La ausencia de papeles amontonados sobre la mesa de mi despacho, engaña. Un observador poco avispado, podría suponer falta de trabajo, todo lo contrario, significa que 14 de horas de jornada han conseguido su objetivo, y que no tengo nada pendiente.
Contento, cierro la puerta de mi despacho y me dirijo hacia el ascensor. Son la 9 de la noche de un viernes, por lo que tengo todo el fin de semana por delante.
El edificio esta vacío, hace muchas horas que la actividad frenética había desaparecido, solo quedaban los guardias de seguridad y algún ejecutivo despistado. Como de costumbre, no me crucé con nadie, mi coche resaltaba en el aparcamiento. En todo el sótano, no había otro.
El sonido de la alarma al desconectarse, me dio la bienvenida. Siguiendo el ritual de siempre, abrí el maletero para guardar mi maletín, me quité la chaqueta del traje, para que no se arrugara, y me metí en el coche.
El sonido del motor, la radio encendida, el aire acondicionado puesto, ya estaba listo para comerme la noche. Durante los últimos diez años, como si de un rito se tratara, se repetía todos los viernes, ducha, cenar con un amigo y cacería. Iríamos a una discoteca, nos emborracharíamos y si hay suerte terminaría compartiendo mis sabanas con alguna solitaria, como yo.
Las luces de la calle, iluminan la noche. Los vehículos, con los que me cruzo, estan repletos de jóvenes con ganas de juerga. Al parar en un semáforo, un golf antiguo totalmente tuneado quiso picarse conmigo. Sus ocupantes, que no pasaban los veinte, al ver a un encorbatado en un deportivo, debieron pensar en el desperdicio de caballos, una piltrafa conduciendo una bestia. No les hice caso, su juventud me hacia sentir viejo, quizás en otro momento hubiere acelerado, pero no tenias ganas. Necesitaba urgentemente un whisky.
Las terrazas de la castellana, por la hora, seguían vacías. Compañía era lo que me hacía falta, por lo que decidí no parar y seguir hacia mi casa.
Mi apartamento, lejos de representar para mí, el descanso del guerrero, me resultaba una jaula de oro, de la que debía de huir lo mas rápidamente posible, además había quedado con Fernando y con dos amigas suyas, por lo que tras un regaderazo rápido, salí con dirección al restaurante.
El portero de la entrada, sonrió al verme, me conocía, o mejor dicho conocía mis propinas, solícito me abrió la puerta, ya estaban esperándome en la mesa.
-Pedro, te presento a Lucía y a Patricia
Todo era perfecto, las dos mujeres, si es que se les podía llamar así ya que hace poco tiempo que habían dejado atrás la adolescencia, eran preciosas, su charla animada, y Fer, como siempre, era el típico ser, que aún en calzoncillos seguía siendo elegante y divertido.
No habíamos pedido el postre, cuando sin mediar palabra, apareció por la puerta, una mujer y me soltó un bofetón.
¡Cerdo!, no te bastó, con lo que me hiciste a mí, que ahora quieres hacerlo con mi hija-
Estaba paralizado, aunque la mujer me resultaba familiar, no la reconocía. Fernando se levantó a sujetar a la señora, y Lucía que resultó ser la hija, salió en su defensa.
Disculpe pero no tengo ni idea de quien eres-, fue lo único que salió de mi garganta.
Soy Flavia Gil, ¿No tendrás la desvergüenza de no reconocer lo que me hiciste?-, me contestó.
Flavia Gil, el nombre no me decía nada:
Señora, durante mi vida, he hecho muchas cosas, y no la recuerdo-, la sangre me empezó a hervir, estaba seguro que estaba loca, si hubiera hecho algo tan malo me acordaría.
¡Me destrozaste la vida!-, me contestó saliendo del brazo de su hija y de su amiga.
Fernando se echó a reír, como un poseso, lo ridículo de la situación, y su risa, me contagiaron.
– ¿Quien coño, es esa bruja?, me preguntó, – ya ni te acuerdas de quien te has tirado-.
Te juro, que no sé quien es.
Pues ella, si, y te tiene ganas-, me contestó descojonado, – y no de las que te gustaría, ¿te has fijado que piernas?.
No te rías, cabrón, que esa tía está loca-, respondí mas relajado, pero a la vez intrigado por su identidad.
