CIRCUNSTANCIAS

Llevaba ya varios meses que no dormía bien por las noches. Por circunstancias de la vida llevaba mucho tiempo en paro, sin derecho ya a ninguna prestación, y con una hipoteca que reducía a más de la mitad los ingresos de mi marido. Debíamos varios recibos y no dejaba de hacer cuentas tratando de encontrar la manera de llegar a final de mes con el sueldo de mi esposo. Aquel fin de semana mi marido se encontraba fuera por motivos de trabajo. Él no sabía nada de la situación económica en casa. Se mataba a trabajar y a pesar de todo no lográbamos afrontar con todos los gastos. Esa noche de sábado, como tantas otras no lograba conciliar el sueño.

Para evadirme temporalmente, algunas veces me tocaba y me acariciaba, más con la intención de desviar mis pensamientos y dejar de preocuparme, que por el placer en sí. Eso sí, lograba relajarme y aliviar mi tensión. Y tras mi “pequeño triunfo”, solía caer agotada por el esfuerzo físico y mental.

Aquella noche no sería distinta, recuerdo que me acaricié como tantas otras veces para evadir mis pensamientos de la angustia. Alcancé mi pequeño climax, pero aún así no era suficiente, no lograba dormir. Me levanté varias veces tratando de leer algo y distraerme, pero nada. Aquella noche estaba especialmente sensible.

Serían las doce de la noche cuando encendí el ordenador. No recuerdo cómo ni porque me conecté en aquel chat. Supongo que una página me llevo a otra, esa a otra y así sucesivamente. No soy muy dada a visitar este tipo de páginas. Era la primera vez que lo hacía. Nada más darme de alta con el pseudónimo de “saragoza” comenzaron a invadirme notificaciones de contacto. Eran muchas las invitaciones a chatear en privado.

Para los que no me conozcan decir que me llamo Sara, tengo treinta y dos años, y estoy felizmente casada desde hace varios años con quien hasta hace poco ha sido el único hombre en mi vida. Si quieres saber más sobre mí puedes consultar mi blog, cosa que me haría muchísima ilusión que hicieses:

saragozaxxx.blogspot.com.es

Allí puedes ver alguna foto mía y algún que otro reportaje. Pero a lo que estaba contando…

Recuerdo que alguien que respondía al nombre de Bounty me envío un mensaje que enseguida cautivo mi atención.

Bounty: “Recompenso económicamente” pude leer en el mensaje de cabecera.

¿A qué se refería?. Era la primera vez que entraba en un chat y no entendía muy bien porque podía recompensar, pero desde luego un poco de dinero no me vendría nada mal. ¿Quizá me diese algún trabajo?. Cuidar enfermos, trabajos nocturnos, limpieza,… al menos eso anhelaba. ¿Sería posible?. No, no podía ser nada bueno.

Perdí un poco la noción del tiempo frente a aquel mensaje. Tal vez estuviese ahí la solución a mis problemas. Me pregunté un millón de cosas. Mi cabeza comenzó a darle vueltas al asunto. ¿Cuánto? y ¿porqué?, me preguntaba una y otra vez. ¿Qué es lo que tendría que hacer?, ¿qué pretendía exactamente?. Quise salir de dudas y contesté:

Saragoza: “¿Por?” le pregunté casi instintivamente.

Bounty: “Depende”.

Saragoza: “¿de qué?”. Insistí yo en preguntarle.

Bounty: “Ja, ja, ja,…del idioma” escribió él.

Ahora sí que no entendía nada de nada al leer su mensaje. ¿Pagaría por traducir textos en otros idiomas?. Creí que todo era una broma.

Saragoza: “No entiendo” le respondí inocentemente.

Bounty: “¿Eres nueva?, nunca te había visto por este chat” cambió de tema.

Saragoza: “Sí, es mi primera vez en esta sala”le confesé.

Bounty: “Se nota, eso está muy bien”

Saragoza: “Gracias”.

Bounty: “¿Cuántos años tienes?”

Saragoza: “32 ¿y tú?”.

Bounty: “Estupendo, yo 53”.

Saragoza: “Al menos eres sincero”.

Bounty: “Estoy dispuesto a ayudarte”.

Saragoza: “¿Cómo?”

Bounty: “Podríamos quedar ¿no crees?”

¡¡Caray!!, no había pensado en eso. Creí que me pediría que nos conectásemos a través de la web cam como hacían el resto de invitaciones y cosas por el estilo. Nunca hubiera imaginado al responderle a su primer mensaje que lo que pretendía era tener una cita conmigo.

Bounty: “No dices nada, ¿no te interesa?” leí tras un tiempo de espera.

Saragoza: “No sé, no me había planteado lo de quedar”

Bounty: “¿Cómo quieres que te recompense entonces?”

Un largo silencio se hizo de nuevo en la conversación. Pero tenía razón.

Bounty: “¿Qué ocurre?, ¿Cuál es el problema?”

Saragoza: “No sé,no te conozco de nada”.

Bounty:”Es lo normal ¿no crees?”.

Saragoza:  “Tengo que pensarlo.”

Bounty: “¿Pasa algo?”

Saragoza: “No, no sé qué decirte.”

Bounty: “Sólo tienes que decir si.”

Saragoza: “No sé, estoy casada, pueden vernos y comprometerme.”

Bounty: “Tranquila yo también estoy casado.”

Saragoza: “¿Tu mujer lo sabe?.”

Bounty: “Que tiene que ver. ¿Quedamos?”.

Saragoza: “Ni tan siquiera sé cómo te llamas”

Bounty: “Mi nombre es Roberto”

Saragoza: “Lo ves. Eso está mejor. Ya sé algo más de tí”

Bounty: ”Me alegro. Pero…¿Quedamos o no?”

Saragoza:” Antes dime cuánto”.

Bounty: “¿Cuánto qué?”

Saragoza: “Cuanto piensas darme por quedar contigo.”

Bounty: “¿Cuánto quieres?”

Saragoza: “No sé”

Bounty: “Dime una cifra”

Saragoza: “Es que no sé qué decirte”.

 

Bounty: “¿Qué te parecen doscientos?”.

Saragoza: “¿Sólo por quedar?”

Bounty: “Y lo que tú quieras”

Saragoza: ”Te advierto que  es solo por quedar”

Bounty: “Tranquila, estoy solo y aburrido en la ciudad, busco algo de compañía. El dinero no es problema para mí”.

Saragoza: “Ok. Acepto” tecleé en mi ordenador sin pensarlo dos veces al ver la cifra.

Bounty:  “Ok. “Paso por tu casa. ¿Dónde vives?”

Saragoza: “No, por casa no.”

Bounty: “¿Dónde paso a recogerte entonces?”

Saragoza: “Déjame que lo piense”

Bounty: “¿Dime al menos por dónde vives?”

Yo tardaba en responderle, no me hacía gracia que supiese dónde vivo, y por otra parte los nervios no me dejaban pensar con claridad. De repente se sucedieron mensajes suyos a toda velocidad…

Bounty: “Escucha, tengo a otras chicas en el chat esperando”

Bounty: “Me has caído muy bien”

Bounty: “Pero ya me has entretenido bastante”

Bounty: “Si no te interesa se lo propongo a otra chica y punto”.

Bounty: “Es una lástima que no nos veamos”

Bounty: “Chao”.

Los mensajes se sucedían rápidamente sin darme tiempo a pensar.

Saragoza: “ok” tecleé con miedo a perderlo.

Saragoza: “Esta bien, acepto” escribí de nuevo sin pensar.

Saragoza: “Vamos a quedar”.

Durante unos segundos no hubo cambios en mi pantalla. Pensé que  Bounty o el tal Roberto había abandonado el chat aunque su nick todavía figuraba en mi conversación. Seguramente se habría arrepentido.

Bounty:  “Te paso a buscar dentro de una hora. Dime la dirección”

Mi corazón dio un vuelco al leer sus mensajes.

Saragoza: “Te espero en…”. Y acto seguido le escribí el nombre y el número de mi calle.

Bounty:  “Ok”

Bounty:  “Espérame en la esquina de  al lado de tu casa. Hay un Banco Santander creo.”

Bounty:  “Acudiré con un mercedes negro”

Saragoza: “Ok. ¿Cómo me reconocerás?”

Bounty:  “No te preocupes, la experiencia me dice que sabré encontrarte”.

Bounty: “Tú tan sólo preocúpate de estar guapa”.

Y nada más leer estas palabras en mi pantalla su nick desapareció del chat.

¡¡Dios mío!! ¿Que acababa de hacer?. ¿Había quedado con un desconocido?, ¿Qué pasaría si se enterase mi marido?, ¡¡y por dinero!!. En qué me había convertido, ¿en una señorita de compañía?. Eso sonaba como a puta cara. La palabra puta resonó en mi mente. ¿Qué tipo de personaje está dispuesto a pagar doscientos euros tan solo por quedar?. Seguro que buscaba algo más. Empezaba a arrepentirme de lo que acababa de hacer. No podía ser nada bueno. “Tranquila Sara, lo has dejado bien claro, es solo por quedar” trataba de consolarme yo misma. “Además, el dinerito te vendrá muy bien, por fin podrás ponerte al día con tus recibos y comprar algún que otro caprichito”. Trataba de encontrar un motivo por el que hacerlo.

En esos momentos era todo un manojo de nervios. No sabía qué hacer. Tal vez me había pasado. Por unos momentos pensé en darle plantón. Aquello era una locura. Por otra parte pensé en los doscientos euros acordados. Me vendrían muy bien, no era mucho pero algo ayudarían a nuestra maltrecha economía. De todas formas necesitaba salir un rato y distraerme. “Total”, pensé, “son sólo doscientos euros por una cita, no tiene nada de malo”.

Acto seguido recordé las palabras del otro día en el café de una amiga del cole de mi hijo, algo más joven que yo, divorciada, y que hace ya un tiempo me confesó estar apuntada en una página de contactos, de esta forma conocía a gente y quedaba con ellos de forma muy parecida. Siempre decía que la mayoría de tipos a los que conoce son aburridos y poco interesantes, y que lo único que quieren es acostarse con ella sin más, pese a que ella siempre deja bien claro que el propósito de quedar es buscar pareja estable.  Ella continuamente me detallaba como les tenía que rechazar.

Me consolé pensando que seguramente sería una noche parecida a las que me contaba mi conocida, de lo más aburrida, y que por el contrario me reportaría algún dinerito. Desde luego no tenía mucho tiempo, no podía quedarme sentada a pensar, debía actuar y estaba nerviosa.

Corrí a meterme en la ducha. Dejé caer mi ropa de casa por el pasillo de camino al baño. No tenía mucho tiempo. Nada más notar caer el agua por mi cuerpo, me fijé en mi “jardincito”. Estaba bastante descuidado, desde el verano que no lo repasaba, claro, mi marido no me pedía guerra y así estaba. “Nunca se sabe” pensé. Tal vez el tal Roberto sea un chico apuesto y rico, y esté como para que me haga un favor, pues además de necesitar dinero, necesitaba otras cosas en mi vida. Y es que también necesitaba un poco de atención como mujer. Comencé a sopesar la posibilidad de que mi acompañante fuese un hombre atractivo, y poco a poco fantaseé con la idea de una aventurilla.

Así que cuando vi la cuchilla de afeitar desechable de mi esposo en la estantería de dentro de la ducha, decidí arreglármelo en un momento.

Anhelaba un príncipe azul que viniese a rescatarme de la torre del hastío en la que había caído prisionera.

Las prisas no son buenas consejeras, y menos cuando este tipo de cuchillas nunca las he controlado muy bien, así que tratando de definir las líneas de mi monte de venus, entre la falta de precisión del instrumento y las ligerezas, en un acto de desesperación opté por rasurármelo por completo. No era la primera vez que lo hacía, en otras ocasiones ya lo había llevado bien afeitadito, aunque de eso hacía ya mucho tiempo, cuando mi vida sexual con mi marido era mucho más activa. Lo malo es que al no usar más que el jabón del cuerpo, la zona afeitada me ardía y picaba ligeramente.

Me aclaré el cuerpo a toda velocidad, y me sequé en un periquete. Me di cremitas por todo el cuerpo, y sobre todo por mi pubis tratando de aliviar el picor producido al pasar la cuchilla.

Cuando terminé del baño, me dirigí a mi dormitorio. ¡Pasaría a buscarme en menos de una hora!. ¿Qué podía ponerme?. Sopesé la ropa de mi armario. ¿A dónde iríamos?, me pregunté. Tras tirar un montón de vestidos sobre la cama decidí ponerme una minifalda negra con motivos estampados, y una blusa negra lisa de esas tipo gasa semitransparente. Reconozco que soy un desastre a la hora de programar las lavadoras de casa, y el problema es que no tenía limpios sujetadores negros. Ni negros ni de otro color, ¡Dios mío que desastre!. Sopesé no ponerme sujetador, no sería la primera vez. Temí porque se transparentase la blusa, aunque pensé que de cara a la noche podría pasar desapercibido y tampoco le dí mucha más importancia. Menos mal que al final encontré rebuscando en el cajón, un sujetador de color negro que me venía algo pequeño y que aplastaba mis tetas en plan wonder bra forzado. “Aleluya” pensé al encontrarlo: “Problema resuelto”.

Tampoco tuve mucho tiempo para mirarme en el espejo. En la parte inferior opté por un tanguita  tipo seda también de color negro que bien podía ir a juego. Hubiese preferido unas braguitas normales de algodón en vez del tanga, pero a decir verdad tampoco tenía otras muchas donde elegir, en la lavadora estaban las braguitas más cómodas de uso diario. Recuerdo que el tanga me lo regaló mi marido en un viaje que hicimos por Italia, cuando nuestra economía iba mucho mejor. Decidí ponérmelo con doble motivo, porque a pesar de ser un tanga me era relativamente cómodo y porque me acordaría de mi marido durante la noche.

En cuanto al tiempo, estaba avanzada la primavera, hacia buen tiempo. No necesitaría abrigo. Dudé si ponerme medias o no. Me miré en el espejo y creo que como a todas las mujeres frente a un espejo, solo pude fijarme en los defectos de mi piel. Así que decidí ponerme unas medias para disimular. Por último me puse unos zapatos de tacón muy cómodos que me hacían parecer más alta de lo que realmente soy. Un pequeño collar y un cinturón de cuerda entrelazado terminaban por decorar mi cuerpo.

Lo cierto es que me miré en el espejo del dormitorio y no estaba del todo mal para haber improvisado. Miré el reloj. ¡Dios mío apenas me quedaba tiempo!.

Todavía faltaba maquillarme, darme crema, repasar la manicura, perfumarme, los labios, los ojos, peinarme…. Debía darme prisa.

Me hice las uñas a toda prisa. Base, maquillaje, sombra de ojos, colorete, todo en pocos minutos. Cuando volví a mirar al reloj era ya la hora. Me enfundé los tacones a toda prisa, y cambié de bolso sin pensar muy bien lo que metía dentro. Pasaban tan solo unos minutos y decidí bajar a la calle.

Hacía algo más de fresco de lo que pensaba y nada más salir del portal mis pezones se pusieron de punta debido a la sensación de frío en mi cuerpo. Para colmo aún me tocó esperar un rato. El reloj marcaba más de diez minutos de la hora acordada. Pensé que no vendría nadie. ¿Qué tipo de hombre iba a pagar  por una cita?. Era una tonta. No tenía sentido. Pensé en subir a casa y parar aquella locura.

De repente vi llegar de lo lejos un mercedes negro con las lunas tintadas, y que al llegar a mi altura puso los cuatro intermitentes en marcha. Un ataque de nervios recorrió mi cuerpo de arriba abajo. Sobre todo cuando pude comprobar que se bajaba la ventanilla más cercana a mi posición, la del lado del copiloto, en señal de espera a que me acercase.

Me dirigí con paso firme al coche, disimulando en lo posible mis nervios. Tuve que reclinarme para ver al tipo de dentro. Al asomarme por la ventanilla pude contemplar a un señor algo mayor, de cincuenta años más o menos, bien vestido, con traje y chaqueta a pesar de ir conduciendo, y sin corbata. Era más bien obeso y con poco pelo. Vamos, daba la pinta del típico empresario entrado en años, al que le gusta comer bien sin preocuparse por su forma física. Me desilusioné al verlo. Había imaginado un apuesto muchacho  y se había presentado una especie de Torrente elegante. Me aferré en pensar en el dinero acordado para continuar con la pantomima.

.-“Hola, ¿Eres Roberto?” pregunté nada más asomarme por la ventanilla en tono jovial tratando de disimular mis nervios a través de la voz. Fue al mirarlo a los ojos, cuando me percaté de que al inclinarme para saludarlo por la ventanilla, mi blusa caía y se abría ofreciéndole una visión más que generosa de mi escote.

.-“Encanto, tú debes de ser Sara” respondió sin dejar de mirarme los pechos.

Asentí con la cabeza avergonzada al comprobar con su mirada que me repasaba de arriba abajo, sobretodo porque en mi descuido debía mostrarle una visión más que generosa de mis tetas bien prietas.

.-“Sube preciosa” dijo abriendo la puerta del coche.

Obedecí como una autómata y me senté en el asiento del copiloto preocupada porque mi falda no mostrase más de lo debido al acomodarme. En ningún momento me atreví a mirarlo a los ojos. Él en cambio me observaba detalladamente cómo me colocaba en el asiento del copiloto sin perderse ningún detalle, atento al más mínimo descuido por mi parte y examinando meticulosamente mis gestos.

Sabía que estaba nerviosa y trató de romper el hielo.

.-“¿Qué te apetece hacer?” me preguntó tratando de ser amable.

.-“No sé, lo que quieras” le respondí sin apenas levantar la mirada del suelo.

.-“¿Siempre dices eso?” preguntó en un tono de voz que me desconcertó.

Esta vez lo miré a los ojos intentando averiguar que había querido decir.

.-“¿Qué te parece si vamos a tomar una copa?” me preguntó acto seguido esperando mi respuesta y tratando de dejar pasar el comentario anterior.

.-“Puede estar bien” respondí tímidamente.

Roberto puso el coche en marcha y arrancó tratando de impresionarme acerca de la potencia del vehículo. Nunca he entendido esa actitud de los hombres al volante.

.-“Conozco un sitio aquí cerca, espero que te guste” dijo al tiempo que se giraba para mirarme descaradamente las piernas. A mí no me hacía ni pizca de gracia que apartase la vista del frente mientras conducía.

.-“Ya verás, preciosa como no te arrepientes de haber quedado conmigo” pronunció mientras nos deteníamos en un semáforo. Yo apenas pronunciaba alguna palabra, temerosa de tener un accidente por su conducción imprudente. Sólo podía concentrarme en un pequeño roce que tenían mis zapatos, en esos momentos el pequeño defecto de la piel del calzado parecía ser el mejor refugio para mi vista.

Un silencio algo incómodo se apoderó del interior mientras esperábamos a que la luz cambiase de color.

.-“Sabes, eres muy hermosa” me piropeó Roberto al tiempo que descuidaba su mano sobre mi rodilla más cercana a su posición y al cambio de marcha como quien no quiere la cosa.

Yo contemplé atónita como su mano me acariciaba sutilmente la pierna. Era la primera vez en mucho tiempo que alguien que no era mi marido me tocaba en una zona tan personal. Sentir su mano en mi pierna me produjo un escalofrío. Sabía nada más verlo por la ventanilla que trataría de ligar conmigo a lo largo de la noche, pero no me lo esperaba ni tan pronto ni tan directo. No supe que pensar, por una parte me parecía un gesto que debía esperar de un tipo como él, aunque por otra parte me preguntaba cuándo le había dado permiso a ese hombre para acariciarme la pierna. Por suerte el semáforo se puso verde enseguida y tuvo que apartar su mano para cambiar de marcha antes de que yo tuviese que decirle nada.

