una hora de trabajo.
Tras mirarlos unos instantes se inclinó y con cuidado se las colocó en sus delicados pies. Entraron con gran facilidad quedándole a la perfección.
– Vaya pero ¿Como supo cual era mi medida? Esto se pone más raro -pensó sorprendida- mejor será que no acepte la oferta. Mmm… debo admitir que son muuuy cómodos.
Se levantó de la cama y dio un par de pasos vacilantes pues no acostumbraba usar tacones y menos tan altos.
– ¡Uuuoooohh! -exclamó al sujetarse a un mueble apenas evitando caer- mejor me quito esto antes de que me mate.
Se volvió a sentar y se quitó la zapatillas rojas.
– Lastima, son muy bonitas y por la marca exclusiva, muy raras -pensó mientras se recostaba- pero hay algo en esto que no me da confianza…
Una hora después Patricia dormía plácidamente boca abajo, su rostro hacia un lado y una mano junto a su cabeza, sus largas piernas extendidas sobre la cama, su blanco cuerpo reflejando la débil luz de la luna.
En ese momento empezó a sonar en la distancia el suave y agudo trino de una flauta, a un ritmo lento.
A un lado de la cama las zapatillas rojas empezaron a vibrar con la música, primero de forma tenue pero conforme la melodía aceleraba cada vez de forma más evidente, de pronto, de la parte de atrás de las zapatillas fueron surgiendo un par de cintas del mismo color rojo, aparecían de la nada como extendiéndose de la misma estructura del calzado.
Al fin cada una alcanzó unos veinte centímetros de largo y comenzaron a ondular con la música como tentáculos. Cuando la melodía alcanzó su clímax las zapatillas comenzaron a moverse como si estuvieran vivas, dieron un par de pasos hasta llegar a los pies de la cama y ayudándose de las cintas comenzaron a subir por la orilla de la cobija hasta llegar arriba del colchón.
Entonces, moviéndose muy despacio, se fueron acercando a los descubiertos pies de la indefensa pelirroja.

Tras ponerse justo detrás de la punta de sus pies las zapatillas se colocaron “boca abajo”, con los tacones apuntando casi hacia el techo, entonces las cintas se sujetaron muy despacio a los deliciosos dedos de Patricia y paulatinamente comenzaron a subir por los empeines, muy lentamente.

De pronto la joven se movió entre sueños, al instante las zapatillas se quedaron inmóviles, pero sin soltarse de los pies de ella, que quedó recostada de lado, al igual que sus piernas, lo que facilitó la invasión de las zapatillas embrujadas, que de inmediato continuaron subiendo y colocando los pies de la joven dentro del calzado.
Finalmente cubrieron los talones y en un movimiento tan rápido como suave las cintas se enredaron posesivas a los tobillos de la chica.
Solamente X sabía que al ser activadas por la música las zapatillas se convertían casi en un ser vivo cuyo único deseo era capturar a una hembra y someterla, hacerla suya, no sólo para su propio hambriento placer, sino para el beneplácito del Amo de las zapatillas.
Una vez colocadas, las ahora sensualmente estilizadas piernas de Patricia se fueron poniendo bien rectas poco a poco, primero los dedos, luego las plantas de sus pies se tensaron, los tobillos, los músculos de sus esculturales pantorrillas se pusieron duros, las rodillas bien derechas y al fin los esbeltos muslos, luego las piernas con los pies casi de punta  hicieron girar el cuerpo de la pelirroja hasta ponerla boca arriba para permitir así que las zapatillas se familiarizaran con el cuerpo de su nueva victima, comenzando a sensibilizarla a su poderosa influencia física, mental y sexual.
La chica seguía dormida, inconsciente de lo que le ocurría gracias a las zapatillas hechizadas, las manos a los lados de su cabeza, sus labios de color rosa entreabiertos suavemente, como preparada para un profundo y apasionado beso.
