-Hola Gus, ¿Cuándo llegas? Tengo ya todo preparado para la firma.

-¿Sí? ¡Estupendo, llegare dentro de dos días! –respondo levantando la voz por encima del ruido del viento.

-Pero… ¿Y el avión? ¿Han cancelado el vuelo?

-No pero he decidido  devolver el billete y alquilar un coche para ir hasta ahí. Llegaré con tiempo de sobra para la firma y siempre he deseado hacer un viaje así. He alquilado un Camaro descapotable que es una pasada. En estos momentos estoy atravesando Hoboken.

-¡Serás cabrón! ¿Y qué coños hago yo mientras tanto? Ya lo tenía todo preparado para esta noche…

-No te preocupes Jackie, -la interrumpo de nuevo –cuando llegue te lo compensaré.

-Eso espero porque estoy hirviendo de deseo. Conduce con cuidado, no estás en tu país, aquí lo del límite de velocidad se lo toman en serio.

-De acuerdo –respondo pensando que quizás me he precipitado en mi decisión.

-Bien, dos días entonces. Ahora tengo que colgar, me llaman por la otra línea. Te llamaré mañana para ver cómo te va. –dice Jackie mientras su voz se desvanece del bluetooth del Camaro.

***

-Hola Jackie, ¿Qué tal? ¿Me has echado de menos?

-Hola querido, ¿Por dónde andas?

-Acabo de pasar por las afueras de Mechanicsville, los americanos no os partís mucho la cabeza poniendo nombres. ¿Cómo llamáis a los de aquí?  ¿Transformers?

-Muy gracioso, ¿Dónde pasaste la noche? –Me pregunta Jackie con curiosidad.

-Paré a dormir en Fredericksburg. Llegué a las cuatro de la tarde y no pude resistirme a visitar el campo de batalla de la guerra de secesión. También vi la estatua del tipo que fue a la tierra de nadie a dar de beber a los heridos jugándose el pellejo. Como dicen en mi pueblo hay gente pa to.

-¿Y eso fue lo que hiciste toda la tarde?

-Básicamente, -respondo yo –A eso de las seis fui a cenar al típico restaurante de carretera. Tenían una carne estupenda, pero lo mejor fue la camarera. Morena pequeñita y vivaracha, con la típica mezcla explosiva de este país, padre colombiano y madre checa buff…

-No quiero saber más. –dice ella intentando cortar sin éxito mi conversación.

-El caso es que ayer era un día de poco movimiento –empiezo a contarle ignorándola –y la invité a sentarse un rato conmigo para tomar un café. Lucy era bajita y menuda pero tenía un cuerpo moreno perfectamente proporcionado y unos pechos redondos y tiesos capaces de hipnotizar a cualquier ejemplar del sexo masculino. Su boca era grande y tenía unos  labios gruesos y rojos la mar de sugerentes. El pelo negro y brillante cortado a lo paje le daba un aire de rebeldía y hacía destacar sus ojos grandes y de un azul  profundo, casi abisal con vetas grisáceas haciendo que me sintiera como un astrónomo viendo girar una galaxia.

-Hijo de perra, ¿cuantos años tenía esa chiquilla?

-Los suficientes, lo comprobé charlando un rato con ella. Era una mezcla de sensualidad y atrevimiento tal que no fui capaz de resistirme y la invité a tomar unas copas cuando terminase su turno.

-Cabrón…

-Quedamos en una cervecería en el centro del pueblo y como aún le quedaban un par de horas de turno me despedí y aproveché el tiempo que tenía para coger una habitación en un hotel cercano y acicalarme un poco. Yo fui puntual pero ella tardo unos veinte minutos más en aparecer. Había cambiado el traje de camarera rosa con su nombre en el bolsillo por unos pantalones cortos que dejaban  ver unas piernas deliciosamente torneadas y un minúsculo top de color azul petróleo. Algunos de los escasos parroquianos que se habían dejado caer a aquellas horas giraron sus cabezas pero Lucy ignorando las miradas de interés de éstos me localizó rápidamente y vino directamente hacia mí. Su movimiento felino y desenvuelto a pesar de las gruesas botas Caterpillar congelaron la cerveza a medio camino de mi boca. Sin más que un pequeño gesto de reconocimiento se sentó a mi lado en la barra y pidió una jarra de cerveza. Sólo después de bajarse la mitad del contenido de la jarra se volvió hacia mí con una amplia sonrisa. Dirás que yo un cuarentón, no tendría mucho de qué hablar con una joven de veintitrés años escasos pero resultó tener una licenciatura  en historia y se había especializado en finales del siglo diecinueve, así que nos pasamos discutiendo buena parte de la noche sobre el desastre del Maine y las semejanzas del periodismo americano de la época y el actual.

