Hay demasiada mierda acerca de la prostitución y sobre los que la practicamos. Muchos de los bien pensantes de la sociedad nos atacan asumiendo que  somos víctimas. Reconozco que con seguridad, habrá miles o tal vez millones de mujeres y hombres que si lo sean pero en mi caso no es así. Soy prostituto porque quiero.

La gente puede suponer que son los reaccionarios quien más nos ataca pero está equivocada. Nuestros más fieros detractores son la llamada “progresía” que tiene un fiero discurso prohibicionista aunque lo traten de maquillar llamándolo abolicionista. Acostumbrados a prohibir, aman decidir por los demás. Pensando en nosotros nos prohibieron fumar, preocupados por nuestra salud nos prohibieron el botellón y muchos de ellos, meditando  en nuestro bien quieren prohibirnos follar.
Aunque les joda, hacemos un servicio social. Somos una de las válvulas de escape de los pequeños o grandes vicios de nuestra sociedad. No se dan cuenta que si a cualquiera de nosotros nos apetece echar un polvo, si es de común acuerdo, nadie debe meterse. Estoy hasta las mismísimas pelotas de que me traten de salvar. Unos porque iré al infierno y los otros porque pobre de mí deben evitar que la sociedad me use. Que les den por culo a ambos y desde aquí, les digo yo estoy dispuesto a romperle sus santos o bien pensantes traseros siempre que paguen.
Un ejemplo de ese carácter social de mi profesión me ocurrió una tarde que estaba pintando en mi estudio. Me llamó mi jefa para concertar una entrevista. Por lo visto una cliente quería pedir un trabajito especial y estaba dispuesta a pagar por ello. Al preguntarle qué era lo que quería, no supo que contestarme. Por lo visto quería planteármelo en persona.
-Johana se está convirtiendo en una costumbre el pedirme cosas raras y no explicarme claramente lo que desean-
-Eso se debe a la fama que te estás granjeando. Todas las féminas adineradas de Nueva York saben que hay un españolito discreto y efectivo que es capaz de encargarse de los casos más difíciles-
Sabiendo que a buen seguro esa zorra conocía de qué se trataba pero que por mucho que insistiera no iba a sacarle nada, tomé nota de la dirección donde debía acudir y la hora. Me extrañó que la cita fuera en las oficinas de bufete de abogados pero aun así sabiendo que cuanto más estrambótico fuera el asunto más dinero cobraría, acepté el encargo y poniéndome un traje de chaqueta fui a ver que querían.
Al llegar al elegante edificio, pregunté a la recepcionista por la Sra. Johanson. Tras llamarla por teléfono, me hicieron pasar a una sala donde sin saber a qué atenerme, tuve que esperar cinco minutos a que me atendieran. Ya me estaba impacientando cuando vi que por la puerta entraba una señora de avanzada edad, la cual tras las presentaciones típicas, me pidió que me sentara.
-Le habrá resultado chocante que le hallamos citado aquí, teniendo en cuenta su profesión- me dijo con una voz edulcorada, típica de un picapleitos tratando de llevarte a su terreno.
-Si aunque como comprenderá estoy acostumbrado a extrañas peticiones de mis clientas pero tengo que reconocerle que es al menos insólito venir a un bufete-
-Lo comprendo y por eso quiero sacarle de dudas. Nuestro despacho cuenta con un extenso portafolio de asuntos y entre ellos, tenemos un sección que le llamamos Family affairs. Ese equipo se ocupa de manejar los asuntos de determinado clientes que por uno u otro motivo, prefieren que sea el bufete el que se encargue-