Primero sus piernas se encogieron hasta poner las rodillas casi en el pecho, luego se extendieron bien derechas a unos centímetros de tocar el colchón, luego una pierna bajó y la otra subió, se intercambiaron posiciones varias veces, como si caminara en el aire, después se levantaron derechas y juntas perpendiculares a la cama y se abrieron al máximo en V, para luego bajar hasta casi tocar la sabana y encogerse todavía bien abiertas, como lista para ser poseída por su amante. Finalmente las piernas empezaron a cruzarse una sobre la otra como las de una profesora en los sueños de un estudiante.
Mientras tanto la suave respiración de la joven empezó a acelerarse pues aun dormida empezaba a experimentar un gran placer, en sus sueños se veía recostada entre almohadones, perfumes y texturas orientales, vestida con sedosas y translucidas telas que cubrían su cuerpo, muchos anillos en sus dedos y varias pulseras en sus tobillos, miraba lánguidamente una exótica habitación alfombrada. Entonces escuchó un chasquido de dedos, una música árabe empezó a sonar y ella empezó a bailar para su sultán, sus pies descalzos casi de puntas, sus manos bien arriba sobre la cabeza, sus caderas y hombros girando a ritmo suavemente.
Fuera de su sueño Patricia emulaba perfectamente los movimientos con su cuerpo sonámbulo, moviéndose por la habitación con la gracia sobrenatural que le daban las zapatillas rojas sobre los tacones, mientras se excitaba cada vez más, a cada momento más vulnerable al poder del hechizado calzado.
Respiraba cada vez más rápido, su cabeza reclinada hacia atrás y sus ojos cerrados, sus pezones marcándose tras la playera, su vagina húmeda y lista.
Finalmente tuvo un pequeño orgasmo entre sueños que la hizo sonreír levemente.
Casi al amanecer las zapatillas la llevaron de vuelta a su cama, liberaron sus pies y de un salto bajaron del colchón, pero antes de colocarse en su lugar se acercaron a los tenis de la pelirroja que estaban tirados junto a la cama, las puntas de los tacones se colocaron tocando el costado de las suelas del calzado deportivo y un doble chasquido metálico resonó en el cuarto al ser implantados fragmentos de las zapatillas rojas originales en los tenis.
La joven se movió un poco en la cama debido al sonido pero segundos después dormía de nuevo profundamente. Las zapatillas volvieron a su sitio silenciosamente justo al momento en que la música terminaba, dejando la alcoba como si nada hubiera pasado… o casi.
En un automóvil negro a una calle de distancia X sonreía al apagar la música mientras Bombón, su chofer y guardaespaldas le preguntaba extrañada:
– Pero mi señor ¿Por que no la hizo venir de inmediato para llevárnosla?
– Ah, eso ya sería muy fácil, esta vez quiero que ella misma se entregue a nosotros para acompañarnos, claro, con un poco de ayuda de las zapatillas…
La mañana siguiente Patricia se despertó lista para enfrentar el nuevo día.
– Aaaauuunn -bostezó delicadamente mientras salía de la cama- mmm… creo que no dormí bien, aun me siento un poco cansada.
Se vistió, desayunó algo ligero, se fue primero a correr y luego a nadar, lo que la relajó y la hizo sentir mejor.
En la noche, tras una buena ducha, se puso un juego de ropa interior negra sencilla luego una camiseta negra, unos pantaloncillos hasta la rodilla y sus cómodos tenis.
Un par de horas después estaba en el bar repartiendo las bebidas y sintiéndose fabulosamente bien, moviéndose con más agilidad que nunca entre las personas, evitando incluso un par de posibles accidentes gracias a la velocidad de sus pies, moviéndose casi con la música.
– Vaya, que bien me siento, ni me cansó, ni me tropiezo, creo que me levanté con el pie derecho -pensaba sonriente mientras se movía con gracia entre un grupo de clientes- lo único que quisiera es detener este roce de mis pantaletas en mi entrepierna ¡Me está volviendo loca!
Entonces vio a al hombre de la noche anterior al fondo del bar y con gran seguridad se acercó llevando la caja.
– Buenas noches -saludó de nuevo con una sonrisa mientras devolvía la caja- después de pensarlo decidí que no estoy preparada para trabajar de otra cosa. Gracias de todos modos.
– Oh, no me diga… bueno al menos lo intenté -le respondió X fingiendo decepción- si cambias de idea aquí te dejo mi teléfono y la dirección del hotel donde me hospedo, me voy mañana temprano.
– Se lo agradezco pero no creo que cambie nada -dijo recordando su presentimiento de que algo no estaba bien con la oferta de trabajo, para luego despedirse y dirigirse a la barra.
– Ya veremos si no vuelves a mi encanto -pensó X divertido mientras sacaba un pequeño aparato ultrasónico de su bolsillo.

La pelirroja se movía con soltura llevando un pedido cuando de pronto sus pies tropezaron torpemente entre si, provocando que se le cayera la bandeja con bebidas sobre un grupo de clientes.

– ¡Hey!
– ¡Oye ten cuidado!
– ¡Maldita sea!
– Oh, lo siento mucho, lo siento -se disculpó avergonzada mientras recogía los vasos y un murmullo burlón sonaba alrededor.
Minutos después llevaba otro pedido cuando una explosiva sensación de placer la golpeó en su entrepierna como si fuera un látigo.
– ¡Aaahhhh! -gimió sin poder evitarlo mientras se caía de nuevo la bandeja, ahora en el piso, salpicando a una gran cantidad de personas.
– ¡Aaayyy!
– ¡Cuidado!
– ¡Que torpe!
– Perdón, fue mi culpa -empezó a disculparse a la vez que pensaba- oohh debe haber sido el roce de estas estúpidas pantaletas, no vuelvo a usarlas…
Empezaba a creer que quizás no se había levantado con el pie derecho después de todo, pero no tenía idea de lo que aun le aguardaba…
En menos de una hora tiro o derramó otras tres charolas de bebidas sobre clientes e incluso sobre si misma, sus pies se tropezaban solos o una inesperada sensación de gozo le hacía encogerse y gemir. Empezaba a sentirse avergonzada y excitada a la vez. Lo que la confundía.
– ¿Pero que me pasa? -pensó ya desesperada cuando el encargado le ordenó que descansara unos minutos.
Lo peor era que se sentía cada vez más estimulada sexualmente.
– ¡Oooohhh! -gimió mientras cubría con los brazos sus ya duros y sensibles pezones marcándose incluso en su ropa interior y camiseta- necesito… necesito un poco de… desahogo.
De inmediato entró al baño y metió la mano en sus pantaloncillos para empezar a masturbarse lentamente, sensualmente.
– Mmm… si… eso necesitaba -pensaba la joven al sentarse mientras cerraba los ojos y sus labios se entreabrían tentadoramente- quizá con esto… olvide esta… mala noche.
Pero X la había visto ir al baño y tenía otros planes para Patricia.
– Empieza el espectáculo -pensó sonriente al ajustar su control ultrasónico.
En el baño la linda pelirroja sintió que el placer que se daba se duplicaba en un instante.
– ¡Oooohhh!… ¡Siiiii!… ¡Siiiiii! -sollozaba suavemente mientras sentía que todo le daba vueltas, como en un torbellino… empezó a escuchar una salvaje música que la puso más frenética aun a la vez que percibía que su cuerpo entero comenzaba a vibrar desde la punta de sus pies hasta sus grandes senos. El placer finalmente la abrumó y no pudo contenerse más.
– ¡Aaaaahhhh! ¡Aaaaahhh! ¡Siiiiiiii! -casi gritaba al alcanzar un delicioso orgasmo. Pero al mismo tiempo que la salvaje música dejaba de sonar se dio cuenta de un raro silencio sólo perturbado por una serie de murmullos alrededor. Cuando la pelirroja abrió los ojos se encontró con que ya no estaba en el baño, se encontraba en medio del bar con su mano aun metida en sus pantaloncillos y rodeada por los clientes que la miraban con una mezcla de sorpresa, desprecio y lujuria.
