Mi cuñada, mi alumna, mi amante (9 y final)

Desperté de un plácido sueño y, gracias a la tenue luz que entraba por la ventana, confirmé que me encontraba dentro de uno aún mejor. A mi derecha, completamente desnuda, dormía boca arriba mi amante esposa. A mi izquierda, también totalmente desnuda pero boca abajo, dormía mi cuñada amante. La belleza de los dos cuerpos, uno mostrándome sus firmes y manejables pechos, y el otro regalándome la vista con su redondo y firme culito, parecía surgida de una divina ensoñación.

Miré el despertador y corroboré lo que la suave luz de la primera hora de la mañana ya me había anunciado, aún era muy pronto para levantarse, y más siendo sábado, así que aún somnoliento, cerré los ojos y me quedé dormido de nuevo.

Cuando volví a abrir los ojos la luz invadía toda la habitación, y para mi sorpresa me encontraba solo en la cama. Miré el despertador, y comprobé que ya eran las 9.30 de la mañana; mi última cabezada, que pensé que había sido de diez minutos, se había prolongado por hora y media.

– Buenos días, dormilón – escuché.

En la puerta del cuarto de baño del dormitorio se encontraba mi mujer, con su largo cabello moreno mojado, y su cuerpo cubierto con el albornoz.

– Buenos días, cariño – contesté – ¿hace mucho que te has levantado?.

Tere se acercó a mí y, sentándose en la cama, me dio un profundo beso.

– Hace apenas diez minutos, el tiempo justo para darme una ducha.

– ¿Y tu hermana?- pregunté inquisitivo -, ¿ya se ha marchado?.

– No, está en el otro cuarto de baño dándose también una ducha… ¿ya la echas de menos?- añadió con una media sonrisa.

– No es eso- contesté sorprendido por la pregunta e intrigado por la sonrisa-, es que creo que deberíamos hablar sobre lo que pasó anoche.

– Lo que pasó anoche…- repitió Tere ampliando su sonrisa- …date una ducha rápida y ahora lo hablamos los tres.

La extraña actitud de mi esposa me hacía entrever que no se arrepentía en absoluto de lo ocurrido la noche anterior, es más, me daba la impresión de que lo había asumido como algo natural que le traía placenteros recuerdos. Estaba alucinado con ella.

Nos dimos otro beso y me metí en el cuarto de baño para ducharme. Con la gratificante sensación del agua caliente cayendo sobre mi cabeza y rostro, mi cerebro no cesaba de formularse preguntas sobre lo acontecido esa noche: ¿Cómo había pasado todo tan deprisa?, ¿cómo había acabado en la cama con mi mujer y mi cuñada?, ¿cómo era posible que las dos hermanas se hubiesen entregado la una a la otra en incestuoso sexo lésbico?… Tantas cuestiones… pero sobre todas ellas, la más importante y fundamental: ¿qué ocurriría a partir de ese momento?.

Terminé de ducharme, y mientras me secaba con la toalla, escuché risas femeninas procedentes del dormitorio. A través de la entreabierta puerta del baño me llegó el inconfundible aroma de un cigarrillo. Sin duda, Patty también había terminado de ducharse y me esperaba con su hermana fumándose el primer cigarrillo de la mañana.

– ¡Pero qué vicio tiene! – pensé mientras me ataba la toalla a la cintura-, aún no ha desayunado y ya está dándole al cigarro.

Salí del cuarto de baño y ahí estaban las dos hermanas riendo al unísono. Tere tenía su larga cabellera negra, aún mojada, cayendo sobre su hombro izquierdo. Como ya había observado antes de mi ducha, estaba ataviada con su albornoz de color rosa, lo suficientemente abierto para dibujar un sugerente escote, a través del cual se colaba la mano izquierda de su hermana acariciándole un pecho. Sonreía alegremente, con sus enormes ojos color miel brillantes, sentada al borde de la cama con la pierna izquierda cruzada sobre la derecha, de tal modo que el albornoz no llegaba a tapar su firme muslo sugiriendo la curva de su culito. Estaba tan sexy, que sentí una punzada en mi entrepierna mientras mi polla se desperezaba recibiendo un abundante torrente de flujo sanguíneo.

Patty estaba sentada junto a su hermana, con su azabache media melena totalmente empapada, de tal modo que varias gotas de agua partían de su brillante cabello para recorrer delicadamente su cuello. Había envuelto su cuerpo con una toalla blanca que se había ceñido para apenas cubrir desde su generoso busto, hasta justo por debajo de su sexo, como si fuese un vestido de escueta minifalda. Al contrario que su hermana, tenía la pierna derecha cruzada sobre la izquierda, mostrándomela por completo y descubriendo su tentadora nalga. La mano derecha de Tere recorría con una suave caricia su terso muslo, desde la cadera hasta la rodilla. Como ya he mencionado, su mano izquierda se perdía bajo la abertura del albornoz de mi mujer, mientras que con la derecha sujetaba delicadamente el humeante cigarrillo que yo había percibido desde el baño. Por un instante, me sorprendió el ver que llevaba unas elegantes gafas de fina montura negra enmarcando sus hermosos ojos verdeazulados, hasta que recordé que desde pequeña siempre había usado gafas y que en los últimos años yo siempre la había visto con lentillas. Las gafas le daban un aspecto más maduro, le favorecían adornando su felina mirada de tal modo que, junto con el brillante cabello mojado como si llevase gomina, le daban un halo de ejecutiva agresiva; la imagen de la mujer poderosa, dura y terriblemente sexy, que a cualquier empleado le gustaría tener como jefa para darle su merecido follándosela salvajemente por estar tan buena y ser tan cabrona.

– Buenos días, semental – me dijo con su voz cargada del tono más sugerente.

El modo en que las dos preciosas hermanas estaban sentadas esperándome, y su actitud, conseguían que el erotismo flotara en el ambiente mezclándose con el humo que Patty exhaló a través de sus deseables labios tras besar suavemente la rubia boquilla de su malsano vicio.

La sangre inundó completamente mi músculo del placer para que se pusiese rígido y duro como acero toledano.

– Buenos días – contesté sintiendo el suave tacto de mi toalla en mi erecta verga.

Las dos bellezas miraron cómo mi improvisada faldilla se elevaba con el empuje de mi inhiesto miembro, dando forma a un bulto que las apuntaba acusándolas de provocarlo. Se echaron a reír.

– ¿Qué tiene tanta gracia? – pregunté visiblemente acalorado.