-Entiendo pero no sé qué tengo que ver con ello-

-Verá… Tenemos como clientas a una pareja del mismo sexo que por motivos obvios no pueden ser madres y están buscando un progenitor que las fecunde. Están dispuestas a pagar diez mil dólares pero exigen que el donante firme un contrato renunciando a cualquier derecho de paternidad-
Os podréis imaginar mi cara. No sé si fue mayor mi sorpresa al escuchar la oferta en labios de esa señora o la suya al oír mi carcajada.
-¿Diez mil dólares por una paja? ¿Dígame dónde firmo? –
Carraspeando la abogada me hizo callar y bastante cortada, me explicó que no era tan fácil y que sus representadas eran un tanto especiales.
-No la comprendo- dije al ver su reparo a decirme claramente cuál era el problema.
-Son naturalistas y no creen en los métodos de reproducción asistida.  La inseminación debe hacerse a la antigua usanza-
-Hablando en plata- le solté tratando de evitarle el mal trago- Me pagan por tirarme a esa pareja y dejarlas preñadas-
-Si cuajan los embarazos, le daremos diez mil dólares por cada uno-
-¿Y si no?-
-Por cada sesión infructuosa serían seis mil. Como comprenderá debido a su sexualidad, nuestras clientas no están interesadas en prolongar su ayuda y por eso llevan sometiéndose a un largo proceso y puedo asegurarle que de aceptar, ambas mujeres estarán en sus días fértiles y con sus vientres receptivos-.
-Por mí no hay problema, solo dígame donde y cuando tengo que hacerlo y allí estaré-
El resto fue papeleo, después de firmar un contrato, tuve que darles una muestra de esperma para que lo analizaran y comprobaran que mis genes eran tan satisfactorios como creían. Por lo visto me habían investigado y sin pedirme permiso, habían obtenido incluso los diferentes test de inteligencia que había rellenado durante mis años de universidad. Al salir de sus oficinas y a modo de anticipo, me dieron un sobre con tres mil dólares.
-Le llamaremos cuando estén listas-
Su llamada no fue inmediata, ya casi me había olvidado del asunto cuando al cabo de un mes, la abogada me telefoneó para decirme que sus clientas me esperaban en su casa esa misma noche.
 
Grace y Lana.
 
Supe por las señas que mis clientas eran de la élite neoyorquina. Nadie que no fuera multimillonario vivía frente al central Park en un ático. Por eso decidí vestirme con mis mejores galas para acudir a la cita. Mientras me afeitaba, os tengo que reconocer que me entró el canguelo. No tenía ni puta idea de cómo se desarrollarían las siguientes horas.  Me torturaba la idea de no ser capaz de excitar a una lesbiana. Una cosa era acostarme con una bisexual pero temía que mi única función fuera descargar mi simiente en sus úteros sin que mediara atracción alguna. Era una pesadilla, me veía con ellas abiertas de piernas esperando angustiadas que mi pene las sembrara por eso cuando toqué al timbre de su piso, no las tenía todas conmigo.
Al abrirme las dueñas, supe que por lo menos en lo que respectaba a mí, no había problema. Las clientas resultaron ser dos preciosidades. Grace, morena de pelo y un cuerpo de infarto no desentonaba con su novia. Lana era todo un bombón. Con su pelo rubio cayendo lacio sobre sus hombros era una diosa aria. Ambas eran delgadas con pechos pequeños pero bien puestos y por lo que pude observar, tenían una delicada anatomía que no me importaría para nada disfrutar. Al ver su nerviosismo, comprendí que quienes realmente estaban acojonadas con lo que iba a pasar eran ellas y por eso tratando de romper el incómodo silencio que se había instalado entre nosotros, les pregunté cómo querían hacerlo.
-No sabemos, esperábamos que tú nos dijeras-
“¡Mierda!” pensé al darme cuenta que iba a ser yo quien improvisara. Tratando de hacer tiempo y que las musas se apiadaran de mí, les pedí si me invitaban a una coca cola. Mi sugerencia les hizo gracia y tras mirarse a ver quién era la que me traía el refresco, fue la rubia quien desapareciendo rumbo a la cocina me dejó en el salón con Grace.
Al quedarme solo con la morena, me senté en un sofá y tras unos momentos de indecisión, le pregunté directamente:
-Perdona pero necesito saberlo, ¿habéis estado alguna vez con un hombre?-
Completamente colorada, la muchacha miró hacia el suelo antes de responderme:
-Yo, no-
Su respuesta llevaba implícita que su pareja si lo había hecho y por eso decidí que toda aproximación sería más sencilla a través de Lana. Al volver esta, me sorprendió descubrir que aunque me había hecho caso y me traía una coca, había preparado sendos whiskies para ellas. “Mejor” sentencié al saber que el alcohol las serviría para desinhibirse.
-¿De qué hablabais?- preguntó ya sentada.