-Ya veo –replica Jackie –luego una cosa llevó a la otra y…

-La verdad es que no fue del todo así, Incluso se llegó a enfadar un poco cuando le dije que el hundimiento del Maine me olía a cuerno quemado, pero como el bar tenía que cerrar y ninguno de los dos quería terminar la discusión la invité a mi habitación para seguir hablándolo con un par de copas. Te juro que fue de lo más inocente. Entramos en la habitación, nos sentamos en dos sofás frente a frente y charlamos mientras el camarero nos servía; un Gin-tonic para ella y un Suntory de quince años para mí, pero cuando le dije que los americanos eráis capaces de aprovecharos de la muerte de vuestros conciudadanos para atacar una nación inocente se levantó como un resorte y se abalanzó sobre mí dispuesta a golpearme.

-Bien por ella, si me dices eso a mí te arranco los ojos mamón. Da gracias que estamos en este mundo para salvaros el culo repetidas veces, si no haría tiempo que Europa entera estaría practicando el paso de la oca.

-A duras penas conseguí atrapar su muñeca antes de que su mano me abofeteara con rabia. Sus ojos chispeaban con tal furia que como un encantador de serpientes no pude evitar acercar mi cara a la suya y besarla suavemente. Lucy reaccionó con mayor furia aún y sentándose encima de mí intentó inmovilizarme pero solo consiguió excitarme aún más, así que la cogí en volandas y la tiré sobre la cama. Aprovechando su momentánea desorientación me tiré sobre ella y con una sonrisa malévola la inmovilicé agarrándola por las muñecas. Intentó zafarse durante unos segundos sin resultado hasta que viendo la inutilidad de sus esfuerzos se rindió y se quedó quieta.

-Te parecerá bonito, abusón…

-Acerqué de nuevo mis labios a su cuerpo jadeante por el esfuerzo y le besé el cuello, ahora en vez de revolverse gimió ligeramente y estiró el cuello invitándome a continuar. Rápidamente retiré mis manos de sus muñecas para acariciar su pelo espeso y sedoso mientras recorría su cuello con mi lengua hasta llegar al arco de su mandíbula. Justo antes de besar de nuevo sus labios la miré a los ojos, la furia había dejado paso al deseo en esa galaxia en rotación. Los besos se sucedieron tórridos y violentos como la discusión anterior, sólo separábamos nuestros labios para tragar bocanadas de aire. Al fin logré separarme los segundos suficientes para quitarle el top y besar sus pechos morenos. Sus pezones se endurecieron inmediatamente  oscuros  y belicosos, los besé y chupé mientras introducía mis manos bajo el  escueto pantalón buscando su sexo. El interior de sus piernas estaba cálido y húmedo y Lucy estalló en un nuevo gemido cuando mis dedos acariciaron su coño. Adivinando su deseo no me demoré más en sus pechos y con fuertes y desmañados tirones le arranqué los shorts y le quité las odiosas botas. Me paré solo unos segundos para poder admirar el cuerpo moreno y suave que temblaba de deseo a mis pies. Acaricié sus piernas y besé sus pies y sus uñas pintadas de negro con esmero. Lucy respondió tensando todo su cuerpo y gimiendo suavemente. Su tanga se ladeó ligeramente y tuve un atisbo de su pubis cuidadosamente arreglado. Adelantando mis manos aparte la prenda con delicadeza, la visión de los labios de la vulva abiertos mostrando un pequeño piercing me volvieron loco y con rudeza envolví todo su sexo con mi boca. Lucy gritó y empujo su pubis hacia mí mientras con sus manos tiraba de  mi cabeza hacia ella. Mi lengua entró en su vagina, recorrió los labios rojos y húmedos por el deseo y terminó golpeando con suavidad el piercing obligando a Lucy a doblar su cuerpo con el placer.

-Sigue –dice Jackie con la voz extrañamente anhelante.

-Mientras yo me deshacía de mi ropa,  –continuo obedientemente mientras paso por las afueras de Rocky Mount –Lucy se quitó el tanga y  esperó pacientemente a que yo terminara de desnudarme. Con una media sonrisa se quedó mirando mi cuerpo pálido y delgado adornado con un pene erecto y congestionado.  Con un gesto de apremio Lucy entreabrió sus piernas y se acarició el sexo invitándome a acompañarla. Me acerque y ayudándome de las manos rocé su sexo con mi polla, Lucy gimió e intentó guiarme hacía su interior pero no la hice caso, me tumbé sobre ella y le besé los pechos y le mordisque el cuello mientras seguía frotando mi polla sobre su pubis y su vientre. Poco a poco fui bajando mis manos hasta el interior de sus piernas y separándolas la penetré de un rápido empujón. Mi polla resbaló en su húmedo interior hasta clavarse en el fondo de su coño arrancándole  un grito de placer. Con las uñas de ella clavadas en mi espalda comencé a empujar con rapidez hasta que todo su cuerpo se paralizó por el orgasmo. Ignorando sus protestas la levanté en vilo y seguí penetrándola ayudado por la gravedad. Lucy se agarraba a mí y gemía aún arrasada por el orgasmo. Cuando se recuperó un poco me senté en el borde de la cama y fue ella la que empezó a subir y bajar por mi polla con lentitud besándome e invitándome a acariciar su cuerpo febril. A punto de correrme me separé e introduje mis dedos en su coño metiéndolos y sacándolos rápidamente mientras besaba y mordisqueaba todo su cuerpo. Lucy se corrió y yo seguí masturbándola sin hacer caso de sus suplicas hasta que las oleadas de placer la obligaron a doblarse en posición fetal gimiendo y tensando todos los músculos de su cuerpo. Cuando su vagina termino de contraerse saqué mis dedos de su sexo y saboreé el orgasmo de Lucy, ácido y dulce al mismo tiempo, igual que ella.

-¿Y tú no te corriste? –pregunta Jackie suspirando.

-Claro que no. Mi leche la guardo para ti. Estos días solo estoy agitando mis huevos suavemente y manteniéndolos a la temperatura exacta, como si estuviese haciendo una salsa holandesa que sólo  tú probarás.

-Mmm –dice Jackie justo antes de que una sirena interrumpa la conversación.

-¡Vaya! me temo que me  he despistado un poco con mi relato y me he ha pillado el radar. –digo pidiendo a Jackie que guarde silencio pero sin apagar el bluetooth del Camaro.

-Buenos días caballero, la agente Simpson ayudante del sheriff del condado de Cumberland. ¿Sabe a qué velocidad iba?

-Lo siento agente –respondo sorprendido ante la belleza de las agentes de la ley de Carolina del Norte –creo que me he despistado un poco.

-Iba a sesenta y tres millas por hora en un lugar limitado a cincuenta y cinco. Documentación y papeles del coche –dice abriendo su talonario de multas mientras yo aún excitado por el relato anterior admiro el cuerpo voluptuoso de la mujer, un poco entrado en carnes, su melena larga y rubia y sus ojos oscuros rodeados por unas pestañas largas y rizadas.

-Cuanto me va a costar el despiste –digo alargándole los documentos y mirándole con rostro compungido.

-Doscientos ochenta dólares con cincuenta.

-Me temo que no tengo tanto dinero en este momento –replico yo –pero si me guía hasta el cajero más cercano se la pagaré con gusto, incluso le invito a un café y a un poco de tarta de queso.

-Hacía tiempo que no me topaba con alguien que se lo tomara tan bien, -dice la agente un poco sorprendida mientras me devuelve los papeles junto con la multa –sígame…

-No pensaras… -dice Jackie, que ha escuchado toda la conversación con atención.

-Hasta mañana querida –digo yo poniendo en marcha el gigantesco V8 de seis litros del Camaro y siguiendo mansamente a la agente de la ley…

Continuará…

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