– Nada – contestó mi esposa intercambiando miradas cómplices con su hermana -, sólo que Patty y yo nos preguntábamos cuánto tardarías en estar dispuesto para seguir donde lo dejamos anoche.

– Y ahí está la respuesta – añadió mi cuñada soplando el aromático humo blanco de su cigarrillo a mi entrepierna.

Acababa de quedarme claro que en ese momento no había nada que hablar sobre lo ocurrido la noche anterior. Tere se había entregado por completo a su viciosa hermana para convertirse en una lujuriosa hembra sedienta de sexo, sin importar prejuicios o connotaciones, y su actitud denotaba que quería continuar descubriendo placeres al compartir su marido con su amante hermana.

– Ante este cálido recibimiento… – contesté entrando en su juego con una sonrisa – …y las dos increíbles bellezas que tengo delante… es lo mínimo.

Las dos sonrieron conmigo con sus ojos brillantes de excitación. Patty abrió el albornoz de Tere y se lo dejó caer sobre la cama para mostrarme el espectáculo del cuerpo desnudo de mi esposa, con sus deliciosos pechos de rosados pezones puntiagudos por las caricias de su hermana. Estaba espléndida, tan radiante que en aquel momento nadie sabría decir cuál de las dos era la hermana mayor y cuál la menor.

Mi mujer arrancó la toalla de mi cuñada, y sus magníficos pechos, redondeados, turgentes y más voluptuosos que los de su hermana, se presentaron ante nosotros.

– ¡Pero qué tetazas tienes, hermanita! – exclamó sopesando el pecho izquierdo para, acto seguido, acercar sus rosados labios al marronáceo pezón y succionarlo hasta conseguir que las dos cúspides de ambos senos se erizasen como pitones de toro miura.

– Mmmmmm – gimió mi cuñada llevándose el cigarrillo a los labios y exhalando el humo con deleite.

Tal vez fuese porque no me había atado bien la toalla a la cintura, o tal vez por el sudor frío que dejaba mi piel resbaladiza, o tal vez fuera por el empuje de la vida propia que había cobrado mi verga, pero como por arte de magia, en respuesta a lo que estaba presenciando, mi prenda se aflojó y cayó por mis muslos dejando el latente músculo, rígido, con el glande enrojecido y el tronco surcado de gruesas venas, ante la mirada de mis dos objetos de deseo.

– Estáis para follaros a las dos hasta quedarme seco – dije embriagado por la lujuria.

Ambas intercambiaron una mirada y volvieron a reír.

– Lo sé, cariño – contestó Tere -. Y las dos queremos compartirte y que nos folles como tú sabes…

Mi mujer había tomado totalmente la iniciativa, representando el papel de esposa dominante y hermana mayor. Aquello era muy bueno.

– …pero mientras te duchabas hemos estado hablando…

– Oh, oh – pensé – se acabó lo bueno.

– …y Patty cree que no podrás seguirnos el ritmo a las dos desde el primer momento…

– Eso es – le interrumpió mi cuñada -, y por eso hemos pensado que para que aguantes más haciéndonos gozar a las dos, habrá que hacerte antes una buena mamada – concluyó relamiéndose.

– ¡Uf! – pensé -, esto no es bueno… ¡es mucho mejor!.

Tere asintió y, abriéndose de piernas y mostrándome que su coñito ya estaba húmedo, me hizo un gesto para que me acercase. Sin dudarlo, dí dos pasos hacia ella y me situé entre sus muslos con la polla a la altura de su boca. Mi amante esposa agarró el falo con la mano derecha y posó sus suaves labios sobre el glande para besarlo y deslizarlo entre ellos hacia dentro. Se recreó con el capullo, friccionándolo con los labios, haciéndolo salir y entrar mientras su lengua lo circundaba una y otra vez.

– ¡Uuuummm! – gemí con los suaves besos y húmedas caricias que me provocaban cosquilleos.

Patty observaba la escena complacida por lo que veía, fumando pausadamente, recorriendo con su mirada mi anatomía de abajo a arriba, partiendo desde los labios de su hermana para llegar a encontrarse con mi mirada. Con cara de viciosa meretriz, dio un último beso a su cigarrillo, lo apagó en el cenicero que dejó en el suelo y, esbozando con sus rojizos labios una sensual “o” como si me lanzase un beso, me envió el humo de su aliento a sabiendas de que aquello me ponía cardíaco. El aroma y calidez me llegaron hasta el rostro y, con un aleteo de sus largas y negras pestañas, mi cuñadita me guiñó con picardía un ojo a través del límpido cristal de sus gafas. Yo le sonreí, y ella me acarició el culo con la mano derecha mientras con la izquierda apretaba el muslo de su concentrada hermana para llamarle la atención:

– No seas egoísta, Tere – le dijo con tono de reproche -, yo también quiero saborear esa polla.

Con un “¡Flock!” debido a la succión, mi glande volvió a surgir de entre los labios de mi mujer, estaba brillante de saliva y con la sensible piel totalmente colorada.

– ¿Te gustaría que mi hermanita te chupase también la polla? – me preguntó sin dejar de sujetármela con la mano como si fuese a escapar.

Una amplia sonrisa se me dibujó en el rostro, estaba deseando una de las increíbles mamadas que Patty ya me había hecho sin que Tere lo supiera. No es que a ella se le diera mal, de hecho me encantaba su manera de prolongar mi placer chupándome sólo la punta, pero es que su querida hermana era la reina de las felatrices.

– Si lo hace la mitad de bien que tú, cariño – contesté -, me encantaría.

Tere me sonrió e intercambió una enigmática mirada con Patty que yo entendí como asentimiento. Tiró suavemente de mi verga hacia su hermana mientras ésta descruzaba las piernas, mostrándome que su coñito también estaba húmedo. Dando yo un ligero paso lateral, Patty metió su pierna izquierda entre las mías, al igual que hizo Tere con su pierna derecha, quedando sentadas cadera contra cadera y muslo contra muslo. Yo quedé sobre ambas, de pie, al alcance de sus dos golosas bocas, con los brazos en jarras ofreciéndoles mi espada.

– Una para todas y todas para una – pensé alegremente versionando en femenino el célebre lema de los mosqueteros.

La hermana mayor cambió de mano para sujetar mi verga con la izquierda, mientras su mano derecha recorría la cara interna del muslo de la hermana pequeña para encontrar su sexo y acariciarlo. Mi cuñada deslizó su mano izquierda hacia el coño de mi mujer, y se lo acarició de tal modo que las dos gimieron al unísono.

