ALIAS:
LA INVASIÓN DE LAS ZAPATILLAS ROJAS 2.
Un consejo: es conveniente, aunque no forzoso leer Cazatesoros: Sydney y las zapatillas rojas y Expedientes X: el regreso de las zapatillas rojas, antes de leer esta historia.
Por Sigma
Como en días anteriores Sydney despertó sintiéndose maravillosamente relajada, pero al ver donde estaba volvió a tensarse.
Lo único que llevaba puesto era un corto camisón de seda negro y por supuesto unas medias con liguero a juego.
– ¡Dios, esto es ridículo! ¿Quién puede dormir con esta prenda?
Tenía las manos esposadas a la espalda y fijadas a su cinto de metal por medio de un coqueto hueco en forma de corazón en la espalda baja del camisón.
Sin embargo notó algo importante: por primera vez en días sus pies estaban descalzos.
– Al menos de momento estoy libre del poder de esas condenadas zapatillas. Tengo que aprovechar esta oportunidad -pensó.
También vio que le habían pintado primorosamente las uñas de sus pies de un color rojo intenso. Cosa que no recordaba, seguramente mientras se encontraba sumida en uno de esos intensos estados de sopor casi hipnóticos a los que X la inducía a voluntad.
Minutos después entró la rubia vestida con una versión fetichista de un uniforme de policía, con una blusa muy ajustada, una minifalda, gorra y tacones altos. En una mano llevaba unos botines rojos de tacón alto y punta abierta. Seguramente para la espía.
– Buenos días primor -saludó jovial como siempre, pero sin dejar de mirar con lujuria las piernas de Sydney.
En ese momento a la operativo se le ocurrió un plan.
– Hola Nena -respondió con amabilidad mientras la rubia liberaba sus tobillos- Mira, no quiero molestar pero mis medias se desacomodaron en la noche, están medio bajadas y así las siento incómodas.
Nena la ayudó a levantarse y desabrochó en su espalda los grilletes de sus muñecas del cinto.
– Además no quiero que tu jefe las vea así -añadió la trigueña con un guiño- quiero verme bien cuando llegue ¿Te importaría ayudarme?
Tras decir esto levantó su deliciosa pierna bien derecha apoyando la punta sobre la cama.
– ¡Vaya vaya, parece que los juegos de Papi ya comenzaron a afectarte! De acuerdo, te ayudaré, pero no debes decírselo a nadie ¿De acuerdo?
Sydney asintió con una sonrisa y la rubia se arrodilló, se humedeció los labios y con delicadeza comenzó a arreglar las medias de la cautiva. Tras no dejar ni una arruga y acomodar los ligueros Nena deslizo su mano a todo lo largo de la pierna de Syd, era claro que lo disfrutaba intensamente.
– Ahora la otra – dijo con voz ronca sin apartar la vista de la esbelta pierna ante ella.
La espía obedeció, bajó la pierna y colocó la otra de igual forma.
Tras arreglarla también, la rubia ya no pudo contenerse, con la mano derecha la sujetó del tobillo y la atrajo hacia ella, con la izquierda sostuvo el muslo de la chica y comenzó a besarlo con lujuria, mientras alternaba sus manos para acariciarle la pantorrilla y la parte posterior del muslo. La respiración de la rubia era entrecortada y hasta Sydney que nunca se sintió atraída por su mismo sexo empezaba a excitarse.
– ¿También puedes ayudarme con el borde de camisón? -dijo la operativo con inocencia y la respiración algo acelerada. De inmediato Nena soltó la pierna y se colocó aun de rodillas ante la trigueña. Levantó la vista hacia ella con los ojos brillantes de deseo, sonriendo y Syd le correspondió. Entonces la rubia sujetó sus caderas con ambas manos y comenzó a besar lo más alto de su muslo.
– Ya te tengo -pensó la operativo complacida. Le dio a la rubia un poderoso rodillazo en el pecho que la dejó de espaldas y aturdida. Con gran agilidad saltó en su lugar encogiendo al máximo las piernas y aprovechando ese momento para pasar hacia adelante sus manos esposadas.
Al instante le dio a Nena un golpe con ambas manos en la sien, dejándola fuera de combate.
– Bien, primer paso listo. Ahora a buscar una salida.
Por un momento consideró ponerse zapatos pero no había tiempo y era mucho riesgo, no sabía cuales eran seguros y cuales no.
De momento no había alarmas encendidas, y como estaba segura de que había cámaras de seguridad, debía significar que no había nadie vigilando, en ese momento al menos. De prisa abrió la puerta y se asomó al amplio pasillo, no había tiempo para sutilezas pues el encargado de las cámaras podía volver en cualquier momento.
Corrió tan rápido como pudo pero con cuidado, pues sus sedosas medias se resbalaban con facilidad sobre el pulido suelo. Vio una puerta al fondo pero no quiso arriesgarse por ahí, en su lugar detectó una puerta bien oculta entre unos cortinajes al otro lado del pasillo, por fortuna su capacidad de observación era muy aguda.
La puerta se abrió fácilmente, dentro había una especie de sala de estar con varios sillones.  Y en uno de ellos, casi de espaldas a la trigueña, se encontraba recostada Piernas, llevaba puestas solamente unas pocas prendas de un bello color blanco: medias al muslo rematadas de encaje, unas zapatillas de tacón de aguja y una diminuta tanga, cuya parte delantera apartaba para poder masturbarse a gran velocidad. El contraste de color entre su piel morena y el blanco de su ropa era delicioso. Por unos segundos Sydney se quedó paralizada observándola, podía escucharla gemir suavemente.
– Ooohh, ooohh, Papito…
La operativo salió de su trance y de inmediato se movió sigilosa hacia una puerta abierta a un costado de la habitación. La encantadora morena tenía los ojos entrecerrados y no pareció darse cuenta de nada.
En silencio la espía siguió por un pasillo lateral donde encontró otra habitación que parecía una sala de computadoras. Enormes máquinas que parecían servidores de red y sistemas de almacenamiento titilaban y zumbaban suavemente.
– Una escalera de emergencia -pensó emocionada la operativo al ver la estructura de metal plateado al fondo del cuarto. Estaba pegada a la pared y parecía llegar a una puerta en el techo.
A toda prisa la trigueña se acercó a la escalera, se sujetó a una barra a la altura de su cabeza con sus manos esposadas, colocó uno de sus pies en la barra de hasta abajo, pero dudó un instante.
– Mi pie se resbala por las medias -pensó- pero no puedo perder tiempo quitándomelas. Mejor lo hago con cuidado. Son como cosquillas.
Sin embargo Syd no sabía que el uso de las zapatillas estaba hipersensibilizando sus terminaciones nerviosas, por lo que el tacto de las sedosas medias en la planta de sus pies comenzaban a erotizarla, pero ella lo sentía simplemente como suaves cosquillas. El proceso había comenzado desde el inicio de su huida sobre el suelo alfombrado y luego el pulido, aun era sutil, pero ahí estaba, entorpeciendo ligeramente su mente.
Tras afianzarse bien subió los pies a la primera barra, pero en una fracción de segundo sintió una vibración en la escalera y luego escuchó un clic, uno idéntico al que oía cada vez que sus captores abrochaban sus esposas a su cinto o su gargantilla. Como temía, ya no pudo apartar sus manos de la barra a la que se había agarrado.
– ¡No, no, no! -gruñó forcejeando desesperada contra la escalera, Justo entonces escuchó un zumbido de alarma en el cuarto.
– No debió hacer eso Sydney -escuchó la operativo. Provenía de unas bocinas en las paredes, era X- Debo reconocer su mérito. Nadie había llegado tan lejos, en especial con mis esclavas atendiendo la casa. Pero no se preocupe serán… disciplinadas, por este error.