Decidimos pagar la cuenta, nos habían truncado nuestros planes pero no íbamos a permitir que nos jodieran la noche, por lo que nos fuimos a un tugurio a seguir bebiendo.
Estaba sonando un timbre, en mi letargo alcoholizado, conseguí levantarme de la cama. Demasiadas copas, para ser digeridas. Mi cabeza me estallaba. Mareado, con ganas de vomitar, abrí la puerta. Cual no sería mi sorpresa, al encontrarme con Lucia:
-¿Qué es lo que quieres?-, atiné a decir.
-Quiero disculparme por mi madre-, en sus ojos se veía que había llorado,-nunca te ha perdonado. Ayer me contó lo que ocurrió-.
No la dejé terminar, salí corriendo al baño. Llegué a duras penas, demasiados Ballentines para mi cuerpo. Me lavé la cara. El espejo me devolvía una imagen detestable con mis ojos enrojecidos por el esfuerzo, tenía que dejar de beber tanto, decidí, sabiendo de antemano la falsedad de mi determinación.
Lucía estaba sentada en el salón. Ilógicamente había abrigado la esperanza, que al salir, ya no estuviera. Resignado le ofrecí un café. Ella aceptó, esta maniobra me daba tiempo para pensar. Mecánicamente puse la cafetera, mientras intentaba recordar cuando había conocido a su madre, pero sobretodo, que le había hecho. No lo conseguí.
-Toma-, le dije acercándole una taza,- perdona pero por mucho que intento acordarme, realmente no sé que le hice, o si le hice algo-.
-Hermenegildo Gil-, fue toda su contestación.
Me quedé paralizado, eso había sido hace mas de 15 años, yo era un economista recién egresado de la universidad, acababa de entrar a trabajar para la empresa de auditoria americana, de la que ahora soy socio, cuando descubrí un desfalco. Al hacerlo público a mis superiores, estos abrieron una investigación. A resultas de la cual, todos los indicios, señalaban al director financiero, pero no se pudo probar. El directivo fue despedido, y nada más. Su nombre era Hermenegildo Gil.
-Yo no tuve nada que ver-, le expliqué cual había sido mi actuación en ese caso, como me separaron de la averiguación, y que solo me informaron del resultado.
-Fue mi madre, quien te puso bajo la pista, ella era la secretaría de mi padre. No te lo perdona, pero sobretodo no se lo perdona-.
-¿Su secretaria?-, por eso me sonaba su cara,- ¡Es verdad!, ahora caigo que todo empezó por un papel traspapelado, que me entregaron. Pero no se pudo demostrar nada-.
-Mi padre era inocente, nunca pudo soportar la vergüenza del despido y se suicidó un año después-, me contestó llorando.
Nunca he podido soportar ver a una mujer llorando, como acto reflejo la abracé, tratando de consolarla. E hice una de las mayores tonterías de mi vida, le prometí que investigaría yo lo sucedido, y que intentaría descubrir al culpable.
Mientras la abrazaba, pude sentir sus pechos sobre mi torso desnudo. Su dureza juvenil, así como la suavidad de su piel, empezaron a hacer mella en mi ánimo, mi mano se deslizó por su cuerpo, recreándose en su cintura. Sentí la humedad de sus lágrimas, al pegar su rostro a mi cara, sus labios se fundieron con los míos, mientras la recostaba en el sofá. Descubrí que bajo el disfraz de niña, había una mujer apasionada, sus pezones respondieron rápidamente a mis caricias, su cuerpo se restregaba al mío, buscando la complicidad de los amantes. La despojé de su camisa, mis labios se apoderaron de su aureola y mis dedos acariciaban sus piernas. Éramos dos amantes sin control.
-¡No!-, se levantó de un salto,- ¡Mi madre me mataría!-.
-Lo siento, no quise aprovecharme-, contesté avergonzado, sabiendo en mi interior que era exactamente lo que había intentado Me había dejado llevar por mi excitación, aun sabiendo que no era lo correcto.
Se estaba vistiendo, cuando cometí la segunda tontería:
-Lucía, lo que te dije antes, sobre averiguar la verdad, es cierto. Fue hace mucho, pero en nuestros almacenes, debe de seguir estando toda la documentación-.