El trayecto fue relativamente corto y prácticamente un monologo por su parte, que si era empresario, que si le iba bien, que si tenía esto y lo otro, no me dio tiempo a fijarme dónde me había llevado pues apenas levanté la mirada del suelo en el recorrido muerta de vergüenza. Me sorprendí cuando nos adentrábamos en lo que parecía un garaje subterráneo y estacionábamos en una plaza dónde se leía el cartel de reservado.

.-“Ya está, ya hemos llegado. Puedes bajar”. Nada más escuchar sus palabras traté de bajar del coche, pero un descuido torpe por mi parte hizo que se me viese hasta el límite de lo decente. A poco se me ve el tanga y lo que no es tanga. Roberto clavó sus ojos en la parte final de la lycra, allí donde se desnuda mi muslo, nada más comprobar que llevaba medias, por supuesto una leve sonrisa se dibujó en su rostro regocijándose por mi torpeza.

.-“Estas preciosa” dijo al incorporarse a mi paso tratando de rodearme con su brazo. Yo me dejé acompañar.

Me guió hacia el ascensor de salida del garaje, parecía un parking público, y sin embargo nada más entrar en el ascensor me percaté que era uno de esos garajes que aunque público, es compartido con un hotel. Por un momento tuve algo de miedo, pues el parking estaba oscuro y relativamente vacío. Respiré aliviada cuando comprobé que paramos en la planta calle, en el hall del hotel. Roberto en todo momento me abría las puertas caballerosamente y ambos nos dirigimos hasta lo que parecía la cafetería del hotel.

Era todo muy elegante, maderas nobles, mármol italiano, cuadros cuidadosamente iluminados, todo acorde con la decoración y estilo del hotel de cinco estrellas.

.-“¿Qué quieres tomar?” me preguntó Roberto al tiempo que se sentaba en un rincón en unos amplios sillones de piel y me hacía indicaciones para que me sentase a su lado.

.-“No sé, ¿qué vas a tomar tú?” le devolví la pregunta.

.-“Me apetece un whisky” dijo al tiempo que le hacía señales a un camarero para que nos atendiese en la mesa.

.-“Yo tomaré un gin tonic” le respondí al tiempo que me sentaba a su lado y dejaba mi bolso a la vista en la pequeña mesita que teníamos delante. Roberto se fijó que se trataba de un bolso de la marca Guess.

Me di cuenta al sentarme que los sillones eran un poco bajos, así que me acomodé en el borde cruzando las piernas tratando de que no se me viese nada desde delante, sabía que por más que  tratase de estirar mi minifalda, ésta quedaba recogida por los laterales enseñando gran parte de mis muslos. Por suerte apenas otras cinco o seis mesas estaban ocupadas a esas horas en lo que parecía una cafetería bastante amplia.

.-“¿Te gustan las cosas caras?” me preguntó Roberto mirando el bolso.

.-“¿A quién no?” le respondí mientras observaba como Roberto no le quitaba ojo a mis piernas.

.-“Suele merecer la pena” pronunció con cierto aire de insuficiencia en sus palabras.

Enseguida vino el camarero.

.-“Yo tomaré lo de siempre, y la señorita tomará un gin tonic” le ordenó al camarero gesticulando que marchó presto a preparar las consumiciones.

.-“¿Te puedo hacer una pregunta?” dijo observándome mientras se reclinaba cómodamente en el respaldo del sofá casi a mi espalda.

.-“Uhm, uhm”,  asentí con la cabeza desde mi posición en el borde del asiento sabiendo que me observaba desde detrás.

.-“¿Tu verdadero nombre es Sara?” preguntó al tiempo que apoyaba su mano sobre el asiento de piel justo detrás mío. Yo me giré sobre el torso sorprendida por su pregunta.

.-“Si, claro” dije al tiempo que me sentaba hacia atrás tratando de acomodarme un poco más sobre el respaldo trasero. No ví su mano apoyada detrás mío, y en la torpeza de mi maniobra, me senté sobre la mano de Roberto justo detrás en el  asiento. Por suerte la retiró galantemente al notar el contacto.

.-“Simple curiosidad” dijo convencido por mi respuesta y mis gestos. Sin embargo a mí me intrigó su pregunta. ¿Y él?, ¿realmente se llamaba Roberto?. Estaba convencida de que me ocultaba algo.

.-“¿Porqué lo preguntas?” cuestioné no muy convencida de su respuesta.

.-“Vamos preciosa, ya sabes que llegados estos casos lo habitual es ocultar la verdadera identidad e inventarse algún nombre falso” pronunció al tiempo que me tocaba el brazo, para acto seguido posar su mano sutilmente, como el que no quiere la cosa, otra vez sobre mi rodilla mientras me daba las explicaciones.

De nuevo pude sentir el contacto de su mano sobre mi pierna. En mi cabeza se amontonaban un montón de pensamientos. ¿Porqué debía tratar de ocultar yo mi nombre?, ¿por qué iba a mentirle?, ¿qué es lo que quería decir con eso de llegados estos casos?, ¿acaso era habitual en él tener citas de esta manera?, ¿no me dijo que estaba casado en el chat?. Debía salir de dudas, lo mejor era aclararlo cuanto antes.

.-“¿Y tú?, ¿verdaderamente te llamas Roberto?” le pregunté reclinándome sobre el respaldo del asiento del sillón imitando su posición.

.-“En realidad me llamo Antonio” me dijo algo más serio en su voz. Y nada más decir esto el camarero regresó con nuestras consumiciones en una bandeja.

Mi acompañante retiro su mano de mi rodilla para repartir las copas que el muchacho iba dejando sobre la mesa. Y procedió a extraer su billetera del bolsillo interior de su chaqueta para abonar las bebidas.

No pude evitar fijarme en su cartera. Tenía un fajo de billetes que inevitablemente llamaron mi atención. Sin duda era mucho dinero, entre otros pude advertir varios billetes de color rojo, de esos de quinientos euros que yo hacía tiempo que no tenía entre mis manos. Bounty, Roberto, Antonio o como quiera que se llamase dejó un billete de cincuenta sobre la mesa para pagar las consumiciones. Mi mirada seguía fijamente absorta en semejante manojo de billetes.

Sé que el camarero le entregó las vueltas al instante, como si ya supiera de antemano el tipo de billete que le iba a dar mi acompañante y agradecido por la propina se despidió efusivamente:

.-“Que tenga una buena velada señor Antonio, y si me lo permite, la compañía  de esta noche es realmente hermosa” dijo el camarero educadamente al despedirse.

Ambos nos miramos y nos reímos tras escuchar el nombre en boca del muchacho que se alejaba. Mi rodrigón le dio un buen trago a su vaso de whisky, y yo procedí por imitación a darle un sorbo a mi gin tonic.

.-“¿Por qué lo haces?” le pregunté tras dejar mi copa en la mesa “¿porqué no me dijiste tu verdadero nombre?”.

Antonio me miró sopesando sus palabras, a la vez que extrañado por mi aparente inocencia.

.-“Es evidente ¿no crees?, estoy casado, los negocios me van bien, mucha gente me conoce, y no parece muy sensato dejar mi nombre en el primer chat al que me conecto” respondió. Luego enseguida me devolvió la pregunta:

.-“¿Y tú?, ¿por qué lo haces?” me preguntó apurando un nuevo trago a su consumición.

.-“Estaba aburrida, sola,… además…no tiene nada de malo quedar con otra persona” respondí algo nerviosa. Antonio se dio cuenta de que evité una respuesta directa, y de mi nerviosismo por el tema de conversación. Decidió investigar más.

.-“Me dijiste que estabas casada,” dijo cogiéndome de la mano en la que lucía mi alianza dando a entender que se había fijado.

.-“Oh, no, no te vayas a pensar nada extraño” le dije al tiempo que le retiraba mi mano de la suya.

.-“Entonces… ¿porqué quedas con desconocidos?” insistió mirándome fijamente a los ojos.

Yo bajé la cabeza, me daba vergüenza reconocer la verdad. Apuré un trago a mi gin tonic. Antonio continuaba mirándome esperando una respuesta. Un silencio incómodo se apoderó de nuestro alrededor. Necesitaba reaccionar. Apuré un segundo trago al gin tonic y muerta de  vergüenza pronuncié sin mirarlo a los ojos:

.-“Estoy aquí por qué necesito el dinero” y tras pronunciar estas palabras le dí un tercer trago casi seguido a los anteriores a mi gin tonic.

.-“No te preocupes” dijo Antonio en tono comprensivo, “en eso estoy dispuesto a ayudarte” dijo al tiempo que recorría mi espalda con su mano en señal de complicidad, mientras que con la otra me invitaba a realizar un brindis chocando su copa con la mía. Me ví obligada a imitarlo y beber un nuevo trago a mi gin tonic.

.-“Porque esta noche valga la pena” dijo al brindar, y ambos bebimos de nuestras copas hasta  casi el final.

.-“¿Pedimos otra?” me preguntó tras apurar en este último trago su whisky, y antes de que pudiera decir nada ya estaba realizando señales al camarero para que nos sirviese más de lo mismo.

Dada la situación apuré en un último trago mi consumición para que el camarero retirase las copas de la mesa. Me había bebido el primer gin tonic más aprisa de lo que estoy acostumbrada.

.-“¿Sigo sin entenderlo muy bien?” le pregunté algo inquieta. El me miró extrañado.

.-“¿El qué?” me preguntó ahora algo molesto por mi insistencia

.-“¿Por qué lo haces?, ¿Por qué darme doscientos euros tan solo por quedar?, ¿estabas casado no?, ¿entonces?, ¿por qué lo haces?” pregunté de forma rápida y confusa.

.-“Sólo por quedar” pronunció en un tímido murmullo, y a poco se atraganta mientras me examinaba de abajo arriba detenidamente.

Antes de que ninguno de los dos dijese nada se acercó el camarero para servirnos las nuevas consumiciones. Un silencio se apoderó entre los presentes mientras el camarero mezclaba el gin tonic y procedía a retirar la vajilla sobrante en su bandeja.

Antonio le dio un nuevo trago a su whisky mientras me miraba atento. Yo intimidada por su mirada lo esquivé concentrándome en saborear los matices de mi nuevo combinado. “Estoy bebiendo demasiado aprisa”, me dije a mi misma.

.-“Sabes, conozco muchas señoritas que cobran simplemente por su compañía” pronunció con segundas intenciones al tiempo que posaba de nuevo su mano sobre mi rodilla esperando mi reacción. Yo lo miré algo aterrorizada por su comentario.

.-“¡Qué estás insinuando!, No, no…¡No iras a pensar que yo!” exclamé indignada “oye que yo soy una mujer felizmente casada” le dije visiblemente molesta por su insinuación.

Antonio se echó a reír tras observar mi reacción como decente esposa, y entre sonrisas dijo:

.-“¿Y quién te ha dicho que las señoritas que ofrecen su compañía a cambio de dinero no están también felizmente casadas?”  me contestó poniendo cierto rin tin tin en eso de “felizmente casadas”.

Mi silencio evidenció mi estupefacción por su comentario.

.-“Mira preciosa …” me dijo esta vez acariciando mi pierna con la mano que antes descansaba en mi rodilla “la gran mayoría de señoritas que cobran por su compañía lo hacen porque necesitan el dinero. Hoy todo el mundo necesita el dinero porque tiene deudas. Te puedo asegurar que el chat en el que coincidimos está repleto de mujeres y fieles esposas que ofrecen su compañía y algo más a cambio de dinero. Sábado si, sábado no, quedo con la mujer de alguien, y como puedes ver esta noche tampoco es distinta. Solo espero no haberme equivocado con la compañía” y tras pronunciar estas palabras le dio un nuevo trago a su whisky esperando mi reacción.

Me quedé boquiabierta como una boba. He de reconocer que para nada me había imaginado que pudiera ser todo de esa manera. En esos momentos pude entenderlo todo. Seguramente el muy cabrón se aprovechaba de la necesidad de todas esas mujeres para tratar de acostarse con ellas. Seguro que les ofrecía más dinero a cambio de yo que sé qué tipo de barbaridades. Por eso llevaba tantos billetes en la cartera. Seguro que su propósito era acostarse con todas y cada una de ellas.

Pero estaba claro que Antonio se había confundido conmigo. Yo no estaba tan necesitada. No sé como lograría engatusar a las otras, pero yo tenía más que claro que cobraría los doscientos euros pactados y no sucedería nada más. Mis pensamientos llevaron a preguntarme cuando estaba dispuesto a pagarme, o en qué momento debería yo dar por concluida mi compañía. Debía matizar algunos puntos.

.-“Quedamos que serían doscientos euros solo por la compañía” dije tratando de dejar bien claro que no sucedería nada más.

Antonio como adivinando mis pensamientos me dijo:

.-“Tranquila mujer, soy un hombre de palabra, te daré lo acordado. Aunque no te lo creas ya estoy disfrutando mucho con tu compañía” dijo mientras continuaba acariciándome la pierna alrededor de mi rodilla esta vez sin miramientos, “pero te advierto que puedes ganar algo más de dinerito si me acompañas” dijo creando cierto suspense en sus palabras.

“¿Pero qué es lo que acaba de decir?” pensé mientras contemplaba su asquerosa mano acariciando mi pierna, absorta en mis pensamientos. “Y lo qué es peor… ¿qué es lo que me iría a proponer”.  No sé si estaba dispuesta a escuchar ninguna grosería. Me entraron ganas de levantarme y despedirme. Incluso llegué a pensar en la posibilidad de irme sin reclamarle los doscientos euros. Me dije mentalmente una y otra vez que mi dignidad no tenía precio.

Y sin embargo otra parte más perversa de mí, como mujer, me decía que debía exprimir aún más a ese capullo, que debía sacarle el máximo de dinero posible, para luego dejarlo bien jodido y con las ganas. El muy cabrón se lo merecía, se merecía un escarmiento por tratar así a las mujeres, y desde luego yo estaba dispuesta a dárselo. En esos momentos me alcé en paladín de todas las mujeres con las que había estado ese cretino arrogante. Además, no me había vestido así y salido en mitad de la noche de mi casa para nada, exigía mis doscientos euros.

Lo miré desafiante. Debía andarme astuta. En cierto modo estaba intrigada en saber qué es lo que pretendía realmente y en cómo trataría de conseguirlo. Seguramente me diría que quería acostarse conmigo o algo por el estilo a cambio de dinero. El muy cerdo ya conocía mi debilidad. Yo misma se lo había confesado, poniéndoselo en bandeja. Me pregunté si estaba dispuesta a escuchar una oferta siquiera o cualquier otro tipo de barbaridad al respecto, y me respondí a mi misma que sí, que estaba dispuesta a ello con tal de hacerlo quedar como un gilipollas si creía que yo sería capaz de hacer algo semejante. Estaba preparada para darle una buena patada en sus partes allí en medio de aquel elegante restaurante, con la intención de que se retorciese de dolor delante de todos haciendo el ridículo. “Cabrón” pensé, se merecía todos los males por aprovecharse así de las mujeres. Conforme más le daba vueltas, más aumentaba mi cabreo.

.-“¿A dónde quieres que te acompañe? Le pregunté apartando meticulosamente con dos de mis dedos su mano en mi pierna, y preparada para lo peor. Creí que me propondría subir a una habitación o algo por el estilo, pero me equivoqué…

.-“Es muy sencillo, conozco un pub aquí a la vuelta de la esquina, me gustaría que vinieses conmigo. ¿No te apetece bailar un poco?” dijo apurando su whisky de un solo trago como esperando mi negativa.

.-“¿Y ya está?, ¿eso es todo?” pregunté sorprendida.

.-“Mujer…¿qué te creías?” exclamó medio burlándose de mí por mis prejuicios.

.-“¿No vas a pedirme nada más?” le pregunté desnudando mis pensamientos.

.-“¿Acaso quieres que hagamos alguna otra cosa?” me preguntó con una sonrisa maliciosa.

.-“¡Nooooh!” exclamé haciéndome la indignada.

.-“¿A saber qué es lo que estarías pensado de mi?. Ya te lo he explicado, estoy de paso en la ciudad, me aburría y quería conocer a alguien. El dinero no es problema… además, créeme si te digo que me estás alegrando la noche” me dijo esta vez en un tono mucho más amigable relajando la tensión. Luego se puso en pie haciendo evidente que quería llevarme a bailar, y me hizo indicaciones para que apurase mi copa.

.-“Vamos, salgamos de aquí” dijo como con prisas porque terminase mi copa.

Reconozco que no me esperaba para nada aquella respuesta, incluso me hizo sentir mal conmigo misma por haber pensado perversamente acerca de él. Consiguió que dudase positivamente hacia su persona. Después de todo, tal vez fuese todo cierto y se conformase simplemente con estar acompañado. Mi marido siempre me decía lo duro que era estar lejos de tu casa de hotel en hotel.

Obedecí sus indicaciones y me bebí de un solo trago mi gin tonic para salir del bar con él.

Al levantarme, me di cuenta de mi error por beber de esa manera, nada más ponerme en pie empezaba a notarme algo mareada. Todavía confíe en mi tolerancia al alcohol, en peores circunstancias me las había visto, aunque hacía tiempo que no bebía ginebra y se me había subido a la cabeza. Sobre todo ese último trago apurando una copa casi llena.

.-“¿Te gusta bailar?” me preguntó mientras me abría la puerta de salida a la calle.

.-“Si estaría bien” dije al tiempo que me dejaba llevar.

.-“Ya verás, ponen muy buena música y el ambiente es increíble” dijo cogiéndome de la cintura y guiándome por las calles.

Durante la caminata me rodeó todo el tiempo con su brazo agarrado a mi cintura, aprovechando cualquier excusa para dejar caer su mano y acariciarme diplomáticamente  el culo, siempre como por descuido o accidente, de tal forma que no podía recriminarle nada. Vamos el típico tío tocón, pero nada más. Estaba claro que yo le gustaba, y en cierto modo eso me hacía sentir alagada. De alguna manera realzaba mi ego de mujer. Era como si por algún recóndito motivo me alegrase de saber que todavía era capaz de seducir y de gustar a un extraño. Sensación que recuperé del olvido. Así que casi sin quererlo me dejé llevar por el camino del coqueteo.

Entre otras cosas durante el trayecto, también pude apreciar el olor de su colonia. De hecho pude reconocer el inconfundible aroma de su marca. Se trataba de Egoist de Channel, pues en alguna ocasión se la había regalado a mi marido. Supongo que por eso, y a pesar de todo, de invadir mi espacio interpersonal y de tratar disimuladamente de tocarme el culo al menor descuido, no resultaba del todo desagradable su “forzada” proximidad. Pensé que podría ser peor, y poco a poco me fui acostumbrando al contacto físico entre ambos. Apenas en un par de calles, y tras un monólogo por su parte acerca de tonterías, llegamos al bar que me había indicado.

Lo cierto es que el pub estaba abarrotado. Parecía estar bastante de moda. Yo hacía tiempo que no salía por la noche. La música estaba a todo volumen, sonaba dance, disco, tecno y cosas así. Me gustaba. Luces y focos iluminaban una especie de pista de baile central en la que apenas podías moverte de la gente que había. A decir verdad costaba moverse en todo el pub. El contacto, los roces y los apretujones eran inevitables. Además yo estaba un poco entonada por los gin tonics anteriores, y me encontraba con mucho ánimo y ganas de mover el esqueleto. A pesar del gentío logramos hacernos un huequito para bailar los dos frente a frente. Alrededor se veía gente de todas las edades, eso sí, todo gente guapa y elegante.

