Hoy les voy a relatar una de las historias que nos ha pasado no hace mucho tiempo y que nos pone muy calientes solo con recordarla.

Por suerte nunca había tenido problemas con los autos que tuve. Es cierto que nunca fui de usarlos mucho y que los cambiaba con pocos kilómetros, así que no sabía lo que era llevarlos al mecánico, solo a los Services oficiales. Pero como en todo, siempre hay una primera vez.

Un sábado por la mañana habíamos decidido ir a visitar a unos familiares que viven a unos 100 kilómetros de distancia. Pero tuvimos que suspenderlo, el auto no quiso arrancar. Nunca imaginamos que la amargura y bronca de ese momento, iba a terminar en una de las situaciones más excitantes que hemos vivido.

Mientras mi esposa telefoneaba a los familiares para explicarle lo sucedido yo salí en busca de alguien que nos pudiera solucionar el problema.

Hacía unos meses se había instalado un taller a unas 3 cuadras de casa. No tenía ninguna referencia de ellos pero la verdad que tampoco conocía otro lugar, así que me dirigí allí en busca de ayuda.

Al llegar me sorprendió ver lo grande que era y la cantidad de autos. Ocupaba una superficie enorme y había como 10 personas trabajando entre la parte de mecánica y de chapa y pintura.

Apenas crucé la puerta de entrada del taller un muchacho me recibió:

– Mi nombre es Carlos, ¿en que puedo ayudarlo señor? me preguntó muy amablemente.

Carlos tendría alrededor de 35 años, de tez morena, de contextura delgada pero bastante musculosa. Estaba vestido con una camiseta sin mangas color blanca y un pantalón gris, ambos llenos de manchas de grasa, lo que le daba un aspecto bastante desagradable.

– Hola, mi nombre es Jorge y desearía hablar con el encargado, dije.

– Sígame por favor.

Atravesamos todo el local hasta llegar a una pequeña oficina que se encontraba al fondo.

– Tome asiento que ya le aviso al patrón.

Le agradecí y me senté en una silla que estaba detrás de un escritorio lleno de papeles, revistas de mecánica y algunas herramientas.

La oficina era típica de un taller. Estaba “decorada” con pósters de autos y principalmente de mujeres desnudas en poses muy sexys. Me detuve en una morocha que estaba de espaldas sacando el culo para afuera. Imaginé cuantas pajas se habrían hecho los mecánicos con ese póster y automáticamente se me apareció la imagen de mi esposa en esa posición parada delante de los mecánicos. Un terrible escalofrío recorrió toda mi espalda a tal punto que tuve una erección inmediata.

– ¿Que pedazo de culo eh?, escuche detrás de mí.

– Como pude recuperé el aliento y gire la cabeza para ver quien era.

– Hola como le va, soy Oscar, el encargado del taller, me dijo mientras me tendía la mano.

– Jorge, mucho gusto.

Oscar era un tipo rústico de unos 50 años, muy fornido, cabello bastante largo y como Carlos, tenía las ropas llenas de grasa.

– Y, que me dice, tremendo culo, ¿no le parece?

– Si claro, dije yo, sin poder sacar a mi mujer de la cabeza.

– Me encantan las morochas, son todas putas, rió

Apenas sonreí. Que mal momento le haría pasar si como respuesta le dijera que mi esposa es morocha, pensé y volví a sonreír.

– Bueno, ¿que puedo hacer por usted?, prosiguió

– Mire Oscar, vivo acá a tres cuadras y hace un rato intente arrancar el auto pero no pude, quería preguntarle si es posible que fuera alguien a ver de que se trata el desperfecto.

– Sabe que pasa los sábados cerramos a las 2 de la tarde y estamos tapados de trabajo, lo vamos a tener que dejar para el lunes, me dijo.

– Que macana quedarme todo el fin de semana sin el auto. Bueno pero si no hay remedio, paso el lunes, gracias igual, le dije mientras le tendía la mano.

– A ver, me puede esperar un momento que le entrego el auto a un cliente y como favor se lo veo yo.

– Le agradecería mucho.

Mientras esperaba volví a observar el póster y nuevamente imaginé a Marce en esa foto exhibiendo su hermosa cola y yo ahí disfrutando como la deseaban.

– ¿Veo que lo pone loco ese culo?, escuche detrás de mí. Era Oscar que había regresado y me hacía volver a la realidad.

– Me voy a poner celoso, es mi culo preferido, rió, mientras le daba un beso al póster.

– Sonreí.

– Como me gustará esta puta que acá tengo dos pósters iguales, dijo.

