Rocío, nuestra inquilina, había descubierto que durante casi un mes la habíamos drogado para saciar nuestras sucias necesidades pero una vez con las pruebas de nuestro delito en su mano, decidió dar la vuelta a la tortilla y convertirnos en sus juguetes.
Una muestra clara de lo que nos esperaba en sus manos, fue lo que ocurrió nada mas informarnos de que conocía como noche tras noche y aprovechando que estaba inconsciente, entre mi esposa y yo nos la habíamos follado.
-Puta, desnúdate para mí- le exigió a mi esposa.
Maite, que no se había acostumbrado a ese cambio de papel, tardó en reaccionar por lo que la morena ejerciendo su nuevo poder, se levantó y le desgarró su vestido con las manos. Mi mujer intentó taparse pero nuestra inquilina se lo impidió dándole una sonora cachetada.
-Me has hecho daño- se quejó tocándose la adolorida mejilla.
Roció, soltó una carcajada al responderle:
-¡Mas te voy a hacer si no me obedeces!- tras lo cual terminó de despojar a mi esposa de su ropa.
Juro que me excitó ver la indefensión de mi pareja pero en ese momento no me atreví a decir nada y por eso mantuve un silencio cómplice mientras esa muchacha la desnudaba. Maite, completamente abochornada, se quedó quieta mientras la morena le quitaba el tanga. Casi desnuda y con un coqueto sujetador como única vestimenta esperó con el rubor cubriendo sus mejillas su siguiente paso.
Rocío al verla sin bragas, pasó uno de sus dedos por los pliegues de su sexo y mirándome, me dijo:
-Tu esposa es una zorra. Todavía no he hecho uso de ella y ya está cachonda y alborotada-.
Una tímida sonrisa fue mi respuesta. La andaluza comprendió que no iba a defender a Maite y dándole la vuelta, le quitó el sujetador. Una vez totalmente en pelotas, cogió los pechos de su víctima entre sus manos y me los enseñó diciendo:
-Menudo par de pitones tiene esta perra. Se nota que será una buena sumisa porque casi no la he tocado y ya está verraca-.
Aumentando la vergüenza de mi mujer, le pellizcó los pezones mientras le susurraba que era una guarra.  Maite suspiró al notar la acción de los dedos de la morena sobre sus areolas y sin dejarme de mirar, gimió de deseo.  La morena entonces se apoderó de los mismos con su lengua y recorriendo los bordes rosados de su botón, los amasó sensualmente entre sus palmas. Mi señora, incapaz de contenerse, suspiró mientras intentaba parecer fría ante ese ataque.
Si pensaba que esa actitud le serviría de algo, se equivocaba porque Rocío hizo caso omiso de ella y de un empujón, la sentó sobre la mesa del comedor.
-Abre tus piernas, puta. Quiero que el cerdo de tu marido disfrute de la visión de tu coño mientras te lo como-, ordenó bajando su cabeza a la altura del pubis de la mi mujer.
Desde mi posición, pude observar que Maite se estaba excitando por momentos. No solo tenía los pezones erectos sino que se notaba que la humedad estaba haciendo aparición en su sexo. La morena al notarlo le separó las rodillas y sacando la lengua empezó a recorrer sus pliegues.
-Ahhh- suspiró mi esposa.
Rocío, encantada con su poder, aceleró las caricias mientras torturaba los pezones con sus dedos. Pude ver que luchando contra el deseo, mi señora apretaba sus manos y con la cara desencajada, de sus ojos brotaban unas lágrimas. Sin apiadarse de su víctima, la andaluza  metió dos dedos en el interior del coño de mi amada, la cual empezó a retorcerse buscando su propio placer.
-Te gusta, ¿Verdad? ¡Guarra!- gritó al comprobar que el sexo de mi mujer aceptaba con facilidad dos dedos y queriendo forzar aún mas su dominio, le preguntó: -¿Crees que te cabra mi mano?
Maité, al oír lo que se proponía, se zafó de su acoso e intentó huir pero entonces la morena, dirigiéndose a mí, me ordenó:
-Tráemela otra vez.
No pude negarme. Si esa zorra iba a la policía con el video donde me la había follado después de drogarla, hubiese ido a la cárcel por lo que cogiendo a mi mujer en mis brazos, la devolví encima de la mesa.
-Sujétala y que no se mueva- me soltó riendo.
Comportándome como un auténtico bellaco, inmovilicé a mi esposa mientras la morena la violaba metiéndole tres dedos en su interior. Los gritos de dolor lejos de cortarla, la motivaron aún más y haciendo caso omiso de los mismos, le metió un cuarto dedo.