Antonio se movía realmente mal en la pista, se notaba que ese tipo de música y de pubs no eran para un hombre de su época. Desentonaba algo allí en medio con la americana y todo puesta. Me sonreí al verlo bailar tan patéticamente, sabía que al menos lo estaba intentando por mí, que me había llevado allí con la intención de agradarme, y entendí que era de corresponder de alguna forma por mi parte.

Yo me puse a bailar enfrente, mientras él me observaba y repasaba con la mirada de arriba abajo. Literalmente, se me comía con los ojos, y de nuevo esa extraña sensación en mi cuerpo. La gran mayoría de los presentes eran hombres, había muy pocas chicas. Sé que muchos de los muchachos que estaban a nuestro alrededor me miraban preguntándose qué hacía una chica como yo con un viejo como Antonio. Tengo que reconocer que en cierto modo me gustó ser el centro de atención de miradas llenas de envidia, todas ellas clavadas en mi cuerpo, y me puse a bailar de lo más sexy provocando a los presentes. Los gin tonics ingeridos a toda prisa ayudaron lo suyo a comportarme de esa manera tan desinhibida. Por unos momentos me alegró no tener que dar explicaciones a nadie de ningún tipo. Desde luego nunca hubiera bailado de esa manera en presencia de mi esposo o de mis amigas. Porque no admitirlo, me sentía bien conmigo misma.

Antonio, que es un tipo listo, se dio cuenta de mi euforia, y del jueguecito que me traía entre manos con el personal masculino de alrededor. En un momento dado me agarró de la cintura por detrás y me dijo elevando la voz en mi nuca debido al volumen de la música, que se iba a pedir un par de copas más a la barra.

.-“¿Quieres otro gin tonic?” Me preguntó al tiempo que agarrado a mi cintura por la espalda, y dadas las circunstancias y los meneítos, entre apretujones y roces, su bragueta se estrellaba contra mi culo en cada vaivén de forma casi inevitable para ambos.

Yo asentí con la cabeza a su invitación, sin darle mayor importancia al contacto que se producía entre nuestros cuerpos fruto de las circunstancias, aunque estaba claro que Antonio estaba disfrutando del bailecito, porque se demoró un tiempo en marchar a por las bebidas. En el fondo todo se trataba de una absurda pelea de gallos, pues considero que mi acompañante se cuido mucho de marcar su territorio al abandonarme en medio de la pista.

Reconocí varias canciones de David Guetta mientras bailaba sola en el transcurso del tiempo hasta que mi acompañante regresó con las consumiciones, entre ellas el “Shot me down” que tanto me gusta.

 Al regreso de Antonio con las copas, le dí un largo trago al nuevo gin tonic para aliviar el calor y la temperatura que aumentaba por momentos en mi cuerpo. Recuerdo que pensé otra vez en mi cabeza, que estaba bebiendo más de la cuenta. Aunque también pensé que en esos momentos me lo estaba pasando bien, y además estaba ganando un dinerito a costa de Antonio.

Se produjo la típica situación en la que a mí me molestaba el vaso en la mano para bailar, y en cambio Antonio no sabía estar en la pista si no era con una copa entre sus manos. Yo me bebí el gin tonic relativamente rápido, mientras Antonio apuraba lentamente su whisky,  su principal aliado en  la excusa por no bailar. Creo que eso es lo que hizo que yo me pusiese  algo más mareada de la cuenta, mientras él aún seguía impertérrito a los efectos del alcohol.

He de reconocer que entre las luces, el alcohol, el baile, y las miradas lascivas de los chicos de mi edad revoloteando alrededor mío, lograron que me encontrase pletórica en todo momento. Quise moverme sexy, bailar provocando, menearme excitando al personal, sentirme libre como hacía tiempo que no me sentía al salir una noche de marcha. Siempre asumiendo el papel de recatada esposa y decente amiga. Pues ¡no!, al menos durante esos momentos quería liberarme de todas mis ataduras sociales. Era mi oportunidad. Tengo varias lagunas en mi memoria de esos momentos, pero recuerdo que incluso en más de una ocasión pude apreciar el contacto y los roces con Antonio mientras bailábamos apretujados, y no importarme en absoluto. En el fondo no me parecía un mal tipo. Yo estaba disfrutando, y me lo estaba pasando bien y el tenía la compañía perfecta que buscaba. Además tenía la situación controlada ¿no?.

Yo también provoqué algún que otro roce con alguno de los muchachos de la pista. Quise saber en qué medida lograba encelar a mi acompañante. Es más, podía apreciar las miradas de muchos de los chicos a mi alrededor envidiando la suerte Antonio. Resumiendo, que me gustó, me hizo sentir deseada. En mi estado, también me dí cuenta que provocaba la envidia de Antonio y que eso a él le gustaba. Estaba claro que es de esos tipos a los que les encanta presumir, en este caso imaginando que yo era su conquista y pavoneándose delante del resto de machitos, por lo que decidí seguirle el juego, ¿era por lo que estaba pagando no?. Quién sabe porque me presté a colaborar en el juego de Antonio.

Antonio terminó su copa y me dijo que se acercaba a la barra a por otra. Pobrecillo, me dio pena. No sé cuánto tiempo había aguantado estoicamente en medio de la pista de baile. Por mi parte había perdido la noción del tiempo y empezaba a estar cansada. Los tacones me estaban matando.

Cuando se giró para alejarse en dirección a la barra yo estaba ya algo agotada de bailar, así que lo agarré por el brazo y le dije:

.-“Espera, te acompaño” su mirada lo dijo todo, estaba contento por mi decisión. Sabía que mi disposición lo complacería, y en cierto modo yo también me sentí mejor conmigo misma.

 Una vez en la barra del bar tuvimos que esperar a que nos atendieran entre toda la gente. Por suerte una pareja a nuestro lado dejó libre un taburete. Parecía imposible hacerse con un asiento en ese pub, y sin embargo la suerte acompañaba a Antonio. Me cedió galantemente el taburete, y se lo agradecí enormemente pues estaba algo cansada de los tacones y de bailar. Tuve que sentarme cruzando las piernas, y mi minifalda se recogió ocultando lo justo y mostrándolo todo. No le dí la importancia que le hubiese dado en otras circunstancias, y simulé ser un descuido. Quedé situada entre la barra y mi acompañante, que me ocultaba con su cuerpo a la vista de todos.

Desde esa posición Antonio gozaba de una visión privilegiada de mi escote y de mis piernas, y a la vez me ocultaba del resto de miradas indiscretas. Me hizo gracia comprobar cómo se le iba la vista. Reconozco que fui un poco mala y le mostré hasta donde se puede mostrar y un poco más. El pobrecillo me devoraba con la vista y yo disfrutaba a mi manera.

.-“Bailas muy bien” me gritó al oído mientras esperábamos que nos atendiesen.

.-“Gracias” respondí tratando de recuperar el aliento.

.- “¿Se te veía a gusto bailando?” trató de insinuarme que se había percatado de mis jueguecitos y travesuras con los chicos de mi alrededor, y de que no me importaron los roces y los contactos físicos que hubo en la pista mientras bailábamos.

.-“Me gusta mucho bailar y hacía tiempo que no lo hacía” le dije tratando de evitar tener que dar explicaciones respecto de mis sentimientos de hace unos momentos. Antonio dedujo que no quería hablar de ello y astutamente desvió el tema.

.-“¿A qué te dedicas, Sara?” preguntó mientras le hacía señas a una camarera de detrás de la barra para que lo atendiese.

.-“Oh, ahora mismo estoy en el paro” pronuncié algo avergonzada por mi situación. No sé porqué, pero de repente me sentí mal, toda mi euforia de hace un rato se vino abajo.

.-“¿Llevas mucho tiempo?” insistió.

.-“Más de dos años” le dije apenada.

.-“¿Entonces ya no cobras nada?” preguntó esta vez sorprendido mientras miraba el bolso de Guess en mi regazo.

.-“Efectivamente, según el gobierno ya no tengo derecho a nada” dije bajando el tono de voz, apenas perceptible entre el sonido de la música.

.-“¿Las cosas no van bien últimamente, verdad?” preguntó tratando de obtener más información.

.-“Así es, a pesar de que mi marido trabaja nos cuesta llegar a final de mes” quise dar una respuesta contundente a su curiosidad.

.-“¿Tienes deudas?” insistió por su parte.

.-“Digamos que alguna que otra” no quise darle más información. Antonio se dio cuenta que mi estado de ánimo había cambiado.

.-“Mujer, no creo que sea mucho, estoy seguro que una mujer tan guapa y tan lista como tú encontrará una forma de sacar el dinero” dijo como si nada.

Esta vez logró irritarme por su actitud. No sería nada para él, para mí cierta cantidad era todo un mundo. No tenía muy claro lo que se pretendía. Por unos momentos pensé que trataba de hacerme sentirme culpable de mi situación intencionadamente, pero opté por evitar el enfrentamiento y hacerme la despistada.

.-“Para mí en estos momentos lo es, es mucho dinero” pronuncié bajando mi mirada al suelo.

.-“¿Cuánto necesitarías para tirar adelante?” me preguntó expectante.

.-“No es asunto tuyo” dije evidentemente molesta por el temita de conversación que comenzaba a irritarme notoriamente.

.-“Tranquila mujer, sólo pretendía ayudarte” dijo ahora más condescendiente, y  cambiando de tema. En eso era todo un maestro.

.-“¿Cuánto tiempo llevas casada?” me sorprendió ahora con su pregunta por cambiar de asunto tan de sopetón.

.-“¿Que tiene que ver?” De pronto la conversación no me estaba gustando, estaba preguntando cosas demasiado personales y no venían a cuento.

.-“Digamos que nada, pero tengo curiosidad ¿Qué tiene de malo?” se defendió de mis acusaciones.

.-“Supongo que nada” le respondí tratando de hacer las paces.

En esos momentos la camarera nos acercó las consumiciones que le habíamos pedido antes.

.-“No te gusta que hablemos de tu vida privada ¿eh?” preguntó insistiendo.

.-“No” dije algo más seca.

.-“Pero a mí sí que me gustaría conocerte un poquito más afondo” recalcó lo de afondo con un estúpido tono de voz. “Entre otras cosas por eso te pago” quiso dar a entender sus condiciones. “Pero sabes…estas de suerte, preciosa. Te propongo algo que nos complacerá a ambos. Una especie de juego…” dijo creando cierto suspense después de darle un buen trago a su whisky.

.-“¿En qué estás pensando?” le pregunté temerosa de lo que pudiera proponerme.

.-“¿Recuerdas jugar de pequeña a acción o verdad?” me preguntó alternando su mirada de mi escote a mis piernas y de mis piernas a mi escote.

.-“Si, claro. Todos hemos  jugado alguna vez, pero dime… ¿en qué consiste exactamente tu juego?” le pregunté esta vez llena de curiosidad.

.-“Sencillo, yo te voy haciendo preguntas, si las respondes todas te daré … digamos que cien euros más, así te llevas trescientos. Si no quieres responder a alguna pregunta a cambio puedes hacer una acción. Te puedes plantar cuando quieras, pero si decides continuar y no cumples tu parte lo pierdes todo ¿de acuerdo?” dijo al tiempo que dejaba descansando como quien no quiere la cosa, su mano sobre el muslo de mi pierna cruzada superiormente.

.-“¿Y si no quiero responder alguna de ellas?” traté de hacerle ver que las reglas propuestas no me parecían muy estudiadas.

.-“Si es después de aceptar, puedes continuar compensándolo con una acción o también puedes perder lo acumulado” dijo Antonio esta vez muy serio “piénsalo bien, puedes ganar un dinerito sólo por ser sincera conmigo” dijo invitándome a dar un nuevo trago a nuestras copas.

.-“Está bien”, acepté “no tengo nada que perder” me dije a mi misma. En esos momentos no me pareció mal trato. Pensé que la conversación transcurriría más o menos por los mismos cauces. ¿Qué quería saber?. Mi vida era pura rutina y para colmo aburrida, y además me reportaría algo más de dinero por total cuatro preguntas estúpidas.

Antonio empezó con su cadena de preguntitas.

.-“No me has contestado antes…¿cuánto tiempo llevas casada?” preguntó de nuevo.

.-“Seis años” le respondí ahora mirándolo desafiante aceptando el reto.

.-“Ves es fácil” me dijo al tiempo que deslizaba su mano por mi pierna. “Ahora dime, ¿Cómo conociste a tu marido?” me preguntó al tiempo que bebía un nuevo trago a su whisky.

.-“Fue a los 18 años, en la universidad” le dije orgullosa de recordar esos días.

.-“Con esa edad, ¿habrá sido el único hombre en tu vida con el que te has acostado?” quiso saber.

.-“Si” no dudé en responderle.

.-“¿Eras virgen cuando te conoció?” preguntó con todo su descaro mirándome a los ojos.

.-“Así es” dije orgullosa de mi matrimonio y algo molesta por su pregunta.

.-“Entonces….¿nunca has estado con otro hombre?” preguntó como extrañado.

.-“Te estás repitiendo” le informé  tratando de hacerle ver que se redundaba.

.-“¿Lo quieres?” me preguntó al tiempo que observaba su mano en mi pierna.

.-“Pues claro” le respondí tajantemente.

.-“Me refería a si lo quieres verdaderamente ¿o estás con él por costumbre?” quiso explicarse y matizar su pregunta.

.-“Lo quiero” respondí sin pensar.

.-“Y él. ¿Crees que te quiere? ¿O está contigo por costumbre?” preguntó acto seguido, como si ya tuviese preparada de antemano la cuestión en concreto.

.-“Supongo que sí” le respondí.

.-“¿Tiene detalles contigo?. ¿Me refiero a si te regala flores?, ¿se acuerda de vuestro aniversario y cosas por el estilo?” se explicó en su pregunta.

.-“Siii” respondí tímidamente. Pero lo cierto es que dudé en responderle, puede que tuviese razón, la verdad es que hacía un tiempo que me había resignado a mi marido. Antonio había dado en el clavo, mi matrimonio era pura rutina. Ya no había pasión ni imaginación, ni tan siquiera cuando mi marido me hacía el amor. Entre las veces que debía fingir y  los gatillazos de mi marido, el caso es que me costaba tener relaciones satisfactorias. Seguramente continuaba con él por la fuerza de la costumbre y por mi hijo. Sobre todo mi hijo, pensé que el dinerito que estaba ganando en esta noche me permitiría al menos comprarle alguna de las muchas cosas que siempre le posponía.

Pero no, Antonio no tenía porque enterarse de nada de todo esto. Mis miserias son mías y de nadie más.

.-“Lo quiero con todo mi corazón” dije tratando de hacérselo creer a mi acompañante tras mi breve silencio. Antonio hizo un gesto de desaprobación.

.-“Y él. ¿Crees que te es fiel?” me preguntó alzando la vista para mirarme a los ojos.

.-“Eso creo” respondí muy segura.

.-“¿Dónde está ahora?” quiso saber.

.-“De viaje” dije tratando de mostrarle mi seguridad en él.

.-“Y si te dijese que he dado contigo en el chat porque quería mostrarte unas fotos comprometidas de tu esposo” dijo esta vez muy serio poniendo cara de detective. Creo que puse cara de pánico tan solo de pensar que podía ser verdad. Dude, pero aún con todo le respondí:

.-“No me lo creo” pronuncié aunque mi rostro reflejase verdadero temor.

.-“Tranquila mujer” dijo en tono de guasa, “era una broma” rectificó al ver mi cara de pócker. Pero lo cierto es que había logrado sembrar la duda.

.-“Y tú…” enseguida quiso retomar la conversación “¿Te has preguntado alguna vez como sería estar con otro hombre?” dijo extendiendo el recorrido de su mano por mi pierna.

.-“Nooo” dije seca y tajante.

.-“Me estás mintiendo” dijo algo más serio “eso no vale” argumentó mirándome fijamente a los ojos.

.-“¿Por qué dices eso?” le pregunté temiendo que fuese una estratagema para no pagarme lo ganado.

.-“Simplemente, no es verdad lo que me has dicho” me dijo muy serio.

.-“Que siiií, que es verdad” le dije con cara de niña buena.

.-“Mentira. No me lo creo. Todo el mundo piensa en acostarse con alguien que no es su pareja en algún momento. Aunque luego no lo materialice, pero pensar lo pensamos todos” dijo mirándome de nuevo a los ojos.

.-“Lo dices porque no quieres pagarme” le increpé algo enfurecida temiendo que no cumpliese su palabra. Me estaba defraudando.

.-“No es eso, el dinero no me preocupa, pero no me gusta que me mientan” dijo algo enfadado por mi concepto de él. Y mirándome fijamente a los ojos continúo hablando:

.-“Está bien continuemos. Te voy a demostrar que me mientes” dijo siguiendo con nuestra particular conversación, y de repente preguntó:

.- “Dime… ¿te masturbas?” soltó de golpe y porrazo.

Yo abrí la boca como una pasmarota, para nada me esperaba una pregunta tan atrevida, de ese tipo. Además había logrado irritarme, me había llamado mentirosa.

.-“¿Qué tipo de pregunta es esa?” le respondí indignada por su osadía.

.-“¿Quieres el dinero o no?” me dijo al tiempo que daba un trago a su whisky y me observaba el escote desde su posición.

.-“Esta bien” dije conocedora de que ahora era yo la que estaba infringiendo las reglas del juego, Antonio había jugado muy bien sus cartas, “sí, alguna vez” le respondí.

.-“Y ¿cuándo lo haces….  Siempre piensas en tu marido?” dijo mirándome fijamente a los ojos saboreando su victoria dialéctica.

Un silencio se hizo entre los dos. El muy cerdo me tenía acorralada, yo trataba de pensar la forma en que salir airosa de la pregunta sin tener que reconocer ante ese cabrón que como todas las mujeres en este mundo, tenía mis propias fantasías.

“No quieres responder porque sabes que te he pillado mintiéndome. Vamos reconócelo, no hay nada de malo en ello. Todo el mundo fantasea alguna vez  que lo hace con otra persona que no es su pareja. Yo sólo quiero que seas sincera conmigo, no quiero que me mientas” me dijo sabiéndose triunfador.

.-“Digamos que no quiero responder a esa pregunta” le dije tratando de buscar una salida honrosa.

.-“Lo sabía” dijo orgulloso de sí mismo. “Si no me equivoco llevabas un dinerito ganado, pero si quieres seguir jugando tendrás que pagar con una acción” dijo con una pícara sonrisa dibujada en su rostro, “o eso, o lo pierdes todo” dijo sabiendo que no me daría por vencida.

.-“¿Qué tipo de acción?” pregunté tratando de adivinar lo que se proponía.

.-“No sé” dijo dudando mientras miraba a nuestro alrededor tratando de pensar en algo.

.-“Ya sé” dijo de repente, “tienes que conseguir que alguien te invite a una copa, ¿lo harás?” me preguntó inquieto.

Me sorprendió algo su propuesta, pero no me pareció descabellada ni difícil de conseguir. Esta vez fui yo quien miró a nuestro alrededor, vi a un chico de mi edad no muy agraciado que se acercaba a pedir a la barra, pensé que podía ser la víctima perfecta para inventarme una excusa y lograr que me invitase. Miré a Antonio aceptando el reto, le entregué mi bolso y le dije:

.-“Esta bien, espera y verás” y nada más decir estas palabras me acerqué al muchacho decidida. Antonio me observaba desde su posición.

.-“Hola, ¿te conozco?” le dije a mi victima situándome a su lado en la barra “Yo soy Sara” me presenté descaradamente al tiempo que le daba dos besos en las mejillas.