– Tome le regalo uno, prosiguió, mientras me entregaba una lámina enrollada.

– No, esta bien, gracias

– Tome hombre, es un regalo de la casa.

– Bueno, gracias.

– Si le parece vamos a ver su coche, me dijo mientras tomaba un maletín lleno de herramientas.

En el camino a casa no hizo otra cosa que contarme lo que le gustaban las morochas y afirmarme lo puta que eran. Narró algunas historias con unas vecinas del barrio que yo no conocía por lo que solo me limité a escuchar sin hacer ningún comentario.

Al llegar al garaje de casa, me solicito que abriera el capó y que le diera marcha al auto. Así lo hice.

– Está bien, suficiente, me dijo.

– Tengo poca luz acá, si no le parece mal lo empujamos hacia la calle.

– No hay problema, le respondí.

– Aguarde que llame a mi esposa así ella lo guía mientras nosotros empujamos, continué.

No creo que fuera necesario que Marce nos ayudara, solo fue una excusa para que Oscar la conociera. Me calentaba la idea que la viera después de lo que habíamos conversado.

– Marce, ¿podes venir un minuto?, le grite.

Bastó que ella apareciera por la puerta, para que Oscar le clavara la mirada y mostrara en su cara una expresión de vergüenza mezclada con deseo.

No era para menos, por un lado me había hablado de lo putas que eran las morochas y por el otro estaba viendo una morocha que estaba vestida solo con una remera y unas calzas de algodón color gris que le marcaban su fabulosa cola.

– Te presento a Oscar, es el mecánico, le dije.

– Mucho gusto dijo Oscar, todavía perturbado.

– Igualmente dijo ella, extendiéndole la mano.

– Necesitamos sacar el auto, podrías conducir mientras empujamos.

Marce subió al auto y con Oscar fuimos a la parte trasera.

– Perdóneme lo que le dije de las morochas, no sabía, me dijo.

– Quédese tranquilo, no hay problema le contesté.

– Además yo creo lo mismo, continué, mientras reía.

Oscar solo me miro y sonrió, tratando de entender lo que había escuchado.

Sacamos el auto a la calle y cuando Marce se bajo, Oscar no pudo evitar clavarle los ojos en el culo, sin importarle que yo estuviese delante, acción que hizo que comenzara a excitarme.

– Ya le traigo algo de tomar, le dije, mientras Oscar ponía manos a la obra.

– No se moleste, me dijo.

– No es molestia, es a cambio de su regalo le dije riéndome.

– ¿Que regalo?, preguntó Marcela.

– Nada, un póster que me regaló Oscar, dije.

Oscar asomo su cabeza por detrás del capó y me miro sorprendido.

– Donde está, quiero verlo, dijo ella, seguro es una foto de una chica desnuda, típica de taller, continuó.

Oscar seguía mirándome y no decía palabra.

– Así es y es parecida a vos le dije riéndome.

– A verla, quiero verla, dijo.

Oscar sonrió nerviosamente mientras le daba arranque al auto y este arrancaba. Yo ya estaba caliente y el juego ese me estaba gustando.

– ¿Ya está?, que rápido lo arregló, dije.

– Era una pavada, contestó el.

– Venga Oscar ya que terminó, vayamos adentro a tomar algo y mientras le muestro el póster a mi mujer.

Note que la mirada de Oscar se había transformando de sorpresa a la de desconcierto.

La agarre de la mano a Marce y entramos a casa. Oscar venia detrás y apostaba que le estaba comiendo con los ojos la cola a mi esposa. No solo yo estaba seguro, ella también se había dado cuenta y, como es su costumbre cuando esto pasa, arqueo mas la espalda para parar mas el culo, mientras me apretaba la mano y me lanzaba una mirada cómplice.

– Marce, acompañalo al living al señor que voy a buscarle algo de tomar, le dije.

Oscar ya a esta altura no pronunciaba palabra, solo asentía con la cabeza.

– ¿Y el póster?, preguntó ella.

Lo saqué de mi campera y se lo di. Así los vi alejarse camino al living, ella delante con el póster en la mano y el detrás visiblemente exaltado y con la mirada clavada en el culo de Marce.

Yo corrí hacia la cocina, llene 2 vasos con jugo y fui tras sus pasos.

Al atravesar el pasillo que da al living, me detuve antes de llegar. Quería espiar lo que estaba pasando.

La escena era de lo más caliente. Todo estaba en silencio. Oscar estaba sentado en un sillón doble y mi esposa había desenrollado el póster y parada de espaldas a el estaba observando la foto de ese terrible culo.

