La teniente Blair:
Acababa de terminar el cuadro que me encargó Mari, una de mis clientas, al mirar la hora descubrí que eran las dos y como no tenía nada más que hacer, decidí salir a comer al restaurante de la esquina. Mientras salía de mi edificio, tengo que reconocer que estaba bastante satisfecho con el resultado porque había conseguido plasmar sobre el lienzo sus deseos. Para los que no os sepáis la historia, conocí a esa mujer gracias a que el idiota de su marido me contrató para que me acostara con ella mientras él miraba y con el ánimo de recordarle su infamia, me rogó que le hiciera un retrato. Fue ella la que me dio la idea, me pidió que dibujara su desnudo visto desde el ojo de una cerradura y así lo hice.
“Coño, ¡Qué hambre tengo” pensé mientras entraba en el local.
El maître me conocía y por eso al verme haciendo fila, me llamó y saltándose los turnos, me llevó a una mesa alejada de la entrada. Cansado como estaba, me dejé caer sobre la silla y cogiendo la carta, me puse a elegir mi comida. Entretenido con la elección de la comanda, no la vi venir hasta que sentándose frente a mí, dijo:
-Hola, Alonso-
Levanté mi mirada para ver quien se había sentado en mi mesa. Mi sorpresa fue total al comprobar que quien me había saludado era una extraña.
-¿Te conozco?- pregunté un tanto mosca porque estaba convencido que nunca me había cruzado con ese estupendo ejemplar de mujer.
La tipa en vez de contestarme, llamó al camarero y pidiéndole una cerveza, se puso a leer la carta.
“¡Qué descaro!” exclamé mentalmente ya interesado. Esa geta sabía que estaba buena y por eso se permitía esos lujos. Mirándola le eché unos veintiocho años. Rubia de bote, llevaba una melena rizada de peluquería que no cuadraba con lo informal de su atuendo. Vestida con una camiseta y unos pantalones vaqueros rotos, iba demasiado peinada.
Creyendo que las intenciones de esa muchacha eran ligar, sonreí al ver al empleado del restaurante trayéndole su bebida. Fue después de darle un trago cuando me preguntó entornando sus ojos:
-¿Qué decías?-
Solté una carcajada al percatarme de su total ausencia de vergüenza.
-Te había preguntado si te conocía-
-Tú no pero yo sí-  respondió muerta de risa- y al verte entrar, decidí que me ibas a invitar a comer-.
Contra toda lógica, la caradura de esa mujer me encantó y por eso  resolví que ya que tendría que pagar la cuenta, iba a disfrutar tomándole el pelo aunque reconozco que también me vi influido por  el tamaño de sus pechos. Vestida de modo informal, la naturaleza había dotado a esa rubia con un par de espectaculares melones.
-¿Me vas a decir tu nombre o tendré que averiguarlo?-
-Me llamo Zoe pero, para ti, soy la teniente Blair- me soltó cambiando de tono. Si antes era todo dulzura y simpatía en ese momento se volvió arisca y dura.
Todavía creía que el propósito de esa mujer era seducirme y por eso sin medir las consecuencias, le respondí:
-Huy, ¡Qué miedo!, te apellidas como la bruja-
Mi chiste, además de malo, debía de haberlo oído mil veces pero en esa ocasión, tuvo que dolerle porque hecha una furia, me espetó:
-Y tú, ¿Cómo prefieres que te llame?: Alonso el Gigoló, Alonso el Prostituto o simplemente el vividor-
Como comprenderéis, no me esperaba que esa mujer conociera mi doble vida y menos que a voz en grito, me descubriera en mitad del restaurante. Cabreado hasta la medula, le cogí de la mano y acercándola, le susurré al oído:
-¿Se puede saber a qué coño juegas?. A lo que me dedique no es tu puto problema-
-En eso te equivocas, no te aclaré antes quien era: Soy la teniente Blair de la policía metropolitana de Nueva York-
Su respuesta me dejó acojonado, ya que el mayor de los problemas a los que se puede enfrentar un prostituto no es otro que la policía. Por eso y tanteando el terreno, me defendí diciendo:
-Pues te han  informado mal, soy pintor, pago mis impuestos y para nada me dedico a eso-
La puñetera muchacha soltó una carcajada al oírme y sacando de su bolsa un dossier, lo dejó encima de la mesa. Al ver que no hacía ningún intento por cogerlo, me ordenó:
-Léelo-
Temblando abrí la carpeta para descubrir que esa puta no solo tenía un completo informe de mis finanzas sino que se había tomado la molestia de seguirme durante un mes. Entre los papeles, había multitud de fotos con mis clientas. En ellas, se me podía ver alternando en bares, discotecas y hoteles. No tuve que ser muy espabilado para comprender que estaba en un aprieto y que todo lo que dijera podía ser usado en mi contra. Por eso, al terminar de leerlo, lo dejé en la mesa y me quedé callado.