.-“Encantado Sara pero…¿de qué nos conocemos?” me preguntó el chaval aturdido por mi efusividad.

.-“Estabas a punto de invitarme a una copa ¿recuerdas?” le dije guiñándole un ojo y retorciendo mi collar entre mis dedos a la altura del escote para que se fijase en esa zona de mi cuerpo.

.-“¿Y porque iba a hacerlo?” me preguntó sorprendido mientras me repasaba con la vista de arriba abajo.

.-“¿Acaso no quieres invitarme?” le pregunté poniendo carita de niña mala y jugando con mi mano en la solapa de su camisa en el pecho.

.-“Lo que no llevo es más dinero encima” dijo encogiéndose de hombros “¿tal vez puedas invitarme tu?” dijo con una caradura increíble.

Debí poner cara de cuadro, lo que aún debió de agradar más a ese sinvergüenza. ¡Quién se había creído el muy canalla!, la última coca cola del desierto. Menudo idiota. Estaba claro que me había salido mal la jugada. Decidí no perder más el tiempo con ese chulo engreído y regresar con Antonio.

.-“¿Qué ha pasado?” me preguntó Antonio a mi regreso cabizbaja jactándose de mi derrota.

.-“No llevaba dinero encima” le respondí con cara de pocos amigos

.-“Je, je, je. Algo bastante habitual en estos días ¿no crees?” Se sonrió Antonio.

.-“Bueno, es una pena” dijo dando un trago a su whisky, “me temo entonces que aquí termina nuestro juego” dijo saboreando su destilado y su victoria.

.-“Dame otra oportunidad” le dije enfadada conmigo misma al ser tan estúpida de jugármelo todo tan a la ligera, pero sobre todo por haber sido rechazada de esa manera por un autentico gilipollas.

.-“¿Por qué iba a hacerlo?” me preguntó “No sé si te has dado cuenta…, pero ese chaval no  ha tenido la decencia ni de invitarte a una copa a pesar de habértele insinuado. ¿Por qué iba a darte yo entonces trescientos euros?” añadió mientras me miraba de nuevo el escote.

.-“Porqué él era un imbécil,  y tú un tipo listo al que le gusta apreciar la buena compañía” le respondí poniéndome exageradamente fingida en plan mimosa con él.

.-“Aprendes rápido, y en eso tienes razón” dijo sujetándome la barbilla con su mano libre. “Está bien, te daré una nueva oportunidad, tienes suerte que me lo estoy pasando bien contigo” me dijo acariciándome mi rostro con la palma de la mano, y dándome esperanzas de continuar con el juego.

.- “Pero esta vez tendrá que tratarse de una prenda” concluyó tajantemente.

.-“Me parece bien” dije ilusionada con la posibilidad de recuperar mi dinerito. Sorprendí a Antonio mirándome descaradamente el escote, esta vez aprecié una mirada un tanto extraña en él que me inquietó hasta conocer sus intenciones.

.-“Te toca pagar con una prenda” repitió como dudando de lo que yo estaría dispuesta a hacer.

.-“Bueno, ¿qué tipo de prenda?” pregunté pensando que se trataría de otra acción similar a la anterior.

.-“Ve a los baños y quítate el sujetador. Luego me lo enseñas en tu bolso y prueba superada” dijo como si nada expectante una vez más a mi reacción.

Yo lo miré estupefacta por sus palabras, cayeron como un jarro de agua fría a mis expectativas.

.-“¿Y si no quiero?” le pregunté desafiando sus intenciones.

.-“Entonces nada” dijo agarrando su vaso de whisky dándome a entender que apuraría su copa y marcharíamos de allí dando por concluida la velada.

.-“¿Si lo hago?, ¿seguiremos jugando?” le pregunté temerosa de que no sirviese de nada desprenderme de mi prenda.

.-“Si me traes la prenda yo no tendré inconveniente en darte tu dinero y seguir jugando, pero dudo que te atrevas con este tipo de cosas… y eso que me ahorro” soltó la última coletilla con la clara intención de picarme.

.-“No es justo” le argumenté tratando de convencerlo porque cambiase de tipo de propuesta.

.-“La vida no es justa, pero no he sido yo quien no ha logrado superar la prueba de antes” concluyó dándome a entender que no cambiaría de opinión.

.-“Esta bien” dije algo confusa “de momento tengo que ir al baño. Ya me lo pensaré mejor” dije descendiendo del taburete y marchando hacia los aseos.

Cuando llegué a los baños, tuve que esperar un par de turnos para poder acceder a un habitáculo. Una vez dentro era todo un manojo de nervios. ¿Quitarme el sujetador?. ¿Qué es lo que quería?. Estaba claro. Llevaba toda la noche mirándome el escote, lo que pretendía es poder verme las tetas en cada descuido. Además, seguramente se transparentaría la tela de la blusa. Me planteé salir de dudas en el espejo colectivo de fuera. Quise pensar que no se transparentaría mucho y que no había motivo para preocuparse. De todas formas ya me había planteado salir de casa de esa manera, aunque eso fuese cuando imaginaba que sería un príncipe azul y no un viejo baboso el que vendría a recogerme. Tras mucho dudar me quité el sujetador, introduje mis manos a la espalda y separé los corchetes de detrás, luego me deshice de la prenda por una de las mangas. No me lo podía creer pero acababa de desprenderme de mi sostén y de guardarlo en el bolso tal y como me había pedido. Sentí cierto alivio al liberar mis pechos de la opresión, y estaba nerviosa, muy nerviosa. Para ser sincera estaba confundida, neurasténica, perturbada, liada, excitada, bebida, animada, fuera de control, alterada… y un sin fin de sensaciones difícil de controlar.

Salí del habitáculo dispuesta a examinarme en el espejo. Muy a mi pesar la tela de gasa de la blusa se transparentaba algo más de lo que yo esperaba, pero seguramente mucho menos de lo que se esperaba Antonio. Recuerdo que miré mi sujetador en el bolso por última vez antes de decidirme a salir, y me consolé a mi misma pensando que con la oscuridad de las luces apenas se vería nada.

“Total, verá pero no catará”, me repetí a mí misma varias veces antes de decidirme. Incluso llegué a pensar que si lograba tenerlo “calentito” durante toda la noche el tío aflojaría más dinero, y ese era mi propósito, sacarle más dinero. Estas palabras me dieron fuerza para continuar, yo sólo me repetía mentalmente una y otra vez: “sácale más dinero, sácale más dinero”. Respiré profundamente y armándome de valor decidí salir al encuentro con Antonio.

De regreso pude comprobar la libertad de mis pechos al andar. Fue una sensación extraña para mí. Una vez fuera de los baños, tenía la impresión de que todo el mundo me miraba, aunque no fuera así. Regresé dónde estaba Antonio, y sin mediar palabra le abrí el bolso ante su atenta mirada. Pudo comprobar que mi prenda aguardaba en el interior.

Me sorprendió que ya no estuviera el taburete en el que me sentaba antes, y decidí preguntarle. Me dijo que se lo había cedido a una chica guapísima que se lo había pedido, y pensando en que nos iríamos a casa se lo había dejado. Todo esto lo dijo claramente con la intención de picarme.

.-“¿Apuesto a que nunca  has hecho algo parecido?” me preguntó retomando nuestra particular conversación y sin dejar de mirarme a los pechos tratando de averiguar la figura de mis aureolas tras la tela de la blusa.

.-“A partir de ahora mi sinceridad te costará otros cien” le advertí antes de contestar.

.-“Por supuesto” me confirmó relamiéndose mientras me miraba de nuevo los pechos.

.-“Alguna vez ya he ido por la calle sin sujetador” le respondí algo avergonzada por sus miradas, pero tratando de hacerle creer que no era tan mojigata como se pensaba.

.-“Ah siiih, ¿cuándo?” me preguntó.

.-“En la playa, por ejemplo” le respondí triunfante.

El asintió con la cabeza reconociendo que había salido airosa de su pregunta. En esos momentos tuve clara su táctica, pretendía encerrarme dialécticamente para que tuviese que cometer forzosamente otra acción.

.-“¿Practicas top less?” me preguntó como sorprendido y por tendencia a mi respuesta anterior.

.-“No” dije esta vez algo más seca.

.-“¿Porqué?” insistió él.

.-“Pues porque me da vergüenza delante de mi marido y mi hijo” le respondí sin temor.

.-“¿Te gusta que te los chupen?” me preguntó en un intento más agresivo por salirse con la suya, mirándome descaradamente al escote y algo más.

.-“Oye… ¿qué tipo de preguntas son esas?” le dije haciéndole ver que se estaba pasando un poco.

.-“Vamos responde… ¿tú marido te los chupa cuando hacéis el amor?” me susurró de nuevo en la oreja.

El caso es que comenzaba a estar algo acalorada por sus preguntas. Mi mente me decía que no debía responderle a ese tipo de preguntas, en cambio una parte más instintiva de mi ser me decía que debía seguirle el rollo, mejor responder que no tentar otra acción.

.-“Si claro, le encanta” le dije siguiéndole ahora el juego como si fuera lo más normal del mundo, con voz algo más sensual y tratando de provocarlo al máximo según me había propuesto a mi misma en los baños.

.-“¿Y a ti?, ¿te gusta?” me preguntó de nuevo a media voz en el cuello.

.-“¡A quien no!. Me encanta que me los chupe mientras me hace el amor” dije al tiempo que me chupaba un dedo provocativamente subiendo la temperatura ambiente,  “me vuelve loca” pronuncié con la voz más sexy que pude.

.-“Y tú…,¿se la chupas a él?” me preguntó al tiempo que se tocaba disimuladamente el paquete entre sus piernas con una mano. Una no es tonta y sabe que en esos momentos Antonio estaba teniendo una erección.

.-“Nooooh” dije cambiando radicalmente mi actitud ante su pregunta, y evidenciando mi repulsa respecto de practicar sexo oral con nadie.”¿por quién me has tomado?” gesticulé mostrando mi rechazo y haciéndome la tontita.

.-“¿Por qué no?” quiso saber más.

.-“No me gusta y punto” dije haciéndole ver que me enojaba dar explicaciones.

.-“Esta bien, está bien…” dijo tratando de rebajar la tensión “¿Cuéntame alguna locura que hayáis hecho juntos?” preguntó con una sonrisa lasciva en su cara cambiando el tema. Era un especialista en desviar la atención.

.-“No sé, no recuerdo” le respondí.

.-“Eso no es una respuesta, y ya me has evitado varias veces” me dijo esperando algo más por mi parte, al tiempo que le hacía señas a una camarera para que nos sirviese otras dos copas de lo mismo.

.-“En una ocasión, de novios, lo hicimos en un parque” respondí lo primero que se me vino a la cabeza tratando de salir del paso.

.-“¿Eso es lo más, de lo más que has hecho?” me preguntó mostrando asombro.

.-“Si” respondí algo incómoda por su tono de voz.

.-“¿Siempre le has sido fiel?” me preguntó relamiéndose con la mirada.

.-“Eeeh, pues claro” dije titubeando.

.-“¿Por qué dudas?” me preguntó intrigado.

.-“Bueno… en una ocasión” comencé a decir dubitativa por continuar  “serían las fiestas de mi pueblo…, yo tendría veinte años o así. Ya sabes… estaba borracha, mi marido…, que entonces era tan solo mi novio no estaba…, y otro chico me besó” dije a trompicones y avergonzada por mi confesión. Aún no logro entender porque le conté eso.

Justo en ese momento la camarera se acercó hasta nosotros para servirnos dos nuevas copas. Yo me apoyé contra la barra y Antonio se situó detrás de mí, mientras la camarera procedía con el ritual de preparación.

.-“Apuesto a que ese chico te tocó el culo” me susurró en la oreja desde detrás, y me agarraba al mismo tiempo por la cintura, mientras ambos contemplábamos como la camarera servía las copas. Yo continuaba de cara a la barra impasible antes sus palabras, tratando de disimular frente a la camarera.

.-“Fue sólo un beso” le respondí tratando de aparentar una conversación normal.

.-“Y yo…” me susurró de nuevo aproximándose a mí por la espalda “¿Puedo besarte?” Se pegó tanto a mi espalda que pude apreciar su aliento a whisky en mi nuca y su miembro clavado entre mis nalgas.

.-“Noooo” traté de zafarme de él dándole un culetazo. Pero casi fue peor el remedio que la enfermedad pues al hacerlo aprecié toda su dureza  golpear contra mis nalgas. ¡Estaba empalmado!. No me lo esperaba de un hombre tan mayor como Antonio que podía ser mi padre. No me agradó el contacto, es más, aunque me pareció repulsivo traté de disimular dada la presencia de la camarera.

.-“¿Puedo tocarte el culo al menos?” me preguntó descaradamente como quien no quiere la cosa. Yo aparentaba normalidad como buenamente podía, pues dudaba que la  chica que nos servía las copas no estuviera escuchando nuestra conversación.

.-“No” dije yo esperando a que la camarera terminase y tratando de evitar cualquier contacto por mi espalda.

.-“Sabes… tienes un culo precioso” me susurró en la oreja apartándome el pelo a un lado e insistiendo en rozarme con sus partes.

.-“Que no. No insistas” dije zafándome de él de nuevo con un culetazo tratando de quitármelo de encima. En esos momentos tan solo pensaba en que la camarera terminase de atendernos para acabar con esa situación tan vergonzante para mí.

.-“Te doy cien euros más si me dejas tocarlo” dijo sacando su billetera para pagar las consumiciones al tiempo que volvía a arrimar su cebolleta.

.-“Noooo” dije yo haciéndole ver que era un pesado y que no me agradaba en absoluto la conversación.

.-“Solo tocarlo” insistió al tiempo que trataba de sobármelo con las manos.

.-“Que no, pesado” dije yo apartándole las manos, rezando por que la camarera se diese prisa en acabar y a la que por su cara le divertía el espectáculo.

.-“Seguro que se lo has dejado tocar a otros en más de una ocasión y no has puesto inconveniente” preguntó volviendo a rozarse una vez más con sus partes por mi trasero. Me era imposible esquivarlo, me tenía atrapada contra la barra.

.-“Escucha, aún no me has dado nada de lo acordado. No trates de aprovecharte” dije tratando de hacerle ver que comenzaba a desconfiar de sus promesas.

.-“Hagamos un trato” dijo depositando un billete de quinientos euros desde detrás mío encima de la barra para que cobrasen las consumiciones, “cuando la camarera traiga las vueltas te las quedas, así son cien euros más de lo acordado y algo de propina” insistió a la vez que alargaba la mano para alcanzar su whisky y exhibir ante mis ojos un billete de quinientos euros antes de dejarlo intencionadamente descuidado sobre la barra del bar.

Opté por hacer caso omiso a su propuesta y me giré lo antes posible para saborear el gin tonic recién servido, pero sobre todo para dejar de darle la espalda a mi acompañante e impedir que arrimase su cebolleta a mi culo.

Debía reconocerlo, estaba ya algo mareada por el alcohol ingerido a lo largo de toda la noche, y a la vez confundida por sus intentonas. En otras circunstancias le hubiese arreado un buen bofetón por la grosería de sus preguntas y el atrevimiento de sus caricias, pero supongo que en esos momentos y aunque no me gustase, me parecía todo bastante inherente a la situación. Estaba claro que en algún momento iba a intentar algo conmigo, se había puesto un poco pesado, pero de momento no lo estaba llevando del todo mal. Desde luego no había sido nada agradable notar su entrepierna y su barriga restregándose en mi culo, pero pensaba que ya había pasado.

Ambos dimos un largo trago a nuestra consumición mientras nos mirábamos a los ojos, él tratando de alargar el silencio producido hasta que la camarera regresase con las vueltas, y yo tratando de retomar la situación con naturalidad.

Bailamos tímidamente al lado de la barra, nos miramos, sonreímos,… hasta que la muchacha regresó con un puñado de billetes y alguna moneda suelta que dejó en una bandejita sobre la barra.

Yo me giré instintivamente al ver el dinero sobre la barra. Juro que no pude apartar la vista ante tanto billete para mí en ese momento. Las vueltas eran casi todo en billetes de cincuenta y veinte euros, que sin querer llamaban la atención allí, tan fácil, tan dejado, tan descuidado, tan…tentador.

.-“Anda cógelo” me susurró Antonio a mi espalda contemplando victorioso como miraba embobada el dinero depositado en la bandejita.

Lo cogí. Pero lo cogí con la intención de comprobar que estaban bien los cambios ante la pasividad de Antonio por recoger las vueltas. Me era imposible llegar a entender que nadie descuidase tanto dinero de esa manera. Alguien debía comprobar el cambio y contar los billetes. Nada más tenerlo entre mis manos y comenzar a contarlo, pude sentir la palma de la mano completamente abierta de Antonio  examinando con descaro la firmeza de mi trasero.

.-“Eso es, es para ti, guárdatelo en tu precioso bolso, te lo has ganado”, y como si supiera con premeditación que necesitaba mis dos manos para proceder, descuidando así mi retaguardia, aprovechó para sobarme, acariciar y repasarme mis nalgas sin dejarse ni un solo punto por explorar, al tiempo que balbucía insistente en mi nuca:

.-“Este culito ya es mío” y aún aprovechó para pinzarme un par de veces más cada nalga entre su pulgar y su índice a su antojo, mientras yo me guardaba el dinero.

Nada más meter el dinero en mi bolso me volteé para impedir que continuase con su descarada metida de mano. El se sonrió de verme enfadada, y acto seguido se apresuró a entregarme mi copa en una mano antes de que pudiera decir nada, para luego chocar la suya contra la mía a modo de brindis:

.-“Por nosotros” dijo mirándome a los ojos en señal de paz pero disfrutando de mi enfado.

.-“Por nosotros” dije yo brindando  aceptando su tregua. En el fondo me consolaba pensando que tan poco había sido para tanto y que tenía cerca de quinientos euros en el interior de  mi bolso. ¡Quinientos euros!, ya estaba pensando qué hacer con ellos. Había sido un momento desagradable, pero merecía la pena. Me propuse sonsacarle algo más de dinero.

.-“Te han dicho alguna vez que tienes un culo precioso” me dijo mirándome a los ojos.

.-“No es para tanto” dije tratando de quitarle hierro al asunto.

.-“Ni te imaginas lo que haría yo en ese culito…” dijo sosteniendo mi mirada mientras bebía de su copa.

.-“Creo que me hago una idea” pronuncié picarona generándole falsas expectativas tratando de salir airosa.

.-“¿Me dejarías verlo?” preguntó sorprendido por mi respuesta.

.-“Ya sabes la respuesta” le dije mirándolo a los ojos mientras bebía otro trago de mi copa.

.-“¿Continuamos jugando?” me preguntó con una sonrisa en su cara haciendo referencia a nuestro particular juego de preguntas.

.-“¿Por qué no?” dije ansiosa por sacarle más dinero.

En el fondo no había sido para tanto, vamos, que no me pareció tan mal. Total, tan solo me había dejado tocar el culo y responder a sus preguntas por cerca de quinientos euros en mi bolso. Vamos chicas seamos sinceras, ¿quién de vosotras no se dejaría?. Visto así quería más dinero.

 .-“¿Te ha gustado?” me preguntó sin que lo entendiese muy bien debido al ruido de la música.

.-“¿El qué?” le pregunté sin saber muy bien a qué se refería.

.-“Si te ha gustado que te tocase el culo” me preguntó mirándome  a los ojos.

Yo puse cara de desacuerdo y le dije:

.-“No lo vuelvas a hacer” le dije algo reticente a su maniobra.