– ¡Volveré a intentarlo hasta conseguirlo! -gritó la espía desafiante, aunque algo ruborizada por su forcejeo.
– No lo dudo Sydney, por eso tengo un plan para que no vuelvas a intentarlo. En unas horas regresaré y me encargaré de ti. Pero de momento debes recibir un castigo.
Tras esto comenzó a escucharse un rápido ritmo de tambores en las bocinas. La trigueña escucho pasos tras ella y giró lo que pudo para enfrentar a sus captores, pero se aterrorizó al ver unas zapatillas rojo brillante de punta abierta, alto tacón plateado y varias correas al tobillo moviéndose hacia ella como si un fantasma las usara. Las correas se movían cual tentáculos a su alrededor como un siniestro ser vivo.
– ¡Dios mío! Pero que es esto… es una locura ¿Qué clase de persona me capturó? -pensó mientras miraba con los ojos desorbitados ese fenómeno tras ella. Se habían colocado debajo  y trataban de alcanzarla con sus cintas que como perversos zarcillos trataban de atraparla.
Por fortuna, estando subida a la primer barra sus pies estaban fuera del alcance de esa monstruosidad.
– ¡Tengo que pensar en algo! Debo alejarme de esa cosa como sea. Antes que…-pensaba la joven mujer cuando de pronto se dio cuenta de que algo pasaba con la escalera, la barra de sus pies comenzó a dividirse e inclinarse hacia abajo… en segundos nada la sostendría.
– ¡No, por favor, no me haga esto! -comenzó a gritar desesperada, sintiendo como se erizaba el vello de su nuca ante lo sobrenatural. Trató de subir sus pies al siguiente escalón pero, como en el primero, un mecanismo había inclinado las mitades de la barra hasta quedar casi paralelas a los costados de la escalera. Usando la fuerza de sus piernas logró sostenerse haciendo presión con la planta de sus pies a las partes externas de la escalerilla y apoyándose en sus atrapadas manos.
– ¡Vamos, aguanta! -se decía a si misma, mientras sus torneadas piernas temblaban por el esfuerzo de sostenerla. Pero las sedosas medias que llevaba hacían resbalar sus pies a pesar de todos sus esfuerzos, por un instante pensó apoyarse en la pared pero se veía tan lisa como el metal de la escalera.
En el piso, las zapatillas movían sus cintas frenéticamente como intuyendo su presa.
– ¡Noooo! -gritó Syd cuando perdió finalmente agarre y cayó sostenida únicamente de sus manos. Al llegar sus pies a un par centímetros del piso las endemoniadas zapatillas se lanzaron hacía arriba, engullendo los pies de la espía como una serpiente y acomodándose de inmediato hasta que los dedos de los pies la chica se asomaron por la punta del calzado.
Por un instante la trigueña trató de quitársela sacudiendo sus pies, pero como un rayo las zapatillas rodearon con sus cintas sus esbeltos tobillos, entrecruzándose un par de veces.
Al instante dejó de forcejear, de nuevo su cuerpo no le obedecía.
– Malditos sean… -pensó hosca, pero al instante una nueva melodía empezó a sonar: Don’t be stupid de S. Twain, a la vez que las manos esposadas de la operativo eran liberadas de la escalera con un clic.
– No por favor… no de nuevooooo… -chilló al dar media vuelta y comenzar a bailar en su lugar dando pequeños saltitos a ritmo y poniendo primero un pie y luego el otro frente a ella, una y otra vez. Luego bailaba alrededor del equipo informático, se detenía y volvía a dar saltitos reiniciando el ciclo.
– ¡Basta! ¡Basta! -empezó a gemir, pero ya no a las zapatillas, sino a si misma. La excitación había estado creciendo en su entrepierna desde el inicio de su intento de fuga, primero como cálidas cosquillas, luego con lo ocurrido en la escalera se había convertido en una ardiente llama en su sexo, aunque ella no entendía por que, y ahora se había convertido en una hoguera abrazadora que se volvía irresistible.