– Mmmmmm.

La mano libre recorrió mi culo y cintura para unirse a la de su hermana sujetándome la base de la polla, y se reclinó hasta que sus jugosos labios contactaron con la húmeda punta.

Inconscientemente, ansioso por volver a sentir aquella experta boca, empujé ligeramente hacia delante abriéndome paso entre esos apetitosos labios para invadir la húmeda y cálida cavidad que tanta satisfacción me había dado en otras ocasiones. Sólo introduje la cabeza, y Patty hizo el resto dirigiendo mi rígido músculo con su mano y la de Tere para continuar acercando su rostro a mi pubis, engullendo la dura carne hasta que tocó garganta.

– “Ummppff”.

Entonces succionó con fuerza y se la fue sacando lentamente, “ssluuuuuurpfffff”, haciendo que toda su extensión palpitase mientras mis glúteos se contraían por el placer.

– ¡Ooooooohhhhh! – gemí extasiado cuando terminó de sacársela.

– Me encanta la polla de tu marido – le susurró a su hermana.

Tere besó sus húmedos labios mientras ambas seguían masajeándose mutuamente el clítoris. Sin separar sus caras, Patty guió mi falo hacia ambas, y lo hizo penetrar en la boca de su hermana, que acogió el glande y lo chupó rodeándolo con la lengua provocándome placenteros cosquilleos. Acto seguido, se lo sacó de la boca, deslizó la punta por el borde de su labio inferior; besó dulcemente a su hermana, y guió la verga por los labios de Patty para, finalmente, penetrarlos con ella.

Mi hambrienta amante succionó al invasor y devoró cuanta extensión cabía en su boca, provocándome un estremecimiento. Cuando se la sacó, arrancándome un gemido, mi verga apareció totalmente congestionada, virando sutilmente su color del rojo al morado.

– ¡Diosssss! – dije loco de placer por lo que sentía y veía – ¡sois increíbles!.

Las dos levantaron la mirada y sonrieron con lujuriosa malicia sin dejar de masturbarse mutuamente. Sus ojos, incendiados con lascivia, y sus pícaras sonrisas me revelaron que ambas estaban disfrutando al compartir ese acto de perversa intimidad tanto como yo. Volvieron a unir sus labios en otro dulce y erótico beso y, al igual que anteriormente había hecho Tere, Patty guió mi miembro acariciándolo con su labio inferior hasta hacerlo llegar a la boca de su hermana para penetrarla y que ésta degustase, nuevamente, el sabor de mi polla.

Y así, mi herramienta de placer fue pasando sucesivamente de una boca a la otra, alternándose las deliciosas chupadas de glande y frenillo, con succiones lentas, poderosas y profundas; cada cual con su propia técnica, las dos increíblemente placenteras.

Yo no podía dejar de gemir, las dos estaban tan entregadas a lo que estaban haciendo, que prolongaban mi gozosa agonía mientras yo observaba cómo mi congestionadísimo miembro pasaba de una boca a otra, fusionándose entre felación y felación los rosados labios de Tere con los rojizos labios de Patty en suaves y sensuales besos. De no haber sido por el magnífico sexo disfrutado la noche anterior con las dos, me habría corrido enseguida, pero tras aguantar quince gloriosos minutos, mi estaca ya no podía soportar tanto placer, y comenzó a latir en la boca de la hermana mayor anunciándole que se aproximaba mi orgasmo.

– Está a punto de correrse – dijo sacándose la polla de la boca y apretando su mano con firmeza para estrangular mi orgasmo y retardarlo.

– ¡Noooooo! – grité yo con el rabo dolorido por la presión de la mano y los huevos y la próstata más doloridos aún por la inminente eyaculación frustrada.

– Nunca le he dejado correrse en mi boca – sentenció.

– ¿No? – preguntó Patty abriendo de par en par sus ojazos verdeazulados-. Pero si es delicioso, y seguro que tú bien que te has corrido en su boca. Joder, si hasta yo me corrí anoche en tu boca.

– Ya, es cierto… – respondió mi mujer dubitativa sacando la mano derecha del coño de su hermana y relamiéndose los dedos – …pero no sé…

– ¡Joder! – exclamé yo fuera de mí – ¡acabádmelo ya, aunque sea con una paja!.

– Dámelo a mí, que me encanta la leche de polla – sugirió mi cuñada sacando también los dedos de la almeja de Tere y saboreando distraídamente su flujo en ellos.

Mi mujer, aún dudando si traspasar otra frontera, soltó su presa, y rápidamente Patty se erigió en mi salvadora tomando la decisión por ella. Se metió mi violácea verga en la boca dándole agresivas y profundas chupadas, que no sólo volvieron a hacerme sentir los espasmos anteriormente detenidos, sino que los intensificaron para provocarme un grandioso orgasmo que descargó un torrente de hirviente leche en su boca, inundándola con el ímpetu de una botella de champán recién agitada.

Tere contempló fascinada cómo su preciosa hermana recibía mi candente corrida sin sacarse la polla de la boca, hasta que el denso líquido comenzó a rebosar por las comisuras de sus labios.

Mi cuerpo se estremeció con las dos primeras y generosas eyaculaciones. Con la tercera, observé cómo mi blanco néctar ya comenzaba a salirse, puesto que Patty no estaba tragando como había hecho otras veces. En lugar de eso, y con la boca colmada, succionó con un sonoro “Sssluuuuurrrp” para sacarse el falo sin perder una sola gota más.

Mi mujer y yo nos quedamos atónitos cuando mi cuñadita tomó velozmente la cara de su hermana entre sus manos, y acopló sus labios a los de la desprevenida que, con la boca abierta por la sorpresa, recibió la lengua de Patty transmitiéndole el semen acumulado.

Mi corrida aún no había concluido, y un cuarto disparo no se hizo esperar ante esa sorprendente y magnífica visión, impactando en la mejilla de mi cuñada.

– ¡Diosssssssss! – me oí gritar gruñendo.

Patty ni se enteró, totalmente entregada a devorar la boca de su hermana, llenándosela con mi leche caliente.

Tere, tras el desconcierto inicial, descubrió que sus labios y lengua estaban acompañando a los de quien la besaba, degustando el cálido, denso, salado y agridulce sabor del semen de su marido. Aquello la excitó tanto, que pasó sus brazos por encima de los hombros de su hermana y se entregó por completo a ese delicioso beso blanco.