.-“Esta bien…” pronunció recobrando su corrección, y en su habitual táctica por cambiar de tema de repente se reclinó sobre mi y me dijo…  “¿de qué color llevas las braguitas?” me preguntó sorprendiéndome de nuevo con su habilidad para saltar de tema.  

Creí adivinar lo que se pretendía, y con mi única intención de sacarle más dinero aún, decidí picarlo un poco. Sé que estaba jugando con fuego y aún así no me importó. Puse cara de niña mala y le dije:

.-“No llevo bragas” me acerqué para susurrarle en la oreja. Su cara fue todo un poema, y antes de que pudiera decir nada me apresuré a aclararle…

.-“Es un tanga” le expliqué con una pícara sonrisa dibujada en mi cara. Disfruté jugando con él sabiendo que podía tomar la iniciativa si me lo proponía.

.-“No me lo puedo creer” dijo escéptico a mi respuesta con cara de sorpresa.

.-“Pues créetelo” dije dándole la espalda situándome de cara a la barra del bar y bailando tímidamente en mi posición. Mi intención era sacarle más dinero.

Sabía que me estaba mirando el culo en esa posición. No sé porqué, me sentía segura de mi misma, jugaba con él, llevándomelo a mi terreno. Tenía ganas de provocarlo. Él me sujetó desde mi espalda rodeándome con un brazo por delante amarrado a la altura de mi estómago como no dejándome escapar, impidiendo que me moviese.

.-“Quiero comprobarlo” me susurró en la nuca al tiempo que la palma de su mano se posaba abierta descaradamente de nuevo sobre mi culo.

.-“¿El qué?” pregunté sorprendida por su pregunta apartándole la mano de mi falda al tiempo que miraba a un lado y a otro preocupada por comprobar que nadie había visto su descarada maniobra.

Por suerte no veía ninguna cara conocida. Lo que más temía en esos momentos es que alguien pudiera verme. Amparados por la oscuridad, dada la hora, y que todo el mundo en el pub estaba a lo suyo, tuve la sensación de tener cierta intimidad con Antonio aún a pesar de estar rodeada de gente en medio de la barra de aquel garito.

.-“Te propongo una cosa…” me susurró de nuevo en la nuca desde mi espalda. Esta vez pude sentir claramente su miembro en erección rozándose entre mis nalgas. Yo lo tenía claro, estaba en el bote.

Sabía que en esos momentos me ofrecería la luna por tocarme de nuevo el culo. Pero…,¡madre mía!, lo que notaba rozándose por mi trasero no estaba nada mal. Así a bulto, me pareció una barbaridad lo que tenía ya ese hombre entre las piernas. Hasta la fecha sólo mi marido se me había arrimado así, y desde luego aquello que notaba entre mis nalgas tenía muy buenas proporciones. Nunca había tenido una experiencia semejante, además estaba decidida a sacarle todo el dinero que pudiera, así que no me importó ser yo quien provocase el roce entre ambas partes.

.-“Soy toda oídos” asentí tratando de escuchar su propuesta, al tiempo que movía mi culito de lado a lado apoyada en la barra del bar animándolo a que continuase por explicarse.

.-“Demuéstrame que de verdad llevas tanga”. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al sentir su aliento en mi cuello y sus palabras en mi oreja. No me lo podía creer, ese tipo no dejaba de sorprenderme.

.-“¿Por qué dices eso?” le pregunté de nuevo inquieta mirando de lado a lado, para asegurarme de que nadie nos había escuchado.

.-“No me creo que lleves tanga. Tu eres de las que usan braguitas de algodón, ¡y de colorines!” me dijo como burlándose de mí y retirándose de mi espalda.

Sus palabras lograron enojarme.

.-“Tú que te sabes” le respondí algo mosqueada porque pensase que era tan mojigata.

.-“Pues déjame averiguarlo” me dijo al tiempo que me aplastaba de nuevo con su vientre contra la barra del bar, provocando el máximo contacto de sus partes contra mi culo.

Yo puse carita de niña mala haciéndole entender que estaba notando su excitación en toda su dureza. Recuerdo que pensé para mí misma: “pero mira que eres golfa, Sara. Si te viese tu maridito”, y me sonreí al pensar en el numerito que montaría al verme comportar de esa manera. Mis pensamientos detenían mi movimiento, y ante mi impasibilidad Antonio decidió tomar la iniciativa.

El pobre no se aguantaba más. No podía resistirse a mis provocaciones. Así que hizo caso omiso a todas mis palabras, deslizó su mano por mi espalda pasando su mano abierta de par en par por encima de la falda.  Traté de esquivarlo, pero no pude, al contrario, empeore las cosas. Al estar de espaldas solo logré que su mano alcanzase  la parte más baja de mi falda y llegase a contactar con las medias de mis piernas.

 La excitación se apoderó de mi cuerpo y esto le permitió que no reaccionase de mala manera.

.-“¿Pero qué haces’” le pregunté haciéndole ver que no me estaba haciendo caso.  Miré de nuevo de lado a lado de la barra para asegurarme que nadie nos veía.

.-“Quiero comprobarlo” me susurró en la nuca al tiempo que deslizaba su mano hacia arriba y acariciaba por debajo de la tela de mi falda la piel desnuda de mi muslo hasta alcanzar la parte baja de mi cachete.

.-“Eso te costará caro” le dije dejándome hacer porque no me importaba su caricia dada mi calentura, pero estaba dispuesta a sacarle mucho dinero por su osadía.

.-“Uhm, uhm” asintió recreándose en comprobar la suavidad de mi piel bajo la falda. Después pude notar el contacto de su mano acariciando la parte de mis nalgas desnudas.

“Ya está” pensé para mí al escuchar sus palabras. “Ya lo ha dicho”. Sabía que me diría algo así y que le sacaría aún más dinero.

.-“¿Te gusta?” le pregunté en un susurro dejándome hacer, y pensando en sacarle cerca de otros doscientos euros como en la vez anterior. Y también para que nos vamos a engañar, porque había logrado ponerme cachonda.

.-“Es muy suave” me dijo a la vez que no dejaba ni un solo milímetro de piel por explorar en mi trasero. Esta vez incluso levantó levemente la tela de mi falda en su maniobra.

.-“Cuidado pueden vernos” le advertí mientras me dejaba manosear a su antojo.

.-“Me da igual que nos vean” dijo totalmente fuera de sí disfrutando de su caricia totalmente indiferente ante posibles miradas indiscretas.

Por mi parte, en esos momentos no pensaba en otra cosa que no fuera ponerlo cachondo hasta tal extremo que no pudiera negarse a pagarme lo que le pidiera, así que en un arrebato de calentura por mi parte, y sin dar crédito a lo que hacía, comencé a acariciar su virilidad con la palma de mi mano por encima del pantalón.

.-“Ya veo, ya, que te gusta” le dije al tiempo que sopesaba su paquete entre mis manos. Ni yo misma podía creerme lo que estaba haciendo.

A todo esto yo siempre contra la barra, y Antonio a mi espalda ocultando con su cuerpo nuestras caricias indiscretas.

Nunca olvidaré como me sentí en esos momentos. Recuerdo que tuve pensamientos del tipo “joder Sara, que calentorra estas hecha”, “pero qué fácil es manejar a un tío” y “cuando te pones eres más puta que las gallinas”. Pero en esos momentos un montón de cosas me daban igual. En otras circunstancias hubiese pensado que era imposible que me comportara de esa manera, “como una guarrindonga cualquiera” pensé mientras él me manoseaba y yo lo acariciaba. Pero lo único cierto es que estaba disfrutando al comprobar lo fácil que era sacarle dinero a ese tipo.

De repente, la mano de Antonio se deslizó hacia la parte delantera de mi tanga, su mano recorría ahora mi bajo vientre por debajo de la falda tratando de alcanzar el elástico superior de mi prenda más íntima. Estaba claro que había intentado acariciarme el coñito con su repentina maniobra.

.-“Eh, eh, eh, no te pases” le dije zafándome de él y dándome la media vuelta deteniendo de ipso facto su maniobra. Sus caricias me parecían ahora demasiado descardas y evidentes en medio de aquel pub.

Antonio me miró a los ojos, alcanzó su vaso de whisky que estaba encima la barra detrás de mí y apurándolo de un trago dijo:

.-“Vámonos” me dijo con la respiración entrecortada aún por la excitación.

No sé porqué le hice caso, pensé que quería pagarme mucho dinero por lo que acababa de hacer y que ese no le parecía el lugar adecuado. Dado mi estado tampoco razonaba con mucha claridad, así que inconscientemente lo seguí.

Salimos del pub junto a un tumulto de gente. Tuvimos que andar unos metros y retirarnos un poco de la multitud que se agolpaba en la puerta para poder hablar entre los dos con cierta discreción.

De repente al salir a la calle tuve frío, no sabría precisar si era porque refrescaba la noche, o por  el contraste con la temperatura de dentro.

.-“¿Dónde vamos?” le pregunté “Tengo algo de frío” le dije abrazándome yo misma y frotándome los brazos. Lo cierto es que el soplo de aire frio de la calle produjo un estallido de sensaciones en mi cuerpo. Era como si de golpe y porrazo pudiera comprobar que me encontraba algo más que mareada por los gin tonics.

.-“No sé, cambiemos de garito”, respondió él  e instintivamente ambos nos dirigimos en dirección al garaje en el que estaba su coche.

.-“Aún no me has pagado lo que acabas de hacer” le dije pensando en mi dinero una vez nos alejamos del pub y quedamos solos en medio de la calle.

.-“Esta bien”, dijo él como molesto por hablar del tema, “¿Cuánto quieres?” me preguntó al tiempo que echaba mano a su billetera.

.-“Ya sabes la tarifa…”, le dije sonriendo “son doscientos euros”, concluí al tiempo que ponía la palma de la mano esperando recibir mi recompensa.

.-“Doscientos euros ¿por qué?” preguntó ahora él contrariado.

.-“Por comprobar que llevaba tanga” le dije dando por supuesto que debía pagarme.

.-“¡¿Pero qué coño estás diciendo?!” pronunció Antonio burlándose por mis palabras, “eso es mucho dinero por tocar un culo” pronunció haciéndome ver que no estaba dispuesto a pagarme lo que le pedía.

.-“Serás cabrón” le dije al tiempo que trataba de darle un puntapíe en la espinilla.

.-“Hey, hey, hey espera, tranquilízate mujer, seguro que podemos llegar a un acuerdo” dijo al tiempo que esquivaba mi patada sujetándome de los hombros, “entenderás que es una pasada lo que pretendes”, dijo tratando de poner paz.

.-“Ese es el precio” dije sin meditar lo que decía. Antonio me miró fijamente mientras me retenía de los hombros y entonces me preguntó:

.-“Entonces, eran ciertos mis temores, ¿no?, ¿eres una profesional?” me preguntó totalmente confuso por mis palabras.

.-“Nooooh” le respondí yo ofendida por su duda.

.-“Entonces… ¿por qué me has dicho que ese era el precio?” insistió en preguntarme.

.-“No soy ninguna puta. Eso es lo que me diste antes por tocarme el culo, quiero que ahora me des lo mismo” le espeté tratando de explicarme.

En ese mismo instante ambos nos dimos cuenta que estábamos alzando la voz y que seguramente alguien se asomaría por el balcón tratando de averiguar quién propiciaba semejante escándalo a esas horas de la noche, y bajando el tono de voz continuamos andando hacia el garaje.

.-“Me has engañado toda la noche” dijo Antonio enfadado de camino al garaje “tú eres una profesional en esto, y me has mentido” pronunciaba haciéndose la víctima.

.-“¡Que soy ¿una qué?” le repetí cabreada.

.-“No eres más que un puta que trata de jugármela. Vas de mujer decente y todo el rollo ese tan sólo para sacarme más dinero” repitió enfadado.

.- “Y tú un cabrón que no quiere pagarme lo acordado” le grité tratando de detenerlo.

.-“Espera, espera” dijo deteniéndose “¿cuándo lo habíamos acordado?” me preguntó enfadado “te di una buena propina y tu aceptaste” dijo mirándome a los ojos enojado. Sus palabras me hicieron reaccionar.

.-“Pero no de esa manera” le grité enfadada.

.-“¿Cuándo me lo dijiste?, nunca pusiste objeción” trató de justificarse

.-“Está bien, está bien, puede que tengas razón”, le dije bajando el tono de voz reconociendo mi error, “pensé que me darías otros doscientos euros” argumenté tratando de sonsacárselos por las buenas. Tenía que hacerme la víctima, debía lograr hacerlo sentir culpable, me iba mucho dinero en ello. Decidí cambiar de estrategia astutamente.

Sin darnos cuenta ninguno de los dos, nos detuvimos a discutir debajo de una farola. Antonio me miraba los pechos que ahora sí, bajo la luz de la farola, se transparentaban a través de la fina tela de mi blusa, evidentemente me observaba desconcertado en medio de un silencio inquieto. Yo debía reaccionar.

.-“Me había hecho mucha ilusión, los necesito tanto, que pensé que un hombre tan bueno y generoso como tú me los daría. Dijiste que me ayudarías ¿recuerdas?” gimoteé fingiendo tratando de sonsacarle mi parte.

Antonio al verme medio llorar me abrazó entre sus brazos. Comencé a pensar que mi nueva táctica era mejor, y que estaba dando resultados. Comencé a sollozar fingidamente agarrada contra su pecho. Mis pechos que por cierto al quedar aplastados contra su torso, agradecieron su calor corporal.

.-“No creas que me dejo tocar el culo por cualquiera. Si mi marido se enterase de lo que estoy haciendo, yooo, yo nunca pensé que haría algo así, y sin embargo…, necesito tanto ese dinero” le lloriqueaba abrazada entre sus brazos.

.-“Vamos, vamos no llores” trató de consolarme ahora Antonio, “seguro que llegamos a un acuerdo, vayamos a tomar esa copa que tenemos pendiente y lo arreglamos, ¿te parece?” pronunció al tiempo que me ponía su chaqueta y me pasaba las manos por la espalda en señal de consolación.

.-“¿En serio?” le pregunté con carita de niña buena.

.-“Pues claro mujer, no quiero que la noche se acabe así entre los dos. Me lo estaba pasando muy bien contigo, ¿tú no?” me preguntó al tiempo que me daba una palmada en el culo y me cogía de la cintura en dirección al coche.

Yo asentí con la cabeza y me dejé llevar.

Durante el trayecto poco a poco el frío se apoderaba de mi cuerpo, y para colmo me entraron unas ganas de orinar repentinas que no podía controlar. Claro, tanto gin tonic tenía que pasar factura tarde o temprano, así que cuando ví que Antonio habría una puerta de acceso al parking en la planta calle para acceder al garaje se lo hice saber.

.-“Antes necesito ir al servicio” le dije con cara de urgencia informando a Antonio de mi necesidad.

.-“Tranquila, vamos a otro garito y haces allí” me dijo al tiempo que abría la puerta de acceso al garaje y me cedía el paso.

.-“No sé si aguanto tanto” pronuncié tratando de que me ayudase a encontrar una solución a mi angustia.

.-“Pues no sé. En el parking no he visto servicios. Como no quieras que vayamos al hall del hotel” pronunció expectante a mi reacción.

.-“No, al hall no” dije temerosa de que alguien nos viese.

.-“Pues como no quieras que subamos a mi habitación…”  sugirió con una sonrisa de oreja a oreja en su rostro.  

Supo por la cara que puse que no me hacía la menor gracia, pero tal vez era la única propuesta aceptable. Algo me decía que no debía subir y a pesar de todo solo acerté a decirle:

.-“Gracias, te lo agradezco muchísimo. No aguanto más”. Dije cruzando las piernas como una niña pequeña que se lo hace encima. Supongo que en esos momentos era incapaz de pensar con claridad, tan solo pensaba en evacuar y relajar mis esfínteres.

Antonio cambió el rumbo, y en vez de dirigirnos a la puerta de acceso al parking de coches se dirigió rumbo a lo que eran los ascensores del hotel. Sacó la tarjeta que hacía de llave y enseguida vino el elevador. Apenas recuerdo cómo llegamos a su habitación pues tengo las primeras lagunas en la memoria de esos instantes. El alcohol y los tacones me estaban matando.

Nada más abrir Antonio la puerta de su habitación me apresuré a entrar corriendo al baño. Cerré la puerta del pestillo tras de mí y me bajé el tanga a toda velocidad. A poco me muero de gusto cuando pude sentarme sobre la taza del water a orinar. Tenía bastante líquido retenido y me costó algo de tiempo hacer mis necesidades. El tiempo suficiente para escuchar cómo. Antonio llamaba a recepción para pedir que subieran una botella de champagne al dormitorio.

No me gustaba para nada lo que estaba escuchando, Antonio tenía la escusa perfecta para retenerme en su habitación. Aliviada la tensión de mi vejiga sólo pensaba el modo en el que salir de allí. Me pude ver en el espejo al tiempo que me subía el tanga por mis piernas y tenía una pinta horrible, así que decidí retocarme un poco el maquillaje y aprovechar para pensar la forma en la que salir de allí con el dinero que me debía.

Una vez frente al espejo, constaté que no tenía muy buena cara. Me fijé que según como me daba la luz se transparentaba toda mi blusa. Antonio se había fijado tanto durante toda la noche, que a esas alturas sabría perfectamente cómo serían mis pechos.

Me sorprendió el poco tiempo que tardaron en llamar a la puerta del servicio de habitaciones con la solicitud de Antonio. También escuché como Antonio le hacía indicaciones al garzón para que dejase la champanera. Me alegré de estar en el baño y no tener que soportar las miradas del camarero de turno, al que deduje que Antonio le obsequió con una buena propina por el número de veces que este le dio las gracias antes de despedirse. Probablemente el muchacho del hotel se pensaría muchas cosas de mí al verme, todas ellas equivocadas.

Salí del aseo una vez escuché que el empleado del hotel abandonaba la estancia. Pude ver como Antonio me esperaba a los pies de la cama con dos copas de champagne en la mano. Cuando me acerqué hasta él, y como en otras veces a lo largo de la noche, antes de que pudiera ponerle ninguna excusa me tendió una de las copas en mi mano y me dijo:

.-“Espero que no te importe, me he tomado la molestia de pedir que nos suban una botella de champagne a la habitación. No sabía si te gustaba el champagne” pronunció al tiempo que chocaba su copa con la mía a modo de brindis.

Desde luego que me gusta el champagne, lo malo es que se me sube enseguida a la cabeza. Yo miré hacia la champanera que estaba en pie en medio de la salita tratando de averiguar la marca. Aunque no pude leerlo, entre la servilleta envuelta alrededor de la botella y los hielos de la champanera pude ver que se trataba de la inconfundible etiqueta de Don Perignon.

Recuerdo que pensé: “Caray, cualquiera le dice que no a un Don Perignon”. Y es que hacía ya mucho tiempo que no degustaba un buen caldo como ese.

También pensé que no estaría tan mal aceptar esa copita aunque fuese allí, en la habitación de un hotel, con aquel tipo del que apenas sabía nada, salvo que no pensaba en otra cosa que no fuese acostarse conmigo.

Lo cierto es que nada más probar el caldo en mis labios saboreé de un solo trago la primera copa y Antonio se apresuró a llenarme la segunda. Estaba reseca por dentro, supongo que de los nervios, y el champagne entraba como el agua.

Contemplé como Antonio se quitaba la chaqueta, se desabrochó un par de botones por la parte superior, y se remangaba los puños de su camisa. Acto seguido se quitó los zapatos y luego se sentó al pie de la cama. 

.-“No sé tú, yo estoy reventado. ¿Por qué no te sientas un rato?” me sugirió Antonio haciéndome indicaciones para que me sentase junto a él.

