Llegó la hora de la verdad, estaba en juego no solo una enorme cantidad de dinero, sino la posibilidad de tener una preciosidad como mujer. Al abrir la puerta, no dejaba de pensar como iba a plantearle a Lucia, el acuerdo que había llegado con su madre (Yo me quedaba con el 50% del dinero y con ella). Tenía que hacerlo a solas, no quería enfrentarme a dos mujeres histéricas. Lucia entró con inseguridad al piso, quizás esperara que mi reunión con su madre hubiera terminado violentamente, razón no le faltaba, había habido violencia pero al final se había solucionado.
-Flavia, quiero hablar con tu hija a solas, puedes volver en media hora- le pedí, ella vió mi sugerencia como una salida, estaba aterrada de la reacción que pudiera tener la muchacha, por lo que cogiendo su bolso, salió hacia la calle.- Siéntate, bonita, tengo que explicarte lo que he descubierto-.
Me obedeció, sentándose en el sofá, lo que me permitió ver su magnifica silueta y contemplar sus piernas, la falda minúscula no podía tapar, y menos disimular la rotundidad de sus nalgas y la perfección de sus formas. Solo el pensar que podía ser mía elevó mi adrenalina.
-¿Quieres tomar algo?, ¿un café? o mejor como lo que te voy a contar es fuerte ¿prefieres un whisky?.-, al mirarle decidí elegir por ella, sirviéndonos dos Ballentines con coca cola, bien cargados.
-¿Qué has descubierto?, ¿es algo malo?-, estaba compungida, tenía idealizado a su padre.
-Vamos por partes, es malo y es bueno a la vez. Cuando me pediste que investigara el asunto, me dijiste que tu padre era inocente, que era un buen hombre y que la vergüenza lo mató-
-Así es, mi madre siempre me ha comentado que el no fue y que la desesperación de ver su nombre manchado, provocó que se suicidara, y es mas, nuestra mala situación económica, no se explicaría si tuviéramos ese dinero-, la fuerza con la que defendía a su padre, me afectó, tenía que ir con mucho cuidado, no fuera a ser que la desilusión de ver su figura derrumbada del altar, al que le había elevado, diera por traste todos mis planes.
-Déjame explicarte, por favor no me interrumpas-, asintió con la cabeza, todo en ella era tensión, pero pude adivinar que me iba a dejar terminar- Al salir esta mañana de la casa, me fui directamente hacia mi oficina, a tratar de averiguar como y quien había desfalcado todo ese dinero. Empecé a investigar el tema, no fue fácil, quien lo había realizado era un genio, la cantidad conseguida rondan los 20 millones de euros de hace quince años, por lo que al día de hoy debe de haber por los intereses unos 40 millones-.
 
Por su cara de sorpresa, deduje que no se imaginaba que hubiera sido un robo tan enorme, ella debía pensar en menos de un millón. Estaba cumpliendo su palabra, aunque notaba que quería intervenir, haciendo una acopio de coraje me dejó terminar.
– Mientras investigaba el destino de los fondos sustraídos, nada me demostraba quien lo había ideado, hasta que encontré el nombre del titular de la cuenta en la que está ese dinero-
Hice una pausa, en mi explicación, ella no pudo contenerse y me dijo llorando:
-Está a nombre de mi padre-
-No-, le contesté, -La titular eres tú . Tu padre era un ladrón , lo siento. Para lo que no tengo contestación es lo del suicidio, ya que era inmensamente rico, y no había forma de demostrarlo-.
La desesperación de sus llantos, me estremeció. Lucia lloraba, hecha un ovillo, con su cabeza entre las rodillas y las manos sujetando sus piernas. Permaneció así durante 10 minutos, mientras tanto lo único que podía hacer era acariciarle su cabeza, tratando de consolarla.
Poco a poco se fue calmando, el dolor seguía allí pero su cabeza debió estar asimilando mis noticias y decidiendo que iba a hacer.
Levantando la cabeza y mirándome a los ojos me dijo:
 