– ¿Que? No es posible… yo… -empezó a balbucear mientras pensaba que definitivamente se había levantado con el pie izquierdo.
En ese momento X salía por la puerta del bar con una sonrisa en su rostro.
Patricia llegó a su departamento descorazonada, había perdido su trabajo y casi la detenían dos policías que tomaban una copa por “faltas a la moral”. No era un buen momento para ella, un par semanas antes había perdido también su trabajo en el gimnasio y ahora esto, además era muy independiente para pedir ayuda.
– Oh… ¿Pero que pudo pasarme? -pensaba preocupada pues se acercaba la fecha de pagos- ¿Y ahora que puedo hacer?
Mientras se desvestía encontró en un bolsillo la tarjeta del hombre del bar.
– Vaya… casi lo olvidaba… -pensó mientras la observaba con cuidado- Xander Scorpius… mmm… me pregunto si… debería ir.
Dudando aun, al terminar de ponerse su ropa de dormir decidió consultarlo con la almohada.
– Mañana será otro día -murmuró filosóficamente mientras se acostaba y apagaba la luz.
Pero aunque no lo sabía su día aun no terminaba, pues empezó a tener extraños sueños eróticos en los que jugaba al tenis vestida con una entallada playera que insinuaba sus grandes pezones, una minúscula falda que mostraba fácilmente con cada movimiento una pequeñísima tanga blanca y en sus pies llevaba unos coquetos zapatos tenis que eran como zapatillas de tacón alto de plataforma.
A cada golpe de la raqueta Patricia sentía un enorme placer sexual que aumentaba debido a los silbidos y aplausos del público que admiraba cada curva y cada movimiento de la voluptuosa pelirroja.
– Aaahhh… aaaaahhh… aaahh -empezó a gemir con cada golpe y revés hasta que explotó de forma deliciosa y desinhibida.
– ¡Ooooooohhhhhh!
Mientras tanto, en el mundo real la pelirroja bailaba ágilmente por su departamento gracias a sus zapatos tenis hechizados que se habían apoderado de ella mientras dormía, poseyéndola y aumentando su vulnerabilidad al poder de las zapatillas rojas. El dulce rostro dormido de Patricia mostraba una gran sonrisa de satisfacción por el reciente orgasmo mientras seguía bailando sensualmente en la soledad de su apartamento.

Al día siguiente, tras un rápido baño, la encantadora joven se puso una camiseta blanca, unos pantalones de mezclilla, sus tenis y de inmediato se dirigió al hotel del hombre del bar, encontrándolo justamente en la entrada del lujoso edificio. Al parecer esperando su automóvil.

– Buenos días… -le dijo sonriendo tímidamente al acercarse- señor Xander. ¿Se acuerda de mi?
– Ah, por supuesto… Patricia ¿No? Es un placer verla de nuevo.
– Bueno tuve un cambio de planes y me preguntaba si aun le interesa que modele.
– Por supuesto que si encanto, esperaba que me dieras la oportunidad -en ese momento un auto negro se detuvo junto a ellos- Acompáñame por favor, voy al aeropuerto.
La pelirroja dudó de subir al auto de ese desconocido, pero X estaba preparado y accionó un botón del control de su bolsillo.
Al instante la desconfianza de la joven fue barrida por una suave sensación de bienestar y placer.
– Bueno… está bien – accedió mientras subía al auto en el que el hombre le mantenía la puerta abierta.
En el interior se encontraban dos mujeres, lo que eliminó cualquier desconfianza que aun le quedaba. Una trigueña estaba al volante, era el chofer y llevaba una gorra y uniforme clásicos. La otra, sentada a lado de la pelirroja, parecía una ayudante o secretaria, era rubia y su apariencia contrastaba entre su corta y provocativa falda y su cabello peinado en dos colas como una colegiala.
– Buenos días señorita -dijo educadamente la chofer, aunque a Patricia le dio la impresión de que la revisaba de arriba abajo por el retrovisor.
– Buenos días -respondió educada.
– ¡Hola! Soy Dana, estoy para servirte -le dijo entusiasta la rubia mientras le estrechaba la mano vigorosamente- y te aseguro que será un placer…
La joven se quedó inmóvil pensando en las connotaciones de semejante explicación hasta que Scorpius la sacó de sus cavilaciones mientras el auto arrancaba.
– Bueno Paty, como te había dicho necesito una modelo para mi ropa y sobre todo para mi línea de calzado. Te pagaría encantado por tu apoyo al proyecto la cifra que tu me digas.
– ¿La que yo quiera? -preguntó impactada.
– Por supuesto, eres justo lo que Xcorpius estaba buscando, eres un sueño hecho realidad para nosotros, de verdad te necesitamos. Por favor dime que aceptas.
– Si, claro, tengo algo de tiempo -murmuró aun sorprendida, sin darse cuenta de que la rubia aun le sostenía la mano.
– Muy bien. Ahora van las condiciones: en primer lugar es un proyecto de al menos un mes y tenemos el tiempo encima así que deberás acompañarnos a mi corporativo, es un lugar tranquilo en el campo.
– Bueno pero…
– Déjame terminar por favor. Además debes firmar este contrato de discreción, hay muchos que tratan de robar mis diseños así que no puedes decirle a nadie a donde vas ni cuando volverás, ni podrás comunicarte con nadie durante las siguientes semanas. ¿De acuerdo?
– Oh… no se… parece demasiado misterioso…
– Te entiendo pero así es el mundo de los negocios… puedes decidirlo mientras llegamos al aeropuerto, piénsalo bien.
La pelirroja sopesó la situación.
– Es mucho dinero… pero no me da confianza… estaría muy aislada y es raro -pensó, dudando.
X accionó de nuevo su control y una vez más las dudas de la joven fueron eliminadas por una agradable sensación de bienestar, casi confianza. Finalmente sonrió y miró al hombre.
– Muy bien, acepto, no se por que pero aunque apenas lo conozco confío en usted.
– Perfecto, perfecto. Dana, infórmale a la capitán que seremos cuatro pasajeros en vez de tres, que esté preparada para salir.
– ¿Que? ¿Ahora mismo? Pero, mi ropa, mi equipaje…
– Como te dije Paty, tenemos el tiempo encima, te proporcionaremos todo lo que necesites…
– Pero mi pasaporte…
– No te preocupes, yo me encargo de todo, tengo contactos… -le dijo X mientras le sonreía cálidamente.

De nuevo sin saber por que la joven confió plenamente en su nuevo jefe.

– Bueno, como usted diga -dijo tímidamente.
Minutos después los cuatro abordaban un jet privado, Patricia notó que la capitán y las dos sobrecargos que los recibieron iban vestidas de forma demasiado sexy: sacos ajustados, blusas desabotonadas de arriba, minifaldas, medias y altos tacones, a donde quiera que la pelirroja veía estaba rodeada por sonrisas, escotes, muslos y pies casi de punta.
– Se ve que es una empresa de moda, le dan mucha importancia a la apariencia -pensaba sorprendida la joven mientras se sentaba a lado de su flamante nuevo jefe.
Enfrente se sentaron las mujeres del auto, la chofer se quitó la gorra y Patricia pudo ver que era una esbelta trigueña y que su elegante uniforme se completaba con unos ajustados pantalones negros y botas de amazona hasta las rodillas.
Casi de inmediato fueron atendidos por las sobrecargos que les llevaron copas de champagne para brindar.
– Por nuestra nueva relación… -dijo X al levantar la copa.