-¡Te tengo cogido por los huevos!-
La seguridad con la que lo dijo me produjo escalofríos porque aunque me había asegurado de declarar mis ingresos, difícilmente mi versión se sostendría ante una investigación oficial. Ella, al comprobar el efecto de sus palabras, dulcificó el gesto y cogiéndome de la mano, me soltó:
-Necesitas protección y yo te la puedo dar-
“¡Hija de perra!” pensé al advertir sus intenciones y soltando su mano, le pregunté:
-¿Qué es lo que quieres?-
-Poca cosa: el diez  por ciento de tus ingresos y que me ayudes en una investigación-
Lo primero me lo esperaba pero fue lo segundo lo que me dejó aterrorizado porque supuse que si esa zorra necesitaba de la ayuda de un gigoló, solo podía significar que iba a ponerme en peligro.  Cómo no podía negarme de plano, pensé que lo mejor era que me explicara que quería que hiciera porque siempre podía coger un avión y huir a España.
-¿Qué tengo que hacer?-
-Algo muy fácil, necesito que seduzcas a una mujer y que cuando lo hayas conseguido, me avises-
“¡Será puta!” exclamé mentalmente al percatarme que esa petición tenía gato encerrado y que no podía ser tan sencillo.
-¿Quién es la afortunada?-
Por respuesta, la policía sacó una foto y me dijo:
-Mi hermana Jane-
Reconozco que suspiré aliviado al enterarme que era un tema personal y que nada tenía que ver con drogas o mafia. Al mirar la foto descubrí que la tal Jane, además de su hermana, era su gemela. Imaginé que se trataba de un tema de herencia y por eso solo le pregunté dónde podía localizarla:
-La encontrarás cualquier noche en “Le Souk”-
Una vez aclarado ese extremo, solo me quedaba averiguar que era exactamente lo que quería que hiciera:
-Follártela-
-¿Nada más?- reiteré.
Click en la foto para cerrar...Mi insistencia la hizo dudar y tras unos momentos de vacilación, me respondió:
-Me vendría bien que la filmaras mientras te la tiras. Esa puta va de estrecha pero a mí no me engaña y sé que es un zorrón pero quiero demostrarlo-
Después de eso nada me retenía ahí, pero cuando me levanté para irme, esa puta no me dejó y no me quedo más remedio que aguantar su charla toda la comida. Fue una hora espantosa, sin saber qué hacer ni que decir,  soporté en silencio el monólogo de la arpía sin quejarme. Así me enteré que desde niñas, las dos hermanas se odiaban y que durante todo ese tiempo se habían dedicado a joderse la una a la otra.
-¡Imagínate!: esa zorra se tiró a mi novio cuando ya tenía fecha de boda- se quejó en un momento dado la policía.
No me cupo duda que se quería desquitar. Era tal su rencor que en cuanto supo de mi existencia, advirtió que podía usarme para completar su venganza. Por lo visto, Jane se acababa de casar con un ricachón y ni siquiera la invitó a la boda.
“Quiere joderle el matrimonio” sentencié mientras pagaba.
Al estar en sus garras, le prometí que tendría pronto noticias mías y cabizbajo, volví a mi apartamento. Estaba tan desesperado que pensé en pedir consejo a Johana, mi madame, pero tras meditarlo decidí no hacerlo no fuera a ser que se espantara y dejara de surtirme con clientas. Tratando de tranquilizarme salí a correr. Al cabo de una hora, estaba agotado pero feliz porque  había analizado mis posibilidades y comprendí que si solo me pedía una comisión y que me tirara a su hermana, no era tan desesperada mi situación.