Yo lo miré dubitativa. Una parte de mi me decía que no debía seguirle el juego, que debía poner fin a toda esa locura y marcharme a mi casa. Pero otra parte más siniestra de mi me decía que debía de hacer todo lo posible por sacarle más dinero. Los quinientos euros sabían a poco teniendo tan cerca la posibilidad de sacarle más.

.-“Anda ven, siéntate” dijo al tiempo que repetía sus gestos para que me sentase a su lado sobre la colcha de la cama “¿Tú no estás cansada?” me preguntó.

Aunque no quisiera aceptarlo tenía razón, tenía los píes hinchados, y los tacones hace un buen rato que me estaban matando. Así que muy a mi pesar accedí a sentarme a su lado, aunque lo hice a cierta distancia de dónde él estaba acomodado. Marcando un espacio prudencial.

Yo lo miraba como una colegiala castigada en el despacho del director. Mi cabeza no dejaba de preguntarse en un bucle que hacía yo allí, una y otra vez. “Deberías irte” me decía a mí misma “estás borracha, muy borracha” me repetía mentalmente, “esto se te está escapando de las manos”, redundaba una y otra vez por mi cabeza.

Antonio como adivinando mis dudas y mis temores, desplegó de nuevo todo su arte en manejar los tiempos.

.-“¿Te gustó el champagne que pedí?” me preguntó para mi sorpresa.

.-“Sí, me gusta mucho” le dije tratando de relajarme.

.-“Tienes gustos refinados” observó.

.-“Hubo una época en que podía permitirme este tipo de caprichos…ufh” suspiré al recordar otros tiempos.

.-“¿Ya no?” preguntó.

.-“Es evidente que ya no” afirmé resignada.

.-“Bueno, no te preocupes, al menos por esta noche yo pagaré tus caprichos “ dijo al tiempo que posaba aprovechando mi descuido, y como tantas otras veces en la noche, su mano en mi rodilla.

.-“Yo también soy caprichoso” me dijo al tiempo que bebía de su copa y continuaba acariciándome la pierna. “Me gustan las cosas caras” y de repente comenzó a contarme anécdotas de cuanto le había costado esto y lo otro.

Yo por mi parte permanecía callada, me dediqué a observarlo. Por primera vez en la noche me percaté que me estaba contando su vida sin que se lo pidiera, y lo que es mejor, sin hacerme preguntas molestas. Antonio hablaba mientras me acariciaba la pierna en la rodilla, y bebíamos pequeños sorbos a nuestras respectivas copas sentados los dos en el borde de la cama. Yo le dejaba hablar y me dejaba acariciar en la rodilla con la única intención de que transcurriese el tiempo. Ya no me esperaba nada, tan sólo quería descansar. “Descansar y que pasase el tiempo, descansar y que pase el tiempo” repetía en mi mente. Recuerdo el único momento en que la conversación se torno algo tensa…

.-“Por suerte me van bien los negocios, ya sabes lo que eso significa… “ dijo dejando cierto suspense mientras acariciaba mi pierna “puedes conseguir muchas de las cosas que te propones” continúo su monologo alternando su mirada de mi escote a mis piernas. Yo lo miraba al igual que antes sin apenas decir nada, y él continuaba hablando.

.-“¿Qué tipo de cosas?” le pregunté tratando de hacerme la interesada, y con la intención de qué siguiese hablando de sí mismo.

.-“De todo, relojes, coches…, lujo…, mujeres, por ejemplo” dijo sonriendo.

.-“¿Habrás estado con muchas mujeres?” le pregunté sabiendo que quería presumir de ello.

.-“¿Créeme unas cuantas?” dijo al tiempo que rellenaba nuestras copas una vez más.

.-“¿Tu mujer lo sabe?” le pregunté movida por la curiosidad.

.-“Digamos que lo acepta” dijo dando un nuevo trago a su copa. Yo lo mire estupefacta por sus palabras, sin llegar a entender la situación.

.-“No puede quejarse, vive como una reina, que si chacha, niñera, peluquería, bingo,… le pago todo de cuanto se encapricha… además nada tienen que ver el amor y la convivencia con el sexo” dijo tratando de explicarse.

.-“¿Siempre pagas por sexo?” le pregunté esta vez intrigada.

.-“A veces si, a veces no” me respondió “eso depende de cada mujer” continuó explicándose.

.-“No lo entiendo” le dije después de dar otro trago a mi copa.

.-“En mi caso, no te negaré que al principio me acostaba con putas buscando la satisfacción y el placer. Ibas a un club, veías una chica joven y guapa, y pagaba lo que pidiese por acostarme con ella. Con el paso del tiempo te das cuenta que todo eso es muy frío, fingido, e incluso te diría que algo patético. Es cuando te das cuenta que la naturaleza humana está hecha para desear lo que tiene el otro. Somos envidiosos, siempre queremos lo de los demás, nunca estás contento con lo que tienes. Así que comienzas acostándote con la secretaria, la mujer de un compañero y así sucesivamente, hasta que te das cuenta que lo que realmente te gusta siempre es la mujer de otro, y bueno…, el resto ya puedes imaginártelo” y dicho esto apuró de un trago su copa.

.-“¿Cuánto?” le pregunté ensimismada por sus últimas palabras.

.-“¿Cuánto qué’” me respondió sin saber lo que estaba pensando mi cabecita.

.-“¿Cuánto has llegado a pagar por acostarte con una mujer?” le pregunté.

.-“En serio, ¿quieres saber cuánto?” me preguntó extrañado.

.-“Si” le respondí movida por la curiosidad.

.-“No sé, es difícil de calcular” trato de evitar una respuesta concreta.

.-“Dime una cifra” le insistí.

.-“¿Cómo calcular lo que vale una cena, una velada, un viaje, un hotel…, no sé un montón de cosas?. Lo que me importa es la seducción. Resumiendo, digamos que mucho dinero”. Tras responderme me miró fijamente a los ojos y me dijo…

.-”¿Acaso tu estarías dispuesta a …?” dejó cierto suspense en sus palabras al tiempo que su mano avanzaba acariciando mi pierna en dirección a mi falda, “porque estoy seguro de que me sorprenderías mucho como mujer” continuó pronunciando llegando con su mano hasta el límite de mi falda.

.-“Siento desilusionarte” dije cerrando mis piernas impidiendo el avance de su mano “estoy aquí sólo por la compañía, ¿recuerdas?”.

Aunque en el fondo me complació saber que todavía quería acostarse conmigo, y me alegré de rechazarlo una vez más en la noche. De momento todo cuadraba con mis planes. Llegados a ese punto pronto intentaría algo y aflojaría más pasta.

Antonio como en otras veces desvió el tema. En eso era todo un experto. Y continúo contándome su vida en el punto en el que lo habíamos dejado.

De esta manera el tiempo transcurrió rápidamente para mí, Antonio no dejaba de hablar de sí mismo, cosa que agradecía. A cambio me acariciaba la pierna, me miraba descaradamente los pechos, y rellenaba las copas de vez en cuando. Vamos…, como venía haciendo toda la noche.

No sé en qué momento concreto, mientras escuchaba su voz, me percaté de que la habitación me daba vueltas sentada, como para tratar de ponerme en píe y salir de allí. No debí mezclar el gin tonic con el champagne. Por mi parte no tuve mayor intención que dejar pasar el tiempo tratando de recuperarme, mientras Antonio alardeaba de sus logros. Esperaba entre sorbo y sorbo el momento en que me pagase lo acordado y marchar a mi casa. Apenas era capaz de seguirle la conversación en mi estado, y a decir verdad apenas recuerdo nada más. Asentía con monosílabos y le seguía la conversación de forma automática. La situación se vio interrumpida cuando Antonio se disculpó diciendo….

.-“Perdona, ahora soy yo el que tiene que ir al baño” dijo Antonio bien entrada la noche, y dicho esto se incorporó para encerrarse en el aseo. No sabría precisar qué hora sería.  

Recuerdo que me recosté sobre la cama mareada y cansada en cuanto escuché cerrarse la puerta del baño. Incluso me quedé adormilada encima de la colcha mientras esperaba que Antonio saliese del aseo. Pero éste se demoraba bastante en salir.

Lo siguiente que recuerdo es que me desperté alertada por el sonido del whatsapp de un móvil. Varios mensajes entraban seguidos a pesar de la hora. Cuando abrí los ojos tenía la falda arrugada en mi cintura, mientras Antonio consultaba tumbado a mi lado sobre la cama, los mensajes que acababan de entrar en su móvil.  Me dí cuenta que con la falda arrugada a la cintura se me veía el final de las medias, e incluso parte de la tela de mi tanguita. Me desperté frotándome los ojos, y empecé a sentir los comienzos reveladores de una resaca de dolor de cabeza Me pregunté cuanto tiempo había estado así, y miré a Antonio buscando explicaciones. Él estaba tumbado a mi lado terminando de contestar los mensajes sin prestarme mucha atención. Olía bien, deduje que había tenido tiempo de asearse un poco mientras dormía, de nuevo su colonia se me hizo reconocible: Egoist, la misma que le regalé a mi marido por nuestro aniversario.

La cabeza me daba vueltas, estaba evidentemente borracha tumbada sobre la cama.

.-“¿Qué haces?” le pregunté al comprobar cómo dejaba su móvil a un lado y me acariciaba las piernas desde la rodilla hasta la parte del muslo donde terminan mis medias y mi piel se desnuda.

.-“Eres preciosa” dijo al tiempo que jugueteaba con la lycra del final de mis medias.

.-“¿Qué ha pasado?” quise saber aturdida por el mareo.

.-“Te has quedado dormida” dijo sonriéndome.

Yo me incorporé sobre los codos para tomar conciencia de la situación. Así pude comprobar con mis propios ojos que efectivamente mi falda era un rebullo a la altura de mi cintura. Antonio podía contemplar perfectamente el final de mis medias, e incluso  mi tanguita.

.-“Sabes Sara…” me dijo “me alegro que estés aquí” pronunció al tiempo que su mano se deleitaba comprobando la suavidad de mi piel, acariciando el trozo de pierna desnudo entre el final de la media y el elástico de mi tanga. Sin duda alguna que ese pedazo de carne desnuda entre mis medias y mi tanga era lo que más llamaba la atención al hombre que tenía recostado a mi lado.

En esos momentos no me sentía con fuerzas para recriminarle sus caricias tan osadas, y sin embargo me ví obligada a rebatirle sus palabras.

.-“Ya, eso se lo dirás a todas las mujeres con las que te acuestas” le dije con una mueca de desaprobación en mi rostro. Lo único que quería tras despertar en su cama, era poner fin a toda esa locura cobrando mi parte para marchar cuanto antes a mi casa.

.-“Supongo que no servirá de nada si te digo que tu eres especial para mí” argumentó continuando con sus caricias en tan comprometida zona de mi cuerpo.

.-“Tienes razón, no servirá de nada. Debo irme a casa, es muy tarde y me gustaría regresar.” Pero a pesar de mis palabras caí tumbaba de nuevo boca arriba sobre la cama tratando de evitar sus miradas, pero sobretodo tratando de evitar que la habitación girase a mi alrededor tan deprisa.

.-“Sara, ¿no dirás enserio eso irte a casa ahora?, ¿por qué no te quedas esta noche conmigo?” pronunció al tiempo que su mano jugaba con el elástico inferior de la goma de mi tanga a la altura de mi ingle observando mi reacción. Yo me mostré impasible ante su caricia, y eso a pesar de las ganas por salir de allí corriendo, la cabeza me daba vueltas sin parar, no tenía fuerzas ni voluntad para resistirme de verás, y sin embargo debía reaccionar.

.-“¡¿Qué haces?!” le recriminé en clara alusión a su maniobra tan descarada dándole a entender que no me gustaban sus caricias en zona tan íntima de mi cuerpo.

.-“Sólo pretendo ayudarte” me dijo al tiempo que retrocedía intimidado por mis palabras para acariciarme de nuevo el trozo de piel desnudo al final de la media.

No me hacía ni pizca de gracia que sus manos me acariciasen tan cerca de mi  coñito, era la segunda vez en la noche que intentaba tocarme la parte más prohibida de mi cuerpo, pero juro que no tenía energía ni arrojos para resistirme físicamente a su intentona. Agradecí que Antonio me hiciese caso, desistiese de su intento, y cambiase de tema una vez más en la noche.

.-“¿Ponemos algo de música’” me preguntó esta vez al tiempo que se giraba en dirección a la mesilla de noche a su espalda.

.-“¿Por qué no?. Puede estar bien” dije recomponiéndome las ropas a la vez que permanecía tumbada sobre la cama.

Antonio estiró su mano para coger de la mesilla el mando a distancia de la tele. Sintonizó la MTv, y ambos pudimos reconocer el inconfundible estilo de Madonna sonar en el ambiente. No podía ver la tele pero no me hacía falta para conocer el título de la canción,  en concreto tocaban el Justify my love, y sin querer me puse a tararear las notas.

.-“¿Te gusta Madonna?” me preguntó mientras se tumbaba a mi lado observándome detenidamente.

.-“Si, me gusta” dije mientras cantaba mirando al techo de la habitación.

.-“A mí también” dijo algo entusiasmado por coincidir en gustos musicales mientras se tumbaba de nuevo a mi lado.

.-“A un tipo como tú… ¿le gusta Madonna?” le pregunté sorprendida también por su respuesta.

.-“Me encanta, siempre pone un toque de contenido sexual en todo lo que hace. Sabe como provocar al personal. Además se conserva muy bien para su edad, ¿no crees?” me respondió.

.-“Eso es cierto” le respondí mientras contemplaba el techo tratando de evitar su mirada.

.-“¿Has visto alguno de sus últimos conciertos?” me preguntó.

.-“Si, he visto algo por youtube” le hice ver que estaba al corriente de sus giras.

.-“Hay que tener valor para hacer un striptease y desnudarse delante de cincuenta mil espectadores, ¿no crees?” preguntó Antonio. Deduje que sus palabras buscaban una segunda intención.

.-“Supongo” respondí al tiempo que alternaba miradas entre Antonio y el techo.

La canción terminó mientras Antonio me acariciaba con un dedo la piel de mi brazo que reposaba a su lado. Por la famosa cadena comenzó a sonar música de Shakira, en concreto la canción de “Rabiosa”.

.-“¿Te gusta como baila?” me preguntó esta vez haciendo alusión al hilo de la música.

.-“¿A quién no?”  le devolví la pregunta.

.-“¿Viste el videoclip de esta canción?” Me preguntó ahora él.

Intuía que me preguntaría algo así, y asentí con la cabeza dejándome acariciar el brazo.

.-“Es muy excitante ¿a que sí?” insistió con sus preguntas. Estaba claro que quería hablar acerca del tema.

.-“Lo es” le respondí.

.-“Sabes, tal vez estas artistas ganen todo ese dinero porque se atreven hacer cosas que otras no están dispuestas  a hacer ¿no crees?” me preguntó como haciéndose el despistadillo.

Yo me quedé pensativa sin querer responderle. Puede que tuviese razón, o no. En esos momentos me daba igual si tenía razón o no, lo que ganasen esas artistas o lo que dejasen de ganar, tan sólo quería descansar. Podía sentir la sangre bombeando en la planta de mis pies, la marca en mis muslos por la opresión de la lycra de mis medias, y el terrible dolor de cabeza que comenzaba a ser presente. Para colmo podía notar los pezones duros, sensibles a cualquier roce y las lentillas resecas en mis ojos al quedarme dormida con ellas puestas. Como se suele decir, estaba hecha unos zorros.

.-“Has visto la película “¿Batalla en el cielo?” me preguntó antes de que le respondiese siquiera a la pregunta anterior.

.-“No, ¿de qué va?” me alegré porque al fin parecía que había desviado el tema como en otras ocasiones.

.-“No tengo ni idea del argumento, pero saltó a la polémica porque al parecer la iba a protagonizar Paulina Rubio, y el guión le exigía unas escenas de sexo oral con un viejo” trató de explicarme el porqué de su pregunta.

.-“No me extraña que se negara” le respondí yo “yo tampoco rodaría esas escenas” concluí.

.-“El caso es que se dice que Paulina Rubio llegó a rodar parte de la peli, incluidas las escenas de sexo que el director Carlos Reygadas le exigió en el guión, pero que la discográfica al verlas rompió el contrato y la película se tuvo que rodar de nuevo con otra actriz”. Concluyó en su argumentación.

.-“No me lo creo” dije algo escéptica por ese tipo de propaganda.

.-“Eso es porque tú no lo harías” dijo muy serio.

.-“Tienes razón”, le dije “yo no lo haría” le di la razón sin discutir.

.-“¿Estás segura?” me preguntó.

.-“Completamente” le respondí.

.-“Suponte que te dieran mucho dinero solo por desnudarte ¿No lo harías?” me preguntó de nuevo.

.-“No” le dije tajantemente.

.-“Hay un montón de mujeres que están dispuestas a desnudarse por dinero” dijo ahora tratando de convencerme.

.-“Bueno, pues yo no” dije haciéndole ver que no estaba dispuesta a ello y haciéndole ver que no insistiera.

.-“Seguro que muchas pensaban como tú antes de tener una buena oferta sobre la mesa. Dime sino… ¿por qué crees que muchas famosas aceptan a salir desnudas en revistas como interview?” me preguntó.

.-“Eso es distinto” le rebatí.

.-“¿Por qué es distinto?” quiso saber.

.-“Esas fotos son en papel, todo el mundo sabe que están retocadas” dije tratando de rebatir sus argumentos.

.-“Esta bien, pero en algún momento la modelo ha tenido que desnudarse, aunque sea delante del fotógrafo” me rebatió.

.-“Supongo que si” dije aceptando que realmente debía ser así.

.-“¿Y por qué crees que lo hacen?” preguntó de nuevo expectante.

.-“Supongo que por dinero, mucho dinero” le respondí, dándole la razón.

.-“Exacto” exclamo Antonio. “¿Qué me dirías si yo te ofreciese mucho dinero tan solo por desnudarte?” me preguntó mirándome fijamente a los ojos.

.-“¡Que no!” dije incorporándome de la cama sobre los hombros.

.-“¿Qué cantidad sería para ti mucho dinero?” me preguntó observándome meticulosamente. Dudé en responderle.

.-“No insistas que no” repetí dándole a entender que estaba siendo un poco pesado, aunque debo reconocer que por unos momentos me sentí tentada de pedirle una cantidad desorbitada.

.-“¿Y si te doy mil euros por desnudarte aquí y ahora para mí?” dijo Antonio tratando de desabrocharme un botón de mi blusa.

.-“Nooo” dije instintivamente apartándole las manos de encima, aunque mi cabeza se quedó pensando en la cifra…

Voces en mi mente comenzaron a decirme que la oferta desde luego era muy tentadora. “Mil euros Sara, mil euros. Solo por desnudarte.  Eso es una barbaridad” me susurraba el pequeño demonio de mi hombro derecho. “No Sara, no aceptes” me alentaba el ángel de mi hombro izquierdo. “Mil euros, mil euros, Joder Sara que son mil euros, eso puede ayudarte mucho este mes” insistía mi pequeño demonio. “Sara no, no lo hagas, estas casada. Piensa en tu marido” rebatía el pequeño angelito.

Antonio una vez más contemplaba expectante mis dudas, y como adivinando mis pensamientos se llevó la mano a la cartera para extraer un par de billetes de quinientos euros  y mostrármelos justo enfrente de mi vista.

No sé porque mi mirada se detuvo a contemplar los billetes. Efectivamente era mucho dinero para mí y el muy cabrón lo sabía.