Minutos después despegaban y X le entregaba a Patricia una caja.
– Muy bien, ahora debes ponerte esto.
– ¿Ahora? -preguntó sorprendida.
– Por supuesto, desde este momento eres serás representante de Xcorpius y tienes que vestir de acuerdo a ello. Puedes cambiarte en el servicio.
– Muy bien… usted es el jefe -dijo al levantarse.
En el servicio abrió la caja y se encontró con un elegante conjunto que se puso de inmediato: un vestido blanco de escote redondo que llegaba arriba de las rodillas y unas sandalias blancas de tacón alto con cintas para atar a los tobillos.
– Oh, espero que pueda caminar con esto -pensó mientras se vestía sin saber que su desnudez era observada por una cámara de video conectada al monitor frente al asiento de su nuevo jefe.
Finalmente salió del servicio sintiéndose algo incomoda con tacones tan altos, por lo que tuvo que sujetarse de los asientos al pasar por el pasillo.
– Muy bien Paty, si me lo permites te ves exquisita -le dijo el hombre con amabilidad mientras ella se sentaba, sin dejar de dar un sutil y buen vistazo a sus torneadas piernas y su apetitoso escote.
– Gracias, pero no acostumbro tacones tan altos.
– Te aseguro que muy pronto te acostumbrarás lindura. Ya lo verás. Te ves algo cansada ¿Por que no te recuestas unos minutos? Los asientos son reclinables.
– Bueno, no tengo sueño pero me servirá descansar…
En cuanto recostó su cabeza en el respaldo X oprimió un botón y la pelirroja sintió que un invencible sopor se apoderaba de ella, quedándose de inmediato dormida e indefensa mientras sus piernas se ponían bien derechas y tensas sobre el asiento.
– Ah, muy bien. Esta chica es todo lo que esperaba de ella, debemos darle los primeros condicionamientos -De inmediato las dos mujeres sentadas sonrieron lujuriosas y tras acercarse comenzaron a acariciar las blancas piernas de la pelirroja.
– Escucha con atención Paty, ahora eres una modelo, debes usar tacones y ropa sexy siempre que estés en mi presencia y desde ahora te será fácil caminar así. Dilo.
– Soy una modelo… siempre debo usar tacones y ropa sexy… en su presencia… me será fácil caminar así.
– Otra vez.
– Soy una modelo… siempre debo usar tacones y ropa sexy en su presencia… me será fácil caminar así.
– De nuevo.
– Soy una modelo… siempre debo usar tacones y ropa sexy en su presencia… me será fácil caminar así.
– Muy bien lindura, es un buen inicio… Sin duda me faltaba una pelirroja en mi harem.  
Minutos después Patricia despertaba al escuchar que estaban aterrizando.
– Oh, lo siento. No pensé que estuviera tan cansada.
– No te preocupes Paty, ya llegamos.
El avión finalmente se detuvo y se desabrocharon los cinturones.
– Señor Scorpius no se si podré bajar del avión con estos tacones…
– Claro que podrás, eres una modelo, te será fácil. Es cuestión de seguridad y confiar en ti misma.
– Cierto… soy una modelo… será fácil –susurró, casi repitiendo su condicionamiento.
La pelirroja se levantó y ondulando de forma casi hipnótica sus caderas comenzó a caminar por el pasillo, poniendo un pie entaconado frente al otro con gracia y elegancia. Del mismo modo bajó las escaleras sorprendida de su propia seguridad. A lado del avión un auto deportivo esperaba con la chofer y la ayudante abordo.
Patricia se volvió y miró sonriente a su jefe que la observaba desde arriba de la escalera, le hizo un guiño y comenzó a bajar al auto.
– Serás una esclava perfecta -pensó X al verla subir al auto luciendo sus piernas y con sus pezones marcándose en el vestido- no puedo esperar para someterte y hacerte mía, muy pronto serás mi putita de alcoba…
CONTINUARÁ

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