Su hermana gemela:
Nada más llegar a mi apartamento, me duché y tras afeitarme, me puse a bucear en internet a ver si de casualidad salía algo de mi supuesta víctima. No me costó hallar información de la susodicha. Tal y como me había anticipado su hermana, Jane se había casado con un vejestorio podrido de dinero y se rumoreaba que la boda no era más que un paripé porque rara vez se les veía juntos.
Siguiendo las instrucciones de la teniente, esa misma noche me acerqué al bar donde se suponía que alternaba. No tardé en localizarla. Sentada con una negrita en un apartado, tenían un séquito de admiradores que no las dejaban en paz:
“Mierda” pensé al percatarme de lo complicado que tendría para llegar hasta ella.
Afortunadamente y cuando ya pensaba en claudicar, recordé que según su hermana, esa perra no aguantaba que nadie le hiciera sombra y que encima tenía por costumbre, envidiar lo ajeno.
“Su amiga es la vía”  pensé.
Aprovechando que la morena se había levantado al baño, me hice el encontradizo  y tras una breve charla, me enteré que se llamaba Liz y conseguí llevármela a mi mesa. Acababa de llamar al camarero para pedir una copa para la negrita, cuando vi de reojo que Jane se acercaba a donde estábamos. Fue entonces cuando me vino a la mente el plan y cogiendo a su amiga de  la mejilla, le di un beso. La muchacha respondió con pasión y  frotando su sexo contra el mío, buscó saciar su calentura.
-¿Qué haces Liz?- preguntó nada más llegar a nuestro lado, celosa quizás de que su amiga hubiera conseguido rollo antes que ella.
Al oírla, me hice el sorprendido y poniendo cara de angustia, exclamé:
Click en la foto para cerrar...-¡Zoe!, ¡No es lo que piensas!-
Mi reacción la dejó helada y tras unos breves instantes, vi que su semblante cambiaba y que tras la sorpresa inicial producto de haber sido confundida por su hermana, creyó que a buen seguro que podía usar mi error a su favor y me soltó:
-¿Y qué es entonces?-
Siguiendo con mi papel, respondí que la zorra de su amiga se me había tirado encima. Indignada, Liz me dio un bofetón, tras lo cual se fue. Jane no cabía de gozo. Sin pedirme permiso se sentó a mi lado, diciéndome:
-Para empezar no soy Zoe sino su hermana y ahora mismo voy a llamarla-
-Por favor, ¡no lo hagas!- respondí con un tono desesperado.
-¿Quién eres?-
-Soy Alonso, un amigo-
-No te creo. Por tu reacción debes de ser su novio y acabo de ver cómo le pones el cuerno-
Simulando un estupor que no sentía, le rogué que no se lo dijera y que en compensación, haría todo lo que ella quisiera. Estaba encantado por el modo en que se estaban desarrollando los acontecimientos, esa mujer no solo era clavada a su hermana sino además tenía la misma voz de su hermana.
-Bien para empezar, dame tu número de teléfono-
Como comprenderéis se lo di inmediatamente mientras seguía disculpándome. Jane, tras anotarlo, me llamó para comprobar que era el verdadero y al oírlo sonar, me dijo:
-Ahora, vete de aquí – la dureza de su voz no enmascaró la alegría que esa bruja sentía por la posibilidad de joder a su hermana nuevamente – Mañana te llamo con lo que he decidido-
Ocultando mi satisfacción, me despedí de ella con la cara desencajada y salí del local. Al pisar la acera, solté una carcajada porque aunque ninguna de las hermanas lo supiera, acababa de cambiar mi suerte. Si no estaba confundido, el odio, que esas dos se tenían, iba a ser la herramienta con la que me libraría del chantaje al que me tenía sometido la corrupta de la teniente Blair.
La gemela muerde el anzuelo:
Esa mañana me levanté temprano y sin pensar en otra cosa, salí de mi casa a comprar una serie de artículos que estaba convencido esa misma tarde iba a necesitar. Eran poco más de las once cuando  llegué de vuelta. Confiando en mi plan, me puse a pintar un retrato de Zoe, usando como modelo una foto que saqué subrepticiamente a su gemela en el bar. Con toda la intención del mundo, plasmé a la chantajista semidesnuda con uniforme de policía. Había terminado de esbozar su rostro con gorra cuando recibí la llamada de Jane.