– Por favor… alto… -empezó a jadear. Sus pezones estaban duros y erguidos, con cada movimiento el camisón de seda los acariciaba, enloqueciéndola. Podía sentir como se humedecían los pliegues de su sexo.
– Oooohh… oooohh… –gimió de placer. Justo entonces Nena apareció en la puerta. No llevaba su gorra y su cabello lucía algo salvaje, le sonreía pero sus ojos reflejaban su enojo.
– Ah, aquí estás primor. Te burlaste de mi y eso te costará, no sólo me lastimaste sino que sin duda Papi me castigará de alguna forma exquisita por mi fracaso –la sonrisa de la rubia mostró los dientes- Pero antes yo también te haré pagar…
Con asombrosa facilidad comenzó a bailar sincronizándose con Sydney, acercándose hasta que se colocó detrás de ella, pegando su cuerpo contra el suyo, la operativo podía sentir el calor del sexo de Nena justamente en sus nalgas, así como sus senos apretados contra su espalda. La sensación como de comezón en la espalda aumentó más aun.
-Dime algo Sydney… ¿Te gustan las chicas? –le susurró al oído con voz acariciante- Dime la verdad…
– No… no son mi estilo… lo siento –casi gimió la espía, sintiéndose a su pesar aun más excitada- prefiero hombres.
– Ah… entonces esto será una excelente venganza –respondió mientras le acariciaba suavemente las nalgas a la cautiva. Siguiendo el ritmo y guiándola, la rubia hizo que la cautiva se diera vuelta, mientras que con suavidad llevaba sus muñecas esposadas por arriba de su cabeza, enganchándolas con un clic a la parte de atrás de la gargantilla.
– No ¿Qué hace? –Syd trató de evitarlo pero era muy tarde, estaba mareada y confundida por la música y el poder de las zapatillas. Nena la sujetó de la cintura y pegó su caliente entrepierna a la de ella, empezando a bailar ondulando sus caderas hacia ella, de forma cadenciosa y deliberada, su pierna entre las de ella, sus pezones rozándose suavemente.
En pocos segundos, sin poder evitarlo, el cuerpo de la operativo comenzó a imitar a la perfección los movimientos y ritmo de la rubia, muy pronto estaban masturbándose una a la otra y cada roce era como una caricia que se daba y se recibía a la vez.
La trigueña trataba de apartarse con toda su fuerza de voluntad, pero cada vez que lo intentaba su dominante pareja se lo impedía con una suave nalgada o un ligero pellizco en sus pezones, lo que la hacía gemir y quedar de nuevo indefensa a su manipulación.
– Si… será una… deliciosa venganza… -empezó a susurrar casi jadeante la mujer llamada Nena- vas a tener… tu primer orgasmo… causado por una mujer… ¿No te encanta?
– ¡No! ¡Déjeme!… por favor… -respondió en voz baja Sydney. Su cuerpo brillaba suavemente por el sudor, mientras giraba su cabeza para no mirar a la mujer, se sentía avergonzada y mareada.
– Oh no… no escaparás… tan fácil -le dijo con voz imperiosa- dicen que la venganza… sabe mejor fría… pero a mi me gusta… caliente…
Al decir esto metió su mano bajo el camisón de la joven mujer para finalmente penetrarla con el dedo índice, luego salió y entro de nuevo, una y otra vez, al ritmo de la música. La trigueña ya no pudo soportarlo y una vez más comenzó a tener un forzado orgasmo.
Pero justo entonces la rubia le sujetó la cabeza, haciéndola voltear hacía ella y mirarla a los ojos, obligándola así a compartirle su orgasmo, mientras ella hacía lo propio con el suyo, de una forma poderosa e intima.