-Me estaba diciendo Grace que para ella va a ser su primera experiencia con un hombre pero me ha dado a entender que para ti no va a ser novedad-.
-Así es. Yo soy bisexual. Antes de conocerla, disfruté muchas veces de la presencia masculina-
-Perfecto. Tú me vas a ayudar- le solté asumiendo que no se iba a negar.
Dando tiempo al tiempo, dejé que se terminaran la copa, charlando de sus vidas y viendo que habían perdido parcialmente la vergüenza, les pedí que pusieran música.
-¿Y eso?- preguntó Grace, temiendo quizás que quisiera sacarla a bailar.
-Quiero veros besándoos al ritmo de la música. Pensad en mí como en un voyeur que va a disfrutar de siendo testigo de vuestro amor-
Curiosamente, la perspectiva de verse espiada le gustó a la morena y sin esperar a que su novia se levantara, tiró de ella y dándole un sensual morreo, se pusieron a bailar sobre la alfombra. Con sus sexos pegados, las dos muchachas no dejaron de moverse lentamente mientras con sus manos se acariciaban por encima de la ropa. Poco a poco, su baile fue subiendo enteros y obviando mi presencia, Lana bajó los tirantes que sostenían el vestido de su pareja.  Me encantó ver como la rubia cogía los pechos de Grace y sacando la lengua empezaba a jugar con sus pezones. Esa visión era de por sí una delicia pero lo fue más escuchar los gemidos de placer de su compañera.
Decidí darles tiempo y por eso me quedé esperando mientras ese par de bellezas se iban acomodando a la idea de ser vistas. La verdad es que no tardaron en entrar en calor. Cómodamente sentado en mi asiento fui testigo de cómo se desnudaban y tras unos minutos bailando desnudas, se dejaron caer en la alfombra mientras no se dejaban de besar. Tengo que reconocer que por mucho que estuviese ya acostumbrado a cumplir con las extrañas peticiones de mis clientas, ver a Grace separando las rodillas de su amada me excitó. Con una ternura de la que pocos hombres son capaces de ejercer, la morena se agachó a sus pies y sensualmente empezó a darle besos en los tobillos mientras le decía lo mucho que la quería.
“¡Qué gozada!” exclamé mentalmente al observar cómo sacando la lengua, iba subiendo por sus piernas mientras dejaba un húmedo surco sobre la piel de Lana.
 La rubia cada vez más excitada, pidió a su compañera que se diera prisa pero ésta disfrutando del suave dominio que ejercía sobre ella, ralentizó más si cabe la velocidad de sus caricias, de forma que cuando su boca ya estaba a escasos centímetros del sexo de su querida, Lana no pudo evitar empezar a gemir mientras con los dedos pellizcaba sus pezones.
-Por favor- rogó descompuesta por la lentitud de Grace.
Su novia levantando la mirada, sonrió y dirigiéndose a mí, me pidió que le ayudara.
-¿Qué quieres que haga?- pregunté incómodo por violar la intimidad de esas mujeres.
-¡Tócala!- me exigió.
Creí en ese momento que esa mujer quería pasar de una vez el mal trago y quitándome la chaqueta, me tumbé a su lado. Lo que no sabía pero no tardé en conocer fue que a la morena, la perspectiva de compartir a Lana, le había sobre excitado y por eso cuando vio que con mi mano acariciaba los pechos de la rubia, se volvió loca y cogiendo entre sus labios el clítoris de su amada, empezó a masturbarla con verdadera ansia.
-¡Sí!- chilló Lana descompuesta por las sensaciones que estaba experimentando y llevando  un pezón hasta mi boca, me lo dio como ofrenda.
Aunque temía una reacción de celos por parte de su compañera, no me hice de rogar y abriendo mis labios, me apoderé de si aureola. Ella al sentir la humedad de mi boca justo en el momento en que Grace le introducía un par de dedos en su interior, fue más de lo que pudo soportar y sin cortarse, se corrió sonoramente sobre la alfombra. Su novia al saborear su placer, decidió prolongar su orgasmo torturando su botón con una serie de suaves mordiscos, de manera que ambos pudimos comprobar como la rubia convulsionaba de placer mientras le gritaba que no parara.
-¡Desnúdate!- ordenó al comprender que su mujer estaba dispuesta.
Como comprenderéis no puse ninguna objeción y dándome prisa, me despojé de mi ropa mientras las dos mujeres seguían inmersas en su placer. Grace al ver que había terminado y que permanecía desnudo sin saber qué hacer, cogió a su amada y cambiándola de posición, llevó la cara de Lana hasta su propio sexo. La nueva postura dejaba a la rubia arrodillada y con el culo en pompa. Fue entonces cuando su novia me pidió que la tomara.
No me lo tuvo que pedir dos veces. Poniéndome a su espalda, acerqué mi miembro y esperando permiso, me puse a juguetear con sus labios inferiores. Lana al sentir mi glande acariciando su vulva, gimió de deseo y mimando el sexo de su amada, le pidió con la mirada la aprobación que necesitaba.
-Hazlo- dijo la morena con lágrimas en los ojos.
No tuve que ser un premio nobel para saber que esa mujer se debatía entre la excitación y los celos. Intentando parecer lo más profesional que pude,  sin hablar,  fui metiendo mi pene en el interior de su amada.
-¡Me encanta mi amor!- gritó la rubia al experimentar mi intrusión.
La aceptación de su pareja, curiosamente agradó a Grace y ya sin más reparo, forzó el contacto, presionando con sus manos la cabeza de su novia. Ésta agradecida se concentró en el clítoris de la morena mientras yo, por mi parte, iba acelerando lentamente la velocidad de mis caderas. Conociendo de antemano cual era mi papel, no me permití ninguna licencia y en silencio ejercí de consolador mientras ellas llevaban la parte activa. Aunque me percaté que mi clienta recibía con agrado mis incursiones y que su sexo rezumaba de flujo, esperé que ambas decidieran dar el siguiente paso.
No sé si fue que me excedí siendo impersonal pero la verdad es que no tardé en evidenciar que poco a poco se iba diluyendo la calentura de las dos mujeres y por eso, arriesgándome a un rotundo fracaso, tuve que ser yo quien pusiera morbo a la situación:
-Muévete o tendré que obligarte- ordené a la rubia mientras le daba un sonoro azote. Mi violenta reacción las dejó paralizadas y por eso repitiendo mi órdago, le volví a dar otra nalgada, diciéndola: -Me habéis contratado para que os germine y eso pienso hacer aunque para ello tenga que violaros-
Mis palabras les sirvieron de acicate al recordarlas el motivo por el que estábamos haciendo ese trio tan extraño. Grace, que era en teoría la menos predispuesta, fue la que dándome la razón dijo:
-Fóllatela sin contemplaciones-