-Alonso, quiero verte a solas- me dijo con un tono autoritario que me recordó a su hermana.
Tartamudeando por unos fingidos nervios, le respondí que porque no venía a mi estudio. La mujer se sorprendió al saber mi profesión y con voz firme tras pedirme mi dirección, me dijo que me veía a las seis.
“Cojonudo” exclamé mentalmente mientras me despedía de ella “tengo todavía cinco horas para terminar el puto cuadro”
Con la confianza que da el saberse al mando, me dediqué en cuerpo y alma al retrato. Si normalmente trataba de ocultar el rostro de mis modelos, esta vez pinté no solo  con precisión sus rasgos sino que me di el lujo que  dibujarla en una pose cuasi pornográfica. Pincelada a pincelada fui cerrando la soga alrededor del cuello de Zoe, de forma que cuando su querida hermana tocó el timbre de mi casa, ya casi había acabado.
Al abrir la puerta y dejarla entrar, me percaté que esa zorra venía en son de guerra. Vestida con un ajustado traje de cuero, sus pechos quedaban realzados por un rotundo escote.
Click en la foto para cerrar...“Está buena la cabrona” pensé mientras la llevaba hasta el salón donde tenía el estudio.
Todo estaba calculado. El cuadro que teóricamente era de su hermana en mitad de la sala y sobre una silla, el uniforme de teniente de policía que había comprado esa misma mañana. Jane nada más entrar, se fijó en ambos y aprovechando que, sumida en sus pensamientos,  se acercaba a mirar el retrato más de cerca, le pedí que me esperara un minuto, aduciendo que tenía que quitarme los restos de pintura.
Tranquilamente, me metí a duchar sin olvidar poner en funcionamiento  la cámara que grabaría todo lo que sucediera en esa habitación. Cuando volví recién duchado y tapado únicamente por una toalla, supe al instante que todo marchaba según lo planeado. Jane creyendo que iba a putear a su hermana, se había puesto el uniforme y me esperaba adoptando la misma postura del cuadro.
-¿Qué haces?-  pregunté con tono de sorpresa al verla vestida con la gorra de lado y con la chaqueta de policía abierta sin sujetador y con solo un brevísimo tanga negro cubriendo su entrepierna.. 
La zorra de Jane sonrió al verme tan alterado y mordiéndose los labios mientras se pellizcaba un pezón, me respondió diciendo:
-Esta mañana he hablado con mi hermanita y le he preguntado si salía con alguien-
-¡No se lo habrás contado!-
-No- contestó riendo- la muy puta me ha mentido, negando que tuviese pareja-
Lancé un suspiro aliviado ya que por un momento creí que todo se había ido al traste. La mujer malinterpretó mi suspiro y acercándose a donde estaba, tiró de mi toalla, diciendo:
-Lo tuyo con mi hermana debe de ir en serio porque si no esa guarra se hubiese jactado del bombón que se estaba follando-
Completamente desnudo, intenté taparme con las manos pero entonces Jane, susurrando en mi oído, me preguntó:
-¿No querrás que mi hermanita se entere que el capullo de su novio le pone los cuernos?-
-¡No conoces a tu hermana! ¡Me mataría!- respondí asustado.
Su sonrisa me avisó que se había tragado el anzuelo. Ni siquiera se quitó la gorra: sin hablar, se arrodilló a mis pies y acercando su boca a mi sexo, lo fue engullendo mientras con su mano se empezaba a masturbar. No sé si fue la sensación de sentir a esa puta mamando o la certeza de que me iba a librar de su hermana pero la verdad es que mi pene no tardó en adquirir su máxima extensión.
Viendo mi erección me llevó a empujones al sofá y en cuanto aposenté mi trasero, me soltó:
-Te voy a demostrar como la policía hace  buenas mamadas-
Agachándose frente a mí, me obligó a separar las piernas y sin más prolegómeno, se fue metiendo mi pene en su boca. Disfrutando del momento, dejé que esa rubia fuera  engullendo con suavidad mi extensión  mientras con sus manos acariciaba mis testículos. Tuve que reconocer que Jane era una artista, jugando con su lengua recorrió todos los pliegues de mi glande antes de comenzar realmente con la felación. Excitado como estaba, tuve que acomodarme en el asiento cuando la boca de esa mujer se convirtió en una aspiradora.