– ¡Aaaaaaahhhhh! ¡Noooo! ¡Noooo! -al fin gritó sin poder resistirse y sin poder cerrar los ojos, aunque acompañada por la voz de la otra mujer.
– ¡Siiiiiii! ¡Que riiiiiiiico! ¡Maaaasss! –también gritó la falsa policía.
La cabeza de la joven cayo desmayada sobre el pecho cuando perdió el sentido, pero su cuerpo siguió bailando con la música. Antes de salir del cuarto Nena sonrió y, todavía jadeante, humedeció los labios de la involuntaria bailarina con el líquido que empapaba su índice, luego dejó a la chica bailando sola en el cuarto a obscuras.
Tras una larga noche de descanso, la operativo despertó recordando sólo fragmentos del día anterior, los cuales fueron suficientes para que entreabriera los labios y se sonrojara.
– ¡Cielos! ¿Realmente ocurrió? -pensó algo confundida.
Minutos después entró Piernas, llevaba su vestido negro de doncella, como siempre luciendo sus piernas y escote al máximo. Le sonrió con calidez.
– Buenos días hermanita, ¿Descansaste de tu castigo de ayer?
– Si, me siento muy bien, gracias -respondió Sydney, algo sorprendida, pues sus zapatillas la habían hecho bailar por al menos dos horas a ritmo veloz, sin embargo no se sentía adolorida.
La morena se sentó a su lado y liberó sus piernas de los grilletes, la espía aun llevaba las zapatillas que le había puesto X para controlarla, eran de color blanco, con punta abierta, gruesas pulseras al tobillo reforzadas con metal y los tacones más absurdos que había visto en su vida: sus pies estaban prácticamente de puntas salvo por sus delicados dedos, con las uñas pintadas de blanco, sobre los cuales se apoyaba. El altísimo tacón era grueso y parecía una escultura abstracta, además las zapatillas ostentaban unas tremendas plataformas de diez centímetros.
La operativo no podía ni caminar con esas zapatillas sin ayuda, mucho menos pelear o correr.
– Levántate Syd, Papito te requiere -le dijo Piernas al ayudarla a salir de la cama, lo único que llevaba puesto la trigueña era un conjunto de lencería de encaje blanco casi transparente, similar a un bikini, sus manos esposadas estaban fijadas al cinturón en su espalda- Eso es, ven conmigo.
La morena caminaba sosteniendo a la joven mujer de un brazo mientras con la otra mano la obligaba a avanzar jalando de una cadena enganchada a su gargantilla. Se movían despacio, lo que le permitía a la joven avanzar con cuidado, sin dejar de ver sus pies, pues sentía como si llevara zancos y perdía el equilibrio con facilidad.
Tras entrar a la gran habitación del fondo la morena la llevó hasta la cama, donde la ayudó a recostarse.
– Muy bien, ahora debemos prepararte, Papito quiere verte con esto puesto -le explicó como si fuera una niña mientras sacaba unas prendas del cajón a lado de la cama.
La operativo las miró con los ojos abiertos como platos.
– No, por favor… no quiero -empezó a decir, pero Piernas le sonrió y un agudo tono sonó en las bocinas.
Al instante arqueó su cuerpo, abrió la boca, sus ojos se pusieron en blanco y sus piernas comenzaron a pulsar. Perdió el sentido.
Cuando volvió en si estaba recostada de lado con sus manos esposadas alrededor de uno de los postes de la cama con un trozo de cadena algo más largo de lo usual, también le habían cambiado la ropa. Ahora llevaba puesto una especie de brassiere formado por lo que parecían dos manos abiertas con dedos huesudos y uñas como garras, eran de metal negro, sus palmas forradas de terciopelo cubrían sus pezones, parecía como si alguien le sostuviera sus pechos desde atrás, pero las piezas se mantenían en su lugar por preciosos eslabones de metal.