El espectáculo de aquellas dos bellezas compartiendo mi corrida con sus labios y lenguas, y mi sublime grado de excitación, hicieron que mi polla aún diese unos últimos estertores salpicando con algunas gotas blancas el rostro de mi salvadora.

Ambas se separaron, y se quedaron mirando fijamente.

– Tienes lefa en las gafas – dijo Tere.

Patty se las quitó y miró las gotas que habían caído sobre el cristal derecho. Las dos se echaron a reír y me miraron como si en ese instante acabaran de recordar que yo estaba ante ellas. Reí con ellas observando cómo mi mujer se relamía los labios paladeando, aún, el nuevo sabor que acababa de descubrir. Patty tenía algunas gotas repartidas por el lado derecho de su cara junto con tres regueros brillantes, dos partiendo de las comisuras de sus labios y uno de su mejilla, que confluían en blanco bajo su barbilla. Con un dedo tomé el semen condensado, y se lo puse en los labios a mi mujer.

– Mira que torturarme por esto… – le dije.

Tere chupó mi dedo dejándomelo limpio.

– Lo siento, cariño… – contestó aún paladeando – …la verdad es que me ha gustado…

– Y es mejor aún cuando de repente explota en tu boca y te la inunda con su calor y sabor – intervino Patty dejando sus gafas sobre la cama y limpiándose las gotas de su bello rostro para lamerlas.

– Pero qué pulcra es mi putita – pensé riendo internamente.

– Entonces tendré que probarlo – aseguró su hermana fijando en los míos sus dulces ojos de color miel, buscando mi perdón.

– Claro que lo probarás, cariño – le dije agachándome para besarla -, pero antes tendré que pensar algún castigo por lo que me has hecho.

– Sí, un buen castigo – sentenció mi cuñada mirándome con complicidad.

Capté su idea al instante, un castigo semejante al que ella misma había recibido el día que finalmente asumí cuánto la deseaba y necesitaba. Le sonreí asintiendo, pero en ese momento necesitaba recuperarme.

Ellas seguían muy excitadas, con sus pezones duros y sus coños empapados, las protagonistas de las fantasías de cualquier hombre.

– Necesito recuperarme y beber un poco de agua – dije finalmente.

Tomé a ambas por la barbilla y enfrenté sus rostros casi tocándose.

– Empezad sin mí – concluí con tono autoritario.

Las dos morenas se sonrieron y se unieron nuevamente en un húmedo y pasional beso, mientras sus manos comenzaban a recorrerse mutuamente.

Muerto de sed, así las dejé para ir a la cocina, servirme un vaso de agua y sentarme a la mesa para recobrar el aliento dando pequeños tragos de agua que aliviaron mi seca garganta. Mi cabeza daba vueltas rememorando cuanto acababa de vivir, como si fuese un increíble sueño, pero había sido real, y en ese momento había dos preciosidades compartiendo juegos lésbicos sobre mi cama.

Poco a poco alcancé un estado de relajación y placidez tal, que mi mente se quedó completamente en blanco mientras mi respiración se acompasaba como si durmiese.

– Ooooohhhh – oí gemir a Patty sacándome de mi ensoñación.

Volví a tomar conciencia de mí mismo, y mirando el reloj de la pared, me sorprendí al comprobar que había pasado casi diez minutos durmiendo sin estar dormido.

– Mmmmmm – me llegó el suave gemido de Tere.

Me levanté y, caminando por el pasillo, más gemidos ahogados fueron regalando mis oídos. Cuando llegué al dormitorio, las dos estaban en la amplia cama, tumbadas de costado, besándose, con las piernas entrelazadas frotando sus sexos contra el muslo de la otra mientras sus pechos libraban un combate de pezones erectos. Instantes después de llegar yo, la mano izquierda de Tere se coló por debajo del precioso culo de su hermana para acariciarle el coñito desde atrás. La mano derecha de Patty también se metió entre los muslos de su hermana desde atrás, y comenzó a penetrarle el conejito con los dedos, sin compasión. Las dos se miraron fijamente a los ojos, con sus bocas entreabiertas, mientras a través de sus labios se jadeaban la una a la otra.

“Aahhh”, “ooooohhh”, “mmmmm”, “ooooooooohhh”, “aaaaaaaaaaahhhh”.

Era un espectáculo divino al que mi sexo reaccionó haciéndome sentir un cosquilleo en los huevos mientras mi verga comenzaba a hincharse.

Las acústicas muestras de placer siguieron intensificándose, el rubor en las mejillas de ambas les hacía más hermosas que cualquier diosa griega.

Los gemidos de las dos se sincronizaron, se hicieron más profundos, y pude observar cómo mi mujer se mordía el labio inferior, cerraba los ojos, y todo su cuerpo se tensaba sintiendo magnífico orgasmo.

– ¡Uuuuummmmmmmmmmmmm!.

La convulsión del éxtasis hizo que los dedos de su mano izquierda penetrasen repentinamente y con fuerza el coño de mi cuñada, que también tensó todo su cuerpo arqueándose, cerró los ojos, y se corrió tan escandalosamente como en ella era habitual:

– ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhh!.

Aquello me animó aún más y, aunque aún era pronto para una nueva erección, consiguió ponerme la polla morcillona, era el momento de unirme a ellas. Subí a la cama y me tumbé de costado detrás de Patty, rodeándolas a ambas con mi brazo derecho mientras mi verga entraba en contacto con el dorso de la mano izquierda de Tere y la redondez de las nalgas de su hermana.

– Espero que hayáis dejado algo para mí – dije -, he vuelto para follarme a las dos hermanitas que me vuelven loco.

Ahora era mi turno para tomar el control, iba a demostrarles que yo era el hombre, y que las ensartaría con mi lanza, sin compasión, para que se retorciesen de gusto.

Mi esposa sacó los dedos mojados de la almeja de Patty y palpó mi ya engrandecido sexo.

– Joder, cariño – dijo con la respiración aún forzada por el orgasmo que acababa de tener -, ya la tienes dura… y yo necesito un respiro.

Aún no la tenía totalmente dura, pero le faltaba muy poco.

– Me voy a follar a tu hermana – le contesté -, y tú vas a ver cómo lo hago.

– Uuuuummmm – asintió mi cuñada sacando sus dedos del sexo de Tere y dirigiendo su mano hacia atrás para acariciarme el culo -. Eso es, fóllame, Carlos, vamos a darle un buen espectáculo a mi hermana. Que sufra y disfrute viendo cómo su marido me clava la polla.