¡Fue increíble!.
Con mi verga clavada hasta el fondo de su garganta, succionó mi miembro de manera que este se vio aprisionado en su interior. Ya creía morirme de placer cuando esa zorra se lo sacó de la boca y mirándome, sonrió.
-¿A qué nunca te han hecho esto?- me soltó volviéndoselo a empotrar y repetir la misma operación.
Tenía razón, nadie jamás había usado esa técnica. Sin pausa fue introduciendo, comprimiendo  y sacando mi falo hasta que explotando dentro de su boca, bañé con mi esperma su interior. Satisfecha, Jane no perdió la oportunidad de darse un banquete y como si fuera maná caído del cielo, esa zorra siguió masturbándome hasta que consiguió ordeña hasta la última gota de mi maltrecho pene.
-¿Soy una buena mamadora?- preguntó con voz de puta.
-¡Buenísima!- respondí sin faltar a la verdad.
Mi entrega le dio alas y convencida de que se estaba tirando a su futuro cuñado, se levantó y meneando su trasero, me ordenó:
Click en la foto para cerrar...-¡Fóllame!-
No me lo tuvo que repetir dos veces, colocándola de espaldas, la apoyé sobre la mesa del comedor y bajándole las bragas, la ensarté de un solo empujón.
-Ahh- chilló de placer.
Lentamente fui sacando y metiendo mi verga en su interior mientras con las yemas de mis dedos, pellizcaba sus pezones. Increíblemente, esa mujer se corrió tras unas cuantas embestidas lo que me dio la suficiente confianza de decirla:
-¿Te gusta? ¡Putita!-
Absorta en sus sensaciones, Jane no contestó mientras su cuerpo convulsionaba de placer.
-¿Te gusta? ¡Zoe!-
Al oír que la llamaba como a su hermana, creyó desfallecer de gusto y moviendo sus caderas, gritó descompuesta:
-¡Sí!- y creyendo que era parte del juego, chilló: -Dale duro a tu teniente-
No hizo falta más y azuzándola con una nalgada, di  comienzo a su doma. Jane protestó al sentir mi dura caricia en su cachete pero impelida por un deseo hasta ese momento desconocido para ella, berreó y como posesa me rogó que siguiera follándomela así. Marcando su ritmo con azotes, la obligué a acelerar.
-Zoe, follas mejor que las ricachonas que me tiro. Si quieres, un día le digo a alguna que mire mientras lo hacemos-
-Sí- aulló -¡Me encantaría!-
Ajena a estar siendo usada para desbaratar los planes de su hermana, Jane siguió contestando afirmativamente a todo lo que le decía. Sin darse cuenta de sus respuestas, confirmó que sabía que era prostituto, que cobraba comisión de mis tarifas e incluso llegó a decir que ella también cobraba. Satisfecho por la información recabada, me dediqué entonces a aliviar mis propias ansias y agarrándola del pelo, tiré de su melena y susurrándola mis intenciones, me lancé en busca de mi orgasmo.
Mi liberación:
Al día siguiente me levanté eufórico, no solo había le echado un buen polvo a una preciosidad sino que gracias a ella, me había liberado de su hermana chantajista, aunque la teniente Blair no lo supiera todavía. Nada más terminar de desayunar, la llamé.
Zoe se sorprendió de mi llamada porque no esperaba que hubiese tardado solo un día en cumplir con la misión de seducir a su parienta.
-¿Te la has tirado ya?- insistió extrañada.
-Sí- contesté- ¿No era lo que querías?-
-Y ¿la has grabado?-
-También, tienes que ver como berreaba- solté en plan de guasa con el ánimo de picarla.
-¡No te creo!-
Como había previsto esa reacción le dejé escuchar unos segundos en los que su hermana gritaba de placer pidiéndome que la azotara.
-¡Eso tengo que verlo!- respondió sin creerse su suerte -¡Voy para tu casa!-
Estoy convencido que esa perra llegó con el chocho empapado por el gusto de tener por fin un arma con la que destruir a Jane porque nada más entrar, me pidió ver lo grabado.