.-“Piénsalo bien, Sara, sé que es mucho dinero para ti. Yo sólo quiero verte desnuda, nada más, luego si quieres te vas. Te lo prometo”  dijo depositando maliciosamente los dos billetes sobre mi vientre, que resaltaban sobre la blusa negra de gasa.

En esos momentos era incapaz de prestar atención a cualquier otra cosa que no fueran los dos billetes de color rojo destacando sobre mi cuerpo expuestos intencionadamente. El mundo dejó de girar para mí en esos instantes. No podía controlar mis propias emociones. Era todo un manojo de nervios. Mi respiración se notaba agitada en mi vientre, los billetes subían o bajaban al ritmo de mis pulsaciones. ¡La cosa iba en serio!.

.-“Vamos no seas tonta, cógelos. Todo por la estupidez de representar un papel que no es el tuyo” argumentó tratando de convencerme, e insistía probando argumentos y argumentos. “Vamos Sara, sabías desde el principio de la noche que pasaría esto, y por eso has llegado hasta aquí. No lo tires ahora todo por la borda. Solo verte desnuda, nada más, te lo prometo”. Esta vez continúo desabrochando otro botón de mi blusa ante mi falta de reacción, de no impedirlo mis pechos quedarían inevitablemente expuestos con el siguiente botón.

Tenía la surte de su lado, ya que en esos momentos me daban igual los botones de mi blusa, tenía una cuestión más importante que resolver en mi cabecita. Solo tenía ojos para el dinero que estaba en mi vientre.

Era incapaz de renunciar a tanto dinero para mí en esos momentos, y lo cogí, lo cogí con la intención de entregárselo y hacerle entender que no me pidiera lo que me estaba pidiendo. Pero en cuanto me incorporé sobre los codos con el dinero en mi mano para devolvérselo, cerró mi puño con sus manos atrapando los billetes entre mis dedos y me dijo:

.-“Eso es, buena chica” y una vez se aseguró que tenía los billetes atrapados en mis puños y era incapaz de soltarlos, comenzó a desabrocharme el siguiente botón de la blusa.

Yo contemplé como hipnotizada el dinero sobresalir entre los dedos de mi mano, durante el tiempo justo para que Antonio desabrochase otro botón de mi blusa y tratase de descubrir mis pechos. O se dio mucha prisa o yo pensaba muy despacio. Pero el caso es que al no llevar sujetador mis tetas quedaron expuestas ante su vista.

Reaccioné cuando alargó su mano introduciéndola por entre la blusa para dibujar con la yema de su dedo índice la aureola que rodeaba uno de mis pezones, lo hizo con suavidad y ternura aprovechándose de mi estado. Reaccioné, reaccioné  incorporándome casi de un salto de la cama impidiendo que continuase acariciándome y dejando su sucio dinero y su ego sobre la colcha de la cama.

.-“No” dije mirándolo desafiante a los píes de la cama indignada por lo que Antonio acababa de intentar, mientras trataba inútilmente de abrocharme los botones de la blusa y salir de allí a la mayor brevedad posible.

Lo que pasó a continuación fue mucho más allá de mi comprensión, pero lo cierto es que sus últimas palabras lograron retenerme.

.-“Vamos Sara, no es para tanto, llevas enseñándome las peras toda la noche, y además ya te he visto el culo” y dicho esto tiró los billetes al suelo como despreciando el dinero. El destino quiso que los billetes fuesen a caer entre mis pies, junto a mis zapatitos de tacón.

Dejé de abotonarme la blusa casi instintivamente al ver de nuevo los billetes de color rojo en el suelo. Era como si de repente todo cuanto me rodeaba se hubiese teñido en blanco y negro y únicamente existiese el rojo chillón de esos billetes. Además, en una cosa le daba la razón, ya sabía perfectamente como era mi anatomía.

Puede que efectivamente no fuese para tanto. En alguna ocasión había fantaseado con la posibilidad de desnudarme frente a otros hombres. Claro que eso era en mi intimidad y no cómo ahora se me proponía, pero… ¿por qué no intentarlo?.  Ese dinero me vendría muy bien para salvar las deudas acumuladas. Puede que para él solo fuesen mil euros, pero para mí era mucho dinero en esos momentos de mi vida. En otros tiempos se los hubiese tirado a la cara y le hubiese dado una patada en los huevos hasta que se retorciese de dolor. Pero ahora… lo necesitaba. Precisaba ese dinero.

Tan sólo debía encontrar un pensamiento que transformase mi mente y me diese el motivo para armarme de valor e intentarlo.

En mi cabeza dejó de resonar el inamovible “no” que se repetía una y otra vez con anterioridad, para empezar a maquinar una forma en la que hacerme como fuese con ese dinero. “Mil euros Sara, mil euros”.

.-“Esta bien” dije mirándolo desafiante a los ojos “acepto” dije al tiempo que me agachaba a recoger mi dinero.

.-“No sabes cuánto me alegro” dijo relamiéndose de impaciencia al comprobar que aceptaba el trato recogiendo los billetes.

Me apresuré a guardarlos en mi bolso que había dejado sobre el escritorio justo enfrente de la cama. Agradecí darle la espalda mientras me guardaba el dinero en su interior. Todavía tenía mi blusa abierta de par en par.

“¿Pero qué coño has hecho Sara?” me pregunté a  mi misma mientras cerraba las cremalleras de mi bolso.”¿Qué coño acabas de hacer?” me repetía una y otra vez en mi mente, y decidí correr a esconderme en el aseo, para poder pensar con más claridad.

.-“¿Dónde te crees que vas?” me retuvo Antonio por el antebrazo temeroso de que huyese al comprobar que me dirigía en dirección a la salida de la habitación con mi bolso entre las manos y el dinero en su interior.

.-“Al baño” le respondí preocupada de que su mano dejase marcas en mi piel debido a la fuerza con la que me sujetaba.

Nunca olvidaré la mirada tan amenazante de ese hombre en aquel instante. Comprendí en sus ojos que sería mejor no contrariarlo y cumplir lo pactado.

Una vez cerré la puerta del baño casi rompo a llorar en silencio. Estaba desesperada y nerviosa por lo que estaba a punto de suceder. Las lágrimas hicieron que se corriese el rímel de mis ojos. Me miré en el espejo y recobré algo de valor. Tenía una pinta horrible. “Vamos Sara, lo que tengas que hacer hazlo cuanto antes”. Decidí ganar algo de tiempo y maquillarme. Mientras me corregía los ojos y la pintura pude acelerar mis pensamientos. “¿Qué has hecho Sara?, ¿qué has hecho?, ¿por qué coño has aceptado?” me preguntaba una y otra vez, y cuánto más lo repetía en mi cabeza más ganas de llorar me entraban. “¡¡¡No!!!”, grité mentalmente para mis adentros. “No le des la satisfacción de verte llorar, no te humilles de esa manera” mi lucha interna quiso que mis pensamientos culminasen en una mayor determinación. “Vamos Sara, sales te desnudas, te das la media vuelta y te vas” me dije a mi misma tratando de darme ánimos. Y envalentonada con ese tipo de pensamientos dejé de maquillarme para quitarme la ropa “cuanto antes mejor”, me repetía una y otra vez tratando de no pensar en lo que hacía.    

Me deshice definitivamente de la blusa a toda velocidad, dejé caer mi falda al suelo y deslicé las medias por mis muslos sentada en la bañera sin apenas meditar en lo que estaba haciendo. Lo que más me costó sin duda, fue deshacerme de mi prenda más íntima: mi tanguita. De nuevo me asaltaron las dudas. 

Pensé en mi marido, mi dignidad y mi orgullo, y me consolé pensando que nadie tenía porque saberlo, sólo yo y ese cerdo de ahí fuera. A ambos nos convenía que fuese así. Estaba nerviosa, pero también resuelta y decidida. Traté de consolarme, “seguramente ese cabronazo habría viso desnudas a un montón de chicas jóvenes, ¿por qué tanto interés en verme desnuda a mí?” me preguntaba. Un montón de inquietudes absurdas revoloteaban por mi mente, hasta que un arrebato por demostrarme a mi misma que era capaz de eso y mucho más, hizo que me envolviese en una toalla mientras me miraba en el espejo dispuesta a salir. “Vamos Sara, tú puedes” me dije por última vez antes de abrir la puerta del baño.

Nada más regresar a la estancia pude ver que Antonio estaba de espaldas a mi posición rebuscando en el mueble bar de la habitación. Ya había preparado un gin tonic que reposaba sobre el escritorio junto a la televisión, y mientras me acercaba pude ver como terminaba de verter una botellita de whisky sobre un vaso con hielos que seguramente había sacado de la champanera.

Antonio se sorprendió al notar mi presencia en su espalda, no me había escuchado salir del baño pues caminé descalza sobre la moqueta del suelo. Nada más verme se apresuró a coger la copa con el gin tonic para tenderla hasta mi mano como en tantas otras ocasiones a lo largo de la noche. Nada más aceptar la copa en mi mano me miró a los ojos y me dijo:

.-“Pensé que te ayudaría a pasar el trago” dijo chocando una vez más su vaso con el mío brindando por la situación. Yo solo acerté a decir…

.-“Gracias” pronuncié tímidamente a la vez que le daba un buen trago a mi combinado. A poco se me resbala la copa por el sudor en mis manos. Por suerte el gin tonic estaba fresquito y alivió el calor interno de mi cuerpo.

Antonio me observaba expectante mientras yo bebía de mi copa. La tensión podía cortarse en el aire. Era como si él no tuviese ninguna prisa, y en cambio yo estuviese ansiosa por terminar de una maldita vez con toda esa pantomima. Mientras estaba en el baño pensé que sería salir, desnudarme y regresar al baño rápida y velozmente a vestirme, pero estaba claro que Antonio lo tenía pensado de otra forma. Decidí seguir con mis planes adelante y acabar con eso cuanto antes.

Dejé mi copa en el escritorio, lo miré desafiante a los ojos, y armándome de valor desanudé mi toalla lentamente para mostrarme enteramente desnuda ante él.

 Antonio dio un nuevo trago a su whisky mientras contemplaba como dejaba caer la toalla al suelo. En ningún momento nos perdimos el contacto visual. Ambos nos mirábamos desafiantes. Esperaba que dijese algo, no sé, un gesto, una expresión, algo…, algo con lo que dar por cumplido el trato tácitamente. Pero el silencio reinante fue su mejor aliado en la batalla, y el tiempo quiso que comenzase a sentir pudor y vergüenza. La mirada inquietante de Antonio impedía que regresase corriendo al baño. Quise cubrirme los pechos con una mano y mi pubis con otra. Casi al unísono escuché la voz seca de Antonio decir:

.-“Date la vuelta” y obedecí encantada por tener que darle la espalda y refugiarme de su asquerosa y depravada mirada.

Pude ver por el espejo en la pared que Antonio se acercó hasta mí por la retaguardia y posó su mano sobre uno de mis hombros a la vez que me dio un pequeño pico en el otro. Luego deslizó su mano lentamente por la espalda acariciándome con la yema de los dedos hasta tocarme el culo con toda la palma abierta de su mano.

Mi respiración se aceleró al instante nada más sentir su mano examinando mis cachetes. Mis piernas comenzaron a temblar, estaba insegura, muerta de vergüenza y aterrorizada. Mi cuerpo estaba a su merced, sin ninguna protección. Temblaba como una gatita abandonada.

.-“Ya está, ya me has visto desnuda. Ahora déjame ir” le imploré mientras me giraba de cintura para arriba tratando de cruzarme con su mirada. Pero tan sólo pude comprobar cómo disfrutaba acariciándome el culo.

.-“Estas muy buena” dijo como no dando importancia a mis palabras y concentrado en acariciarme con una mano, mientras con la otra daba un trago a su whisky impasible ante mis súplicas.

Yo me giré definitivamente para mirarlo a la cara.

.-“Bueno ya vale, ya he cumplido con mi parte” pronuncié desafiante. Estábamos frente a frente, solo que él vestido y yo desnuda.

Antonio me miró sorprendido por mi nueva actitud. Seguramente se preguntaba de dónde había sacado los arrojos necesarios para enfrentarme a él en esa situación. De algún modo deduje que no se lo esperaba. Alargó su mano libre hasta el gin tonic que yo misma había dejado sobre el escritorio y de nuevo me lo ofreció para que lo tomase. No me quedó otra que cogérselo, comprendí que usaba ese gesto como una estrategia psicológica para conseguir de la otra persona lo que quería. Como si al ofrecerte algo tu tuvieras que ofrecerle algo también, y te vieses incapaz de negarte a su propuesta. Pues no, estaba muy equivocado, conmigo no le iban a valer sus sucios trucos para doblegarme. Así que esta vez no quise darle ningún trago, quise mirarlo a los ojos desafiante a pesar de mi desnudez. Quise pensar que como en los cuentos infantiles mi belleza dominaría la bestia que tenía enfrente.

.-“¿Por qué estás aquí, Sara?” me preguntó repasando mi cuerpo una vez más de abajo arriba hasta detenerse a mirarme a los ojos.

Yo me encogí de hombros. Sus palabras detuvieron mis encorajinados pensamientos. De nuevo parecía cambiar el tema y revertir la situación. Lo cierto es que no entendía a que venía a cuento esa pregunta. En esos momentos me sentía ridícula, desnuda delante de un hombre al que apenas conocía y con una copa en la mano como única defensa.

.-“Yo te lo diré” dijo ahora mirándome fijamente a los ojos “Sé que desde hace trece meses traspasas deudas que acumulas en la cuenta corriente a tus tarjetas de crédito, aplazando de esta manera el pago de ciertas facturas porque no vas llegando a final de mes” dijo de forma enérgica y para continuar diciendo contundentemente: “Pero tu problema es que este mes ya has superado el riesgo de tus tarjetas. Ya no puedes traspasar más. Tres mil euros de la tarjeta de tu marido, y otros tres mil de la tuya si no me equivoco ¿verdad?” interrumpió su exposición para regocijarse en mi nerviosismo al escuchar sus palabras. Era evidente que mis manos comenzaron a temblar. Todo mi cuerpo tiritaba por sus palabras.

Yo lo miraba estupefacta. ¿Cómo podía saber todo eso?. Ni siquiera mi marido era consciente de ello. Guardaba mis cuentas como si fuese un secreto de estado tratando de aparentar normalidad frente a mi esposo y mi familia. Pero tenía razón, había logrado demorar así el pago de ciertas facturas durante el tiempo que dieron de sí mis tarjetas de crédito, pero la situación económica ya era desesperada. El sabía perfectamente que accedía más o menos dócilmente a todo cuanto me pedía, debido a las cantidades que me ofrecía. 

.-“¿Cómo sabes todo eso?” le pregunté conteniendo la rabia interior.

.-“No importa” dijo repasando una vez más mi desnudez de abajo arriba hasta mirarme de nuevo a los ojos. “Lo que importa es que estoy aquí para ayudarte ¿recuerdas?” preguntó ahora algo inquieto.

.-“¿Ah siii?, ¿y cómo piensas  ayudarme?” le pregunté expectante “es mucho dinero” Me temblaban los labios al hablar.

.-“Efectivamente lo es, es mucho dinero. Por eso espero que merezca la pena” dijo tras apurar su vaso de whisky.

.-“¿Qué quieres decir?” pregunté ahora sin creerme lo que trataba de sugerirme.

Antonio dejó su vaso sobre el escritorio que venía haciendo de mesa toda la noche, para reclinarse sobre el bolsillo interior de su chaqueta que  estaba en el respaldo de la silla, y extraer de su interior un sobre que se apresuró a entregarme en las manos.

.-“Toma cuéntalo” pronunció al tiempo que yo abría el sobre sorprendida ante la cantidad de billetes que veía en su interior. “Dentro hay seis mil euros, son tuyos si aceptas” dijo observando mi reacción.

.-“Si acepto ¿el qué?” pregunté como una tonta mientras contaba el dinero.

Estaba tan nerviosa que en mi intento por contar los billetes de me equivoqué torpemente, y tuve que empezar varias veces de nuevo.

.-“Vamos Sara, eres una chica inteligente. Ya sabes lo que busco” pronunció al tiempo que se acercaba hasta mi expectante.

.-“Y si no quiero” le dije desafiante dejando de contar el dinero y mirándolo a los ojos.

.-“Sabes mejor que yo que mañana te arrepentirías de ello. Tal vez no mañana exactamente, pero si cuando llegué el momento de hacer frente a los pagos el mes que viene. Estoy seguro de que entonces cambiarías todo cuanto pudieras en tu vida por tener de nuevo esta oportunidad” dijo mientras me acariciaba con ternura casi paternal en uno de mis brazos. “Pero sabes que ocurre Sara, que tienes que decidir aquí y ahora” pronunció ahora expectante a mi respuesta.

.-“Yo no soy ninguna puta que puedas comprar con dinero” dije arrojando el sobre sobre la mesita del escritorio en una desesperada muestra de orgullo por escapar de allí.

.-“Sabes, me encantan esos arrebatos de suficiencia que tienes. Sin duda provocan mi deseo por saber cómo serás en la cama, y por eso estoy dispuesto a darte todo ese dinero. Pero piénsalo bien Sara, sé que pensarás en este momento cuando el banco proceda al alzamiento de tus bienes” Antonio dejó en suspense sus palabras para coger de nuevo el sobre del escritorio y ofrecérmelo una vez más en una segunda oportunidad.

.-“¿Qué harás cuando te saquen de tu casa?, ¿llorarás?, ¿entonces te arrepentirás?. Piénsalo bien Sara, no hay más oportunidades” dijo entregándome el sobre en las manos.

El muy joputa tenía razón, de ir a peor y dadas las circunstancias me arrepentiría gran parte de mi vida de no aceptar el trato que se me ofrecía. Así que cogí el sobre.

.-“Eres un maldito cabrón, hijo de puta….” Quise golpearlo con mis puños en el pecho con sobre incluido, pero Antonio me sujetó fuerte por las muñecas reteniendo los brazos a mi espalda. En esa posición le fue fácil acariciarme el culo a dos manos a la vez que me daba un beso a la fuerza.

.-“A partir de ahora para ti seré señor hijo de puta. Y será mejor que comiences a hacer bien tu trabajo sino quieres que llame a seguridad del hotel” dijo provocando dolor en mis muñecas mientras tiraba de mí hacia abajo, obligándome a ponerme de rodillas a sus pies.

El sobre cayó al suelo y los billetes de su interior decoraron el suelo mientras Antonio me retenía por el pelo arrodillada ante él.

.-“Vamos Sara, ya sabes lo que tienes que hacer” pronunció al tiempo que me daba un par de manotazos a un lado y al otro de mis mejillas, más con la intención de humillarme que con la intención de hacerme daño. Y era verdad, en esos momentos me dolía más en mi orgullo de verme desnuda postrada a sus  píes que los molestos manotazos que me daba.

Lo miré encolerizada desde mi posición, pero lo único que pude comprobar fue su regocijo al ver mi voluntad doblegada a sus expectativas. “Vamos Sara, lo que tengas que hacer hazlo cuanto antes” me repetí una vez más en la noche.

Así que resignada le bajé la cremallera de su pantalón. Antonio estaba que no se lo creía mientras se deshacía de la camisa. Se le salían los ojos de sus orbitas contemplando la escena. Desabroché su cinturón y tiré de sus pantalones hacia abajo. La visión de Antonio, su peluda barriga, con los pantalones a los pies, los calzoncillos blancos de pantaloncito que marcaban una desesperada tienda de campaña, y sus peludas piernas, era del todo una situación esperpéntica.

Fue Antonio quien impaciente se apresuró a dejar caer sus calzoncillos. A mí me sorprendió cuando aún estaba bajándole los pantalones, y su polla se rozó por mi cara sin querer.