-¡Por favor!- chilló Maite al sentir su sexo a punto del desgarro.
Disfrutando de la faceta de estricta domina, Rocío pellizcó duramente los pezones de mi mujer mientras le decía:
-¡Cállate, puta!. ¡Bien que te reías mientras tu marido me violaba!
Al recordarle el motivo por el cual nos tenía en sus manos, hizo que se quedara callada y quieta, momento que la morena aprovechó para incrustarle el quinto dedo. Con lágrimas en los ojos, chilló de dolor pero temiendo la reacción de esa muchacha, esta vez no intentó huir. Mas excitado de lo que me gustaría reconocer, observé la cara de lujuria que nuestra inquilina puso al intentar meter por completo su palma en el interior de mi amada.
Tras varios intentos fallidos, por fin, completó su objetivo y una vez conseguido ni siquiera esperó a que su víctima se acostumbrara y con autentico sadismo comenzó a golpear su vagina. Maite al sentir el puño de la andaluza en su interior, gimió completamente descompuesta.
-¡Te lo ruego, déjame! ¡Te juro  ser tu fiel esclava!- chilló en busca de su compasión.
Rocío al escuchar su entrega, le soltó:
-Todavía no te enteras. ¡Eres mía!- y recalcando su dominio, me obligó a darle la vuelta.
Juro que no supe que se proponía hasta que teniéndola a cuatro patas sobre la alfombra, vi que la morena cogía un cinturón y usándolo sobre mi esposa, empezó a castigar sus nalgas.
-¡No! – gritó al sentir la dura caricia del cinturón en su trasero.
Aterrorizado pero incapaz de defenderla, soporté el ver como nuestra inquilina azotaba una y otra vez a mi mujer. Solo cuando ya tenía el culo casi en carne viva, paró y dirigiéndose a mí, me dijo:
-¡Quiero ver cómo le das por culo!
De `plano me negué, al sentir que era demasiado el castigo que estaba sufriendo Maite. Estaba a punto de enfrentarme con esa zorra cuando escuché que mi señora desde el suelo me decía:
-Haz lo que te ordena nuestra ama-
Sin saber qué hacer, me la quedé mirando y al observar que desde la alfombra me sonreía y que sin esperar a que esa puta sádica repitiera su amenaza, con sus dos manos se separaba las nalgas, no pude hacer otra cosa que arrodillarme a su lado.
Estaba recogiendo parte de su flujo para untar su ojete cuando la maldita inquilina me gritó:
-Directamente. No lo lubriques. ¡Esa zorra no se lo merece!
Quise protestar pero Rocío uso el cinturón sobre mi espalda para obligarme a obedecer. Juro que debí responder a su agresión enfrentándome con ella pero el escozor de ese latigazo, contrariamente a lo que había supuesto, me excitó y sin mediar queja alguna, forcé la entrada trasera de mi mujer con mi pene.
Afortunadamente el ano de Maite estaba habituado a ser forzado porque de no haber sido así el modo tan bárbaro con el que la penetré le hubiese provocado un desgarro.
-¡Dios!- aulló al sentir su ojete mancillado.
La morena disfrutando de nuestra sumisión se rio al comprobar la cara de sufrimiento de sus dos nuevos juguetes y tras un minuto sin hacer otra cosa que mirar cómo le daba por culo, se acercó a mí y poniéndose a mi espalda, me separó mis propias nalgas mientras me decía:
-Luego es tu turno.
Tras lo cual introdujo uno de sus dedos en mi ojete. Nunca nadie había hollado ese agujero por lo que al descubrir que era virgen, esa zorra se descojonó de mí, avisándome de que iba a ser lo primero que ella hiciera. Contra toda lógica, el notar su yema jugueteando en su interior me calentó y reiniciando con mayor énfasis mis penetraciones, seguí machacando el trasero de mi esposa.
Maite, que era ajena a que su marido estaba siendo violado analmente por los dedos de su inquilina, recibió con gozo ese asalto y con la respiración entrecortada, nos informó que estaba a punto de correrse.
Su confesión fue un error porque al oírla, la morena tiró de su melena y prohibiéndola correrse, me obligó a sacársela.
-Límpiala.
Habiendo cortado su calentura, mi esposa tuvo que usar su boca para retirar los restos de mierda que embadurnaban mi miembro, tras lo cual, la andaluza nos obligó a seguirla hasta su cama. Una vez en su habitación, la muy zorra nos demostró nuevamente que había preparado a conciencia nuestro castigo porque abriendo un cajón sacó dos juegos de esposas, con los que nos ató al cabecero.
Una vez con nosotros dos inmovilizados, se desnudó y apagando la habitación, se durmió.
 