La vista que ella le estaba dando era fabulosa. Oscar podía ver a la morocha y a su vez su cola que, se notaba, había parado a propósito.

– La verdad tengo que reconocer que tiene una linda cola, dijo ella.

– Su marido quedo embobado cuando la vio, por eso le regale el póster, dijo el.

– ¿En serio?, preguntó ella.

– Si, y la verdad que no entiendo porqué, usted tiene una cola preciosa, dijo un poco tímido.

– Gracias, respondió ella, sacándola más para afuera.

– Es más me animaría a decir que es mas linda que esa, siguió Oscar, ya un poco mas seguro.

– ¿Le parece?, respondió ella, acercándole un poco el culo y ya claramente excitada.

Ver a mi esposa poner la cola parada a un metro de la cara de un desconocido me puso como loco. En ese momento decidí entrar, quería mirar eso más de cerca.

– Aquí están lo jugos, dije y le extendí uno a cada uno.

– Gracias, dijo el, con la voz medio entrecortada.

Mi esposa seguía en la misma posición. Yo pensaba la gran templanza que tenía Oscar para no extender la mano y acariciar esas calzas metidas en la cola de mi mujer.

– ¿Así que te quedaste embobado con esta cola?, dijo Marce en un tono simulando estar enojada, mientras me mostraba el póster y abandonaba su postura para irse a sentar en un sillón frente a Oscar.

– No mi amor, lo que pasa es que, como ya te dije, me pareció que esa cola era parecida a la tuya, le respondí.

– Acá el señor dice que la mía es mas linda, ¿no?, preguntó mientras volvió a pararse a mostrarle la cola.

– Si, contesto Oscar. Se notaba en su cara que la situación lo incomodaba, pero que lo había puesto muy caliente.

– En realidad mucho no puedo comparar porque usted esta vestida, dijo un poco tímido.

– ¿Y que quiere, que mi mujer se desnude? , le dije con cara de enojado.

– No, por favor, no lo tome a mal, solo decía, contesto todo ruborizado.

– En realidad el señor tiene razón, así vestida no puede cotejar si mi cola es mas linda que esa, dijo ella, señalando el póster.

– Sabes que me encanta que me elogien la cola, ¿me dejas que se la muestre al señor, así puede decirme que le parece?, continuó ya totalmente excitada.

Oscar me miro no entendiendo nada. Yo tenía una erección que ya no podía disimular.

– Bueno, pero solo la cola eh, le dije, para poner un límite y evitar que todo se desmadrara.

Marce, de espaldas a Oscar, metió dos dedos al costado de las calzas y se las bajó hasta las rodillas. Tomó el póster y lo puso al lado de ella, tratando de imitar la pose de la foto.

– ¿Y ahora que me dice señor? Le preguntó con cara de puta.

Ahí estaba mi esposa, como otras tantas veces, mostrándole el culo a un desconocido, solo cubierto por una tanguita blanca que se perdía entre sus nalgas.

– Si, si es muy linda, es, es mejor su cola, tartamudeó Oscar, mientras se acomodaba en el sillón.

– Bueno ya es suficiente, súbete las calzas, dije

Marce se subió muy sensualmente sus calzas y volvió a sentarse.

– Podría ser usted la del póster, la verdad, no tiene nada que envidiarle a esa chica, rompió el silencio Oscar.

– Gracias, a mi me encantaría estar en un póster pegado en un taller y que todos se exciten con mi cola, es mi fantasía, dijo ella, mirándolo a los ojos.

– ¿Y a usted no le molestaría ver a su señora calentar hombres?, me preguntó.

– No, al contrario, me excita mucho que la deseen, respondí.

– Si no lo toma a mal puedo llamar a los muchachos del taller, dijo Oscar.

– ¿Para que?, pregunté haciéndome el ingenuo.

– Para que su señora se muestre delante de nosotros como si fuera una foto y le cumplimos su fantasía, me respondió Oscar, ya totalmente lanzado.

– ¿Lo dejas amor que llame a los señores? me preguntó ella con deseo.

Estaba demasiado caliente para negarme.

– Está bien, pero no más de 4 y sin hacer bardo, es solo mirar, esta claro, dije.

– Por supuesto, dijo Oscar, mientras marcaba en su celular.

– Hola Carlos, ¿quien esta todavía en el taller?… bueno deja todo y venite ya con Alberto y con Fabián que los necesito acá, anota la dirección… no, no traigan herramientas…

– Ya vienen, son buenos chicos, no va a ver problemas, dijo.