Le guiñó un ojo a Tere, se echó un poco hacia atrás haciéndole retirar su mano, y restregó su culito contra mi verga, que ahora sí se había convertido en un mástil.

Deslicé mi mano izquierda bajo su cuerpo y la sujeté por la cadera. Mi mano derecha abandonó la cintura de mi esposa atrapando un pecho de mi querida cuñada, sintiendo la suavidad de su tacto y la dureza de su pezón. Palpé todo el generoso volumen para apretarlo entre mis dedos, a lo que Patty respondió apretando sus dedos en mi glúteo derecho. Moví la cadera restregando suavemente mi falo entre las dos firmes y redondeadas nalgas que conformaban su acorazonado culito. Acompasé el movimiento con el de mi mano masajeando el turgente seno y, en respuesta, mi amante subió ligeramente las piernas para que mi glande encontrase con facilidad la parte trasera de sus labios mayores.

Patty giró la cabeza y devoré su incitante boca.

– Vamos, profe – me susurró -, enseña a tu alumna.

La punta de mi polla fue abriéndose paso suavemente, atravesando los pliegues de lubricada piel, y fue entrando en la cueva aún ardiente por el orgasmo recién disfrutado.

Tere nos observaba chupándose los dedos embadurnados de los jugos de su hermana.

La cálida vagina reconoció instantáneamente la dura barra de músculo, y la abrazó envolviéndola hasta que, con un apagado “Plas” de mi pubis chocando contra el culito de mi alumna, estuvo completamente llena de la carne cuyo extremo presionaba lo más profundo de su interior.

– Uuuuuufffffff – suspiró Patty.

Le besé dulcemente el cuello y ella giró nuevamente la cabeza para mirar a su hermana. Con la misma suavidad con que había entrado, salí completamente de ella y, lentamente, empujé de nuevo hacia delante para que sintiese el contorno de mi grueso glande acariciándola por dentro hasta incrustarse a fondo, “Plas”.

Se mordió el labio ahogando un suave gemido: “Mmmmm”, y yo mordisqueé el lóbulo de su oreja mientras mi mano pasaba de su pecho derecho al izquierdo. Volví a retirarme pausadamente, sintiendo cada caricia de su interior a lo largo de toda mi piel, para volver a penetrarlo con la misma suavidad.

– Carrrrlosssssss – susurró cerrando los ojos concentrándose en cuanto estaba sintiendo.

– Patty – susurré yo en su oído haciéndola estremecer.

Seguí con el cuidadoso mete-saca, y mi compañera comenzó a acompasar sus caderas con mis movimientos hacia delante y atrás, con la misma cadencia pausada, emitiendo pequeños gemidos.

“…plas…” “mmmmm” “…plas…” “mmmmm” “…plas…” “mmmmm” “…plas…”

Miré por encima de su cabeza a mi esposa, que nos observaba sin perder detalle. Su lenguaje corporal me reveló cuanto estaba sintiendo: sus hermosos pechos blancos mantenían los rosados pezones endurecidos, y su coñito había comenzado a lubricar de nuevo, diciéndome que aquello la excitaba; su sonrisa me indicaba que estaba feliz por ver disfrutar a las dos personas que más quería en el mundo; el rubor de sus mejillas denotaba que, en cierto modo, le daba vergüenza presenciar el sexo ajeno; en sus dulces ojos de miel ardía la llama de la pasión, pero tras esa llama, junto con la expresión de sus cejas, también descubrí un pequeño atisbo de celos.

– Oohhh, Carrrrloooosssssss, mmmmm, Carrrrrlooooosssss – gemía su hermanita.

Tras unos maravillosos minutos, las contracciones internas que masajeaban mi polla aumentaron de intensidad, y Patty comenzó a acelerar el ritmo de sus caderas.

…“plas”, “oh”, “plas”, “oh”, “plas”, “oh”, “plas”, “oh”, “plas”…

Mis embestidas se hicieron también más cortas, aumentando la frecuencia, al percibir que mi ardorosa amante estaba llegando poco a poco al orgasmo, por lo que solté el seno que mi mano masajeaba y sujeté a mi aplicada alumna de la cadera para clavársela con más fuerza.

…“plas”, “plas”, “plas”, “plas”, “plas”…

Contemplando el rostro de placer de su jadeante hermana, sus grandes pechos bailando ante el empuje de mis acometidas, y sus caderas en frenético baile hacia delante y atrás, Tere dejó atrás cualquier atisbo de celos, y decidió intervenir colocando su mano izquierda sobre el pubis de Patty para, con el dedo corazón, masajear el duro clítoris justo encima de por donde mi verga salía y entraba golpeando con los huevos la chorreante abertura.

– ¡Aaaah, aaaaaaahhh, aaaaaaaaahhhhhh, aaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhh! – gritó orgásmicamente la doblemente estimulada.

Todo su cuerpo se convulsionó, las uñas de la mano que aún atenazaban mi glúteo derecho arañaron mi piel, y sus músculos estrujaron mi polla haciéndome sentir que su interior ardía como el mismísimo infierno.

– Uuuuuuuuuuuffffffffff – suspiró cuando su cuerpo de diosa se relajó.

A pesar del inmenso placer que Patty me había dado, la artimaña conjunta de las dos hermanas para aumentar mi resistencia había funcionado, yo aún estaba muy lejos de llegar a correrme. Posé mis labios en su cuello, y ella giró la cabeza para darme un largo beso. Después, volvió a girar la cabeza y, retirando la mano de mí para acariciar el rostro de su hermana, le dio también un largo beso.

Salí de mi satisfecha cuñadita y me puse de rodillas sobre la cama, mostrándole a mi esposa la inhiesta virilidad recubierta de los fluidos de su hermana.

– Ahora te voy a follar a ti – le dije.

– ¡Sííííííííí! – exclamó Tere denotando lo hiperexcitada que estaba.

Patty se levantó quitándose de en medio, y los dos nos quedamos mirando por unos momentos cómo recogía sus gafas de los pies de la cama, limpiaba las resecas gotas de semen utilizando la sábana, y se las ponía para terminar diciendo con su característico desparpajo:

– Ahora puedo ver mejor cómo folla mi matrimonio favorito.

Tere y yo nos reímos a carcajadas.