En su cintura llevaba una alargada pieza de tela rectangular, roja como la sangre, que colgaba de su cinto negro de metal hasta abajo de sus rodillas, como un taparrabo, pero para su horror Syd se dio cuenta de eso era todo, no llevaba otra prenda en sus caderas y de hecho nada la cubría detrás. Se sintió totalmente vulnerable.
En sus pies llevaba unas delicadas sandalias negras de tacón muy alto cuyas delgadas tiras se entrecruzaban justo desde arriba de sus dedos hasta sus rodillas, sus uñas ahora estaban pintadas de negro. Parecía una esclava de tiempos antiguos sometida a la voluntad de su amo.
– Ah, ya despertó Sydney, muy bien. Ya es hora de que empecemos -le dijo con calma X que se encontraba sentado ante ella en un sillón. Llevaba un pantalón negro deportivo de corte recto y una camiseta sin mangas del mismo color además de su pasamontañas. Iba descalzo.
– ¿Qué pretende? Ya le dije que no le ayudaré. Estoy preparada para lo que intente.
– ¿En serio? Ya veremos, admito que es mi mayor reto hasta ahora, pero ya tengo un plan…
– ¿Como?
– Oh… no quiero arruinar la sorpresa, mejor comencemos… -al decir esto oprimió un botón en su control y una nueva melodía comenzó a sonar, lenta y sensual…
– ¡Nooo! -alcanzó a gritar la mujer antes de que su cuerpo se levantara como un resorte, comenzando a bailar de espaldas a su captor, ondulando sus caderas a ritmo con sus hombros de lado a lado, luego comenzó a bajar doblando sus rodillas hasta quedar en cuclillas para luego  levantarse ondulando su cuerpo ahora atrás y adelante. Siempre con sus manos encadenadas al poste.
– Muy bien Sydney, muy bien -dijo el encapuchado complacido al ver a la joven bailando ante él, pues de espaldas parecía estar prácticamente desnuda, solamente contrastaban con su piel la gargantilla, los eslabones de su sostén, su cinturón y sus tacones. Incluso su cuello estaba expuesto pues le habían arreglado su obscuro cabello en un peinado alto.
La espía sólo pudo cerrar los ojos avergonzada.
El hombre se le acercó hasta estar a unos pasos, empezó a aplaudir siguiendo el ritmo de la música y con cada aplauso la mujer empezó a dar cortos pasitos hacía atrás… hacía él.
Al instante la trigueña abrió los ojos y logró mirar sobre su hombro.
– ¡No lo haré! -pensó decidida, apretó los dientes y se agarró al poste con todas sus fuerzas tratando de resistir con su cuerpo. Por un instante pareció funcionar pero su cuerpo sólo se detuvo un momento, luego siguió caminando siguiendo el ritmo, la mujer no se soltó pero su cuerpo siguió retrocediendo hasta quedar en ángulo de noventa grados, ahí logró detenerse de nuevo gracias a la fuerza de sus manos.
X entrecerró los ojos, medio molesto, medio impresionado.
– Muy bien, eso confirma que serás difícil de doblegar, al fin un desafío, pero te someteré… Sydney. No lo dudes -el hombre oprimió un botón y el volumen de la música aumento hasta casi ensordecerla.
La joven sintió que todo le daba vueltas, que le faltaba el aire, que flotaba. Como si hubiera recibido la dosis de una potente droga. Sus ojos se entrecerraron, su cabeza se inclinó levemente a un lado y sus labios se abrieron ligeramente, X aprovechó el momento para acercársele, sujetarla de las caderas y atraerla hacia él, sus manos finalmente se soltaron del poste con lentitud.
Una vez más el enmascarado se dio placer usando las tibias y perfumadas nalgas de la joven y ella, con su razón nublada por la música, comenzó a disfrutarlo, como en un sueño, luego X fue bajando mientras deslizaba sus manos por las increíbles piernas de la espía, ella flexionaba una pierna y luego la otra, lo que volvía loco a su captor.