-¿No quieres una copa?- pregunté para incrementar sus ganas de ver cómo me había follado a su gemela – Te la aconsejo, lo que vas a ver es bastante fuerte-
Click en la foto para cerrar...Refunfuñando, me pidió una cerveza. Mientras se la servía, aproveché para darle un buen repaso. Era acojonante, la poli y su hermana eran clavadas. No solo iban peinadas igual sino que mirándola con detenimiento, comprobé que ambas tenían el mismo culo e incluso los mismos pechos. Estaba convencido que nadie podría poner en duda que era ella la mujer que aparecía en el video. Previendo su contraataque, había grabado a su hermana desde lejos y con música de fondo, de manera que le resultara imposible demostrar que no había sido ella la protagonista.
Zoe, entretanto y sin hacer mención al asunto, revisó la habitación con la intención de comprobar que no la grababa. Acostumbrada por su profesión, no le costó hallar la cámara y al ver que estaba apagada, sonrió aliviada.
-No soy tan capullo- le dije haciéndole saber que me había dado cuenta de su maniobra.
Al darle la bebida, me fijé en que estaba nerviosa, se podía decir que estaba inclusive excitada con la idea de asestar un golpe definitivo a su querida hermanita. Os parecerá increíble pero no pude dejar de observar que bajo su camisa, sus pezones la delataban. Sabiendo que de nada servía prolongar la espera, le pedí que se sentara frente a la televisión y sin más, encendí el reproductor.
Sin ser consciente de lo que se avecinaba, soltó una carcajada cuando vio que su hermana disfrazada se arrodillaba a hacerme la mamada:
-Será puta, fíjate, se ha disfrazado de poli- señaló muerta de risa.
-Eso no es nada- respondí colocándome a su espalda –espera y verás-
Ensimismada mirando la escena, no dijo nada cuando llevando mis manos a sus hombros, le empecé a hacer un masaje. A Zoe tampoco le importó que lentamente estas bajaran por su cuerpo y sin ningún disimulo empezaran a acariciarle los pechos:
-Sigue que me gusta- me dijo sin separar sus ojos de la tele.
No me cupo duda de que esa zorra se creía al mando y que por eso, admitió sin reservas que la víctima de su chantaje incrementara el palpable deseo que ya le dominaba. No tardé en oír sus primeros gemidos cuando introduciéndome bajo su blusa mis yemas aprisionaron sus pezones. Valiéndome de que no perdía detalle de cómo Jane se estaba introduciendo mi falo, desabroché sus botones y después de liberar sus senos, me introduje uno de ellos en mi boca.
-¡Qué rico!- suspiró y adoptando el papel de dueña de mi destino, me espetó: -Creo que además de pagar mis honorarios, te voy a follar a mi antojo-
-Lo que tú ordenes- le contesté sumisamente mientras llevaba mi mano a su entrepierna.
-Para ser prostituto, eres muy manejable- dijo ya excitada abriéndose de par en par el pantalón para facilitar mis caricias.
“¡No sabes cuánto!” exclamé mentalmente sin descubrir todavía mi juego.
La arpía gimió al notar la acción de mis dedos sobre su clítoris.
-¡Dios!-aulló de placer imbuida en deseo.
Entre tanto, la reproducción seguía su curso de modo que Zoe no tardó en observar como su hermanita se tragaba mi semen.
-¡Se va a cagar cuando le enseñe el video!- espetó al ver y escuchar que Jane a voz en grito me pedía que la follara –No creo que le guste mucho al ricachón de su marido ver lo zorra que es su mujercita-
 
Click en la foto para cerrar...Concentrada en su venganza, no se percató que abriendo un cajón saqué unas esposas. Sin darle tiempo a reaccionar, llevé sus brazos a la espalda y cerrando los grilletes sobre sus muñecas, la dejé inmovilizada:
-¡Qué cojones haces! ¡Quiétamelas!- gritó como histérica al comprobar que estaba a mi merced.