La espera se hizo interminable. Estábamos los tres muy excitados y tratábamos de disimularlo hablando de cualquier cosa. Oscar a cada rato se acomodaba en el sillón lo que demostraba que estaba con una erección que no podía bajar. A mi me pasaba lo mismo, y a Marce se la notaba súper ansiosa por mostrarse.

La charla ya no daba para más cuando se escucho el timbre. Yo me levante a abrir.

A Carlos ya lo había visto en el taller, Alberto era morocho y corpulento aparentaba unos 50 años como Oscar y Fabián era mas delgado y mas joven, de unos 40 años. Todos estaban con la ropa del taller bastante sucia de grasa por todos lados. Solo Alberto tenía una musculosa blanca que dejaba ver un gran tatuaje en el hombro.

– Pasen por acá, les dije, mientras los guiaba al living.

– Les presento a mi esposa, su nombre es Marcela.

Todos le extendieron la mano mientras miraban desorientados. Ella, sonriendo, le dio la mano a cada uno. Se notaba que le encantaba la situación

– Vengan siéntense acá, así no manchan nada, dijo Oscar, señalando el piso delante del sillón donde estaba sentado el.

– Los hice venir porque la señora necesita un favor ¿no?, pregunto Oscar mientras me miraba.

Yo solo asentí, estaba demasiado caliente para hablar.

– Póngase de pie señora y dénos la espalda por favor, continuó.

Mi esposa obedeció. Oscar tomo el póster y lo extendió cerca de ella.

– No les parece que la señora tiene mas linda cola que la de la foto, preguntó a sus compañeros.

Los tipos con cara de asombro, clavaron la mirada en el culo de mi mujer. Se hizo un silencio total. Marce paró un poco mas la cola y los miro con cara inocente.

– Les gusta mi colita, preguntó.

La cara de asombro de los mecánicos se transformo de inmediato en cara de deseo. Oscar ya sin disimulo, se metió la mano en la entrepierna, como tratando de calmar el dolor que le causaba la erección que tenía.

– Si, respondieron casi al unísono.

Yo como pude me pare, la agarre de la mano y la alejé un par de metros de ellos. Estaba muy cerca y temía que alguno no pudiera controlarse. Me gustaba demasiado esa situación como para que se terminara rápido.

Marce seguía con la cola parada apuntando a los cuatro tipos. Yo me puse de frente a ella y escuche lo que estaba esperando

– Señora, no le muestra la cola a mis compañeros como me la mostró a mí, pidió Oscar.

Me miro, cerro los ojos, y se mordió el labio inferior. Oír ese pedido y ver como ella se había puesto hizo que me llenara de perversión. Mi erección ya no me permitía estar parado, así que tome por los costados su calza y se la baje de un tirón dejando su culo al aire.

– Está bien así, pregunte, mientras regresaba a mi asiento.

Oscar me miró fijo y sin decir una palabra, desabrochó su pantalón y sacó su miembro totalmente erecto. Yo solo le hice un gesto de aprobación, mientras hacía lo mismo. Esto fue aprovechado por el resto que terminaron también sin sus pantalones.

– Mi amor, mira como se masturban los señores con tu cola, dije para poner mas caliente todavía el momento.

Ella les miró los miembros con esa cara de puta que solo ella puede poner.

– Sáquese todo señora que queremos verla desnudita para compararla con la foto, pidió Oscar.

– Siempre que a usted señor no le moleste, continuó.

– No, esta bien, es necesario para que comparen, dije haciéndome el ingenuo.

Marce se arrodillo, se desató las zapatillas, se saco las calzas y luego la remera, quedando solamente con la tanga blanca metida en la cola y un par de medias del mismo color. Se paró en la misma posición que estaba y me preguntó:

– ¿La tanguita también mi amor?

– No creo que sea necesario, ¿vos querés sacártela?, le pregunté.

– Y… la chica de la foto no tiene tanga, no se si ellos podrán verificar así si mi cola es mas linda, dijo con voz entrecortada por lo excitada que estaba.

– Tiene razón su esposa, dijo Oscar. Los demás no hablaban, solo se masturbaban de un modo frenético.

– Bueno, esta bien amor, quitate la tanga, dije.

Eso fue mucho para Carlos que no aguanto más y eyaculó, desparramando semen por todo el piso. Pregunto donde estaba el baño y se dirigió hacia el.

Mientras se alejaba, Marce lo miro y se paso la lengua por los labios, mientras bajaba sensualmente su tanga, dejando a la vista de todos su hermosa cola.