-Gracias, quizás, mi madre esté equivocada respecto a ti-, me contestó, dejándome solo en el apartamento.
Solo, con resaca y sobreexcitado. Por segunda vez, desde que estaba despierto entré en el servicio, solo que esta vez para darme un baño.
El agua de la bañera esta hirviendo, tuve que entrar con cuidado para no quemarme. No podía dejar de pensar en Lucia. En la casualidad de nuestro encuentro, en la reacción de su madre, y en esta mañana.
Cerré los ojos, dejando, como en la canción, volar mi imaginación. Me vi amándola, acariciándola, onanismo y ensoñación mezcladas. Sentí que el agua era su piel imaginaria, liquida y templada, que recorría mi cuerpo, mi mano era su sexo, besé sus labios mordiéndome los míos, nuestros éxtasis explotaron a la vez, dejando sus rastros flotando con forma de nata.
Al llegar a la oficina, solo me crucé con el vigilante, el cual extrañado me saludó, mientras se abrochaba la chaqueta, no estaba acostumbrado a que nadie trabajara un sábado, algo urgente, debió de pensar. Lo primero, que debía de hacer era localizar el expediente, y leer el resumen de la auditoria. Fue fácil, la compañía, una multinacional, seguía siendo cliente nuestro, por lo que todos los expedientes estaban a mano. Consistía en dos cajas, repletas de papeles. Por mi experiencia, rechacé lo accesorio, concentrándome en lo esencial. Al cabo de media hora, ya me había hecho una idea, la cantidad desfalcada era enorme, y el proceso de por el cual habían sustraído ese dinero había sido un elaborado método de robo hormiga, cada transacción realizada, no iba directamente al destinatario, sino que era transferida a una cuenta donde permanecía tres días, los intereses generados que operación a operación eran mínimos, sumados eran mas de veinte millones de dólares. Luego esa cantidad, desaparecía a través de cuentas bancarias en paraísos fiscales.
La investigación, en ese punto, se topó con el secreto bancario, imperante en los años 90, pero hoy en día, debido a las nuevas legislaciones, y sobretodo gracias a internet, había posibilidad de seguir husmeando. El volumen y la complejidad de la operación, me interesó, ya no pensaba en las dos mujeres, sino, en la posibilidad de hacerme con el pastel. Me enfrasqué en el tema, las horas pasaban y cada vez que resolvía un problema aparecía otro de mayor dificultad.
Quien lo hubiera diseñado y realizado, debía de ser un genio. Me faltaban claves de acceso, por primera vez en mi vida, hice algo ilegal, utilicé las de mis clientes para romper las barreras que me iba encontrando. Cada vez me era más claro el proceso. Todo terminaba en una cuenta en las islas Cayman, y sorpresa el titular, no era otra que Lucía.
Su padre era el culpable, lo había demostrado, pero no iba a comunicar mi hallazgo a nadie, y menos a ella, hasta tener la ventaja en mi mano.
Reuní toda la información en un pendrive, y usé la destructora de documentos de la oficina para que no quedara rastro. Las cajas de los expedientes las rellené con informes de otras auditorias de la compañía. Satisfecho y con la posibilidad de ser rico, salí de la oficina.
Eran ya las ocho de la tarde, mientras comía el primer alimento sólido del día, rumié los pasos a seguir, al menos el 50% de ese dinero debía de ser mio, y sabía como hacerlo.
Cogí mi teléfono y llamé a Lucia. Le informé que tenía información, pero que debía dársela primero a su madre, por lo que la esperaba a las nueve en mi casa, ella por su parte, no debía llegar antes de las diez.
Preparé los ultimos papeles, mientras esperaba a Flavia.
Llegó puntual a la cita. En su cara, se notaba el desprecio que sentía por mí. Venía vestida con un traje de chaqueta, que resaltaban sus formas.
No la dejé, ni sentarse.
-Su marido era un ladrón y usted lo sabe-.
Por segunda vez, en menos de 24 horas, me abofeteó. De un empujón la tiré al sofá, donde había estado retozando con su hija. Me senté encima de ella, de forma que la tenía dominada.
¿Qué va a hacer?-, me preguntó asustada.
Depende de tí, si te tranquilizas, te suelto-, con la cabeza asintió, por lo que la liberé,- he descubierto todo, y lo que es mas importante, donde escondió su dinero, si llegamos a un acuerdo, se lo digo-
¿Qué es lo que quiere?-, me preguntó.