Aproveche que estaba indefensa para quitarle la pistola que llevaba en el sobaco y pegándole un tortazo, le ordené que se callara. Disfruté de sobremanera, verla llorando de la impotencia:
-No me puedes hacer esto. ¡Soy policía!-
-Sé que eres policía pero ambos sabemos que eres corrupta- le solté y sentándome a su lado, le dije: -Tranquilízate y sigue viendo la grabación-
Con el último resto de rebeldía, se negó y cerró los ojos pero no tardó en abrirlos cuando recogiendo entre mis dedos uno de sus pezones, se lo pellizqué dolorosamente mientras le susurraba al oído:
-Te he dicho que mires, ¿No querrás que me enfade?-
Chilló de dolor pero obedeció de forma que durante los siguientes diez minutos ni siquiera pestañeó no fuera a ser que volviera a castigarla. Es difícil de describir la satisfacción que sentí al observar que a medida que veía la cinta, esa mujer se iba encogiendo al ser consciente del embrollo en el que se había metido. Las lágrimas afloraron a su rostro cuando escuchó como su hermana se hacía pasar por ella y reconocía una serie de delitos que sin duda no solo acabarían con su carrera sino que la levarían a pudrirse en una cárcel durante una larga temporada.
Al terminar, me levanté y mirándola a los ojos, pregunté:
-¿Qué te parece?-
Con odio en su rostro, me contestó:
-No te saldrás con la tuya. Obligaré a mi hermana a confesar que fue ella-
Soltando una carcajada, la levanté del sofá y llevándola hasta la mesa del comedor, la obligué a apoyarse sobre ella.
-Eso no te lo crees ni tú. ¿Realmente me crees tan idiota? Nunca lo reconocerá porque eso significaría que el viejales con el que se ha casado la abandonara dejándola sin un duro-
Supe que ella opinaba igual porque ni siquiera hizo el intento de rebatir mi argumento. Viendo su desolación, me puse tras ella y lentamente le fui bajando tanto el pantalón como las bragas sin que ella pudiese hacer nada por evitarlo.
-¿Qué vas a hacer?- chilló aterrorizada cuando mis manos le abrieron las nalgas.
Parafraseando sus propias palabras cuando en el restaurante me chantajeó, le contesté:
Click en la foto para cerrar...
-Poca cosa: Ahorrarme el diez por ciento de mis ingresos y aliviar mi cabreo en tu culo-
Zoe trató de patearme pero entonces, tirando de sus esposas, la inmovilicé mientras le decía:
-Te aviso que he mandado copia de este video a unos amigos en España y si me ocurre algo, no solo lo harán llegar a la jefatura sino que lo colgaran en internet para asegurarse que llega a la opinión pública.
Al oír mi advertencia, dejó de debatirse y llorando a lágrima viva, esperó lo inevitable. Su castigo no tardó en llegar porque acercando mi glande a su entrada trasera, lo introduje sin intentar siquiera que se relajara. El dolor que sintió fue tan intenso que la impidió moverse ni reaccionar, de manera que con tranquilidad terminé de penetrar su hasta ese momento virgen esfínter, consumando la violación.
-¿Sabe mi teniente que tiene un culito irresistible?- me mofé mientras empezaba a moverme – Creo que te voy a estar follando hasta que consiga que ladres y aúlles como la perra policía que eres.
-¡Por favor! ¡Me duele mucho!- rogó entre gritos mi victima al sentir mi verga hoyando sus intestinos -¡Haré lo que quieras! Pero ¡Sácamela!-
No hice caso de sus ruegos y afianzándome sobre ella, aceleré mis penetraciones. Zoe creyó desfallecer por el atroz sufrimiento al que la estaba sometiendo. Apretando su mandíbula, intentó dejar de gritar pero entonces sintió en sus nalgas mi primer azote:
-Muévete puta-
Furiosa por mi trato, quiso rebelarse pero su insumisión solo le sirvió para acrecentar su castigo y tras una media docena de dolorosas cachetadas, afrontó su destino sin quejarse.
-Así me gusta- le susurré al percatarme de su rendición – Si te comportas como una buena cachorrita quizás te permita correrte-
Click en la foto para cerrar...-¡Vete a la mierda!- gritó indignada porque le hubiese insinuado que podría obtener placer de esa violación.
Sacando fuerzas de la desesperación, la rubia policía intentó zafarse pero entonces cogiéndola del cuello, la inmovilicé. Al sentir mis manos estrangulándola, buscó con ansiedad respirar. Jadeando  se desplomó sobre la mesa, momento que aproveché para llevar la velocidad de mis incursiones al límite y fue entonces cuando se produjo un efecto que no había previsto: Al constreñir su respiración, se elevaron los niveles de CO2 en su cerebro por lo que las venas y la arterias de la mujer se dilataron, y eso multiplicó sus percepciones y sus sensaciones mientras yo seguía machaconamente penetrándola.
Zoe, luchando por su vida, sintió que todo su cuerpo se revelaba y cuando la adrenalina acumulada se juntó con la acción de mi pene, desde su interior y como si de un terremoto se tratara, todas y cada una de sus defensas se vieron asoladas por el maremágnum de placer que recorriendo su anatomía se concentró en su sexo:
-¡Me corro!-consiguió gritar antes de que de su vulva un manantial de flujo confirmara con hechos sus palabras.
De improviso, la rubia convulsionó sobre la mesa, gritando y aullando por el orgasmo que estaba devastando su mente:
-¡Sigue!, por favor- me suplicó llorando.
Su sometimiento  pero sobre todo el deseo que traslucía por su tono me hicieron saber que había ganado por lo que le di la vuelta. Directamente la senté sobre la mesa y sin pedirle su opinión, puse sus piernas sobre mis hombros y de un certero empujón, le clavé toda mi extensión en el interior de su vagina.
-¡Animal!- aulló al sentir mi glande abriendo el camino en su conducto.
En ese momento, había dos Zoes. Una orgullosa que todavía peleaba por no claudicar y otra entregada que imploraba que no parara. Usando mi pene como mazo, fui derribando sus postreros reparos de manera que en menos de un minuto y cuando ya sentía aproximarse mi propio clímax, escuché que me decía:
-Haz conmigo lo que quieras pero ¡Sígueme follando!-
Encarrilado como estaba, no puse objeción a su ruego e incrementando tanto la velocidad como la profundidad de mis incursiones, conseguí nuevamente que se corriera pero en esa ocasión, me uní a ella y vaciándome en el interior de su vagina alcancé la victoria. La otrora orgullosa teniente se desplomó agotada mientras sentía que su alma era elevada al cielo carnal de las elegidas. Aproveché su debilidad para descansar durante unos minutos, tras lo cual le quité las esposas y con la certeza de que esa mujer ya era de mi propiedad, me fui por una cerveza a la cocina.
Al volver me encontré a Zoe, ya vestida, sentada en el sofá. Con el rímel corrido, su rostro era un poema. Se notaba a simple vista que esa mujer estaba deshecha, había llegado a mi casa suponiendo que gracias a la información que tenía de mis actividades, por fin había vencido en su rivalidad con su hermana pero desgraciadamente para ella, todo se le había torcido. Su visita triunfal había supuesto su derrota más dolorosa.
 -¿Me puedo ir?- preguntó sin ser capaz de sostenerme la mirada.
-Por supuesto- le respondí – tenemos un trato: yo no distribuiré el video si tú te comprometes a tirar ese dossier a la basura-
-¿Nada más?- reiteró con un deje de tristeza que no supe interpretar.
-¿Qué más quieres?- respondí tanteando el terreno- Vete ahora porque si sigues aquí cuando me termine la cerveza, te volveré a tratar como la perra que eres-
Mis duras palabras, le hicieron reaccionar y cogiendo su bolso, salió despavorida por la puerta. Solté una carcajada al verla huir, haciendo aún más ominosa su espantada. Satisfecho y contento por el modo en que había resuelto el problema, me tumbé en el sofá mientras terminaba mi bebida. Estaba a punto de levantarme para ir a por otra cuando escuché el timbre de mi casa.
Al abrir, me topé con Zoe en el zaguán.
-¿Qué haces aquí?- le dije solo parcialmente sorprendido.
La mujer me miró indecisa y tras unos instantes de vacilación, respondió:
-Vengo a ver a mi amo-
-Pasa- le dije y al hacerlo, la besé suavemente.
Desde entonces, tengo una perra policía que me protege y me cuida pero también una amante dulce y cariñosa que se desvive por hacerme feliz. Amante a la que no le importa a lo que me dedico siempre y cuando al llegar a su casa, le haga recordar nuestro primer encuentro.


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