– Que divina cola que tiene su esposa, me dijo Oscar.

– Gracias, conteste yo mientras hacia un esfuerzo terrible para no acabar.

– Mostrales el hoyito amor, le pedí.

Marce se abrió un poco de piernas, se agacho y se puso un dedo en la cola, mientras les regalaba a todos unos constantes jadeos debidos al primer orgasmo que estaba teniendo.

Hasta aquí llegaron Alberto, Fabián y Oscar que casi al mismo tiempo esparcieron todo su semen.

Yo me deje llevar y también tuve un terrible orgasmo. Marce al ver esto, se incorporó, tomó su ropa y salio corriendo para el baño.

Tardamos unos minutos en recuperar el aliento. Oscar trataba de limpiar el piso con su pantalón y Alberto y Fabián estaban fatigados recostados contra el sillón.

– Vio que ser potaron bien los muchachos, dijo Oscar

– Si, les agradezco, ¿la pasaron bien?, les pregunte solo para decir algo.

– Si señor, su esposa es muy caliente dijo Alberto.

– ¿Podemos volver a venir?, continuó.

– Mientras se porten así no hay problema, le respondí, mientras me dirigía a la cocina a buscar algo para beber.

Al atravesar el pasillo, pase por el baño de las visitas y no había nadie. Supuse que Marce estaba en un baño que esta pegado a nuestra habitación. Fui a la cocina y mientras servía las bebidas, me acorde de Carlos, ¿donde está?, pensé.

Enfilé hacia el dormitorio y tuve un pensamiento que lejos de enojarme, me hizo correr un frío por la espalda que me dejo nuevamente con el miembro como una roca. Estaba en lo cierto.

– Perdoname amor, no me pude aguantar, dijo ella entre gemidos.

Ahí estaba mi esposa en nuestra cama totalmente desnuda, puesta en cuatro patas con la cola bien parada, y en el medio de ese fabuloso culo, la cara de Carlos, con su lengua que entraba y salía a toda velocidad de su hoyito.

El ni me miró, estaba como alienado. Marce gritaba cada vez mas fuerte y yo me senté al costado de la cama para no perderme nada.

De repente Carlos salió de su posición, apoyo su verga en el hoyo y le entro hasta el fondo. Marce grito.

– Traelos a todos mi amor, por favor, me pidió, ya sacada y mientras se hamacaba al ritmo de las embestidas.

– Eso señor, vaya a busca a mis compañeros que la puta de su mujer necesita vergas, dijo Carlos descontrolado.

Lo dude un instante, pero mi calentura fue mas fuerte.

– Muchachos pueden venir, les grite saliendo al pasillo.

Un minuto después los tenía a los tres en la puerta de mi habitación. Seguían sin pantalones y Oscar se había sacado la parte de arriba.

– Menos mal que sus compañeros se iban a portar bien, le recrimine a Oscar mientras le señalaba a Carlos dándole por el culo a mi esposa.

En realidad no se si me escuchó. Todos se treparon a la cama y manoseaban a Marce por todas partes. Alberto y Fabián fueron hacia su cara y metieron sus vergas en su boca, mientras Oscar corrió a Carlos de su lugar y empezó a meterle lengua al culo, mientras sus manos acariciaban sus pechos.

Marcela solo gemía descontroladamente.

– Que culo hermoso tiene su mujer, me dijo sacando la cara de su cola.

Ella lo escucho, sacó las vergas de su boca y lo busco con la mirada.

– Si le gusta mi cola, cójamela por favor, le grito, y volvió a lamer.

– Primero quiero su conchita dijo, mientras introducía su verga ahí y dos dedos en el culo.

A Marce le encantaba y yo quería que eso no terminara nunca.

– ¿Querés uno en la cola también mi amor?, pregunte. Ya me dolía la verga de tanto pajearme.

– Si, si, si, si, gritaba ella.

Oscar la levantó, le ordenó a Alberto que se acostara y la empujo a Marce arriba. El busco con su verga la concha y la penetró y Oscar desde atrás la ensarto por el culo.

– Hija de puta, que buen culo que tiene, le gritaba Oscar. Ella le respondía con mas gemidos.

Estuvieron así un buen rato y luego se fueron turnando no dejando nada en el cuerpo de mi esposa por explorar. Yo estaba exhausto, había acabado 3 veces.

– Acábenle dentro de la cola que le gusta, dije con mi último aliento.

Me hicieron caso, uno a uno le dejaron la leche dentro del culo.

Ella gozó como pocas veces.

Regresaron un par de veces más. Pero eso es otra historia.

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