 
Lo que en teoría iba a ser nuestro primer día de sumisos, se convirtió en algo mucho mejor.
Como os imaginareis pude dormir más bien poco, atado, desnudo y sin saber que iba a ser de mí, me pasé la noche en vela. Ya eran más de las diez cuando la zorra de la andaluza, se levantó y olvidándose de mí, le quitó los grilletes a mi mujer tras lo cual le obligó a acompañarla al baño.
Como estaba la puerta abierta pude ver cómo se sentaba en el wáter y mientras Maite permanecía arrodillada a sus pies, se ponía a mear. Una vez liberada su vejiga, cogió a mi esposa y le obligó a limpiar los restos de orín con la boca, tras lo cual se metió a duchar.
Una vez hubo terminado, salió del baño envuelta en una toalla y cogiendo una bolsa de un rincón, salió con mi mujer de la habitación dejándome solo tirado en el suelo. No llevaba ni cinco minutos fuera cuando vi que mi inquilina volvía.
Asustado, creí que con su vuelta iba a empezar mi suplicio, cuando sentándose en la cama, me preguntó:
-¿Te gustaría llegar a un acuerdo conmigo?
-Depende- contesté aún sabiendo que tenía poco margen de maniobra. Fuera lo que fuese lo que esa morena me iba a proponer, comprendí que iba a tener que aceptarlo.
-Puedes ser compañero o por el contrario mi juguete- respondió con voz dulce mientras me quitaba las esposas.
-No te comprendo. ¿A qué te refieres?
Descojonada, ni se dignó a contestar y todavía estaba pensando en ello, cuando escuché que se abría la puerta. Al mirar quien entraba, no me costó reconocer que era Maite la que se acercaba. Mi mujer venía vestida como una sumisa de libro. Ataviada con un arnés hecho de correas de cuero, parecía una actriz de una película erótica.