Este se levantó y comenzó a hablarle a la joven al oído:
– Me fascinan sus piernas, son tan fuertes y sin embargo tan femeninas, sin duda están hechas para usar estos tacones ¿No lo crees Sydney? –con su mano la tomó de la nuca y la hizo mirar a un espejo a lado de ella- míralas, así deben estar siempre, usando tacones, mientras más altos mejor.
Ella parecía confundida.
– Pero… yo no…
– Si, dilo para mi –le susurró el hombre mientras metía su mano bajo el taparrabo y comenzaba a acariciarle el clítoris con dos dedos en lentos círculos.
– Aaahh… aaahh… -gimió la mujer sin dejar de mirarse en el espejo, su cuerpo relucía y su boca jadeaba mientras ella no dejaba de bailar para el deleite de X.
– ¡Dilo! –le dijo en un tono de autoridad.
– ¡Aaaaahh! –al fin tuvo un primer orgasmo- ¡Siiii! ¡Así deben estar siempre… tacones… más altos mejor!
X sonrió complacido por ese primer avance.
– Vaya, al fin aceptó una sugestión –pensó- al menos puedo ajustar aspectos de sus gustos y su deseo de forma superficial. Veamos hasta donde puedo llegar.
– ¡Debes lucir tus piernas! ¡Son para complacer a los demás!
– ¿Cómo…
– ¡Dilo! –volvió a gritar el enmascarado a la vez que le daba una sonora nalgada. Que provocó otro orgasmo.
– ¡Ayyyyyy!… ¡Debo lucirlas!… ¡Son para complacer!
– ¡Debes mostrar tu escote y tus tetas! ¡Eso te excita! –como refuerzo introdujo la mano bajo su sostén y le pellizcó un pezón.
– ¡Debo mostrar escote y tetas!… ¡Me excitaaaaaa! -Syd casi gritaba.
– ¡Te complace que te miren!
– ¡Me complace… que me miren! ¡Ooooohhh! –esta vez no hizo falta refuerzo alguno.
– Muy bien, ahora la prueba de fuego –pensó X emocionado por los logros.
La hizo enderezarse quedando pegada de espaldas al encapuchado, luego con una mano acarició su vientre y puso la otra en su rostro obligándola a mirarlo. Las caderas, cintura y hombros de la chica siguieron moviéndose al ritmo de la música sin control.
– Eso es Sydney –dijo sonriente el hombre- es hora de empezar el trabajo serio. Debes ayudarme…
– No… -susurró como entre sueños, mientras frotaba su cuerpo contra el suyo- mi misión es… detenerlo.
– Dime tu nombre completo entonces –le ordenó su captor algo decepcionado.
– No puedo… -se aferró Syd mientras el hombre la besaba en el cuello- eso afectaría la misión.
– Eso es –pensó X complacido- por eso es resistente a un nivel profundo, se aferra totalmente a cumplir su misión, se enfoca por completo. Quizás pueda aprovechar eso a mi favor…
El hombre hizo que la trigueña girara hasta quedar frente a frente, tomando las cadenas la obligó a levantar las manos sobre la cabeza donde enganchó los eslabones a un grueso clavo, ella siguió ondulando su cuerpo, su taparrabo rojo se agitaba con cada movimiento de forma invitante, las manos de metal en sus senos parecían cobrar vida levantándolos y bajándolos con el ritmo.
El encapuchado se le acercó y la dejó bailar mientras comenzaba a susurrarle suavemente al oído insidiosas palabras, con los ojos entrecerrados ella comenzó a sonreír, luego su boca comenzó a formar vocablos, apenas un susurró pero que claramente eran:
– Si, si, ¡SI!…
Al fin sus convincentes palabras comenzaban a alterarla poco a poco, para ponerla en el camino que él deseaba, para convertirla en lo que él quería… en una deseosa esclava sometida a su voluntad.
CONTINUARÁ
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