Su consentimiento me dio alas y agarrando a su mujer de las caderas, profundicé en mis embestidas. Usando mi pene cual cuchillo, apuñalé su sexo con ferocidad. Mi nuevo ímpetu provocó que Lana recordara lo que se sentía al ser poseída por un hombre y al mezclarse en su interior mi violencia y la ternura de su amada, elevó la cota de su excitación hasta límites nunca antes experimentados.

-Me corro, cariño- bufó la mujer indefensa.
Su entrega fue la gota que derramó el vaso de su novia, la cual, uniéndose a Lana, se derramó en la boca de la rubia. Dejándome llevar, permití que mi miembro se liberara y con una copiosa eyaculación, sembré de blanca simiente la vagina de mi clienta. Os reconozco que fue una sensación rara, saber que la mujer esperaba con desesperación que mi semen germinara su útero y por eso creo que tardé tanto tiempo en vaciar mis huevos.
Satisfecha, Grace me ordenó que llevara en brazos a su novia hasta la cama:
-No quiero que por levantarse, perdamos la oportunidad de ser madre-
Me pareció absurdo que creyera que poniéndose de pie, disminuirían las posibilidades de resultar embarazada pero sabiendo que ellas eran las que pagaban, no dije nada y obedecí. Levantando del suelo a la rubia, la llevé hasta su cuarto y depositándola suavemente sobre la cama, aguardé nuevas instrucciones. Su novia se reunió con ella y reanudando la tanda de besos, yacieron abrazadas durante unos instantes.
-¿Qué te ha parecido?- preguntó Lana a su pareja, -¿ha sido tan terrible?-
Grace se tomó un tiempo en responder y tras meditar sobre las sensaciones que había experimentado, respondió:
-Para nada, ha sido agradable ver que disfrutabas. De lo que no estoy segura es que voy a sentir cuando él me penetre-
Como convidado de piedra, me mantuve de pie en silencio sin llegar a intervenir. Comprendía perfectamente sus dudas, no en vano esa mujer jamás había estado con un hombre por lo que debía cumplir escrupulosamente con las directrices que ellas me marcaran. No quería asustarla y menos que sintiera mi presencia como una agresión. Mientras mis dos clientas charlaban de lo ocurrido, mi mente trataba de anticipar lo que ocurriría después.
-Déjame a mí que te marque el ritmo- oí a la rubia decir a su pareja.
Grace asintió con la cabeza, tras lo cual Lana me pidió que me tumbara entre ellas dos. Ni que decir tiene que obedecí, sin saber que tenía pensado la rubia para romper el tabú de su novia. No acababa de acomodarme cuando la rubia me pidió que me quedara inmóvil. Reconozco que me picaba la curiosidad y por eso apoyando mi cabeza en la almohada, acaté su decisión.
-Haz lo que yo haga, cariño- le dijo a la morena y sin esperar a que ella diera su conformidad, me empezó a acariciar mientras le señalaba: -El cuerpo de un hombre es diferente, sus músculos son más duros y su piel menos suave pero no por ello, menos atractiva-
No me costó entender cuáles eran sus intenciones y colaborando con ella, cerré los ojos para que mi mirada no cortara su inspiración. Privado de la vista, me concentré en lo que experimentaba al sentir cuatro manos recorriendo mi pecho. Perfectamente distinguí cuáles eran de Lana y cuáles de Grace porque las de esta última se mostraron más discretas al tocarme. Poco a poco los toqueteos de ambas mujeres fueron adquiriendo confianza y en un momento dado, Lana tomó mi miembro entre sus manos:
-Ves que no muerde- escuché que le decía a su pareja.
Mi pene, al sentir sus caricias, se irguió orgulloso creciendo hasta su longitud máxima.
-¡Qué duro!- exclamó sorprendida Grace al abarcar entre sus dedos mi extensión.