Mi cuñadita recogió el cenicero y el paquete de tabaco del suelo, los colocó sobre la butaca del dormitorio, y los dos la seguimos con la mirada mientras la movía para situarla junto al lateral de la cama. Entonces se sentó cruzando las piernas y encendió el cigarrillo post-polvo que siempre le encantaba fumar, dispuesta a presenciar uno de los momentos con los que tanto había fantaseado en su adolescencia.

Mi mujer se tumbó boca arriba, y abriéndose de piernas me dijo:

– Vamos, fóllame como tú sabes.

– No – le espeté tomándola por la cintura firmemente y forzándola a incorporarse -. Aquí mando yo – añadí obligándola a arrodillarse frente a mí.

– ¡Aumm! – exclamó Tere con excitación por mi autoritario tono y actitud.

– Le vamos a dar a tu hermana un buen espectáculo, vamos a follar salvajemente.

– Uuuuuuufffffffff.

– Que tu hermana vea lo puta que eres cuando me cabalgas, y lo cabrón que soy ensartándote sin piedad.

– Vas a conseguir que me corra antes de empezar – finalizó mi esposa tomando mi cara entre sus manos y dándome un morreo con el que me metió la lengua hasta la garganta.

Tirando de sus caderas, ambos caímos en el lecho, quedando ella con sus pechos aplastados sobre mi torso, clavándome los pezones, y con su sexo apoyándose en el mío, añadiendo cálidos jugos al aún tibio fluido de su hermana. Sujetándola por su esbelta cintura, la ayudé a colocarse a horcajadas sobre mí. Con su mano buscó mi polla y la colocó sobre sus húmedos labios vaginales.

Por un instante volví la cabeza hacia Patty, y corroboré que, con las gafas puestas dándole ese irresistible aura de ejecutiva agresiva, no perdía detalle exhalando plácidamente humo blanco a través de sus sensuales labios.

Tere fue bajando su cuerpo, y cuando su estrecho conejito ya tenía bien atrapado un trozo de zanahoria con su boca, apartó la mano y se dejó caer autoempalándose hasta el fondo.

– ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhh! – gritó al sentirse llena alcanzando un pequeño orgasmo por la excitación acumulada.

Subí mis manos recorriendo su cintura hasta agarrar sus blancos pechos, del tamaño justo para que mis manos los cubriesen, y la empujé ayudándola a incorporarse sobre mí. Jadeando, sus manos se aferraron a mis brazos, y poco a poco comenzó a mover con fuerza las caderas, estrujándome la polla y excitándose de nuevo con ella dentro.

– ¡Ssssííííííí! – exclamé disfrutando con la magnífica potencia de sus movimientos.

Sin disminuir un ápice de fuerza, fue acelerando la cabalgada arrancándome gruñidos de placer, hasta que cogió un ritmo de caderas rápido y poderoso.

– Essssso essssss – le dije -, demuestra lo puta que eres.

Me sonrió desde las alturas y, soltándome los brazos, terminó por ponerse completamente perpendicular a mí. Liberé sus níveas montañas de cúspides rosadas y la tomé por las caderas para coger el mismo ritmo acompañando sus movimientos con mi pelvis.

– Mmmmmm – emitió como aprobación.

Sus manos, ya libres, se aferraron a sus bamboleantes senos y los apretaron y masajearon con fiereza, siguiendo el contoneo de todo su cuerpo.

– Uuummmm, ummmmm, uuuuuuummmmm – gemía mordiéndose el labio con los ojos brillantes de lujuria.

En pleno polvo, a pesar de sus diferencias, era cuando las dos hermanas se parecían más, ambas se soltaban la melena y gozaban haciendo gozar. ¡Y vaya si yo lo estaba gozando!, con mi polla durísima siendo devorada salvajemente por aquel estrecho, húmedo y cálido coño que la exprimía buscando su zumo, pero este aún no podía llegar.

Tras un tiempo de agresivo contoneo sincronizado de caderas, con los dos cubiertos de sudor por el violento ejercicio, empecé a subir y bajar la pelvis repetidamente impulsándola con todo el cuerpo, haciendo que Tere botase sobre mi verga.

– Oh, oh, oh, oh – se entrecortaban sus gemidos con cada bote.

– Vamos, cariño, enséñale a tu hermana lo bien que cabalgas.

Soltó su pecho izquierdo y se echó ligeramente hacia atrás para sujetarse a mi muslo, giró la cabeza mirando a Patty y, soltando su otro pecho, levantó su brazo derecho para describir círculos en el aire con la mano.

– ¡Wow, wow, wow, wow, wooooooowwwww! – gritó sin dejar de botar.

Patty, que ya hacía un rato que había consumido el cigarrillo, se acariciaba suavemente observándonos sin perder detalle, pero cuando vio el estilo rodeo de su hermana, no pudo reprimir una carcajada.

– Eres la amazona más puta que he visto nunca – dijo levantándose de la butaca y subiendo a la cama -, ¡y me encanta!.

De rodillas, se acercó a ella, yo detuve el sube-baja, y ambas se fundieron en un prolongado beso en el que labios rosas y rojizos se abrían y cerraban, acariciándose y comiéndose mientras las lenguas libraban un combate a muerte en sus bocas.

Me volvía loco presenciar sus excitantes besos de mujer a mujer, eran un festival de pálidos pétalos de rosa y suaves pétalos de amapola entremezclándose, pero quería continuar dándole duro a Tere para provocarle otro éxtasis, y que éste fuese más fuerte y prolongado que el anterior; así que comencé a bombear otra vez haciendo que mi mujer volviese a botar, separándola de los labios de su hermana.

– Dale así, cuñadito, que cabalga tan bien que es capaz de domarte – me dijo Patty sonriéndome mientras se situaba detrás de mi esposa.

– Oh, oh, oh, oh – volvía a gemir ésta llevándose las manos a la cabeza y revolviéndose el pelo mientras reanudaba el contoneo de caderas.

Volví a detener los saltos y adecué mis movimientos para acompasarlos al salvaje baile de Tere, hasta que alcanzamos una buena velocidad.

Mi esposa volvía a gemir mordiéndose el labio, y detrás de ella vi a Patty que, sonriéndome, acarició mis manos sujetas a las caderas de su hermana, recorrió su cintura y, desde atrás, aferró los pechos que volvían a balancearse. Pellizcó los sensibles pezones obteniendo un placentero gruñido de mi mujer y, sin soltar el seno izquierdo apretándolo con fuerza, subió la otra mano hasta la jadeante boca de la amazona, que chupó los dos dedos que se le ofrecían. Rápidamente, la mano bajó, y sentí un cosquilleo en mi escroto cuando lo rozó para introducir repentinamente los dos dedos en el ano de Tere.