Su actitud había cambiado, ya no era la hembra indignada, sino un ave de rapiña ansiosa hacerse con la presa. Eso me enfadó, esperaba de ella que negara el saberlo, pero por su actitud supe que había acertado.
Antes de nada, me voy a vengar de ti, no me gusta que me peguen las mujeres-, y desabrochándome la bragueta, me saqué mi miembro, que ya estaba sintiendo lo que le venia, – Tiene trabajo-, le dije señalándolo.
Sorprendida, se quedó con la boca abierta, cuando se dirigía hacia aquí, en lo ultimo que podía pensar era en que iba a hacerme una mamada, pero vencí sus reparos, obligándola a arrodillarse ante mí. Su boca se abrió, engullendo toda mi extensión. Ni corto ni perezoso, me terminé de quitar el pantalón, facilitando sus maniobras. Me excitaba la situación, una mujer arrodillada cumpliendo a regañadientes. Ella aceleró sus movimientos, cuando notó que me venía el orgasmo, e intentó zafarse para no tener que tragarse mi semen. Con las dos manos sobre su cabeza, lo evité, una arcada surgio de su garganta, pero no tuvo mas remedio que bebérselo todo. Una lagrima revelaba su humillación, pero eso no la salvó que prosiguiera con mi venganza.
-Vamos a mi habitación-, como una autómata me siguió, sabía que habían sido dos veces las que me había abofeteado, y dos veces las que yo iba a hacer uso de ella, – Desnúdate-, le dije mientras yo hacia lo mismo.
Tumbado en la cama, disfruté viendo su vergüenza, luego me reconocería que no había estado con un hombre, desde que murió su marido. La hice tumbarse a mi lado, y mientras la acariciaba, le expliqué mi acuerdo.
Son 20 millones, quiero la mitad. Como están a nombre de Lucía, me voy a casar con ella, y tu vas a ser mi puta, sin que ella lo sepa: Tengo todos los papeles preparados para que ella los firme, en cuanto llegue-.
No tengo nada que decir, pero tendrás que convencer a mi hija-, me contestó.
Mis maniobras la habían acelerado, de su sexo brotaba la humedad característica de la excitación. Sus pechos ligeramente caídos todavía eran apetecibles, sin delicadeza, los pellizqué , consiguiendo hacerla gemir por el dolor y el placer. Era una hembra en celo, sus manos asieron mi pene en busca de ser penetrada. La rechacé, quería probar su cueva, pero primero debía saborearla. Mi lengua se apoderó de su clítoris, mientras seguía torturando su pezones, su sabor era penetrante, lo cual me agradó, y usándola como ariete, me introduje en ella con movimientos rápidos. Estaba fuera de sí, con sus manos sujetaba mi cabeza, de la misma forma que yo le había enseñado minutos antes, buscando que profundizara en mis caricias. Un río de flujo cayo sobre mi boca demostrándome que estaba lista. Con mi mano, recogí parte de el, para usarlo. Le di la vuelta, abriendo sus nalgas, observé mi destino, y con dos dedos relajé su oposición.

-¿Qué vas a hacer?, me preguntó preocupada.
-¿Desvirgarte, preciosa?, y de una sola empujón, vencí toda oposición, ella sintió que un hierro le partía en dos, me pidió que parara, pero yo no le hice caso, y con mis manos abiertas, empecé a golpearle sus nalgas, exigiéndole que continuara. Nunca la habían usado de esa manera, tras un primer momento de dolor y de sorpresa se dejó llevar, sorprendida se dio cuenta que le gustaba, por lo que acomodándose a mi ritmo, me pidió que eternizara ese momento, que no frenara. Cuando no pude mas, me derramé en su interior.
– Déjalo ahí- , me pidió,-quiero seguir notándolo, mientras se relaja-.
No le había gustado, le había encantado.
No, tenemos que preparar todo, para que cuando llegué tu hija, no note nada-, le dije satisfecho y riendo mientras le acariciaba su cuerpo, -¿estas de acuerdo, suegrita?.
Claro que sí, Yernito.

Un comentario sobre “Relato erótico: “Gracias al padre, estuve con la hija y con la madre” (POR GOLFO)”

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