Soltando una carcajada, la rubia le explicó que desgraciadamente eran pocos los que llegaban a ese tamaño y a esa dureza. Su elogio hinchó mi ánimo y más tranquilo pero todavía más excitado, esperé su siguiente movimiento. Sin hablar juntó su mano a la de su amada e imprimiendo un suave ritmo, me empezaron a masturbar.  Cuidadosamente al principio, las mujeres fueron izando y bajando la piel de mi miembro dotando a sus movimientos de una sensualidad pocas veces experimentada por mí:

-¡Bésame!- soltó Grace más alterada de lo que nunca había supuesto que estaría en presencia de un hombre.
Su novia, cogiendo sus labios entre los suyos, la besó con pasión. Su ardor me hizo entreabrir los ojos y ver que la rubia no solo le había hecho caso sino que llevando su mano a la entrepierna de su mujer, la estaba acariciando. Los gemidos de la morena no tardaron en surgir de su garganta al ver hoyado su sexo por los dedos de Lana. Dejándolas interactuar, disfruté de la forma tierna pero apasionada con la que esas dos bellezas se hacían el amor. En un momento dado, ya parecía que me habían olvidado cuando escuché:
-Grace, ya es la hora-
-No sé si podré- respondió todavía indecisa la morena.
-Piensa que es un consolador y que soy yo quien te penetra con él-
Al saber que había llegado la hora de la verdad, decidí permanecer impasible mientras la morena, pasando una pierna sobre mí, se empezó a ensartar con mi miembro. Su pareja viendo su vacilación se sentó sobre mí, frente a ella y con un cariño tierno la ayudó en su labor. No tardé en apreciar la humedad de su conducto y la suave presión que este ejercía sobre mi piel. Lentamente, Grace fue absorbiendo en su interior mi miembro mientras su novia consolándola le comía los pechos.
Al no poder olvidar que esa mujer era a los efectos virgen,  me sorprendió la facilidad con la que empotró centímetro a centímetro mi falo pero más aún cuando habiéndolo recibido por completo, suspiró diciendo:
-Es diferente pero… ¡Me gusta!-
A partir de ese momento, Grace aceleró sus maniobras, dejando que mi pene entrar y saliera a sus anchas de su interior mientras su novia se dedicaba en cuerpo y alma a mamar de sus pechos. Sabía que no debía de hacerlo pero aún así  no pude dejar de llevar mis manos hasta su culo y cogiéndola de la cintura, ayudarla. Si le molestó sentir mis dedos, no lo demostró sino al contrario, berreó de placer cuando forzando el contacto mi glande chocó contra la pared de su vagina.
-¡Dios mío!- gimió descompuesta y ya sin ninguna cortapisa, cabalgó sobre mí alegremente.
Su novia al advertir que estaba disfrutando decidió que ella también quería disfrutar y llevando su sexo a mi boca, me pidió que se lo comiera. Separando sus labios, localicé su hinchado clítoris y jugueteando con él con mi lengua, conseguí sacar de su dueña prolongados y fuertes gemidos con cada lamida. Grace al ver que Lana se retorcía gozando le dedicó un pellizco en un pezón, recriminándole en plan de broma que fuera tan zorra.
-¡Que quieres que haga mi amor!, aunque estoy enamorada de ti, de vez en cuando no me viene mal una verga- exclamó intentándola encelar.
Lo que no se esperaba en absoluto la rubia, fue que su pareja sonriendo le contestara:
-Será mejor que a partir de hoy te esmeres porque esto me está encantando- y haciendo gala de lo que decía se lanzó en un galopar desenfrenado usando mi miembro como montura.
-¡Eres un putón desorejao!- muerta de risa, Lana exclamó al ver la alegría con la que su hasta entonces lesbiana pareja se había lanzado de lleno a la bisexualidad.