– ¡Oooooooohhhhh! – gritó placenteramente la digitalmente sodomizada al sentir su culito penetrado.

Animada por ver que le había gustado, Patty también acompasó sus dedos a nuestras caderas metiendo y sacando por la secreta entrada.

Tere apenas aguantó un par de minutos de doble penetración, desbordada por el cúmulo de sensaciones, le fallaron las fuerzas y tuvo que bajar sus brazos para apoyarse con las manos sobre mi pecho. Cesó los violentos contoneos para recobrar el aliento, pero Patty y yo no cejamos en nuestro ritmo y, con mi polla follándole el coño y los dedos follándole el culo, conseguimos de ella nuestro gran triunfo.

– ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhh! – gritó como nunca la había oído gritar.

El fortísimo orgasmo le hizo arquear toda la columna vertebral con un intenso espasmo. Sus dedos se contrajeron en forma de garras y la cuidada manicura francesa de sus uñas atravesó la piel de mis pectorales causándome un latigazo de delicioso dolor. La vigorosa fuerza de sus músculos vaginales, entrenados por años de frecuente y buen sexo conmigo, estranguló mi rígida estaca haciéndome sentir los latidos previos a mi catarsis, y como un volcán dormido desde hace milenios, entré en erupción gruñendo con furia, inundando de abrasadora lava esa gruta de placer con un estremecimiento que me hizo elevar las caderas, intensificando aún más, si eso era posible, el poderoso orgasmo de mi amada; dejándola sin voz, con la boca abierta, los ojos cerrados, las mejillas incendiadas y la cabeza echada hacia atrás, con su largo cabello negro como la noche cayendo por su espalda arqueada, más bella que nunca.

Al volver a descender mi pelvis, Tere cayó sobre mí y volví a ver a Patty que, esbozando su característica sonrisa de picardía, me mostraba sus dedos haciéndome con ellos la señal de la victoria. Yo le sonreí, mi cuñadita era realmente increíble.

– Uuuuuuuuuuufffff – suspiró Tere sobre mi pecho -, ha sido brutal.

Acaricié su cabeza reposando sobre mí y, besándola, aspiré la dulce fragancia de su cabello.

Patty gateó por la cama hacia nosotros, y tumbándose a nuestro lado nos abrazó con fuerza.

Sólo escuchamos nuestras respiraciones durante un rato, agotados y satisfechos, hasta que un rugido de mis tripas rompió el silencio.

– Me muero de hambre – dije, y los tres nos reímos con ganas.

– Habrá que reponer energías – observó Tere -, si queremos continuar…

– Claro – añadió Patty -, yo también me muero de hambre y, cariño, te recuerdo que aún no te hemos dado tu castigo por hacer sufrir a Carlos – concluyó sonriendo y guiñándome uno de sus fascinantes ojos.

– Pensé que éste había sido mi castigo…

– Uy, no – volví a intervenir -, tu castigo será mucho más exquisito y severo…

En respuesta, lo único que hizo Tere fue darme un profundo beso que después también compartió con su hermana.

– ¿Qué os parece si voy a por churros y chocolate caliente para darnos un buen desayuno? – pregunté sintiendo el agujero de mi estómago.

– Es una gran idea – contestó mi mujer.

– Sí – añadió Patty -, me encanta el chocolate, y podrías traerte un poco de sobra para utilizarlo después, me encanta saborear cualquier cosa con chocolate…

– Eres una golosa – le contestó su hermana.

– Y una viciosa – pensé yo.

Dejándolas en la cama, me vestí, cogí la cartera, las llaves y el teléfono móvil, y tras colocarme un poco el pelo con los dedos mirándome en el espejo que estaba sobre la cómoda del dormitorio, me despedí con un “Hasta ahora, preciosas”.

La churrería no estaba lejos, cruzando un par de avenidas, apenas diez minutos a pie que merecía la pena recorrer porque siempre tenían los churros y el chocolate recién hechos. Por el camino, todas las experiencias vividas se repetían en mi mente una y otra vez, como cuando era pequeño y me pasaba el día montando en bici para, luego, por la noche y en mis sueños, seguir pedaleando.

Tanto la actitud de mi esposa como la de mi cuñada, denotaban que cuanto estábamos viviendo no consistía para ellas únicamente una excitante aventura, me daba la impresión de que querían prolongarlo indefinidamente tras haber descubierto una química tan explosiva entre ellas y, por supuesto, conmigo. Y lo que era evidente, era que a mí me encantaba la idea de formar un trío estable con sexo salvaje y apasionado entre las dos preciosas hermanas y yo. Tal vez, con el tiempo, cuando la relación se afianzara, Patty y yo le confesaríamos a Tere que la interacción entre nosotros había empezado un poco antes.

Con estos pensamientos llegué a la churrería, y tras esperar una cola de cinco personas, al fin conseguí comprar docena y media de churros y dos litros de chocolate, un litro para beber, y otro para deliciosos juegos de cama tal y como había propuesto mi golosa cuñadita.

Casi nada más salir de la churrería me sonó el móvil, y vi la preciosa cara de mi esposa sonriéndome en la foto que apareció en la pantalla.

– Dime, cariño.

Sólo oí risas.

– ¿Tere?.

– Te juro que fue así – oí la voz de Patty algo lejana.

– Patty, ¿eres tú?.

– No me extraña viniendo de ti… – le contestaba Tere a su hermana con la voz un poco más cercana.

Volví a oírlas reír.

– ¿Cariño? – volví a intentar sin obtener respuesta.

Seguramente Tere había cogido su teléfono para algo y, accidentalmente, había pulsado la tecla de marcado rápido al volver a dejarlo, llamándome sin saberlo mientras charlaban.

Reanudé el camino de vuelta, y justo cuando iba a apretar la tecla “colgar”, apartándome ligeramente el teléfono de la oreja, algo volvió a hacerme escuchar:

– Aún recuerdo como si fuese ayer la noche en que te conté que me iba a casar con Carlos – decía Tere.

– Esto suena interesante – pensé prestando aún más atención.

– Sí – contestó riendo Patty -, igual que yo, aunque de aquello ya hace más de un año… nuestra primera noche especial…

– ¿Cómo? – pregunté mentalmente.