Era realmente repugnante, un olor nauseabundo me llegó a la nariz, sus partes olían a una mezcla vomitiva entre meados y sudor reconcentrado. Era asqueroso. Me pareció sucio y repugnante. Sin quererlo aparté mi mirada de sus peludas pelotas que colgaban ante mis ojos, y me llevé las manos a la nariz tratando de evitar la respiración. Solo podía ver pelo por todas partes. Dudaba si sería realmente capaz de hacer lo que me pedía. Antonio adivinó mi repulsa por mis gestos y sujetándome de la cabeza por el pelo con fuerza me obligó a introducirme su miembro en mi boca.

A poco me muero de asco al notar como su miembro llenaba mi boca. Me la introdujo hasta el fondo, golpeando varias veces mi campanilla provocándome arcadas a punto de vomitar.

Un irreconocible sabor a salado inundaba mi boca. Mejor no pensar a qué podía deberse. Por suerte con cada movimiento ese horrible sabor salino fue desapareciendo para pasar a reconocer poco a poco el sabor de mi propia saliva.

Antonio rebajo la presión que ejercía al sujetarme en la cabeza y pude tomar la iniciativa. A pesar de toda la aversión que sentía, pensé que si me esmeraba un poco todo podía acabar de esa manera. Debía esmerarme al chupársela para hacerlo venirse cuanto antes. No veía a Antonio capaz de aguantar dos corridas en la misma noche. Así que me tragué mi orgullo, mi repulsa y mi estima personal para hacerlo lo mejor que podía.

Aprisioné su prepucio entre mis labios, y jugueteé con mi lengua en la zona de su pellejo donde se le une la piel al glande. Sin duda le gustó mi caricia y aflojó aún más la presión de sus manos en mi pelo. Incluso me permitió deshacerme de algún molesto pelillo que se cruzaba por mi lengua.

.-“No está nada mal como la chupas para ser un ama de casa” pronunció entre gemidos contemplándome orgulloso como procedía de rodillas a rodear su miembro entre mis manos.

Le lancé una mirada llena de rabia al escuchar sus palabras, y él me aguantó la mirada todo el rato. Estoy segura de que era capaz de adivinar mis pensamientos a través de mis ojos.

.-“Eres un maldito cabrón e hijo de puta” le decía con la mirada.

.-“No eres más que otra puta cualquiera” podía leer en la suya.

Por suerte no pasó mucho tiempo desde que acompasara mis manos con mi boca, cuando pude apreciar los primeros espasmos de su polla entre mis labios, me alegré de saber que pronto terminaría aquella tortura. Recé por que se corriese cuanto antes y traté de que así fuera.

Pero fue Antonio quien se salió repentinamente de mi boca. Me alzó en volandas levantándome por debajo los brazos, y me arrojó sobre la cama, caí de espaldas, dominada, entregada y expuesta a cualquier perversión.

.-“Ven putita, quiero saber si vales lo que he pagado” dijo al tiempo que tiraba de mi hacia él por los tobillos. Estaba claro que no quería correrse tan pronto.

No me quedó otra opción que situarme como él quiso al borde de la cama con los pies en el suelo. Cerré los ojos con fuerza. No quería saber qué es lo siguiente que sucedería, lo que ese pervertido me tenía preparado. Sentí las manos de Antonio en mis rodillas, y como hizo fuerza para que estas se abriesen de par en par exponiendo mi sexo ante su vista. Abrí los ojos para comprobar que se había arrodillado a los píes de la cama y estaba entre mis piernas. Cerré los ojos de nuevo cuando comenzó a darme tímidos besitos por mis piernas. Comprendí lo que se pretendía. Alternaba de una pierna a otra cada vez un poco más arriba.

.-“¿Siempre lo llevas así?” preguntó tras darme un primer pico por el pubis.

.-“No” pronuncié airada conmigo misma por cuanto me estaba dejando hacer resignada.

.-“Huele muy bien” dijo apretando su barbilla contra mis labios vaginales y besándome la zona. El sabor ácido de su saliva no hacía más que aumentar el picor en mi zona rasurada avivando el manojo de nervios que era yo en esos minutos.

Antonio pudo sentir mi tensión corporal cuando sus labios tocaron los míos despertando sentimientos contradictorios en mi cuerpo. Su lengua se movía lentamente arriba y abajo entre mis labios más íntimos. Apretó la lengua y abrió mi coñito, en ese momento supe que estaba tan mojada por dentro como lo estaba ya por fuera. Una mezcla entre su saliva y mis fluidos encharcaban su cara. Me prometí a mi misma que de ninguna forma lo disfrutaría pese a que mi cuerpo reaccionase en contra de mis pensamientos por naturaleza. Pero… ¿qué tipo de naturaleza consentiría que una mujer gozase en esas circunstancias?.

Antonio por su parte estaba saboreando cada instante. Sin duda le parecía exquisita y me quería disfrutar, y lo cierto es que a mí tampoco me habían devorado nunca de esa manera.

Di un grito ahogado al notar como su lengua se insertó en el interior de mi coñito y comenzaba a moverse adelante y atrás. A la vez Antonio tiró y retorció uno de mis pezones, lo cual me hizo chillar.

.-“Aaaaah” grité de dolor. Me incorporé sobre los codos para mirarlo. El me devolvió la mirada. Sin duda le gustaba mirarme a los ojos.

.-“Sabes…” pronunció Antonio desde su posición “me encanta comer coños, por no puedo hacerlo con putas. A saber lo que te pueden pegar. En cambio tu Sara, estás riquísima” terminó de decir antes de volver a hundir su cara entre mis piernas.

Mi culo continuaba en el borde de la cama y mis pies en el suelo. Yo estaba hirviendo por dentro. Debo reconocer que el tipejo lo hacía realmente bien. Supo estimular mi clítoris correctamente. Nunca me lo habían comido de esa manera, de no ser porque realizaba verdaderos esfuerzos mentales por no disfrutar de su cunnilingus, porque de dejarme llevar me hubiese corrido inevitablemente.

Tenía las piernas cruzadas alrededor del cuello de ese extraño que estaba devorando con entusiasmo mi coño. Podía notar sus orejas en mis muslos, y su barba irritar la piel más sensible de mi cuerpo, cuando de repente Antonio se paró de golpe. En apenas un segundo, se incorporó en píe y seguidamente se tumbo encima mío sin darme prácticamente tiempo a nada.

.-“Vamos a ver qué tal follas” dijo al tiempo que se acomodaba encima de mi cuerpo y trataba de besarme en la boca. Yo me resistía moviendo mi cabeza de lado a lado, a la vez que trataba de quitármelo de encima. Pero pesaba demasiado. En esa posición su polla buscaba inútilmente penetrarme.

Un inevitable forcejeo se produjo durante unos segundos entre ambos. Yo por tratar de salir de la posición como fuese, y el por tratar de metérmela.

.-“Vamos puta”, dijo lamiendo mi cuello de abajo arriba “métetela” me ordenó tajantemente. Estábamos frente a frente y pude sentir su aliento en mi cara

Su rostro era enfermizo, parecía un lunático, su arrugado rostro delataba un placer morboso. Mientras, su lengua subía hacia mi cuello y luego a mi cara donde inclusive se atrevió a besarme asquerosamente en la boca. Tras muchos intentos lo consiguió. Su lengua rebuscaba en cada rincón de mi boca. Me sentí sucia y ultrajada. Una angustia incesante abordaba mi cuerpo.

Me faltaba el aire con su peso oprimiendo mi cuerpo y su boca tapando la mía. Me costaba respirar, creí morirme por dentro, tal vez por eso seguí sus instrucciones e introduje como pude mis dos manos entre ambos cuerpos para agarrar su miembro y guiarlo hasta mis labios vaginales. Abrí mis piernas lentamente, doblando mis rodillas, expuse por completo mi intimidad, ofreciéndome como una puta.

Fue sentir su instrumento rozándose en mis partes y comenzar a transformarse mi mente. Por unos instantes me pregunté cómo sería tener otra polla dentro de mi cuerpo. Había fantaseado con circunstancias parecidas en la soledad de mi intimidad, pero esto nada tenía que ver con lo imaginado. ¿Pero qué es lo que estaba insinuándome a mi misma con ese tipo de preguntas?, ¿Qué debía disfrutarlo?. La sola idea me parecía despreciable. Enseguida quise desterrar ese tipo de pensamientos de mi cabeza. La situación, aunque más llevadera de lo que pensaba en un principio, tenía que ser desagradable.

Abrí unos ojos como platos cuando sentí que su miembro se abría camino entre mis labios más íntimos. Antonio me comía la boca en esos momentos.

.-“Uuuuhhhhmmmm”. Mi grito quedó ahogado en su boca.

En esos momentos agradecí que me hubiese comido el coño a conciencia con anterioridad, de lo contrario me hubiese desgarrado por dentro. Mi cuerpo se relajó al comprobar que no dolía tanto como me esperaba. Levanté la cabeza tratando de ver cómo su cuerpo se encajaba en el mío, pero lo único que pude ver es una espalda gorda y peluda como la de un orangután, así que abandoné mi cabeza de nuevo contra la cama para cruzar por unos instantes mi mirada con la de Antonio.

Hubiese sido mejor que no se encontrasen nuestras miradas, me hizo sentir fatal y a partir de ese momento cerré con fuerza los ojos. Antes pude leer en los ojos de Antonio que estaba dispuesto a hacerme disfrutar. Lo puse en duda.

Pero lo cierto es que la vida moral que me había propuesto desapareció cuando hundió su polla hasta el fondo, en mi interior. Yo nunca había engañado a mi marido antes. Su miembro friccionaba en zonas desconocidas para mí. Me tenía completamente dilatada y eso provocaba que mi cuerpo se dejase llevar a pesar de mis reticencias. Pensé que debía convertirme en otra, debía encontrar la forma en que sobrellevar la situación.

Tuve que reconocerlo, debía encontrar la excusa con la que justificarme a mi misma porque mi cuerpo respondiese a los estímulos a los que estaba siendo sometida. Quise pensar que la situación era similar con las que siempre había fantaseado. Alguien que estaba destinada a satisfacer los deseos de un extraño. Usar mi cuerpo, solo sexo, nada de amor.

Mientras se hundía dentro de mí, sentí caer su barriga sobre mi esbelto vientre y su lengua recorrer mi oreja. Me chupó varias veces por el lóbulo, jugueteando con mis pendientes. Eso me provocó un placer indescriptible. Lo rodee con mis piernas en señal de aceptación, su fofa contextura me recordaban la diferencia de edad. Debía abrirme tanto de piernas que comenzaba a hacerme daño en mis caderas en sus arremetidas, y muy a mi pesar eso me excitaba aún más. Su velluda y arrugada piel se aplastaba ante la presión de mis muslos. Él era la bestia y yo la bella. Su respiración era pesada y ansiosa, parecía un perro desesperado.

.-“Eso es, así, fóllame, fóllame cabrón” gimoteé para su regocijo.

La idea de que me dejara follar por un viejo me parecía a la vez tan repulsiva como morbosa. Una vez más traté de no pensar en donde estaba o lo que estaba haciendo, abandonándome a las sensaciones de mi cuerpo. Antonio por el contrario arremetía en cada embiste con furia. De vez en cuando abría mis ojos para contemplar un techo blanco con apenas imperfecciones donde distraer mi mirada y disimular mi pequeño gozo interior. De no impedirlo Antonio acabaría corriéndose en mi interior. De repente pensé que podía quedar embarazada.

.-“¿Has traído preservativos?” le pregunté tratando de detenerlo en sus movimientos en un evidente cambio en mi estado de aceptación a rechazo.

Antonio se detuvo mosqueado por mi nueva actitud, para mirarme a los ojos.

.-“No uso de eso” me dijo al tiempo que se tiraba a devorarme un pecho y se movía de nuevo.

.-“No por favor, no te corras dentro” supliqué al ver que no tenía intención de detenerse. Mis ojos comenzaron a llorar, sentí lagrimas brotar de mis ojos y recorrer mis mejillas. Las lagrimas eran por un sentimiento de culpa, de culpa por no poder decirle que “no” a aquel viejo que se saciaba conmigo y al que le consentía. Le pedí perdón mentalmente a mi marido, volví a apretar con mis piernas el cuerpo de mi poseedor; lo abracé; acaricié su peluda espalda; busque su jadeante boca y lo besé tratando de encontrar  su comprensión.

 

-.“No siguas por favor, para, no tomo nada, puedo quedar embarazada” gemí suplicante mirándolo a los ojos, pegada a sus labios, atrapando su cara entre mis manos para forzarlo a contemplarme y aún con lagrimas recorriendo mis mejillas. Antonio me secó una lágrima en mi mejilla con su dedo pulgar, percibió mi tristeza, lo que le provocó una risa burlona.

.-“Con que eso es todo ¿eh?” dijo al tiempo que se salía de mi vagina y me daba la vuelta. Me tumbó boca abajo en la cama, y se tumbó a mi espalda.

Advertí que con una mano en su polla y otra abriéndome los cachetes del culo intentaba metérmela por el culo sodomizándome por primera vez en mi vida. No me estaba gustando para nada su nueva actitud.

.- “¿Qué piensas hacerme?” le pregunté al principio pensando que se estaba equivocando.

.-“¡¡¡Nooooh!!!.  No por ahí no, ni lo sueñes”, le grité una vez entendí su propósito, pero lo vi demasiado decidido en sus intenciones. Una nalgada que debió ponerme el culo rojo me hizo gritar de nuevo.

.-“Aaaaayy”  me giré para mirarlo recriminándole esa acción. En esos momentos se esfumaron cualquier atisbo de satisfacción por mi parte. Las palmadas en mi trasero empezaron a sonar y sentí cosquillas de dolor en mis nalgas cuando el vejete gozaba golpeándolas; este dolor me hacía sentir más abusada. A merced del animal que ahora iba a saciar sus más sucias y degeneradas perversiones con mi cuerpo.

.- ¿Vas a chillar como gritan las putas, o acaso tu marido no te folla por el culo?”. Pronunció con furia en sus labios. Y nada más decir esto, guiando su polla hasta mi esfínter me la metió por el culo sin la menor compasión.

.- “Noooh” chillé ahora del verdadero dolor. “No por ahí no, para por favor, detente”. Pero él hacía caso omiso.

Con el forcejeo yacía tumbada completamente larga sobre la cama boca abajo, con su cuerpo opresor encima del mío, me agarró del pelo con una mano impidiendo cualquier señal de resistencia, y con su cara en mi nuca me dijo:

.- “Que culito más prieto tienes Sara, he querido follarte este culito tan tierno que tienes desde el primer momento en que te vi” dijo babeando a mi espalda. Mi rostro estaba apoyado contra la cama, mis ojos cerrados y la fuerte respiración delataban mi pasividad. Mi único control se basaba en dejar que abusara de mi cuerpo, con tal de que siguiera gozándome.

Apenas podía escucharle pues el dolor no me dejaba concentrarme en sus palabras. Yo quería que aquello acabase cuanto antes, que se corriese de una vez por todas y cesase el dolor, por eso a pesar del daño articulé a decirle…

.- “¿Te gusta ehhh? ¿te gusta mi culito?. Pues vamos cabrón, dame fuerte.” Le sorprendí tratando de aguantar la humillación. Estaba haciendo realidad los sucios deseos de aquel viejo y no tenía fuerzas para evitar que abusara de mi cuerpo. Me volví a mirarlo, nuestras miradas se encontraron, su sonrisa malévola me hacía sentir dominada y descontroladamente poseída.

.- “Eso es, así me gusta, quiero oírte suplicar que te rompa el culo.” Me dijo aplastándome la espalda sin dejar de besarme en la nuca. Pude sentir su barriga sobre la parte baja de mi espalda cuando se inclinó para agarrarse de mis tetas; estaba sobre mi follándome salvajemente.

.- “Vamos cabrón, reviéntame el culo”, le dije ahora enojada. “¿no es eso lo que querías?”. Podía sentir como mis nalgas se pegaban a su ingle cuando mi culo se clavaba bajo su barriga. Me movía sintiendo el roce de su miembro dentro de mí, para luego volver a clavármelo y sentir su peluda piel en mis muslos y nalgas.

.- “Oh Dios, ¡que culito más suave!, ¡Me corrro, me corrrooooh!” Por fin escuché  gritar a Antonio encima de mí, sobre mi espalda. Y mientras decía esto sacó la polla de mi culo derramando parte de su esperma sobre mi espina dorsal. Su orgasmo me pareció infinito.

Por suerte nada más correrse en mi espalda y una vez recobró el aliento, Antonio me propinó un último par de nalgadas que resonaron por la habitación, y después corrió a meterse en el baño, supongo que a limpiarse pues escuché correr el agua del bidé.

Yo por contra me senté sobre la cama y cubrí mi desnudez con las sabanas. Me llevé las manos a la cara y lloré; de vergüenza; de rabia; de alegría, no lo sé, solo sé que llore desnuda sentada sobre la cama. Lloré porque por breves momentos lo había disfrutado y no quería reconocérmelo a mí misma. ¿Cómo podía haberme excitado siquiera?. No me lo perdonaría nunca.  Las lágrimas escapaban por entre mis dedos para mojar las sabanas que me cubrían al tiempo que sentía secarse el semen sobre mi piel, y arder mi ano.

Pensé que lo mejor sería salir de allí cuanto antes, así que sudada, reseca y dolida, me vestí a toda prisa para salir corriendo de aquella habitación sin la intención de despedirme siquiera de Antonio. No hubiera aguantado ni una sola palabra suya.

Me estaba vistiendo cuando pude escuchar el sonido de un wahtsapp en la habitación. Creí que era mi móvil pero ni fue así. Luego me pregunté quien podría ser a esas horas de la madrugada. El iphone 6 de Antonio estaba tirado sobre la cama. Decidí alcahuetear. Me llamó mucho la atención por la hora que era. Nada más abrirlo pude ver que los mensajes correspondían bajo el pseudónimo de “agente de bolsa”. Entré en el chat.

“Hola Antonio, soy Miguel tu consultor de Smith & Poors”

“Te adjunto documentación en pdf de la titular Sara Goza XXX”

“En resumen te diré que tiene las cuentas en el Santander, casada, un hijo, en paro..etc.

“Lo que más te interesa: debe cerca de 6.000 euritos”

Por la hora pude ver que estos mensajes entraron a media noche. Me quedé de piedra cuando seguí leyendo…

“De verdad que no entiendo tus caprichos. Es mucho dinero por tirarte a una tía. Tú verás si merece la pena”

Pude ver lo que Antonio le respondía:

“Esta zorra esta miedo. Pagaría hasta 15.000 euros por tirármela”.

“Me alegro que cueste menos”

“Creo que esta cae. Ya te contaré”

La respuesta de Antonio coincidía con la hora en que quedé dormida.

“Hola Antonio, soy Miguel”

“¿Qué tal ha ido?”

No pude leer más, quise salir pitando de allí, ya había visto demasiado.

Salí huyendo del hotel, sin mirar a nadie en mi camino, por suerte no me costó mucho tiempo encontrar un taxi en la calle que me llevase a casa. Cuando llegué a casa me duché durante horas, me froté con piedra pómez hasta despellejarme viva. Dormí de tirón. Al día siguiente me dolía todo, incluido mi culo, pero al menos tenía el dinero suficiente en mi bolso como para tirar una larga temporada.

Lo peor de todo es que me he tenido que tocar varias veces pensando en lo sucedido. Esa sensación de suciedad, vejación y humillación, estimulaba inesperadamente mi mente hasta límites desconocidos para mí.

Sabía que mi marido nunca me llevaría a esos extremos, y yo en cambio quería volver a experimentar…

Besos,

Sara.  

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