Increíblemente, ambas sincronizaron sus cuerpos de forma que saboreé el clímax de la rubia mientras mis piernas se empapaban del flujo de la morena. Entonces cansado de mantenerme al margen, me deslicé de la cama y poniendo a Grace sobre Lana, cogí a la morena de las caderas y de un solo empujón le clavé todo mi estoque. Esta no protestó por el cambio sino que chillando de placer, besó a la rubia con pasión. Completamente entregada a la lujuria, mi clienta vio como sin pausa su sexo era usado por un pene y siendo ella la primera sorprendida, decidió que a partir de ese día aunque fuera esporádicamente repetiría.
Sin poderme creer que le estuviera gustando, la cogí del pelo y usando su melena como si de riendas se tratara, la azucé diciendo:
-Para ser tu primera vez te comportas como una puta-
Mis palabras aunque podían tomarse como un insulto, eran en realidad un elogio y asumiéndolo en ese sentido, la morena se consagró a demostrarnos a mí y a su novia que no me equivocaba:
-¡Fóllame duro, como antes le hiciste a Lana!-
Supe a la primera a lo que se refería y dando un azote en sus nalgas, puse su boca a la altura del sexo de su novia y sin más prolegómeno comencé a penetrarla salvajemente. Grace chilló disfrutando el tratamiento y sin esperar el permiso de su novia se apoderó de su clítoris con los dientes. Lana al sentir la tortura, me gritó como posesa que la hiciera sentir lo que era un macho. No hizo falta que lo repitiera, usando mi miembro como ariete, abrí una brecha en sus creencias de manera que la morena no tardó en correrse.
-¿Te gusta putita?- le soltó su pareja.
-¡Sí!- reconoció sollozando.
-Pues te aviso que solo voy a dejar que te folle hasta que estés embarazada, si te pillo luego te mato-
La amenaza surtió el efecto contrario, Grace bufando de placer se asió a la cabecera de la cama y dándose la vuelta, me pidió más caña. Por supuesto se la di. Cogiéndola de los hombros, los usé para impulsarme de manera que con cada embestida mi glande chocaba con la pared de su vagina mientras mis huevos rebotaban contra su vulva convertida en un frontón.
-Sigue, por favor, ¡Sigue!- aulló de placer la muchacha.
Era tal su calentura que olvidando toda prudencia, apoyó su cara en la almohada y separando con las manos sus nalgas, buscó que mi pene se hundiera aún más hondo en su interior. Al  hacerlo me permitió descubrir su rosado ojete inmaculado y os puedo jurar que si no fuera porque me habían contratado para inseminarlas, con gusto hubiera roto ese precioso culo que la rubia sin saber a lo que se exponía, había puesto a mi disposición. Lo que no pude fue dejar de decírselo, de manera que susurrándole al oído, le solté:
-¡Como sigas mostrándome tu culo abierto, te juro que no respondo!-
Mi burrada terminó de colmarla y dejándose caer sobre la cama, me imploró que me corriera mientras ella hacía lo propio. No sé si fue que al caer, la nueva postura facilitó mi eyaculación pero os tengo que reconocer, que tumbándome sobre su cuerpo, mi orgasmo me alcanzó y con bruscas sacudidas de mis caderas, rellené su vagina con lo que tanto esa mujer como su novia habían venido a buscar. Grace al sentir que esparcía mi semilla en su fértil vagina, llorando pidió a su mujer que la besara.
Lana pegándose a su amada, le preguntó que le pasaba:
-Nada, mi amor. Lloro porque… soy feliz-
 
Esa noche y las dos siguientes, me dediqué en cuerpo y alma a dejar preñadas a ese par de bellezas y sé que lo conseguí porque hace dos meses, las vi saliendo de una tienda premamá. Ellas no me vieron pero yo no pude dejar de sentir orgullo al observarlas alegres luciendo una tripa enorme de embarazada.
 

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