– En cuanto te lo dije te me echaste a llorar – siguió mi mujer.

– Y ante tus constantes preguntas – añadió mi cuñada -, acabé confesándote que llevaba enamorada de él desde niña.

Aquello me dejó perplejo, mi ardiente Patty no sólo había fantaseado conmigo, como me había revelado en nuestro primer escarceo, ¡sino que estaba enamorada de mí…!. Me sentí increíblemente satisfecho y complacido.

– Mi querida y admirada mayor – prosiguió – trató de consolarme diciéndome lo hermosa que era, y que cualquier hombre perdería la cabeza por mí.

– Pero eras inconsolable – le dijo Tere -, y cubrí tu preciosa cara de besos porque no podía verte llorar…

– Hasta que tus labios se posaron dulcemente sobre los míos, una vez, y otra…

– Y al segundo beso sentí una corriente eléctrica cuando tus labios correspondieron a los míos.

– Nos quedamos mirando a los ojos sintiendo nuestro amor fraternal, pero nuestros cuerpos querían más de aquello.

– Como borrachas, subidas en una nube de sensaciones, volvimos a besarnos y las dos nos sorprendimos cuando las puntas de nuestras lenguas se rozaron…

Patty rió:

– Las dos nos excitamos tanto que a partir de ahí todo se convirtió en un húmedo sueño lésbico – concluyó Patty.

– Un húmedo sueño que hemos repetido cada mes en nuestra “noche de hermanas”, mientras Carlos estaba en su “noche de amigos”.

Aquella revelación me dejó de piedra. ¿Cómo era posible que mi dulce esposa llevase tanto tiempo engañándome?, ¡con su propia hermana, mi cuñada, alumna y amante!. Me sentí traicionado. Y yo que había tenido remordimientos por serle infiel a mi mujer tirándome a su hermana… pero qué idiota había sido. ¿Y qué clase de pantomima habían representado las dos para mí la noche anterior?, haciéndome creer que era la primera vez que se entregaban la una a la otra… me sentí terriblemente estúpido.

– Jajaja – rió Patty -, y tanto anoche como ésta mañana lo han convertido en un sueño sublime, cuando por fin hemos dejado de vernos a escondidas para cerrar el triángulo compartiéndole y haciéndole partícipe de nuestros juegos.

– Sí – contestó Tere -, y además se ha enamorado de ti.

– ¿Tú crees?, ¿por qué lo dices?.

– Hace un rato os he visto follar. Cariño, ahí no había sólo sexo, estabais haciendo el amor…

– ¡Uf!, y me ha encantado… Entonces… eso significa que tu plan ha funcionado.

– ¡¿QUÉ?! – gritó mi cerebro al borde del colapso.

– Sí – contestó Tere -, y mejor aún de lo que había previsto. Te dije que si conseguía arreglarlo para dejaros a solas, le seducirías fácilmente. Mírate, preciosa, ¡eres un bombón irresistible!. Con esos ojazos… esos labios… ese cuerpazo de escándalo… y tu innato talento en la cama, sólo he tenido que facilitarte cuatro oportunidades para hacer que se enamorara de ti.

– Cinco, aunque supongo que esa en la que tu maridito vino por su propia cuenta a mi piso a follarme bien follada, no cuenta, jajajaja…

No pude escuchar más, la cabeza me daba vueltas. Los recuerdos de todo cuanto había ocurrido se agolparon en mi mente convirtiéndose en piezas de un puzzle, siendo mi mujer la pieza maestra que las hacía encajar a la perfección. Ahora entendía por qué Tere había invitado a comer a su hermana un día en que trabajaba en lugar de un fin de semana. Ya estaba claro por qué había insistido en que le diera una clase particular a mi alumna organizando ella la cita. Por fin se confirmó mi sospecha de que había sido ella misma la que le había explicado a Patty dónde podría encontrarme en mi última “noche de amigos”. En ese momento ya era evidente por qué había invitado a mi amante a la fiesta de disfraces y a quedarse después en nuestra casa. Cuanto acababa de oír explicaba el que a mi dulce esposa le hubiese resultado tan fácil dejar atrás cualquier prejuicio entregándose a la lujuria de su hermana, ¡porque ya lo había hecho muchas veces!.

Me sentí mareado al comprender que aquella maravillosa mujer a quien creía conocer no era más que una farsa. En realidad, era una hábil manipuladora que había orquestado todo convirtiéndome en un títere para su gozo y el de su querida hermana, aquella de quien había comenzado a enamorarme.

– “A veces, cuando se gana, se pierde”- susurró la voz de Robin Williams en mi mente interpretando al protagonista de Más Allá de los Sueños.

Tuve náuseas al darme cuenta de que toda mi dignidad había sido pisoteada por aquellas dos perversas mujeres convirtiéndome en su juguete. Esas dos diosas habían hecho realidad mis fantasías y me habían llevado al cénit del placer jugando con mis sentimientos… Las odiaba… las amaba… ¡Era demencial!.

– Tere… Patty… – dije apretando los dientes.

De repente, un agudo chirrido me sacó de mi vorágine de confusos y nefastos pensamientos. El tiempo pareció ralentizarse cuando giré la cabeza y vi que, inmerso en mi tempestad de caóticos y contradictorios sentimientos, estaba cruzando inconscientemente una avenida por donde no se debe hacer. El chirrido procedía de un coche que, en vano, trataba de frenar abalanzándose sobre mí.

Sentí un dolor lacerante en las piernas cuando los huesos se me quebraron por el impacto del parachoques. Un estallido de dolor cálido envolvió mi hombro izquierdo cuando la clavícula se me hizo añicos contra el capó del coche. Como una telaraña de hilos de acero que lentamente fuese extendiéndose por mi cabeza, sentí el impacto de mi cráneo contra el parabrisas; en aquel instante, el mundo comenzó a dar vueltas en torno a mí al salir despedido por los aires. La posterior caída hizo que el asfalto se precipitase sobre mi rostro con la violencia de un tsunami, y entonces todo fue oscuridad.

No contemplé toda mi vida pasar ante mis ojos como si fuese una película. Ya no sentía nada: frío o calor, dolor o placer, odio o amor… nada. Ya nada importaba.

Mientras la muerte cerraba sus crueles garras en torno a mí, sólo pude escuchar en mi cerebro la suave melodía de Kansas acompañando a la dulce voz:

“…dust in the wind

all we are is dust in the wind…”

FIN

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