Supe entonces lo que  esperaba de mí cuando vi a mi señora arrodillarse a mis pies y  decirme:

-Amo, vengo a presentarme. Tal y como he acordado con mi  dueña, no debe considerarme su mujer sino una propiedad. A partir de ahora, cumpliré las ordenes de los dos sin quejarme.
Obligada por las circunstancias, Maite había aceptado se nuestra sumisa y aunque comprendía los motivos que le había llevado a ello, me sorprendió ver en sus ojos un brillo que bien conocía:
“¡Está cachonda! ¡Le pone bruta ser una sumisa!” exclamé mentalmente al asimilar su significado.
Todavía no me había repuesto de la sorpresa cuando escuché a Roció decir:
-¿Qué respondes? Aceptas que entre los dos adiestremos a esta puta o por el contrario, tendré que ocuparme yo sola de vosotros dos.
-Sin lugar de dudas, acepto.
Mi hasta hacía unos segundos amada esposa no pudo reprimir su satisfacción y pegando un suspiro, se agachó frente a mí diciendo:
-¿Desea mi amo que le sirva?
-No, zorra –contesté- antes quiero que veas como me follo a una verdadera mujer.
La reacción de Rocío no se hizo esperar y despojándose de la toalla, se lanzó a mi lado. Verla desnuda y deseando mis caricias fue algo que no me esperaba y sin dudarlo la acogí entre mis brazos.
-¡No sabes cómo deseo sentir tu polla dentro mío!- me dijo la mujer que hasta hacía unos momentos pensaba que iba a ser mi torturadora.
-No tardaras en sentirlo- contesté pegándola a mí.
La muchacha me respondió con una pasión arrolladora y pegando su cuerpo al mío, dejó que la acariciara. Mis manos al recorrer su trasero descubrieron que tenía un culo duro y bien formado. No me hizo falta su permiso para pasar mi mano por su entrepierna. Mis dedos completamente empapados dieron fe de la excitación que dominaba a esa cría y llevándoselos a la boca, la obligué a probar su porpia excitación mientras le decía:
-¿Qué hacemos con nuestra esclava?
Descojonada, contestó:
-¡Qué mire!
Desde el borde de la cama, Maite nos miró con una mezcla de deseo y envidia. Sabiendo lo que esa mujer necesitaba y olvidando a mi esposa, susurré en su oído:
-Eres una putita pervertida.
-¡Habló el que viola a mujeres drogadas! – respondió mientras con sus manos acomodaba mi pene entre sus piernas.
-Ahora va a ser mejor- contesté mientras me metía en su interior.
Rocío gritó de satisfacción por la violencia de mi estocada pero no hizo ningún intento de separarse, al contrario, tras unos segundos de indecisión se empezó a mover buscando su placer. Lo estrecho de su sexo dio alas a mi pene y cogiéndola de sus pechos, empecé a cabalgarla. Dominada por la lujuria, la muchacha me rogó que la tomara sin compasión. Cada vez que la cabeza de mi glande chocaba con la pared de su vagina, berreaba como loca, pidiendo más. Su completa entrega elevó mi erección al máximo y cambiándola de postura, la puse a cuatro patas.
Al verla en esa posición, recordé que nunca me había atrevido a usar su culo no fuera a ser que al día siguiente se diera cuenta y por eso tras darle un sonoro azote, le pregunté:
-¿Te han follado alguna vez por detrás?
-No- contestó- pero ahora te necesito en mi coño.
Satisfecho por su respuesta, la volví a penetrar mientras de reojo veía a mi mujer masturbándose por la escena. Olvidándose de su papel de sumisa, estaba dando rienda suelta a su lujuria al verme con otra.
-Sigue, ¡que me encanta!- protestó la morena al notar que aminoraba mi ritmo.
La calentura de las dos mujeres era tal que comprendí que a partir de ese día, iba a tener que satisfacer a ambas y por eso concentrándome en ese instante, decidí pedir ayuda a la que se había conformado con ser nuestra esclava:
-Cómele los pechos a tu ama.
Ni que decir tiene que Maite, se lanzó sobre las tetas de esa muchacha sin protestar y ella al sentir que eran cuatro manos, dos bocas y un pene los que la estaban amando no pudo evitar pegar un grito de satisfacción. Buscando un punto de apoyo, me agarré a los dos enormes melones que la naturaleza le había dado.
Ese nuevo anclaje, permitió que mis penetraciones fueran más profundas y con mis huevos rebotando en su sexo, me lancé a un desenfrenado galope. Rocío, convertida en mi montura, convulsionaba cada vez que sentía a mi glande chocar contra la pared de su vagina. Fue entonces, cuando al sentir que estaba a punto de explotar, le mordí el cuello.
Es difícil de expresar su reacción, sollozando, gritó que nunca la dejara de follar así. Su absoluta entrega fue la gota que le faltaba a mi pene para reventar y esta vez, fui yo quien rugió de placer sentir que regaba con mi simiente su interior.  Ella al advertir mi orgasmo, se desplomó en la cama mientras todo su cuerpo no dejaba de agitarse con los últimos estertores de su rendición.
Al sacar mi miembro de su interior, Maite tomó mi lugar y como posesa, se dedicó a beberse el semen con el que había llenado el sexo de la morena. Esa mamada inesperada, prolongó el éxtasis de Rocío hasta límites nunca sospechados y solo tras una serie de orgasmos consecutivos, separó a mi mujer y abrazándose a mí, me dijo:
-Dile a esa puta que prepare mi culo, quiero que vea como me lo desvirgas.
No tuve que decírselo, mi amada esposa al oírlo pegó un  grito de alegría diciendo:
-Ahora mismo, me pongo a ello- tras lo cual separando las nalgas de su ama, sacó la lengua y empezó a relajar ese rosado esfínter.
 
 

2 comentarios en “Relato erótico “Ayudo a la inquilina a follarse a mi puta esposa” ( POR GOLFO)”

  1. Hola Golfo. Me encantan tus relatos, Es un placer ver por fín cómo alguien incluye diálogos creíbles y describe las sensaciones y emociones de los personajes, sus tonos de voz, actitudes, y ambienta bien la situación.
    Me encantarái poder hablar contigo sobre relatos y tal vez enviarte alguno, pero no veo mail de contacto, como puedo hacer?
    Muchas gracias.

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