-Yo, en cambio, si tengo explicación a su muerte, mi padre era bueno, fue mi madre la que le empujó a ello, pero el no pudo soportarlo, todo es culpa de ella-, en su cara veía odio, pero también determinación.
-Puede ser, yo a tu madre, no la conozco-, no me gustaba por donde iban los derroteros de la conversación, podía quedarme sin negocio, – lo que tenemos que ver, es que vamos a hacer-.
Una sonrisa amarga de dibujo en su rostro, – Estamos en un brete, yo soy dueña de 40 millones y no sé donde están, y tu sabes donde se encuentran , pero no estan a tu nombre, por lo que no puedes hacer uso de ellos-
-Asi es-, empezaba lo difícil, si no andaba con cuidado podía estropearlo todo,- pero podemos llegar a un acuerdo-.
-Déjame pensar-, me dijo pero siguió hablando en voz alta,- mi madre te odia, para ella eres la persona que representa el fracaso de su plan y la mierda en que se convirtió su vida durante los últimos años, lo que odiara es tenerte en su vida, y yo mandando-.
En ese momento, se calló y cogiendome de la mano, me dijo:
-Pedro, te propongo un trato, si me ayudas el 50% es tuyo, vivamos juntos durante un año, un año que va a ser una pesadilla para esa mujer, al cabo de ese tiempo nos repartimos el dinero-.
No pude mas que aceptar, era mi plan en boca de ella, y encima creía que yo le hacía un favor. No cabía de gozo. Por el sonido del timbre, supimos que Flavia había llegado, así que la hice pasar al salón, Lucia tenia otros planes, nada mas entrar la cogió del brazo y la llevó a la habitación, encerrándose con ella. Por los gritos, supe que estaban discutiendo, lo menos que le estaba llamando era zorra, la madre callaba, no tenía defensa, tuvo que soportar los reproches de su hija, un sonoro bofetón terminó con la pelea.
Lucia abrió la puerta y me pidió que pasara, entré al dormitorio sin saber con seguridad que era lo que me iba a encontrar, las dos mujeres estaban desnudas.
-Mama, ya sabes lo que tienes que hacer-, la señora empezó a desnudarme, mientras la hija miraba sus maniobras, la excitación se apodero de mí, pero era un convidado de piedra, solo me dejaba hacer mientras mis ropas iban cayendo una a una.
Desnudo me tumbé en la cama, Flavia había terminado su labor, retirándose al píe de la cama se arrodilló, en posición servil, su hija se acerco.
-Bien hecho perra-, le dijo mientras se apoderaba de mi pene, con sus manos. –Ahora Pedro, demuéstrale a esa zorra como me amas-, su boca engulló toda mi extensión mientras ponía su sexo en mi boca.
Estaba afeitado, como a mi me gusta, separándole los labios me hice con su clítoris, con suaves mordiscos fui estimulándolo mientras con mis manos acariciaba sus pechos. Estaba mojadísima, de su gruta salía un torrente de flujo, que yo absorbía con fruición, lo recortada de su respiración, así como sus gritos, anticipaban la cercanía de su climax. Mi lengua se introdujo en su vagina coincidiendo con su explosión, ella olvidándose de mi, se incorporó para facilitar su goce, y con su manos apretó mi cabeza contra su sexo. Estaba poseída, mientras corría, no paraba de insultar a su madre y de decirla que ese era el futuro.
– ¡Házmelo por detrás!-, me pidió,-¡dame por culo!, ¡para que vea esa hija de puta, como disfruto!-.
 
Poniéndola a cuatros patas, mi mano se introdujo en su cueva para recoger una parte del fluido. Con la mano empapada, empecé a estimularle el ano, introduciéndole un dedo.
-¡Quiero que me hagas daño!- y con su mano acercó la punta de mi pene a su meta. Se lo encaje de un golpe mientras gritaba que no parara, de sus ojos salían lagrimas de odio, todas dirigidas a la mujer que la había engendrado. Mis embestidas eran sin piedad, cada vez que entraba en ella, lo hacia hasta que chocaba con su nalgas, y mis testículos rebotaban con su sexo. Era tal mi excitación que no dure demasiado, el estarme tirando a esa preciosidad en presencia de su madre era demasiado para aguantarlo, por lo que mi eyaculación explotó dentro de ella mientras con mis dientes mordía su cuello.
Exhausto me tumbé en su cama. Lucia no quería parar, bajándose se dirigió hacia Flavia y cogiendola de los pelos la llevo hacia mi, y con verdadera ira, le escupió:
-Ahora limpia mi sangre y mi mierda, que quiero que me haga el amor-
Flavia con lagrimas en los ojos, cogió mi pene dispuesta a limpiarlo.
-¡No le toques!, ¡Es mío!, ¡Utiliza tu boca, puta!.-
Sentí como su boca se abrió, para acogerlo en su interior, Lucia presionó la cabeza de su progenitora, introduciéndole de golpe todo, una arcada surgió de su garganta, pero no se quejó, era su castigo y lo aceptaba. No dejó rastro de nuestra primera sesión, con la lengua repasó todos los pliegues limpiando hasta el último resto de sangre y excremento. Estas maniobras consiguieron excitarme otra vez, cuando la mucha vio el resultado, de una patada, retiro a su madre, y tumbándose a mi lado, me dijo al oído.
-Ahora hazme el amor, despacio que tenemos un año-.
 
 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *